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Mujercitas Glamm

Adaptación: Angélica Luján Robles

Personajes
Margaret o Meg: (19 años) la mayor de las hermanas. Ojos grandes, abundante pelo
castaño, boca perfecta, manos muy blancas.
Jo: (17 años) Alta, esbelta y morena. Nariz respingada, ojos grises y mirada penetrante,
pensativa. Su abundante y largo cabello es lo mas bello que tiene, siempre lo lleva enredado
en una red para que no le estorbe. Desgarbada.
Elizabeth o Beth: (15 años) cabellera sedosa, ojos dulces, sonrosado color y timidez en el
ademán. Apenada al hablar, de expresión tranquila. Rara vez se turba por algo.
Amy: (13 años) pálida, esbelta, extremadamente cuidadosa en sus modales y palabras.

Escena I
Sala de estar. Habitación amplia con calefacción. Sillas, una mesa, libros, flores.
Atmósfera de tranquilidad.
Las cuatro hermanas se encuentran platicando sentadas. Es diciembre.
Jo: Esta navidad sin regalos no nos va a parecer navidad.
Meg: ¡es tan malo ser pobre!
Amy: No me parece justo que algunas muchachas puedan disponer de tantas cosas bonitas,
mientras otras no tenemos ninguna.
Beth: Tenemos a nuestro padre y nuestra madre, y nos tenemos, además, las unas a la otras.
Jo: Pero no tenemos a nuestro padre con nosotras, ni lo tendremos en mucho tiempo.
(silencio)
Meg: ¿Saben porque mamá propuso prescindir de regalos esta navidad? es porque la
temporada será muy dura para muchos y no quiere que gastemos el dinero en frivolidades y
caprichos. No es que nuestra ayuda pueda ser mucha, pero si podemos hacer alegremente
algunos sacrificios. Por mi parte, me temo que yo no los pueda hacer.
Jo: Creo que lo poco que podamos gastar no ayudará de mucho. Estoy conforme con no
recibir regalos ni de mamá ni de ustedes, pero ¡hace mucho tiempo que deseo un libro!
Beth: Yo había decidido gastar mi dinero en música nueva.
Amy: Pues yo deseaba una caja de lápices de colores. De verdad me hacen falta para
dibujar.
Jo: Mamá no dijo nada de nuestro dinero particular, ni creo que quiera que renunciemos a
todo. Compremos lo que cada una necesite, vamos a darnos un gusto. Bastante trabajo nos
cuesta ganarlo.
Meg: Pues a mi sí me cuesta mucho. Enseñando todo el día a esos niños mal educados.
Jo: Y eso que te entretienes más que yo. Qué harías si tuvieras que trabajar para una señora
histérica y caprichosa que te tiene todo el día de aquí para allá, que nunca esta satisfecha
con lo que haces y que te fastidia tanto que te dan ganas de tirarte por la ventana.
Beth: No está bien quejarse, pero les garantizo que no hay en el mundo nada más
desagradable que limpiar y hacerse cargo de la casa. Me pone de mal humor, me irrita y me
estropea las manos. Ya ni siquiera puedo tocar bien el piano.
Amy: Ninguna de ustedes sufre como yo. tengo que soportar a las niñas mal educadas de la
escuela. Se ríen si no sabes la lección, se burlan de mi ropa y hacen mofas porque papá no
es rico. Hasta insultan si no tienes la nariz bonita.
Jo: Debes decir mofa y no mofas. Mejor no uses palabras que no entiendes.
Amy: Yo sé bien lo que digo y no debes criticarme. Es mejor escoger bien el vocabulario
para expresarse correctamente.
Meg: Ya no discutan. ¿no les gustaría volver a tener todo el dinero que perdió papá cuando
éramos pequeñas? ¡qué bien la pasaríamos si pudiéramos tener todo lo que necesitamos! . . .
(suspira) somos muy afortunadas porque, aunque tenemos que trabajar, nos divertimos y
formamos una pandilla muy alegre como diría Jo.
Amy: Jo emplea expresiones muy poco elegantes.
Jo se levanta de un salto, mete las manos en los bolsillos y comienza a silbar.
Amy: No hagas eso, Jo. Es cosa de chicos.
Jo: Por eso lo hago.
Amy: Detesto a las hombrunas de modales ordinarios.
Jo: Y yo aborrezco a las cursis que se las dan de señoritas elegantes.
Beth: (canta) los pájaros se entienden en sus nidos.
Risas de todas.
Meg: Jo, ya no tienes edad para hacer gracias de chicos, recuerda que eres una señorita.
Jo: ¡No lo soy! Detesto pensar que tengo que ser miss March y vestirme con vestidos y
verme primorosa. Ya es bastante ser mujer cuando lo que me gustan son los juegos, los
modales y los trabajos de chicos. No puedo con el desengaño de ser mujer.
Beth: Eso no tiene remedio. Tendrás que contentarte con ponerte nombre de hombre y
hacer el papel de hermano con nosotras.
Meg: Y tú Amy, si no tienes cuidado llegarás a ser una persona tonta y ridículamente
afectada. Me gusta verte arreglada y bien hablada, pero a veces dices palabras tan
rebuscadas que resultan absurdas y ordinarias como las cosas que dice Jo.
Suena el reloj. Beth saca unas zapatillas de descanso y comienzan a prepararse para
recibir a su madre.
Jo: Hay que comprarle otras zapatillas a mamá; estas están viejísimas.
Beth: Yo pensaba dedicar a eso mi dinero.
Amy: ¡No yo lo haré!
Meg: Soy la mayor . . .
Jo: Nada de eso. Soy el hombre de la familia no estando papá. Él me encargó que las
cuidara mientras no esta, así que las compraré yo.
Beth: ¿Saben qué podemos hacer? Le regalamos una cosa cada una para navidad y no
compramos nada para nosotras.
Jo: ¡Muy buena idea querida mía!
Meg: Yo le comprare un bolso.
Jo: yo las mejores zapatillas de descanso que encentre.
Beth: yo unos pañuelos.
Amy: y yo un frasco de colonia, le gusta mucho. Y me sobrara dinero para mis colores.
Jo: Dejemos que mamá siga pensando que vamos a comprarnos nosotras algunas cosas y
así será mayor la sorpresa. Mañana por la tarde vamos de compras Meg. Además, tenemos
mucho que preparar para la presentación de navidad.
Meg: Es el último año que pienso participar en eso. Ya estoy grande para esas cosas.
Jo: ¡va! ¿Cómo te vas a retirar con lo que te gusta pasearte por el escenario con tu vestuario
lleno de joyas! Además, eres la mejor artista que tenemos y si te sales no podremos dar
funciones. Por cierto, debemos ensayar esta tarde. Amy la escena donde te desmayas te sale
muy mal. No te pongas tiesa como palo.
Amy: no puedo remediarlo. Nunca he visto desmayarse a nadie. Si puedo cómodamente me
tiraré al suelo y si no, caeré graciosamente en un sillón. No me importa que Hugo me
amenace con una pistola.
Jo: Mira, hazlo así: aprieta las manos con gesto desesperado y tambaleándote, gritas
¡sálvame Rodrigo, sálvame!
Amy la imita rígida y con exclamaciones raras.
Jo: Es inútil. Hazlo como sepas cuando llegue el momento. Y si el público se ríe y te silva,
no me eches a mi la culpa.
Beth: No sé cómo puedes escribir y representar cosas tan magníficas Jo. Eres un verdadero
Shakespeare.
Jo: No exageres. Creo que La Maldición de la bruja esta bastante bien. Pero lo que me
gustaría es representar Macbeth. Siempre he querido representar un papel en el cual tenga
que matar a alguien. ¿es un puñal eso que veo delante de mí? (lo dice en tono dramático)
Meg: Apúrense a poner la mesa que ya casi llega mamá.
Las hermanas se esfuerzan por ordenar. Meg pone las tasas para el café, Jo acomoda las
sillas, Beth va y viene con comida desde la cocina y Amy se encuentra sentada dando
instrucciones.
Meg: Mamá me pidió que les diera una sorpresa. (Saca su celular y lo muestra)
Jo: ¡Un correo, un correo de papá!
Meg: ¡Apúrense para leerlo! Papá hizo muy bien al ofrecerse como médico voluntario para
estar en el hospital. Esta pandemia está terminando con todo.
Jo: Lo que daría por estar con él y ayudarle.
Amy: Debe ser muy desagradable dormir incomodo y comer poco. Con toda esa gente
enferma . . .
Beth: ¿Cuándo volverá?
Meg: Tardará aún varios meses, tal ves otro año. Ojalá no se contagie. . (silencio) vengan
vamos a ver qué dice.
Las chicas se reúnen a la mesa para leer.
Meg: (lee) Les mando besos a besos. Pienso en ustedes durante el día, rezo por ustedes en
las noches y siempre encuentro en su amor mi consuelo y fuerza.
Amy: Soy una egoísta, una gran egoísta. Pero voy a hacer todo lo posible por enmendarme
y darle una gran alegría cuando vuelva.
Meg: Lo haremos todas. Soy perezosa y me gusta presumir, pero de ser posible, cambiaré.
Jo: Yo también haré por lo posible por dejar de ser brusca y alborotada, y ser una mujercita
como a él le gusta. También haré los deberes de la casa.
Beth: ¿Se acuerdan cuando representábamos los peregrinos?
Meg: Mamá se esmeraba mucho en nuestros vestuarios y nos dejaba viajar por toda la casa.
Jo: Me encantaba recolectar cosas y pasar las pruebas. Era muy divertido pelear con Apolo.
Amy: Yo casi no recuerdo nada. Pero ya somos mayores para jugar a eso.
Meg: Nunca seremos demasiado mayores para eso. De hecho, de una u otra forma, toda la
vida seguimos jugando a los peregrinos. Siempre tenemos cargas y un camino por recorrer.
El deseo de ser buenas, honestas, estudiosas, trabajadoras y valernos por nosotras mismas
para lograr ser felices.
Amy: Pero Meg ¿Dónde están nuestras cargas?
Meg: Cada una de nosotras ha dicho hace rato cuál es su carga, menos Beth, parece que
ella no tiene ninguna.
Beth: Sí que la tengo. Es fregar, limpiar, envidiar a la gente que tiene un buen piano y
sentir miedo ante los extraños.
Todas ríen discretamente.
Jo: Queridas mías hagamos lo posible por llevar nuestras cargas con dignidad y madurez,
sin quejarnos tanto.
Todas se abrazan.

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