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Mini poemas: (revisar)

1-El ratón de la computadora:

¡Ay, qué algarabía!


¡El ratón se escaparía!
De la computadora saltó,
un ratón muy juguetón.

Corrió por el escritorio,


con su colita alborotó,
haciendo clic en cada esquina,
jugando con la rutina.

El teclado asombrado,
dijo, desconcertado:
"¡Ratón, regresa por favor,
sin ti no hay control!"

La pantalla parpadeó,
mientras el ratón corría sin fin,
se escondía tras los iconos,
desafiando los protocolos.

El disco duro se quejó,


"¡Este ratón es un revoltoso!
Hace clic sin parar,
necesitamos controlar."

El monitor deslumbrado,
lo buscó por cada lado,
pero el ratón audaz,
se escondía con sagacidad.

Finalmente, en un rincón oscuro,


el ratón se quedó seguro,
entre cables y conexiones,
cautivando las atenciones.

Lo devolvieron a su lugar,
donde puede navegar,
y el ratón aprendió,
que el ordenador es su hogar.

2- EL Rabanito escapista.
¡Ay, qué alboroto!
¡Se perdió un rabanito loco!
En el huerto juguetón,
se escapó sin razón.

Corrió entre las verduras,


sin importarle las culturas,
saltaba y rebotaba,
con su risa traviesa y alborotada.

Los rábanos alarmados,


gritaron desesperados,
"¡Vuelve aquí, pequeño,
no te pierdas en el sueño!"

La lechuga asustada,
con sus hojas alborotadas,
lo buscaba sin cesar,
temiendo que se pudiera lastimar.

La zanahoria diligente,
con su nariz prominente,
buscó en cada rincón,
deseando encontrar al revoltoso ladrón.

Finalmente, entre el perejil,


encontraron al rabanito sutil,
durmiendo plácidamente,
entre risas y sueños valientes.

Lo llevaron al huerto con amor,


donde crece en su esplendor,
y el rabanito aprendió,
que la travesura no es siempre el mejor.

3- Se escapó un rabanito.
¡Oh, qué alboroto!
¡Se perdió un rabanito!
En el huerto juguetón,
se escapó sin razón.

Saltó de la tierra oscura,


con su piel de frescura,
y se lanzó de prisa,
en busca de una risa.

Los rábanos vecinos,


preocupados, muy finos,
pidieron ayuda en vano,
¡el rabanito era un ser muy travieso!

El pepino enojado,
le llamó "despistado",
pero el rabanito audaz,
solo reía sin parar.

La zanahoria risueña,
lo buscaba entre lechugas pequeñas,
con su nariz anaranjada,
pero el rabanito se escondía con maña.
El tomate sonrojado,
muy preocupado y agitado,
llamó a la cebolla curiosa,
y juntos emprendieron una búsqueda furiosa.

Por fin, en un rincón hallaron,


al rabanito cansado y agotado,
se había quedado dormido,
entre un ramo de perejil.

Lo llevaron de vuelta al huerto,


donde crecen con esmero,
y el rabanito aprendió,
que la travesura no siempre es mejor.

Y así termina esta historia,


del rabanito en su euforia,
que nos enseña con humor,
que cada uno tiene su sabor.

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