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La elastina se define habitualmente como una proteína con funciones estructurales, es
decir, que contribuye a mantener las características morfológicas básicas de la dermis y su matriz
extracelular. Dicho de otra forma, es uno de los elementos que integran y sostienen los diferentes
tejidos del cuerpo.
Sin entrar a detallar su conformación molecular a base de diversos aminoácidos, podemos imaginar
la elastina como un entramado de fibras de aspecto ramificado que se encuentra en
numerosos órganos y sistemas de nuestro organismo, por ejemplo: arterias, ligamentos, cuerdas
vocales, pulmones y, por supuesto, en la piel.
Una piel rica en elastina es sinónimo de una piel tersa, firme y turgente.
¿Cuál es la función y los beneficios de la elastina?
No es difícil suponer, a partir de su propio nombre, la principal cualidad de la elastina: la
elasticidad. En efecto, estas fibras están especializadas en soportar deformaciones y esfuerzos
mecánicos, por lo que se localizan en especial en zonas con grandes necesidades de expansión y
contracción.
Vitamina A: El retinol y los carotenoides son el principal agente generador de elastina
para la piel. Podemos encontrar altas concentraciones de vitamina A en el hígado, la
batata, la zanahoria o la calabaza.
Vitamina C: El ácido ascórbico también ayuda a minimizar el deterioro y pérdida de
elastina. El escaramujo, la acerola, el pimiento rojo y el perejil son buenas fuentes de este
nutriente esencial.