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Capitulo 16:

"De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo"
Cuando llegan a la venta, la mujer del ventero, su hija y una joven asturiana poco agraciada "del un
ojo tuerta y del otro no muy sana" que se llama Maritornes le curan las heridas a don Quijote en
una cama bastante incómoda y chapucera.
En vez de admitir que las heridas son el resultado de los golpes que les dieron los arrieros, Sancho
dice que su amo se cayó de una peña y que él está dolorido por el sobresalto que sintió al verlo
lesionarse de esa manera.

Entonces, Sancho le explica a Maritornes que don Quijote es un caballero aventurero quien "hoy
está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres
coronas de reinos que dar a su escudero".

Al caer la noche, toda la venta está en silencio, pero el arriero que comparte la habitación con don
Quijote y Sancho está en su cama despierto esperando a Maritornes, ya que la asturiana había
acordado visitarlo para "satisfacerle el gusto en cuanto le mandase" después de que se durmieran
los otros huéspedes. Aquí Cervantes menciona que el autor de esta historia, Cide Hamete
Benengeli, conocía a este arriero muy bien y que era pariente suyo.

Don Quijote y Sancho también están en sus camas despiertos ya que no pueden conciliar el sueño
por estar tan doloridos. En esto, don Quijote comienza a imaginar que la hija del señor del castillo
(el ventero) se enamora de él y viene a visitarlo de noche, pero se promete no serle infiel a
Dulcinea. Mientras que don Quijote fantasea, entra Maritornes en camisa, descalza y andando de
puntillas en busca del arriero. Don Quiote, le escucha entrar a Maritornes y se sienta en la cama
con los brazos extendidos para recibir a la "doncella". En la oscuridad, Maritornes se topa con don
Quijote y él le agarra la muñeca y hace que se siente a su lado.

Imagina que su camisa es de una tela fina, que las cuentas de vidrio de su pulsera son perlas
orientales y que su aliento, que "olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba
de su boca un olor suave y aromático". No obstante, don Quijote le explica a Maritornes que no
puede satisfacer sus deseos por estar tan dolorido y por su compromiso con Dulcinea.
El arriero, quien había escuchado toda esta conversación sin entenderla muy bien, se pone muy
celoso y se levanta de la cama. Cuando se acerca al lecho de don Quijote, ve que éste está
tratando de retener a la fuerza a la muy angustiada Maritornes, por lo que comienza a atacarlo. La
cama poco sólida y de muy mala calidad no puede soportar el peso de los tres y cae al suelo con
un fuerte ruido que despierta al ventero.

Maritornes trata de esconderse en la cama de Sancho y lo asusta tanto que el escudero comienza
a dar puñadas en todas direcciones y ella naturalmente se defiende. El arriero se suma a la riña
con la intención de defender a Maritornes mientras que el ventero se tira encima para castigar a la
joven asturiana. Se apaga la lámpara del ventero y todos comienzan a dar puñetazos por doquier
en la oscuridad.

Uno de los huéspedes de la venta es un cuadrillero de la Santa Hermandad, quien se despierta por
el alboroto y entra a la habitación. Cree que don Quijote está muerto y separa la pelea, pero
entonces se le apaga el candil por lo que sale de la habitación para ir a encenderla.
Capitulo 17:

"Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero
Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo"
Después de la riña en la venta, don Quijote le dice a Sancho que cree que el "castillo" está
embrujado porque mientras conversaba con la hija del señor del castillo, le atacó un gigante. Por
eso cree que "el tesoro de la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y
no debe de ser para mí".

Sancho le responde que tampoco debe de ser para él porque más de 400 moros lo atacaron a él.
En ese momento, vuelve el cuadrillero con su candil y ve que don Quijote no está muerto. Le
pregunta cómo está, pero don Quijote le responde que no le está hablando con el respeto que
merece un caballero andante.

El cuadrillero se ofende y le pega a don Quijote en la cabeza con el candil. Llegan a creer que el
cuadrillero es un moro hechizado, y don Quijote le dice a Sancho que no hay que darle mucha
importancia a los encantamientos y fantasmas.

Sancho le pide al ventero aceite, vino, sal y romero para que don Quijote haga el bálsamo de
Fierabrás para curar las heridas. Mezcla todos los ingredientes y allí en frente de todos, bendice la
mezcla. Don Quijote bebe un poco del bálsamo e inmediatamente comienza a vomitar, pero tras
una larga siesta se despierta sintiéndose mucho mejor y por esa razón cree que el bálsamo fue
muy efectivo. Sancho también prueba un poco del bálsamo, pero se pone enfermo y maldice el
brebaje. Su amo le dice que no toleró bien el bálsamo porque no es caballero andante como él.
Aunque Sancho está enfermo, don Quijote se siente mucho mejor y quiere irse ya de la venta, así
que ensilla a los animales, y le ayuda a Sancho a vestirse y montarse en su asno. Al despedirse, el
ventero le pide a don Quijote que pague por la noche que pasó en su venta así como la paja y
cebada de los animales.

Don Quijote se queda asombrando al enterarse de que en realidad no es castillo sino venta y le
dice al ventero que no tiene la obligación de pagarle nada ya que es caballero andante y tiene
derecho a alojamiento. Sale de la venta y el ventero trata de cobrarle a Sancho, quien se había
quedado atrás, pero el escudero también rehusa pagarle.

También en la venta está un grupo de hombres alegres y juguetones, y se les ocurre mantear a
Sancho. Don Quijote oye los gritos de Sancho mientras lo tiran al aire y vuelve a la venta para
acudir en su ayuda. Cuando llega no puede apearse de Roncinante por lo dolorido que está y lo
siguen manteandoa Sancho hasta por fin cansarse.

Capitulo 18:

"Donde se cuenta las razones que pasó Sancho Panza con su señor don Quijote, con otras
aventuras dignas de ser contadas"
Al salir juntos de la venta, don Quijote le dice a Sancho que está convencido de que aquel castillo
está embrujado y que los que lo mantearon son fantasmas. Además agrega que no se pudo apear
de Rocinante para ayudarlo porque estaba encantado. Sancho no está de acuerdo y cree que son
hombres de carne y hueso.

Un poco desanimado por lo acontecido, le dice a don Quijote:


"Y lo que yo saco en limpio de todo esto es que estas aventuras que andamos buscando, al cabo
al cabo nos han de traer tantas desventuras, que no sepamos cuál es nuestro pie derecho. Y lo
que sería mejor y más acertado, según mi poco entendimiento, fuera el volvernos a nuestro lugar,
ahora que es tiempo de la siega y de entender en la hacienda, dejándonos de andar de Ceca en
Meca y de zoca en colondra, como dicen".
Don Quijote le responde que no sabe mucho de caballería y que no hay mayor placer en el mundo
que ganar una batalla. Sancho le responde que no han ganado ninguna batalla y que todo ha sido
"palos y más palos, puñadas y más puñadas". Siguen conversando hasta que don Quijote ve una
polvareda en el camino y cree que es de dos ejércitos, pero en realidad son dos manadas de
ovejas y carneros. Sancho, sin embargo, le cree a don Quijote cuando le dice que son los ejércitos
del emperador Alifanfarón, señor de la isla Trapobana y de su enemigo Pentapolín del
Arremangado Brazo, el rey de los garamantas.
Antes de entrar en batalla con las manadas, don Quijote le explica a Sancho en muchísimo detalle
quienes son los caballeros principales de los ejércitos.

El ejército pagano consiste en personas asiáticas y africanas y el cristiano se compone de


caballeros de la península ibérica. Tras esta larga explicación, entra la voz de Cervantes para
expresar su opinión sobre los libros de caballerías: "¡Válame Dios, y cuántas provincias dijo,
cuántas naciones nombró, dándole a cada una, con maravillosa presteza, los atributos que le
pertenecían, todo absorto y empapado en lo que había leído en sus libros mentirosos!".
Sancho le escucha a don Quijote, pero le confiesa que no ve a ningún caballero ni gigante, a lo que
don Quijote responde que es porque el miedo le ha turbado los sentidos. Su amo no pierde más
tiempo y con la lanza puesta en el ristre, avanza hacia las manadas. En eso Sancho trata de
hacerle entrar en razón gritándole:

"¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas las que
va a embestir! ¡Vuélvase, desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es ésta? Mire que
no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni enteros, ni veros
azules ni endiablados".
Don Quijote no le hace caso y arremete contra las ovejas. Los pastores le gritan y le tiran piedras.
Tras recibir el primer golpe de piedra, don Quijote trata de curarse y bebe su bálsamo pero con el
segundo fuerte golpe se cae de Rocinante. Los pastores creen que está muerto, así que
rápidamente recogen a los animales muertos y se van. Don Quijote insiste en que fueron ejércitos y
que un sabio enemigo los convirtió en manadas de ovejas.

Tras la batalla, Sancho le mira la boca a su amo para ver cuántos dientes le faltan y ve un líquido
rojo que no es sangre sino el bálsamo, pero le da tanto asco que vomita encima de don Quijote y
jura a sí mismo dejar las aventuras y volver a su casa.

Poco después, don Quijote ve que Sancho está triste y trata de consolarlo. Por si fuera poco,
Sancho dejó las alforjas en la venta, así que no tienen nada para comer. Mientras conversan,
Sancho le dice que es mejor predicador que caballero andante, y don Quijote le recuerda que en
pasados siglos era importante que los caballeros pudieran dar pláticas como si fueran graduados
de la Universidad de París "de donde se infiere que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la
lanza", refiriéndose al caballero ideal que es tan experto en letras como en armas.
Se está haciendo tarde y don Quijote le dice a Sancho que elija la venta donde han de pasar la
noche.
Capitulo 19:

"De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo y de la aventura que le sucedió con un
cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos".
Sancho le dice a don Quijote que sospecha que su mala suerte se debe a no haber cumplido
un juramento que hizo previamente de "no comer pan a manteles, ni con su mujer folgar". Don
Quijote está de acuerdo.
Cae la noche y siguen por el camino en busca de una venta.

De repente ven a la distancia una multitud de luces que se mueven. Cuando se acercan, don
Quijote y Sancho ven que son unos veinte "encamisados" montados en mulas y con hachas
encendidas. ("Encamisados" son militares con camisas puestas encima del traje para diferenciarse
de sus enemigos en un asalto de sorpresa, usualmente de noche.) Traen una litera cubierta de
luto.
Murmuran entre sí con una voz baja y compasiva. Don Quijote se imagina que llevan a un caballero
muerto o herido y que su venganza le corresponde, por lo que les exige que se detengan y que le
expliquen quiénes son, de dónde vienen, adónde van y a quién llevan. Los hombres le responden
que no pueden darle tanta información porque tienen prisa. Don Quijote se ofende y, mientras
detiene por el freno la mula de uno de los encamisados, les dice que si no le contestan, que
tendrán que entrar en batalla con él. La mula se asusta y el encamisado montado en ella cae al
suelo. Otro encamisado le insulta a don Quijote, por lo que arremete contra él y los demás de su
grupo.

Pero estos "encamisados" en realidad no son militares ni caballeros, sino sacerdotes y por lo tanto
no vienen armados y salen corriendo.

Y así como don Quijote confundió la identidad de estos hombres, los sacerdotes creen que él es un
diablo que quiere quitarles el cuerpo del muerto. Sancho afirma su creencia en la ilusión del mundo
quijotesco cuando dice: "Sin duda este mi amo es tan valiente y esforzado como él dice".

Uno del grupo de sacerdotes no pudo huir por una pierna rota y don Quijote le vuelve a hacer las
mismas preguntas.

El herido le responde que se llama Alonso López, es un bachiller y que se dirigía a la ciudad
de Segovia con los otros sacerdotes para enterrar al cuerpo de un caballero que murió de una
peste. Entonces don Quijote se presenta a Alonso y le dice que es un caballero y que es su deber
"andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios".
A esto Alonso le responde: "No sé como pueda ser eso de enderezar tuertos [...], pues a mí de
derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en
todos los días de su vida; el agravio que en mí habéis deshecho ha sido dejarme agraviado de
manera que me quedaré agraviado para siempre; y harta desventura ha sido topar con vos, que
vais buscando aventuras".

Don Quijote insiste en que en los sacerdotes tenían la culpa por venir de noche con hachas y esa
apariencia de "cosa mala y del otro mundo". Mientras don Quijote conversa con Alonso, Sancho
está buscando comida entre las pertenencias que dejaron atrás los sacerdotes. Los dos le ayudan
al bachiller a montar la mula y Sancho le dice que si los sacerdotes le preguntan quién ha sido el
"valeroso" que les responda que fue "don Quijote de la Mancha, que por otro nombre se llama el
Caballero de la Triste Figura".

Tras irse el bachiller, don Quijote le pregunta a Sancho por qué le llamó así. Sancho le explica que
tiene muy mal aspecto, debido seguramente al cansancio o a la falta de dientes. Aquí entra
la metaficción, cuando don Quijote le responde que cree "el sabio", quien está escribiendo la
historia de sus hazañas, ha querido darle un nombre apelativo, como otros caballeros y que este
sabio puso ese nuevo nombre en el pensamiento y la lengua de Sancho. Don Quijote agrega que
desde ahora en adelante quiere usar ese nuevo nombre.
Entonces, el bachiller le dice a don Quijote que queda descomulgado por haber puesto las manos
violentamente en cosa sagrada. (Las notas al pie de la página explican que, por un error o
descuido en esta edición, el texto no dice que el bachiller volvió antes de decir esto a don Quijote.)
Don Quijote se defiende y dice que creía que eran fantasmas y no sacerdotes, y le recuerda un
episodio legendario en el que el Cid Rodrigo de Vivar fue descomulgado. Al final del capítulo,
Sancho y don Quijote encuentran un valle para descansar y comer todo que lo que dejaron atrás
los sacerdotes.

Capitulo 20:

"De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en
el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha".
Tras comer, don Quijote y Sancho van en busca de un arroyo para satisfacer su sed. Escuchan el
ruido de agua en la distancia, pero también golpes, y por ser de noche, no pueden ver bien,
creando una atmósfera escalofriante. En esto don Quijote le dice a Sancho que nació para los
peligros y grandes hazañas, y le pide que lo espere allí por tres días mientras que él sigue
adelante, y que si no vuelve que vaya a decirle a Dulcinea que su cautivo caballero murió.
Sancho comienza a llorar y le dice que deben esperar juntos y que no está bien tentar a Dios
entrando en peligro. Agrega que él dejó atrás a su familia en esperanzas de tener su propia isla y
que ahora don Quijote le paga con abandonarlo en un lugar tan remoto. Cuando don Quijote insiste
en irse, Sancho, sin ser visto, ata los pies a Rocinante y por ende el caballo no puede moverse.
Don Quijote acepta esperar hasta el alba para seguir. Como Sancho aún tiene miedo, don Quijote
le sugiere que le cuente una historia para distraerse.

El cuento se trata de Lope Ruiz, un pastor de Extremadura, quien se enamora de una pastora
llamada Torralba que "tiraba algo a hombruna porque tenía unos pocos de bigotes". Pero cuando
Torralba le provoca celos, el amor que el pastor le tenía se convierte en aborrecimiento. Ese
rechazo hace que Torralba lo quiera aún más. El pastor quiere alejarse de ella y guía sus 300
cabras hacia Portugal, pero Torralba decide seguirlo. Cuando el pastor llega al río Guadiana, le
pide a un pescador que le ayude cruzar, pero en su pequeño bote sólo caben una persona y una
cabra.

El pescador ofrece ayudarlo, pasando una cabra a la vez. "Con todo esto, volvió por otra cabra, y
otra, y otra . . .", cuenta Sancho.

Don Quijote le dice que haga la cuenta que las pasó todas y que siga con la historia, pero Sancho
le responde que no puede porque allí acaba el cuento. Don Quijote no puede creer que así termina
la historia y le da un elogio irónico: "que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento o
historia, que nadie pudo pensar en el mundo".

De repente a Sancho le da ganas de ir al baño, pero no quiere apartarse de su amo por el miedo
que tiene. Por lo tanto, baja los pantalones y comienza a defecar allí mismo en la oscuridad,
tratando de no hacer ruido para que don Quijote no se dé cuenta. Pese a sus esfuerzos, don
Quijote escucha algo y le pregunta a Sancho qué fue. "No sé, señor", responde Sancho. "Alguna
cosa nueva debe de ser; que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco". Pero
Sancho está tan cerca de don Quijote que los olores le llegan a la nariz. Don Quijote la aprieta con
los dedos inmediatamente y le dice a Sancho: "Ten más cuenta con tu persona y con lo que debes
a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio".

Al amanecer, Sancho desata los pies de Rocinante para que pueda moverse, y don Quijote
interpreta el movimiento de su caballo como señal de que deben continuar e investigar el origen de
los golpes que no cesan. De nuevo, don Quijote le pide a Sancho que le espere, pero Sancho
comienza a llora y decide seguir a su amo. Finalmente encuentran el origen de esos sonidos que
tanto miedo les dieron: una máquina rústica de mazos de madera que mueve una rueda con el
agua. Sancho empieza a reírse y burlarse de don Quijote, pero su amo no tolera este trato y se
enfada con él. Entonces, comienzan a hablar sobre su relación y don Quijote le dice que conversan
mucho más que otros caballeros y escuderos, según los libros de caballería, que ha leído. Por lo
tanto, le dice a Sancho: "De todo lo que he dicho, has de inferir, Sancho, que es menester hacer
diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero. Así que, desde hoy en
adelante, nos hemos de tratar con más respeto [...]". Sancho está de acuerdo, pero le pregunta a
su amo cuánto gana un escudero. A esto don Quijote le contesta que según él ha leído, que "jamás
los tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced".

Capitulo 21:

"Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a
nuestro invencible caballero"
Comienza a llover mientras siguen por el camino. A la distancia don Quijote ve a un hombre a
caballo con una cosa en la cabeza que brilla como si fuera de oro y le dice a Sancho que es
el yelmo de Mambrino sobre el que hizo el juramento. Sancho tiene sus dudas: "Lo que veo y
columbro [...] no es sino un hombre sobre un asno, pardo como el mío, que trae sobre su cabeza
una cosa que relumbra".
En realidad es un barbero que ha puesto su bacía de lata encima de su cabeza para protegerse de
la lluvia. Don Quijote arremete contra el barbero y le exige que le entregue el "yelmo". Para evitar el
golpe de la lanza, el barbero se cae del asno y Sancho recoge la bacía del suelo. Don Quijote se
prueba el "yelmo", pero como le queda grande y le falta la celada dice: "Sin duda que el pagano a
cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima la cabeza; y lo peor
dello es que le falta la mitad".
Sancho se ríe porque sabe que es una bacía simple, pero a don Quijote no le hace ninguna gracia
y dice que a lo mejor el yelmo cayó en manos de alguien quien fundió la mitad para aprovecharse
del oro y convirtió la otra mitad en algo que se parece a una bacía de barbero. El barbero sale
corriendo, y Sancho le pregunta a su amo qué deben hacer con su asno, pero don Quijote le
responde que no se acostumbra a despojar a los que vence. Almuerzan y siguen por el camino sin
rumbo fijo.

Sancho le dice a don Quijote que le preocupa que en esos lugares remotos no benefician de sus
aventuras porque no hay quien las vea para escribir sobre ellas y sugiere que se pongan al servicio
de un emperador o príncipe grande ya que recibirían remuneración y no faltaría quien escriba
sobre sus hazañas.

No le parece mala idea a don Quijote, pero dice que primero deben buscar sus propias aventuras y
cobrar fama para que sean elogiados cuando entren por las puertas de la ciudad, para que el rey lo
reciba con besos y para que la infanta se enamore de él y se casen. Don Quijote describe esta
fantasía con lujo de detalle y agrega que Sancho también recibirá su merecido y se casará con una
de las doncellas de la infanta.

Sólo le preocupa su linaje, dado que si no desciende de la realeza, pues por más famoso que sea,
el rey no querrá dejar que se case con su hija.

Le explica a Sancho que hay dos tipos de linajes: "unos que traen y deriban su descendencia de
príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en punta, como
pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de grado en grado
hasta llegar a ser grandes señores". Don Quijote es del segundo tipo de linaje, le explica a Sancho,
pero aunque sea hijo de azacán, la infanta lo aceptará por señor y esposo. Y si no, la robará.
Eventualmente llegará a ser rey, dice, y Sancho conde, pero le advierte a su escudero que tendrá
que afeitarse con más frecuencia, por lo que Sancho decide que tendrá su propio barbero que lo
seguirá a todas partes.

Capitulo 22:

"De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban
donde no quisieran ir"
Al comienzo del capítulo, Cervantes atribuye la autoría de nuevo al cronista ficticio: "Cuenta Cide
Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e
imaginada historia, que [...]". La historia que sigue comienza cuando don Quijote ve que por el
camino vienen 12 hombres esposados y encadenados, dos hombres a caballo con escopetas y dos
a pie con dardos y espadas. Sancho le explica a don Quijote que son galeotes, hombres que por
sus delitos han sido condenados a servir al rey en las galeras. Don Quijote cree que es su deber
ayudarlos y le pregunta a uno de los guardas qué delitos han cometido para merecer semejante
castigo. El guarda le sugiere que dirija su pregunta a los mismos galeotes.

Don Quijote comienza a hacerles esta pregunta a los galeotes y se entera de que muchos habían
sido torturados antes de confesar sus crímenes y que otros habían sido detenidos por delitos
menores. Uno ha sido acusado de ser alcahuete, y sobre este tema don Quijote dice: "Aunque bien
sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples
piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce".

Uno de los galeotes está más encadenado que los demás con una cadena al pie y dos argollas al
cuello asidas a cadenas. El guarda le explica a don Qujiote que ha cometido más delitos y que es
más atrevido que los demás. Es el famoso Ginés de Pasamonte, al que también se le conoce como
Ginesillo de Parapilla.

Le dice a don Quijote que ha escrito su historia en un libro que se llama La vida de Ginés de
Pasamonte: "Es tan bueno--respondió Ginés--, que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos
cuantos de aquel género se han escrito o escribieren".
En esto, el comisario alza la vara para golpear a Ginés, pero don Quijote lo defiende y dice que es
castigo suficiente estar encadenado así, y luego les pide a los señores guardianes y al comisario
que dejen libres a estos hombres: "[...] porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios
y naturaleza hizo libres.

Cuanto más, señores guardas --añadió don Quijote--, que estos pobres no han cometido nada
contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida
de castigar al malo, ni de premiar al bueno [...]".

Asombrado, el comisario le dice que de ninguna manera puede dejarlos libres y agrega: "Váyase
vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la
cabeza, y no ande buscando tres pies al gato". En respuesta, don Quijote arremete contra él y el
comisario no tiene tiempo de defenderse por lo que cae al suelo herido por la lanza. Los otros
guardas arremeten contra don Quijote, pero mientras tanto los galeotes logran desencadenarse.
Ginés le quita la espada y la escopeta al comisario y los guardas huyen.

Luego, don Quijote les pide a los galeotes que, como signo de gratitud, vayan a la ciudad del
Toboso para presentarse ante Dulcinea de parte de su caballero y que le cuenten cada detalle de
lo sucedido. Ginés le responde que no pueden porque tienen que dividirse para no ser encontrados
por la Santa Hermandad. Don Quijote se enfada y los galeotes comienzan a tirarles piedras a él y a
Sancho. Don Quijote se cae de Rocinante, y uno de los galeotes le quita la bacía de la cabeza y la
usa para golpearlo hasta que ésta se rompe. Los galeotes le quitan además varios artículos de
ropa, dejando a Sancho casi desnudo y se escapan con los despojos de la batalla.

Capitulo 26:

"Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena"
Al quedarse solo, don Quijote se sube en una alta peña y piensa en si debe imitar a Roldán o a
Amadís; decide por este último. Una de las cosas que hizo Amadís fue rezar, entonces don Quijote
rasga una tira de su camisa y ata once nudos para que le sirva de rosario. También escribe versos
en las cortezas de los árboles en alabanza a Dulcinea.
Sancho, en su camino a ver a Dulcinea, llega a la venta donde lo mantearon y duda en entrar. En
ese momento salen de la venta el cura y el barbero, lo reconocen a Sancho y le preguntan por don
Quijote. El escudero les da una respuesta muy ambigua, por lo que el barbero le contesta que si no
les dice dónde está y qué está haciendo, pensarán que lo ha matado y que le ha robado su caballo.
Por ende, Sancho les da la información que piden y los dos quedan asombrados. Le piden a
Sancho el libro de memoria donde don Quijote escribió la carta a Dulcinea, pero no lo puede
encontrar y se da cuenta de que su amo se quedó con él.

Sancho sabe la carta de memoria, por lo que la recita para el cura y el barbero. La repite dos veces
para que los señores la trasladen a papel pero por no recordarla perfectamente incluye unos que
otros disparates. También les cuenta los planes de don Quijote de ser emperador o monarca, y el
cura y el barbero se percatan de que se le ha contagiado a Sancho la locura de su amo. Deciden
que tienen que ayudar a don Quijote y planean disfrazarse de doncella afligida y escudero, y pedir
su ayuda para sacarlo de la montaña y tratar de curarlo de esta locura.

Capitulo 27:

"De cómo salieron con su intención el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten
en esta grande historia"
El cura se disfraza de doncella y el barbero de escudero para ir en busca de don Quijote, sin
embargo, tras salirse de la venta, el cura determina que es indecente ir vestido así por su vocación
religiosa y decide intercambiar disfraces con el barbero. El grupo se dirige a la sierra y en el camino
Sancho les cuenta de Cardenio.

Cuando llegan a la sierra, el cura y el barbero lo mandan a que siga el resto del camino solo para
decirle a don Quijote que ya le entregó la carta a Dulcinea y que ella pidió verlo. Sancho entra a la
sierra y los deja esperando a la sombra de un árbol al lado de un arroyo. Mientras esperan,
escuchan a alguien cantando versos cortesanos en la distancia, por lo que se quedan muy
impresionados, pero las canciones terminan en suspiros y sollozos.
Caminan un poco y encuentran al hombre quien estaba cantando y, por la descripción que les dio
Sancho, se dan cuenta de que es Cardenio, quien decide contarles su historia para que entiendan
porque está allí, viviendo de esa manera.

Después de la primera parte que ya le contó a don Quijote, el relato sigue así: Cardenio recibió una
carta de Luscinda en la que ella le animó a que intentara de nuevo a pedir su mano. Cardenio
sabía que el padre de Luscinda quería que su padre fuera quien le pidiera la mano, pero aún no
estaba listo para hacerlo. Primero quería saber las intenciones del duque con su hijo. Tras contarle
todo esto a don Fernando, el hijo del duque le dijo a Cardenio que él mismo hablaría con su padre
para convencerlo a que hablase con el padre de Luscinda.
No obstante, ese mismo día don Fernando lo mandó a Cardenio a que fuera a ver a su hermano,
pero en realidad lo que quería era que se ausentara para su propio provecho. Cardenio y su
prometida se despidieron con mucha emoción y afecto, pero durante su ausencia, Luscinda le
envió una carta a Cardenio en la que le contó que en vez de hacerle el favor que le había
prometido, don Fernando la pidió por esposa y el padre de Luscinda accedió. El matrimonio se iba
a llevar a cabo en secreto en pocos días.

Cardenio partió inmediatamente a la ciudad de Luscinda. Cuando llegó, ella estaba esperando en
la reja de su casa y le dijo: "Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala
don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte
que de mi desposorio [...] una daga llevo escondida que podrá estorbar más determinadas fuerzas,
dando fin a mi vida y principio a que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo".

Cardenio le respondió que lleva espada para protegerla y matarse si no lograsen prevenir la boda.
Después de que Luscinda entró a la casa, don Fernando entró sin ser visto y se escondió detrás de
unos tapices. Observó toda la ceremonia pero en vez de protestar o sacar la daga, Luscinda dio el
sí y justo después cayó desmayada. Cuando su madre le desabrochó el vestido para que se le
diera aire, encontró una nota. Tras leer la nota, don Fernando se quedó pensativo. En medio de
todo el alboroto, Cardenio salió de la casa desesperado, se montó en su mula y se dirigió a la
sierra. Su mula murió y desde ese entonces ha estado viviendo en el hueco de un árbol y
comiendo lo que le dejan los pastores. Al final del capítulo, Cervantes vuelve a atribuir la historia
a Cide Hamete Benengeli.

Capitulo 38:

"Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras"
Tras establecer que las armas tienen un fin más noble que las letras, don Quijote compara el
trabajo del estudiante con el del guerrero: "[...] así que aunque es mayor el trabajo del soldado, es
mucho menor el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil premiar a dos mil
letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllos se premian con darles oficios que por fuerza
se han de dar a los de su profesión, y a éstos no se pueden premiar sino con la mesma hacienda
del señor a quien sirven; y esta imposibilidad fortifica más la razón que tengo".
Entonces don Quijote agrega que como las armas necesitan las letras para sus leyes, las letras
necesitas las armas para defenderlas, y aunque las letras requieren ciertos sacrificios, no se
comparan con arriesgarse la vida todos los días. Al concluir, dice: "En el alma me pesa de haber
tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora
vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la
pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi
brazo y filos de mi espada, por todo el descubierto de la tierra".

Después de escucharlo atentamente, los comensales sienten lástima de nuevo por don Quijote al
ver que este hombre tan inteligente y bien hablado ha perdido el juicio. Al terminar la cena, don
Fernando le pide al cautivo que cuente su historia y este accede.

Un cabellero es un hombre que tiene educacion, una persona que es capaz de habalr, y discutir
algunos temas con sus enemigos. Un caballero tambien tiene que tener la capacidad de relatar sus
aventuras.

Capitulo 47:

"Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos"
Don Quijote se encuentra enjaulado encima de un carro de bueyes, por lo que se siente indignado
y dice que nunca ha leído, ni visto, ni oído que a los caballeros andantes los lleven de esa manera.

Antes de partir, la ventera, su hija y Maritornes salen para despedirse, fingiendo llorar. Para
consolarlas, don Quijote les explica que estas calamidades no le ocurrirían si no fuera un caballero
andante famoso, "porque a los caballeros de poco nombre y fama nunca les suceden semejantes
casos".

Mientras tanto, el cura y el barbero se despiden de don Fernando, el capitán y su hermano,


Dorotea, Luscinda, y todos los demás, y el ventero le da al cura unos escritos que encontró en el
forro de la misma maleta donde hallaron la Novela del curioso impertinente. Estos llevan el
título Novela de Rinconete y Cortadillo.
(Éste es un buen ejemplo de metaficción, ya que es el título de una de las narraciones de
las Novelas Ejemplares de Cervantes).
Salen juntos de la venta los cuadrilleros, Sancho Panza en su asno, llevando de rienda a
Rocinante, don Quijote enjaulado, y el cura y el barbero con sus antifaces. En el camino se
encuentran con seis o siete hombres a caballo y uno de ellos, que es canónigo de Toledo, les
pregunta por el detenido. Cuando don Quijote oye esto, le pregunta al canónigo si sabe algo de la
caballería andante, porque si no, prefiere no perder su tiempo contándole sus desgracias.

El canónigo le responde que sabe mucho de los libros de caballería, así que don Quijote le dice:
"Yo voy encantado en esta jaula, por envidia y fraude de malos encantadores [...] Caballero
andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su
memoria...".

Entonces el cura le cuenta que es el Caballero de la Triste Figura y que es verdad que va
encantado y no por sus propias culpas. El canónigo y sus acompañantes quedan admirados, pero
entonces Sancho comienza a dudar del encantamiento y dice: "Él tiene su entero juicio, él come y
bebe y hace sus necesidades como los demás hombres, y como las hacía ayer, antes que le
enjaulasen.

Siendo esto ansí, ¿cómo quieren hacerme a mí entender que va encantado?". Y entonces se
vuelve a mirar al cura y lo descubre: "¡Ah señor cura, señor cura! ¿Pensaba vuestra merced que no
le conozco? [...] Pues sepa que le conozco, por más que se encubra el rostro, y sepa que le
entiendo, por más que disimule sus embustes".

Sancho agrega que si no fuera por el cura, don Quijote ya estaría casado con la infanta
Micomicona y él tendría su ínsula. El barbero le acusa de decir disparates y de estar tan loco como
su amo. Entonces el cura le pide al canónigo que caminen juntos un poco adelante y le cuenta
sobre la locura de don Quijote.

Después de explicarle la situación, comienzan a hablar de los libros de caballerías (otro ejemplo


de metaficción) y el canónigo se explaya en sus críticas del género. Dice, entre otras cosas, que
cree que son perjudiciales y que él nunca ha podido leer uno de comienzo al final porque todos son
iguales. Y añade: "este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las  fábulas que
llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar;
al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas".
El cura le cuenta que quemó casi todos los libros de don Quijote y considera que lo único bueno de
los libros de caballería es que le dan al escritor libertad creativa casi ilimitada. 

Capitulo 48:

"Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su
ingenio"
En la conversación sobre los libros de caballerías, el canónigo le confiesa al cura que ya comenzó
a escribir una, pero la dejó porque era una actividad ajena a su profesión y porque "es mejor ser
loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio
del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros".
La metaficción prosigue cuando el canónigo comienza a criticar las comedias de su época y dice
que son "disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza". Hace una referencia al dramaturgo
Lope de Vega cuando dice: 
El poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide. Y que
esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio
destos reinos, con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones,
con tan graves sentencias, y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno
el mundo de su fama; y, por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado
todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren.
No obstante, no es culpa del vulgo, ya que tuvieron mucho éxito tres tragedias de Lupercio
Leonardo de Argensola y algunas obras de Cervantes y Lope de Vega que el canónigo considera
mejores, y eso indica que el público puede apreciar obras de calidad. En cambio, es culpa de las
compañías de teatro porque no saben representar otra cosa. 
El cura está de acuerdo y dice que detesta las comedias contemporáneas tanto como los libros de
caballerías porque en lugar de reflejar la realidad, carecen de versosimilitud y son "espejos de
disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia". Como consecuencia, los extranjeros
creerán que los españoles son "bárbaros e ignorantes". Pero el cura no culpa a los autores de
estas comedias ya que muchos saben que no son buenas, pero tienen que satisfacer las
compañías; de lo contrario, no venderían sus obras.

También hace una referencia a la Inquisición: "Y todos estos inconvinientes cesarían, y aun otros
muchos más que no digo, con que hubiese en la Corte una persona inteligente y discreta que
examinase todas las comedias antes que se representasen".
Todos deciden parar en un valle para sestear y el canónigo les manda a sus criados a ir a la venta
donde estaba don Quijote para traer comida y averiguar más sobre las hazañas del supuesto
caballero andante.

Mientras tanto, Sancho se le acerca a don Quijote, que está en la jaula, y le dice que los que lo
llevan, con los rostros cubiertos, son el cura y el barbero, pero don Quijote no le cree y mantiene
que los encantadores han tomado la forma del barbero y del cura para confundirlos.  

A Sancho le saca de quicio la terquedad de su amo y le responde: "Y ¿es posible que sea vuestra
merced tan duro de cerebro y tan falta de meollo, que no eche de ver que es pura verdad la que le
digo, y que en esta su prisión y desgracia tiene más parte la malicia que el encanto?".

Sancho no llega a convencer a don Quijote, de ahí que le pregunta si ha tenido ganas de "hacer
aguas menores o mayores" en la jaula, y don Quijote le responde que sí.

Capitulo 51:

"Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote"
El cabrero, que se llama Eugenio, empieza a contar su historia. Dice que en un pueblo cercano
había un labrador honrado y rico que tenía una hija muy hermosa. De sus numerosos
pretendientes, el padre eligió a Eugenio y a otro joven llamado Anselmo, y dejó que su hija  Leandra
decidiera cuál de los dos sería el mejor esposo.

Pero antes de poder elegir entre los dos jóvenes, volvió al pueblo el hijo de un pobre
labrador, Vicente de la Rosa, tras ser soldado en el exterior. Vicente impresionó a todo el pueblo
con sus vistosos uniformes militares e historias de viajes a tierras lejanas y batallas victoriosas. Era
tan petulante que llamaba de vos a sus iguales (en esta época vos se reservaba para personas
inferiores o iguales con quienes se tenía mucha familiaridad o intimidad), y además se creía músico
y poeta.
Leandra, que lo veía por una ventana que tenía vista a la plaza, se enamoró de él y antes de que
su padre y sus pretendientes pudieran darse cuenta de sus deseos, se fugó con el soldado.
Después de tres días detrás de su pista, los cuadrilleros finalmente la encontraron semidesnuda en
una cueva de un monte, sin el dinero y las joyas preciosas que había llevado de su casa. Confesó
que Vicente prometió casarse con ella y llevarla a Nápoles, pero en cambio la engañó, la robó y la

abandonó en esa cueva. Lo único que no le quitó fue su honra. Tras esta desgracia, el padre la
encerró en un monasterio cercano, y Eugenio y Anselmo se deprimieron tanto que decidieron dejar
su pueblo y dedicarse a ser pastores de cabras y ovejas.
Muchos otros pretendientes de Leandra también se unieron a ellos, y el valle se llenó de pastores
que sufrían por ella. Algunos la maldecían, otros la perdonaban, "en fin, todos la deshonran, y
todos la adoran", cuenta Eugenio. "Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acertado,
que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus
promesas muertas [...] Y ésta fue la ocasión señores, de las palabras y razones que dije a esta
cabra cuando aquí llegué; que por hembra la tengo en poco, aunque es la mejor de todo mi apero".

Capitulo 52:

"De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a
quien dio felice fin a costa de su sudor"

Cuando el cabrero termina de contar su historia, don Quijote comienza a hablar de la posibilidad de
ayudarlo a sacar a Leandra del monasterio, así como de su profesión de caballero andante y de
encantadores. Al escucharlo hablar de esta manera, el cabrero se asombra y le pregunta al
barbero quién es ese hombre.
El barbero le dice que es el famoso don Quijote de la Mancha, a lo que el cabrero le responde: "o
que vuestra merced se burla, o que este gentilhombre debe de tener vacíos los aposentos de la
cabeza".

Tras oír esto, don Quijote se enfada, lo insulta y le tira un pedazo de pan en la cara. El cabrero lo
coge por el cuello y casi lo estrangula hasta que Sancho llega a defenderlo y estalla una pelea,
dejando los platos en la mesa rotos y las caras ensangrentadas.

Mientras tanto, se ríen los demás.

En medio de la riña, se oye el son de una trompeta y don Quijote le pide al cabrero que se hagan
las paces porque la trompeta lo llama a una nueva aventura. En la distancia ve a hombres vestidos
de blanco, que hacen una procesión para que llueva, pero se imagina que son unos malvados que
traen a una señora principal contra su voluntad, por lo que se sube en Rocinante con su adarga y
anuncia: "Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que
profesen la orden de la andante caballería; agora, digo que veredes, en la libertad de aquella
buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes".

Todos tratan de detenerlo, y Sancho le advierte que es una procesión religiosa y que la señora que
llevan es la Virgen María, pero don Quijote no le hace caso.

 Cuando llega a la procesión y les exige que dejen libre a la señora "cuyas lágrimas y triste
semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguido le
habedes fecho".

Al escuchar estas acusaciones absurdas, los de la procesión creen que don Quijote debe ser algún
hombre loco y comienzan a reírse, pero esto sólo lo irrita aún más. Don Quijote arremete contra las
andas y uno de los disciplinantes responde con un golpe en el hombro con un bastón. Don Quijote
cae al suelo mal herido y enseguida llega Sancho y le pide al disciplinante que no le dé más palos
porque es un "pobre caballero encantado". El disciplinante decide huir, no por las súplicas de su
escudero, sino porque cree que lo ha matado. Sancho también cree que está muerto y se arroja
sobre su cuerpo llorando. Cuando llegan los de la compañía de don Quijote, el cura reconoce a
otro cura de la procesión y le explica quién es don Quijote, de modo que los disciplinantes se
tranquilizan y se acercan al cuerpo del caballero para ver si está muerto.

Los gemidos de Sancho reviven a don Quijote, quien le pide a Sancho que le ponga sobre el "carro
encantado" porque ya no tiene fuerzas para montarse en Rocinante. Deciden volver a su aldea
hasta que se presente otra gran aventura que les sea "de más provecho y fama". Todos se
despiden y el cura, el barbero y Sancho Panza, lo llevan a don Quijote en el carro.

Tras seis días de viaje, llegan al pueblo un domingo al mediodía y todas las personas en la plaza
se sorprenden cuando se acercan al carro y ven a su vecino más flaco, amarillo y acostado sobre
un montón de heno. Llega a la plaza la mujer de Sancho para preguntarle qué le ha traído, y
Sancho le contesta que no le trae ropa para ella ni zapatos para los niños, pero "cosas de más
momento y consideración" y que pronto será gobernador de una ínsula. Su mujer no entiende de
qué habla y Sancho le dice: "No te acucies, Juana por saber todo esto tan apriesa; basta que te
digo verdad y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el
mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras".
Cuando don Quijote llega a su casa, el ama y la sobrina le preparan su lecho. El cura le cuenta a la
sobrina todo lo sucedido y maldicen una vez más los libros de caballerías.
Aquí entra la voz del narrador y dice que el autor no ha podido hallar información sobre su tercera
salida pero que ha escuchado que fue a Zaragoza y ha encontrado dentro de una caja de plomo de
un antiguo médico varios pergaminos con epitafios y elogios sobre las hazañas de don Quijote, la
belleza de Dulcinea, la fidelidad de Sancho y hasta la sepultura del caballero. El primer libro
termina con estos poemas que encontró su autor, pero antes le pide a los lectores: "que le den el
mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros caballerías, que tan validos andan en el
mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y satisfecho, y se animará a sacara y buscar otras,
si no tan verdaderas, a lo menos de tanta invención y pasatiempo".

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