El Tesoro de Los Andes

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El tesoro de los Andes

Cuentan que el dios Wiracocha hacía que formaran los arroyos con los deshielos de los
apus que descendían, desangrándose en ríos de vida que fertilizaban la Pachamama.
Hace miles de años el Inca vino al valle del Colca y al ver la fertilidad de la tierra
mandó traer siete granitos de maíz y estos granitos fueron cultivados durante siete años
sin tocar ningún grano. A los siete años volvió a venir el Inca e hicieron la primera
cosecha de “granos de oro” que repartieron a todas las tribus que estuvieran en esa
época. En aquellos tiempos míticos esos pobladores se desplazaban una vez al año hacia
las orillas de la Gran Mama Cocha a quien debían saludar con sacrificios y
veneraciones. La Gran Mama Cocha les proveía de alimentos, productos rituales y
medicinas. Se quedaban por meses y llevaban en “tambores” pescado seco, planchitas
de cochayuyo, mariscos secos, sal de mar, medicinas como el lamarpaco o espuma de
mar y guano de isla.
Pero lo más importante que llevaban eran los elementos que usaban en sus ritos a los
apus; ellos recogían con mucha reverencia en los cántaros de barros: agua de mar, “para
que las nubes vengan del mar y que llueva abundante en ese tiempo” … estrellas de
mar, caracoles, polvo de conchas o “mullu”.
Estas ofrendas eran llevadas con mucho esmero y reverencia hasta las cumbres más
prominentes de su tribu: “los apus Coropuna y Ampato” … Ellos las depositaban en un
recipiente cuadrado de piedra hermosamente tallada y en medio de rituales
“alimentaban” a los apus con polvo de mullu. Arrojándolos en sus cumbres al viento, le
pedían a la montaña que las lluvias se vuelvan abundantes para llevar la vida a los
campos… y la lluvia descendía desde los apus como una bendición, destrozando el
suelo y destruyendo rocas que eran arrastradas por los ríos y arena hasta la Gran Mama
Cocha; de esta manera, se abrieron profundos valles y estrechas quebradas talladas en
andenes de colores del arco iris, donde los dioses andinos continúan vivos y los actuales
pobladores los veneran como guardianes ancestrales del “Tesoro de los Andes”

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