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La educación inclusiva es un derecho humano fundamental para todos los estudiantes no

importando nivel académico, permite la realización de otros derechos, implicando la


transformación de la cultura en todos los entornos educativos, ya sean formales o no, para dar
cabida a las diferentes necesidades e identidades de cada estudiante.

Es así como, el Ministerio de Educación ha creado sistemas de apoyos como los Centros de
Orientación y Recursos, Docentes de Apoyo a la Inclusión, consejería escolar todos
destinados a ampliar el acceso y la permanencia en los centros escolares. A pesar de esto en
el diario vivir en las aulas se pueden observar prácticas escolares y pedagógicas,
contrariamente a sus intenciones, crean obstáculos para la inclusión, ya que tienden a
individualizar, segregar y perder la participación de los alumnos. La labor del docente inclusivo
requiere de una persona que se atreva a asumir riesgos y pruebe nuevas formas de
enseñanza; que reflexione sobre su práctica para transformarla y valore las diferencias como
elemento de enriquecimiento profesional; que sea capaz de trabajar en colaboración con otros
docentes, profesionales y familiares del alumno.

Otra de las limitantes son los recursos que contribuyen al aprendizaje además de los
relacionados con la calidad del docente esos recursos críticos son la infraestructura y a la
adecuación de las instalaciones escolares así como otras herramientas pedagógicas incluidas
en ellas la tecnología a pesar de que los docentes disponen hoy de diversos instrumentos
para potenciar la calidad del aprendizaje y brindar una atención adecuada, se utilizan a un
nivel muy bajo.

En suma, a raíz de lo expuesto, ampliar las oportunidades de acceso a una educación de


calidad para todos y desarrollar escuelas más inclusivas que eduquen en y para la diversidad
son dos poderosas herramientas para avanzar hacia sociedades más equitativas y
democráticas.

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