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Bebé, dulce bebé, sonrisita de almíbar; ojitos de flan

Bebé, quisiera estar cerca del mar aunque eso me de miedo, con vos en brazos quiero estar tan cerca y es
incluso loco pensar que quiero y parece increible que alguna vez, dulce bebé. Te escribo porque me gusta
pensarte, aunque llore y llore no estoy triste, tu hermano es un tonto; sé que alguna vez vos tambien te sentirás
una pobre y tonta humana.
Me cuesta empezar a escribir, sabés bien que cada vez que me siento y me encuentro en la tranquilidad de la
noche me pesa la sórdida disyuntiva de las palabras que escribo, por esto quizás, a veces me gustaría que los
poemas y cuentos que tengo en mi cabeza se trasladen al papel deliberadamente porque es tan difícil tomar el
lápiz si me siento un pobre tonto más, porque ya nada me importa a estas horas más que verte en el papel y
escribir sobre espíritus y Dios o pensar en Circe tocando el corazón de Odiseo y que Dios te libre de un regreso
tan mal preparado.
Niña dormida, desearía estar más triste para de una vez terminar el cuento, pero sucede que estarlo es imposible
cuando veo tus ropas y tus olores todos tirados por los pisos, por las paredes y por los techos.
Bajo la lluvia de la noche es más fácil estar bien, aunque bien sepa que la humedad del dia siguiente será una
tortura para las paredes que están sin pintar y para las ropas guardadas hace ya un tiempo; las ventanas dan a la
lluvia, las rejas danzan con el viento y el tiempo solo tiene la facultad de avanzar y ayudarme a recaer; es así,
dulce bebé, no sé por qué pero así es, los días se volvieron más largos y te escribo esto porque no sé, porque
quizas estoy enfermo o soy algo estúpido.
Dulce bebé, hoy le hablé a ella, la que vino a verte, la que te agarra con soberana libertad e impide tu llanto, vos
sabrás de quién hablo. A ella que vos y yo necesitamos para no caernos y para sonreír ¿Te cuento un secreto,
nariz de azúcar? Yo también la necesito para verla, solo para observarla como nadie piensa que es posible mirar,
me gusta plantar mis ojos en su tan ella, tan mujer que admiro, tan todo pero todo, algún día comprenderás,
dulce bebé.
Mon petit bebé, je pense à toi ce soir,le plus beau bébé de mes nuits, Pequeña, recordé el otro día cuando a las
ocho de la noche dejaste a tus sueños de leche y de sopas caer en mi alma, dulce bebé mía. Ella cuando nos vió
ahí, a vos tan durmiente y a mi tan no sé qué, hubo en su rostro paz, dulce bebé, no sabés lo que vale un pedazo
de paz luego de una larga jornada, cuando pienso en que ya estas dormida me pongo triste pero me reconforta
pensar que estás tan cerca y vas a volver a sonreir. No le digo a nadie estas cosas, tengo miedo de que me traten
de sentimental, de que me traten de todo porque quiero buscarte, porque no quiero traerte o porque te extraño y
quiero ir a verte aunque haya que caminar durante horas si en algún rincón desconocido suena Stevenson y hay
que escucharlo aunque se acerque el final del mundo.
Él también te mira mucho, te piensa también, al igual que ella, y si supiesen los tres como los piensa este yo y
cuánto desea llevarlos algún día de viaje o a tomar una merienda justo después de recaer y que en las tostadas y
en el café con leche nos rehabilitemos una y otra y otra vez ¿Te gusta viajar, piecitos de miel? Cuando sepas
hablar, me describirás un paisaje hermoso e iremos allá en un Julio que nos tenga tranquilos.
Debajo de estas letras de lápiz negro están borradas las palabaras que de haber sido hubiesen significado el
final de nuestra carta pero me fue suficiente pronunciar en voz alta el tuyo nombre para borrarlas y sentir
necesario seguir escribiendote.
Dulce bebé, no te das una idea de cuánto me gusta bailar, es inimaginable lo locos que se ponen los pies cuando
se encuentra uno en total soledad; es impaciente la soledad muchos más las de las noches lluviosas; algún día,
cuando te crezcan los dientes, te enseño a caminar bajo la lluvia.
Estoy tan contento, bebé, de poner negarme a cambiarte los pañales y vivir pensando que un día quizás,
también me emociona imaginar lo que sentirá mamá cuando lea estas palabras. Nuestra mamá es un poema, es
un poema nuestra mamá.
Hoy olvidé decir "Chau", vos tenés siempre que decirlo, dulce bebé, especialmente a él, a quien yo a veces me
olvido de hacerlo así que te pido que me hagas acordar. Él también es un poema, uno como de Borges (Los
artificios y el candor del hombre no tienen fin), una cebolla también es él, dulce bebé, quítale las capas y vas
a ver como cada vez es más sensible, algún día comprenderás y te sabré entender si no comprendes.
Ay dulce bebé, si en tus ojitos pudiera ver qué es lo que pasa en tus sueños, tan momento por momento, así
podría saber de qué hablarte y evitarte las estrafalarias habladurías de una tarde en la que nos vemos solos. Creo
que voy a buscar a mamá, para que me cuente más de vos, aunque a vos no te interesa lo que ella diga. Es así,
dulce bebé. Estoy contento, no me gusta llorar más, las tristezas que corrían por las falanges ya se disiparon, son
ahora como halos en los vidrios de esa ventana, siento que voy a reventar si no saco de mi cabeza todo lo que
quiero decirte; algún día lo haré, verás.
Esta mañana no ha querido salir el sol y los sillones estaban fríos, el viento jugaba con las cortinas y yo
terminaba un libro arrellanado en la frazada de una manera ridiculamente cómoda; pero no sé que quiero decirte
con todo esto, quizás de alguna forma, quiero expresarte que lo que me llevó a escribir esas palabras fue lo
contento que me siento en mañanas como las que te describí; una mañana como de Tartarini que en sus sonatas
siempre habla de alguna manera de una muerte. Debo organizarme, bebé, pronto tendré que volver a hábitos
viejos de lápiz y papel y profesores orgullosos, admito que estoy un poco asustado, un poco nomás porque
tambien me emociona; se gozan de otra manera las cosas cuando se es diferente, ya comprenderás, ya vas a
comprender.
Te amo tanto, dulce bebe mía; palabritas de té, mañanita de lluvia.

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