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– «Se hace saber, de parte del rey, que se ofrecerá una gran recompensa de mil monedas de
oro a quien consiga entregarle un anillo capaz de conseguir el equilibrio en sus emociones».
Hasta que un día, un viajero, que llegaba de muy lejos, se postró ante el rey y le dijo:
– Majestad, vengo de un lejano reino donde también llegó su mensaje. Deje que le
entregue un anillo que yo he usado durante mucho tiempo. Cada vez que me sentía triste o
por lo contrario, eufórico, lo observaba durante unos minutos, y recuperaba la calma. Solo
tiene que leer el mensaje inscrito en su interior. Cuando lo necesite, solo cuando lo
necesite…
Con estas misteriosas palabras, el monarca tomó el humilde anillo que el viajero le
entregaba. Estaba hecho de bronce y un tanto oscuro ya. No parecía tener ningún valor
económico. Sin embargo, decidió aceptarlo, a la espera de ponerlo a prueba.
Y ese día no tardó en llegar. Casi por sorpresa, un ejército enemigo invadió el reino y el
rey tuvo que huir del castillo. Cabalgó por el bosque, perseguido por algunos guerreros.
Pero el monarca consiguió esconderse y el enemigo no lo encontró. Sin embargo, estaba
solo en el bosque, y comenzó a sentirse triste, acabado:
– ¡Recuperaré mi reino!
Eufórico como estaba, preparó una fiesta de agradecimiento. Pero esa misma noche, vio
entre los invitados al viajero del anillo.
El rey, asintiendo, volvió a leer las tres palabras que estaban inscritas en el anillo: «Esto
también pasará». Y al día siguiente, todo volvió a la normalidad.
Reflexión:
– Todo termina, tenlo presente: nada es eterno, ni mucho menos, las emociones. Todas
ellas tienen un momento de exaltación pero debemos ser conscientes en todo momento que
la vida en realidad es un constante vaivén y que tras un momento de felicidad puede llegar
uno de tristeza, y por el contrario, tras un momento difícil, llegará uno mucho más
agradable. Si conseguimos pensar en esto cada vez que sintamos que la alegría nos
desborda o la tristeza nos hunde, podremos controlar mucho mejor estas emociones y
permanecer en equilibrio.
– Por qué necesitamos controlar las emociones: las emociones son necesarias, nos hacen
humanos y sobre todo, son las que nos ayudan a avanzar en la vida. Las mismas que nos
alertan y protegen (como el miedo), que nos llenan de ilusión para seguir creyendo en un
sueño (como la alegría), que nos animan a reflexionar para aprender de nuestros fallos
(como la tristeza), o que nos alertan sobre aquello que nos perturba (como la ira). Pero si no
conseguimos dominarlas, ese maravilloso trabajo de las emociones se desequilibra y nos
hace daño, al tiempo que puede hacérselo a otros. De ahí la importancia de vivir las
emociones de forma equilibrada, para utilizarlas a nuestro favor y no en nuestra contra.
– Tres simples palabras: es curioso, pero el remedio para conseguir el equilibrio de las
emociones resultó ser una inscripción formada por tres simples palabras. Ese ‘Esto también
pasará’ que hace que de pronto recordemos que tanto la alegría como la tristeza, tanto lo
bueno como lo malo, es transitorio. Tres palabras que nos bajan de una nube o nos levantan
del suelo, que nos colocan en el lugar en donde debemos estar, con los pies en la tierra pero
sin perder las ilusiones.