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IV.

VÍAS DE TRAMITACIÓN DE LAS ACCIONES DESTINADAS


A INVALIDAR LOS ACUERDOS DE LAS JUNTAS

1. A través de la jurisdicción ordinaria


Como es fácil advertir, a lo largo de todo el articulado de la LGS
existen algunas situaciones críticas o controversiales que se pueden solu-
cionar a través de procesos judiciales que están puntualmente estableci-
dos en la misma ley y que, según los casos, se tramitan en distintas vías
procesales, según el siguiente detalle resumido(22):

• En procesos no contenciosos: cuatro casos.

• En procesos de ejecución: cuatro casos.

• En procesos sumarísimos: dieciocho casos.

• En procesos de conocimiento: dos casos.

En el caso específico de la acción de impugnación de acuerdos de jun-


tas generales de accionistas, si la causal tiene que ver con un defecto en
la convocatoria o falta de cuórum, conforme al artículo 143 de la LGS, la
pretensión se tramita por la vía del proceso sumarísimo, pues estas causa-
les implican indiscutiblemente violación a la ley, al pacto social o al esta-
tuto y, por lo tanto, no requieren de un proceso amplio para su esclareci-
miento, motivo por el cual se establece un trámite corto, lo que implica
otorgarle al accionista únicamente un beneficio de carácter procesal, pero
ello no significa que estas causales no estén incorporadas o subsumidas en
las causales genéricas previstas en el artículo 139 de la LGS.

Con excepción de las causales anteriormente mencionadas, y que tie-


nen una vía procesal especial, la acción de impugnación, conforme al ar-
tículo 143 de la LGS, se tramita por el proceso abreviado, atendiendo
a las diez reglas procesales especiales establecidas en sus artículos 140
al 149, con lo cual se pretende lograr una mayor efectividad y celeridad

(22) HUNDSKOPF EXEBIO, Oswaldo. “Solución de Controversias Societarias a través del Arbitraje”.
En: Derecho Comercial. Temas societarios. Tomo VIII, Fondo Editorial de la Universidad de Lima,
p. 83 y ss.

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en esta clase de procesos, para de esa manera cautelar los intereses de la
sociedad y de sus accionistas, garantizando con ello un eficiente ejercicio
del derecho de impugnación de acuerdos de juntas generales de accionis-
tas. Tales reglas procesales son las siguientes:

a) Conforme al artículo 140 solo tienen legitimación activa para


interponer la acción de impugnación, los accionistas que hubie-
sen dejado constancia en acta de su oposición al acuerdo, los
accionistas ausentes y los que hayan sido ilegítimamente pri-
vados de emitir su voto, debiendo señalarse que en los casos de
acciones sin derecho a voto, la impugnación solo puede ser inter-
puesta respecto de acuerdos que afecten los derechos especiales
de los titulares de dichas acciones.

b) Conforme al artículo 141, los accionistas que hubiesen votado a


favor del acuerdo impugnado, pueden intervenir a su costa en el
proceso, a fin de coadyuvar a la defensa de su validez. No está
demás enfatizar que en estos procesos judiciales, los demandan-
tes siempre son los accionistas, y la sociedad es la demandada.

c) Conforme al artículo 142, la impugnación caduca a los dos meses


de la fecha de adopción del acuerdo si el accionista concurrió a la
junta, a los tres meses si no concurrió, y tratándose de acuerdos
inscribibles, dentro del mes siguiente a la inscripción.

d) Conforme al artículo 143, es competente para conocer la impug-


nación de los acuerdos adoptados por la junta general, el juez del
domicilio de la sociedad.

e) Conforme al artículo 144, el accionista que impugne judicial-


mente cualquier acuerdo de la junta general, deberá mantener su
condición de tal, durante el proceso, a cuyo efecto se hará la ano-
tación respectiva en la matrícula de acciones, estableciendo ade-
más que las transferencias voluntarias, parciales o totales de las
acciones de propiedad del accionista demandante, extinguirá, res-
pecto de él, el proceso de impugnación.

f) Conforme al artículo 145, el juez a pedido de accionistas que


representen más del 20 % del capital suscrito, podrá dictar

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medida cautelar de suspensión del acuerdo impugnado, debiendo
disponer que los solicitantes presten contracautela, a efectos de
resarcir los daños y perjuicios que pueda causar la suspensión.

g) Conforme al artículo 146, todas las acciones que tengan por obje-
to la impugnación de un mismo acuerdo, se sustanciarán y deci-
dirán en un mismo proceso, lo que representa en la práctica una
acumulación de pretensiones de impugnación, estableciendo ade-
más, que no pueden acumularse a estas, las de indemnización por
daños y perjuicios, o cualquier otra que deba tramitarse en el pro-
ceso de conocimiento, ni se admitirá la reconvención que por ese
concepto formule la sociedad, sin perjuicio de que se inicien pro-
cesos judiciales separados.

h) Conforme al artículo 147, a solicitud de parte, el juez puede dic-


tar medida cautelar disponiendo la anotación de la demanda en el
registro, debiendo inscribirse la suspensión definitiva del acuerdo
impugnado cuando quede firme la resolución que así lo dispon-
ga, estableciendo además que las anotaciones antes referidas, se
cancelarán cuando la demanda en que se funde sea desestimada
por sentencia firme, o cuando el demandante se haya desistido,
conciliado, transado o cuando se haya producido el abandono del
proceso.

i) Conforme al artículo 148, la sentencia que declare infundada


la impugnación, producirá efectos frente a la sociedad y frente
a todos los accionistas, pero no afectará los derechos adquiridos
por terceros de buena fe a consecuencia del acuerdo impugnado,
debiendo inscribirse en el registro, la nulidad de un acuerdo ins-
crito. Como es una constante a lo largo de todo el articulado de la
LGS, siempre se protege a los terceros de buena fe que hubiesen
contratado con la sociedad.

j) Finalmente, el artículo 149, establece que cuando la impugna-


ción se hubiere promovido con mala fe o con notoria falta de
fundamento, el juez impondrá al demandante, en beneficio de la
sociedad afectada por la impugnación, una penalidad de acuer-
do con la gravedad del asunto, así como la indemnización por
daños y perjuicios que corresponda. Este artículo que contiene la

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mencionada regla, es uno de los más criticados por la doctrina
nacional, en razón a que le otorga al juez facultades excepciona-
les, pues en este caso el puede resolver sobre asuntos no contro-
vertidos y que no formaron parte de la etapa postulatoria, motivo
por el cual se configuraría una transgresión al principio de con-
gruencia procesal.

En lo que se refiere a la acción de nulidad de acuerdos de juntas de


accionistas, conforme al artículo 150 de la LGS, esta se tramita como
proceso de conocimiento, con el propósito de invalidar los acuerdos de la
junta contrarios a normas imperativas o que incurran en causales de nuli-
dad previstos o bien en la LGS o en el Código Civil, señalando además
que cualquier persona que tenga legítimo interés, puede interponer esta
acción de nulidad, caducando la acción al año de la adopción del acuerdo
respectivo.

En términos procesales, esta acción puede ser utilizada ya sea por


los directores de la sociedad o por los terceros con legítimo interés, pues,
como se ha mencionado anteriormente, estos carecen de legitimidad acti-
va para la acción de impugnación que se puede seguir a través del proce-
so abreviado o sumarísimo, y también podrá ser interpuesta por cualquier
accionista, una vez vencido los plazos de caducidad establecidos por el
artículo 142 de la LGS para la interposición de las acciones de impugna-
ción que se hubieren podido presentar en dichas vías procesales y que no
lo hicieron. Consideramos que lo importante es lograr, a través de este
proceso de conocimiento, que se declare la nulidad de este tipo de acuer-
dos, pues el vicio que acarrean es insubsanable, de manera que bajo esa
óptica, es irrelevante que los demandantes sean accionistas que hayan
votado a favor o en contra del acuerdo impugnado.

Ahora bien, en el caso de la legitimación activa de los directores,


existen dos posibilidades: que se trate de un director accionista o de un
director no accionista. La legitimación del director accionista es en nom-
bre propio, es decir a favor de un derecho propio, en tanto que en el caso
de directores no accionistas concurren con una doble legitimación; por un
lado, poseen un interés personal relacionado con su responsabilidad fren-
te a la sociedad, y de otro, en defensa de la misma sociedad para coadyu-
var a que se deje sin efecto un acto nulo. Con respecto a los terceros,
estos tienen necesariamente que contar con legítimo interés económico o

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moral, por sentirse afectados por los acuerdos nulos o por los efectos que
se devengan de estos.

En cuanto a la legitimación pasiva, esta le corresponde a la sociedad,


siendo posible que los socios que así lo deseen puedan intervenir en el
proceso para ayudar a la defensa de esta. La acción deberá ser interpuesta
ante el juez de primera instancia en lo civil del lugar donde domicilie la
sociedad, y que se encuentre en turno al momento de la interposición de
la demanda. En estos procesos de conocimiento no procede solicitar nin-
guna de las medidas cautelares contempladas en la ley para la acción de
impugnación que se tramita por la vía de los procesos abreviados o suma-
rísimos, lo cual no implica que no se puedan pedir las medidas cautelares
señaladas en el Código Procesal Civil (CPC).

2. A través de la jurisdicción arbitral


En la Sexta Disposición Complementaria de la nueva Ley de Arbi-
traje, aprobada mediante Decreto Legislativo Nº 1071 (en adelante, LA),
vigente desde el 1 de setiembre de 2008, se establece que puede optarse
por un convenio arbitral incorporado en el estatuto de una persona jurí-
dica para resolver las controversias entre la persona jurídica y sus miem-
bros, directivos, administradores, representantes y funcionarios, o las que
surjan entre ellos respecto de sus derechos u obligaciones, o los relativos
a los cumplimientos de los estatutos o a la validez de los acuerdos.

En términos pragmáticos, las personas jurídicas que más han opta-


do por incluir en sus estatutos la opción del arbitraje son las sociedades,
las cooperativas y las asociaciones civiles, debiendo destacarse que la
novedad de dicha disposición complementaria, radica en el hecho que en
su último párrafo se establece expresamente que el convenio arbitral no
alcanza a las convocatorias a juntas generales, asambleas y consejos, o
cuando se requiera una autorización que exija la intervención del Minis-
terio Público.

En el caso específico de las sociedades civiles o mercantiles, encon-


trándose comprendidas en estas últimas las sociedades anónimas,
vemos que conforme al segundo párrafo del artículo 48 de la LGS, cuyo
nuevo texto fue aprobado por la Tercera Disposición Modificatoria de
la LA, el convenio arbitral alcanza a los socios, accionistas, directores,

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administradores y representantes que se incorporan a la sociedad, así
como a aquellos que al momento de suscitarse la controversia, hubiesen
dejado de hacerlo. En razón a ello, la primera conclusión que podemos
extraer es que estamos frente a un convenio arbitral de excepción o sui
generis, pues difiere de los convenios arbitrales en general regulados en
la LA, en razón a las siguientes particularidades:

1. En primer lugar, el convenio necesariamente tiene que constar en


la escritura pública en donde conste el pacto social y el estatuto,
la cual debe estar inscrita en la ficha registral de la sociedad.

2. Si fuere el caso que el convenio arbitral formara parte de un con-


venio de accionistas (convenio parasocietario), igualmente este
debe constar en escritura pública e inscribirse en el registro, con-
forme lo establece el inciso i) del artículo tercero del Reglamento
de Registro de Sociedades, en adelante simplemente RRS.

3. El convenio arbitral societario, que incluye tanto al que consta en


el pacto social, en el estatuto o en un convenio de accionistas, es
necesariamente formal y solemne, además de ser un acto inscri-
bible en el registro público, y en ello se distingue del convenio
arbitral regulado en el artículo 13 de la LA, que es mucho más
liberal y flexible.

4. En cuanto a los alcances del nuevo texto del artículo 48 de la


LGS, también hay particularidades sobre sus efectos y conse-
cuencias, siendo estas las siguientes:

a) No se puede conocer quiénes serán las partes del arbitraje,


ya que tanto los accionistas como los directivos, administra-
dores, y representantes pueden cambiar en el tiempo. Quien
ingresa a una sociedad en razón a que adquiere acciones, de
hecho se somete al convenio arbitral de la sociedad.

b) Tampoco es posible especificar las controversias interso-


cietarias en razón a que las materias establecidas en el ar-
tículo 48 de la LGS son muy amplias: (i) controversias que
pudiera tener la sociedad con sus socios, accionistas, directi-
vos, administradores y representantes; (ii) controversias que

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surjan entre ellos respecto de sus derechos y obligaciones;
(iii) controversias relativas al cumplimiento de los estatutos o
a la validez de los acuerdos; (iv) para cualquier otra situación
prevista en la ley.

Teniendo en consideración lo expuesto, si hay convenio arbitral,


no procede interponer las acciones judiciales contempladas en la LGS
anteriormente referidas, dentro de las cuales están las relacionadas con
el derecho de impugnación, ya sea en vía de anulabilidad o de nulidad,
siguiendo las vías procesales establecidas para cada una de ellas. Por ello,
si alguna de las partes involucradas en una discrepancia recurre a la vía
judicial, a su contraparte le es posible deducir la excepción de conve-
nio arbitral, la que se debe interponer dentro del plazo previsto en cada
proceso, y si es que no se deduce la mencionada excepción, se entiende
renunciado el derecho a invocarla y sin efecto alguno el convenio arbi-
tral, con lo cual hay un sometimiento expreso al fuero ordinario.

A manera de resumen, la base legal del arbitraje para las sociedades


anónimas, es el artículo 48 de la LGS, según el cual es potestativo para
los accionistas o socios incorporar en el pacto social, en el estatuto social
o en un convenio de accionistas, una cláusula arbitral para resolver con-
troversias sobre los siguientes temas:

• Controversias de la sociedad con sus socios, accionistas, directo-


res, administradores y representantes.

• Controversias que surjan entre ellos, respecto a sus derechos


u obligaciones.

• Controversias relativas al cumplimiento de los estatutos o a la


validez de los acuerdos (dentro de las cuales están las relativas al
derecho de impugnación que se tramite en vía de anulación o de
nulidad).

• Controversias sobre cualquier otra situación prevista en esta ley.

Adviértase que en todos los casos, se trata de relaciones intrasocieta-


rias y no de relaciones externas económicas o comerciales de una socie-
dad con otra sociedad, entidad, organismo, etc. para las cuales es posible

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pactar en los contratos que celebren, de cualquier naturaleza, cláusulas
arbitrales para someter a esta jurisdicción privada, las controversias que
se puedan suscitar.

a) Reflexión comparativa sobre ambas vías, en función de sus


ventajas y desventajas

Sin duda alguna, el arbitraje es una excelente opción como meca-


nismo de solución de controversias, y como una alternativa a la
jurisdicción ordinaria. Sin embargo, a partir de abril de 2005, al
entrar en plena vigencia la Resolución Administrativa Nº 006-
2004-SP-CC de la Sala Plena de la Corte Suprema, mediante
la cual se ha creado la jurisdicción comercial como una subes-
pecialidad en material civil, los jueces comerciales han asumi-
do competencia en todos los conflictos mercantiles entre ellos los
relacionados con temas societarios, entre los cuales están com-
prendidas las acciones dirigidas a lograr la invalidez de los acuer-
dos de junta de accionista. Debido a ello, frente a cada caso con-
creto hay que plantearse como un dilema a resolver, qué es lo
que más conviene, si llevar adelante un proceso judicial o iniciar
un proceso arbitral y analizar las ventajas y desventajas de cada
opción.

Como ya hemos mencionado, si existiera convenio arbitral en el


estatuto, en principio las controversias se deberían resolver a tra-
vés del arbitraje, pero bien se podría renunciar a dicha vía si se
determinara para el caso concreto que es más conveniente la vía
judicial, lo que se viabilizará no deduciendo a tiempo la excep-
ción de convenio arbitral, lo cual conlleva una sujeción auto-
mática a la jurisdicción ordinaria, o bien suscribiendo de mutuo
acuerdo un convenio de resciliación mediante el cual ambas par-
tes manifiestan expresamente su voluntad de renunciar al arbitra-
je, y someterse a la vía judicial.

Es incuestionable que la creación de la jurisdicción comercial ha


originado que la antigua diferenciación entre los procesos judicia-
les y los arbitrales, por conceptos como la especialización de los
árbitros, y la celeridad y flexibilidad del proceso arbitral frente al
judicial, ya no pueda hacerse tan fácilmente, pues ahora se cuenta

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con jueces especializados en materia societaria. En ese sentido, sin
cuestionar las virtudes del arbitraje es pertinente plantearse res-
pecto de cada caso concreto, en razón a su complejidad, si este es
el camino más idóneo para resolver una controversia en materia
societaria, o si mejor conviene seguir un proceso judicial.

Ciertamente no pueden dejar de reconocerse las ventajas de los


procedimientos judiciales, en especial en lo referente a la actua-
ción de medios probatorios, la doble instancia, y la eventual casa-
ción, y fundamentalmente los aspectos relacionados con la ejecu-
ción de sentencias. Lo antes expuesto, tiene especial relevancia en
el ámbito del Derecho Societario, ya que conforme al artículo 48
de la LGS no procede interponer las acciones judiciales contem-
pladas en la misma, o en las de aplicación supletoria a esta, cuan-
do exista convenio arbitral obligatorio en el estatuto. Sucede, sin
embargo, que hay acciones o pretensiones societarias que por su
simplicidad y vía procedimental designada (sumarísima) no justi-
fican el arbitraje, en tanto que para temas de mayor relevancia y de
complejidad, este sigue siendo una opción recomendable.

A propósito del dilema a resolver, y como una guía a tomar en


cuenta respecto a las ventajas de cada una de las opciones a seguir,
y con la mayor objetividad posible señalamos lo siguiente:

b) Ventajas de la jurisdicción arbitral

• No es formalista, pues las partes son, en cierto sentido, las


dueñas del proceso, ya que pueden escoger las disposiciones
relativas al proceso que les sean más convenientes y definir
si es un arbitraje institucional o ad hoc, ofreciendo el prime-
ro de ellos mayor seguridad y garantía acerca del fiel cumpli-
miento de los derechos.

• Las partes tienen libertad para la elección de los árbitros o de


la institución que los ha de designar, dentro de sus padrones
oficiales y públicos.

• Mayor celeridad del proceso arbitral, ya que los árbitros se


dedican tan solo a un proceso, y no tienen la carga procesal

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