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SEMANA SANTA, UNA OPORTUNIDAD PARA FORTALECER LA

SINODALIDAD
“Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo,
sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña… También el proceso
sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo
que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a
comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino”
Papa Francisco, mensaje para la cuaresma 2023
La exhortación del Papa Francisco, nos invita a vivir la oración y el ayuno para mejorar el
mundo. Es una llamada a la caridad y al desarrollo humano integral, en un mundo en el
que debemos preguntarnos si no es nuestra indiferencia la que hace más duro el camino
de quienes viven la vida como una "subida demasiado empinada".
La tarea de la Iglesia
Consiste en ayudar a eliminar los obstáculos y las cargas que impiden el desarrollo
humano, la vida en abundancia. Una vida de comunión, una iglesia en sinodalidad.
Reflexionemos la siguiente cita bíblica: “Dos de los discípulos iban a un pueblo llamado
Emaús… En el camino iban hablando de todo lo que había ocurrido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y siguió caminando con ellos” (Lc
24, 13 - 35).
El encuentro de Jesús resucitado con los discípulos nos pone en sintonía de fe, para
entender mejor lo que significa la Pascua, la victoria de Cristo sobre la muerte, y así,
continuar con la misión que nos ha encomendado, lo anterior será un buen momento
para fortalecer la sinodalidad en nuestros grupos, apostolados, incluso en nuestras
familias.
El paso de Dios en medio de su pueblo

La Pascua son días que vamos a vivir, llenos de contrastes, de emociones, de palabras,
de gestos, de personajes, de luces y oscuridades; son días de silencio y de fiesta. Son
días de Pasión: Pasión de Dios por el Reino, por la humanidad.

Con seguridad, nuestra vida cristiana daría más frutos de santidad, si la Pasión fuera más
a menudo la fuente de nuestra espiritualidad, como así ha sido a lo largo de la historia los
grandes santos. Son días para el encuentro con los demás y con Dios.

Es necesario participar
Con alegría y reflexión en todos los actos litúrgicos será una gran oportunidad de sanar
las heridas del cuerpo místico de Cristo, pero también debe ser respuesta a nuestro
llamado, a nuestra misión, ser una Iglesia viva, una iglesia que camina unida, en
sinodalidad.
Cada día santo, nos hará pensar en nuestra propia vida, una vida junto a la de Jesús.
Quien nos invita también, a vivir en comunión, en sinodalidad. Vivamos cada día con
alegría, fe y reflexión, recordando la Pasión de Jesús como signo del gran amor, el
verdadero amor.
El Jueves Santo
Día memorable para vivir la caridad, pues nos quedamos sin palabras ante el gesto del
lavatorio de los pies. El asombro de los apóstoles es la imagen de nosotros mismos.
Siempre servir a los demás será una gran muestra de vivir la caridad, una caridad que
debe ser compartida y vivirla en comunión y sinodalidad con los demás. No olvidemos
orar y pedir por nuestros sacerdotes quienes siguen siendo reflejo del amor de Cristo
entre nosotros.
Viernes Santo
Día de Pasión, día del mayor amor. Decía san Pablo de la Cruz que “la Pasión de Jesús
es la obra más grande del amor de Dios”. ¡Cuánto cuesta decirle al Señor “hágase tu
voluntad”, decirle Sí, sin condiciones! Getsemaní es la escuela para aprender a decir sí a
Dios, aunque uno llegue al sufrimiento ilimitado. Es la imagen que mejor representa lo que
es el Amor, la entrega, el esfuerzo, la coherencia, el perdón. Lo rubrican, además, sus
últimas palabras. Hoy nos postramos ante la Cruz, la besamos y la adoramos, y nos
abrimos a la oración más universal, para que nadie quede excluido de la salvación
alcanzada por la Pasión de Cristo. Una pasión que debemos vivirla desde lo personal
para después saber compartir a aquel que es el amor y así, ser una verdadera Iglesia
fundada por el amor y que vive en comunión, la vive en sinodalidad.

El Sábado Santo ¡día de silencio!


Ha sido demasiado lo vivido, demasiado lo que hemos visto y oído. ¡Tanto amor! Y hoy
que el Señor pasa del Gólgota al jardín, lugar de espera. Es un buen momento para
unimos en oración a la Virgen María, y agradecemos una vez más la generosidad de su
Hijo Jesús. No le bastó entregarnos su vida entera, sino que ahora nos entrega además a
su misma Madre como Madre nuestra. Con María esperamos, nos sentimos consolados
ante la dureza del dolor y de tanta soledad. Con María sabemos que algo grande va a
ocurrir, que, al ejemplo de María, a quien hemos dedicado este año jubilar rumbo a los 60
años de ser iglesia diocesana, sea Ella quien nos impulse a continuar en este camino de
sinodalidad, siendo Ella, Mujer de fe y Comunión.

Domingo de Resurrección, ¡Resucitó!


Cristo, el que pasó haciendo el bien, el que partió el pan y fue clavado en la Cruz,
¡resucitó! La Luz vence a las tinieblas. Sólo el amor tiene la última palabra. Sólo Dios es
capaz de transformar el dolor en salvación. ¡Resucitó! Es el grito de la Iglesia después de
siglos y siglos. Es nuestro grito, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor. Jesús
resucitó y cambia el rumbo de la historia y de la humanidad. Que la alegría de Cristo
resucitado sea nuestra fortaleza, para responder al llamado y la misión que Dios nos ha
encomendado, en nosotros mismos, nuestras familias y nuestros apostolados.
Vivamos cada momento unido a Jesús, quien conoce nuestras necesidades y es Él quien
nos guía por el camino de la Salvación. Lo importante de este tiempo no es el recordar
con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y
revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es
primicia de la nuestra.
Para reflexionar:

 ¿Qué acciones concretas debo realizar para vivir la sinodalidad en esta Semana
Santa? Con mi familia, mi apostolado, mi parroquia.
 ¿Cómo debo vivir cada día de la Semana Santa?

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