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LOS CONTRATOS EN GENERAL

(Cruz López, Reynaldo, Obligaciones y Contratos en General, 2ª ed., 2003).

I. GENERALIDADES

HECHOS JURÍDICOS Y HECHOS MATERIALES.

Hecho jurídico es todo suceso de la naturaleza o del hombre, que produce


efectos de derecho. Hecho simple o material es todo acontecimiento de la
naturaleza o del hombre, que no produce efectos de derecho.

CLASIFICACIÓN DE LOS HECHOS JURÍDICOS.

Hay tres clases de hechos jurídicos:

1) Hechos jurídicos propiamente tales. Son los hechos de la naturaleza


que producen consecuencias jurídicas. Ejemplos: el nacimiento y la muerte
de una persona, el transcurso del tiempo, el aluvión, el cambio del cauce
de un río, un accidente de trabajo.

2) Hechos jurídicos voluntarios, realizados sin intención de producir


efectos jurídicos. Tales son, entre otros, los delitos y los cuasidelitos. El
homicida mata voluntariamente, pero no con la intención de recibir la pena,
sino solamente con la voluntad de consumar el hecho.

3) Los hechos voluntarios realizados con la intención de producir


efectos de derecho, o sea los actos jurídicos. De manera que según
esta doctrina, que es la clásica, los actos jurídicos se diferencian de los
demás hechos jurídicos en que aquellos (actos jurídicos) se realizan con
intención de producir efectos jurídicos, y estos últimos no (hechos
jurídicos), ya sea porque emanan de la naturaleza, o porque el hombre los
ejecuta sin esa intención.

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CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS DEL ACTO JURÍDICO.

Clásicamente, el acto jurídico se define como la manifestación de voluntad


que se hace con la intención de crear, modificar o extinguir un derecho.

Sus características son las siguientes:

1) Es la manifestación de la voluntad de una o más personas, con lo que


se diferencia de los hechos jurídicos propiamente tales, que son obra de la
naturaleza.

2) La intención de producir efectos jurídicos, carácter que lo diferencia de


los hechos materiales del hombre que no producen efectos jurídicos, y de
los hechos jurídicos voluntarios, pero realizados sin la intención de
producir efectos jurídicos (delitos y cuasidelitos).

CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS JURÍDICOS.

Hay dos clases principales de actos jurídicos:

1) Los actos jurídicos unilaterales, que son aquellos que para formarse
necesitan de la manifestación de la voluntad de una sola parte, y

2) Los actos jurídicos bilaterales, los cuales requieren para su formación el


acuerdo de voluntades de dos o más partes.

Nótese que se habla de partes y no de personas, ya que una parte puede


estar constituida por una o más personas. Parte es la persona o las personas
que constituyen un solo centro de intereses. Así habrá una sola parte si el
interés es único, y dos si los intereses son dos. En consecuencia, es acto
unilateral aún la manifestación de la voluntad de dos o más personas si
tienen un solo interés, como por ejemplo, la renuncia de varios copropietarios

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de la cosa común, y es acto bilateral la manifestación de la voluntad de dos o
más personas, cuando son dos los centros de interés que constituya; por un
ejemplo, un contrato.

Esta clasificación toma en cuenta el número de partes necesarias para que el


acto se forme y no el número de personas para que el acto produzca efecto.
Por ejemplo, el testamento es un acto jurídico unilateral porque su existencia
depende exclusivamente de la voluntad del otorgante; pero para que el
testamento produzca efectos es necesario que el heredero acepte la
herencia.

Por lo general, se llama partes a las personas que hacen declaración de


voluntad en los actos jurídicos bilaterales, y autor a la persona que otorga un
acto jurídico unilateral.

CONVENCIÓN Y CONTRATO.

Los actos jurídicos bilaterales se denominan también convenciones. De


manera que se puede definir convención como el acuerdo de voluntades que
tiene por objeto, crear, modificar o extinguir una relación jurídica.

El convenio es un acuerdo de voluntades para crear, transmitir, modificar o


extinguir obligaciones y derechos reales o personales; por lo tanto, el
convenio tiene dos funciones: una positiva, que es crear o transmitir
obligaciones y derechos, y otra negativa: modificarlos o extinguirlos.

Dentro de la terminología jurídica se ha hecho una distinción entre contratos y


convenios en sentido estricto: al contrato se le ha dejado la función positiva,
es decir, el acuerdo de voluntades para crear o transmitir derechos y
obligaciones, y al convenio en sentido estricto, le corresponde la función
negativa de modificar o extinguir esos derechos y obligaciones. El convenio,
lato sensu, comprende ambas funciones.

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Dado lo anterior, cuando este acuerdo de voluntades tiene por objeto crear
obligaciones toma el nombre específico de contrato. Así pues, la convención
es el género, y el contrato, la especie.

El pago, la tradición, por ejemplo, son convenciones porque provienen de un


concurso de voluntades; pero no son contratos, ya que su objeto no es crear
obligaciones, sino extinguirlas. Igualmente hay convenciones que a pesar de
crear derechos y obligaciones, no son contratos porque las relaciones
jurídicas que generan no son de carácter puramente patrimonial, como el
matrimonio y la adopción.

El contrato crea derechos reales o personales, O bien los transmite; pero el


contrato no puede crear derechos distintos.

Hay derechos no patrimoniales, como son los políticos, los públicos,


subjetivos, los de potestad y los del estado civil. El contrato no puede
referirse ni a la creación ni a la transmisión de estos derechos no
patrimoniales, y por esto se dice que el matrimonio no es contrato, o bien, es
un contrato sui generis, o un acto del estado civil en su aspecto fundamental,
y un contrato sólo en sus efectos patrimoniales.

La compraventa, el arrendamiento, el préstamo, etc., sí son contratos porque


el acuerdo de voluntades va dirigido a crear obligaciones. De ahí que puede
definirse el contrato como una convención generadora de obligaciones
patrimoniales. Conforme nuestro Código Civil, “Contrato es una convención
en virtud de la cual una o mas personas se obligan para con otra u otras, o
recíprocamente, a dar, hacer o no hacer alguna cosa”. (Art. 1539).

CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS.

Los contratos pueden clasificarse atendiendo a distintos puntos de vista:

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1) Atendiendo a las partes que resultan obligadas, se dividen en
unilaterales y bilaterales.

El contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con la otra
que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes
se obligan recíprocamente (Art. 1540).

Son contratos unilaterales el mutuo, el comodato, el depósito y la prenda,


pues aunque el comodante, depositante y constituyente de la prenda pueden
resultar eventualmente obligados a pagar los gastos de conservación de la
cosa, para calificar la naturaleza del contrato la ley atiende al momento en
que éste se perfecciona, y al perfeccionarse estos contratos por la entrega de
la cosa, el único que queda obligado es la parte que lo recibe.

Son contratos bilaterales o sinalagmáticos la compra y venta, el


arrendamiento, la permuta, la sociedad.

2) Atendiendo a la utilidad que reportan a los contratantes, los contratos


se dividen en gratuitos y onerosos.

El contrato es gratuito, cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una de las
partes, sufriendo la otra el gravamen; y oneroso, cuando tiene por objeto la
utilidad de ambas partes, gravándose cada una en beneficio del otro
(Art. 1541).

Son contratos gratuitos la donación, el comodato.

Son contratos onerosos, generalmente los contratos bilaterales. Los


unilaterales son generalmente gratuitos, pero hay excepciones (e.g. el mutuo
es oneroso cuando se pactan intereses).

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3) Atendiendo a la equivalencia que procuran las partes, los contratos se
dividen en conmutativos y aleatorios. Esta es en realidad una subdivisión
de los contratos onerosos.

El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las partes se


obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra
parte debe dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una
contingencia incierta de ganancia o pérdida, se llama aleatorio (Art. 1542).

En otros términos, serán contratos:

Conmutativos, cuando los provechos y gravámenes son ciertos y conocidos


desde la celebración del contrato; es decir, cuando la cuantía de las
prestaciones puede determinarse desde la celebración del contrato.

Aleatorios, cuando los provechos y gravámenes dependen de una condición


o término, de tal manera que no pueda determinarse la cuantía de
 las
prestaciones en forma exacta, sino hasta que se realice la condición o el
término.

En el contrato conmutativo el beneficio que cada parte persigue se reputa


proporcionado o equivalente al gravamen que soporta. Por ejemplo, en el
arrendamiento, la obligación de pagar el precio que pesa sobre el
arrendatario se considera como equivalente de la que el arrendador contrae
de procurar el goce de la cosa arrendada.

En el contrato aleatorio, el beneficio y el gravamen recíproco de las partes es


incierto, depende del azar; según las circunstancias puede representar un
valor muy superior o inferior a la contraprestación de la otra parte. Son
contratos aleatorios la renta vitalicia, el juego y la apuesta, el seguro.

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4) Atendiendo la independencia o dependencia de otro contrato, los
contratos se dividen en principales y accesorios.

El contrato es principal, cuando subsiste por si mismo sin necesidad de otra


convención; es accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento
de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella
(Art. 1543).

El contrato principal es, por lo tanto, el que tiene vida independiente y propia,
como la compraventa, el arrendamiento, la sociedad.

El contrato accesorio, por el contrario, se caracteriza porque su finalidad es


garantizar el cumplimiento de una obligación y por su situación de
dependencia con respecto a la obligación garantizada. Los contratos
accesorios de denominan, en general, cauciones. También se les conoce
como contratos “de garantía”. Por ejemplo, la fianza.

El interés de esta clasificación deriva de la aplicación del principio de que lo


accesorio sigue la suerte de lo principal. Por consiguiente, las causas que
extinguen la obligación principal extinguen igualmente las que provienen del
contrato accesorio. Así por ejemplo, la nulidad de la obligación principal lleva
consigo la de la cláusula penal (Art. 1420). La obligación del fiador se
extingue al mismo tiempo que la del deudor (Art. 2046). La hipoteca se
extingue junto con la obligación principal (Art. 2153). Es de advertir, sin
embargo, que el contrato accesorio no puede subsistir sin la obligación
principal, pero puede existir sin ella, es decir, antes que ella. Así la caución
puede constituirse para garantizar una obligación futura y, en tal caso, existirá
la obligación accesoria antes que la principal.

5) Atendiendo al modo de perfeccionarse, los contratos pueden ser reales,


solemnes o consensuales.

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El contrato es real, cuando para que sea perfecto, es necesario la tradición
de la cosa que se refiere; es solemne, cuando está sujeto a la observancia
de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce
ningún efecto civil, y es consensual, cuando se perfecciona por el solo
consentimiento (Art. 1544).

a) La regla general es que los contratos sean consensuales, esto es, que
se perfeccionen por el solo acuerdo de voluntades, sin necesidad de
ningún requisito de forma (Art. 1550). Para el perfeccionamiento del
contrato es indiferente que hayan puesto en ejecución las obligaciones
resultantes. Así, una compraventa será perfecta aunque el comprador
no haya pagado el precio o el vendedor entregado la cosa.

b) El contrato solemne requiere la observancia de ciertas formas: no


bastan el consentimiento de las partes para que se repute perfecto.
Por ejemplo, la hipoteca, la compraventa de inmuebles necesitan la
solemnidad de la escritura pública; la promesa de celebrar un contrato
debe constar por escrito, aunque sea privado.

c) En los contratos reales tampoco es suficiente el sólo consentimiento


de las partes; es menester, además, la tradición o entrega de la cosa
objeto del contrato. La existencia de esa clase de contratos está
subordinada al cumplimiento de una prestación previa de parte del
futuro acreedor, y puesto que consiste en la entrega de la cosa, se les
denomina reales. Pertenecen a esta categoría de contratos, el mutuo,
el comodato, el depósito, y la prenda común.

6) Atendiendo al momento de su cumplimiento, los contratos se dividen


en instantáneos y de tracto sucesivo.

Los instantáneos son los contratos que se cumplen en el mismo momento


en que se celebran, de tal manera que el pago de las prestaciones se lleva a
cabo en un salo acto; y los de tracto sucesivo son aquellos en que el
cumplimiento de las prestaciones se realiza en un período determinado.

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Por ejemplo, es un contrato instantáneo la compraventa al contado, la
permuta.

En cambio, el arrendamiento es de tracto sucesivo, porque durante un tiempo


determinado la cosa estará en poder del arrendatario y a su vez éste pagará
periódicamente una renta.

7) Atendiendo a si están o no reglamentados de un modo específico en


la ley, se dividen en nominados o típicos e innominados o atípicos.

Los contratos nominados o típicos son aquellos que tienen una


individualidad acusada y, por lo mismo, un nombre y una reglamentación
legal. Los innominados o atípicos, menos frecuentes en la práctica, son los
que carecen de una de una denominación y una reglamentación especial.

Son creaciones de las partes que usan de su libertad de contratación. Por


ejemplo, cuando se conviene prestar un servicio a cambio de otro servicio.

Estos contratos se rigen por las estipulaciones de las partes, por los
principios generales que regulan las obligaciones y los contratos, y por las
reglas legales dictadas para los contratos análogos.

8) Atendiendo a la posibilidad de discusión o negociación, los contratos


se dividen en de libre discusión y de adhesión.

El contrato de libre discusión supone que las partes concluyen sus


condiciones como resultado de una libre deliberación. Este contrato
verdaderamente reúne las voluntades convergentes. El de adhesión es
aquel en que una de las partes formula las condiciones del contrato y la otra
se limita a prestar su aprobación o adhesión en bloque a dichas condiciones.

Esta forma revisten el contrato de seguro, de transporte, de suministros de


agua, luz, teléfono, etc.

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9) Atendiendo a si se requiere el consentimiento unánime de las partes
a quienes dejará vinculadas, los contratos se dividen en individuales y
colectivos.

Contrato individual es aquel que requiere del consentimiento unánime de


las partes a quienes dejará vinculadas. El contrato individual es el tipo de
contrato. El contrato colectivo se caracteriza porque afecta a una
colectividad o grupo de individuos, por el hecho de pertenecer a ese grupo o
colectividad, aunque no hayan concurrido a su creación.

El ejemplo más típico es el contrato colectivo de trabajo.

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