Está en la página 1de 2

CONFORMIDAD DEL ACUSADO

Muchas veces en la prensa leemos que tal acusado en tal juicio se ha conformado con la pena y que
consecuencia de ello ha evitado ir a juicio. Es cierto, en parte, pero esto no implica que esta persona
burle el sistema o se libere de la pena, como otras tantas veces se ha dado a entender. ¿En qué
consiste pues la figura de la conformidad.
La conformidad es una opción procesal que prevé la Ley de Enjuiciamiento Criminal desde 1988 para
aquellos casos en los que el imputado, asistido de abogado, quiere dar su conformidad con la
acusación planteada siempre y cuando la pena solicitada sea inferior a 6 años de prisión. Lo que se
hace con la conformidad es aceptar tanto los hechos que se le imputan como las consecuencias
penológicas que de ellos se derivan y lo que se consigue es finalizar el procedimiento penal, sin la
celebración del juicio oral, mediante la emisión de una sentencia con efecto de cosa juzgada en el
sentido de la conformidad.
Su fundamento se encuentra en el interés de paliar el colapso en el que se encuentran Juzgados y
Tribunales porque con ella se consigue dictar sentencia en el sentido de la conformidad sin necesidad
de celebrar la fase de juicio oral del proceso penal. Pero no sólo se pretende esto, sino que también
se busca resocializar al imputado y reparar el daño de la víctima (Circular 1/1989, de la Fiscalía
General del Estado).
Pero la conformidad no cabe siempre y en todo caso, puesto que está sujeto a una serie de requisitos
introducidos por la jurisprudencia del Tribunal Supremo (SSTS de 1 de marzo de 1988 y de 7 de
noviembre de 1990), de forma que no se podrá aplicar en cualquier caso. Los requisitos son los que
siguen:
1. La conformidad tiene que presentarse de una manera absoluta, pura y simple.
2. Tiene que ser personalísima, en el sentido de que no será válida si es negociada mediante un
representante o intermediario.
3. Tiene que ser voluntaria, es decir, tomada de forma consciente y libre de cualquier coacción por
parte del imputado, porque en otro caso no será válida al haber vicio del consentimiento.
4. Tiene que ser formal, y esto significa que tiene que cumplirse con todos los requisitos
contemplados a la ley.
5. Tiene que ser vinculante tanto para el imputado o imputados como para las partes imputadoras.
6. Y por último, tiene que ser de doble garantía, al exigirse de manera imprescindible la conformidad
de la defensa y posterior ratificación del procesado (arte 655 LECrim), o anuencia de este último, y
sucesivamente la posterior declaración del defensor de no considerar necesaria la celebración del
juicio (artes 688 y ss LECrim).
Y cómo el cumplimiento de estos requisitos los controla el órgano judicial, estos no quedan totalmente
apartados por la figura de la conformidad, porque si el juez o tribunal considera que no está muy
formulada podrá denegarla– y por lo tanto no surtirá efectos, teniéndose que celebrar el juicio oral-.
Pero esto no es todo, a pesar que haya conformidad con un pena, cabrá imponer una menor o incluso
la absolución si las circunstancias del caso así lo permiten. Lo que no podría hacer en ningún caso
el órgano jurisdiccional es incorporar circunstancias atenuantes, eximentes o agravantes porque
supone incorporar hechos nuevos de forma unilateral y esta no es una posibilidad permitida en
nuestro ordenamiento porque generaría indefensión a las partes (STS de 21 de noviembre de 1988).
Y una vez dictada la sentencia recogiendo la conformidad, que sucede con ella, es decir; ¿es
recurrible? Las Audiencias Provinciales de nuestro país han venido denegando tal posibilidad de
forma que no han dado cabida a la presentación de recursos de apelación contra sentencias dictadas
bajo conformidad legal. ¿El motivo? Entienden que en caso contrario se iría en contra de los propios
actos e incluso se estaría dando pie a la comisión de un fraude procesal. En este sentido se pronuncia
la jurisprudencia de las Audiencias Provinciales, que dice “si se permitiera impugnar lo que primero
se consintió se estaría poniendo de manifiesto una contradicción tal del sujeto que nos lleva a pensar
que tan sólo quería sortear la fase de juicio oral (SABE de A Coruña de 24 de junio de 1999 y SABE
de Jaén de 6 de marzo de 2000)”; pero también la del Tribunal Supremo, que reza que “las sentencias
de conformidad equivalen a una renuncia tácita a la casación, sin que nadie pueda ir contra sus
propios actos, ni pretender revisar lo que se decidió con su previo consentimiento, pugnando a
postura permisiva, con la seguridad jurídica, entrañando un auténtico fraude procesal, no pudiendo
prosperar tal desleal proceder que eludió el juicio oral y sus solemnidades, pretendiendo, ahora, lo
que, en su día y con escrupuloso respeto de todas las garantías, aceptó libre y voluntariamente”
(auto del TS de 24 de junio de 1970 ).
Sólo cabría interponer recurso si el Tribunal pone una pena mayor a la conformada; o si el tribunal
impone menor pena o absuelve (STS de 7 de noviembre de 1990) porque se está desvinculando de
la conformidad prestada por el imputado. Lo dice claro el auto del TS de 2 de marzo de 1970 donde
leemos que “fuera de los casos de exceso o de defecto, las sentencias dictadas previa conformidad
de las partes, no sueño susceptibles de recurso de casación, puesto que se trata de actos procesales
de disposición que la Ley admite y consagra, no pudiendo, las partes, ir contra sus propios actos
dispositivos, máxime siendo, la sentencia, no consecuente del juicio oral sino de un auténtico
convenio y de un paladino reconocimiento de la responsabilidad contraída, los que no se pueden
después contrariar”.

También podría gustarte