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OJOS DE DIOS

“tsikuri”
El Ojo de Dios (tsikuri),nombre dado por la lengua huichol; simboliza los cuatro
puntos cardinales o lugares sagrados a donde acuden los Huicholes a rendir
culto religioso, además del rumbo más importante, el quinto, el rumbo del
centro, que se caracteriza por ser el punto de donde emerge el todo. Norte:
(tsakaimuta), hoy Mesa del Nayar; sur: (rapawiyeme), hoy lago de Chapala;
oriente (wirikuta), hoy Real de Catorce, S.L.P.; poniente (haramara), hoy San
Blas. 

Quien crea y hace los ojos de dios (tsikuri) son los chamanes (mara'akame),
por tener la habilidad de bajar la racionalidad del fluir del universo, en forma de
simbolismos, esto, a través de un trance, que le permite a su ser, salirse, y
estar fuera de sí, a través de la ingesta del peyote. Por ejemplo el ojo de dios
es una representación de la estructura del universo, en forma simbólica, que
expresa como es dios en su desdoblamiento dual, sobre los cuatro puntos
cardinales, o los cuatro rumbos del universo, que actúan como columnas que
sostienen los pisos celestiales y los pisos del inframundo; ya que abra que
recordar que la cosmología huichol es heredera del pensamiento antiguo
mesoamericano, y evidentemente comparte y es influenciado en la imagen de
su mundo.

“El mundo es una unidad dinámica que manifiesta una infinidad de cambios
constantes, lo que hace que lo presente a los ojos del hombre sea diferente al
siguiente momento. El hombre náhuatl se da cuenta que su realidad está en
continua transformación y que él, inclusive, se ve arrastrado a mostrar cambios
tanto en lo individual como en lo colectivo. Todo cambia, y ese cambio hace
que su presencia en el mundo se vea afectada por las relaciones entre las
diferentes fuerzas que promueven ese cambio. Todo este movimiento y cambio
representa para el hombre náhuatl algo que está en lucha permanente, una ley
dialéctica de muerte y renacimiento que rige el devenir del mundo.
Esta constante lucha de contrarios, que hace que la realidad sea de la forma
que es, provoca que los nahuas, al tratar de explicársela, busquen fuera de sí
su principio u origen. Debido a la evidente fragilidad del hombre frente al poder
de esas fuerzas en oposición, su explicación no puede ser tan simple como la
que da a las cosas que puede percibir sensiblemente. Esa explicación tiene
que darse a partir de un principio superior que ordene toda la diversidad y que,
a la vez, trascienda las limitaciones del hombre y a las mismas fuerzas
contrarias que se hacen presentes en la naturaleza, un principio creador y
omnipresente.
La importancia y la potencia de esas fuerzas encontradas y en constante
devenir, hacen que el hombre náhuatl busque fuera de sí y de todo elemento
sensible la explicación dinámica de la realidad; tiene que venir de un elemento
primigenio y superior del cual hayan surgido o hayan sido creadas esas fuerzas
y, por ende, la realidad con toda su complejidad, incluyendo al hombre mismo.
Ese elemento primigenio y superior es concebido por los nahuas como una
divinidad abstracta de la cual surge todo lo existente y cuya presencia es
percibida en todos los elementos de la realidad.” (José Alfredo Madrigal,
cosmología náhuatl, pág. 2)

En el Códice Florentino se hace mención de esa divinidad suprema en un bello


texto:

“Madre de los dioses, padre de los dioses,


el dios viejo,
tendido en el ombligo de la tierra,
metido en un encierro de turquesas.
El que está en las aguas color de pájaro azul,
el que se halla en su encierro de nubes,
el dios viejo, el que habita en las sombras
de la región de los muertos,
el señor del fuego y del año.” (Tomado de: León-Portilla, Miguel. De Teotihuacan a los Aztecas, p. 486.)

Evidentemente el dios supremo de las culturas antiguas de Mesoamérica es un


dios dual, que los nahuas lo denominaron “ometeotl” que se traduce como
dios doble, dios dual, por ser dos veces dios, una dicotomía de dios hombre y
dios mujer, como lo redacta la cita anterior del códice florentino, el dios que
sostiene y da sustento al universo, ahora veamos la etimología del dios
supremo:

“En el principio del mito esta una raíz originaria de la cual por desdoblamiento
surgen los primeros dioses (que representan la fuerza de los elementos
naturales) que ponen en marcha todo el “acaecer temporal del universo”. Este
origen no es otro que Ometeotl, que en su primer desdoblamiento se muestra
como Ometecuhtli (Señor de la dualidad) y Omecihuatl (Señora de la
dualidad); es la primera noción de divinidad que se presenta como un ser
ambivalente: “...principio activo, generador y simultáneamente receptor pasivo,
capaz de concebir. Aunando así en un solo ser, generación y concepción –lo
que hace falta en el mundo para que surja la vida- se está afirmando que
Ometeotl es el principio cósmico en el que se genera y concibe cuanto existe
en el universo.” (León-portilla, Miguel. La Filosofía Náhuatl, p. 153.)

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