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FORMACION INTEGRAL HUMANA Y

RELIGIOSA.
6TO A, B,C,Y D

Tema: La cuaresma
LEER Y ELABORAR UN MAPA CONCEPTUAL

CUARESMA´22 “CAMINO HACIA LA PASCUA”

 
¿QUÉ ES LA CUARESMA?
La Cuaresma es un tiempo de 7 semanas, 40 días, desde el Miércoles de Ceniza hasta el
Domingo de Ramos, de preparación para la Pascua. Durante este tiempo, Cristo nos
invita a cambiar de vida, la iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia
Jesucristo, escuchando la palabra de Dios, orando, compartiendo con los demás y dando
sentido a nuestras obras. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos
ayudan a estar más cercanos a Dios.

El tiempo de Cuaresma es tiempo de perdón y reconciliación fraterna.

La Cuaresma es el tiempo de preparación para la Pascua. Y el conjunto que forman los


tiempos de Cuaresma y Pascua es el centro del Año Cristiano, porque es la celebración
de lo que es central en nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesucristo. Por tanto, la
Cuaresma forma parte del ciclo pascual, ya que la finalidad no es la Cuaresma en sí sino
la celebración del Triduo Pascual y la Pascua.

La Cuaresma –que significa “el día cuarenta”- recuerda el tiempo de desierto de Jesús y
del pueblo de Israel, y significa que es un tiempo de desierto y de conversión de la
Iglesia para buscar lo que es esencial en nuestra vida, o sea, la unión con Jesucristo y
también celebrar la Pascua con un corazón bien dispuesto a vivir nuestra vida imitando
la vida de Cristo, una vida de amor, una vida entregada.

El tiempo de Cuaresma se inicia el Miércoles de Ceniza y finaliza el Jueves Santo al


mediodía, ya que por la tarde-noche se inicia el Triduo Pascual. Tiene cinco domingos –
primero, segundo, tercero, cuarto, quinto– más el Domingo de Ramos y de la Pasión del
Señor, que es el pórtico de la Semana Santa, con el Lunes Santo, el Martes Santo y el
Miércoles Santo, que siguen formando parte de la Cuaresma. También forma parte el
Jueves Santo hasta el mediodía.
INICIAMOS NUESTRO CAMINO
La vida es, esencialmente, camino, y el sentido del camino lo da el lugar a donde
queremos llegar.

Un rasgo de la religiosidad cristiana es que hay que caminar… Salir de la propia tierra
(cf. Gen. 12, 1-8) y para cualquier persona cristiana que va caminando, “salir” es aspirar
a más en el camino hacia Dios…

Quizás, descubrimos que hay demasiadas piedras en el camino que nos impiden
caminar. La tarea es “despejar el camino” para llegar a la meta.

Podemos hacer una pausa, pero sin rendirnos, y revisar si nuestra mochila lleva todo el
material necesario, que habíamos previsto, para llegar a celebrar la Pascua un poco más
vivos, e ir metiendo lo que “hemos olvidado” …

El proyecto inicial partía de una pregunta: ¿Cómo podemos despejar el camino si no


dejamos que el Señor nos ayude? 

Hemos de poner en la mochila:

La escucha y la meditación de la Palabra de Dios.  El silencio. Ir superando la pereza


y servir en fraternidad, compasión, justicia, solidaridad… Poner orden dentro de
nosotros mismos de tal modo que los pensamientos, y actitudes sean concordes con el
evangelio. Recuperar el ritmo y estilo que debemos vivir como hijos de Dios. Ayunar de
excesos, malos modos, ingratitud, preocupaciones, críticas…
¿Continúa todo en la mochila? ¿Hemos usado algo? ¿Se nos han agotado las
existencias? ¿Hemos olvidado algo?

Continuamos la marcha con renovadas energías…

¿Es largo el camino? Aunque no nos faltan los cuidados de Dios ¿Experimentamos el
cansancio y los problemas de cada día?  Acojamos como dirigidas a nosotros las
palabras, llenas de ternura, con las que el Señor hizo recapacitar a los israelitas cansados
de su larga travesía:

“Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto
durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en
tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló, y te dejó tener hambre, y
te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte
entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la
boca del Señor”. (Det 8,2 -3)

No es tanto un esfuerzo personal cuanto caminar, nuevamente, al encuentro de Aquel


que nos ama. Y el encuentro con Jesús empuja al abrazo con el hermano. A estar muy
atentos a las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres.

1º DOMINGO DE CUARESMA -- BÚSQUEDA

LA CUARESMA ES….

Un tiempo para la búsqueda y el encuentro. Nos ofrece la posibilidad de tiempo de


reflexión que nos encamina en los pasos de Jesús y nos invita a compartir su misión de
dar la vida.

Cuaresma es tiempo de discernimiento interior para morir a todo aquello que nos aleja
de Dios y de los demás, que nos impide abrazar su voluntad y construirla en nuestras
vidas.
Cuaresma es tiempo de purificación, que nos recuerda la tentación del egoísmo, del
poder, de la riqueza, del individualismo, de la indiferencia… que lentamente carcomen
y corroen nuestra fidelidad al Reino.

Cuaresma es tiempo de solidaridad activa, pues el Dios de la Vida no quiere sacrificios


sino solidaridad, vida y bienes compartidos, entrega y compromiso por la Justicia, como
nos lo recuerda el hermoso texto de Isaías 58, 1-14, que leemos en la liturgia de la
Primera Semana de este tiempo.

Tiempo de búsqueda y encuentro


Para morir a nuestro pecado, personal y colectivo, para morir a todo lo que pone
escollos, desvía o derrumba el proyecto solidario del Reino por el cual Jesús dio la vida
y resucitó.

Para el compromiso personal


Las lecturas bíblicas de cada día de Cuaresma son una excelente invitación a la
búsqueda y el encuentro.

Anímate a dedicar unos minutos diarios a la oración con la Biblia.


Intenta contagiar a las personas con las que vives para encontrar un día en la semana y
hacer lectura orante con la Palabra de Dios.

Puedes incluso tomar un cuaderno y escribir en él cada día una pequeña reflexión a
partir de la lectura. Verás como vas construyendo un itinerario a la luz de la Palabra que
te lleva a la conversión y al encuentro con Jesús.
SEMANA SANTA Y PASCUA

Otro año más. Llega de nuevo la Pascua. Y, con lo de que son los días más importantes
del año para los cristianos, parece que nos repitamos. Pero no. Cada celebración de la
Pascua (de año en año, de semana en semana, y los que llevamos...) nos renueva. En
cada celebración de la Pascua deberíamos dejarnos renovar, por dentro y quizá
incluso por fuera. Cuando alguien renueva su vida se le nota hasta en su aspecto.

El camino de renovación lo recorremos de la mano de Jesús. Con él, entraremos en


Jerusalén. Veremos cómo lava los pies a sus discípulos. Recibiremos de él el memorial
de su muerte. Con Pedro le seguiremos de lejos en su pasión. Adoraremos el árbol de
la cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo. Y, en la noche más santa, con
Jesús, reviviremos el paso del Mar Rojo del bautismo, guiados por él mismo, la
“columna de fuego" que va delante de nosotros. Con Jesucristo seremos sepultados (él
en el sepulcro, nosotros en el agua); con él, el resucitado de entre los muertos,
emprenderemos una nueva vida.

En el centro, una noche. La más hermosa del año. La noche de Pascua. Aquella noche
cuando más se manifiesta el amor de Dios por todos los hombres y mujeres. La noche
dichosa que “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”. La
noche “en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino”.

DOMINGO DE RAMOS
El Hosanna nos evocará Pascua antes de tiempo. Pero los textos de la misa de hoy nos
hacen ser realistas. Podemos releer el texto de la Pasión, este año el de Marcos
(capítulos 14,1 a 15,47). Veremos cómo Jesús vivió la realidad con toda su crudeza, tal
como nosotros debemos vivirla cuando en nuestra vida humana nos hundimos de veras
en el sufrimiento y el fracaso. Pero creemos, confiamos. El Hosanna nos anuncia la
Pascua.

LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTOS


Busquemos momentos de silencio. Busquemos espacios para encontrarnos nosotros
mismos. Y ver cómo nuestra propia miseria se refleja en la fogosidad y la debilidad de
Pedro, y también en la traición de Judas. Pero nuestro deseo se espeja en la gratuidad de
la unción de María de Betania. Son tres actitudes ante Jesús, y las leeremos en el
evangelio de las misas de estos días. Sólo la última actitud, la de María de Betania, nos
libera y nos salva.

JUEVES SANTO
La noche invita a la intimidad entre amigos, entre hermanos. A sentarse alrededor de la
mesa para decirnos "hasta pronto". Los apóstoles se encontraron alrededor de la mesa.
Nosotros, hoy, alrededor del altar. A punto de comer la carne de nuestra liberación.
Carne de pecado. Carne crucificada. Carne viva por el Espíritu del Resucitado. Como
los apóstoles, comulgamos con nuestras miserias; pero, como ellos, anunciamos por
todo el mundo la alegría de nuestra redención.

VIERNES SANTO
"Amaos los unos a los otros". Hace pocas horas que lo hemos oído, después de que nos
lavara los pies, alrededor de la mesa de Pascua. Ahora, miramos la cruz. Sin prisas. Ya
lo dice Juan, cuando narra la muerte de Jesús: "Mirarán al que atravesaron". Lo
miramos, y nos sentimos mirados. Adoramos la cruz en silencio. En el mal, a través del
mal, respondemos con coraje al Amor. "Amaos”. Y nuestro dolor, como la misma Cruz,
se transformará. Sólo el Amor es más fuerte que la muerte.

SÁBADO SANTO
Hoy no hay celebración eucarística. Nos podemos reunir para rezar juntos con los
salmos, para escuchar juntos la Palabra. Nos irá bien encontrar espacios para velar junto
al sepulcro y meditar en silencio. Como los apóstoles y discípulos, al lado de María, La
Madre. Ayunamos porque el Esposo no está. Su Cuerpo reposa en el sepulcro. Bajo
tierra, en lo más profundo de nuestras almas, se ha encendido una semilla de fuego.

LA PASCUA
Fuego. Vigilia. Se ilumina el misterio de nuestra noche. Cantamos aleluyas. Alabamos a
Dios. Y todas las noches se transforman en Pascua. Y todas las heridas, en cicatrices
resplandecientes. El hombre nuevo alarga la mano al hombre viejo. La Virgen seca las
lágrimas de Eva. Alrededor de la roca mortal, del sepulcro, crece el jardín de la nueva
creación. Somos transformados en hombres y mujeres nuevos, abiertos al aliento del
Espíritu que clama en nosotros: ¡Padre!, porque nos engendra a la vida del Hijo.

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