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18 noviembre, 2020
Pero la noche más sangrienta, la última en las vidas de Inti Sotelo Camargo
y Jack Bryan Pintado, fue la del sábado 14 de noviembre. Según
los certificados de las necropsias , ambos jóvenes fueron asesinados por
múltiples disparos de proyectiles con armas de fuego. Además,
la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDHH) registró más de
200 heridos y, hasta el martes 17 de noviembre, dos desaparecidos. Al día
siguiente de la cruenta represión , el domingo 15, Manuel Merino renunció a
la presidencia del Perú. Ahora él, el expremier Antero Flores-Aráoz y el
exministro del interior Gastón Rodríguez son investigados por los delitos de
abuso de autoridad, homicidio agravado, lesiones graves y leves y
desaparición forzada.
Las historias de Inti Sotelo Camargo y Jack Bryan Pintado son la trágica
consecuencia de la fragilidad de la democracia y la impunidad de las
fuerzas policiales, que un día antes de la muerte de ambos jóvenes fue
felicitada por los ministros del gobierno de turno . Muchos peruanos y
peruanas, en un gesto noble, han ensalzado a los dos estudiantes como
"héroes del Bicentenario", pero el heroísmo no debería nacer de las
muertes precoces, ni de los sacrificios de los más vulnerables.
Los pocos soles en el bolsillo nunca fueron un obstáculo para hacer lo que
deseaba. Salió de la casa de sus padres muy joven, necesitaba saberse
independiente. Para pagar el alquiler de su cuarto en San Juan de
Lurigancho, sus estudios en el instituto Cepea, sus comidas y sus viajes
trabajaba como guía en el Centro de Lima y como repartidor en bicicleta de
Rappi y otras aplicaciones. Una vez trabajó descargando un tráiler de telas
en la madrugada para poder pagar un viaje a la selva de Chachapoyas. En
otra oportunidad dejó un trabajo remunerado para ser voluntario en una sala
de exposición de la cultura Caral, la más antigua de América, y una de las
que más le apasionaban. Cuando llegó la pandemia y no pudo costear la
renta, le ofreció a la casera ayudarle en la limpieza del edificio. Era
ingenioso y arrojado, dos cualidades que la necesidad te obliga a formar.
Tanto le gustó su segundo nombre que se lo tatuó dos veces. Un sol inca
en el brazo derecho y un sol tribal en el lado izquierdo del pecho, a la altura
del corazón. “¿Por qué piensan que los que tenemos tatuajes somos malas
personas?”, solía quejarse el joven que prefería comer vegano y reciclar. La
noche del sábado 14 de noviembre de 2020, en medio de las protestas
ciudadanas , un policía le disparó un perdigón de plomo en el pecho.
Aunque parezca increíble, el proyectil cayó justo en su tatuaje de sol.
"Herida penetrante de tórax por proyectil de arma de fuego", según el
certificado de la necropsia, difundido por su abogado Ronald Gamarra. "Lo
han matado de un disparo en el corazón", lloraron sus padres el día del
asesinato de su hijo. Inti Sotelo Camargo había salido a protestar solo con
agua y vinagre en su mochila. Pensaba que reclamar en las calles por sus
derechos era otra forma de conocer mejor el Perú.
Una tarde de noviembre, toda una calle del distrito de San Martín de Porres,
al norte de Lima, se llenó con los amigos de Jack Bryan. Con velas
encendidas, pancartas y afiches en las manos, decenas de chiquillos y
chiquillas se habían reunido a las afueras de una iglesia para darle la
despedida a quien fue uno de sus más entrañables cómplices.
“Era el que nos hacía reír a todos con sus ocurrencias”, cuenta Martín
Murillo uno de sus compañeros de colegio, “además le gustaba participar
mucho de las festividades”. Otro de sus amigos de esa época también lo
recuerda por su alegría y por las travesuras que compartían. “Cómo olvidar
cuando jugábamos con agua mojándonos y luego nos escondíamos del
auxiliar”. Una amiga de la infancia, y su vecina, se refiere a él como alguien
muy inquieto y juguetón.
Por ser tan amiguero, Jack Bryan tuvo distintos apodos, según el grupo con
el que andaba “Bemba” o “Bembón” para algunos amigos, “El enano” para
la familia. Aunque el sobrenombre que él prefería era “Jack Sparrow”, por el
personaje de Piratas del Caribe. Ese que creía que los piratas, por más
desprestigiados, también podían ser buenas personas, y que arriesgaba su
vida para salvar la de los demás.
Pero por sobre sus amigos y amigas, por encima de toda la gente que lo
quería, Jack Bryan siempre eligió a su “mamá”. Así le decía a su abuela,
Moraiba Sandoval, la mujer que lo crió desde que era un niño de tres años,
después de dejar Loreto, la región de la selva donde nació. Ella fue su
persona favorita. El nieto disfrutaba de los días en casa, en compañía de
quien consideraba su madre y de su gata, Michi. Le gustaba sentir su cariño
y comer de su comida, en especial el arroz con pollo, uno de sus platos
favoritos. Para Moraiba, Jack Bryan era su hijo.
RESUMEN:
18noviembre, 2020
Los pocos soles en el bolsillo nunca fueron un obstáculo para hacer lo que
deseaba. Salió de la casa de sus padres muy joven, necesitaba saberse independiente. En
otra oportunidad dejó un trabajo remunerado para ser voluntario en una sala de
exposición de la cultura Caral, la más antigua de América, y una de las que más le
apasionaban. Su padre era de Ayacucho y su madre de Cusco. Inti, que en realidad fue
su segundo nombre, significa «sol» en quechua. Su hermana melliza lleva el nombre de
Killa y su hermano mayor, Pacha.
Tanto le gustó su segundo nombre que se lo tatuó dos veces. Un sol inca en el brazo
derecho y un sol tribal en el lado izquierdo del pecho, a la altura del corazón. «¿Por qué
piensan que los que tenemos tatuajes somos malas personas?», solía quejarse el joven
que prefería comer vegano y reciclar. «Herida penetrante de tórax por proyectil de arma
de fuego», según el certificado de la necropsia, difundido por su abogado Ronald
Gamarra. «Lo han matado de un disparo en el corazón», lloraron sus padres el día del
asesinato de su hijo. Inti Sotelo Camargo había salido a protestar solo con agua y
vinagre en su mochila. Con velas encendidas, pancartas y afiches en las manos, decenas
de chiquillos y chiquillas se habían reunido a las afueras de una iglesia para darle la
despedida a quien fue uno de sus más entrañables cómplices.
«Era bien alegre, bien sociable, nunca lo vi con mala cara, su presencia no
incomodaba», dice Shantall Vertiz, la prima que vivió con él toda su vida.
Otro de sus amigos de esa época también lo recuerda por su alegría y por las travesuras
que compartían. Por ser tan amiguero, Jack Bryan tuvo distintos apodos, según el grupo
con el que andaba «Bemba» o «Bembón» para algunos amigos, «El enano» para la
familia. Aunque el sobrenombre que él prefería era «Jack Sparrow», por el personaje de
Piratas del Caribe. Pero por sobre sus amigos y amigas, por encima de toda la gente que
lo quería, Jack Bryan siempre eligió a su «mamá».
Para Moraiba, Jack Bryan era su hijo.