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El lugar de las mujeres en la investigación en ciencias sociales

Article · July 2014

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Jimena Luz Silva Segovia


Universidad Católica del Norte (Chile)
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El lugar de las mujeres en las ciencias sociales en contextos de hegemonías
masculinas.

Jimena Silva Segovia. Psicóloga, Dra .en Antopología.

En el siglo XX se produjo un importante avance en las ciencias sociales, al


incorporarse los denominados estudios de la mujeres como un nuevo paradigma. Esta
transformación, se observa sobre todo a partir de la década de los 70s, donde
destacadas pensadoras comenzaron a emprender iniciativas para que las mujeres y lo
femenino estuviera incluido y visible en los sistemas científicos, económicos y
políticos. Investigadoras como Sandra Harding, Evelyn Fox Keller o Londa
Schiebinger fueron fundamentales en la apertura del androcentrismo subyacente en la
ciencia y en la política.

Desde muy temprano en los debates filosóficos europeos, se encuentran


cuestionamientos a la subordinación de las mujeres, con Mary Wollstonecraft (1759-
1797) en Inglaterra y Olympe de Gouges (1748-1793) en Francia empezó a
visibilizarse el cuestionamiento a la continuidad de la exclusión de las mujeres, cuando
se había establecido como norma incuestionable que “todos “los hombres” son iguales
por naturaleza”.

¿De qué modo entonces enfrentaron los ideólogos del iluminismo este dilema? Según
Londa Schiebinger, a través de la teoría de la complementariedad, desde la cual se
reafirmó la diferenciación entre los sexos:

Las mujeres no debían verse como meramente inferiores a los hombres sino
como fundamentalmente diferentes de y por tanto incomparables con los
hombres. Se pensaba que las mujeres tenían su propio papel que jugar en las
nuevas democracias – como madres y nutrientes (Schiebinger, 1989, p. 217).

Con el avance de las ciencias, junto con las transformaciones socioculturales se


agudizó el debate sobre las distinciones de género, como categoría social. Esta
categoría analítica ha sido una de las mas grandes contribuciones teóricas del
feminismo al siglo XX. Conceptualmente surgió para comprender las implicancias de
las desigualdades entre hombres y mujeres, poniendo el énfasis en la noción de
multiplicidad de identidades.
Con estas teorizaciones se pudo esclarecer, analizar y teorizar que lo femenino y lo
masculino se conforman a partir de una relación mutua, cultural e histórica, y que no
están sujetas a una diferenciación meramente biológica. Con estos análisis, en la
perspectiva de género se opta por una concepción epistemológica que se aproxima a
la realidad desde las miradas de los géneros y sus relaciones de poder. Sostiene que
la cuestión de los géneros no es un tema que e acopla como si se tratara de un
capítulo más en la historia de la cultura, sino que las relaciones de desigualdad entre
los géneros tienen sus efectos de producción y reproducción de la discriminación,
exclusión y pobreza, adquiriendo expresiones concretas en todos los ámbitos de la
cultura: el trabajo, la familia, la política, las organizaciones, el arte, las empresas, la
salud, la ciencia, la sexualidad, la historia etc..

Con todos estos desarrollos, aún el siglo XXI encuentra a las sociedades, debatiendo
sobre la tensión objetividad = Masculino / Subjetividad = femenino. Temas, que fueron
el núcleo de crisis epistemológicas en los años 80¨s. Polémicas que marcaron la
diversificación de las ciencias, la ampliación de líneas de pensamiento, estrategias
metodológicas, junto con el reconocimiento del lugar de las mujeres en los escenarios
de la producción de conocimiento. Sin embargo en los países desarrollados y en vías
de desarrollo, aún domina la Identificación de la objetividad y racionalidad con lo
masculino, ya que se consideran características propias del quehacer científico.

Estas representaciones se reproducen a partir de las creencias sobre lo femenino y o


masculino en tanto lugar (casa-reproducción) y en tanto capacidades (para el cuidado
de otros, para la afectividad) arraigas históricamente en los códigos ideológicos . Pero
además de estos elementos que se encuentran a nivel simbólico, la ciencia se nos
aparece como un campo masculino por la propia composición valórica de quienes lo
ocupan, desarrollan y refuerzan. El hecho de que ésta sea aún hoy ampliamente
masculina es una consecuencia de los factores imaginarios que atribuyen
características “masculinas” al pensamiento científico (Hopenhaym, 2011).

Es por ello que: “Aún hoy se nos hace sentir que el esfuerzo de las mujeres por hacer
las cosas diferentes de aquellas para las que estamos destinadas (por biología y
evolución, por naturaleza y temperamento) amenaza la salud y supervivencia de la
raza humana” (Maffía, 2007, p. 80).

Esta cultura científica de dominancia masculina, se constituye en una pérdida para las
ciencias y el desarrollo del conocimiento, que continúa avanzando con focos
específicos de búsquedas y respuestas, en terrenos donde es posible abrir horizontes,
diversificando los núcleos de interés investigativo, metodológico y de estrategias de
encarar . Diana Mafia, ene se sentido comenta que “todo intento hegemónico es ética
y políticamente opresivo, y por lo tanto es excluyente” (2007, pp.81). Por ello, la
insistencia de alcanzar democracia de género en centros de investigación, y todos
los de educación con una incorporación plena de las mujeres al quehacer científico
es una necesidad económica y social que da cuenta del avance de las naciones.
Eliminar las desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a la producción
y gestión científica es de particular relevancia dada la importancia creciente de la
ciencia y la tecnología en el mundo contemporáneo. (Pérez Sedeño, 2001:
Hopenhaym, 2011; Silva, 2012)

El lugar actual de las mujeres en el desarrollo de las ciencias, encara grandes


desafíos, en principio deconstruir la relación de subordinación epistemológica que
arrastra de siglos anteriores. A partir de allí construir a la redefinición de lo científico,
de la tecnociencia y las concepciones simbólica de lo que significa el progreso
científico, con el fin de desarrollar políticas de ciencia y tecnología incluyentes. Para
eso, resulta fundamental profundizar en los procesos de reconfiguración simbólica.
Repensar el uso del lenguaje científico, ya que la ciencia y la tecnología son sistemas
que emergen de las relaciones de lo humano con la naturaleza, de las relaciones
sociales, que estructuran cada decisión que tomamos y con ello se alimenta la visión
con que encaramos nuestro quehacer científico, social, afectivo en las relaciones
sociales y de lo que significa ser humano. (Pérez Sedeño, 2001: Hopenhaym, 2011;
Silva, 2012)

Jimena Silva Segovia: Psicóloga, Doctora en Antropología, docente investigadora


Universidad Católica del Norte (UCN). Directora Magister en Psicología social,
responsable de la línea de investigación: Género Sexualidad y Juventudes,
desarrollando modelos metodológicos de investigación biográfica para los estudios del
cuerpo desde enfoques socioculturales y críticos. Ha realizado etnografías en
comunidades y organizaciones campesinas, investigación acción con juventudes y
mujeres inmigrante. Ha publicado artículos, capítulos de libros y libros en sus línea de
investigación, en Chile y el extranjero. e-mail. jsilva@ucn.cl Angamos 0610. 056-55-
2355859
Referencias:

• Harding, S. (1986) The Science Question in Feminism, Cornell


University Press, Ithaca, N.Y.
• Hopenhaym F, (2011) La Ciencia desde una perspectiva de Género,
Revista Interpretando, Nº 2.
• Maffía, D., (2007) “Epistemología feminista: La subversión semiótica
de las mujeres en la ciencia” en la Revista Venezolana de Estudios de
la Mujer, V.12 Nº.28
• Pérez Sedeño, E. (Ed.)(2001) “Las Mujeres en el Sistema de Ciencia y
Tecnología”. OEI España.
• Silva, J. (2012) “Relaciones de poder entre mujeres de dos
generaciones. Las Hijas y Las madres”. Alemania. Editorial española
OEI.
• Schiebinger, L. (1989) The Mind Has No Sex? Women in the Origins
of Modern Science, Harvard University Press, Cambridge
Massachusetts.

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