Los principales elementos de la Plegaria Eucarística
son los siguientes: Acción de gracias. Al comenzar la Plegaria, con el Prefacio, el sacerdote glorifica a Dios Padre, en nombre de todo el pueblo santo, y le da gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, la festividad o el tiempo litúrgico. Aclamación. Ante la salvación que se anuncia y se realiza, toda la asamblea junto con el sacerdote exclama en el alegre y esperanzado canto del Santo, aclamación con que los fieles reconocemos la magnificencia y la absoluta santidad de Dios y le ofrecemos la alabanza y adoración que merece y que continuará en la eternidad (Apocalipsis 4,8). Epíclesis o invocación. Es el momento en que el sacerdote intercede, con las manos extendidas sobre las ofrendas, y le suplica a Dios que envíe el Espíritu santifi cador sobre las ofrendas de pan y vino para que sean consagradas, es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo “y para que los fi eles, al recibirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios” (CIC, 1105). En este momento, por lo general, se hacen sonar unas campanillas llamando al pueblo a concentrar la atención en el milagro extraordinario que está sucediendo en ese preciso momento: ¡Jesucristo Nuestro Señor se está haciendo presente! La transformación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor es lo que se llama la “transubstanciación”, es decir, la acción por medio de la cual la sustancia material del pan y del vino se transforma en la sustancia divina del cuerpo y la sangre del Señor. Las especies no cambian de apariencia (color, sabor), pero sí cambian de sustancia y constituyen, en sí mismas, la presencia real de Jesucristo Sacramentado, fuente de vida eterna para todos los fieles. Tras la consagración, el sacerdote presenta la sagrada Hostia y el Cáliz que contiene la Sangre preciosa de Cristo, elevándolos con ambas manos para que el pueblo adore la Presencia Real de Cristo Sacramentado, momento en el que se hacen sentir nuevamente las campanillas invitando al pueblo a adorar al Señor. Anámnesis o memorial: La Iglesia, cumpliendo este encargo que recibió de Cristo el Señor, a través de los Apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo, es decir, el recuerdo de su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión al cielo. Pero no es la evocación pasiva y fría de un acontecimiento pasado, sino un memorial vivo, realizado en el aquí y ahora de la asamblea. En la Sagrada Eucaristía, la Iglesia celebra y hace presente de nuevo la potencia salvadora de los hechos que nos merecieron la reconciliación con Dios. Oblación u ofrecimiento del sacrificio: La Iglesia reunida en la asamblea ofrece al Padre, en el Espíritu Santo, la víctima inmaculada, es decir, la Hostia santa; pero al mismo tiempo espera que los fieles no sólo se unan al ofrecimiento de la víctima inmaculada sobre el altar, sino que también aprendan a ofrecerse ellos mismos, y que día a día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre unos y otros. Intercesiones: La Sagrada Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, es decir, la del cielo y la de la tierra, y el ofrecimiento se hace por ella y por todos sus miembros vivos y difuntos, miembros que han sido llamados a participar de la salvación y la redención adquiridas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo (v. IGMR, 79). Por eso hay una intercesión explícita por todos ellos: el Papa, el Obispo, la jerarquía eclesiástica, los oferentes, los que están reunidos, los ausentes, los enfermos, los necesitados y los difuntos. Participación. La Plegaria Eucarística, como hemos dicho, es presidencial, es decir, la pronuncia el sacerdote, pero la congregación no permanece pasiva. Además de oírla atentamente y sumarse a ella, va subrayando con sus respuestas, llenas de convicción, los diversos elementos de la oración. Así, tras la alabanza que se le da al Padre en el Prefacio, el pueblo entona el Santo; tras el memorial de Cristo, lo subraya diciendo “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven Señor Jesús” u otras fórmulas que propone el Misal. Una forma de participación de la asamblea que también es valiosa es el silencio sagrado: “La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio” (v. IGMR, 78), pero no se trata de un silencio pasivo o inactivo, y menos de distracción, sino un silencio de oración y contemplación. Sobre esto, el Concilio Vaticano II nos enseña: “Por tanto la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la Hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, y se perfeccionen día a día por Cristo, mediador en la unión con Dios y entre sí, para que finalmente Dios sea todo en todos” (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 48). Conclusión. La Iglesia nos enseña que en la Santa Misa, durante la Plegaria Eucarística, se hace presente Cristo, no sólo en su Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad bajo las especies consagradas del pan y el vino, sino también en su acción salvadora, su pasión, muerte y resurrección, que el mismo Cristo ofrece al Padre en la persona del sacerdote y de todos los presentes. En efecto, si el propio Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, el Rey de Reyes y Señor de Señores, se hace presente para nosotros en cada celebración eucarística, por el poder del Espíritu Santo y en virtud de las fórmulas y acciones litúrgicas que realiza el sacerdote, cuyas manos han sido ungidas y consagradas, ¿no vamos a contemplarlo y adorarlo nosotros también con toda la atención y devoción que podamos? ¿No vamos a entregarnos de nuevo a su cuidado y protección? ¿No le vamos a pedir de corazón que nos perdone, nos sane y nos fortalezca en la fe? https://la-palabra.com/archives/article/la_plegaria_eucaristica/#:~:text=Doxolog%C3%ADa %20final.,los%20siglos%20de%20los%20siglos%E2%80%9D.