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2.

EI imperialismo

El período comprendido entre 1870 y 1914 se caracterizó por el desarrollo de nuevas


relaciones entre las potencias industriales y las demás regiones del mundo, que se conocen
con el nombre de imperialismo. Este concepto se refiere a una relación desigual entre países
“avanzados” o industriales (europeos y los Estados Unidos) y países “atrasados” o
subdesarrollados (productores de materias primas y alimentos), localizados en distintas partes
del globo.

Imperialismo formal e informal

El concepto de imperialismo se utiliza para explicar la relación establecida entre países que
controlan o dominan a otros. Comenzó a utilizarse a fines del siglo xix para referirse a dos
formas diferentes de dominación. Para diferenciarlas, se habla de imperialismo formal o
colonia! e imperialismo informal o neocolonial. El imperialismo formal o colonial se refiere a la
dominación política directa de un país sobre otro, es decir que se trata de una relación entre
metrópoli y colonia. La potencia dominante establece gobernadores propios para dirigir el país
dominado, por lo que las relaciones económicas dependen de las decisiones que torna el país
central. De este modo, una colonia británica, por ejemplo, el Canadá en el siglo xix, podía
comerciar con otros países pero solo bajo el permiso y la supervisión británica (+INF0).
El concepto de imperialismo informal o neocolonial, en cambio, se refiere a la influencia y el
predominio que una potencia ejerce sobre un país de manera económica, social y cultural. Se
habla de imperialismo informal, por ejemplo, cuando los intereses de una potencia dominan la
economía de otro país, ya sea porque sus empresas controlan las actividades más significativas
(por ejemplo, son dueñas de los principales yacimientos petrolíferos en un territorio cuya
economía se basa en la producción petrolera) o bien porque esa potencia es la principal
compradora de los bienes que exporta el país dominado. En estos casos, el país dominado es
políticamente independiente, pero sus decisiones económicas están fuertemente
condicionadas por los intereses de la potencia dominante.

5. Motivos políticos e ideológicos del imperialismo

El imperialismo no tuvo únicamente motivos económicos, sino también políticos e ideológicos.


Las nuevas ideas de nación, vinculadas a la lengua y a la cultura, en los países industrializados
tuvieron un fuerte impacto para crear la noción de un “destino de grandeza”, que iba más allá
del territorio nacional y se proyectaba sobre el resto del mundo. A su vez, el imperialismo era
visto como un agente civilizador, que serviría para “mejorar” a las poblaciones dominadas.
EI nacionalismo a partir de 1870

Desde las revoluciones del siglo xviii, que vieron en el capítulo 2, predominó una idea liberal de
nación, que se basaba en el vínculo político que los ciudadanos dc un Estado tenían entre sí. La
nacionalidad, para esta concepción, surgía del pacto o “contrato social” que fundaba el Estado-
nación, y que se expresaba, por ejemplo, en las constituciones liberales Pero a lo largo del siglo
xix, a partir de la difusión de las ideas románticas. La nación comenzó a ser identificada con
determinados contenidos y valores culturales, corno la lengua, la religión, el pasado común y
las tradiciones de un pueblo. La nacionalidad, para esta concepción, es anterior a la creación
de un Estado y tiene una existencia independiente de este, como una esencia compartida por
los integrantes de una comunidad, esté o no organizada políticamente. Los dos sentidos de
nación, el liberal y el esencialista, coexistían en el imaginarlo social de los europeos y
americanos. Sin embargo, a partir de 1870, el sentido esencialista de nación cobró cada vez
más fuerza y terminó Identificando al nacionalismo moderno. Una de las razones del
crecimiento de este nacionalismo fue que la identificación nacional era un Importante factor
de unidad de la población dentro de cada Estado. Tanto los gobiernos como los partidos
políticos apelaban a esta idea de nación para plantear la existencia de intereses de toda Ia
comunidad, para movilizarla en apoyo de sus planteos y medidas políticas. Por su parte los
Estados promovieron el sentimiento, patriótico y la Identificación nacional de los ciudadanos,
como modo de plantear que esos intereses comunes estaban por encima de las diferencias
sociales, económicas, culturales e ideológicas. Para ello difundieron, por ejemplo, el culto a los
símbolos nacionales la batidera, los escudos, los himnos), y dieron importancia a contenidos
nacionales en la enseñanza escolar, en un periodo en que los sistemas educativos se expandían
rápidamente (÷INfo).

La nación como potencia

Este nuevo nacionalismo imaginaba que la vitalidad de una nación se expresaba en el deseo de
ser una potencia. Esto significaba que el Estado-nación estuviese en condiciones de imponer
sus Intereses a otras naciones. Se trataba de una noción expansionista, ya que buscaba
expandir la influencia y el dominio del propio estado-nación a la mayor extensión posible del
mundo. Esta aspiración expansionista se manifestaba en una expresión surgida de las ideas
románticas y adoptada también por el positivismo: el ‘destino dc grandeza’ de la nación. La
idea de que la propia nación estaba predestinada, por leyes naturales e históricas, a ocupar un
papel preponderante en el escenario internacional era parte esencial de la noción de potencia.
Esa grandeza se asociaba a su poderío económico, al desarrollo de su industrialización, a su
capacidad para abastecerse dc materias primas, a su fuerza militar y a la influencia cultural y
política que ejerciera sobre el resto del mundo. Los procesos que pusieron a prueba la
capacidad de los Estados-nación para ser potencias, según estas ideas, fueron las conquistas
coloniales. De este modo, el nacionalismo de los países industrializados fue el motor político
del Imperialismo. Las naciones competían entre sí no solo por los mercados, sino por la
grandeza nacional, la expansión de sus valores y creencias, el fortalecimiento de su sociedad y
su patria. La rivalidad por los mercados coloniales se convertía así en una competencia entre
naciones en pugna.
EI afán civilizador

Las concepciones imperialistas nutridas por el nacionalismo, incluían la idea de que las
potencias tenían la obligación de llevar la civilización occidental a todas las regiones del
planeta e imponer sus valores a todos los pueblos. De acuerdo con esta ideología, al colonizar
territorios en Asia, África y América. Las potencias imperiales no solo conseguían mercados
para sus productos y materias primas y alimentos, sino que cumplían con la obligación moral
de “civilizar a los salvajes”. Esta justificación ideológica del reparto de) inundo se basaba en las
ideas del positivismo y del darwinismo social, que vieron en el capítulo 5 y que sostenían que
solo las naciones que hubiesen llegado a un determinado “estado” de progreso en su
desarrollo histórico podían sobrevivir. En caso contraria. Debían ser absorbidas o sometidas
por naciones más desarrolladas”. Los valores que los colonizadores esperaban inculcar en las
poblaciones nativas eran los valores burgueses desarrollados durante el siglo xix; el trabajo, la
religión cristiana, el disfrute medido de los placeres, los modales de cortesía, entre otros. Las
potencias imperialistas se veían a sí mismas como padres educadores de una población a la
que imaginaban infantilizadas. Este afán civilizador fue otro motor ideológico del imperialismo
y tuvo una amplia aceptación entre los más diversos sectores sociales y políticos de las grandes
potencias industrializadas.

El racismo del siglo xix

Los territorios africanos, asiáticos y americanos eran una enorme fuente de conocimiento para
los científicos occidentales. EI encuentro con sociedades tan diferentes hizo que muchos
estudiosos buscaran explicaciones para las diferencias entre las sociedades. La influencia del
positivismo llevó al desarrollo de teorías que pretendían explicar esas diferencias basándose
en motivos biológicos. Surgió así lo que se conoció como “racismo científico”, que consideraba
que ciertos rasgos físicos hereditarios (como el color de la piel, las formas del cráneo y de la
cara, etc.,) determinaban la existencia de distintas razas humanas, con características
Intelectuales, sociales y culturales diferentes. Según estas concepciones, ciertos pueblos (los
de origen indoeuropeo o “blancos”) pertenecían a una braza superior o “más evolucionada’
que las que correspondían a los pueblos originarios de los demás continentes. De este ¡nodo,
se convirtió en otro justificativo ideológico para la expansión Imperialista. SI bien la
discriminación racial no era un fenómeno novedoso (+INF0), este nuevo racismo pretendía
basar sus Ideas y conclusiones en los avances de las ciencias naturales, como la teoría
evolucionista de Charles Darwin y las investigaciones genéticas iniciadas en la década de 1860
por el monje austríaco Gregor Mendel. Las ideas del “racismo científico” se difundieron entre
el conjunto de la población europea y americana a través de la publicación de libros, artículos
en periódicos, explicaciones en las escuelas y conferencias públicas. Pasaron a ser, entonces,
parte del imaginarlo social de la población en los países occidentales, como una cuestión de
asentido común” de Las personas, especialmente en Europa. Las ideas racistas aparecían
también en la literatura de ficción destinada al gran público, como era el caso de las novelas de
aventuras en paisajes “exóticos” de distintos continentes.
Las tipologías de los regímenes políticos

“En su tipología sociológica, Duverger diferencia los regímenes pluralistas o democráticos de


los regímenes unitarios o autocráticos. En los regímenes pluralistas o democráticos la lucha
política se desarrolla a la luz pública y libremente. Siempre actúan dos o más partidos politices.
La lucha política es pública y abierta igualmente en el plano de la prensa y de los medios de
expresión y de información. Son también regímenes liberales en el sentido de que en ellos
existen libertades públicas que permiten a cada uno expresar libremente sus opiniones, por
medio de la palabra oral, la escritura, la adhesión a organizaciones, la participación en
manifestaciones públicas. etc. Sin embargo, la actividad de los grupos de presión que tratan de
influenciar directamente el poder es algunas veces más secreta. La vida política comporta
siempre zonas sombrías, pero ellas están reducidas al mínimo. En lo regímenes unitarios o
autocráticos, en cambio, la lucha política no existe al menos oficialmente, a no ser bajo la
forma de combates individuales para obtener los favores del príncipe. Pero el propio príncipe
— rey, fúhrer, duce, dictador— no puede ser discutido, ya que su poder supremo está fuera
del campo de la lacha política. La diferencia es fundamental comparativamente con los
regímenes pluralistas o democráticos, en los cuales el propio titular del poder supremo se
encuentra por el contrario, sujeto a competición a intervalos regulares y cortos, a través del
juego de elecciones. Duverger establece subdivisiones en cada uno de estos dos grandes tipos
de regímenes políticos. En los regímenes unitarios o autocráticos encuentra la oposición entre
las monarquías hereditarias y las dictaduras surgidas de la conquista. Más realista y menos
formal es la distinción entre autocracias moderadas, que aceptan una cierta oposición al
régimen y admiten ciertos medios de expresión legal de los antagonismos políticos, más o
menos simulados, y las autocracias totalitarias, que destruyen toda oposición y obligan a la
lucha clan destina Dentro de las democracias pluralistas, Duverger considera que la mejor
tipología combina las formas jurídicas de los regímenes y la naturaleza de los partidos políticos
que se enfrentan en ellas. Cree que la distinción entre bipartidismo y multipartidismo es
capital en lo relativo a la estructura de los regímenes políticos, puesto que condiciona la
solución del problema de la mayoría en la asamblea nacional, esencial en el régimen
parlamentario debido a que el gobierno se basa en ella. En el bipartidismo, la mayoría
pertenece solamente a un partido, por lo cual es homogénea y estable. En cambio, en el
multipartidismo, si ningún partido puede por sí solo alcanzar la mayoría, esta ha de formarse a
través de la coalición de varios partidos, por lo que se produce una fragmentación de fuerza
que hace que la mayoría sea heterogénea e inestable. Pero, además, la estabilidad y la
homogeneidad del gobierno en un régimen bipartidista, depende esencialmente de la
disciplina interna del partido mayoritario. Si todos sus diputados votan de igual manera, corno
ocurre en Gran Bretaña, el ejecutivo se apoya en una mayor a parlamentaria coherente y
duradera. Si por el contrario la libertad de voto es total, como sucede en los Estados unidos, el
gobierno tropieza con tantas dificultades para mantenerse en el poder como en un régimen
multipartidista, El bipartidismo flexible de tipo norteamericano es un seudobipartidismo a
juicio de Duverger” De esta manera, Duverger formula la siguiente tipología de los regímenes
pluralistas o democráticos:

a) regímenes presidenciales, sea que se basen en el seudobipartidismo como en los


Estados Unidos, o se fundamenten en el multipartidismo, como en Hispanoamérica
b) regímenes parlamentarios con base bipartidista de tipo inglés;

c) regímenes parlamentarios, con multipartidismo, de tipo europeo continental. Duverger


considera que desde el punto de vista jurídico, los dos últimos se encuentran muy
próximos el uno del otro y ambos muy alejados del primero. Desde el ángulo del
funcionamiento institucional, en cambio, la estabilidad y la autoridad del gobierno, en el
régimen parlamentario bipartidista se aproximan mucho más a las del ejecutivo
presidencial que a las del gobierno parlamentario multipartidista Desde el punto de vista
del papel de los ciudadanos en la elección de sus jefes. Elemento capital de todo régimen
político, la semejanza es todavía mayor”. Segundo Linares, Sistemas departidos y sistemas
políticos. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1976

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