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Metafísica
Agosto 4, 2023
Lo que hace Parménides en su poema titulado “El poema de la naturaleza” es describir
un viaje que puede llegar a emprender el hombre. Este viaje depende del alcance del ánimo del
camino que va más allá de los limites humanos, lo que Parménides describió como el camino de
la divinidad; un camino impulsado por el hombre vidente. Con ello pudo referirse a que para
alcanzar dicho camino y llegar a transitar por él, se necesita tener una visión que vaya más allá
de lo común. También, el hombre era guiado hacia ese camino por unas doncellas, quienes
oscuridad, y por ello avanzan a la luz, que representa claridad y entendimiento. A su vez estas
mujeres quitaron los velos de su cabeza, lo que logra mostrar que se despojaron de una barrera
que les impedía llegar a comprender algo. Sin duda alguna, Parménides construye una historia en
Siguiendo la ruta hacia ese camino, Parménides plasma en su obra la aparición de dos
puertas: las puertas del día y de la noche; que se cierran con hojas enormes. Dichas hojas podrían
representar la naturaleza, lo que hace pensar que lo que esta atrás de esas puertas está conectado
con lo natural. Las llaves de las puertas pertenecen a la justicia, es decir, por medio de la justicia,
se tiene acceso a los caminos que están detrás de ellas. La justicia fue persuadida y las puertas se
abrieron, lo que se puede interpretar como el paso a aquellos misterios ocultos de la realidad.
Dentro de las puertas se encontraba una diosa, la cual felicito al hombre por seguir un camino
impropio de los mortales. Asimismo, le indica la necesidad de conocer tanto las opiniones
limitadas de los mortales como lo que nos ayuda a tener un corazón imperturbable, es decir, la
verdad. Pero de la misma forma le dice que las apariencias son en todo momento la totalidad de
las cosas. Puede se crea que lo que se presenta ante el hombre son meras apariencias, y este no se
fije más allá de ellas por asumir que son tal, ignorando que lo son todo. En definitiva,
conocimiento.
la persuasión y el sendero que nada informa. Parménides estableció que la primera vía es, pero
también es posible que no sea, seguramente refiriéndose a que la persuasión no siempre hace
efecto en una persona. Sin embargo, acompaña a la verdad. Con respecto a la segunda vía, no
hay mucho que decir de ella, pues no comunica nada y deja al hombre en un punto fijo. A través
de estas vías el hombre puede pensar más a allá de lo que piensa y ser más allá de lo que es,
De la misma forma, el poema describe que hay pensamientos que no son palpables de
manera visual ni sensorial, pero que aun así están. Y aunque se trate de entender y relacionar lo
que se piensa con lo que está presente, el hombre volverá al punto inicial de su vano esfuerzo,
porque relacionar lo palpable con lo que no lo es, es una tarea imposible. Por ello, el ser está
compuesto de lo que es, es decir, de lo que se puede conocer, sentir y palpar. Pero de las cosas
que no son, que no se tienen presentes, no puede estar compuesto. Esto es lo que hace que la
diosa aparte al hombre del camino de la persuasión, porque este puede ser, pero también puede
no ser. A su vez, lo aparta del camino de los mortales, ya que mantiene a las personas ciegas y sin
discernimiento; pensando que lo que es y no es, son lo mismo. Solo negando a la razón, se puede
Por todo lo previamente dicho, a lo que apunta Parménides en su poema es que el hombre
debe escoger la vía de lo que es. El ser es intrínseco a la naturaleza. No puede perecer, es único,
no cambia con el tiempo y es completo. De ahí que al fijarse en lo que es, el hombre puede
conocerse plenamente y conocer lo que le rodea sin el riesgo de alteraciones. El ser no tiene
origen pues siempre ha estado, así como lo que no es no tiene origen porque nunca ha sido. Por
tanto, no tiene sentido pensar en lo que no es. También, el ser es homogéneo, no hay más ser en
algo que es que en otra cosa que también es; y su existencia es una necesidad.
Hay luz y noche: claridad y oscuridad. A lo largo de la vida se conocerán las dos cosas y
abandonar el pensamiento de los mortales, puesto que los hombres tienen una visión
preconcebida y limitada del ser. Le adjudican al ser características cambiantes, vanas y contrarias
entre sí. Pero como ya fue dicho, el ser no cambia, no posee atributos contrarios ni se define por
cosas vanas o sin sentido. Por esa razón, todo el poema se concluye en la siguiente frase: el ser