Marcela nunca va a fijarse en mí, embobada como está
de Elsa Bornemann con ese... ese... ¿Cómo se llamaría su rival? -¿Quién es ese ganso, Marcela? - ¿Quién es ese ganso? –le preguntó Gerardo a su Fueron Claudia y Silvia las que contestaron a dúo, amiga, no bien ella desenrolló el gran póster que le irrumpiendo en la habitación y parándose ante el póster acababa de regalar una compañera de grado. -Dame las con la misma expresión fascinada que tenía Marcela. chinches y no preguntes estupideces. -¡Robert Redford! ¡Robert Reeedford! Marcela se subió a una silla y extendió el pliego sobre -Vamos al comedor; tengo que apagar las velas –dijo una de las paredes de su dormitorio. El rostro sonriente Marcela, y abandonó el dormitorio. de su actor de cine favorito ocupó, entonces, toda su Sus dos amigas la siguieron de inmediato. Gerardo atención. permaneció aún unos instantes, mirando con rabia a ése -Ah... –suspiró embelesada. -¡Qué pelo! del que ni le importaba recordar el nombre. Ya iba a -Bah... Teñido seguramente –dijo Gerardo. dirigirse él también hacia la sala cuando, sobre el -¡Qué dientes parejitos! ¡Y tan blancos! escritorio de Marcela y casi confundida entre las -Postizos. Marcela se fastidió: escolares, descubrió aquella carpeta: forrada con -¡Lo único que falta es que digas que tiene ojos de recortes de diferentes revistas, multiplicaba hasta el vidrio! ¿Me vas a alcanzar esas chinches o no? hartazgo la cara de Robert Redford. A desgano, Gerardo se las alcanzó una por una, Hasta el hartazgo de Gerardo, por supuesto, porque mientras comparaba mentalmente su propia apariencia era evidente que Marcela sentía una gran atracción por con la de ese galán que había ganado el corazón de su ese actor: ¿Cómo explicar, si no, que a lo largo de diez amiga. Los celos lo torturaban. “Ese ganso” era rubio, páginas (como Gerardo mismo comprobó fastidiado al pelilacio y, para colmo, un hombre. Él, moreno, de pelo hojearla) hubiera pegado tantas fotografías? Robert ensortijado y apenas un muchacho de once años. - Redford de frente, de perfil, serio, displicente, con sombrero tejano, descalzo, con jeans, sonriente, había propuesto para lograr atraer la atención de durante el rodaje de alguna película, con impecable Marcela: - Que se crea que ella no me gusta. Pero no smoking, fumando un habano... En fin, “¡Robert Redford resultó. Todo fue peor para él. El tiempo pasaba, la chica hasta en la sopa!” se dijo Gerardo. Cerró la carpeta con ni siquiera acusaba recibo de su aparente falta de interés fuerza, como si con ese gesto pudiera hacer desaparecer y a Gerardo no le quedó más remedio que volver a el objeto de su malestar, de sus profundos y no acercársele como siempre. La relación entre ambos confesados celos. Cuando llegó a la sala, todos estaban pesaba a punto de desbarrancarse en la pura nada. cantando el “Happy Birthday”. Alguien apagó las luces. Entonces se le ocurrió encarar la situación de otro modo. Su familia y sus compañeros aplaudieron. Enseguida, –aunque hacer esto me revuelva las tripas –se decía uno por uno se le acercaron para felicitarla. Cuando Gerardo cada fin de semana cuando, tijera en mano, Gerardo se decidió a hacer lo mismo, estaba tan revisaba las revistas de su mamá y de sus tías a la pesca cohibido que se llevó la mesa por delante. Copas y de alguna foto de Robert Redford. Lo hacía en secreto, botellas tintinearon levemente. -¡Maldita timidez! – qué duda cabe. De lo contrario, ¿qué iban a suponer en pensó Gerardo. su casa si lo sorprendían coleccionando imágenes de -¡Menos mal que no se volcó nada! “ese ganso”? Y sobreponiéndose a lo que él se le antojaba un Ah... ¡Los sacrificios de los que es capaz un corazón papelón, se aproximó a Marcela y le dio un beso. deslumbrado! Y allá iba Gerardo, con los recortes -Tendré que esperar hasta abril del año que viene cuidadosamente ocultos dentro del forro del libro de para volver a tener esta oportunidad... –pensó, algo lectura, a la espera del primer recreo de cada lunes. acongojado. Las mejillas le ardían. Durante los días que Entonces, se los entregaba a Marcela. Así, durante casi siguieron a la fiesta, Gerardo trató de demostrar un total todo el año escolar. En octubre, y gracias a su desinterés hacia Marcela. Aprovechaba los recreos para colaboración, el álbum de su amiga había aumentado de jugar y pavonearse con otras chicas. Era el plan que se volumen tremendamente, a la par que aumentaban sus celos. Sin embargo, Gerardo se esforzaba por inmediato, Claudia lo acaparó, encantada al ver que se mantenerlos en silencio. No iba a estropearlo todo justo trataba de Robert Redford, mientras Roberto y Osvaldo cuando Marcela parecía cobrarle cada vez más se intercambiaban risueñas guiñaditas y miraban, simpatía... Debido a que Robert Redford... y bueno... lo burlones, la cara colorada de Gerardo. cierto era que entre la niña y él existía ahora un vínculo -¿Pero qué se creen? ¡A mí me importa un pepino más sólido que antes. Hasta que una tarde de principios ese ganso! de noviembre... Estaban en casa de Marcela. Un deber -¿¿¿Cómo??? –reaccionó Marcela-. ¿Quién me que tenían que realizar en equipo los había llevado a ayudó a coleccionar las fotos de Robert Redford? reunirse allí. También se encontraban Claudia, Roberto ¿Quién, eh? Y afirmó con seguridad: -A Gerardo le gusta y Osvaldo. Gerardo terminaba de colorear el contorno tanto como a mí. Te dará vergüenza admitirlo, no? del enorme mapa que habían dibujado. Marcela estaba enojada. No se le había ocurrido pensar Roberto preparaba las últimas fichas. Claudia y que su amigo había hecho todo eso guiado únicamente Osvaldo buscaban palabras en el diccionario. Marcela por las ganas de complacerla, de estar con ella durante concluyó de pasar en limpio el informe para Geografía más tiempo y con el propósito de que tuviera un motivo que a causa de su buena letra, le había correspondido poderoso para aceptarlo, para sentir simpatía por él. transcribir. Aprovechó entonces la pausa que se le ¡Ah, qué confusión! Y, encima, el pobre debía ahora presentaba mientras los demás finalizaban sus tareas, aguantar las burlas de sus compañeros: -Si te hubieras dejó el sitio que ocupaba alrededor de la mesa y salió de enloquecido por Farrah Fawcet... Pero que se te dé por la habitación anticipándoles una sorpresa. Cuando Robert Redford, pibe... ¡Quién lo hubiera imaginado! No. volvió, cargaba algo entre sus manos, escondidas tras la Gerardo no pudo soportar más la tensión. Toda la espalda. paciencia que había acumulado durante esos largos -¡Un momento, chicos! –les dijo. -¡Quiero que vean meses le estalló dentro. En un impulso de rabia le el fantástico álbum que armamos Gerardo y yo! De arrebató el álbum a Claudia y trató de partirlo en dos. ¡Vaya! Aquello parecía la guía telefónica y él no era papel, toda su presencia. Entonces recordó los cercanos, Superman. Marcela forcejeaba para recuperarlo intacto, afectuosos y reales ojos de Gerardo, ésos que sí podían cuando Gerardo logró rasgar algunas hojas. Enseguida, devolverle las miradas. Y más tarde, cuando se durmió, arrojó la odiada carpeta al suelo. ¡Al demonio Robert fueron los ojos de Gerardo los que se abrieron, por Redford! –gritó. Y envalentonado por el repentino coraje primera vez, en sus más dulces sueños. que le permitía el despecho agregó: FIN. -¡A mí me gustaba Marcela! ¡Me acabo de dar cuenta de que no es más que una tonta, siempre suspirando por un hombre de papel! Dirigiéndose a ella recalcó: -Me gustabas, ¿entendiste? Me gus-ta-bas. La chica se puso a llorar. Gerardo dejó su portafolios, sus crayones desparramados, el mapa a medio colorear y se fue a su casa. No nos engañemos: él también tenía ganas de llorar. Al rato, Claudia, Roberto y Osvaldo se despidieron de Marcela. Con una discreción asombrosa para sus pocos años, no le dijeron ninguna tontería y respetaron su llanto. Porque ella seguía de rodillas sobre el parquet y lagrimeando en silencio, con el álbum descuajeringado a medio metro de distancia. Esa noche, mientras pegaba las partes rotas de las fotografías, Marcela advirtió – de pronto- que Gerardo tenía razón: aquellos ojos eran hermosos, sin duda, pero de papel; de papel eran sus miradas y de papel, también de puro El reglamento es el reglamento Cajera: Mire, lo lamento, pero es el reglamento. ¿Me está escuchando lo que le digo? Autora: Adela Basch Señora: Sí, la escucho. Pero lo siento mucho. No-le-pue-do- Personajes mos-trar-la-car-te-ra" (Pronuncia las últimas palabras con Señora Cajera mucha fuerza.) Supervisor Gerente Cajera: Pero, ¿qué es esto? ¿Cómo que "no-le-pue-do-mos- trar-la-car-te-ra"? (Imita la forma en que lo dijo la señora.) Escena uno Señora: (Grita) ¡No me haga burla! La escena transcurre en un supermercado. La señora está en la caja, pagándole a la cajera. Cajera: ¡Y usted, mejor no me aturda! Cajera: Su vuelto, señora. Señora: ¡Y usted, no diga cosas absurdas! Señora: Gracias. Buenos tardes. Cajera: Creo que usted exagera. Solamente le pedí que mostrara la cartera. Cajera: Un momento. Todavía no se puede ir. ¿No vio ese cartel? (Lo señala y lo lee.) "Señores clientes es obligación Señora: Por favor, no me haga perder el tiempo. Estoy mostrar la cartera a las amables y gentiles cajeras". apurada. Tengo invitados para la cena. Señora: Discúlpeme, pero yo no se la puedo mostrar. Cajera: ¿Ah, sí? ¡Qué pena! Si está apurada, no sé qué espera. ¡Muéstreme la cartera! Cajera: ¿Qué dice? Imposible. Me la tiene que mostrar antes de salir. Señora: ¡Déjese de pavadas! ¡No se la muestro nada! Señora: Por favor, no insista, señora cajera. No le puedo Cajera: ¡No me hable de ese modo! ¡Y mejor me muestra mostrar la cartera. todo! Señora: ¿Pero qué tiene usted en la sesera? No se la puedo Cajera: No, no me gusta la menta. mostrar y no es porque no quiera. Lo que pasa, mi querida, Señora: Lo lamento. es que no tengo cartera. Cajera: ¿Qué lamenta? Cajera: ¿Cómo? ¿Está segura? Señora: Que no le guste la menta. Señora: (Toma una planta de lechuga.) Como que esto es verdura. Cajera: (Toma un teléfono) ¡Por favor, por favor, que venga el supervisor! Cajera: ¡Pero qué locura! No puede ser. No sé qué hacer. No sé qué pensar. No sé cómo actuar. A ver, empecemos otra vez. Yo le pido a usted que me muestre la cartera y... Escena dos Señora: Y yo le digo que no se la puedo mostrar aunque Entra el supervisor. quiera, simplemente porque no tengo cartera. Supervisor: ¿Qué sucede? ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? Cajera: ¿Y ahora qué hago? Señora: Me quiero ir a mi casa. Compré, pagué y me quiero Señora: Haga lo que quiera. ir. Pero la cajera insiste en que muestre la cartera. Y yo... Cajera: Muy bien, quiero ver su cartera. Supervisor: Es correcto. Si no la muestra, no se puede ir. Señora: ¡Pero no tengo! (Saca del bolsillo un papel enrollado y lo desenrolla.) Así dice el reglamento de este establecimiento. Cajera: No comprendo... No entiendo... Soy la cajera y estoy obligada a revisar las carteras. Usted no tiene cartera, así que Cajera: ¿Vio, señora, que no miento? no puedo cumplir con mi obligación. ¡Qué situación! ¡Qué Señora: Sí, pero no tengo nada que mostrar. complicación! Esta situación imprevista me saca de las casillas. ¡Necesito mis pastillas! Supervisor: ¿Por qué? ¿Tiene algo que ocultar? ¿Lleva algo