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LA VIOLENCIA POLITICA

A pesar del tiempo transcurrido luego de la caída del régimen del dictador Alberto
Fujimori, el tema de la violencia política que azotó nuestro país entre 1980 y 2000 sigue
siendo de actualidad. Es el contexto ideológico de la violencia de los grupos subversivos
y la represión del Estado como (masacres, torturas, desapariciones, violaciones
sexuales, ejecuciones extrajudiciales).

La población se levantaba contra el estado para luchar por la justicia y la igualdad. Perú
sufría hambre y pobreza y Sendero Luminoso se presentó ante el pueblo como un
justiciero que pondría punto y final a esa situación. Declararon la guerra a la burguesía
y tras 20 años de conflicto (1980-2000) el resultado fue más miseria, más tormento y
más miedo.
Era un adolescente cuando llegaron a su pueblo. Hacía dos años que Sendero
Luminoso, el brazo armado del Partido Comunista del Perú, había declarado la guerra
al estado e iba avanzando pueblo a pueblo por una de las regiones más pobres de
Perú. Su objetivo era acabar con la burguesía e iniciar un régimen liderado por el
campesinado, basado en la igualdad y la justicia. Ellos se autoproclamaban guerrilleros
revolucionarios por el pueblo, pero la mayoría de los peruanos los terminaron temiendo
como a terroristas. “Al principio pensábamos que eran personas que valían la
pena, que era algo bueno que combatieran por los pobres, pero luego vimos que no,
porque imponían sus ideas por la fuerza e iban matando a gente”, explica mi
abuelo.
Cuando llegaron un grupo de Sendero Luminoso se presentaron como amigos que
pedían alojamiento para descansar unos días de la batalla. Algunos vecinos los
alojaban y les daban manutención. Durante esos cortos periodos de tiempo, los
senderistas aprovechaban para difundir su discurso político. “Nos llamaban con la
campana para que fuéramos a la plaza de armas, y trataban de ponernos en contra
del gobierno con sus mentiras. Como la gente ignoraba muchas cosas, los creían y les
apoyaban”. Además, trataban de ganarse al pueblo con otras acciones populistas. “Una
vez saquearon la casa de uno de los vecinos más ricos del pueblo y repartieron sus
cosas entre la gente. Otra vez castigaron a otro vecino delante de todos por ser un
patrón abusivo”.

La vida en el pueblo se iba alterando con sus medidas propagandísticas. Una de las
más efectivas era entrar a las escuelas para adoctrinar a los más jóvenes para que
sigan sus pasos. Por ello mi abuelo dejó de asistir a clase. “su papá estaba preocupado
porque sabía que había algunos profesores que simpatizaban con ellos y él pensaba
que eran peligrosos. Como sabía que en otros pueblos estaban reclutando niños de
hasta 10 años, no nos dejó volver al colegio ni a mis hermanos, ni a mí.
Algunos jovencitos de clase se entusiasmaron con el discurso y se unieron a ellos, y yo
tenía miedo que se me llevaran a la fuerza para ser de su mando”

Poco a poco Sendero Luminoso fue ganando adeptos y detractores, y con ellos, las
amenazas, las sospechas y las traiciones se fueron abriendo paso entre los vecinos.
“Mi abuelo era muy influyente porque había tenido distintos cargos en el pueblo y decía
que no había que asistir a sus reuniones, y que al final los terrucos - así llamaban a los
senderistas- se marcharían aburridos. Él discutía en la cantina con algunos profesores
y volvía a casa preocupado. Siempre decía que si moría lo haría defendiendo el pueblo
y la comunidad”, recuerda mi abuelo .

“Una madrugada, irrumpieron en mi casa y se llevaron a mi padre. Lo iban a


ejecutar con dos hombres más delante de todo el pueblo, en la plaza de armas.
Fueron llamando puerta a puerta a todos los vecinos y los obligaban a asistir.” Dos de
los verdugos fueron los escolares que recientemente se habían unido a las filas
insurgentes. Los fusilaron delante de todos, ante la mirada atónita de adultos y niños,
dejando los cuerpos caídos al lado de un cartel que rezaba “así mueren los soplones”.
“Yo me quedé cuidando de mi hermanito pequeño en la casa, escondida, y desde allí
escuché los balazos. No sabía qué hacer. Cuando llegó mi madre, cargada por un grupo
de vecinos, me contaron todo y me puse muy mal. No recuerdo más”.
Les prohibieron darles sepultura. “Nos dijeron que los soplones no merecen ser
enterrados en un cementerio porque son como perros, y que si los recogíamos también
íbamos a morir.”. Pese a las amenazas, los familiares se llevaron los cuerpos y
prepararon un velorio. Mientras, alguien iba apuntando los nombres de los asistentes
en una lista. “Dentro de unos días volveremos y comeremos chicharrones de carne
humana”, amenazó Sendero Luminoso, “y ya tenemos los nombres de los que van a
morir”.
El miedo era tan atroz que buena parte del pueblo dejó de dormir en su casa y se
escondía por el monte para no ser sorprendidos en la noche.Decidieron defenderse
y organizarse en rondas campesinas para enfrentarse cuando volvieran. “Las mujeres
vigilábamos de día y los hombres de noche, y nos armamos como los terrucos, con
palos con cuchillos y bombas caseras. El ejército vino unos días para explicarnos cómo
hacerlo. De ellos no teníamos miedo”.
Según la Comisión de la Verdad y la Justicia de Perú, el ejército también fue
responsable de otras masacres y violaciones masivas a mujeres, y causaron el
34% de las víctimas mortales. Sin embargo, María solo vivió las de Sendero Luminoso.
Pasó un año más en el pueblo, y sobrevivió a distintos ataques de la
organización. “Había gente a quien le cortaban la lengua, otros morían por balazos, a
otros que les aplastaban la cara y quedaban agonizando”.
Con la muerte de su padre, la madre de María tuvo que asumir todo el peso de la familia.
Además quedó excluida del círculo solidario de ayuda liderado por los hombres, las
conocidas como mingas, donde los vecinos se ayudan unos a otros en las tareas más
duras del campo, que requieren más fuerza y un tiempo del que ella no disponía. Como
la mujer no conseguía mantener toda la familia, María y su hermano se fueron a Lima
a vivir con una tía. “Queríamos ayudar económicamente a mi mamá pero era muy
difícil. Debíamos pagar el cuarto alquilado, las facturas y la comida y yo todavía era
menor de edad. Pasé muchas penalidades y miseria”.
María, fue identificada como víctima del conflicto armado de esos años perono ha
recibido ninguna reparación individual por el daño sufrido. A pesar de todo, trata
de vivir su vida con normalidad. “Ahora ya los he perdonado, ya no siento rabia. Me doy
cuenta que estaban cegados por su política pero dejo la justicia a manos de Dios. No
puedo vivir con odio en mi corazón”.

La violencia no se puede separar de la política y no es sólo un instrumento auxiliar al cual se recurre en momentos
de crisis.

La lógica definición luego de constatarse esta realidad objetiva, es que toda propuesta política debe,
ineludiblemente, contener el factor violencia como una de las posibilidades históricas, especialmente la
revolucionaria. Y es más, debe contar con una política y una estrategia militar capaz de disputar el poder.
Entonces, podría existir un amplio debate acerca del contenido y la forma que definen su implementación, pero no
sobre la necesidad de su existencia.

La violencia política no se reduce a su expresión militar, aunque ésta es su manifestación más ostensible, es por
sobre todo una relación de poder, una estructura históricamente objetiva, la cual debe ser enfrentada tanto en el
terreno material como en el político e ideológico, pues es un fenómeno multidimensional.

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