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El politólogo Walter Russell Mead estableció hace años una tabla con las cuatro escuelas

más corrientes en lo referente a las relaciones internacionales de Estados Unidos. Cada una
de ellas engloba, grosso modo, una filosofía distinta en lo que respecta al papel de Estados
Unidos en el mundo. Las cuatro llevan el nombre de una figura destacada en la historia del
país:
-        Alexander Hamilton: Primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos y figura
popular entre los jóvenes norteamericanos gracias al musical de Broadway. Hamilton fue
una figura clave en el diseño del gobierno de Estados Unidos como una entidad fuerte y
consolidada. Por política exterior Hamiltoniana se entiende una visión que prima la
consolidación de las empresas norteamericana en mercados extranjeros y la creación de un
sistema internacional de libre mercado. El estado se alía con las grandes empresas y
promueve su crecimiento en el mundo. Hamilton defendía que Estados Unidos tenía que ser
el garante de un orden internacional donde se respetase la libre circulación de bienes y la
libertad de navegación. En consecuencia, los Hamiltonianos defienden un gobierno federal
fuerte e implicado en el mantenimiento de un orden mundial.
-        Woodrow Wilson: El presidente que llevó a Estados Unidos a la Primera Guerra
Mundial. El Wilsonianismo es considerado como el arquetipo más idealista.  Heredera de la
tradición misionera protestante de los primeros colonos de Norteamérica, el Wilsonianismo
cree firmemente en la obligación moral de intervenir en el mundo (diplomática y
militarmente) para promover la democracia y los derechos humanos. Según esta visión,
América tiene el deber de luchar contra los tiranos y la opresión de los pueblos. Los
Wilsonianos son los arquitectos de un sistema de gobierno mundial (Liga de Naciones,
ONU…) que promueva el imperio de la ley y los derechos del individuo.
-        Thomas Jefferson: Tercer presidente y autor principal de la Declaración de
Independencia, Jefferson fue una de las figuras más influyentes en los primeros cien años
de la historia de Estados Unidos. A grandes rasgos, el Jeffersonianismo propugna una
política aislacionista. Al igual que el Wilsonianismo, éste arquetipo considera que los
valores de Estados Únicos son especiales. La diferencia estriba en que los Jeffersonianos
consideran que para proteger esos valores es mejor no propagarlos por la fuerza sino
mediante el ejemplo. Estados Unidos no puede correr el riesgo de convertirse en un
imperio, aunque sea por la noble causa de difundir la democracia liberal. Jefferson defendía
un modelo en el que el gobierno es mínimo y débil, garantizando así una libertad máxima a
cada individuo. Una política exterior intervencionista traería necesariamente la creación de
un estado fuerte y centralizador, poniendo en riesgo los valores americanos. Es por tanto
necesaria una política aislacionista, en la que Estados Unidos sirva como ejemplo de
libertades y derechos civiles.
-        Andrew Jackson: El que ha sido considerado como el primer presidente populista y
que abogó por una política exterior nacionalista. Los Jacksonianos creen que el gobierno
debe trabajar en el exterior de una forma limitada y que esté subyugada a dos principios
fundamentales: la seguridad física y el bienestar económico de los americanos. No creen en
una política exterior moralista, en la que Estados unidos se desviva por acabar con
dictaduras extranjeras o evitar genocidios y tampoco ven con buenos ojos que el gobierno
se dedique a promover los intereses de las grandes empresas en el extranjero o a luchar por
el sostenimiento de un orden mundial de libre comercio (el foco está más bien en avanzar el
bienestar del hombre corriente y en un proteccionismo económico). Tampoco defienden
una política exterior excesivamente aislacionista: cuando los intereses vitales de Estados
Unidos están en juego una rotunda respuesta militar es vista como algo necesario.
Si las tesis de Jefferson influyeron de una manera sustancial la política exterior de Estados
Unidos en el siglo XIX (hoy en día, aunque minoritarias, encuentran un apoyo entre los
jóvenes y los sectores más radicales de los partidos demócrata y republicano: Bernie
Sanders y Rand Paul), las de Hamilton y Wilson han configurado la política norteamericana
de los últimos ochenta años. Los Kennedy, Bush y Clinton bebían en mayor o menor
medida de éstas dos escuelas, así como la burocracia y el establishment de Washington.
Obama ha sido un presidente de transición, una figura novedosa por el hecho de abrazar
más tibiamente a Hamilton y Wilson (intervino en Libia e impulsó los tratados de libre
comercio del Pacífico y el Atlántico, pero a su vez rechazó intervenir en Siria o apoyar la
oposición democrática en Irán u otros países). Trump puede ser perfectamente quien cierre
el círculo y destierre las filosofías Hamiltoniana y Wilsoniana. De sus discursos se deduce
una visión nacionalista-populista que casa con el arquetipo Jacksoniano. Un arquetipo que
hasta ahora ha sido un rara avis de la política exterior norteamericana pero que ahora, de la
mano de Trump, puede llegar a la Casa Blanca. Esto supondría acabar con un consenso en
Washington de más de ochenta años en política exterior y abrir una nueva e inexplorada
etapa. 
*Javier Gil es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de
Vitoria
 
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