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Índice

El lobo con piel de oveja (Esopo) 4


La liebre y la tortuga (Esopo) 6
El gato y los dos canarios (La Fontaine) 8
Editora General: Camila Domínguez Ureta.
Editora Asistente: Camila Bralic Muñoz. El león y el ratón (La Fontaine) 10
Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.
Diseñadora: Mirela Tomicic Petric. La cigarra y la hormiga (La Fontaine) 13
I.S.B.N.: 978-956-12-2898-6.
1ª edición: septiembre de 2009.
La tórtola y la hormiga (La Fontaine) 14
7ª reimpresión: abril de 2018.
El león y los tres bueyes (Esopo) 16
© 2009 por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Inscripción Nº 183.335. Santiago de Chile. El león y la liebre (Esopo) 18
Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia. La zorra y las uvas (La Fontaine) 20
Teléfono (56-2) 2810 7400. Fax (56-2) 2810 7455.
E-mail: contacto@zigzag.cl / www.zigzag.cl
Santiago de Chile.
Los lobos y los perros (Esopo) 22
El presente libro no puede ser reproducido ni en todo El lobo y la cabra (Esopo) 24
ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún
medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD- La reunión de los ratones (La Fontaine) 26
Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de re-
producción, sin la autorización escrita de su editor.
El pastor que anunciaba al lobo (Esopo) 29
Impreso por A Impresores S.A.
Av. Gladys Marin Millie 6920. Los dos conejos (Iriarte) 30
Estación Central, Santiago, Chile.
La gallina de los huevos de oro (Samaniego) 32
La ardilla y el caballo (Iriarte) 34
Los dos amigos y el oso (Samaniego) 36
El burro y el cochino (Samaniego) 38
El lobo con piel de oveja

Había una vez un lobo que no sabía cómo cambiar su


apariencia. Quería entrar en el corral de las ovejas sin
que lo sorprendieran los pastores.
–¿Qué puedo hacer? –se decía–. Tengo que inventar
una treta que me permita ingresar en el corral.
Finalmente decidió conseguirse una piel de oveja.
Cuando la tuvo, se la puso encima y, metiéndose en el
prado donde éstas pastaban, se mezcló con ellas.
Una vez que atardeció, los pastores arriaron las ovejas
hasta su corral, sin darse cuenta de que el lobo iba
disfrazado entre los corderos.
Más tarde, uno de los pastores fue hasta el corral
para sacar un cordero y sacrificarlo para la cena. En la
oscuridad, y creyendo que el lobo era un cordero, lo
degolló allí mismo.

Todo engaño termina en daño para el que lo comete.

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La liebre y la tortuga La liebre, en cambio, viendo que había dejado muy atrás a
su competidora, se echó a descansar al borde del camino.
Aburrida, de pronto se quedó dormida. Cuando despertó,
Cierto día una liebre se burlaba de una tortuga: partió nuevamente a toda carrera hacia la meta. Pero al
–Qué patas tan cortas tienes –le decía, riendo–. Qué llegar a ella, la tortuga la esperaba sonriendo.
lento caminas; ¡si apenas te mueves!
Con paciencia y constancia se logra tener éxito en lo
Sin molestarse, la tortuga le replicó:
que uno se propone.
–Tal vez tu corras más rápido que el viento. Pero a
pesar de ello, te apuesto a que te gano una carrera.
Qué más quería la liebre. Aceptó de inmediato el desafío.
Ya en sus marcas, ambas partieron al mismo tiempo.
Pacientemente, la tortuga caminaba y caminaba sin parar.

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El gato y los dos canarios
Un gato y un canario tenían la misma edad y habían
vivido juntos desde que nacieron. El gato en su canasto,
y el canario en su jaula.
Al canario le gustaba hacer rabiar al gato. Lo llamaba,
sacaba la cabecita y le daba un picotón. Era un juego, así –¿Cómo? –exclamó–. ¿Este desconocido ha venido a
es que el gato jamás sacaba sus uñas y lo perdonaba. Por provocarnos y se atreve a insultar a mi amigo?
algo eran amigos. Y furioso, atrapó y devoró al canario intruso.
Cierto día llegó hasta la jaula del canario otro canario. –¡Caramba! –recapacitó luego el gato–. ¡Qué sabrosos
Se había escapado de una casa y muy luego se hizo amigo son los canarios!
tanto del gato, como del canario cautivo. Lo pasaban muy Y tras este pensamiento, se comió también al otro canario.
bien, hasta que entre los dos pajaritos surgió de pronto
una diferencia, y ambos se pelearon. El gato no vaciló en Debemos cuidar que un tercero quiebre una buena
tomar partido: amistad.

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El león y el ratón
Cuando salía deslumbrado de su cueva, un ratoncito
cayó entre las garras de un león. El rey de los animales,
demostrando quién era, le perdonó la vida. Su acto de
generosidad no fue perdido, porque ¿quién hubiera creído
que el león pudiera deberle un favor a un simple ratoncito?
Sucedió que unos días más tarde, cuando el león salió
de caza, cayó en las redes de una trampa. Pese a sus
garras y a sus furiosos rugidos, el rey de los animales no
lograba deshacerse de las cuerdas que lo apresaban.
–¡Socorro! –rugía el león, angustiado–. ¡Ayúdenme!
El ratoncito, que oyó su llamada, acudió en su ayuda.
Trabajó y trabajó tan bien con sus dientes, que logró
debilitar las cuerdas de la trampa. Esto le permitió al león
terminar de romperlas y quedar libre.

Hay que ser generoso con todos, pues a menudo


necesitamos la ayuda de alguien más débil que
nosotros.

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La cigarra y la hormiga
Una cigarra se dedicó el verano entero a cantar. Cuando
llegó el invierno, se encontró sin nada que comer: ni una
mosca, ni un grano, ni siquiera un gusanito.
Fue entonces a visitar a su vecina, la hormiga, y le pidió
que le prestara algunos granos hasta que pasara el frío.
–Entonces te pagaré –le dijo la cigarra– el doble de lo
que me has prestado.
Pero como a la hormiga no le gustó el trato, le preguntó:
–¿Qué hiciste en los meses de verano?
–Me dediqué a cantar noche y día –repuso la cigarra.
–¡Así es que cantabas! ¡Qué fresca eres! Ahora dedícate
a bailar, amiga mía.

No solo hay que jugar y divertirse, trabajar y ser


responsables es fundamental.

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La tórtola y la hormiga En eso pasaba por ahí un cazador. Al ver a la tórtola,
preparó su escopeta para cazarla. Pero mientras le
apuntaba con su arma, la hormiga, que se había salvado,
Una tórtola bebía a orillas de un arroyo. De pronto sintió lo picó en un tobillo, haciéndolo que errara el tiro.
unos gritos: La tórtola pudo entonces emprender el vuelo.
–¡Auxilio, auxilio! ¡Me ahogo!
Hay que corresponder siempre a los favores
Los gritos los daba una hormiga que, arrastrada por la
que se reciben. Hay que ser agradecido.
corriente, intentaba ganar la orilla.
–¡Allá voy! –le gritó entonces la tórtola, y le arrojó una
brizna de hierba.

14 15
El león y los tres bueyes
Había una vez tres bueyes que eran amigos y pastaban
siempre juntos. Y había también un león que quería
comérselos, pero como los bueyes nunca estaban solos,
no se atrevía a atacarlos.
–Por mucha hambre que tenga –se decía el león–, no
me siento capaz de luchar con los tres.
Después de mucho pensarlo, decidió buscar una forma
para que se pelearan entre ellos. “Con esta treta –pensó
astutamente el león– lograré que dejen de ser amigos y
se separen”.
Y así lo hizo. Con pérfidas palabras y hábiles engaños
logró indisponer a los tres amigos. Enojados, los tres
bueyes se fueran a pastar cada uno por su lado.
Entonces el león los atacó de a uno por uno, y los fue
devorando uno tras otro.
Hay que mantenerse unido a la familia y a los
amigos, y no permitir que deshagan esa unidad.

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El león y la liebre El león no pudo alcanzar al liviano y rápido cervatillo.
Cansado, decidió regresar en busca de la liebre dormida.
Pero no la encontró en parte alguna. Se tomó, entonces,
Uno de esos días un león sorprendió a una liebre la cabeza entre las patas, y rugió de rabia.
durmiendo muy tranquila. –Esto me pasa por ambicioso –rugía–. Tenía segura a
Pero cuando estaba a punto de devorarla, vio pasar a la liebre y la dejé ir, creyendo que podía conseguir una
un cervatillo. presa mucho más sabrosa.
–Este es mucho más apetitoso– se dijo el rey de la
Más vale pájaro en la mano, que cien volando.
selva, y empezó a perseguirlo.
La pesada carrera del león tras el cervatillo despertó a
la liebre. Asustada, esta exclamó:
–¡El león puede volver a buscarme!– y huyó a todo lo
que daban sus patas.

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La zorra y las uvas
Desde un parrón, las uvas colgaban en hermosos y
maduros racimos. Pasó por allí una zorra que estaba
sedienta y muerta de hambre. Al ver las uvas se detuvo,
deseosa de atraparlas.
–¡Qué jugosas y apetitosas se ven! –se dijo–. Pero,
¿cómo las agarro? Están muy altas.

Se alzó, entonces, sobre sus patas traseras y brincó y


saltó una y otra vez.
–¡No puedo! No las alcanzo –chilló rabiosa.
Comenzó luego a empujar y a remecer el tronco de la parra,
en un intento de que las uvas cayeran. Pero todo fue inútil.
Desdeñosa, se alejó entonces con la cola entre las patas,
diciéndose:
–¡Puah, están muy verdes. Se las dejo a las tontas abejas!

A veces perdemos el interés en aquello que vemos


imposible de alcanzar.
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Los lobos y los perros
Unos lobos llamaron cierto día a unos perros y les pidieron
que se reunieran. Lo hicieron junto a la puerta del corral de
las ovejas, los perros a un lado y los lobos al otro. Así las
cosas, uno de los lobos dijo a los perros:
–Si ustedes y nosotros somos tan parecidos ¿por qué no nos
entendemos como hermanos, en vez de vivir peleándonos?
Y otro de los lobos agregó:
–Lo único que nos separa es la forma en que vivimos.
Nosotros somos libres; en cambio ustedes son esclavos de los
hombres, aguantan sus golpes y les cuidan sus rebaños.
–Y cuando sus amos comen –añadió un tercer lobo–, a
ustedes solo les dejan los huesos. Así es que les proponemos
lo siguiente: dividámonos el rebaño de ovejas, y tanto
ustedes como nosotros podremos comer hasta hartarnos.
Creyendo que los lobos hablaban de buena fe, los perros
les abrieron la puerta del corral. Lo primero que hicieron los
lobos, apenas entraron, fue matar a los perros.
No hay que unirse a quien te propone hacer daño a otro,
porque tal como se lo hace a otro, puede hacértelo a ti.
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El lobo y la cabra
Cierto día un lobo vio a una cabra que pastaba al borde
de un barranco.
–¡Vaya! –se dijo–. Esta presa es mía.
Como no podía acercarse hasta donde la cabra se
hallaba, le gritó:
–¡Hola, amiga! Es muy peligroso donde estás: te puedes
caer y matarte.
–No te preocupes –le replicó la cabra–. Me encuentro
muy bien donde estoy. Sin darse por vencido, el lobo se acercó cuanto pudo al pie
del barranco, y trató de convencerla con astutas palabras:
–¡Mira este potrero! –le gritó–. ¡Qué verde! Observa lo
crecido que aquí está el pasto. Y hay agua cerca. ¡Muy cerca!
La cabra, muy tranquila, le contestó:
–Gracias, amigo mío, pero sé muy bien que no me invitas a
comer a mí, sino que estás invitándote a ti mismo. Y pretendes
que yo sea tu comida.
Hay que cuidarse de los malvados, para que no nos
atrapen con sus tretas y engaños.
24 25
La reunión de los ratones –Tenemos que amarrarle un cascabel en el cuello.
A todos, esta les pareció una idea excelente. Pero había que
encontrar a quién le pusiera el cascabel.
Había un gato que cazaba tal cantidad de ratones, que casi –Yo no sirvo –dijo un ratón–. Corro muy despacio.
no quedaba ninguno en pie. Los pocos que aún vivían, –Tampoco yo puedo –aseguró otro–. Le tengo terror y no
no se atrevían a salir de sus cuevas y pasaban hambre. El sería capaz de acercarme a él.
problema, era el modo que tenía el gato de atacar a los Finalmente, la reunión se disolvió porque nadie se atrevía a
ratones; éste consistía en aparecer de improviso, antes de ponerle el cascabel al gato.
que tuvieran tiempo de darse cuenta de su presencia. Son muchos los que tienen buenas ideas, pero muy pocos
Un día, en que el gato andaba distrayéndose en los los que se atreven a realizarlas.
tejados, los ratones llamaron a reunión. Tenían –dijeron–
que encontrar una manera de notar la presencia del gato
apenas este aparecía. Discutieron largo rato. Hasta que uno
de ellos propuso:

26 27
El pastor que anunciaba al lobo

Un joven pastor, que estaba al cuidado de un rebaño de


ovejas, quiso un día hacerle una broma a sus vecinos, y gritó:
–¡Auxilio, que viene el lobo! ¡El lobo!
Pero cuando los habitantes de las cabañas cercanas
llegaron hasta él, el joven pastor se echó a reír, diciendo:
–¡Qué tontos! Era una broma.
Unos días después volvió a hacer lo mismo.
–¡El lobo! –gritó, con voz de terror–. ¡Que viene el lobo!
Los vecinos llegaron corriendo con palos y perros, pero
el joven se burló nuevamente de ellos.
Cuando una semana más tarde volvió a repetir sus gritos
de auxilio, nadie le hizo caso y nadie acudió. El lobo,
dándose cuenta de que ya no había peligro alguno, atacó a
las ovejas, las hirió e hizo lo que quiso con ellas.
Al mentiroso termina por no creérsele, aunque diga la
verdad.

28 29
Los dos conejos “Pues, ¿qué son?”
–“Podencos”.
pillan descuidados
a mis dos conejos,
“¡Qué! ¿Podencos dices?”. los que por cuestiones
Por entre unas matas, “Sí, como mi abuelo”. de poco momento
“¿Qué ha de ser? – “Galgos y muy galgos, dejan lo que importa,
seguido de perros
responde–. bien visto los tengo”. llévense este ejemplo.
(no diré corría),
Sin aliento llego… “Son podencos; vaya
volaba un conejo.
Dos pícaros galgos que no entiendes de eso”. No hay que quedarse
De su madriguera
me vienen siguiendo”. “Son galgos, te digo”. en asuntos de poca
salió un compañero
“Sí –replica el otro–, “Digo que podencos”. importancia, olvidando
y le dijo: “Tente,
por allí los veo… En esta disputa el asunto principal.
amigo, ¿qué es esto?”.
Pero no son galgos”. llegando los perros

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La gallina de los huevos de oro
Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia descontento
quiso el avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
La mató, le abrió el vientre de costado,
pero, después de haberla registrado,
¿qué sucedió? Que muerta la gallina,
perdió su huevo de oro y no halló mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante


enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que solo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones
¡se vieron en la calle sin calzones!

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La ardilla y el caballo El paso detiene entonces
el buen potro y, muy formal,
Yo me afano,
mas no en vano;
en los términos siguientes sé mi oficio,
Mirando estaba una ardilla y destreza respuesta a la ardilla da: y en servicio
a un generoso alazán, no me espanto, “Tantas idas de mi dueño
que, dócil a espuela y rienda, que otro tanto y venidas, pongo empeño
se adiestraba a galopar. suelo hacer, y acaso más. tantas vueltas de lucir mi habilidad”.
Viéndolo hacer movimientos Yo soy viva, y revueltas,
tan veloces y a compás, soy activa; quiero, amiga, Algunos se esfuerzan por
de este modo le dijo me meneo, que me diga: hacer cosas inútiles,
con muy poca cortedad: me paseo; ¿son de alguna utilidad? como si fueran importantes.
“Señor mío, yo trabajo,
de este brío, subo y bajo,
ligereza no me estoy quieta jamás”.

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Los dos amigos y el oso de hallarle sin lesión alguna,
y al fin le dice: “Sepas que he notado
A dos amigos se apareció un oso: que el oso te decía algún recado.
el uno, muy miedoso, ¿Qué pudo ser?” “Te diré lo que ha sido;
en las ramas de un árbol se asegura; estas dos palabritas al oído:
el otro, abandonado a la ventura, Aparta tu amistad de la persona
se finge muerto repentinamente. que si te ve en peligro te abandona.
El oso se le acerca lentamente;
pero como este animal, según se cuenta,
de cadáveres nunca se alimenta,
sin ofenderlo lo registra y toca,
huélele las narices y la boca;
no le siente el aliento,
ni el menor movimiento;
y así, se fue diciendo sin recelo:
“Este está más muerto que mi abuelo”.
Entonces el cobarde,
de su gran amistad haciendo alarde,
del árbol se desprende muy ligero,
corre, llega y abraza al compañero,
pondera la fortuna

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El burro y el cochino
Envidiando la suerte del cochino,
un burro maldecía su destino.
“Yo, decía, trabajo y como paja;
él come harina, berza, y no trabaja;
a mí me dan de palos cada día;
a él le rascan y halagan a porfía”.
Así se lamentaba de su suerte;
pero luego que advierte
que a la pocilga una gente avanza,
con gesto de matanza,
armada de cuchillo y de caldera,
y que con maña fiera
dan al gordo cochino fin sangriento,
dijo entre sí el jumento:

Si en esto para el ocio y los regalos


al trabajo me atengo y a los palos.

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