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HUMANISMO

Utopía (fragmentos), de Tomás Moro escrita en 1516


“…Los príncipes (…) se ocupan con más gusto de los asuntos militares (…) que de las artes de la buena paz; y más se
preocupan de discurrir procedimientos para conquistar…nuevos reinos, que de administrar bien los que poseen.
[…]Grande es el número de los nobles que, ociosos como zánganos, no sólo viven del trabajo de los demás, sino
que los esquilman como a los colonos de sus fincas y los desuellan hasta la carne viva para aumentar sus rentas.
[…]La realidad enseña cuán equivocados están los que piensan que la pobreza del pueblo es garantía de paz…no es
propio de la dignidad real gobernar a mendigos, sino a gentes felices. […]Los Utópicos sólo trabajan seis horas (…)
les basta dicho tiempo (…) para conseguir con creces cuanto requieren sus necesidades o su bienestar. Esto se hará
fácilmente comprensible si se considera cuán gran parte del pueblo vive inactiva en otras naciones: en primer lugar
casi todas las mujeres, (…) añádase los sacerdotes y los llamados religiosos. Únanse a éstos los ricos propietarios de
tierras, denominados vulgarmente nobles y caballeros. Súmenseles sus servidores, famosa mezcolanza de truhanes
armados. […](...) si toda esa chusma que ahora se consume en el ocio y la holganza, se aplicase a trabajos útiles y
de interés común, echaríase de ver al punto que poco tiempo basta y sobra para la consecución de cuanto exigen la
necesidad y el bienestar. […](…) las instituciones del Estado [en Utopía] persiguen (…) el siguiente fin: que los
ciudadanos estén exentos de trabajo corporal el mayor tiempo posible, (…) y puedan dedicarse al libre cultivo de su
inteligencia, por considerar que en esto estriba la felicidad de la vida…”

Oración acerca de la dignidad del hombre del filosofo Giovanni Pico Della Mirandola, escrita en 1496
Así, pues (Dios) creó al hombre cual obra de la naturaleza infinita y colocándolo en el centro del mundo, le habló de
este modo: “No te he dotado, oh Adán, ni de un lugar determinado, ni de aspecto propio, ni de virtud concreta
alguna, porque el lugar, características y virtudes que desees han de venir dados por tu propia decisión y consejo.
La naturaleza limitada de los otros lo está por leyes que yo he prescrito. Tú las determinarás todas, sin ninguna
barrera que te constriña, según tu libre arbitrio, a cuya potestad te entrego. Te coloco en el centro del mundo, para
que, desde allí, mejor puedas vislumbrar todo lo que hay en el mundo. No te hice ni un ser celeste, ni un ser
terrenal, ni mortal, ni inmortal para que Tú, como libre y soberano artífice de ti mismo, pudieses moldearte y
esculpirte en la forma que prefieras. Podrás degenerar (en el nivel de) las cosas inferiores, podrás, según tu
voluntad, regenerarte en las cosas superiores, que son divinas […]”.Dividamos al hombre en tres partes: la más alta
es la cabeza, después viene la que empieza en el cuello y va hasta el ombligo y, por último, la tercera que se
extiende del ombligo a los pies. Dichas partes del hombre son, asimismo, diferentes y separadas entre sí por unas
ciertas características. Resulta admirable, no obstante, la belleza y perfección con que, por una muy precisa ley, se
corresponde con las tres partes del mundo. El cerebro, manantial del conocimiento, se halla en la cabeza. El
corazón, fuente de vida, movimiento y calor, en el pecho. Los órganos genitales, principio de la reproducción, están
en la última parte. De igual forma en el mundo, la parte más alta, que corresponde a la morada de los ángeles o del
intelecto, es el manantial del conocimiento, porque su naturaleza está hecha para entender. La parte media, el
cielo, es el principio de la vida, del movimiento y del calor, y en ella, domina el sol como el corazón en el pecho.
Bajo la luna se encuentra, como todos saben, el principio de la procreación y la corrupción. Os dais cuenta con qué
exactitud se corresponden recíprocamente las partes del mundo y las del hombre. […]

Fragmento de Pantagruel, escrita en 1532 por François Rabelais


Pantagruel: consejos de un padre a su hijo (Gargantúa)
Hijo mío, […] pretendo y deseo que aprendas lenguas perfectamente. En primer lugar, la griega […], en segundo
lugar, la latina; y luego, la hebraica, para las Sagradas Escrituras; y también, la caldea y la arábiga. Y que te formes
tu estilo, en cuanto a la griega, a imitación de Platón, en cuanto a la latina, a imitación de Cicerón. Que no haya
historia que no tengas presente en la memoria […] ¡Sigue! Conoce todas las leyes de la Astronomía y  olvida la
Astrología divina […]. De derecho civil, quiero que sepas sus bellos textos de memoria y que los relaciones con la
Filosofía […]. En cuanto al conocimiento de los hechos de la naturaleza, deseo que te dediques a ellos
diligentemente: que no exista mar, río o fuente cuyos peces no conozcas; has de conocer también todos los pájaros
del aire, todos los árboles y arbustos y frutos de la flora, todas las hierbas de la tierra, todos los metales sepultados
en el fondo de los abismos y las piedras preciosas de todo el Oriente y de los países del sur […]. Con   frecuentes
análisis minuciosos, conseguirías el perfecto conocimiento del microcosmos, o sea, del hombre. Y durante algunas
horas al día, comienza a familiarizarte con los textos sagrados.

Fragmentos de “Elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam


El elogio de la locura o Encomio de la Estulticia consta de 68 capítulos breves en los que Estulticia, la Locura (o más
bien la Insensatez) se alaba a sí misma y nos habla de todos los bienes que proporciona a los dioses y a los
hombres. La vida, el amor, el matrimonio, la procreación, la amistad… en todo está presente.

“la mayor parte de ellos conceden tanta importancia a las ceremonias y tradicioncillas, que piensan que el Paraíso
no es bastante recompensa”.
 
“De la misma manera, los pontífices, diligentísimos para amontonar dinero, delegan en los obispos los menesteres
demasiado apostólicos; los obispos, en los párrocos; los párrocos, en los vicarios; los vicarios, en los monjes
mendicantes y, por fin, éstos lo confían a quienes se ocupan de trasquilar la lana de las ovejas”
“Mucho más fervorosamente adorada me juzgo al ver que todos me llevan en el corazón, me confiesan con la
conducta y me imitan en la vida. Por cierto, que no es éste el género de culto más frecuente, ni aun entre los
cristianos. ¡Cuántos de éstos ofrecen a la Virgen Madre de Dios una vela encendida en pleno mediodía, que es
cuando no le hace falta alguna! Y, sin embargo, ¡cuán pocos se esfuerzan en imitarla en su castidad, su modestia y
su amor divino! Éste sería, sin embargo, el culto verdadero y, con mucho, el más agradable al cielo”

“El espíritu humano está modelado de tal manera, que aprehende mucho mejor lo ficticio que lo verdadero. Si
alguien solicita una prueba manifiesta y obvia de tal cosa, acuda a la hora del sermón en una iglesia y verá que si se
está hablando de algo serio, todos dormitan, bostezan y se asquean; en cambio, si el vociferador (me he
equivocado, quise decir el orador), comienza, según hacen con frecuencia, a explicar alguna historieta asnal, se
despabilan todos, prestan atención y escuchan con la boca abierta. Del mismo modo, si se celebra algún santo
orlado de fábulas y de poesías –como, si me pedís ejemplos, lo son Jorge, Cristóbal o Bárbara- veréis que se les
venera con mucha más devoción que a san Pedro, san Pablo o al mismo Jesucristo”

“Cualquiera está de acuerdo con las tesis de Lutero; yo veo que la monarquía del Papa en Roma tal como es ahora,
es la peste del cristianismo. Pero no sé si es conveniente tocar en público esa úlcera”. (Erasmo en una carta a
Lutero).

Fragmentos de “El príncipe” de Nicolás Maquiavelo


“…Capitulo XV: De aquellas cosas por las cuales los hombres y especialmente los príncipes, son alabados o
censurados
Queda ahora por analizar cómo debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos. Y porque sé que
muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir ahora yo, si no seré tachado de presuntuoso, sobre
todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones. Pero siendo mi propósito escribir cosa útil para
quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia.
Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni
conocidos; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que aquel que deja lo que se
hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse., pues un hombre que en todas partes
quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario
que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la
necesidad. Dejando, pues, a un lado las fantasías, y preocupándonos sólo de las cosas reales, digo que todos los
hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más elevadas, son juzgados
por algunas de estas cualidades que les valen o censura o elogio. Uno es llamado pródigo, otro tacaño (y empleo un
término toscano, porque “avaro”, en nuestra lengua, es también el que tiende a enriquecerse por medio de la
rapiña, mientras que llamamos “tacaño” al que se abstiene demasiado de gastar lo suyo); uno es considerado
dadivoso, otro rapaz; uno cruel, otro clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido y
animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro débil; uno
grave, otro. frívolo; uno religioso, otro incrédulo, y así sucesivamente. Sé que no habría nadie que no opinase que
sería cosa muy loable que, de entre todas las cualidades nombradas, un príncipe poseyese las que son
consideradas buenas; pero como no es posible poseerlas todas, ni observarlas siempre, porque la naturaleza
humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que sepa evitar la vergüenza de aquellas que le significarían
la pérdida del Estado, y, sí puede, aun de las que no se lo harían perder; pero si no puede no debe preocuparse
gran cosa, y mucho menos de incurrir en la infamia de vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado,
porque si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que
parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad…”

REFORMA

Las 95 tesis de Martín Lutero (Selección)


36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin
carta de indulgencias.
43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor
que si comprase indulgencias.
54. Oféndase a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias
que a ella.
66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.
81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el
respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.
86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no
construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres
creyentes?
90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa
exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.

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