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Riego sanguíneo Las regiones de conducción y respiración de los

pulmones reciben sangre de diferentes arterias. La sangre desoxigenada se envía


a los lobulillos a través de capilares que se originan en las arterias pulmonares
derecha e izquierda. Una vez que se ha reoxigenado, la sangre se envía de
regreso al lado izquierdo del corazón por una de las cuatro venas pulmonares,
lista para ser lanzada a la circulación sistémica. La región de conducción de los
pulmones recibe sangre oxigenada de capilares que surgen de las arterias
bronquiales, las cuales se originan en la aorta. Algunas de las arterias bronquiales
se conectan a las arterias pulmonares, pero la mayor parte de la sangre regresa al
corazón por las venas pulmonares o bronquiales.

Respiración El proceso por el cual el oxígeno y el dióxido de carbono se


intercambian entre la atmósfera y las células del cuerpo se denomina respiración.
La respiración presenta cuatro fases bien definidas:

• Ventilación pulmonar: el aire entra y sale de los pulmones.


• Respiración externa: el oxígeno se difunde desde los pulmones hacia el
torrente sanguíneo, y el dióxido de carbono se difunde de la sangre a los
pulmones.

• Transporte de gases: oxígeno y dióxido de carbono son transportados


entre los pulmones y los tejidos corporales;

• Respiración interna: el oxígeno es suministrado a las células corporales, al


tiempo que se recibe de éstas el dióxido de carbono.

Mecanismo de la respiración: El aire que contiene el oxígeno entra al


cuerpo a través de la nariz y la boca. De ahí, atraviesa la faringe o garganta en su
camino hacia la tráquea. La tráquea se divide en dos vías aéreas principales
llamadas bronquios, los cuales llegan a los pulmones; uno al pulmón derecho y
otro al pulmón izquierdo. Los bronquios se subdividen o se ramifican en varias
ocasiones formando bronquios más pequeños, quienes a su vez se vuelven a
ramificar en varias ocasiones formando bronquiolos. Estos bronquios y
bronquiolos se denominan el árbol bronquial debido a que las subdivisiones o
ramificaciones que sufren se parecen a las ramificaciones de un árbol, sólo que en
una posición inversa. Después de alrededor de 23 divisiones, los bronquiolos
terminan en los conductos alveolares. Al final de cada conducto alveolar, se
encuentran cúmulos de alvéolos (sacos alveolares). El oxígeno transportado a
través del sistema respiratorio es finalmente transportado al torrente sanguíneo a
nivel de los alvéolos

Ciclo Respiratorio.

Consta de una fase de espiración, una de inspiración y una fase de reposo.

En la fase de reposo los músculos espiratorios están en reposo, el diafragma no


se contrae, no entra ni sale aire y los tres diámetros torácicos se encuentran en
posición anatómica. En la posición anatomica la presión dentro de los pulmones
va a ser igual a la presión atmosférica.

La fase de inspiración comienza con una contracción del diafragma y de todos los


músculos inspiratórios y se produce un aumento de los tres diámetros torácicos de
tal manera que en el interior de los pulmones, el volumen intrapulmonar aumenta.
En la fase inspiratoria se crea en los pulmones una presión negativa, lo que
facilitará la entrada de aire en los pulmones.

El pulmón se insufla, se va llenando de aire hasta que llega un momento que


alcanza su grado máximo de extensibilidad, las paredes alveolares se hacen
rígidas, porque no permiten elongarse más y aparece una fuerza de retracción
elástica, y en ese momento comienza la fase de espiración, en la que esa fuerza
de retracción que se genera va a disminuir los tres diámetros, generando una
presión positiva que va a hacer que el aire sea expulsado.

Ventilación pulmonar
Mecánica de la respiración El término ventilación pulmonar describe el
proceso conocido como respiración. Para que el aire entre y salga de los
pulmones es necesario que ocurra un cambio de presión. Antes de la inspiración
la presión intrapulmonar (la presión dentro de los pulmones) es igual a la presión
atmosférica. Durante la inspiración el tórax se expande y la presión intrapulmonar
desciende por abajo de la atmosférica. Dado que la presión intrapulmonar ahora
es menor que la atmosférica, el aire entra de manera espontánea en los pulmones
hasta que deja de existir esa diferencia de presión. Este fenómeno es explicado
por la ley de Boyle y la ley de Dalton. Los gases ejercen presión, y la ley de Boyle
establece que a una temperatura fija la cantidad de presión ejercida por una masa
dada de gas es inversamente proporcional al tamaño de su recipiente. Volúmenes
más grandes proporcionan mayor espacio para la circulación de moléculas de gas,
y por lo tanto se ejerce menos presión. En volúmenes menores es más probable
que las moléculas de gas choquen con las paredes del recipiente, y como
resultado ejercen una mayor presión (figura 11-8). La ley de Dalton explica que en
una mezcla de gases cada gas ejerce su propia presión individual, proporcional a
su tamaño. Por ejemplo, el aire atmosférico contiene una mezcla de gases. Cada
gas individual ejercerá su propia presión, la cual depende de su cantidad. Así, el
nitrógeno ejercerá la mayor presión, ya que es el gas más abundante. De manera
colectiva, todos los gases de la atmósfera ejercen una presión, la presión
atmosférica, que es de 101.3 kPa (kilopascales) al nivel del mar (cuadro 11-2).
Con la inhalación el tórax se expande, la presión intrapulmonar desciende por
debajo de 101.3 kPa y, dado que el aire fluye de zonas de alta presión a zonas de
baja presión, entra en los pulmones
Se usan varios músculos respiratorios para la expansión torácica durante la
inspiración (figura 11-9). Los principales músculos de la inspiración son el
diafragma y los músculos intercostales externos. El diafragma es un músculo
esquelético en forma de domo situado abajo de los pulmones, en la base del tórax.
Hay 11 músculos intercostales externos, que se encuentran en los espacios
intercostales (los espacios entre las costillas). Durante la inspiración el diafragma
se contrae hacia abajo, tirando de los pulmones con él. Al mismo tiempo, los
músculos intercostales externos tiran de la caja torácica hacia fuera y arriba. El
tórax es ahora más grande que antes, y como resultado la presión intrapulmonar
se reduce por abajo de la presión atmosférica. El músculo inspiratorio más
importante es el diafragma; 75% del aire que entra en los pulmones lo hace como
resultado de la contracción diafragmática. La espiración es un proceso más
pasivo. Los músculos intercostales externos y el diafragma se relajan, permitiendo
que el rebote elástico natural del tejido pulmonar recupere su forma, forzando el
regreso del aire a la atmósfera
También
pueden utilizarse otros músculos respiratorios. Los músculos de la pared
abdominal y los músculos intercostales internos, por ejemplo, se utilizan para
forzar la salida de aire más que en una respiración normal, como podría ocurrir al
tocar un instrumento musical o apagar las velitas de un pastel de cumpleaños.
También pueden usarse los esternocleidomastoideos, escalenos y pectorales para
una inspiración forzada profunda. Estos músculos se conocen como accesorios
porque rara vez se usan en la respiración tranquila normal

Trabajo respiratorio Durante la inspiración los músculos respiratorios


deben vencer diversos factores que impiden la expansión torácica. El rebote
elástico natural del tejido pulmonar, la resistencia al flujo de entrada de aire a
través de vías respiratorias estrechas y las fuerzas de tensión superficial en la
entrecara líquido–aire en el lobulillo todos se oponen a la expansión torácica. La
energía requerida por los músculos respiratorios para superar estas fuerzas
opuestas se conoce como trabajo respiratorio. La cantidad de energía invertida se
mantiene en un mínimo debido a la facilidad con que los pulmones se estiran. Esta
facilidad de estiramiento se denomina distensibilidad pulmonar. Debido a ella, una
inhalación de unos 500 mL de aire puede lograrse sin un esfuerzo notable. Insuflar
una cantidad similar de aire en un globo requeriría un esfuerzo mucho mayor. La
distensibilidad pulmonar es auxiliada por la producción de una sustancia similar a
un detergente, llamada agente tensoactivo o surfactante. Siempre que un líquido y
un gas entran en contacto estrecho mutuo se genera tensión superficial. El
surfactante reduce la tensión superficial que ocurre cuando los alvéolos
encuentran flujo de sangre capilar pulmonar en el lobulillo, con lo que reduce la
cantidad de energía requerida para inflar los alvéolos. El surfactante es producido
por las células alveolares tipo II, presentes en los alvéolos. También se requiere
trabajo respiratorio para vencer la resistencia en las vías respiratorias. Al fluir el
aire por el árbol bronquial, ocurre resistencia a ese flujo cuando las moléculas de
gas chocan entre sí en las vías respiratorias cada vez más estrechas. A pesar de
estas fuerzas contrarias, el trabajo respiratorio representa menos del 5% del gasto
energético total del organismo. Sin embargo, muchas enfermedades pulmonares
pueden afectar la distensibilidad pulmonar y la resistencia en las vías respiratorias
y, de este modo, incrementar el trabajo respiratorio. Por ejemplo, en el asma la
inflamación de las vías respiratorias reduce el diámetro de éstas e incrementa la
resistencia en ellas. Si ese diámetro se reduce a la mitad, la resistencia aumenta
16 veces. Las enfermedades pulmonares que dañan el tejido pulmonar también
pueden afectar la distensibilidad de los pulmones. Cualquier aumento de la
resistencia en las vías respiratorias y la distensibilidad pulmonar eleva de forma
inevitable el trabajo respiratorio. En una enfermedad respiratoria aguda, el trabajo
respiratorio podría representar hasta 30% del gasto energético corporal total

Control de la respiración La frecuencia y profundidad de la respiración


son controladas por los centros respiratorios, que se encuentran en el tallo
encefálico, dentro de las zonas llamadas bulbo raquídeo y puente de Varolio
(figura 11-12). La frecuencia respiratoria es determinada por el centro inspiratorio
del bulbo raquídeo. Se piensa que éste interviene en la espiración forzada.
También en el bulbo raquídeo hay quimiorreceptores especializados que de
manera continua analizan las concentraciones de dióxido de carbono en el líquido
cefalorraquídeo. Cuando dichos valores aumentan, se envían mensajes vía los
nervios frénico e intercostal hacia el diafragma y los músculos intercostales para
indicarles que se contraigan. Otra serie de quimiorreceptores presentes en aorta y
arterias carótidas analizan las concentraciones de oxígeno así como las de dióxido
de carbono. Si el oxígeno disminuye o el dióxido de carbono aumenta, se envían
mensajes a los centros respiratorios a través de los nervios glosofaríngeo y
neumogástrico (“vago”), que estimulan una mayor contracción. La respiración es
afinada por las acciones de los centros neumotáxico y apneústico del puente de
Varolio (figura 11-12). El centro neumotáxico envía señales inhibitorias al bulbo
raquídeo para hacer más lenta la respiración, mientras que el centro apneústico
estimula los centros inspiratorios, alargando la inspiración. Ambas acciones
armonizan la respiración e impiden que los pulmones se inflen en exceso. Todo el
día, ya sea que la persona trabaje, descanse o juegue, la frecuencia respiratoria
cambiará a fin de satisfacer las necesidades de oxígeno del organismo.

Respiración externa

El proceso de la respiración externa: puede dividirse en 4 etapas


principales

La ventilación pulmonar o intercambio del aire entre la atmósfera y los


alvéolos pulmonares mediante la inspiración y la espiración

La difusión de gases o paso del oxígeno y del dióxido de carbono desde los
alvéolos a la sangre y viceversa, desde la sangre a los alvéolos.

El transporte de gases por la sangre y los líquidos corporales hasta llegar a


las células y viceversa Y, por último, la regulación del proceso respiratorio.

Respiración pulmonar o externa: HEMATOSIS Cuando el aire inhalado


llega a los alvéolos pulmonares, se realiza un intercambio gaseoso entre ellos y
los capilares sanguíneos que los rodean. Los gases que intervienen en el proceso
respiratorio son el oxígeno y el dióxido de carbono. El pasaje de estos gases a
través de las paredes de los alvéolos se realiza por el proceso de difusión; cada
tipo de gas pasa desde el lugar donde su concentración (presión) es mayor hacia
aquel donde se halla menos concentrado. Es decir, el oxígeno pasa de los
alvéolos a la sangre, para llevarlo a las células; mientras que el dióxido de carbono
pasa de la sangre a los alvéolos, desde donde será exhalado. En los alvéolos
pulmonares se intercambian los gases entre el aire y la sangre. La presión parcial
de oxígeno en el aire inspirado (105 mmHg) es mayor que en la sangre de los
capilares alveolares (40 mmHg). Por lo tanto, el oxígeno se difunde desde los
alvéolos hacia los capilares alveolares. El dióxido de carbono se difunde en
sentido contrario al oxígeno, ya que la presión parcial del dióxido de carbono es
mayor en los capilares que en los alvéolos. El oxígeno es transportado en la
sangre por una molécula muy conocida, la hemoglobina, de intenso color rojo. En
ella hay hierro y es a él al que se une el oxígeno. La hemoglobina está dentro de
los glóbulos rojos o hematíes. El dióxido de carbono se transporta disuelto en el
plasma sanguíneo (la parte líquida de la sangre).

EL INTERCAMBIO GASEOSO En nuestro organismo, el intercambio


gaseoso se puede dividir en tres etapas: Ventilación pulmonar: ingreso y egreso
de aire de los pulmones. Respiración pulmonar o externa: intercambio de gases
entre los alvéolos pulmonares y la sangre de los capilares pulmonares a través de
la membrana respiratoria. HEMATOSIS.

Respiración tisular o interna: intercambio de gases entre la sangre en los


capilares que bañas los tejidos y cada una de las células del cuerpo. Las células
necesitan oxígeno para oxidar los alimentos y así obtener energía: respiración
celular.

La vida supone un constante consumo de energía. Energía que las células


sólo saben utilizar en forma de energía química o energía de enlace (la energía
que existe en los enlaces entre los átomos que forman las moléculas). Para que
los alimentos (sobre todo los alimentos energéticos como los glúcidos o las
grasas) liberen esa energía, la célula los oxida completamente durante la
RESPIRACIÓN CELULAR, que ocurre en las mitocondrias y que necesita
oxígeno. Ese es el destino del oxígeno que tomamos por los pulmones. Como
consecuencia de ello, el carbono de los alimentos queda completamente oxidado,
es decir, queda como CO2, producto de desecho que debe ser expulsado del
organismo. De esa tarea se encargan, como ya sabemos, los pulmones. También
se produce agua como producto de desecho, pero esta puede ser aprovechada
por la célula o ser eliminada si está en exceso.

Intercambio gaseoso La respiración externa sólo ocurre más allá de los


bronquíolos respiratorios. Se define como la difusión de oxígeno desde los
alvéolos hacia la circulación pulmonar (flujo de sangre por los pulmones) y la
difusión de dióxido de carbono en el sentido opuesto. La difusión ocurre porque las
moléculas de gas siempre se mueven de zonas de alta concentración a otras de
baja concentración. Cada lobulillo pulmonar tiene su propio riego sanguíneo
arterial; este riego sanguíneo se origina en la arteria pulmonar, que surge del
ventrículo derecho del corazón. La sangre presente en la arteria pulmonar se ha
acumulado a partir de la circulación sistémica y por ello es baja en oxígeno y
relativamente alta en dióxido de carbono. La cantidad (y por tanto la presión) de
oxígeno en los alvéolos es mucho mayor que en el riego sanguíneo arterial
circulante. Debido a ello, el oxígeno sale en forma pasiva de los alvéolos hacia la
circulación pulmonar y hacia el lado izquierdo del corazón. Dado que hay menos
dióxido de carbono en los alvéolos que en la circulación pulmonar, ese gas se
transfiere a los alvéolos, listo para ser exhalado
Factores que influyen en la difusión

Se requieren unos 0.25 s para que una molécula de oxígeno se difunda de


los alvéolos a la circulación pulmonar. Sin embargo, hay diversos factores que
determinan la rapidez con que el oxígeno y el dióxido de carbono se difunden
entre los alvéolos y la circulación pulmonar. Esto se explica mejor mediante la ley
de Fick de la difusión, una ecuación que determina la rapidez de difusión . Según
la ley de Fick, la rapidez de difusión es determinada por la solubilidad y peso
molecular del gas, área superficial, diferencia de concentración y espesor de la
membrana. Cuanto más soluble es un gas en agua, tanto más fácil es que ocurra
la difusión. Oxígeno y dióxido de carbono son 579 ambos solubles en agua y por
tanto se difunden con facilidad; de hecho, el dióxido de carbono es 20 veces más
soluble que el oxígeno. El gas más abundante en la atmósfera es el nitrógeno; sin
embargo, es muy insoluble en agua y por ello muy poco de él se difunde en el
torrente sanguíneo. A mayor área superficial disponible para la difusión, mayor la
rapidez de difusión. Las inhalaciones grandes reclutan más alvéolos, y como
resultado la rapidez de difusión es mayor. A mayor diferencia de concentración del
gas entre los alvéolos y la circulación pulmonar, más rápido se difundirá el gas.
Dado que la sangre que viaja hacia los alvéolos está desoxigenada, siempre
queda una gran diferencia de concentración de oxígeno entre los alvéolos y la
circulación pulmonar. Sin embargo, la rapidez de difusión puede mejorarse si esta
diferencia de concentración se eleva, por ejemplo, administrando oxigenoterapia
por prescripción médica. El último factor a considerar es el espesor de la
membrana. A mayor distancia que deben viajar los gases, más lenta la difusión.
Afecciones como el edema pulmonar, en el que se acumula líquido en los
alvéolos, incrementan el espesor de la membrana. La distancia entre alvéolos y
circulación pulmonar reduce la rapidez de difusión.

Ventilación y perfusión La respiración externa tiene la máxima eficacia cuando


hay un suministro adecuado tanto de oxígeno como de sangre. Para asegurar un
aporte suficiente de oxígeno los alvéolos deben estar bien ventilados. En una
persona sana se requiere una ventilación alveolar por minuto, VA, de alrededor de
4 L. A fin de asegurar que un suministro adecuado de sangre se reoxigene, debe
entregarse a los pulmones un aporte abundante de sangre desde el ventrículo
derecho del corazón; en otras palabras, un flujo de sangre pulmonar de unos 5 L
por minuto. Este aporte ideal de cantidades adecuadas tanto de aire como de
sangre se conoce como cociente de ventilación: perfusión, VA :Q. Un cociente
VA:Q normal sería de 4:5 o 0.8. Cualquier alteración de la ventilación o el riego
sanguíneo pulmonar ocasionaría una disparidad de VA :Q, y se difundiría menos
oxígeno a la sangre. Por ejemplo, si alguien se hipoventila y su VA desciende a
menos de 4 L, entonces menos sangre se reoxigenará. Esto se describiría como
un cociente VA :Q bajo (es decir, 3:5 o 0.3). Otro problema potencial sería un flujo
sanguíneo pulmonar insuficiente, debido por ejemplo a una embolia. En tal caso,
menos sangre está disponible para ser reoxigenada y el cociente VA :Q se hace
elevado (esto es, 4:3 o 1.34). Sin embargo, el realidad el cociente VA :Q difiere en
las distintas partes de los pulmones y depende de la posición de la persona

Transporte de oxígeno La mayor parte del oxígeno, alrededor del 98.5%,


se transporta unida a la hemoglobina en el eritrocito (glóbulo rojo). Cada eritrocito
contiene unos 280 millones de moléculas de hemoglobina, y cada molécula de
hemoglobina tiene el potencial de llevar cuatro moléculas de oxígeno. El
porcentaje de la hemoglobina que transporta oxígeno se mide como saturación de
oxígeno 585 (SaO2 ). El 1.5% restante de oxígeno se disuelve en el plasma
sanguíneo, y a menudo se mide en kilopascales (PaO2 ); en un individuo sano
equivale a 11 a 13.5 kPa (82 a 101 mm Hg). Así, el suministro de oxígeno también
depende de la presencia de un aporte adecuado de eritrocitos y hemoglobina. El
varón promedio sano tiene entre 15 y 18 g de hemoglobina por cada 100 mL de
sangre. Cada gramo de hemoglobina puede transportar unos 1.34 mL de oxígeno.
Por lo tanto, un varón con 16 g de hemoglobina por dL tendría la capacidad de
transportar 21.44 mL de oxígeno por cada 100 mL de sangre (16 × 1.34 = 21.44).
Este volumen de oxígeno se denomina capacidad de oxígeno. Sin embargo, es
raro que un individuo tenga la hemoglobina completamente saturada de oxígeno.
La cantidad real de oxígeno transportada por la hemoglobina es el contenido de
oxígeno (CaO2 ). El contenido de oxígeno es determinado por la saturación de
oxígeno. En una persona sana, la saturación de oxígeno (SaO2 ) sería de entre
97% y 99%. De este modo, un varón con 16 g de hemoglobina por dL y SaO2 de
98% tendrá un contenido de oxígeno de 21.01 mL (0.98 × 21.44). El CaO2 sólo
indica la cantidad de oxígeno disponible por cada 100 mL de sangre. Multiplicando
CaO2 por gasto cardiaco se obtiene la cantidad de oxígeno que se suministra a
todos los tejidos corporales cada minuto. Este volumen de oxígeno se denomina
suministro de oxígeno (DO2 ). En otras palabras, si el gasto cardiaco es de 5000
mL por minuto, el individuo antes mencionado tendrá un suministro de oxígeno
(DO2 ) de 1 050 mL por minuto (21.01 mL por cada 100 mL de sangre × 5 000). La
relación entre oxígeno unido a hemoglobina arterial (SaO2 ) y oxígeno disuelto en
el plasma (PaO2 ) es descrita por la curva de disociación de oxihemoglobina
(figura 11-14). Cuando la PaO2 desciende, la SaO2 decrece en una curva en
forma de S. Si la PaO2 disminuye hasta 8 kPa (60 mm Hg), la SaO2 permanecerá
en alrededor de 90%. Así, las fluctuaciones naturales en la oxigenación, como
ocurre cuando se canta, ríe y habla, no causarán reducciones notables en la
saturación de oxígeno. La liberación de oxígeno de la hemoglobina puede
incrementarse por medio del 2,3-difosfoglicerato, que se libera en caso de hipoxia
y altas temperaturas.
Transporte de dióxido de carbono

Junto con el oxígeno, una pequeña cantidad de dióxido de carbono,


alrededor del 10%, se transporta en el plasma. El dióxido de carbono también se
transporta unido a la hemoglobina, aunque sólo alrededor del 30% viaja de esta
manera. Pese a todo, la hemoglobina tiene mayor afinidad por el dióxido de
carbono que por el oxígeno. En los tejidos esto facilita la liberación del oxígeno
cuando se genera dióxido de carbono. Sin embargo, cuando la concentración de
dióxido de carbono aumenta (hipercapnia), la cantidad de oxígeno que se une a la
hemoglobina se reduce. Cualquier acumulación de dióxido de carbono afecta la
curva de disociación de la oxihemoglobina, empujando la curva natural a la
derecha, con el resultado de un mayor riesgo de hipoxemia. A la inversa, un
descenso del dióxido de carbono (hipocapnia) tiene el efecto opuesto

La producción de dióxido de carbono (CO2) se realiza en los tejidos como


resultado del metabolismo celular, de donde es recogido por la sangre y llevado
hasta los pulmones. Aunque el dióxido de carbono es más soluble en los líquidos
corporales que el oxígeno, las células producen más CO2 del que se puede
transportar disuelto en el plasma. De modo que la sangre venosa transporta el
CO2 de 3 maneras:

Combinado con la hemoglobina (Hb) (20%)

En forma de bicarbonato (73%)

En solución simple (7%)

COMBINADO CON LA HB: el 20% del CO2 que penetra en la sangre que circula
por los capilares tisulares es transportado combinado con los grupos amino de la
hemoglobina. Cuando el oxígeno abandona sus sitios de unión en los grupos
hemo de la Hb, el dióxido de carbono se une a la Hb en sus grupos amino
formando carbaminohemoglobina proceso que es facilitado por la presencia de
hidrogeniones (H+) producidos a partir del CO2 ya que el pH disminuido en los
hematíes, disminuye la afinidad de la Hb por el oxígeno.
EN FORMA DE BICARBONATO: cerca del 75% del CO2 que pasa de los tejidos a
la sangre es transportado en forma de iones bicarbonato (HCO3 - ) en el interior
de los 23 hematíes. El dióxido de carbono difunde al interior de los hematíes en
donde reacciona con agua en presencia de un enzima, la anhidrasa carbónica,
para formar ácido carbónico. El ácido carbónico se disocia en un ión de hidrógeno
y un ión de bicarbonato por medio de una reacción reversible: CO2 + H2O <------->
CO3H2 <-------> HCO3 -+ H+ A medida que el CO2 va entrando en los hematíes
se va produciendo ácido carbónico y bicarbonato hasta alcanzar el equilibrio. Los
productos finales de la reacción (HCO3 - y H+) deben ser eliminados del
citoplasma de los hematíes. Los hidrogeniones se unen a la Hb y así se mantiene
baja su concentración en el interior de los hematíes y los iones bicarbonato salen
desde los hematíes al plasma utilizando una proteína transportadora. Cuando la
sangre venosa llega a los pulmones sucede que la presión parcial del dióxido de
carbono (PCO2) de los alvéolos es más baja que la de la sangre venosa. El CO2
difunde desde el plasma al interior de los alvéolos y la PCO2 del plasma empieza
a bajar, lo que permite que el CO2 salga de los hematíes. La reacción entonces se
produce a la inversa. Los H+ se liberan de la Hb y el bicarbonato del plasma entra
en los hematíes. El bicarbonato y los H+ forman ácido carbónico que, a su vez, se
convierte en CO2 y en agua. El dióxido de carbono entonces difunde desde los
hematíes al interior de los alvéolos para ser expulsado al exterior del organismo
por la espiración. EN SOLUCIÓN SIMPLE: el CO2 es muy soluble en agua y la
cantidad del que es transportado en solución depende de su presión parcial,
aunque en condiciones normales solo un 7-10% del transporte del CO2 se realiza
en solución, disuelto en el plasma.

Equilibrio acidobasico……………………………………………….
Respiración interna

El término respiración interna describe el intercambio de oxígeno y dióxido


de carbono entre sangre y células tisulares, un fenómeno regido por los mismos
principios que la respiración externa. Las células utilizan oxígeno cuando producen
su principal fuente de energía, el trifosfato de adenosina (ATP). Además de ATP,
las células generan agua y dióxido de carbono. Dado que las células utilizan
oxígeno en forma continua, la concentración de éste en los tejidos siempre es
menor que en la sangre. De modo similar, el uso continuo de oxígeno asegura que
la concentración de dióxido de carbono en el tejido siempre sea mayor que en la
sangre. Cuando la sangre fluye por los capilares, oxígeno y dióxido de carbono
siguen sus gradientes de presión y se difunden de manera continua entre la
sangre y los tejidos (figura 11-15). La concentración de oxígeno en la sangre que
fluye desde los tejidos de vuelta al corazón es relativamente baja (se dice que esa
sangre está “desoxigenada”). En realidad, si se mide, la saturación de oxígeno de
la sangre venosa puede ser de alrededor del 75%. Esto significa que sólo un 25%
del contenido de oxígeno (CaO2 ) sale del torrente sanguíneo, dejando atrás una
gran parte de él. La cantidad real de oxígeno utilizada por los tejidos cada minuto
se denomina consumo de oxígeno (VO2 ) o cociente de extracción de oxígeno

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