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El Alma de Eva

Autor:
Ricardo Daniel Hulett Bencomo
Su respiración era muy agitada, acelerada, frenética; no sabía
lo que ocurría, solo sentía un gran peso sobre su cuerpo boca arriba,
sin embargo, eso no ocupaba toda su atención, en su mente la
prioridad era lo que sus ojos veían a lo lejos; en un fondo negro,
cubierto por destellantes luminarias más intensas que las estrellas en
el perfecto y no contaminado cielo nocturno, se ubica una borrosa
silueta blanca, al principio su forma era redonda, pero aquel ser; al
darse cuenta de que su respiración aumentaba el ritmo, también se
percató de que aquella forma difuminada cambiaba de forma, y se
acercaba rápidamente a su posición, la distancia que los separaba
de aproximadamente 50 metros, pero en pocos minutos sería de
unos pocos centímetros.

Inmóvil e incapaz de visualizar su cuerpo, solo podía mirar al


frente y observar como la esfera blanca y redonda, similar a la luna,
cambiaba de forma para transformarse en una mujer, al mismo
tiempo, colores oscuros iban añadiéndose sobre ella y ayudaban a
definir, no solo la morfología, sino el aspecto definitivo de una
hermosa mujer, pero antes de que tal metamorfosis concluyera,
aquel desdichado y adolorido individuo siente un profundo dolor,
tiene la sensación que algo penetra en su abdomen y rompe todo su
interior a medida de que sube hasta su pecho, ante la dolencia que
aquella supuesta acción supone, el atónico personaje cierra
fuertemente sus ojos que, dado el color azul turquesa de estos, dan
la impresión de ser cristalinos, transparentes, simplemente eran un
par de joyas que adornaban su blanco, pálido, poco hidratado y
decadentemente arrugado rostro. Mientras se lamenta por el intenso
dolor que gobierna su torso, pequeñas gotas de sangre salen por las
finar aberturas de sus deshidratados y rotos labios, el adolorido
individuo prefiere mantenerlos ligeramente abiertos mostrando su
blanca y perfecta dentadura, aunque prefiere no emitir ningún sonido.

Prefiere gritar en silencio.

Abre los ojos, sus pupilas están dilatadas, exhala por la nariz y
su boca sin control, siente que poco a poco muere, puede percibir a
su espíritu escaparse muy lentamente, como los granos de sílice al
caer en un reloj de arena. Le quedan pocos minutos.
Lo que observa delante suyo apacigua su dolor, aunque no
disminuye su sufrimiento ni impide la huida de su alma. Se trataba
del ser humano más hermoso que ha visto, era una mujer que, dada
su naturaleza, en su mente desaparecieron las alarmas del
sufrimiento para etiquetarla como “endiabladamente bella”.

Lo primero que observó en ella fueron sus finos y rojos labios,


que, al ser adornados por la fina y delicada nariz, cuya sublime
belleza rivaliza con la de la sempiterna Selene, parecen el enrojecido
horizonte en pleno atardecer o amanecer, justo cuando Venus se
asoma por el este, el lucero de la mañana.

De este modo, aunque no había visto sus ojos, ya podía percibir


que la belleza de aquella musa era astronómica, algo que escapa a
la comprensión humana, pero, afortunadamente él no tenía por qué
preocuparse por las limitaciones carnales del hombre.

Su cabello, negro como el azabache con algunos tenues


reflejos rojizos producidos por la luz que su cuerpo irradia, se movía
violentamente, era como si ella había dado un giro abrupto y su
cabellera le cubría el rostro durante un par de segundos, pero poco
a poco, uno de sus ojos comenzó a desvelarse de entre sus finos
cabellos; gracias a la impaciencia de aquel ser inmóvil todo parecía
transcurrir en cámara lenta, incluyendo el movimiento de los brazos
y piernas de la hermosa mujer, que daban testimonio del giro que ella
había dado, uno que había sido dextrógiro.

Su ojo derecho fue el primero en ser desvelado, ella lo miraba


fijamente, sin parpadear infundiendo miedo, excitación, deseo una
curiosidad orgásmica que el desdichado individuo nunca antes había
sentido, tales sensaciones le comenzaban a dar fuerzas para
liberarse del estado de inamovilidad y padecimiento en el que se
encontraba.

Lentamente, en poco más de un segundo, que transcurrió como


si hubiesen pasado diez, su segundo ojo fue desvelado, ambos eran
negros y la mirada era profunda, penetrante pero seductora,
deseable, excitante, digna de un ser de las profundidades del averno,
pero con la delicadeza, belleza y fulgor del querubín más hermoso y
elevado de entre todo el coro angelical. Rápidamente, aquella
poderosa mirada invadió el corazón del catatónico ser, le dio energía
para salir de su inamovilidad, pero también le trajo algunos
recuerdos, acelerando su ansiedad, deseo y ganas de tocarla.

Con una ligera y pícara sonrisa que invadió una parte de su


mejilla izquierda; observada a los ojos cristalinos y fríos de su
acompañante, que ya estaban humedecidos por la mezcla de
sentimientos; la mujer se encontraba vestida con un vestido negro
que la cubre desde el cuello hasta los tobillos, dejando desnudos sus
manos y sus infinitamente tentadores pies cuyas uñas estaban
pintadas de negro, haciendo contraste con el rosa de la planta de
dichas extremidades y el borde de sus dedos perfectamente
formados, así como con la pureza del color blanco de su piel.

Su piel, blanca como la luz protectora de la luna; de la diosa


artemisa en la noche más sombría; contrastaba con el fondo negro y
estrellado que la precedía y de donde había salido como una esfera
difuminada y plateada. Tal luminiscencia, mezclada con la sugestión
de su sonrisa, le dieron las fuerzas necesarias para que aquel ser
capturado por energías de otras naturalezas saliera de su parálisis,
más no de su dolor.

Su reacción inicial, salvaje, impetuosa y con un ligero toque de


violencia, fue fugazmente explosiva.

Dio un paso y con su mano derecha tomó fuertemente a la


mujer por el mentón, la fuerza que utilizó en tal acción fue tal que, la
piel del lugar donde sus dedos presionaban se enrojeció de
inmediato, los labios de la mujer se contrajeron y los ojos de aquella
“diosa” se conjugaron para lanzar una mirada de fuego sobre el
agresivo ser alado.

Rápidamente y con la ira de mil soles explotando al unísono, la


mujer sujetó el brazo de su acompañante, la fuerza fue descomunal,
el dolor que aquel ser sintió le hizo desviar su mirada para posarla en
la delicada pero fuerte mano de uñas cortas y pintadas de negro de
su “liberadora”, pero lo que le hizo gemir ligeramente de dolor y soltar
el rostro de la dama iracunda fue el ardor que tras la sujeción sintió
en su brazo derecho.
Velozmente, la suelta, pero le pregunta.

–¿Por qué lo hiciste? Deberías saber que le entregaste todo al


bando equivocado, ellos se hacen pasar por nosotros y juegan a ser
los buenos y los malos para manipular…

–No diga nada más, mi buen señor – interrumpe la mujer,


colocando rápida pero suavemente el dedo índice de su mano
derecha sobre los labios secos y endurecidos de su sombrío
acompañante.

Al quitar su dedo, un ligero ardor siguió dominando el área que


había tocado, eso le hizo recordar al individuo alado aquel sangriento
y a la vez seductor capítulo en el que los labios ardían con la pasión
del amor, la ira y la venganza.

Con vos muy baja y tímida, sin ánimos de hacerla enojar, pero
no por miedo, sino por respeto y admiración, el ser de ojos cristalinos
dice.

–Puedo ayudarte, sabes que hiciste algo incorrecto, él no


hubiese muerto si no lo hubieses dado todo a ese ser desgraciado.

Luego, con voz suave y una tierna tranquilidad, ella responde.

–¿Qué serías capaz de hacer por amor?

–Todo lo que sea necesario – responde el ser alado sin siquiera


pensar y con firmeza en su voz, luego, prosigue – Lo daría todo por
cada ser humano, sobre todo por ti, mi amada inmortal.

Ella deja ver una sonrisa de felicidad que esta vez abarca una
parte de ambas mejillas, la belleza de aquel gesto fue deslumbrante,
tanto como la hermosura de luzbel antes de revelarse, mientras aún
era el ángel más hermoso y puro de la creación. Los dientes de la
mujer dejaron ver su blancura, contrastada por el rojo de sus labios.

Mientras aún estaba luchando para pasar de la risa a la palabra,


dijo.

–Entonces no tienes nada que reprocharme ya que hubieses


hecho lo mismo que yo hice, todo lo que hice, pese a mi ignorancia
de los hechos, fue por amor.
–Pero Eva – responde el de ojos cristalinos ligeramente
alterado y gesticulando con las manos – Vender tu alma al diablo
para salvar al hombre que amas no fue nada sensato, además, ya
sabes que eso del demonio y del dios cristiano es una invención
hecha por las mismas entidades, yo soy un verdadero demonio,
debiste acudir a mí…

Una vez más, Eva lo interrumpe se acerca a él hasta ubicarse


a pocos milímetros de rozarlo con su cuerpo.

–Tu sabes mejor que yo que esas fuerzas son muy grandes, tu
no podrías hacer nada, solo ponerlo todo en riesgo pese a tu buena
fe – dijo con voz seductora en un tono muy bajo sin quitarle la mirada
de sus casi transparentes y aún húmedos ojos azules.

–No sabes a quién le diste tu alma – replica el demonio con voz


temblorosa.

Acto seguido, Eva toca el vientre de su acompañante con su


mano derecha mientras comienza a rozar sus labios con los del aquel
ser alado, estos últimos pasan de estar fríos a cálidos. La mujer no
deja de hablar provocando que el roce se haga más intenso, y si a
esto le sumamos la calidez de las exhalaciones de la sensual mujer
tenemos como resultado un coctel orgásmico del que el ser alado no
quiere escapar.

Mientras ella se humedece con el roce de los labios, le dice en


un tono excitante.

–Ahora lo sé, le di todo al hermano menor, al elegido por la


providencia; pero tengo fe en que mi elegido, el mesías de mi corazón
cumplirá su cometido, todo lo que he hecho y hago es por amor.

Tras aquellas últimas palabras, la mujer cambia su semblante,


su mirada comienza a lanzar llamas como si sus ojos ya no fueran la
ventana de su alma, sino la del infierno, mientras que el demonio
apenas se percata de lo que sucede, ella golpea fuertemente el
abdomen de su acompañante, borrando todo rastro de excitación y
devolviendo al ser alado al padecimiento en el que estaba sumergido
antes de la aparición de aquella diosa de la belleza.
Todo se volvió oscuro y un profundo y desgarrador grito salió
desde las profundidades de su ser, en una fracción de segundo, sus
ojos cristalinos pudieron ver nuevamente, pero el panorama era
totalmente diferente.

Se ubicaba sobre el césped, en aquel lugar no había otro tipo


de vegetación, pero lo desconcertante era que aquel prado era en su
totalidad gris, pese a que su textura era la del césped que debería
estar totalmente verde.

Sobre él, y con el cielo intensamente iluminado por las estrellas


en el fondo, se ubica un ángel, el mismo que lo había devuelto a la
tierra de una puñalada cuando discutían sobre I.C.A.R por segunda
vez. Las alas del ángel estaban desplegadas, en señal de alerta o de
excitación por lo que hacía; ambas alas abiertas llegaban a tener una
longitud de 5 metros.

Ambos seres tienen cuerpos esculpidos, perfectos, como


salidos del mismo olimpo de los dioses, solo una ligera cobertura
aparentemente metálica cubre sus genitales, en el caso del ángel es
de color blanco, y en el del demonio es negra, así como sus alas.

Visto desde arriba, las alas del ángel reflejaban la luz de las
estrellas, pero no lo hacían como lo hace el metal, sino como la fibra
de carbono.

El dolor del demonio es estratosférico pues el ángel abrió todo


su abdomen con una hoja metálica en forma de rayo, más
específicamente, de sowilo, la sangre había manchado todo el blanco
torso del agresor mientras que los órganos despedazados
flanqueaban el cuerpo de la víctima.

El ángel no se detiene; y mientras observa al demonio con sus


profundos ojos azules parcialmente solapados por su dorada y
radiante cabellera que llega hasta la altura de sus hombros; sigue
abriéndose paso con su arma rompiendo violentamente la caja
toráxica de la víctima salpicando grandes cantidades de sangre, las
gotas llegaron hasta su rostro, lo que en combinación con sus mirada
de odio, su ceño fruncido y sus labios apretados en señal del titánico
esfuerzo que hacía, le daban un aspecto tétrico y de psicópata.
Cuando la hoja en forma de rayo llegó a la altura del pecho, el
demonio dejó de gritar y se limitó a observar a las estrellas, a la
inmensidad del universo infinito mientras aún escuchaba el crujir de
sus huesos, cartílagos y algunos órganos mientras eran triturados por
su hostil compañero, al mismo tiempo, su cuerpo temblaba mientras
que salpicaba sangre por doquier, aquel líquido rojo salía por su nariz
y boca, temblaba tanto como un epiléptico, no se podía mover ni
mucho menos defenderse.

Con su mirada aún perdida en el cielo nocturno, escucha cómo


el ángel se acerca rápidamente para hablarle al oído, y en un tono
rabioso le dice.

–Desde hace años estamos detrás de su alma, ella es especial,


su alma es pura, es perfecta, fue creada en el inicio de los tiempos,
cuando nuestro creador dio forma y vida a este mundo. Tal vez
recuerdes cuando todo sucedió, cuando llegaron esas almas en
grupo a encarnar y poblar la tierra.

En ese instante, el demonio se deja llevar por los recuerdos y


su imaginación comienza a reproducir aquella vieja película de
millones de años de antigüedad.

Tras la creación del hombre, la caída de aquel cuerpo celeste


electrificado que dejó una estela incandescente en forma de “S” o
sowilo en el firmamento, los bienaventurados comenzaron a llegar en
masa.

A medida que pasaron los años, nuevas almas fueron llegando


desde los cielos, enviadas por la nuble negra que algún día planea
bajar y arreglar cuentas; uno de esos alientos, es el de una joven, la
cual fue enviada como un rayo y una voluntad más estrambótica que
el sonido de un relámpago, bondadosa desde siempre, aunque, sin
un lugar para ser feliz en este mundo.

Rodeada de negatividad, su mayor esfuerzo sería superarla


para poder vivir y respirar el aire fresco que emana aquel bosque
donde un día, fue creado el primer homínido y donde “ese plan”,
comenzaría a ser ejecutado.
Sabiendo que ahora estaba perdido en sus recuerdos, el ángel
lo interrumpe para recordarle el nombre de aquel ser espiritualmente
perfecto.

–La llamaban Mary, fue esposa del famoso Jack Cooper, una
gran acompañante y una excelente guerrera, pero hay otra igual, tan
pura como la primera, pero más poderosa aún, con más
determinación; es el alma nueva, y está dispuesta a dar…

–Darlo todo por amor – dice el demonio en tono de voz muy


bajo, ronco, dolorido y ahogado mientras que grandes cantidades
salen por su boca, cubriendo todo su rostro desde sus ojos hasta su
mentón.

–Vaya, vaya, tú crees en el amor, maldito gusano, pues te


contaré brevemente cómo la capturamos y se dejó poseer por
nosotros gracias a la trampa del “amor” – respondió sádicamente el
ángel para luego proseguir con el relato, pero esta vez se alejó varios
centímetros del rostro del demonio, ya no le hablaba al oído y su tono
de voz era más fuerte.

–Todo comenzó una noche húmeda, las gotas comenzaron a


caer desde el cielo ennegrecido, mientras el clima cambiaba, una
figura sombría y misteriosa se acerca caminando por la calle en
dirección a la casa de Eva; los guardias, quienes tenían un rato corto
cuidando la fachada de aquella hermosa edificación, se distraían
hablando de mujeres y demás vicios. Sin que estos se den cuenta,
aquella sombra se cierne sobre la vegetación del frondoso jardín.

Eva se encontraba en su baño, éste tenía el mismo orden que


el tocador de las visitas, la diferencia radicaba en que las baldosas
eran de color ámbar, y el tamaño, es casi el doble de grande que el
anterior; esto permitía que junto a la tina, se ubicara una ducha, la
cual se delimitaba por tres paredes y una puerta de cristal, la tubería
de la regadera pasaba por encima del vidrio para luego bajar,
incrustarse en el suelo y posteriormente, encontrarse con el resto de
las tuberías de la casa.

La llave del agua, estaba justo por debajo de la salida de la


misma; en la parte externa de la puerta, una barra metálica horizontal
era de utilidad para sostener la toalla; vista desde arriba, aquella
ducha describía un cuadrado, cuya área aproximada era de cuatro
metros cuadrados; debajo de la regadera, justo a un metro sobre el
suelo, un soporte para los utensilios de higiene contenía el jabón,
acondicionador y demás productos. Las paredes de cristal median
dos metros y medio de alto.

Apartando las hojas de las Coprosma repens y Cornus alba


para ver mejor a sus víctimas, el intruso se protege con la sombra
extra que provee el pino.

La mujer había dejado la toalla en el soporte de la puerta de la


ducha, las uñas de sus pies estaban pintadas de negro; a medida
que avanza, se pueden observar las perfectas, enrojecidas, y
deseables plantas de los pies, capaces de seducir alocadamente a
cualquier hombre que vea caminar descalza, sobre la fría y húmeda
baldosa a esa increíble musa; sus blancas y muy bien cuidadas
piernas, resaltaban la enorme belleza que la cubría en ausencia de
su ropa; hace tres días se había quitado el vello púbico, dejando ver
el color rosa de su carnosa vagina.

Sus labios vaginales, formaban una gruesa y rojiza capa


esponjosa de carne que sobresalía ligeramente, apenas la punta del
clítoris se veía sobresalir entre aquella delicia femenina, sin lugar a
dudas, esta particularidad, provocaría un ínfimo placer en cualquier
hombre que tenga la dicha de hacerse sentir dentro de Eva.
Así mismo, su firme y tonificado vientre, se movía
seductoramente con cada paso que aquella Venus daba.

Con sus glúteos bien formados, y la musculatura de sus brazos


evidenciando intensas jornadas en el gimnasio; Eva se suelta el
sedoso y muy bien cuidado cabello cubriendo sus hombros, luego
abre la puerta de la ducha para entrar en ella y relajarse.

Cuando las primeras gotas de agua comienzan a salir por la


regadera, aquella sombra hostil, que describía a un hombre usando
un habito que lo cubría desde la cabeza hasta los pies,
asemejándose a un acolito; entabla una lucha sin cuartel con los
hombres que protegen la entrada a la casa.

Sacando una cuerda de piano, habilidosamente la pasa por el


cuello de uno de ellos con la mano izquierda, ejerce presión en su
espalda con su rodilla derecha para comenzar a estrangularlo,
mientras que con la mano derecha, saca de otro de sus bolsillos, una
Beretta 92FS con silenciador, y dispara entre ambas cejas del oficial
que estaba en frente de aquel que intentaba ahorcar, la sangre del
abaleado salpica la camisa de su compañero; la rapidez de los
movimientos fue abismal, ninguno se dio cuenta que aquel acolito los
acechaba hasta que el mal estaba hecho; sin embargo, el hombre
que estaba siendo ahorcado, aun ponía mucha resistencia. Tras el
feroz forcejeo, el agresor deja caer su pistola, sabe que su objetivo
es más fuerte, así debe dejar de ejercer presión en la espalda del
guardia con su rodilla para evitar perder el equilibrio.

Después de bajar la rodilla, y con una fuerza increíble en las


piernas, el hombre golpea al guardia rebelde en el tobillo derecho, de
este modo, el pie de la víctima se levanta y este último pierde el
equilibrio; al caer sobre el suelo, es arrastrado por medio de la cuerda
de piano, la cual aún lo estrangulaba; el asesino usa ambas manos
para sumergir la cabeza del guardia en el pequeño estanque del
jardín, mientras tira con más fuerza de su particular herramienta.

La cuerda de piano se hunde en la piel del cuello de la víctima


mientras éste chapotea desesperado, en ese momento no notaba la
diferencia entre ser estrangulado y ahogarse en el poco profundo y
verde estanque.
Eva levanta la cara y cierra los ojos, luego, las primeras gotas
de agua tocan placenteramente su suave y dulce piel, su cabello
humedecido cubre sus parpados; mientras que ella se regocija con el
cálido fluido que recorre cada rincón prohibido de su cuerpo, sus
manos, involuntariamente, siguen la trayectoria de las gotas
interconectadas hasta encontrarse con el pecado; aun con el rostro
parcialmente cubierto; con su mano izquierda, aprieta sus bellos
pechos de pezones rosados sintiendo un incómodo pero adictivo
placer, mientras que con la derecha frotaba su clítoris
insistentemente; gracias al éxtasis, su boca se abre ligeramente
dejando entrar algunas gotas de agua, las cuales acarician sus
dientes y se entregan a su lengua para mezclarse con su saliva; en
ese instante Eva se aísla del mundo exterior, no percibe nada de su
alrededor, no puede oír más allá del instinto salvaje que la invita a
hervir en su propio deseo. Aun con los ojos cerrados y cubiertos con
su húmeda cabellera, penetra su vagina con dos de sus dedos, el
índice y el del corazón; esta vez la humedad proviene desde adentro;
todos los vellos de su cuerpo se erizan mientras que, por su mente,
solo pasa la imagen de su nuevo enamorado, al ejecutar la
penetración y con tan solo pensar en el nombre de aquel extranjero,
la mujer cierra su boca para morder sensualmente sus ardientes y
finos labios.

Su corazón palpitaba a tope.

Mientras Newsoul abraza el cálido fluido que la limpia de las


impurezas con éxtasis, en las afueras de su casa, un hombre abraza
la muerte mientras lanza manotazos de ahogado, deseoso por
alejarse de aquel líquido que inunda sus pulmones, aunque la cuerda
de piano no permita que el caudal sea muy grande.

Con la repentina quietud de su cuerpo, la inamovilidad de sus


ojos negros y el retiro de la cuerda de piano, el guardia; cuyo cabello
castaño cubría sus orejas y el vello facial no dejaba ver la piel de sus
mejillas ni la del mentón; pierde la vida, siendo la última burbuja que
sale de su abierta boca, la portadora del último fragmento de su
aliento.
Antes de que dicha burbuja llegue a la superficie, el intruso ya
había recogido la pistola y se encontraba haciendo un círculo de diez
centímetros de diámetro al lado de la manilla de la puerta de vidrio,
la dueña había cerrado con seguro; sin obstáculo que lo supere, usa
una especie de navaja especial para cortar cualquier tipo de cristal;
tras completar la circunferencia, la empuja para introducir su mano;
este fragmento de vidrio cae sobre la alfombra sin generar ningún
ruido, de este modo, abre la puerta desde adentro, muy
sigilosamente.

Un escalofriante silencio toma toda la casa cuando aquel acolito


entra; inmediatamente, se da cuenta de que la chimenea estaba
encendida, aunque nadie estaba en la sala; cuando voltea hacia el
pasillo, identifica a otro guardia que le da la espalda, camina
lentamente rumbo a la cocina, en donde estaba la única lámpara
encendida, en toda la vivienda.

El asesino se acerca por la espalda, el policía siente los pasos


detrás suyo, cuando voltea se encuentra con el implacable puño del
perpetrador que impacta tres veces su rostro; la victima cae sobre el
suelo boca abajo, aturdido pero consciente, sin siquiera poder
desenfundar su arma. El homicida se abalanza lentamente sobre él,
con la oscuridad del pasillo, y la tenue luz proveniente de la cocina
como únicos testigos, usa sus brazos para apretar y romper el cuello
del desafortunado con un solo movimiento; sin piedad, sin
escrúpulos, sin sentir el más mínimo remordimiento; peor aún, sin
alma que sienta el peso de la culpa.

Serena y silenciosamente, el asesino sube por las oscuras


escaleras, acomodándose el hábito y ajustándose sus guantes
negros mientras que, por medio de las ventanas de la casa, se puede
observar como algunos relámpagos, reflejan la furia de los cielos
romanos.

En la segunda planta, se encuentra con un pasillo a oscuras,


gracias a su buen sentido del audio, escucha que alguien camina
lentamente por aquel corredor, con cada paso se acerca más y más;
de repente, en la lejanía, un rayo cae y un haz de luz entra por las
ventanas iluminando durante algunas fracciones de segundo todo el
lugar; el guardia que se acercaba, se encontraba a menos de un
metro del homicida sin haberse dado cuenta hasta que se hizo la luz.

El acólito muestra sus buenos reflejos golpeando dos veces al


oficial antes de que éste desenfunde su arma; el primer golpe lo da
con su mano derecha; por la fuerza del impacto, el guardia voltea su
cara hacia su diestra salpicando de sangre la puerta de la habitación
de Lilly; con la velocidad del rayo que cayó hace algunas fracciones
de segundo, repite la hazaña pero con su mano izquierda rompiendo
la quijada del policía, esta vez, el abatido hombre pierde el equilibrio
y cae hacia su izquierda, sobre la barandilla, con dirección hacia la
escalera.

El asesino actúa rápidamente y mientras apoya su cuerpo en la


barandilla, sujeta a la víctima por el cuello con ambos brazos, el
policía colgaba mientras que su agresor, después de un violento y
único apretón, escucha el suave sonido de los huesos al romperse,
había roto su cervical; tras confirmar la muerte de su nuevo sacrificio,
extiende sus brazos como si fuera un águila, el cuerpo sin vida cae y
rueda por las escaleras hasta llegar a la planta baja; el ultimo policía,
se hallaba en el baño de las visitas cuando escuchó el sonido
irregular proveniente del pasillo.

La última esperanza aún con vida trata de comunicarse con sus


colegas por medio del radio, pero ninguno contesta, luego trata de
hacer contacto con la estación de policía, pero el mal tiempo hace
imposible cualquier transmisión. Con nervios, pero sabiendo cuál era
su deber, se arma de valor, desenfunda su arma y abre
cuidadosamente la puerta del baño.

Tras asomar su cabeza, con la Beretta al frente, el asesino


toma la manilla de la puerta y la cierra violentamente golpeando la
cabeza del oficial repetidas veces con el borde de la puerta y el marco
de la misma; repite el movimiento enérgicamente varias veces hasta
que el aturdido hombre, suelta su arma y la madera del borde de la
entrada al baño se rompe.

Seguidamente, lo hala por la camisa y lo deja caer sobre el


suelo del pasillo, al lado de la entrada del baño de visitas hay un toma
corriente; el criminal lo coge por el borde de plástico y tira de él con
gran fuerza sacando el cable blanco de electricidad de entre la pared,
esta última “herramienta homicida”, se encontraba incrustada en la
pared bajo una fina capa de yeso, fácil de sacar y de utilizar.

Una vez ejecutada tal acción, arrastra el cuerpo del policía,


enrolla su cuello con el cable, y aprieta con toda su fuerza hasta que,
en el morado rostro de aquel hombre, no quedó ni un rastro de vida,
solo la inerte expresión de la desesperación impotente, cubierta por
la alcahueta oscuridad de aquel pasillo de la muerte.

El asesino suspira levemente, tanta actividad física le había


cansado, no se imaginaba tanta resistencia por parte de aquellos
guardias.

Eva calma su ímpetu, levanta ambas manos para echar su


cabellera hacia atrás, aun sin abrir los ojos y dejando que el agua
termine de llevarse el sucio de su piel, comienza a relajarse poniendo
su mente en blanco hasta que escucha cuando alguien abre la puerta
del baño; inmediatamente recupera la compostura, abre los ojos y
voltea hacia la entrada del baño; desde el lugar del asesino, se podía
ver aquella hermosa y sensual mujer por medio del cristal empañado;
la silueta color carne que forma la policía es capaz de levantar el
ánimo de cualquier hombre. Sin embargo, el homicida se limita a
sacar de entre su habito, su Beretta 92FS con silenciador.

Por otro lado, Eva, quien cubre sus perfectamente formados


pechos con su brazo derecho; gracias a lo deslucido del cristal, no
puede identificar al intruso; la mujer se limita a poner la mano
izquierda sobre el vidrio, y hacerlo chirrear a medida que la baja sin
quitarla de la superficie. Cabizbaja, con sus palpitaciones en
descenso repentino, sabe que todo ha acabo para ella; ellos han
cumplido la promesa.
Tras concluir el relato, el ángel saca la hoja metálica del pecho
del demonio y mientras este último cierra sus ojos, el ensangrentado
arcángel lo toca en la frente, justo en medio de los ojos sembrándole
un recuerdo en su mente.

–Buen viaje, mi querido amigo, espero no volver a verte nunca


más, ni contradiciendo mi iglesia, ni tratando de ayudar a nuestros
enemigos – seguidamente emprendió vuelo dejando tras de sí una
estela de sangre que salpicó el cuerpo mutilado del demonio.
Mientras este último se sumergía en el descanso eterno, comenzó a
soñar; era el recuerdo sembrado el que guiaría su sueño y estancia
en los brazos de Morfeo.

El sueño comienza con Eva en un denso bosque tenebroso, en


el cielo no se pueden ver ni las estrellas, ni la luna, y todo el entorno
parece estar en escala de grises, se pueden ver con claridad los
árboles y la maleza, pero todos estos objetos parecen estar
“dibujados” en blanco y negro.

Después de observar en todas direcciones varias veces, ve


como aparece repentinamente delante de ella un hombre rubio, de
ojos verdes, rostro fino, nariz perfilada, delgado y con una expresión
cándida que inspira confianza.
Este individuo estaba vestido con pantalón, zapatos formales y
saco de color negro, debajo de esta última prenda porta una camisa
color Vinotinto y sobre esta una corbata de color rojo carmín. La
tonalidad rosada de sus labios hace juego con su ropa.

Sin decir ni una palabra y como si se tratase de un acto de


magia, hace aparecer una rosa roja en su majo derecha y se la
muestra a Eva; dicha flor es lo único que no se encuentra en escala
de grises, siendo el color rojo un claro matiz en aquella grisácea
escena. La mujer, por su parte, vestía con el mismo ropaje que
llevaba puesto cuando tuvo la seductora charla con el demonio, no
obstante, tanto ella como su acompañante solo podían ser
observados como en blanco y negro.

El alargado tallo de la rosa estaba muy poblado de largas y


ponzoñosas espinas.

Con voz suave y angelical el misterioso le dice.

–Es tu hora de comprometerte, cuando lo hagas tu amado será


salvado de las fauces de la bestia, pero tu alma será mía.

El demonio, desesperado, intenta gritar o hacerle llegar alguna


señal a Eva, pero es inútil, ni siquiera tiene cuerpo, está suspendido
en el aire como s formara parte del éter, ahora es un ser pensante
pero inerte y que carece de medios para influir sobre otros seres.
Puede observarlo todo desde diferentes ángulos con solo pensarlo y
así ver todo lo que ocurre con el máximo de detalles, pero su nuevo
estado lo limita solo a ser un simple observador pensante, privado de
todo elemento expresivo e intervencionista.

Aunado a ello, recuerda que todo aquello es una reminiscencia


que el ángel sembró en su mente y se reproduce como un sueño
mientras está sumergido en su infinito letargo, y para su tortura e
impotencia, el número de reproducciones de aquel recuerdo, tenderá
tanto al infinito como su estancia en los cálidos y desoladores brazos
de Morfeo.

La tristeza, la desesperación y la rabia aumentan mientras


observa como Eva toma el tallo de la rosa con ambas manos, al
mismo tiempo, el misterioso rubio cubre las manos de la mujer con
las suyas y las presiona con toda su fuerza haciendo que las espinas
penetren la carne de ella.

Un ligero y triste gemido se escapa de entre los labios


humedecidos por las lágrimas de Eva, su rostro no puede ser
observado, está cubierto totalmente por su cabello. El demonio,
entregado y sumiso ante lo inevitable, solo observa mientras que su
esencia se consume a sollozos; La sangre, junto con la rosa, es lo
único que no es visible en escala de grises, entre las sombras y el
ambiente grisáceo el color rojo de aquel vital liquido emanado de la
humanidad de esperanzada mujer, y de la planta comprometedora,
destacan para convertirse en el inequívoco centro de atención, el
demonio, hipnotizado por el contraste, no puede dejar de ver el fluir
rojizo que no solo parece emanar de entre las manos de Eva, sino
del tallo de la ostentosa y hermosa rosa roja, al mismo tiempo,
escucha las últimas palabras dichas en aquella sombría reunión.

La sangre cubre las manos de Eva y su acompañante, pero no


es sino hasta que la primera gota de sangre cae sobre las hojas
secas del suelo, que el rubio le dice suave y dulcemente mientras se
acerca aún más a ella.

–Ahora me perteneces.

Todo se oscurece, el recuerdo ha terminado, pero para tortura


del demonio, vuelve a reproducirse desde el principio, y cada vez lo
hace más lentamente aumentando el suplicio del otrora radiante y
pomposo ser alado. El destino había dejado ver sus cartas, la suerte
estaba echada y las sentencias dictadas.

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