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V.

LA IMPOSTURA DESARROLLISTA

To develop an area significa destruir radicalmente cualquier vegetación

de la zona en cuestión, recubrir el terreno así despejado de cemento,

o bien, en el mejor de los casos, de césped, para aparcar coches, si por

casualidad queda algún sitio, se consolida con una pared de cemento,

se regulan los riachuelos con embalses, o bien, si es posible, se canali

zan, se infectan con pesticidas y se venden luego lo más caro posible a

cualquier consumidor urbanizado y embrutecido.

KONRAD LORENZ

El desarrollo constituye a la vez una impostura conceptual, por

su pretensión universalista, y una impostura práctica, por sus

contradicciones profundas.

Fletnocentrismo del concepto

En muchas civilizaciones (si no en todas), antes del contacto con

Occidente el concepto de desarrollo se encontraba del todo ausente.

Su traducción a las lenguas africanas, en particular, ha llevado de

cabeza a los expertos. Según Gilbert Rist: «Los bubi de Guinea

ecuatorial usan el término que significa a la vez crecer y morir, y los

ruandeses construyen el desarrollo a partir de un verbo que significa

caminar, desplazarse, sin que ninguna direccionalidad particular

esté incluida en la noción. «Esta laguna -añade

nada de sorprendente, indica sencillamente que otras sociedades

no consideran que su reproducción dependa de una acumulación

continua de conocimientos y bienes que presupongan un futuro

no tiene mejor que el pasado. Así, en wolof se ha intentado encontrar

un equivalente a desarrollo en una palabra que significa «la voz del

jefe». Los cameruneses de lengua eton son todavía más explícitos.

Hablan del «sueño del blanco». «La figura del desarrollo no posee

equivalente en moore y se traduce lo mejor posible con la frase:


tônd maoodame tenga taoor kênd yinga (luchamos para que en la

tierra (en el pueblo] las cosas vayan mejor [para mí])."9 El colmo

se alcanza con el idioma quechua. Se ha intentado dar la idea de

desarrollo con la expresión «trabajar bonito para la próxima salida

del sol...>>

Esta ausencia de palabras para expresarlo es un indicio, aunque

no suficiente, para probar la ausencia de cualquier visión desarro-

llista. Es sólo que los valores sobre los que se basa el desarrollo, y

particularmente, el progreso, no se corresponden en absoluto con

aspiraciones universales profundas. Esos valores van unidos a la

historia de Occidente, pero seguramente no tienen ningún sentido

para las otras sociedades.

Por lo que se refiere a África negra, los antropólogos han se-

fialado que la percepción del tiempo se caracteriza por una clara

orientación hacia el pasado. «Los sara del Chad estiman que lo que

se encuentra tras sus ojos y que no pueden ver, es el futuro, mien-

tras que el pasado se encuentra delante, ya que es lo conocido.>> El

autor añade: <<Sería inútil rebatir la lógica de esta representación.» ⁹⁰

Andrzej Zajaczkowkski realiza una observación análoga sobre los

kikuyu." Parece que este hecho es bastante general, y no sólo en

África; sin embargo, es pertinente señalar que esta representación

no facilita la percepción de una noción como progreso, concepto

esencial del imaginario de desarrollo.

A esto hay que añadir la ausencia general de la creencia en el

dominio humano sobre la naturaleza en el seno de las sociedades

animistas. Si la serpiente pitón es mi ancestro, como lo creen los achantis, a menos que sea el
cocodrilo, como piensan los bankongo,
difícil será fabricar cinturones y carteras con su piel. Si los bosques

son sagrados, ¿cómo se puede explotar racionalmente? En África

nos encontramos, aún hoy, con este tipo de obstáculos al desarrollo.

En el sur de Togo, el acondicionamiento de la laguna de Anecho,

residencia del cocodrilo tótem, sólo fue posible tras la deportación de

la mayor parte de la población. El acondicionamiento de la laguna

Ebrié de Abiyán dio lugar a graves enfrentamientos con los ebrié.

Incluso en la India brahmánica, como lo analiza Louis Dumont,

los valores que se parecen al desarrollo económico existen sin duda,

pero forman parte del Artha, es decir, de una esfera de actividad

inferior. Los comportamientos implicados por el desarrollo son

en gran medida contrarios a la esfera más valorada, el Dharma (el

deber).⁹2 Según Madeleine Biardeau, en la visión brahmánica, la

tarea del ser humano es «únicamente mantener lo que existe a través

de una actividad principalmente ritual». Cualquier otra actividad

pondría en peligro el orden cósmico.⁹3

92

Aparte de los mitos en los que se basa la pretensión de dominar

la naturaleza y la creencia en el progreso, la idea del desarrollo se

encuentra totalmente desprovista de sentido, y sus prácticas son

rigurosamente imposibles, por impensables y prohibidas.

¿Lo que los franceses llaman desarrollo es lo que quiere la gente

del pueblo?, pregunta Thierno Ba, responsable de una ONG sene-

galesa sobre el río. No. Lo que quieren es lo que los pulaar llaman

bamtaare. ¿Qué es lo que significa? Quiere decir la búsqueda, por

parte de una comunidad sólidamente arraigada en su solidaridad,

de un bienestar social armónico, en el

que cada uno de sus miem-

bros, desde el más rico al más pobre, pueda encontrar su lugar y


su realización personal."

Es cierto que hoy, en África, el desarrollo se ha convertido en

algo familiar, incluso la palabra ha sido sacralizada. Es un fetiche donde se entrampan todos los
deseos. «Hacer el desarrollo» es «ga-

nar proyectos» o «ganar a un blanco», es el remedio milagroso que

cura todos los males, incluso la brujería. «Los fetiches se obtienen

-señala P.J. Laurent- para proteger el capital: es una especie de

brujería acumulativa.»"«El desarrollo -señala además es un

concepto aparentemente extraño, mediante el cual todo es posible

entre mayores y jóvenes, ayudantes y ayudados.» La suerte del desa-

rrollo es decir, su longevidad-reside en su pluralidad semántica.

Conduce, a base de no-decir o de no-dilucidar, a compromisos a

veces sorprendentes. Así, en su nombre, musulmanes de Kulkinka

criarán cerdos. ¡Nada está prohibido si eso comporta el desarrollo!⁹6

Pero no sin malentendidos... Un senegalés al que se le señalaba la

dudosa calidad del agua hizo esta admirable réplica: «La limpieza

del agua tendría que ser objeto de un proyecto Oxfam; con mi

dinero pienso ir en peregrinaje a la Meca.»"7 Como se puede ver,

la occidentalización de las mentalidades no siempre se realiza sin

problemas.

Las contradicciones reales: la impostura práctica

La pretensión del desarrollo y del crecimiento económico por

constituirse en el objetivo esencial de las sociedades humanas se

basa especialmente en el famoso trickle down effect o «efecto de las

recaídas», magnificado por la euforia de los mitos de la modernidad.

Sin embargo, esta construcción seductora no resiste a un examen

serio. Tantas paradojas jalonan el razonamiento que el efecto

milagro se revela como un efecto espejismo. Analicemos tres: la


paradoja de la creación de necesidades, la de la acumulación y de

la paradoja ecológica.

La paradoja de la creación de necesidades

El desarrollo y el crecimiento económico pretenden satisfacer las

necesidades fundamentales de la humanidad, a través de la crea-

ción de tensiones psicológicas y frustraciones. Galbraith lo afirma

explícitamente: «Lo que llamamos desarrollo económico.consiste,

(en gran medida en imaginar una estrategia que permita vencer la

tendencia de los seres humanos a imponer límites a sus objetivos

de ingresos, es decir, a sus esfuerzos. Está claro que el desarrollo

económico sólo puede llevarse a cabo apoyándose necesariamente

en la pobreza. No sólo el imaginario económico inventa literal-

mente la escasez, sino que también la pobreza vivida constituye

una condición del crecimiento. La presión de la necesidad sirve

de motor para poner a trabajar a los seres humanos, mientras que

crear la indispensable demanda de masas pasa por la exacerbación

de nuevas necesidades, Los sistemas tradicionales de protección

contra la pobreza, en particular, los designados como «solidaridad

comunitaria», son directa o indirectamente considerados obstá-

culos, frenos, resistencias al desarrollo, y denunciados como tales

por los expertos. Esta redistribución, que permite a menudo a los

pobres del Sur no hundirse en la miseria, es la bestia de los

negra

desarrollistas. Por otro lado, la misma teoría económica hace del

crecimiento una condición para la eliminación de la pobreza.

Así, tras la devaluación del franco CFA en 1994, en África se

ofrecieron perspectivas para la exportación de carne a ciertos países

como Burkina Faso o Malí. Como la carne del Sahel empezó a ser
considerada un producto tan competitivo como la de Argentina

o los excedentes del Mercado Común, el Banco Mundial financió

en seguida proyectos destinados a la ganadería en aquellos países.

Los expertos sin embargo se tiraban de los cabellos cuando se ent

contraban con ganaderos que no veían la necesidad de aumentar

sus manadas más de lo necesario para ganar más dinero. ¿Qué haremos con todo ese dinero?,
preguntaban. Estos chascos son

bastante frecuentes en el Tercer Mundo y podríamos explicar

muchas anécdotas de ese estilo.

Así pues, no hay crecimiento sin necesidades, no hay remedio

a la pobreza sin hundir a la población en la miseria, incluso en la

doble miseria: por una parte, la miseria psicológica por la frustración

debida a la creación de nuevas necesidades (por ejemplo, la agresiva

publicidad de marcas de cigarrillos en África)," y por otra, una

miseria concreta, casi fisiológica. Es cierto que podemos considerar

lo

estos ejemplos una ilustración de un proceso dialéctico, pero que

está bien fundado no está probado, y la paradoja provoca sospecha.

En lo referente al problema de la pobreza, el crecimiento parece no

poder escapar a esta contradicción central. En efecto, su atenuación

durante los Treinta Gloriosos años en los países del Norte gracias

al trickle down effect y a la difusión generalizada de los frutos del

crecimiento, se ha llevado a cabo mediante su exportación a los

países del Sur. 100

La paradoja de la acumulación

El crecimiento se presenta, gracias al trickle down effect, como el

remedio milagro contra las desigualdades. Permite evitar las di-

fíciles reformas estructurales, como la reforma agraria, y atenuar

los conflictos sociales. La idea principal es que vale más ponerse


de acuerdo para hacer crecer el pastel, para que todos

tengan más

y queden satisfechos, que pelearse por un trozo de un pequeño

pastel. Dicha idea es muy seductora, pero al mismo tiempo, los

economistas opinan unánimemente que la acumulación sólo es

posible por medio de una gran desigualdad de ingresos. Volvemos

a encontrar una nueva dialéctica. Para remediar la desigualdad de

las condiciones, se tendría que empezar por agravarla. Esto sería necesario para que se produzca
un ahorro lo bastante importante como para que éste se pueda invertir en la
economía y asegurar

su despegue. Con bastante cinismo, en la mayoría de modelos de

desarrollo, se plantea una cierta condición de desigualdad como

condición previa a la acumulación Así, Sir Arthur Lewis, premio

Nobel de economia, sostenía que la desigualdad era buena para el

crecimiento económico ya que los ricos ahorran más que los pobres,

lo que da lugar a una inversión más grande, lo que, a su vez, crea

riqueza para todos. Los más pobres acaban por beneficiarse de las

famosas recaídas. Otro premio Nobel, Simon Kuznets, afirmaba

que en las primeras etapas del desarrollo aumentaba la desigualdad,

pero que, después, la tendencia se invertía. La mayoría de los eco-

nomistas, en particular los del Banco Mundial, les siguen los pasos

porque están convencidos de la certeza de un razonamiento que

dispensa de llevar a cabo alguna reflexión en torno a la injusticia

del sistema. Así, la economía se compone de la preocupación

sobre los conflictos sociales, que conllevan las reformas agrarias

o las medidas de reparto equitativo. Sin embargo, la experiencia

de estos últimos cincuenta años demuestra que la desigualdad no

es la mejor manera de resolver las desigualdades. Corea del Sur,

China, Taiwán y Japón han incrementado norablemente sus indices

de ahorro reduciendo las desigualdades, más que agravándolas.


Sabemos ahora que no es tanto la falta de ahorro lo que impide la

acumulación en los países más pobres (incluso en Africa), sino la

falta de estímulo a la inversión.

haremos con todo ese dinero?, preguntaban. Estos chascos son

bastante frecuentes en el Tercer Mundo y podríamos explicar

muchas anécdotas de ese estilo.

Así pues, no hay crecimiento sin necesidades, no hay remedio

a la pobreza sin hundir a la población en la miseria, incluso en la

doble miseria: por una parte, la miseria psicológica por la frustración

debida a la creación de nuevas necesidades (por ejemplo, la agresiva

publicidad de marcas de cigarrillos en África)," y por otra, una

miseria concreta, casi fisiológica. Es cierto que podemos considerar

lo

estos ejemplos una ilustración de un proceso dialéctico, pero que

está bien fundado no está probado, y la paradoja provoca sospecha.

En lo referente al problema de la pobreza, el crecimiento parece no

poder escapar a esta contradicción central. En efecto, su atenuación

durante los Treinta Gloriosos años en los países del Norte gracias

al trickle down effect y a la difusión generalizada de los frutos del

crecimiento, se ha llevado a cabo mediante su exportación a los

países del Sur. 100

La paradoja de la acumulación

El crecimiento se presenta, gracias al trickle down effect, como el

remedio milagro contra las desigualdades. Permite evitar las di-


fíciles reformas estructurales, como la reforma agraria, y atenuar

los conflictos sociales. La idea principal es que vale más ponerse

de acuerdo para hacer crecer el pastel, para que todos

tengan más

y queden satisfechos, que pelearse por un trozo de un pequeño

pastel. Dicha idea es muy seductora, pero al mismo tiempo, los

economistas opinan unánimemente que la acumulación sólo es

posible por medio de una gran desigualdad de ingresos. Volvemos

a encontrar una nueva dialéctica. Para remediar la desigualdad de

las condiciones, se tendría que empezar por agravarla. Esto sería

necesario para que se produzca un ahorro lo bastante importante que a partir de los años setenta,
para los Estados Unidos, el índice

de progreso auténtico se estanca e incluso retrocede, mientras que

el Producto Interior Bruto no para de crecer. 105 ¡Es tanto como

decir que, en esas condiciones, el crecimiento es un mito!

A ese tipo de condiciones económicas hay que añadirle el im-

pacto político y cultural. En materia de desarrollo, el precio que

hay que pagar en el plano social y humano es a menudo enorme.

Si, actualmente, la moda es la democracia, en los años sesenta,

se consideraba como «normal» la dictadura, el partido único, el

régimen policial, los encarcelamientos arbitrarios, la tortura, las

desapariciones, para llevar a cabo el control social necesario para

la acumulación, llamada «primitiva» y para la industrialización

pesada o ligera. Todo ello independientemente de las opciones

políticas. La URSS con Stalin pagó ese precio. El Brasil de los ge-

nerales, la Grecia de los coroneles, la España de Franco, el Chile

de Pinochet, la Argentina de Videla, el Perú durante la dictadura

militar. Todos hicieron igual. Y la lista es mucho más larga. Los

Nuevos Países Industriales (NPI) siguen mostrando el camino:


Corea del Sur fue durante largo tiempo una dictadura militar y un

régimen policial. Croissance des Jeunes Nations, órgano de la prensa

cristiana que refleja, en general, el punto de vista de los cristianos

progresistas, apoyó a lo largo de la editorial el partido único y la

supresión de la libertad de prensa en los años sesenta. «Exigir el

respeto

de la declaración universal de derechos humanos es imponer

un imperialismo cultural», podemos leer. «Es preferible, escribía

el humanista G. Myrdal, un régimen autoritario, capaz de llevar a

cabo las reformas necesarias; irrealizables en un régimen democrá-

tico».106 Un antiguo embajador de Francia en Gabón, ex procónsul

y servidor político imperial, hablando sobre los comienzos de la

independencia, expresa sin alterarse una posición, que entonces

era unánimemente compartida: «Era la época de lo que se llamó

después el multipartidismo, generador de desorden y de luchas

estériles poco propicias a favorecer la unidad y el desarrollo de la

joven nación.»> Con la vuelta a la moda de dicho multipartidismo,

esa frase tiene gracia. 107

Cabe destacar aquí que si el precio a pagar es evidente, los di-

videndos, excepto tal vez Corea del Sur, si aceptamos los criterios

estándar del desarrollo y los análisis del Banco Mundial, conside-

rando como beneficios y pérdidas los costes sociales y humanos,

se hacen esperar, y nada demuestra, por otra parte, que no sean

fruto de la represión.

En todos los casos evocados, el precio a pagar es absolutamente

desproporcionado en relación con los dividendos reales o imagi-

narios del progreso; ambas cosas tienen distinta naturaleza, no se

sitúan en el mismo plano; los beneficiarios y las víctimas a menudo

no son las mismas. En resumen, ese precio a pagar no se conoce


siempre en seguida, a menudo es insidioso a largo plazo, y puede

que no sea más que una amenaza.

La pregunta que se plantea hoy es la siguiente: ¿será necesa-

rio esperar todavía cuarenta años para que comprendamos que

el desarrollo es el desarrollo realmente existente? No existe otra

alternativa. Y el desarrollo realmente existente significa la guerra

económica (con sus vencedores, evidentemente, pero también

con sus vencidos), es el pillaje ilimitado de la naturaleza, es la

occidentalización del mundo y la uniformización planetaria, es,

en resumen, el genocidio, o como mínimo, el etnocidio para

cualquier cultura diferente.

Es hora de acabar con la palabrería desarrollista. No hay otro

desarrollo el desarrollo. Es inútil buscar otro mejor porque en

teoría, ese mismo es el bien. Otro desarrollo es un sin sentido.

que

Finalmente, el desarrollo como la globalización son «máqui-

nas» de crear hambruna. Antes de los años setenta, en África, las poblaciones eran «pobres» en
relación con los criterios occidentales,

en el sentido que disponían de pocos bienes manufacturados, pero

nadie, en tiempos normales, se moría de hambre. Tras cincuenta

Y todavía más en Argenti-

años de desarrollo esto es lo que pasa.

na, país en el cual era tradicional la ganadería bovina antes de la

ofensiva desarrollista de los años ochenta, donde se derrochaba

sin consideración la carne de vacuno, abandonando los trozos

de baja calidad. Hoy en día, la gente saquea los supermercados

para sobrevivir, y los fondos marinos, que fueron explotados sin

vergüenza por.

las flotas extranjeras entre 1985 y 1995 para elevar


las exportaciones sin grandes provechos para la población, ya no

pueden constituir un recurso. 108

Como dice Vandana Shiva: «Bajo la máscara del crecimiento

se disimula, de hecho, la creación de la penuria.»

En el texto se analiza el concepto de desarrollo desde una perspectiva etnocéntrica,


resaltando cómo en muchas culturas, especialmente en África, no existe una equivalencia
directa de este concepto y una ausencia de la visión desarrollista.

 2) Se argumenta que las diferentes sociedades tienen visiones y valores distintos en
relación con el tiempo, la relación con la naturaleza y las aspiraciones sociales, lo cual
dificulta la comprensión y aplicación del desarrollo en estos contextos. Además, se
destaca que la occidentalización de las mentalidades puede generar malentendidos y
problemas en la implementación de prácticas de desarrollo.

3) Las contradicciones reales: La pretensión del desarrollo y del crecimiento económico


por constituirse en el objetivo esencial de las sociedades humanas se basa especialmente
en el famoso «efecto de las recaídas», el cual no cuenta con buenas bases, por lo cual se nos
presentara 3 paradojas, las cuales seran: la paradoja de la creación de necesidades, la de la
acumulación y de
la paradoja ecológica.

4) La paradoja de la creación de necesidades: se refiere al hecho de que el desarrollo y el


crecimiento económico, que buscan satisfacer las necesidades humanas, también generan
tensiones psicológicas y frustraciones.

5)  Se sostiene que el desarrollo económico está sujeto a la creación de escasez y


pobreza, ya que la presión de la necesidad impulsa a las personas a trabajar y se
pretende generar demanda masiva mediante la exacerbación de nuevas necesidades.
Los sistemas tradicionales de protección contra la pobreza son considerados obstáculos
para el desarrollo, mientras que la teoría económica argumenta que el crecimiento es
necesario para eliminar la pobreza. Planteándose la contradicción central entre el
crecimiento económico y la mitigación de la pobreza.

6) La paradoja de la acumulación: cuestiona la idea de que el crecimiento económico


resuelve las desigualdades. Se argumenta que la acumulación de riqueza se basa en una
gran desigualdad de ingresos, lo cual plantea una contradicción, ya que para remediar la
desigualdad se tendría que agravar aún más.
7) Los economistas afriman  que la desigualdad es necesaria para el crecimiento
económico, ya que los ricos ahorran más y generan inversión, lo que a su vez crea
riqueza para todos. Sin embargo, se señala que la experiencia de países como Corea del
Sur, China, Taiwán y Japón demuestra que han logrado aumentar su ahorro y reducir las
desigualdades, en lugar de agravarlas. Se argumenta que el problema en los países más
pobres no es tanto la falta de ahorro, sino la falta de estímulo a la inversión.

8) El texto aborda la paradoja ecológica del crecimiento, cuestionando la idea de que todo
crecimiento económico es positivo. Se menciona que la obsesión por el Producto Nacional
Bruto (PNB) lleva a considerar como positiva cualquier producción y gasto, incluso cuando
son perjudiciales para el medio ambiente. Se señala que en muchos casos, se requiere
invertir recursos específicos para neutralizar los efectos destructivos de la producción, lo
cual no genera un aumento real de bienestar.

9) Se mencionan ejemplos de los costos económicos asociados a la protección del medio


ambiente, como los gastos de los Estados Unidos en 1991 y los posibles costos futuros
relacionados con el efecto invernadero. Además, se plantea que el crecimiento económico
puede tener un impacto político y cultural negativo, con ejemplos de regímenes
autoritarios que se han justificado en aras de la acumulación y la industrialización.

10) Se argumenta que el crecimiento económico no necesariamente se traduce en


progreso real, y se menciona el Genuine Progress Indicator (Indicador del Progreso
Auténtico) como una medida alternativa que tiene en cuenta los costos sociales y
ambientales. Se destaca que en muchos casos, el precio a pagar por el crecimiento es
desproporcionado en comparación con los beneficios reales, y que a menudo son las
personas y culturas diferentes las que sufren las consecuencias.

En resumen, el texto plantea que la obsesión por el crecimiento económico puede llevar a
la destrucción del medio ambiente, a costos humanos y sociales significativos, y a la
uniformización cultural y el genocidio cultural de las culturas diferentes. Se cuestiona la
idea de que el desarrollo económico es el único camino y se llama a poner fin a la retórica
del desarrollo, reconociendo que el desarrollo tal como se presenta actualmente crea
escasez y hambruna en lugar de solucionar problemas.

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