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SU VIDA ADULTA
Cuando salió del seminario Imperial se fue a dar clases a la escuela de
su padre. Enseñaba en la clase de los pequeños. Pero su talento para
la música hizo que deseara enormemente vivir de sus composiciones
y no dando clases. Los años que pasó en la escuela no fueron los más
felices para él.
Tenía muchos amigos quienes le apoyaron y acompañaron durante
su etapa adulta. Nunca llegó a casarse, aunque estuvo enamorado de
la soprano Therese Grob. En aquel entonces existía una ley en la que
el hombre debía demostrar tener los medios financieros para tener
una familia y entonces le daban el permiso. Dado que no ganaba
mucho dinero, no se pudo casar nunca.
El único campo que podía reportar grandes beneficios a un
compositor de la época era el teatro, la ópera, y aunque éste fue un
género que Schubert abordó con insistencia a lo largo de toda su vida,
nunca consiguió destacar en él, bien fuera por la debilidad de los
libretos escogidos o por su propia falta de aliento dramático. Sus
óperas, entre las que merecen citarse Los amigos de Salamanca,
Alfonso y Estrella, La guerra doméstica y Fierabrás, continúan siendo
la faceta menos conocida de su producción.
Los ciclos La bella molinera y Viaje de invierno constituyen quizás la
cima de su genio en este campo, a los que hay que sumar títulos
como El caminante, La trucha, A la música, La muerte y la doncella o
el celebérrimo Ave María. A pesar de la belleza de estas
composiciones y de la buena acogida que encontraron entre el
público, la vida de Schubert discurrió siempre en un estado de gran
precariedad económica, agravada considerablemente a partir de 1824
por los primeros síntomas de la enfermedad que acabaría
prematuramente con su existencia.
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