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Resumen

Capítulo 15: Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don


Quijote en topar con unos desalmados yangüeses
Don Quijote se despide de los cabreros y junto con Sancho Panza entran al mismo bosque
al que se había dirigido Marcela. Luego de buscarla durante dos horas, se detienen a
descansar y a comer. Sancho deja suelto a Rocinante y éste corre a refocilarse con las
jacas de unos arrieros yangüeses. Ellos golpean al caballo de don Quijote hasta
derribarlo. Entonces, al ver esto, el hidalgo le dice a su escudero que aquellos son
hombres de baja condición y que debe ayudarlo a vengarse. Sancho se niega al
comienzo, pero luego lo sigue a su amo cuando lo ve arremeter con su espada contra
los yangüeses. Ellos entonces comienzan a golpearlos con estacas y no tardan en
derribar al hidalgo y a su escudero. Luego los arrieros se van y Sancho le pide a don
Quijote la bebida del “feo Blas”. El hidalgo le dice que no la tiene y le promete que en
menos de dos días la hará. También le dice que él, como caballero, no debió enfrentarse
a hombres que no lo eran, pues esto va en contra de las leyes de la caballería, y que la
próxima vez que se encuentren en la misma situación vaya solo él a enfrentarlos.
Sancho le responde que él es un hombre pacífico, que no se enfrentará a ningún
hombre, sea cual sea su condición social, y que perdonará cualquier agravio, desde ese
momento en adelante. Sin embargo, don Quijote le advierte que si llega a ser
gobernador de una isla, es posible que tenga que luchar en más de una ocasión para
defenderla. Sancho cambia de tema y le dice que no está en condiciones de hablar. El
hidalgo también sufre por los golpes pero sabe que eso es propio del ejercicio de la
caballería y luego le cuenta a Sancho sobre las afrentas que sufrieron otros caballeros
famosos. Luego, viendo que su caballo está herido y el asno de Sancho está sano, don
Quijote le pide a su escudero que lo ayude a subir al asno y lo conduzca hasta un
castillo donde puedan sanar sus heridas. Sancho así lo hace, y también ata a Rocinante a
su asno. Así salen al camino principal y al poco tiempo descubren que se aproximan a
una venta. Don Quijote insiste en que la venta es un castillo y discuten sobre esto sin
lograr ponerse de acuerdo.

Capítulo 16: De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él


se imaginaba ser castillo
Cuando llegan a la posada, el ventero le pregunta a Sancho qué le ocurrió a su amo y
éste responde que se cayó de una peña. La esposa del ventero es muy caritativa y junto
con su joven hija ayudan al hidalgo a curar sus heridas. Maritornes, un moza asturiana
que sirve en la venta, ayuda a la hija del ventero a preparar una cama paupérrima para
el hidalgo en un cobertizo donde también duerme un arriero. Maritornes pregunta
quién es el caballero y Sancho responde diciendo que es un “caballero aventuro” y
exalta las virtudes de su amo. Ella le pregunta entonces de qué se trata esa profesión, a
lo cual él responde explicando la alternancia entre las desgracias y la buena fortuna que
le suceden a estos caballeros, y diciendo que en el futuro su amo tendrá algunos reinos
para darle. La ventera le pregunta si él acaso tiene ya un condado, pero el escudero
responde que aún es demasiado pronto para eso. Don Quijote le agradece a la ventera
su ayuda utilizando un lenguaje literario y sofisticado que las mujeres del lugar apenas
entienden. Maritornes luego cura las heridas de Sancho.
Maritornes y el arriero que duerme en el mismo cobertizo habían acordado un
encuentro esa noche. El narrador conoce a este arriero y acaso él sea pariente suyo, y
dice que es un hombre rico de Arévalo. Durante la noche, don Quijote imagina que
Maritornes es hija del dueño del castillo y que está enamorada de él, por lo que piensa
que ella irá a visitarlo esa misma noche. Esto constituye un problema para el hidalgo,
pues ha prometido fidelidad a su amada Dulcinea.

Le cama del arriero se encuentra al final del aposento, después de las camas de don
Quijote y Sancho Panza. Cuando entra Maritornes al aposento, el hidalgo le tiende las
manos para recibirla. Ella, que camina a tientas en la oscuridad, de repente es arrastrada
por el hidalgo quien la sienta en su cama. Él imagina en ella los más bellos atributos,
tales como los que leyó en los libros de caballerías que tienen las princesas, sin
embargo, la mujer dista mucho de poseerlos. El hidalgo comienza a explicarle en un
lenguaje muy literario las razones por las que no puede estar con ella. Maritornes, sin
entender lo que le dice, procura separarse del hidalgo que la sostiene en sus brazos. El
arriero, al darse cuenta de la situación, golpea a don Quijote en la mandíbula y luego le
pisa las costillas. La cama se rompe y produce un gran estruendo. Maritornes, que se da
cuanta de que el ventero se aproxima, se acuesta en la cama de Sancho y él se despierta
y, sin darse cuenta de quién es ella, empieza a golpearla. Ella a su vez empieza a
golpearlo a él. El arriero, por defenderla, lo golpea también a Sancho y el ventero, al
entrar, comienza a golpear a Maritornes. En esa gran confusión, un cuadrillero de la
Santa Hermandad que se alojaba esa noche en la posada, entra y toma a don Quijote de
la barba. Como él está herido y no da señales de vida, el cuadrillero grita diciendo que
hay un hombre muerto. Todos se van del aposento excepto Sancho y don Quijote, y el
cuadrillero sale a buscar a los que cree que son los delincuentes.

Capítulo 17: Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo


don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que
por su mal pensó que era castillo
Don Quijote recupera la conciencia y le dice a su escudero que cree que el castillo en el
que se alojan está embrujado. Luego le pregunta si le puede confiar un secreto, y
Sancho le responde que sí, pero que no le resulta fácil guardar secretos. Don Quijote le
cuenta entonces que una doncella muy hermosa, hija del dueño del castillo, se acercó a
él esa noche, y que mientras ambos mantenían una conversación amorosa, un gigante
lo golpeó violentamente. Por eso cree que un moro encantador cuida a la doncella.
Sancho le dice que él también ha sido golpeado y don Quijote le promete que
preparará el bálsamo que los sanará.

Luego entra al cobertizo el cuadrillero de la Santa Hermandad con muy mala cara,
vestido con ropa de dormir y sosteniendo un candil, y Sancho teme que sea el
encantador, pero don Quijote lo tranquiliza diciéndole que los encantadores son
invisibles. El cuadrillero le pregunta al hidalgo cómo se siente, llamándolo “buen
hombre” y él se siente ofendido, le dice que no debería tratarlo así y lo insulta. El
cuadrillero, furioso y sin entender la reacción de don Quijote, lo golpea con el candil en
la cabeza y se va. Los otros dos se quedan convencidos de que el hombre sí era el
encantador.

Luego don Quijote prepara el bálsamo calentando una mezcla de romero, aceite, sal y
vino, y toma aproximadamente dos litros de ésta. Inmediatamente la vomita y se queda
dormido más de tres horas. Al despertarse se siente aliviado y sano, y cree que la bebida
produjo sus efectos. Sancho, viendo los resultados, le pide un poco y bebe casi la misma
cantidad que su amo. Sin embargo, él no lo vomita, sino que empieza a sudar y sentirse
muy mal. Don Quijote le dice entonces que cree que el bálsamo solo hace efecto a
quieres son caballeros, y luego el escudero empieza a defecar y a vomitar, y todos creen
que va a morirse. El malestar le dura dos horas después de las cuales el escudero no
puede mantenerse en pie.

Don Quijote se dispone a salir y ayuda a Sancho a vestirse y a subir a su asno. Luego
toma un lanzón que estaba un rincón de la venta para usarlo como lanza. El ventero le
pide la paga por la estadía en la posada, pero el hidalgo se niega a dársela diciendo que
eso infringe las reglas de la caballería andante. Luego de una discusión, el hidalgo sale
de la venta sin pagar y sin mirar si su escudero lo acompañaba. El ventero le pide el
dinero a Sancho y él se niega con los mismos argumentos que su amo. Entonces unos
hombres que están allí, para divertirse, bajan al escudero de su asno, lo ponen en una
manta y lo llevan al corral para mantearlo, es decir, levantan la manta una y otra vez,
para que el escudero rebote y salte por el aire.

Don Quijote advierte los gritos de su escudero y se acerca al corral, pero su estado físico
le impide saltar la pared. Después comienza a insultar a los hombres sin que por eso
ellos dejen de reírse y seguir manteando a Sancho, hasta que finalmente se cansan y lo
dejan ir. Maritornes le da agua a Sancho, y don Quijote le dice que no la beba y le
ofrece nuevamente el bálsamo, pero Sancho mira con desprecio y desoye su consejo.
Luego, Sancho sale de la posada sin advertir que el ventero le ha quitado las alforjas del
asno, en pago de la deuda que él y su amo han contraído.

Resumen
Capítulo 18: Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con
su señor don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas
Don Quijote le dice a Sancho Panza que los hombres que lo mantearon eran fantasmas,
pero el escudero no lo cree, pues escuchó cómo se llamaban algunos de ellos. También
escuchó que el ventero se llama Juan Palomeque el Zurdo. Él piensa que sería mejor
regresar a sus hogares y le recuerda a su amo que no salieron victoriosos de ninguna
batalla, excepto la del vizcaíno, aunque en ella el hidalgo perdió media oreja y parte de
su celada. Don Quijote quiere conseguir una espada mejor, capaz de evitar
encantamientos, pero Sancho piensa que, al igual que el bálsamo, el arma solo
favorecerá a quien es caballero.
Luego advierten dos polvaredas que se levantan a lo lejos y don Quijote afirma que son
ejércitos a punto de enfrentarse en una batalla. Uno, al mando del emperador
Alifanfarón y otro, del rey de los garamantas, Pentapolín. El primero pretende la mano
de la hija de éste, quien se la niega por no profesar la religión cristiana. Don Quijote le
dice a Sancho que se aparten para poder ver mejor los ejércitos, y comienza a hacer un
listado de los caballeros que componen uno y otro ejército, describiendo sus armas y
sus escudos. Luego alude a las naciones de los que integran cada ejército
describiéndolas con sus epítetos.

Sancho advierte que la polvareda ha sido producida por manadas de ovejas y carneros.
Don Quijote escucha los sonidos de instrumentos militares, mientras el labrador escucha
el balido de los animales. Luego el hidalgo se dispone a combatir para el bando del rey
Pentapolín y Sancho intenta deterlo insistiendo en que va a embestir contra ovejas. Don
Quijote le dice que el miedo que tiene no le permite ver a los ejércitos.

Don Quijote comienza a embestir con su lanza a las ovejas, y los pastores que las cuidan
primero le ordenan que se detenga y luego le lanzan con hondas piedras y almendras,
lastimándolo en dos costillas. El hidalgo comienza a beber su bálsamo, pero una
almendra le golpea la mano, le rompe algunos dientes y muelas, y rompe el envase que
contiene la bebida. Finalmente se cae del caballo y los pastores lo creen muerto, por lo
que se apresuran a marcharse.

Sancho maldice su suerte y don Quijote acusa al sabio encantador de haber convertido
a los ejércitos en manadas de carneros y ovejas. Luego le pide que mire cuántos dientes
y muelas le faltan, y cuando el escudero se acerca, vomita sobre su barba, por efecto del
bálsamo que ha bebido. Sancho vomita a su vez sobre su amo, cuando reconoce el olor
de dicha bebida. Luego se da cuenta de que ya no tiene sus alforjas cuando quiere
buscar en ellas algo para limpiar a don Quijote. Entonces vuelve a maldecir su suerte y
procura volver a su tierra. Don Quijote lo consuela diciendo que todo lo malo que les
sucedió son señales de que lo bueno se aproxima. Como no tienen nada para comer,
Sancho espera que el hidalgo sepa elegir hierbas que estén a su alcance. Don Quijote le
dice que Dios los proveerá de alimentos y que “es tan piadoso, que hace salir su sol
sobre los buenos y los malos y llueve sobre los injustos y justos” (p. 121). Sancho le
responde que es mejor predicador que caballero andante. Luego el hidalgo le dice que
irán por el camino que él escoja, y Sancho decide seguir por el camino real, en la
dirección que cree que pueden encontrar algún hospedaje. Don Quijote muestra pesar
por los valiosos dientes que ha perdido y Sancho, viéndolo desanimado, decide
entretenerlo contándole algunas cosas, algunas de las cuales se dirán en el capítulo
siguiente.

Capítulo 19: De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo y
de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros
acontecimientos famosos
Sancho Panza cree que todas las desventuras que les están sucediendo a él y a su amo
se deben a que el hidalgo no cumplió con su juramento de “no comer pan a manteles”
(p. 123) ni tener relaciones con una mujer, antes de conseguir el “almete de Malandrino”
(p. 123). Don Quijote le dice que tiene razón y que piensa que por no habérselo
recordado antes ocurrió el manteamiento.

Mientras avanzan por el camino real cae la noche y no tienen nada para comer ni lugar
donde alojarse. Entonces ven luces a lo lejos que avanzan hacia donde están ellos.
Sancho comienza a temblar creyendo que son fantasmas. Don Quijote le promete que
esta vez lo va a proteger. Luego ambos creen que los que avanzan son unos veinte
encamisados con hachas encendidas en sus manos. Detrás de los hombres hay un
vehículo con señales de luto y seis hombres con atuendos de luto que cubren hasta las
patas de las mulas donde van montados.

El hidalgo se imagina que se trata de una de las aventuras que relatan sus libros, y que
probablemente tenga que vengar la muerte de algún caballero. Entonces se interpone
en el camino y obliga a los transeúntes a decirle quiénes son, de dónde vienen y a
dónde van. Uno de los hombres le responde que tienen prisa y don Quijote, ofendido,
frena la mula del hombre y lo amenaza. La mula, asustada, alza las patas haciendo que
su dueño caiga. Otro de los hombres comienza a insultar al hidalgo y éste arremete con
su lanzón a uno de los enlutados y lo deja malherido. Los hombres comienzan a correr.
Las vestimentas de los enlutados les impiden correr y don Quijote los apalea. Sancho se
queda admirado de la osadía de su amo.

Luego el hidalgo se acerca al primer hombre caído y poniéndole el lanzón en el rostro lo


obliga a rendirse. El hombre lo hace inmediatamente y don Quijote vuelve a hacerle las
mismas preguntas que antes. Así se entera de que el hombre es Alonso López, un
hombre de la iglesia, bachiller, oriundo de Alcobendas, que viene desde Baeza con otros
once sacerdotes, que son los que huyeron, y que todos se dirigen a Segovia
acompañando el cuerpo de un caballero muerto. El hidalgo le pregunta por la causa de
la muerte a lo cual el bachiller responde que fue por unas fiebres.
Don Quijote comprende que no hay muerte que vengar y se presenta al bachiller
diciendo que su oficio es ir por el mundo deshaciendo los males. El bachiller le dice que
a él le quebró una pierna. Luego le pide ayuda para salir de abajo de la mula, la cual le
está aprisionando la pierna. Don Quijote le pide ayuda a Sancho para hacerlo, pero él
está guardándose toda la comida que los eclesiásticos llevaban. Después, él y el hidalgo
ayudan al bachiller a subir a la mula. Don Quijote le dice que se vaya con sus
compañeros y que les pida perdón de su parte.

Sancho agrega que el hidalgo es el famoso don Quijote de la Mancha y que también se
llama “Caballero de la Triste Figura”. El bachiller se va y don Quijote le pregunta a su
escudero de dónde sacó ese nombre. Sancho le responde que se le ocurrió viendo la
mala figura que él tiene. El hidalgo afirma que el nombre se lo puso el sabio que se
encargará de contar su hazañas, pues todos los caballeros tienen un apelativo, y que
desde entonces usará ese nombre. También se imagina pintar un escudo con esa figura
representativa. El bachiller vuelve y le dice a don Quijote que queda descomulgado. Él
replica que no sabía que eran sacerdotes cuando arremetió contra ellos. El bachiller se
va sin decir más palabras.

Don Quijote quiere ver lo que contiene el féretro que llevan los clérigos, pero Sancho
aconseja irse del lugar e ir a comer. Don Quijote acepta y llegan a un valle. Comen
abundantemente pero no tienen nada para beber. Sancho ve que el prado está colmado
de vegetación y dice lo que se contará en el siguiente capítulo.

Capítulo 20: De la jamás vista ni oída aventura que con más poco
peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo como la que
acabó el valeroso don Quijote de la Mancha
Sancho cree que en un sitio cercano hay un arroyo, y aconseja ir hasta allá para saciar la
sed. Él y el hidalgo avanzan un poco a tientas en la oscuridad de la noche y empiezan a
escuchar ruido de agua, pero también un ruido de golpes que les producen terror. Se
refugian entre unos árboles altos y permanecen en la oscuridad y soledad, sin saber en
dónde se encuentran.

Don Quijote decide salir a enfrentarse a una nueva aventura y recuerda a los héroes de
sus libros de caballerías y la edad dorada que él quiere hacer renacer. Le dice a Sancho
que lo espere y que si no regresa luego de tres días, que vuelva a su aldea y que le diga
a Dulcinea que murió por acometer cosas que le hicieran digno de llamarse suyo.
Sancho comienza a llorar e intenta convencerlo de que no se vaya, o que espere hasta el
alba, que está muy próxima según lo indica la posición de las estrellas. Don Quijote
advierte que no se ven estrellas en el cielo, y Sancho admite que es el miedo el que lo
hizo hablar.
Don Quijote se dispone a salir de todas formas y le pide que ajuste las cinchas de
Rocinante. Sancho ata la cuerda de su asno a los pies de Rocinante, para evitar su
partida. Don Quijote no puede cabalgar y Sancho le dice que es una señal del cielo. El
hidalgo así lo cree y Sancho le ofrece contarle historias para pasar el resto de la noche.
Sancho comienza su relato repitiendo excesivamente la información y don Quijote le
pide que deje de hacer eso. Sancho le dice que es así cómo cuentan las fábulas en su
tierra, entonces el hidalgo lo deja continuar.

La historia se trata del pastor Lope Ruiz y la pastora Torralba. El primero está
enamorado de la pastora y ella le da tantos celos que termina odiándola. Después de
que el pastor decide irse para no verla, ella comienza a quererlo, y lo sigue en su marcha
a los reinos de Portugal. El pastor avanza con trescientas cabras hasta un río. Allí solo
encuentra disponible una pequeña embarcación para cruzarlo, en la que cabe solo una
cabra.

Sancho cuenta cómo va cruzando las cabras de una en una, y le dice a don Quijote que
no pierda la cuenta porque, de lo contrario, se terminará el cuento. El hidalgo le dice
que omita esa parte del relato. Sancho le pregunta por el número de cabras, y él no lo
sabe, de manera que se termina el cuento porque, con la distracción, el escudero no
puede recordar el final. Don Quijote se escandaliza por el relato y por la forma de
contarlo. Sancho quiere hacer sus necesidades, pero por el temor que tiene, las hace sin
apartarse de su amo. Don Quijote escucha ruidos y siente olor, y reprende a Sancho por
lo que hizo.

Al amanecer, Sancho suelta las patas de Rocinante y don Quijote, viendo que el animal
se mueve, se dispone a salir. Sancho vuelve a llorar y decide acompañarlo. Se dirigen
hacia el lugar de donde proviene el ruido de golpes y descubren que lo producen los
mazos de un batán. Ambos comienzan a reírse. Sancho se ríe más aún cuando su amo
vuelve a decir que ha nacido para hacer renacer la edad dorada en aquella edad de
hierro. El hidalgo se enfada, le da dos golpes en la espalda con el lanzón, y le dice que
en ningún libro de caballerías leyó que un escudero hablara tanto como él. Luego le
pide que comience a tratarlo con más respeto. Sancho promete no hablar más que para
honrarlo.

Resumen
Capítulo 21: Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de
Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Don Quijote y Sancho Panza salen al camino y empieza a llover. Por el camino el hidalgo
ve a un hombre que se se acerca cabalgando con algo relumbrante en su cabeza y cree
que es el yelmo de Mambrino. Sancho quiere advertirle que se trata de una confusión,
pero por tratar de respetar las restricciones que le puso su amo, se limita a hacer
insinuaciones. El hombre resulta ser un barbero que se traslada en un asno a un pueblo
pequeño para trabajar, y lleva una bacía de metal con la que se cubrió la cabeza cuando
comenzó a llover.
Don Quijote sale al ataque con su lanza y amenaza al barbero. Éste, asustado, se deja
caer del asno y comienza a correr. Sancho le alcanza al hidalgo la bacía que quedó en el
suelo, diciendo que es una bacía valiosa, y él se la pone sobre la cabeza. Viendo que es
muy holgada, dice que el primer dueño de aquella "celada" tenía la cabeza grandísima.
Sancho se ríe al escuchar que su amo llama “celada” a la bacía. Luego don Quijote
explica que la misma cayó en manos de alguien que le sacó la mitad, para aprovechar el
oro con la que está construida, y que la otra mitad quedó con la forma de una bacía de
barbero.

Sancho le pregunta a su amo qué harán con el caballo que parece asno y él le responde
que deje a “ese caballo o asno o lo que tú quisieres que sea” (p. 141), porque no es uso
de la caballería andante quedarse con el animal del caballero vencido. Entonces Sancho
pide cambiar sus aparejos por los de éste y don Quijote lo consiente.

Luego retoman el camino real y, después de pedir permiso para hablar, el escudero le
aconseja al hidalgo que se ponga al servicio de algún rey que esté en guerra. Don
Quijote aprueba su idea pero afirma que primero tiene que hacerse famoso, para ser
recibido con honores por el rey y conseguir la mano de su hija. Después le dice que el
único inconveniente que encuentra es no provenir de un linaje de reyes, pero que el
sabio que escriba su historia podría presentarlo como descendiente lejano de un rey.
Sancho lo aconseja usando refranes y concluye diciendo que puede raptar a la doncella
si el rey no acepta dársela por esposa. Sancho se imagina luego la fama que le dará el
título de conde y la vida que llevará desde entonces.

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