Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Incluye:
Elogio del Exceso: Antología de la poesía (Neo)barroca de nuestra América
ÍNDICE
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030046/
• Presentación y selección
ENRIQUE SOLINAS (Argentina)
• Cuerda de Poesía, Días y Flores y otros
ROMINA FRESCHI (Argentina)
• Dioses de América, Exilio y otros
ENRIQUE MOLINA (Argentina)
• Desdoblamiento en Máscara de Todos, La Realidad y el Deseo y otros
OLGA OROZCO (Argentina)
• Cadáveres
NÉSTOR PERLONGHER (Argentina)
• La Gaviota, Domingo de Elecciones en la Shell Select Tango y otros
SUSANA VILLALBA (Argentina)
• Las Tinieblas
JAIME SÁENZ (Bolivia)
• Sermón del Mar Rojo, Llaves de la Caída y otros
FLORIANO MARTINS (Brasil)
• El Sueño de las Escalinatas
JORGE ZALAMEA (Colombia)
• Dos Veces Son el Mínimo, La Diferencia y otros
REINA MARÍA RODRÍGUEZ (Cuba)
• El Cuaderno de la Rata Almizclera/2, El Cuaderno de la Rata
Almizclera/8 y otros
VÍCTOR RODRÍGUEZ NÚÑEZ (Cuba)
ANTICIPO DE LIBRO
RESEÑAS
AUTORES
NORMAS EDITORIALES
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030001/
Romina Freschi
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
CUERDA DE POESÍA
Lo que hace a la teoría de cuerdas algo tan difícil de evaluar desapasionadamente es que se apoya
y elige sus direcciones de desarrollo casi por entero a partir de juicios estéticos guiados por desiderata matemáticos
Roger Penrose, El camino a la realidad
En lo borroso se define la especie, cuerpo tras cuerpo, danzan las cadenas de genes, torrente acuoso, protei-
co, mineral. El mundo es fruto de la refracción de las rocas, carbonos combinados, apenas una diferencia
de condimento.
Lo que fluye indetenible, se precipita y solo es posible verlo mientras transcurre. Aislado o detenido, quizás
muera con dolor, o resuene hueco como una campanilla de cotillón. El habla invierte la imagen, proyecta
una fotografía tras fotografía, nace el cine, como un fluir de las imágenes, chorrean en su conjunto, torrente
inaprensible, inapresable.
A veces la materia responde a una elección. Real. Creada o impuesta. Es una tensión en un conjunto, el ar-
mado de un tambor, la presión exacta y aún artesanal que produce un sonido electivo, determinado, sólido
y vital como un pulso, una corriente eléctrica.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Sin que pueda convertirse en presa, lo que evade la noción, la presión, toda coerción, y encuentra, la pura
elección, responsabilidad, aún el vilo de la indecisión, pero resiste inapresable, estar, ser ahí y habernos
encontrado, sin haberlo planeado o sí, pero sin haberlo obligado, vertirse e invertirse, desatar el torrente,
quitarle toda arma para que encuentre su fuerza y se detenga por sí.
Al mismo tiempo la confirmación de la interminable soledad y la ineludible comunidad. El otro nos ro-
dea, nos acuna, nos es, aún más allá de nuestra conciencia y aún con nuestra conciencia. Cuando poesía
enciende, enciende esa conciencia, podemos replegarnos, reflexionar y ver en nosotros y afuera ese flujo,
afluente, sin límite alguno y pluridimensional, el interior de una nuez, una placenta, espacio-previo-pós-
tumo-continuo, convive con el puro dolor de saber la simultaneidad de la diferencia, entre otras simulta-
neidades, con la misma certeza y coincidencia en que las dimensiones se presentan y aún las dimensiones
potenciales se despliegan en el concreto nebuloso del estado-espacio-tiempo-lámina-ladera de poesía, flujo
entretejido con las experiencias.
La belleza es solo una de muchas caras. La belleza, la certeza, el egoísmo, la locura, el fondo, la apariencia,
la hipocresía, la maldad, la justicia, el devenir, el llanto, la ironía, la infancia, las canciones, los espejos, el
alba, cierta vez, un color. Todo eso coincide con el bienestar. Incluso en lo que alguna vez fue horroroso.
¿Acaso esa es la belleza? ¿Hay identidad entre belleza, vida y poesía? El bienestar y su continuidad, y en-
tonces el trabajo, y el descanso, la libertad interior, dentro del mundo, en nuestro universo, hasta donde
lo imaginamos y lo construimos más de lo que nos sorprende.
¿La estética no debería impulsar intuiciones científicas? Pero ¿qué es la estética sino la intuición? No hay
facilidad en la intuición, como no hay facilidad en la estética. Las decisiones más rápidas y más carentes de
responsabilidad no se toman por estética sino por coerción: social, histórica, política, psicológica. Tomar
una decisión estética es lo más difícil de hacer puesto que involucra el reconocimiento del propio y puro
gusto, de la propia y pura idea de bien, y además el balance de los materiales concretos y sus refracciones
en el mundo humano.
Aquello fluido inapresable, que se recorta y resiste más allá de toda coerción o disciplinamiento, y que qui-
zás por eso mismo pudiera arrastrarnos a la muerte, eso es dominio de la estética. El estudio de una forma
no puede ser jamás un estudio meramente morfológico. La estética como impulso puro de una intuición
verdadera no afecta la probabilidad o improbabilidad de un enunciado o un imaginario.
Por el contrario, los presupuestos sí.
DÍAS Y FLORES
rompa la presa a los estancados raudales de la liberalidad divina, que detiene y represa nuestra ingratitud
Sor Juana Inés de la Cruz, «Carta Atenagórica»
7
¿qué hago con los regalos
que son carne
y mueven mis pulmones
por cuenta ajena
y adentro eso
regalado
funciona como un pianito
que me toca, me hace vibrar
con la sorna cursi
Romina Freschi. CUERDA DE POESÍA, DÍAS Y FLORESY OTROS
INICIAL CXXXI
la continua y pringosa salustiana del alba, felicidad
el aire frío y la humedad condensada en el rocío
el ombligo como punto neurálgico de la sensibilidad
la persiana ha quedado baja y detrás de mí
pero aún adentro de mí, una bola pesada de acero
se condice con la población.
me quedo sentada, no hay trabajo que interprete el vano del alma
antes de su aplicación, los límites de la sonrisa
puede ser esto y eso y esto
un caracolito de plastilina fácil, un ornitorrinco en medio de la pampa
la conformidad, sin embargo, el sol es capaz de entrar por un agujero que es mío
una ventana que a mí me ilumina
tengo, en la simpleza de los espíritus, espejos quebrados y mancuernas
ceniceros incrustados, pinceladas irregulares de pintura
mezclada con elementos no afines, café, borra de café, orín
claro, polvo de estrellas.
EL SUEÑO Y SU ESCARMIENTO
plumaje vaporoso
cerca de la mañana asciende
manifiesto
a dar por visto
lo no comprendido
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
en el futuro imperfecto
indicativo
esa contundente piedra
por mucho que elevemos
volverá a caer.
SÍSIFO Y DÉDALO
como infierno y paraíso
forjan
sus mentiras como máquinas
sus máquinas como mentiras.
en el cerco de lo binario
en la mente bifaz
hay un lomo
hijo, ala o embuste
temporal
pero no alcanza
lo que trae el pensamiento
y al final
solo nos trae el pensamiento
sueño infernal
continuo
proyecto de pasado.
DIOSES DE AMÉRICA, EXILIO Y OTROS
Enrique Molina
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
DIOSES DE AMÉRICA
Como rayos que parten al destierro
con el viejo alarido de sus víctimas
uno a uno pasaron, rodando de la pétrea corona del altar
que sostuviera su pavor espléndido.
Su nube a solas con sus mitos fríos
gira al relente, como un triste pájaro;
y de la hoguera
solo la llama de la ortiga sube
al pie de unas pirámides truncadas por los tiempos.
Ninguna sombra allí posa la ofrenda,
ni el ojo del humano, bajo las lágrimas, contempla
fulgir en el vacío su cólera emplumada.
Dioses de América. Solo el caimán azota
con su cola de fango vuestro orgulloso imperio.
Esparcidos collares de dientes y de guerras
donde agoniza el trueno como una bestia herida
y la funesta tierra del silencio devora
el cuchillo del ónix, la vasija cerámica
en cuyos verdes labios de piel seca aún fulgura
el Salmo de la Lluvia,
el Salmo del Huevo,
el Salmo de la Luz y la Serpiente.
Máscaras impregnadas por la resina de la tea,
iluminad el páramo, la nieve,
y la piel de los siglos sobre los escalones
donde como un ligero torbellino de polvo
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
EXILIO
Vuélvete, y en la sombra,
tal como toma el pródigo perdido,
regresa hacia ese légamo de fuscos
donde vela el recuerdo de tu gente
enterrada en la arena.
Un batido arrecife natal,
la espuma de unos cuerpos que perduran
en susurros de óxido y salitre,
en espesuras entre cuyas ramas
se enganchan los ahogados, como frutos
mecidos por la racha submarina,
luces de misteriosas alas líquidas,
como el oscuro ruego
de una madre de olas que te implora
y gime entre las algas, sin destino,
tras el solemne carro de la luna.
También allí tu nombre polvoriento
grabado está. Desde antaño la piedra lo guarece
y silbó con el viento
en la mojada pluma del pájaro marino.
Porque fuiste a la playa
donde tus pies trituran yerbas secas,
aletas, restos de aguas eternas.
¡Oh, sobre cada estría la huella de tus labios!
Esa luz, esa sal, ese color de yerbajos corrompidos
que pican las gaviotas
un día te engendraron,
hálito que solloza en la calma nocturna,
alma mía, temblando de nostalgia ante el mar.
Enrique Molina. DIOSES DE AMÉRICA, EXILIO Y OTROS
ELEGÍA
Esos cuerpos que alguna vez latieron en mis brazos
cuando el sol era un lento reverbero en su piel,
cuando sus cabelleras se volcaban como oleadas de fiebre y de nostalgia,
ahora perduran solo como una vibración
o una angustia indeleble en el fondo del alma
mientras va la gaviota por las playas.
Relucen ya tan lejos llenos de tentaciones desesperadas,
se irisan en la espuma del mar,
llaman con el recuerdo de su piel y su aliento
y vuelven a hechizarnos como lagos dormidos
o tibias sombras prisioneras de la tierra.
ADIÓS
Un día más, solo un minuto más, para estar vivo
y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Olga Orozco
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña el mundo.
Es víspera de Dios. Está uniendo en nosotros sus pedazos.
LA REALIDAD Y EL DESEO
SI ME PUEDES MIRAR
Madre: es tu desamparada criatura quien te llama,
quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como un telón caído
para que no te quedes allí, del otro lado,
donde tan solo alcanzas con tus manos de ciega a descifrarme en medio de un muro de fantasmas
hechos de arcilla ciega.
Madre: tampoco yo te veo,
porque ahora te cubren las sombras congeladas del menor tiempo y la mayor distancia,
y yo no sé buscarte,
acaso porque no supe aprender a perderte.
Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo,
Olga Orozco. DESDOBLAMIENTO EN MÁSCARA DE TODOS, LA REALIDAD Y EL DESEO Y OTROS
no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el amor o por la cólera;
en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías instantáneas
no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol;
no hay ninguna ráfaga que haga arder mis ojos con tu olor a resina;
ningún calor me envuelve con esa compasión que infundiste a mis huesos.
Entonces, ¿dónde estás?, ¿quién te impide venir?
Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana.
Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú sola,
alguien que persevera en su propia memoria,
la embalsamada a cuyo alrededor giran como los cuervos unos pobres jirones de luto que alimenta.
Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo,
sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia,
o me ordenas las sombras,
o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos a mi lado cualquier día,
o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.
Néstor Perlongher
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
CADÁVERES
a Flores
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres
Era: «No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta»
O: «No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho»
Acaso: «No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta»
Aún: «Hoy asaltaron a una vaca»
«Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo»
Hay Cadáveres
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género «volante»!
NI
Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito!
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres
—Todo esto no viene así nomás
—Por qué no?
—No me digas que los vas a contar
—No te parece?
—Cuándo te recibiste?
—Militaba?
—Hay Cadáveres?
Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
..............................................
..............................................
..............................................
..............................................
No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.
LA GAVIOTA, DOMINGO DE ELECCIONES
EN LA SHELL SELECT TANGO Y OTROS
Susana Villalba
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
LA GAVIOTA
La precisión,
la cadencia
de fuego,
la sobriedad con que se apuesta
entre el sudor y el viento,
el arenado refracta la luz
que te revelaría inmóvil.
Calzar a la medida
el arma de tu cuerpo,
el peso exacto
del silencio,
de la hora, detrás de la ventana.
Podrías estar en un pueblo
de México,
Arizona,
hay algo en este hotel
donde ya no recordás
qué viniste a olvidar.
Ahora el viaje te persigue,
cada mañana escapás
de cada noche
anterior.
El temporal presagia un punto
en que nada quede
en pie.
¿Pero estarás aquí
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
cae en el alféizar.
Abrís la ventana y la llevás
a la mesa,
sabés que el barman se molesta
pero sos extranjero.
Boquea, metés los dedos
en el brandy
y dejás caer gotas
en el pico,
se retuerce con un grito afónico,
golpea contra la mesa
el ala destrozada,
se pegan plumas en tu vaso.
Vendrán a buscarte.
Vendrá el bus y el mozo
tirará el cuerpo a la basura,
dejás tus restos,
cumplís tus pactos.
El mar ruge, ciego,
no mata para ver,
no entiende nada.
Te levantás
esperás que te encuentren,
cada día en esos cuartos
con olor a cajones vacíos,
a cepillos o navajas olvidadas.
Cada ventana abriéndose
a un camino
que baja siempre al mar,
siempre un cartel
que dice usted está
aquí.
Siempre un lamento de gaviota,
animal de petróleo y basura
y viento,
decís, dando la espalda al mar.
Una pasión de metralla
requiere el silencio del cuchillo,
la sorpresa
en el discurso: ser
y desaparecer en acción.
Soy el disparo.
cielo un plomo sucio del hastío de la lluvia del domingo. Se borronea una palabra, gotea en los cartuchos
dispersos en el suelo, los disparos recientes se escriben como huecos del ladrillo. Padre Rainbow, Viejas lo-
cas, Pibes chorros. Todo un plano, una toma. Una mancha como hombres alrededor de una fogata, como
perros de una noche de mil años.
De día se levanta una ciudad y todos van como leyendo un llamado ultravioleta, hereditario, partitura,
como moscas, como entrando en molinetes. Vallados hacia una ventanilla a apostar lo que total ya no
tenían. Una vida de pizarra, de una tele para acá. Apenas hace nada, cinco siglos, tres reflejos, un alguien
pintó esa caravana de ciegos al abismo, al eco del barranco. Detrás de esa pared en que se estrellan.
Por siempre Chaca, Sebi te amo, Los Tarijas stones. Acaso falta sangre, más aún, que abone esa cos-
tumbre de rodar horizontal imaginando que es un plano inclinado, la vida vertical, la tierra un vértigo
del cielo, se va a acabar, Señor. No escucho que truene tu voz, si es una voz, no veo quebrarse la pared, el
mundo o alguno en parte alguna. Alguna vez quisiera ver algo distinto, final inesperado, palabras miste-
riosas, rebelión que no se muerda el polvo de la cola para ir a caer de a uno en fondo. Si fuera posible en
este siglo. Si fuera posible en este mundo.
Ma terre, mater dolorosa. El que devora a sus hijos, cuerpos se arrojan como rocas. Señor, entiendo que
no nos dejes elegir algunas cosas pero nunca ser más que humanidad, más que este barro que amasa como
miga, como costilla que se quiebra de su alma, cerebro de pan que se resbala chapoteando las patitas hacia
arriba, el lomo hundido, la mirada a la punta del látigo otra vez a ver si lo rescata para atrás. Por enésimo
siglo, lugar, por enésima vida, vez, palabras mismas.
Se vota por la fiesta que se mira apiñado en la vereda, en el zaguán. Gramilla, ripio, guijarro de payana,
ficha de sapo, silla, fila, centavo. Peor están los ciegos, los sordos que no escuchan ese vals, esa fanfarria
de fajina cortesana. Palabras de cartel que prenden un reguero, un arma frase de repetición. Desfilan los
fiscales de veredas, gerentes de kiosquitos, figuritas en clips, ideas con alfileres, cabecitas de tacho con palo
y a la bolsa, con las cartas marcadas.
El Ciclón, Almas Mugrientas, Santa Revuelta, El Bananazo, la Brukman a sus trabajadores. Apenas
hace nada la gente la cuidaba, ahora apoya el desalojo. Apenas hace igual el hombre como ahora asumía
Carlos v, imperio sacro, bizantino o británico, romano, mayestático. El imperio sintáctico que ahora
titila mientras llueve en algún lado, en este lado, en esta esquina, frente a un muro. Hijos del hijo, Patria
Chuker, Trujamán.
Nuestra Mater lacrimosa, apenas los gases se disipan. En esta esquina Campeón, le vamo a hacer el culo
a las galli. Gallito de baldío. Pollitos mojados bajo el frío. Se vota entre la barra de la jaula o el degüello,
en un desfiladero como a cuerda. La marcha hipnotizada de la vida, la primera salvación es la del cuerpo,
Señor, recuérdanos el alma cada tanto. En tiempos más soleados, más amables. En este año si es posible.
Si es posible en esta vida.
imagen del otro, el otro, vos suben al auto. Tu cuerpo toma cuerpo afuera, en una idea abstracta, por ejem-
plo el amor. Gire, es menos complicado de lo que piensa, no mire para todos lados, tome una decisión.
Querías el auto para ir de casa al bar. Y volver. Sensaciones que despierta el no. Amor como apasionar
la inteligencia. O la insensatez. El amor no es una casa. No es un camino. Pero te lleva como si fuera más
de vos.
Hay una fila de autos rojos, azules, grises, un paisaje. No mire todo, tome un punto de referencia. En
un punto el mundo toma sus decisiones, observa su tablero de luces.
Cuerpos de metales y petróleo sin parentescos. Personas en una habitación. Imaginás que todo ritual
cotidiano no es un acuerdo sino el límite de impotencia. A veces no das el pie con el brazo, el auto se de-
tiene, tocan bocinas de juguete, si fueran a perder el metro de sus vidas. Perdés medida. El cuerpo pierde
cuerpo afuera, en esa idea del afuera. Repentinamente las nubes hacen un claro, todo se vuelve violeta.
Pasan dos pájaros solos y es extraño, pensás, también son el mundo.
Querés el auto para ver la ciudad como la película que es, una imagen a la que sucede otra sin relación,
dos hombres cargan un vidrio en Castro y Garay, una mujer discute en Cobo. La que pasa como una
cinta sos vos. Nada queda para que el mundo quede. En movimiento. Adelante tenías un auto rojo, ahora
es negro, enciende una luz, no hay espacio para que dudes, todo va, tu cuerpo, el auto, otros, autos, el
tiempo no otorga, no podés detenerte a entender para qué, por qué cada movimiento, freno, giro, giró tu
cuerpo, vos, los autos, la autopista truena sobre vos, no podés bajar ni parar. El cuerpo no es donde está.
Un movimiento sigue tus cambios, como el auto. Es un río.
No pudiste cruzar Puente La Noria, tomaste General Paz y era una divisoria de aguas. El mundo está en
camino, sos parte de este tránsito de su lógica, si la hubiera, no podrías ir de otra manera, hacia otro lado.
Presente perpetuo que alimenta la fugacidad de tu acción. Necesaria. Sos la que vino, la que está viniendo
siempre a ahora. La imagen no se parece a su relato, el cuerpo se parece a la soledad de dios, el mundo
parece la resaca de una celebración cuya liturgia fue más bella que sus misterios.
Siempre pasa algo, por ejemplo nada. Sos la que está pasando frente a un momento de alguien. Que
ahora entra en el bar de Curapaligüe y Eva Perón. En la entrada un ángel derrama perpetuamente agua,
no es su acción ni su deseo, es su tarea. Lo que mejor sabés hacer sos.
Incorpore su reacción a una memoria, no piense. Te aferrás al volante como antes de dormir te anudás
a lo que sentís más vos, más que tu cuerpo: ver el mundo como luces que dan vueltas. Llegás al café de la
fuente donde tirar monedas, pedir deseos. Que lo que venga sea lo que tiene que ser. Que lo que venga sea.
Bajás del auto con el alivio de quien encuentra en la quietud la imagen más acorde. El exceso de orienta-
ción lleva a una falta de sentido.
LAS TINIEBLAS
Jaime Sáenz
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
LAS TINIEBLAS
a Corina Barrero
1.
Es una línea circular, muy larga, ajena en absoluto a sí misma, que separa
las tinieblas de las tinieblas.
En el anverso de la mano izquierda, se halla el espejo de la mano derecha. La mano
derecha se desliza y se pierde en su propia imagen.
Las tinieblas solo se reflejan en las tinieblas, y de tal manera, no pueden reflejarse. Pero sin
embargo se reflejan con un reflejo cualquiera,
por lo que pasan desapercibidas a nuestros ojos. Pues la
mano derecha sirve para encubrir,
y la mano izquierda, para tocar, para mirar y para conocer.
He aquí que la mano derecha tiembla con las tinieblas; y la mano izquierda es quien la hace temblar.
2.
Se apaga y se pierde un reino de luz sobre la tierra, con
espesas sombras en las amplitudes
—en las amplitudes,
donde todo se encuentra y donde todo se pierde.
Es posible apartarse del camino y mirar, en lo oscuro, las brechas profundas en la carne y el hueso,
y caer hacia lo alto y desaparecer,
en las amplitudes.
3.
Con la caída conocerás la penumbra, y con la penumbra, la oscuridad. Con la
oscuridad conocerás lo oscuro,
y con lo oscuro, lo que no lo es.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Con la primera caída, te olvidarás de ti, y no recordarás haber caído. Con la segunda,
que será la primera, conocerás la tercera;
con la tercera conocerás la segunda, y con la primera, la cuarta. Mas
ninguna será la primera ni última.
La última será la primera, y la primera, la última. Así
conocerás el curso circular,
y participarás de las tinieblas en el vertiginoso giro del que ya participás, habiendo
penetrado a partir de este momento en las tinieblas
—nadie te empuja; nadie te llama.
Nadie te obliga, pues tú decides
—de ti depende.
4.
La oscuridad es menos pesada que el aire; el aire es más pesado que la transparencia. En la sequedad se
encuentra el secreto de las tinieblas; en la falta de agua
—en la inmovilidad del movimiento;
en la falta de espacio —pues en la misma medida en que la amplitud crece, el espacio decrece.
Así se explica que el hombre, para avanzar cuatro pasos en las tinieblas, debe caminar durante
muchos años;
pues un día de tinieblas, vale más que mil años de transparencia.
Por eso los hombres amantes del alba, los hombres afectos a la alegría, comen de todo y
no saben nada.
Prematuramente se les arruga la cara, y se les achican los ojos;
cambian y vuelven a cambiar, de la noche a la mañana; y cuando resplandecen de alegría,
hacen un gesto.
Por eso los que aman las flores, los que aman la jardinería, los que aman el espectáculo
ameno de la naturaleza en general,
carecen de fuerza y no tienen idea de la energía, se vuelven locos y no saben qué hacer,
y, como son incapaces de dominar el dolor,
en realidad no aman por amar sino porque tienen miedo,
cuando creen amar al mundo y cuando no lo aman en absoluto,
y cuando el mundo no los ama y los rechaza y no quiere ni mirarlos.
5.
Por eso los hombres afectos a las tinieblas, los hombres que a nadie aman, son los que aman.
Y por eso no aman al mundo; por lo mismo que lo aman —pues no lo aman. La apariencia del mundo
les infunde recelo.
Solo viven para mirar la imagen desnuda del mundo.
Con el ojo puesto en los pedruscos —con el ojo puesto en la sustancia de los pedruscos.
Con el oído atento al fragor del polvo que se calcina —con el oído atento al fragor de la tierra que
se consume
—estos hombres, secos, flacos, callados, en mucha parte, son los causantes de muchas cosas.
El mundo que se destruye quién sabe cómo, por inmisericordes fuerzas que vienen no sé de dónde;
y los esfuerzos del hombre obstinado, que vanamente se empeña en recoger los escombros
—eso les interesa.
Las tormentas, los terremotos, las epidemias —y por eso están aquí.
El socavamiento de ciudades y murallas, de grandes obras y de colosales trabajos, por ejércitos de
hormigas que se cuentan como arenas en el mar;
las víboras, los alacranes y los moscardones que infestan la faz de la tierra, siempre amenazada por
espesos miasmas
Jaime Saénz. LAS TINIEBLAS
6.
La fuente de sabiduría, de fuerza y de experiencia, lo constituyen los muertos; la puerta siempre abierta,
el camino de los que transitan con rumbo cierto, en el vivir real y radical, lo constituyen los muertos;
Pues nada tan oscuro como la oscuridad de los muertos.
Nada tan verdadero, nada tan humanamente humano como la carne de los muertos.
Ningún olor tan oscuro como el olor de los muertos; ninguna contemplación como la
contemplación de los muertos.
Ningún silencio como el silencio de los muertos; ningún otro silencio se deja escuchar en silencio.
Nada como la inmovilidad; nada como la fuerza expresiva que mana de los muertos. Por eso los
hombres amantes de las tinieblas,
escudriñando el estar de los muertos encuentran el camino cierto.
En el olor y la forma, en el peso, en la densidad. En el tacto y el oído —el objeto no se mira.
Lo que se mira es el mirar que se está mirando; y tal el mirar de los muertos, que consiste en el no mirar.
Es oscuro.
Y por eso mismo, ni se mira, ni se toca, ni se huele, ni se escucha
—en lo oscuro,
todo ocurre a la vez y de un solo golpe.
7.
La caída repentina del cabello —vuela por los aires y te molesta.
La caída repentina de los dientes —primero se pudren, luego se mueven, y luego se salen
—de un momento al otro, llega la hora.
En tales circunstancias, es necesario concentrarse y meditar.
Cada cosa importa una revelación, según te sitúas a respetuosa distancia del mundo que te rodea.
La notoria sequedad de la piel, que poco a poco se adelgaza, con una transparencia muy extraña, y se
pega a los huesos.
Un vago temor, inconfesado, de mirar el espejo.
Una indolencia, una impavidez ante ciertos conflictos de índole puramente práctica, que atingen al diario
vivir,
sin que uno haga nada por remediar nada, tranquilamente sentado, quieto y sereno. Con hambre o sin
hambre, con sed o sin sed, con frío o sin frío,
qué importa esto o lo otro —durmiendo en una cama torcida,
saliendo o dejando salir, exhibiendo por calles y plazas una cara que siempre es la misma.
Y que lo vean vestido, desvestido o con el culo al aire, eso no importa
—todo es lo mismo.
Y sin embargo, de pronto unas aprensiones, unos resquemores miserables,
el alma pendiente de un hilo por no haber saludado a zutano, o por haberle puesto mala cara a mengano,
cuando a todo esto uno se siente abrumado,
y se le ocurre pensar en viajes a países lejanos y nada menos
—y se queda mirando la pared del frente,
ahora que el tiempo se acelera a lo largo de los días y las noches.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
8.
Paradójicamente, cierta paz interior parece nutrirse con un hervor de ira
—con un hervor de ira, con un hervor de júbilo, con un hervor inexpresable.
Con un sentimiento provocado por el cuerpo físico, por este instrumento del vivir, con desesperanza,
con calma, y con mucho dominio y con mucho rigor,
ante el inminente acabamiento de la extraña aventura, incomprensible y pavorosa que se llama
vivir.
9.
Echase, pues, a esta altura una mirada retrospectiva sobre los años vividos. Y en verdad se siente uno
fuerte entre los fuertes
—capaz de vislumbrar las tinieblas que parecen vislumbrarse y hacerse perceptibles con un soplo
en la oscuridad de este cuerpo;
capaz de confundirse con las tinieblas y dar el salto,
asir aquello que se yergue más aquí y más allá de este cuerpo,
con aires de atroz inmensidad y no obstante con ojos sumamente humanos
—con ojos más humanos que los ojos que miran estos ojos. Con un olor vacío,
con un olor seco y distante.
Con un olor antiguo, inconmensurable, y sin embargo muy próximo.
10.
Pues ya las tinieblas se aproximan. Ya el espíritu de las tinieblas se avecina. Ya las tinieblas se deslizan,
con misteriosa amplitud en este recinto,
en este cuerpo, atravesando la piel, atravesando las venas, atravesando los huesos, atravesando la
médula,
con místico ritmo, al conjuro de las metamorfosis y de las transfiguraciones; ya las tinieblas se difunden
y prosperan en estas y en aquellas amplitudes, en las cuales mi alma habrá de morar
—en un reducto impenetrable,
con eternidades de tinieblas configurando eternidades de tinieblas en lo que dura la vida del hombre
—en lo que dura la vida que mira la vida que vive este cuerpo; el cuerpo que las tinieblas habitan,
el cuerpo que habita mi cuerpo; este cuerpo, la carne y el hueso. Esto que se mira,
esto que duele y que preocupa, esto que muere, eternamente. Este cuerpo.
Eternamente, en las tinieblas.
SERMÓN DEL MAR ROJO, LLAVES DE LA
CAÍDA Y OTROS
Floriano Martins
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
SERMÓN DEL MAR ROJO
Treinta calaveras bautizadas en las aguas del Mar Rojo.
Treinta miedos cumpliendo sus condenas. Treinta hostias
recogidas en la playa teñida de desesperación. Por la mañana
enumeramos las pérdidas, los dioses tallados
sobre la madera carcomida cubierta de una espuma fétida.
Treinta voces comiendo los sargazos de tanto engaño.
Treinta túnicas rasgadas susurrando su ira en el viento
y los algoritmos del pánico. Treinta conchas recogidas
como recuerdo de los pecados. Todos los días en el Mar
Rojo Dios corrompe el mundo con sus credos.
LLAVES DE LA CAÍDA
Las casas rumian al borde del abismo.
Nuestros cuerpos colapsan abrazados
deslizándose con los muebles aturdidos,
las piedras que pegamos en cada sitio
seguros de que los accidentes no vendrían.
Las noches dibujadas por el incienso
roían las ropas de secretos desamparos.
Mordimos una casa a la vez.
Todo un pueblo de remolinos magnéticos.
Los canalones aprendiendo a leer las lluvias.
Los sueños se tragaron ese dolor en seco.
Las casas no se despertarán mañana.
El abismo destroza el hogar de la agonía.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
LABERINTO REPENTINO
Mis nombres se deslizan en la orilla del sueño
como flores agitadas que devoran las estaciones.
Las primeras rocas se deslizan corriente abajo
como nieblas que azotan las laderas y las breas.
Oímos la llamada de estas caídas a lo lejos
los sustos con los que poblamos los acantilados.
Fuegos fatuos representan el polvo gastado del sol,
como troncos crepitantes que gobiernan la tez del río.
Las aguas describen las semillas de los sueños,
como sellos que dañan la tierra que cubren.
Flotemos en las balsas ligeras que nos abrazan.
No vinimos aquí para olvidar el calor de la noche.
PANTALLA REPENTINA
El paisaje se rompe en mis venas.
El cielo expande mis súplicas, bendición
de esos velos voladores que discuten
crímenes y locuras que he diseccionado
mientras te reías bajando mi cuerpo.
Quiero ver tus letras en los árboles,
los senos de las copas iluminadas por el sol.
Nubes anidadas entre hojas y ramas,
la humedad eléctrica de nuestros besos.
En tu vientre caen todas las estrellas.
Una deliciosa cadencia nos acaricia.
Somos los últimos amantes refugiados
en el esplendor de una pintura manchada.
EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
Jorge Zalamea
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
También yo he de llamar a los creyentes para que formen corro en torno mío, y me escuchen.
Pero no he de leerles milagros de dioses, ni hazañas de héroes, ni amores de príncipes, ni proverbios de sa-
bios. Pues respondiendo a lo que viera el ojo, el duro brazo de la cólera arrebató el libro abierto sobre mis
rodillas y lo destrozó contra el viento. Y ahora el viento dispersa sus hojas sobre el Río, como ahuyenta el
huracán a una bandada de pájaros de mal agüero.
Solo quiero ahora la palabra viva e hiriente que, como piedra de honda, hienda los pechos y, como el vaho-
roso acero desenvainado, sepa hallar el camino de la sangre. Solo quiero el grito que destroce la garganta,
deje en el paladar sabor de entraña y calcine los labios profirientes. Solo quiero el lenguaje del que se hace
uso en las escalinatas.
Pues tengo el designo, ¡oh, creyentes!, de abrir audiencia aquí, sobre las escalinatas, de espaldas al Río, frente
a los Templos y bajo los Palacios.
Designio de incoar un proceso —el vuestro—; de armar un alegato —el vuestro—; de reanudar, fomentar
y dirimir la más antigua querella —la vuestra—.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Apelo a vosotros, ¡creyentes! Necesito de vosotros y de todos los seres de condición contradicha.
En primer término, cito a los hongos humanos que proliferan sobre las escalinatas o agonizan en ellas:
Esculturas vivientes, gesticulantes y gimientes que abren avenida hacia la abierta sala de nuestra audiencia:
El adolescente epiléptico que hace precipitar el ritmo de las plegarias con su alarido de entusiasmo y su
bramar de espanto;
el enano que salmodia su irreparable mendicidad bajo el lujo su enorme turbante amarillo;
el paralítico que, con sus tablillas ambulatorias, remeda sobre la sorda piedra la invitación de las castañue-
las a la danza;
la leprosa que, mendicante, púdica, coqueta, desesperada, exasperada, cierra o hace flotar el vuelo violeta
de su manto sobre su desleída carne gris;
el niño que pone al sol los coágulos azulencos de sus ojos descompuestos;
el hermoso mozo mutilado por sus propios padres para que la muda y muda plegaria de sus muñones le
garantice el pan de cada día;
el demente,
el sifilítico,
el idiota,
el varioloso,
el pianoso,
el tiñoso,
el sarnoso,
el caratoso,
el tuberculoso,
y toda la horda innumerable de los consuntos.
Que vengan aquí, que se acuclillen en primera fila, muy cerca de mí para que su yerta brasa haga borbollar
las palabras en mi pecho hasta que broten de él lenguas de fuego.
Doy luego precedencia en mis invitaciones a las gentes que viven un poco más allá de las escalinatas,
detrás de los Templos y los Palacios:
inoculan la resignación;
las niñas que venden guirnaldas para adornar las esquivas gargantas
del Río;
las niñas que venden diminutas almadías de paja con dos velillas
encendidas para ofrendar al Río;
los vendedores de tortillas;
los vendedores de especias;
los vendedores de hojas de betel;
los vendedores de buñuelos en que arraciman las abejas;
los vendedores de pájaros;
los vendedores de emplastos;
los vendedores de bálsamos y laxantes;
los vendedores de ceniza;
los vendedores de sal;
los vendedores de agua…
¡Oh delirante confusión de las cosas más nimias y necesarias! El comerciante cuenta en fracciones de cén-
timo sus ganancias y el comprador irrita su propia hambre con un puñadito de garbanzos o recontados
granos de arroz.
Que abran el parque de los profetas y los dejen venir hasta mí, con sus salientes ojos alucinados, sus arre-
molinadas greñas, sus barbas cundidas de piojos y sus inciertas piernas de ebrios de Dios. Que los dejen
llegar hasta nosotros, pues necesitamos su testimonio. Su demencia corrobora nuestra razón y sus palabras
nuestro designio.
¡Que vengan también el herborista y el sacamuelas; el botero y el guía; el alfarero y el tejedor de mimbres;
el astrólogo y el sastre; el homeópata y el acupuntista…
que vengan las mujeres que trituran las piedras al borde de las carreteras;
los ancianos que rasuran el vello amarillo de la tierra secana;
el niño tuerto que teje los saríes de púrpura y de oro;
los hombres que tiran de los carros cargados con grandes vasijas de gres;
los encantadores de serpientes;
los pastores adolescentes de jabalíes y búfalos;
los colectores de boñiga;
los cornacas;
los hombres que cuidan de los monos en los templos olorosos a orina y benjuí;
los remendones de babuchas;
los barberos que, en cuclillas, rasuran y tonsuran a sus clientes entre las ruedas locas de los rickshaws;
los mozos de tiro de los rickshaws;
los ganímedes de leche de coco;
¡Oh lancinante algarabía de los humildes menesteres! Y de los bajos oficios. ¡Oh inacabable necesidad de
las manos que ofrecen su trabajo! ¡Oh codicia fatal de las manos que reciben el trabajo!
Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de Benares, y que me den todas ellas su venia para citar a
los campesinos rebeldes de Hayderabad;
Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de la India, pues plantearemos un gran pleito y fomenta-
remos una gran querella con su asentimiento y testimonio.
La audiencia es entre el Río y los Templos; sobre las escalinatas y bajo los Palacios. Sin esperar la tarde:
bajo el colérico sol que denuncia hasta el hongo en la axila del notable.
2.
Detrás está la ciudad: henchida, clueca, erizada de cúpulas, minaretes y terrazas, empollando sus muchos
siglos; rumiando su pasado, tal una vaca bajo el bordoneo de los tábanos; pasando y repasando su rosario
de lunas y de soles a la manera de un fakir encenizado; censando sus caudillos, sus khanes, emires, empe-
radores y gobernadores; empadronando sus hechiceros, sus brahmines, sus lamas, y sus imanes; haciendo
balance de invasores y contabilidad de lenguas; recitando crónicas, anales y memorias de pestes, incendios,
deslizamientos, inundaciones, terremotos, tifones, sequías, guerras y hambrunas; suputando sus muertos
que descienden hacia el Río e inventariando sus recién nacidos que suben hacia el hambre.
En la confusión de los elementos —cuando el aire, el fuego, las aguas y la tierra eran todavía un común
hervor—, surgió del légamo el lígam legatario y esparció su quemante esperma, confirmando las inciertas
riberas, dando cauce al río y engendrando la ciudad.
Unas cuevas en las escarpadas orillas, unos montoncillos de adobes más arriba, tal fue su origen, su remoto
comienzo. Y la necesidad rondando desde entonces, en torno, como ocelada fiera.
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
Su rumia secular le repite el sabor de los sudores iniciales, la quemadura de las primeras lágrimas; el hedor
de las primeras negras sangres humeantes.
Fermentación bajo el sol altanero; proliferación sobre el humus del río. Y el infatigable conato del hombre
por reproducir sus manos pedigüeñas y su boca insaciada. Y su precipitado corazón.
Indiferente al destino de sus criaturas, la ciudad adorna su gran cuerpo polvoriento con pulidos falos de
piedra, de madera, de cobre, de hierro, de ladrillo, de oro… por su eterna herida supurando generaciones
necesitadas.
¡Ah! Rumia la ciudad sus gemidos de parturienta permanente; ora pariendo fosos y murallas; ora parien-
do mezquitas y pagodas; ora pariendo palacios y vanas tumbas. Toda cosa parida —hermosa, grandiosa,
fabulosa— envuelta en la amarilla placenta del hambre.
Vientre cuyo flujo no reconoce tasa ni peaje, en el impudor de su celo milenario expele generaciones como
vastas ovadas de renacuajos y pone esos huevos cósmicos bajo cuyo esculpido dombo se refugian los dioses
y tratan de recalentar los hombres y la yerta metafísica del hambre.
A cada vuelta de siglo, se hacen más claras en el clamor de sus criaturas palabras, quejas, gemidos, gritos,
alaridos de hambre y súplicas de justicia y de paz. Las siente en sus flancos como leves quemaduras, como
fugaz prurito recurrente. Y se voltea sobre su propia desazón como una barcaza abandonada da tumbos
sobre la ola contraria.
Sobre la rumia de la ciudad, el cielo azul, impasible, surcado por el vuelo místico de las apsaras y el vuelo
escandaloso de las guacamayas.
Manan los hombres de la ciudad hacia el Río; se vierten por las escalinatas como una lava lenta y escabro-
sa; extraviado cada uno en un sobresaltado ensueño de viandas humeantes y divinos visajes.
Consolación de los colores: el inquieto, el incierto, el tímido descendimiento de la muchedumbre por las
escalinatas, se afirma e ilumina con las rojas trenzas de un turbante, los pliegues de un manto amarillo, los
visos de un sarí violeta, el breve vuelo de un velo verde y la azorada palpitación de un gran lienzo blanco
entregado al mudo furor del viento.
3.
Ya estáis aquí, creyentes, en torno mío, poblando las escalinatas. Y va a ser posible abrir la audiencia, pues
otras gentes de vuestra misma condición contradicha han venido de todos los rumbos: ora por sobre las
sobresaltadas praderas marítimas; ora traspasando las montañas en que tienen sede sabios, santos y otros
semejantes fantasmas; ora por los polvorientos caminos que el árbol niim sombrea con sus ramas caritati-
vas y sus hojas sanatorias.
¡Nombrarlos, enumerarlos! Cada nombre será una nueva brasa y cada número otra ira.
Vedlos aquí: venidos de todo foco de infección, de todo hogar de miseria, de la ubicua sede de la necesidad:
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
De Nagasaki e Hiroshima y Okinawa las madres frustradas, los hombres mutilados y los campesinos desposeídos;
de las islas de Sonda los caucheros de quienes nadie recogió la leche de su fatiga ni la resina de sus huesos;
de Turquía los aldeanos que devoran a ras del suelo, en apresurada competencia con las bestias, las hierbas
amargas;
del Irak los supervivientes de las matanzas de Basrah, de Habanieh y de las islas letales;
del Irán los rehenes de la guerra cruda del petróleo y los habitantes famélicos de las cuevas de la prestigiosa
Teherán, so el miraje de los palacios: como aquí;
de Argelia los macilentos próceres que roen con sus dientes de coco las cadenas del cainita;
de Egipto los fellahs que perdieron en el turbión de los siglos el crédito de su angustia y el débito de su
cólera;
de Kenya los kikuyus engañados por las grandes fábricas del saber occidental; los masai empenachados
con su propia belleza, pero ampollados por la consunción; los mau-mau exorcizándose a sí mismos en
tenebroso ensueño de ira y reconciliación;
de Sur África los míseros viejos negros sollozando sobre el destino de sus hijos terroristas y de sus hijas
prostitutas…
Pues también de la orgullosa península minúscula derivan hasta aquí nuestros semejantes;
de Francia, la bien garnida, los mineros silicosos, los recogedores de remolacha, los galanes sin techo, los
ancianos que abren la espita del gas y escuchan la silbante canción del gas como final melodía de su des-
amparo; las maquilladas marionetas mecanizadas de la prostitución; los obreros roídos por las hormigas
de los dividendos;
de la España bronca, los cosecheros de aceitunas de Andalucía, los vascos de sellada furia, los asturianos
cosidos de recuerdos como de cicatrices: todos los españoles humillados y ofendidos;
de la imperial Britania, los lémures humanos de los slums londinenses; los labriegos que revientan de fati-
ga y de hambre sobre los terrones de Irlanda; las viejas que vendimian el vino de su embriaguez en lagares
de esperanzas fallidas y mancillados recuerdos; los marinos que buscan en los siete mares el olvido del
hogar ingrato, y todos los que, ruborosos, se dicen a sí mismos, como Charlot: no hay miseria comparable
a la de Londres;
de la Italia azul y miel, las mondadoras de arroz que son mondadoras de sus propios sueños; los pastores de
Calabria que apacientan la negra ira; los vidrieros vénetos que traspasan el agonizante fuego de sus venas
a las cintilantes copas que saciarán a otros labios; las niñas negociadas de Nápoles; los carusi de Sicilia,
precozmente corrompidos por la explotación y contrahechos por la opresión; las muchachas vergonzantes
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
de Roma a las que encontrará la muerte más blancas y temblorosas que una hoja de papel, más yertas que
el alba del desahucio, y toda la innumera emigración desesperada;
de Grecia, toda Grecia, la traicionada y vilipendiada: el devorante chancro de nuestros vicios, nuestra más
secreta vergüenza.
Del quieto país de muchos lagos y volcanes de agua, han venido los guatemaltecos tratando de revivir
entre sus manos desposeídas un quetzal malherido;
de México —leucémico, agonizante— han llegado los agraristas engañados, los guerrilleros vendidos, los
revolucionarios frustrados, los sindicalistas abozalados: toda la gente mexicana como un erizado bosque
en marcha de cactus;
de otras naciones del Caribe, blancos y negros, mestizos, mulatos, zambos y cuarterones han venido, al-
zados todos ellos contra la sangrienta demencia que sirve de Celestina a los rijosos patrones del azúcar y
el banano;
de las gélidas mesetas en que el guanaco curiosea, han venido otras víctimas de los remotos especuladores
del estaño;
de Venezuela la rica, la riquísima, la mil veces rica —inesperado centro de musicalia, sede de la más audaz
arquitectura, lonja de artistas, mecenas estrellado (¡oh antifaz, oh irrisión!)—, de Venezuela humeante de
petróleo, husmeante de pan, azul de hierro, lívida de hambruna, centelleante de brillantes, mate de mala-
ria, han venido millones de pobres venezolanos y los millares de sombras que toman aquí, entre nosotros,
vacaciones de los penales, presidios, cárceles, penitenciarías y bóvedas, en que pagan el planteamiento de
un pleito: ¡el vuestro, el nuestro!
Que cada palabra mía fuese ahora como piedra de cien filos: llave inmisericorde que abra y destroce todo
corazón. O como dentellada de lobo que tiene prisa por llegar a las vísceras palpitantes de su presa. Pues
mi propia pobre entraña está llagada y desnuda viendo llegar a las escalinatas la delegación de mi pueblo:
mis hermanos, mi más inmediata semejanza.
Helos ahí, entre taciturnos y atónitos; doblegados bajo la lluvia de su propia sangre y con el guijarro de
un «¿por qué?» en la garganta.
Entenados de una despótica familia de próceres; libertos de una vanidosa casta feudal; hijos putativos
de las cadenas; ahijados de sus propios explotadores; pupilos de los grandes empresarios; mesnada de los
advertidos filántropos del paternalismo; catecúmenos de la iglesia cesárea; hombres de leva bajo las ban-
deras de la demagogia; hombres de presa bajo los uniformes del poder; hombres de pena bajo los grandes
cuadros estadísticos que registran la proliferación cancerosa de los valores bursátiles.
La resaca de remotas perversiones llegó e hinchió, como ponzoñosa esponja, el corazón de toda aquella
casta codiciosa y paternalista. La cruz gamada volteó en el espacio y siendo ya signo de infamia en los paí-
ses liberados, se trocó en ídolo devorador en la tierra colombiana, mi dulce y tremenda tierra. Para enrodar
a los humildes y corroborar a los poderosos.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
La concupiscencia del poder, primero; la codicia luego, engendraron la crueldad y abonaron el crimen.
Una y otro abortaron ese feto: el terror. Burundún-Burundá enseñoreado de siervos y patronos.
A espaldas del tartamudo locuaz, del vaquero venido a más cuando se consagró matarife, del sordo a lo que
no fuera reteñir de monedas y de la bestia militar que tuvo tantas estrellas como pezuñas —a espaldas del
multifacético Burundún—, los especuladores del platino, del petróleo, del café, del hierro, del uranio y del
mismo cielo azul hicieron de la sangrienta titeretada su agosto, ofreciendo como diversión a la agonía de
un pueblo la alharaca de los engreídos cubileteros de la libertad condicionada y de la democracia de papel.
Pero ya están aquí las víctimas, con nosotros, sobre las escalinatas. Y tienen voz y voto y veto en nuestro
pleito.
4.
Detrás de mí está el Río.
Lo siento correr sobre mis riñones y cómo los ciñe con su fluyente y yerta cadena de plomo, invitándome
al lento viaje de la muerte, como a vosotros: seres de condición contradicha y de voluntad incierta.
Y te acuso, Río hipócrita. Con tus aguas de adobe desleído y de cañas podridas crees ocultar tus críme-
nes de inundador y saqueador de aldeas; con la mimosa sonrisa de tus breves ondas y los arrebatos de
tus remolinos danzantes, procuras disimular el rapto de los niños y las mozas que bajaron de los pueblos
sedientos para mirarse en tus sucias aguas.
Río-mito: estás ahí, a mis espaldas, con tu lengua salaz de Celestina, con el rumor canalla de tus vanas
promesas. Todo burbujeante y espumeante de historias y misterios. Exhalando el vaho de muchos siglos.
Sorbiendo y convirtiendo en onerosa tasa marítima la polvareda de las necias obras humanas.
Te acuso, sede de los grandes señores, cómplice de los grandes sacerdotes, alcantarilla de los grandes asesinos.
Millones de ojos desesperados, millones de manos sin empleo, millones de cuerpos enfermos, millones
almas extraviadas te buscaron, te buscan; te siguieron, te siguen; se sumergieron, se sumergen en tus aguas,
buscando en ellas la horrenda remisión de su miseria, el perdón de sus supuestos pecados y la garantía de
nunca más volver a vivir sobre la tierra madrastra.
En voz más baja, doblando la cabeza hacia el vientre, anudando mis rodillas con la liana entrecruzada de
los brazos —en una repetición de la postura fetal y en una anticipación de momia india—, sin pensar
pensando, pensándolo… que el Río-mito, que el Río-cómplice, que el Río-hipócrita y sagaz me empape
con sus aguas. Pues solo sintiendo su humedad, oliendo su legamoso, su hedor, conociendo sus tretas será
verídico mi testimonio en esta audiencia.
Nacido de las más puras nieves, ¿por qué, Río, te prestaste a servir de vía de agua por la cual se vertiesen
los cadáveres desmantelados de las viudas cuyos sexos picotean tus peces?
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
¿Por qué tras de regar los altos valles y las grandes llanuras en que los hombres siembran y procuran cose-
char frutos de utilidad, te prestaste a evacuar los cadáveres de los niños macrocéfalos que abren y cierran
sus pobres piernas raquíticas y los bejucos de sus brazos como compases yertamente regulados por tus
grandes aguas caudales?
¿Por qué, después de dar limo propicio a la tierra en que amorosamente paren las mujeres, te prestaste a
acarrear los cuerpos muertos de las altas muchachas cuyos senos, apenas en flor, fueron trocados por tu
humedad en reblandecidas, trasparentes y fosforescentes anémonas de bajamar?
Más gris cuando desde las escalinatas te ofrendaban las cenizas de los cuerpos mordidos en vida por el
hambre y calcinados por las llamas en la muerte. Y conservando siempre ese color de herrumbre que te
dieron en el desesperado desperezamiento de los siglos los guerreros innumerables que, con un pequeño
gemido humano o una gran blasfemia humana, se precipitaron a tus aguas: cubiertos todos ellos, como
grandes escarabajos, por armaduras nieladas, por armaduras de mallas, por armaduras repujadas, por ar-
maduras que ostentaban el relieve de medusas, furias y minervas, por armaduras empavonadas, trenzadas,
bendecidas…¡y todas ellas vanas!
¡Oh creyentes, el Río está aquí, y está con nosotros y está contra nosotros!
Pues tengo todavía tengo algo más por decir.
¡Qué tumulto de pueblos y qué confusión de razas en la longitud de tus riberas, Río de tan largo brazo y
de tan numerosos dedos afluentes!
Desde los muy antiguos ariodravídicos que vinieron ya, ¡ay!, en son de guerra y de conquista para despo-
seer y avasallar a tribus que ni siquiera tienen fe de bautismo en los registros de la historia, hasta los señores
de hoy que, para hacer una ablución hipócrita en tus aguas cómplices, descienden —sudorosos, lustrosos y
obesos— por las escalinatas entre una doble fila de policías militares, idénticos estos con su casco blanco,
con sus uniformes verde-caña y con sus amenazantes botas, a todos los que hoy vemos desplegados sobre
la faz de la tierra contra la pobre condición humana. Esos señores que vimos hoy descender por las esca-
linatas con sus esposas, aún más gordas y de bellos ojos vacunos y con sus hijos ya envarados por el pro-
tocolo de la riqueza, y toda la poderosa familia descendiendo bajo un enorme parasol blanco que ostenta,
repujadas en oro, las sentencias falsamente consoladoras y descaradamente admonitorias de la antigua fe:
ausente en los señores pero pérfidamente mantenida en vosotros, ¡oh creyentes sobre las escalinatas!
A tus riberas, Río-mito, llegaron gentes arias, gentes macedónicas, gentes griegas, gentes pérsicas, gentes
turcas y escitas; y los ghaznávidas de Mahmud el Mecenas; los uzbecos de Timur el Cojo; los tártaros de
Baber el Letrado y los maharajatas de Aurangzeb el Cainita. Todos ellos, tras la atroz hecatombe, poniendo a
relinchar sus caballos, a berrear sus meharíes, a trompetear sus elefantes sobre el limo engañoso de tus orillas.
Y, en otra vuelta de la rueda del tiempo, se bañaron en tus aguas o pasaron por ellas a la gran noche gentes
de Francia, gentes lusitanas y las gentes de Britania, también ellas ofreciendo a las asas asesinas del Río
sus cuellos quebrados y el esplendor inútil de sus corazas y uniformes, perforadas aquellas y deshilachados
estos por la sierra dental de tus peces, impacientes de llegar a más suculenta vianda.
Cada invasión buscando y encontrando en tus aguas, en tu cauce, la más ancha y discreta vía para desem-
barazarse del feto de su propia codicia abortada: todas esas bocas blasfemantes de los reclutas invasores;
todas esas muecas desdeñosas pero vergonzantes de los soldados del Imperio; ¡todas esas carnes malheri-
das, todos esos mutilados cadáveres de los defensores de la patria!
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
El fiscal de los hombres constata que cada uno de esos transitorios imperios edificó en tus riberas primero
fortalezas, luego templos que las justificaran, finalmente palacios en que unos pocos señores —bajo el
pabellón de las espadas y la aspersión de las bendiciones— se regodearan en su poder, jadearan en su vicio
y loquearan en su hastío sobre la infinita miseria de sus semejantes.
Para que la abominación fuese posible, por las escalinatas en cascada y por laberínticos albañales subte-
rráneos, entregaron a tus ondas el anónimo pueblo que edificó en tus riberas, pero no al alcance de tus
crecidas, Templos y Palacios.
Así hicieron de ti el furgón funerario de las gentes venidas del Tíbet con la cabeza calva y sus túnicas color
de azafrán; de las gentes envueltas en los mantos blancos del Afgán; de las gentes de Han que subrayan su
parla monosilábica con el revolar de sus anchas mangas, y de las gentes que ostentaban las rojas casacas
senilmente amadas por la emperatriz Victoria… —llevando tú hasta el delta, hasta ese horrendo desagua-
dero de la muerte, toda una pálida cargazón de cadáveres.
Río manso en la hipocresía; Río cómplice en el silencio; ¡Río-mito por la vanidad! ¡Fabulosa serpiente
sacralizada por cada una de las religiones que inventaron los poderosos para distraer el hambre de los
humildes!
Y más aún diré, nutriendo cocodrilos en tus aguas bajas siempre so la vigilancia de buitres, milanos,
alcatraces y otros aves voraces, continúas tu curso, que sería inocente, como toda cosa del mundo si no
hubieses aceptado el feudo de los potentes y la bendición de los brujos.
Toda una historia se amotina por ello contra ti, ¡oh Río!
Y entonces menester es gritarlo:
Pero también el hombre en cuclillas que soy yo, tu acusador y tu cantor; el hombre en cuclillas sobre las
grandes losas de las escalinatas; el hombre rodeado por gentes de toda condición; el hombre obsedido por
la belleza del mundo y agobiado por la infinita tristeza de la condición humana; el hombre que convoca
esta audiencia; el hombre que echa sobre sus hombros el censo de la miseria; este pobre hombre sobresal-
tado por su propia audacia, tiene, oh Río, que bajar hasta tus aguas para decirte:
Bajo el sol implacablemente inocente en su carrera y su furor en sus eclipses y en sus nubosos rubores,
sudas, oh Río, una neblina que los agoreros interpretan contra los hombres del común y en favor de los
señores. Acariciando tus propias riberas a la manera de un viejo amante impotente, sollozas un canto de
sollozo que tus altos padrinos interpretan como la irremisible condenación de sus feudatarios.
Sin repetir jamás lo que se mira en tus aguas, ni las palabras que se vociferan o murmullan o gimen sobre ellas,
fluyes hacia el rizado mar, esperando hallar en su inmenso cáliz violeta una evasión, todavía otra muerte, ¡la pro-
pia tuya! Dispersando en el delta de tantos y más brazos que el Destructor Divino, los cadáveres que te envenenan
y acongojan.
¡Pero no vas a hallar, oh Río, esa paz en el convulso seno del mar! Pues el piélago iracundo no quiere re-
signarse a continuar siendo la vagina en que se viertan los vicios e inmundicias de los defraudadores del
hombre.
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
¡Pobres hombres!
¡Pobres dioses!
¡Pobre Río!
5.
Montada está la escena.
Plena la audiencia.
Aquí, sobre las escalinatas, frente a los Templos, bajo los Palacios y con el Río ciñendo mis lomos. Una
gran audiencia humana que espera, sorbiéndose los labios amargos y restregando coléricamente uno con-
tra otro los nudos de las rodillas, el proceso, la acusación y la condena de sus ubicuos verdugos.
La audiencia se reanuda y prosigue la acusación con este largo grito: ¡oh cándidos creyentes!, ¿no estáis
consintiendo, acaso, mimando e idolatrando aquí mismo, ahora mismo, sobre las escalinatas, a los avisa-
dos delegatarios de vuestros verdugos?
Ved a estos altos simios de pelambre rubia, de cenicientas crines, de grisosas lanas e indecente trasero que
ostenta la desolladura azulosa y lívida de las grandes heridas; vedlos pululando en torno vuestro, tratando
de imitar el lenguaje humano con sus breves ladridos y sus horrendos balbuceos pueriles; mendigando,
robando o exigiendo toda cosa; infatigables en la actividad codiciosa de sus largos dedos astutos, de sus
engarfiadas uñas y de las rosadas palmas de sus manitas siempre aptas para convertir los votos depositados
en las urnas en billetes depreciados para usura de los humildes, beneficio de los poderosos y cuantiosa
comisión de los intermediarios prestímanos.
Ved a esa despreciable horda que pretende asemejarse al hombre, a nuestra condición. La horda que diez-
ma las cosechas logradas con tan largo jadeo y tal angustia. La horda que casca con sus pequeños dientes
aguzados y rechinantes el cacahuete del Erario. La horda que, después del ávido expolio, se diputa a sí
misma para ir a chillar y gesticular bajo las cúpulas de los Templos y sobre las terrazas de los Palacios.
Ved a esos grandes monos hediondos a sudor de codicia, a orín de consentido vasallaje, tratando de trepar-
se al árbol genealógico del hombre para triturar en sus más altas ramas, lo mismo que aquí, sobre las esca-
linatas y entre vosotros, las nueces que les tributa el creyente y mondar las frutas que el creyente les ofrece.
Ved que ni siquiera son la imagen un dios arbitrario, ni el portentoso híbrido de magia y realidad, ni
tampoco los cancilleres de vuestra voluntad incierta. Sino apenas la caricatura del ser humano; los ridí-
culos apoderados que lograron de vosotros mismos las cartas credenciales que les abriesen las artesonadas
salas del Consejo, las yertas curules del Congreso, las secretas Cámaras Episcopales, los tufosos Cuartos
de Banderas para llevar a ellos el yermo testimonio de las promesas incumplidas, los sucios papeles de las
componendas clandestinas, la jadeante amenaza de las leyes represivas, el vitriolo de los impuestos y, desde
luego, sus propias momias de irrisorios próceres.
¡Oh, creyentes de baja condición, de voluble memoria y de voluntad incierta: la primera exigencia fiscal en
esta audiencia es vuestra desdeñosa ignorancia y el definitivo exilio de esa horda que pretende asemejarse
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
al hombre! ¡El fiscal de esta audiencia os pide la proscripción ahora y para siempre de esa exigua tribu vo-
raz, capaz de devorar en unas horas la cosecha sembrada, cuidada, saneada y recogida en las cuatro largas
estaciones en las cuales levanta, amasa y cuece el hombre su pan escaso!
¡Fuera esa horda gesticulante, mendicante, amenazante, orante, blasfemante, gimiente, demente que es
apenas, en sus trances y convulsiones, la mueca obscena de la condición humana!
¡Solo el hombre!
6.
Debo también, oh, creyentes, denunciar la estulticia, el abuso y el mito de las Vacas Sagradas que ambu-
lan, torpes y lentas, por estas escalinatas.
No son aquí —como la novilla alcanzada y penetrada por el dios— criaturas de belleza, vida y amor. Sino
arilo vacío, matriz estéril, cesta sin fondo de la ignorancia y la miseria, triste trasunto de la condición con-
tradicha a que os han reducido los ubicuos verdugos que nuestra audiencia busca y acusa.
Vedlas aquí, sobre las escalinatas, vuestras Vacas Sagradas: con los cuernos en forma de lira pintados con
el similor de los idólatras para disimular la caries interna; con los saltones ojos entelados por la tristeza
vergonzante de las cataratas tejidas en una larga edad de hambre; plisado el cuello, neciamente engalanado
con guirnaldas florales, plisado en la ausencia del bolo rumiable; exhibiendo en el lomo la humillación de
la erosionada cordillera de los huesos; enjutos los ijares y, bajo el vientre pobre, la inútil ostentación de la
ubre con sus cuatro grifos incapaces de ofrecer al hijo del hombre su leche solidaria de gran bestia domés-
tica. Desesperada, acaso, de que ese mismo hombre tema emplear contra ella la cuchilla para su sacrificio
redentor de Ifigenia bovina.
Vedlas aquí, reducidas a la inutilidad de los vanos mitos; forzadas a ser los graves y ridículos símbolos de
ese prolongado y también miope, triste y estéril rezongar de los filósofos que, evadidos de la condición
humana, en sus polvorientas bibliotecas y en sus mentes —más desveladas, desaladas y desoladas que la
misma miseria sacralizada de las bestias—, rumiaron y rumian las ideas puras reducidas a heno, los hechos
vivos convertidos en paja, la verdad vital trocada en conserva como fruto para la invernada.
¡Vacas sagradas! ¡Filósofos de ayer, hoy y mañana: unas y otros disimulando las razones del hambre con la
deglución de la sosa saliva del ideologismo; eludiendo siempre los hechos ineluctables de la vida, las cosas
entrañables del hombre. Solo para disputar los filósofos ante doncellas de anticipada menstruación lite-
raria, ante iracundas Xantipas menopáusicas, ante adolescentes de sexo incierto y ante rijosos sofistas, su
dudoso derecho a escribir textos tan secos como el heno, tan fútiles como la paja y tan horros de la leche
caritativa como vosotras, Vacas Sagradas, que aquí, entre nosotros, sobre las escalinatas y bajo la ostentosa
complacencia mecénica de Templos y Palacios, no lográis ser cosa distinta al agobiante, al agonizante,
retrato de filósofos engañosos y de usureros mecenas!
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
No por oportunamente renegadas por los padres putativos que las bautizaron con el agua del mito y la
sal del símbolo, dejan de ser esas novillas y esas vacas la más exacta imagen de las sacras palabras vertidas
sobre ellas por los arteros verborreantes.
Aquella vaca que estorba nuestra audiencia sobre las escalinatas, ¿no responde, acaso, al nombre de Demo-
cracia? Y esa otra que atrapa con sus vellosos belfos y roe con sus dientes cuadrados la túnica del demente,
¿no la bautizaron Libertad? ¿Y no pisotea al inválido y al niño la vaca cegatona que acude cuando la llaman
Caridad? ¿Y no da testarazos testarudos en el hombro del hombre la vaquilla denominada Igualdad?
¡Todo un rebaño de vacuas ideologías babeando sobre vosotros! ¡Toda una manada de mentirosos con-
ceptos vertiendo su estiércol chirle entre vosotros! ¡Toda una mugiente impedimenta retrasando vuestra
marcha hacia el pan de cada día!
¡Solo hombres!
Hasta ahora anduvimos bajo el engaño y el terror de innúmeros dioses incógnitos y adversos:
Todas aquellas galaxias y nebulosas de tan lenta o vertiginosa gravitación, interrogadas por el hombre y
sin poder cosa distinta a traspasar al hombre su escamada subienda de estrellas, su fulgurante proliferación
de astros y ese polvo sideral de los aerolitos que es el raudo testimonio de la inexorable cólera del cielo;
todas esas rocas retorcidas y esas piedras agujereadas ante las cuales hacían temerosas reverencias los hom-
bres de endebles huesos;
todas esas hogueras que alelaban al hombre mismo que las encendía;
todos esos surtidores hirvientes, todas esas yertas lagunas, todas esas fuentes, todos esos ríos, y el Mar:
veneración del agua por el hombre, espantado por el monzón, la inundación y el diluvio;
todo ese follaje de plumas agoreras, toda esa muda ritual y misteriosamente amenazante del plumaje;
toda esa sangre vertida en los circenses juegos holocáusticos; toda esa sangre resbalando por aquellas otras
escalinatas de los aztecas; toda esa espesa ducha de sangre de los bautismos mítricos; toda esa sangre per-
lada sobre la piel de los derviches flagelantes; toda esa sangre bebida en el cáliz católico; toda esa sangre
desatada en las degollinas de los Bandoleros de Dios; toda esa sangre freída en las hogueras de los inquisi-
dores; ¡toda esa sangre exprimida y humeante en los lagares de los terribles dioses ignotos!
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Con la planta de los pies desnuda y quemada por la arcilla de las más viejas edades, o desollada por cemen-
to de las más nuevas ciudades, buscando ávidamente la consolación ultraterrena…
Hombre de siempre, hermano mío, lanzado desde el doble orbe testicular del padre hacia la noche lacerada
del ovario materno: aferrándote allí y allí proliferando; creciendo allí en tal tibieza y tal ternura para irrumpir,
llegada la hora, por el valle convulso de los muslos, con la frente blanda pero ya arrugada por la adivinación
del difícil conato de vivir y perdurar entre las amenazas de los dioses y las exacciones de los Templos.
También tuvieron esos Templos un humilde comienzo. ¿Recordáis cómo al filo de los siglos y al hilo de
vuestros sentimientos, comenzasteis por modelar esos túmulos de arcilla —a medida de un cadáver en
cuclillas—, ante los cuales la piadosa familia quemaba luego pajuelas aromáticas, granos secos y cándidos
juguetes de papel? ¿Esos túmulos contra los cuales se rascaban los búfalos; esos túmulos que servirían de
punto de aproximación y de oteo a ciertas aves de rapiña?
Y otras veces, cavando con dedos y uñas en los altos farallones de arcilla y de pizarra burdos nidos para
empollar en ellos vuestros ensueños y emplumar en ellos vuestras esperanzas. Y más tarde, ¿recordáis cómo
hicisteis de esos modestos nichos el pequeño escenario en que mimaban su eterna ternura Rama y Sita; o
pataleaba su pesada danza el alegre Ganesh, mi patrono; o el Buda de enorme ombligo oblicuo se rego-
deaba con la belleza del mundo y la variedad de la vida, repartiendo la contagiosa risa que sacudía todos
los pliegues de su jocunda obesidad?
Dioses creados a semejanza del hombre, al dictado de su sed de alegría, idénticos a su eterno afán de amor.
¿Y qué sucedió luego, oh, creyentes? ¿A dónde pasaron vuestros modestos lares, vuestros pequeños nichos
aleteantes de cándidos plumones, vuestros nimios altares urdidos entre las raíces de los árboles más ilustres
o esculpidos en las losas del torrente en la alta meseta andina?
Hombres de toda condición en esta audiencia; hombres de toda opinión en ella; hombres de toda fe, de
toda creencia, de toda parcialidad en nuestra audiencia; hombres de idéntica miseria bajo los pendones y
los símbolos de los expoliadores: ved en qué se trocaron los nidos en que tratasteis de albergar el exceso
de ternura de vuestra condición.
Todo este esplendor de cobre y de ladrillo; de piedra y de oro; de mármol y de plata; de olorosas maderas
y lucientes cuarzos; toda esta enceguecedora sucesión de los Templos que sustentan a los Palacios aquí
mismo, sobre las escalinatas, reflejándose orgullosamente en el sucio espejo cómplice del Río.
De la misma manera que vuestros verdugos supieron convertir en otros tantos símbolos engañosos al
mono codicioso y olvidadizo, a la vaca estulta y mansa, al cocodrilo paciente y voraz, al elefante que puede
ser tan iracundo como amoroso, también transformaron vuestros tiernos lares en estos Templos ostentosos
que riegan sus bendiciones de fuego con las manos calcinadas de los shamanes pirolácricos; sus bendicio-
nes de ceniza con los engarabitados dedos de los fakires; sus bendiciones de humo con las manos sudosas
de los bonzos dopados con la más bella e idiota metafísica.
Escuchad bien esos gritos de pregoneros que se expanden desde el estrecho pasillo del alto minarete,
anunciando —¡oh coimes de un burdel paradisíaco!— el revolar de las huríes a la llegada de los guerreros
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
desjarretados, desventrados, degollados en la guerra santa y condenados luego al eterno deleite de las altas
mozas, menos orgullosas de los racimos de sus senos, del escudo de su vientre y del delta de su sexo, que
alucinadas por el goloso glogloteo de sus gimientes gargantas de grandes guacamayas blancas.
Y esos otros vendedores de bulas e indulgencias, vociferando su sagrada mercancía en el altozano de las
iglesias, entre una muchedumbre de apestados, de leprosos, de inválidos de guerra, de siervos de la gleba,
tasando el sello negro o rojo de sus títulos como papel de peaje para el purgatorio y la bienaventuranza
ultraterrena.
Y los de más allá ofreciendo el nirvana a cambio del difícil e inútil suicidio de los sentidos; a trueque de la
abdicación de la simple, hermosa y siempre contradicha condición humana.
Oíd bien cómo todos esos vendedores de póliza solo os ofrecen una seguridad ultraterrena a cambio de
vuestro sudor y vuestra sangre aquí en la tierra.
¡Solo campos!
¡La carga sí contra esa crestería de mármoles varicosos, de oxidados cobres, de roídos ladrillos amarillos
que aquí, sobre las escalinatas, sobre los Templos, frente al Río y a espaldas de la ciudad cuitada, impone a
todos insolentemente sus falsos títulos de nobleza, ganados con la intriga usurera y el cohecho oportuno;
con la traición ventajosa o la clandestina simonía, y todos ellos chorreantes de la sangre leucémica del
pobre!
los Palacios cegando a la audiencia con las candilejas de la especulación y los alternos semáforos del crédito
y el rédito.
Y en tal teatro, los simios actuando de bufones, intermediarios y coimes; las Vacas Sagradas mugiendo
su papel de grande farsantes inocentes y de vacuas entelequias engañosas. Y vosotros, hombres de la gran
audiencia, condenados a ser el inmenso coro que repita y amplifique las arteras palabras del consueta in-
visible en el foso de los Palacios.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Y ahora tengo que decir: ¡Oh, creyentes, en los Palacios ya no moran los grandes dementes que con la
espuela, el látigo, el fuego y la rueda os sometían!
Pasaron los caudillos, los khanes, emperadores y gobernadores. Se fueron con las aguas del Río los prín-
cipes y capitanes que llevaban en su carcaj flechas embriagadas de veneno y que no sabían dominar la sed
de sangre de sus espadas devoradoras.
Tampoco Kasyapa el Fraticida dejó herederos que nos explicaran el inefable misterio de las damas de
Sigiriya; ni canta ya en sus logias Lorenzo la fugitiva juventud; ni elabora en sus estancias el vi Conde
de Derby quejas de amor perdidas; ni desde su cámara se mofa el de Saint-Simon de la alta ralea real; ni
edifican Pedro en el Neva y Sawai Jaising en el Rajasthan las más bellas ciudades del mundo; no hay ya en
los Palacios emperadores T’ang para coleccionar las más hermosas cerámicas, ni emperadores Yuan para
leer los largos rollos de pintura; ni delira en sus terrazas Luis de Baviera; ni hay príncipes en Mónaco que
distraigan sus ocios con la absorta contemplación de los magníficos monstruos submarinos.
Pasaron todos ellos y ahora están allí, en esos mismos Palacios, los gerentes ahítos de poder y de dólares;
los planificadores de vuestro conformismo; los pequeños magos de las relaciones públicas; los pregoneros
de la mentira que ya no se atreven a salir a las plazas públicas entre un destemplado reteñir de clarines y un
desinflado resonar de tambores, sino que solapadamente y por mano ajena deslizan en la yerta madrugada,
por la hendidura baja de las puertas, la voluminosa y cotidiana tergiversación de vuestra vida, fabricada en
las grandes rotativas según sus propias conveniencias: unas veces ostentando el horror del crimen y la des-
atada violencia para aumentar el número de sus morbosos lectores; otras ocultando las raíces del mal para
que perdure y fructifique su hipócrita traición a la condición humana. Y mintiendo siempre, mintiendo
siempre, mintiendo siempre con la bendición de los Templos y la subvención de los Palacios.
No busquéis en estos eco alguno de vuestra angustia, ni correspondencia a vuestra necia lealtad. Ya ni
siquiera son los símbolos de un insensato orgullo patrio. Pues ¿qué podrían deciros hoy las siglas de los
grandes monopolios internacionales, de los poderosos carteles y los ubicuos trusts que acumulan riqueza y
poder mientras una erosión incontenible roe las pequeñas monedas y los pringosos billetes de los pobres?
¿Y qué podrían deciros los nombres, secos como disparos, de los nuevos señores alojados en los Palacios
y acolitados por la codicia de los mezquinos merde de Dieu? ¿Qué os dicen esos nombres? ¿Qué os dicen
aquellas siglas? Sino que toda la historia memorable del hombre, toda la crónica convulsionada de su an-
gustia y su agonía, han venido a parar en este engaño: los Palacios habitados por ellos; los Templos maneja-
dos por ellos; por ellos usufructuadas las escalinatas; por ellos sacralizado el Río; los Simios alquilados por
ellos en sus diputaciones; las Vacas Sagradas arreadas por ellos para vuestro desconcierto y vuestro engaño.
¡No más Palacios!
¡Solo casas!
9.
El hombre solo, el hombre en cuclillas sobre las escalinatas, el insensato que ha echado sobre sus hombros
el censo de la miseria y el denuncio de sus promotores y usufructuarios, dicho todo esto y después de arder
en la pira de la cólera, no puede esperar a que la audiencia dicte su fallo.
Pues ya están balbuciendo sus labios un tímido canto de amor; ya siente en sus entrañas la invasión de la
ternura que le inspira la contradicha condición humana, la suya propia; ya está mirando las manos de los
hombres y sintiendo la necesidad de cantar su maravilla.
Jorge Zalamea. EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS
¡Solo el amor, el viril amor del hombre por su especie y por su semejanza!
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
DOS VECES SON EL MÍNIMO
aquí media luz; afuera, la mañana.
miro por la abertura de la media negra
que hace un ángulo exacto con mi pie que está
arriba. un mundo que me interesa
aparece por la cicatriz: un deseo que me interesa
rehusando la prudencia.
los ruidos bajo el sol entrada la mañana.
por la abertura en triángulo del muslo hasta el pie en tu boca
hay un canal.
la total ausencia de intención de este día,
un día en que uno se expone y luego enferma.
un día formando un gran arco entre el dedo que roza
el labio y la media.
dos veces son el mínimo de confianza
para lograr la ilusión. yo, al amanecer,
estaba junto a la ventana (era la única imagen
en la que podría refugiarme) me acercaba para no llegar
y estar convencida —nunca reafirmada—
«como si, para mí, tú, la otra, te abrieras, o te rompieras,
del modo más suave contra el alféizar».
(las palabras siempre son de algún otro, se prestan
para consolar a la sensación que también
viene de allá afuera, incontrolable) otra cosa
es lo que yo hago con ellas aquí adentro:
las caliento escuchando bien un sonido que me revela la tonalidad
de lo que expongo (una ilusión) de ser aquella
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
LA DIFERENCIA
yo que he visto la diferencia,
en la sombra que aún proyectan los objetos en mis ojos
—esa pasión de reconstruir la pérdida;
el despilfarro de la sensación—
del único país que no es lejano
adonde vas. donde te quedas.
sé que en la tablilla de terracota
que data del reinado de algún rey,
con caligrafía japonesa en forma de surcos
están marcados tus días.
los días son el lugar donde vivimos
no hay otro espacio que la franja que traspasan
tus ojos al crepúsculo.
no podrás escoger otro lugar que
el sirio de los días,
Reina María Rodríguez. DOS VECES SON EL MÍNIMO, LA DIFERENCIA Y OTROS
su diferencia.
y en esa rajadura entre dos mundos
renacer a una especie (más estética)
donde podamos vivir otra conciencia de los días
sin los despilfarros de cada conquista.
LOS DÍAS
los días afuera, con esa luz que
baja hasta perder su definición
y no saber si la luz sale de mí (adentro)
me bebe hacia sus claros horizontes, o está pintada
al borde del muro para continuar
el enceguecimiento de su propia claridad.
yo extraño, la canción que de mi boca recorría
el tiempo inmenso en cada sílaba de su penetración.
eso era ser joven. cuando aún, verde y tibia
masticaba las ramitas de toronjil con indiferencia.
lívida, hoy cruzo este discurso de los días
que ya no pueden sorprenderme
—con su arete pequeño de plata en el lóbulo izquierdo—
bestia y muchacho, para recorrer el resultado feroz de los días
su alucinación de oscurecer sin morir en la carrera
hacia la perdición.
un azoro en la nuca
y ser el rostro efímero de cualquiera
(de la mujer del disco, por ejemplo) que se raya
al volver desde tus manos grandes.
un rostro, que sobreimpuesto al mío,
es un rostro encarnizado en morir bajo la misma luz
donde ella y yo hemos permanecido
en lo curvado
en lo que se ha hecho grieta al roer de los días
en lo que ya no te pertenece
en lo que ya no es mi juventud
y todo queda amenazado por la curva
que la trajo y me regresa.
EL CUADERNO DE LA RATA
ALMIZCLERA/2, EL CUADERNO DE LA
RATA ALMIZCLERA/8 Y OTROS
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
pero tú me señalas
entre la insatisfecha multitud
me empujas hasta el tálamo
entre muros con un raro equilibrio
sacas a lucir pechos
no entrados en razón
tus caderas socavan
hasta que la tierra cae en mi boca
no te alejas de todo
creces a ras de cielo
pierdes la fe ganas sinceridad
no compites con nadie ni contigo
y retas la armonía
la vergüenza de los cuatro contrarios
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
MUERTE DE NARCISO
Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo
envolviendo los labios que pasaban
entre labios y vuelos desligados.
La mano o el labio o el pájaro nevaban.
Era el círculo en nieve que se abría.
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
debí saltar sobre el muro incontinente como un raro alpinista, desde el jardín alguien me convida al otro
extremo, a la negación misma, yo miraba las lucecitas del semáforo y no parecía que estaba en la ciudad,
escribía cierto poema detrás de una pequeña foto, una extraña reliquia para quien no supo más de mí, a la
que una vez regalé todos mis libros. ella se parecía a Sylvia Plath, tenía un gesto de muchacha con paraguas
y salvoconducto sentada en el café, un café distante de lo usual, como un café de París (¿en lo aparente de
un café, en su bruma?). el mito de sus versos me sobrepuso a la tarde, cansado de indagar por la atmósfera
dual, todos los caminos conducen a la calle Ánimas, ese era el exilio permanente, los días permanentes
como cábala, su fuga. no entiendo la diferencia entre fuga y exilio (¿la fuga es un modo de exilio?). una vez
pregunté a un poeta desconocido qué sabía de poesía cubana, y solo pronunció un nombre. en ese trayecto
hice la definición de aquel librito que adquirí de un anciano que se buscaba la vida con Verlaine, Lorca,
María Tsvietáieva. el edificio del fondo recuerdo era azul, como la lucecita del semáforo. mientras camino
me adentro al libro para segmentarlo, advertir sus hedónicas trampas, por aquel entonces no conocía a la
muchacha que se parecía a Sylvia Plath. debí saltar sobre el muro como un paseante, como si fuera un eleva-
dor que se detiene y después cae de bruces. cerrando la tarde (¿llego hasta el último poema?), alucino aquel
cafetín donde intercambié con la muchacha que vivía en la calle Ánimas, ella tenía un gato siamés, y unos
versos ocultos de lo matinal, de la isla que se distiende por su mano y su corazón. hablé algo de poesía y por
unos minutos olvidé al que había caído de bruces, al que fue una vez el sueño que justificó lo inequívoco,
al que fue la noticia por estar enfermo y evadir el viaje, de ser el viaje mismo en medio de la autopista. de
un lado y del otro el viandante oficia la primera fuga. así nos despedimos con la promesa de vernos RMR y
yo en otro cafetín, el abrazo de vernos ante esta ciudad, a esta misma hora, como si fuera nuestro único tes-
tigo. miraba yo el cambio de las lucecitas en el semáforo, regresé al citadino refugio pero nunca por la calle
Ánimas, apenas por el baobab de los penitentes, mirando de soslayo el jardín. ella se parecía a Sylvia Plath.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
mientras tomaba un café, en ese raro trayecto que es estar donde mismo pregunté a unos adolescentes:
saben ustedes algo
de
poesía
cubana?
CANCIONCILLA QUE HA VUELTO A SU LUGAR, QUE SE HA QUEDADO SOLA Y DE LA QUE NADIE VA A VOLVER A
DECIR NI UNA PALABRA
y yo que hablaba del último amor, como si fuera una puerta, una luz de fondo de La Habana, de nada
valió
tener un alma igual como la mía, y preferí tirar otra moneda
al fondo de la victrola para repetir la palabra felicidad en tu boca. Y recordar la felicidad; un minuto,
aunque sea un minuto.
que ha quedado vacía el portero entra. ellos son fugitivos. ellos son fugitivos. uno pide un cigarro y hace
la seña del viaje. otro aparenta una mujer con lentejuelas, sueños que nunca realizó, pero entran a la casa,
al zigurat, a la noche.
POEMAS LIMINARES
1.
en el despavorido territorio la gran alianza se enseñorea sobre el cuerpo que ha dejado de pertenecernos.
amuleto para la buena suerte tras mis pasos, fantástico lugar que se distorsiona en el poema, como dague-
rrotipo del poema, bajo la grava, en el submundo del poema mismo, animal malherido, gélido, doméstico
diría para ser más contemporáneo, que nada sabe de mí, que se alimenta de mí como madre nutricia, allí
donde transcurre la sierpe un hombre ocupa el turno y el despavorido terreno queda en la palma de la
mano, entre sahumerios, luces arcanas, países que solo existen bajo
las curvas finísimas del invierno.
2.
transida por la ensoñación, fenece el ave sobre un árbol. diluvio que la mano esconde de un ritual, frente
a lo impropio, tártaro cielo, divertimento de su sino, cóncava luz que agujerea el paisaje, ya inerte, ya so-
brehumano. íntima ceremonia que Ofelia dejaba con el dibujo de ayer. tenía un raro presagio, una especie
de airecillo sempiterno, allá donde la noche pierde todo soporte, el albur, su equilibrio, el equilibrio de
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
los cuerpos, el equilibrio de los cuerpos que pasan de largo, el equilibrio. transida por la ensoñación la
muchacha en el parque escribe estos poemas liminares, ciega la madre dice vivir en un país y se juega el
todo. allá, bajo el álamo del innombrable noviembre Ofelia ve cómo el ave se adentra a un reino
y después muere.
3.
en el diluvio de la mano escapan los países nunca antes visto. tía Margarita tiene unos mapas de los siglos
pasados, por aquí atravesaron los vendedores de seda, los escanciadores, los recolectores de lapislázuli en
una antigua travesía. piedras de oro, aguamarinas y otros artificios dejaban a su paso en las aldeas que
como santuarios fueron renegadas al olvido, a la dicotomía que impone el olvido. olvido de los hombres.
olvido de la noche que juega un papel tangencial, en el olvido que hacemos de nosotros mismos. ahora
que estoy en el Zócalo he visto una catedral edificada bajo otra, especie de poderío contra el tiempo, mala
jugada del hombre de ayer. allí un templo azteca me conminaba al límite, a la heredad de los límites, en
los más cercenados mapas, en la rutina de otros mapas, esas franjas fueron la demostración de un tiempo
inerte, de raras deudas, paganas deudas. dicen que debajo del Zócalo se esconde toda una ciudad preco-
lombina, una ciudad que se edifica sobre otra como Torre de Babel. tía Margarita tenía esos sortilegios, en
aquellos países que semejaban ocultarse de todo, mientras la calle insurgente me obligó a detenerme en la
Barranca del Muerto, a unas millas, me quedé imaginando estas dos ciudades que dejé atrás para arribar
a una especie de teoría sobre la superposición de las cosas. extraños reinos donde uno va repoblando todo
lo que quedó en el ayer, en el más reciente ayer, ahora mismo, como una especie
de poderío
contra
el tiempo.
4.
al final de la bruma, donde se ahonda la noche con los pasos de un desconocido, he visto el rostro de la
muerte muy cerca, decía llamarse Stefany, Gabriel, Armando, entre la podredumbre y estos días de cábala.
no miré atrás pero seguía en el vendimiador refugio aterido a liliáceas sombras, como si fuera un animal
que respira y uno siente las sajaduras de un silencio atroz, la sangre que escapa hasta llevarte el aliento, los
estertores, el peso de un cuerpo que te muerde la carne y arranca tu pulmón, una especie de broma para
que aprendas a morir de una vez. así he visto en el encalabozado las palabras perfectas, llamarse Stefany,
Gabriel, Armando e imaginarse que uno va por el jardín de la infancia, encumbra de un salto la casa vacía,
se va despidiendo de todo, en la nívea sombra, órfica sombra, del que ha visto la muerte, de soslayo, a
contraluz, y se cree feliz por el duro acto. su naturaleza dual. el que está pendiente de la cuerda se persigna.
han tocado en las rejas por donde escapa Stefany, Gabriel, Armando. así el que llegó después limpia sus
manos en un muro, el que ha visto la muerte tan cerca entrega su pulmón
y
sigue.
ALGUNOS POETAS MUERTOS NOS
PLAGIAN, ME ACERQUÉ A LA VENTANA
CONTEMPLÉ UN CANAL DE AGUAS Y
OTROS
José Kozer
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Carmen Berenguer
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
RUINAS
La noche no es la noche ideal
romántica de los cantos versallescos
o trinos de pájaros en algún amanecer
La noche de la novela triste es cuando sus luces
se apagan y aparecen las sombras criminales
en las esquinas de los bares de las casas
a los pies de la cama debajo de las sábanas
en los colores de los muebles en la opacidad
de las tablas detrás de los cuadros arriba del armario
en los rincones de la escalera
en este libro
en medio de estas páginas
en el temblor de tu sonrisa en ese espejo del baño
en el cepillo del pelo en el olor de tu traje
en el cubierto de la mesa en la cajita de música
en el calcetín; broche de una noche antigua
en la maleta
en la página del medio
en el candor en la maceta de flores;
detalles del tejido
y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus
en el cuadro de Frida Kahlo en el retrato de revistas viejas
en los platos de comida en el charquicán y el luche
en los juegos de luces pascueros en los vasos de vino
en la ponchera en el apiao y pajarete en el chaleco azul
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Ahora recojo unas puntas y las junto a las otras y no he cepillado ni peinado solo mojadas mecha a mecha
las enhebro y las levanto con un soplo de vida
como manto de olvido por el brazo herido y manca levanto al vuelo las puntas y las engarzo con flores
de coliflor y serpenteados de tomates chicos simulando un huerto en mi cabeza en una escena de arte de
chacra cubre mi tiznado porvenir
Al otro día revuelvo los lazos de cabello y me asoman albahacas y hierba buena y solo levanto la parte de
atrás y la aprieto con una aldaba de apio
Soy me digo: la mujer de la peineta morada que almidona la tristeza como si yo pudiera hablar altisonante
o yo quisiera sumarme a la tradición de la palabra
como si mi palabra fuera la palabra hecha verbo y fuera dueña
de mi cabellera y la manejara a mi antojo
en una manada de hojas verdes
en mis negras hebras
no estoy obligada a escuchar palabras
de un pequeño dios que me ahoga con ingredientes sempiternos
ahora suelto una cascada invertebrada relumbra de luciérnagas intermitentes engarzando el torrente de
puntas de colores para colgarla en un espino
performance de mi huerto
nos alejamos
cesábamos hasta llegar a la esquina
y abrazados y calientes veíamos imágenes e historias universales
‘tan cerca y tan lejos’
que me instaban a corregir mis mechas
a la par de los años de representaciones de imágenes del primer mundo en el que reparaba mis dilemas
de ser y dejar de ser la muchacha
que lloraba mirando el velador creado en el siglo xvIII para alumbrar con velas este paraíso.
HUELLAS DE SIGLO
1.
La química sirve para todo,
hasta para borrar manchas históricas
2.
Si Dios me dice ¡Hola!
Yo le contesto:
¿Y dónde estabas tú,
antes que el infierno lo devorara todo
dándose un opíparo festín?
3.
Y al séptimo día
creaste al hombre
a semejanza tuya
y son millones de ediciones.
4.
Los héroes están en las plazas
para no dejarnos tan solitarios
frente al pasto.
5.
Todos hablan de persecuciones.
A mí no me persigue nadie.
Ni un enamorado. Me sigue
6.
Una señora de doscientos años,
a horcajadas orina en un bidé
con una flor en la mano.
7.
Cópulas Cúpulas
Cúpulas Cópulas
Y yo siempre debajo.
Carmen Berenguer RUINAS, ODA A MI HUERTO DE PELOS Y OTROS
8.
El androide llegó a Isla de Pascua.
Sentóse en el tótem
a esperar el próximo diluvio.
9.
Qué gran maraca es la guerra
obligada a fornicar:
El hombre es el que paga.
10.
Marilyn, la más hermosa
dice un joven
lanzándose al vacío
a lo Superman.
11.
Janis Joplin dejo una nota:
El orgasmo es la flaqueza del siglo.
12.
Dios eres dueño de todo,
millones de almas: errabundas
no estuviera viva, quién respondería por nosotros. Quién podría reconocerte si no yo. Quién impediría
negociaciones en tu nombre. Quién podría privatizar nuestra fragorosa memoria. Quién te habría llevado
atado en mi cuello, sabiéndote ido. Quién me habría humillado, una vez más. Quién viviría inalterable
esta osadía de vivir una lengua exiliada, el atrevimiento de nombrarte y hacerte vivir en la muerte. Vivirte
me haría escribirte, me haría decir: que nunca te has ido. Mi osadía ha sido pensar lo imposible.
[ES QUE SE DETONAN TODOS LOS
MÚSCULOS DE MI CORAZÓN, Y TENGO
QUE DECIR, TANTAS, TANTAS, TANTAS
COSAS Y ESTE ETHOS NACE RENACE,
¡MALDICIÓN!] Y OTROS
Oscar Saavedra Villarroel
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
[ES QUE SE DETONAN TODOS LOS MÚSCULOS DE MI CORAZÓN, Y TENGO QUE DECIR, TANTAS, TANTAS, TANTAS
COSAS Y ESTE ETHOS NACE RENACE, ¡MALDICIÓN!]
Cómo toca a su hija, cómo le baja su país,
cómo sube por sus montañas, cómo se monta
al caballo del norte arisco, cómo moja su tierra,
cómo levanta la serpiente y viola sus mares,
cómo ella dice papi basta, cómo dice pacha en vez de papi,
cómo le dice al oído su himno perverso, cómo flamea su bandera
seca en la cama, cómo le inyecta ánima a sus fantasmas,
cómo le rompe el himen de su cordillera,
cómo la ciudad escucha esta coprofagia,
cómo se toma el veneno de sus ríos,
cómo le da a beber el veneno de sus ríos.
Mira qué descendencia, mira qué tipo ese,
mira como ahora él vuelve a tocar a su hija,
cómo le vuelve a bajar su raíz,
cómo le hace un machitún a su conciencia, a sus lagos,
a sus Ganges.
Observa cómo lo hace, cómo se lo hace.
Cómo ella dice patria en vez de papi,
y cómo papi dice ser su patria.
[QUE NO ARRANQUES, QUE LO SIGAS, QUE ESTOS CIELOS CÓSMICOS DE MI CIUDAD SIN NOMBRE ENCEGUECEN
Y NO ES UNA CEGUERA NIEVE, ES UNA CEGUERA VOLCÁNICA]
Síguelo. Pacha Hombre lleva a tu hija. Él, Mama,
tiene su Mujora bajo el catre. La Umbra / Hembra le dice:
por qué te acercas tanto como si te acercaras a un país invisible, con telas en medio de las montañas.
Paíscidio es acercamiento
dice Pacha Hombre anda con la Hombra al hombro
de su representación escrita en el cielo.
Sigue, ve y dile al Monstruo Ander, con tu apariencia de moja crucificada,
que Pacha Hombre anda medio tísico.
Parece que el muy romántico, el muy patrullero panóptico
tiene la sonrisa barda de la lírica, la lárica,
la lira esterlina de su cerebro Hitler.
Anda, no hagas caso, Pacha hombre tiene un diente de leche
entre los calzones de su Mujora,
como ya ves, la tierra seca no detiene los pasos,
los avejenta.
Pacha Hombre tiene el cuerpo griego, musculoso;
difícilmente lo podrás coger y golpear contra el origen
que de repente te sale un ethos
de lágrima.
[LAS LÁGRIMAS SE ME CUELAN POR LAS RENDIJAS DE MIS OJOS SALADOS DE REALIDAD]
La Hombra camina a pasos agigantados, atrapa entre sus piernas :paisajes, maleas, arenas y playas; tiene
prisa,
Oscar Saavedra Villarroel ES QUE SE DETONAN TODOS LOS MÚSCULOS DE MI CORAZÓN... Y OTROS
tengo la relativa elección de ser mi cordillera, beber del hielo punk San Rafael,
coger macho-machi con el poder de la luna; hacerme hija a cuanta kuyen
de rulos oropelados encuentre
por ahí me puedo emborrachar de neuronas occidentes violar cuánta niña, madre, pachas;
cortarme de soles los ojos,
rasurar mis voluntades,
Malú Urriola
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Ernesto Carrión
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
así cuando el futuro pateaba en los establos de la consciencia yo me encontré a mí mismo desconectado
Muerto mi cerebro y adentro una bandada de astros picoteándose las plumas entre los cometas
flotaban el feto y el cuerpo de mi madre
adentro de una burbuja aterciopelada por el campo
de la física muerta: agitando su paréntesis de tierra
híper-dramático el espacio enroscado en cloroformo dentro del bulbo del hijo su tallo tuberculoso su rizo-
ma ancestral su espacial semilla viajando hacia el fuego a la velocidad prejuiciosa de la carne
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
el espacio ancestral tubo de civilizaciones ensayo de planetas dentro de la piscina roja de una señorita em-
barazada que ve cómo en silencio algo va devorando su destino Algo va enamorándose de la vida y de los
horóscopos Algo va devorándose los rostros como la niebla La gente dilapidada entre tanta gente Amén
del cielo
pero los cielos —el tuyo y el mío que no saben quererse— son el mismo cielo: la más larga cicatriz de la
humanidad que no conoceremos Eso que no supimos contemplar Eso quebrándose en secreto Eso que
sin rabiar era el deseo de un sitio abanderado de pronósticos y oportunidades El pensamiento como fila
de tortura y oración de caballo Una sombra sin hombre mandándose un cuchillo Y adentro —en nuestros
ojos— un montón de guantes que pretenden las sobras para amén del cielo
y allí otra vez concebido por una mujer materna pude parir dos hijos amenazados de muerte Repartidos
por todo el aire como hipos de la realidad saltándome a la nuca Gruesos de vida
entonces mis hijos y yo flotando adentro de una burbuja
aterciopelada por el campo de la física muerta:
agitando nuestro paréntesis de tierra
dos corazones acusando a las montañas de no ofrecerme el cielo Querida natividad que iba a venir a provo-
carme una escritura tan poderosa que no dijera nada: granja sideral donde nuevos caballos en laberintos de
tinta partieran con nosotros pisando sus aletas Cubriendo nuestro movimiento por quien está lavándose
el rostro como un pájaro enfermo
(dos corazones naciendo bajo un granizo de huesos muertos de frío)
pero yo no nací a los 33 años mientras los beisbolistas caribeños mugían en la hierba contra las fronteras
enroscadas de un cielo apuñalado por colores concretos Y las niñas británicas rompían sus tazas de té de-
jando la porcelana manchada de azúcar Las niñas británicas brincando hacia el verde y blanco césped para
desnudarse como cualquier nube dorada por crayones Los beisbolistas como vacas blancas vacas aullando
bajo un cielo todo rajado de sueños Y luego la temible condición de la carne La perdida condición de la
carne La terrible condición de la carne La extrañada condición de la carne Y el horizonte entero
La adorada porcelana manchada con azúcar y los viernes orientales cuando los grillos se manifestaron seis
veces en un árbol de agua
Yo no nací de este modo:
Luchando en una clínica
No moriré de este modo:
Luchando en una clínica
yo no nací a los 33 años ni después de 9 meses cayendo como un avión en territorio enemigo Yo no nací
despojado del acontecimiento de mi nacimiento
Ernesto Carrión LAS LEYES DEL TIEMPO I, LAS LEYES DEL TIEMPO II Y OTROS
yo nací a los 33 años de una bella mujer y tuve dos hijos terrestres y dos corazones novatos y súper doma-
bles Yo nací en la palabra en una noche de muslos pidiendo más madera Ardía el Cielo
Yo moriré igualmente: enamorado
Lo que he perdido:
inútil recordarlo
Así es como descansa el cuerpo:
enamorado
2.
Dice mi padre muerto, delicioso como la barba amarilla del agua en la mañana impetuosa del chivo
curioso: todas las lenguas son la misma lengua, la de la muerte. Pero mi fórmula para extraviarla es este
cuerpo. Un cuerpo que es un cielo donde todos pueden aplastar sus sílabas incendiarias, mover sus dedos
en círculos hasta limpiar su polvo, donde todo es deseo aturdiendo los preparativos del espejismo de mi
propia cabeza.
3.
¿Has visto un atardecer cuando estás a punto de arrojarte al vacío desde tu propia cabeza? ¿Has visto tu
propia cabeza —hijo— helada por las confusiones como si nunca hubieras nacido? —sigue mi padre ha-
blando (su guante y su bate de béisbol respiran furiosamente irritados por cierto desamparo, bajo esa em-
bestida de vidrio que atrapan algunos de sus posibles rostros futuros dentro de unos pedazos de ropa, en
el fondo de su cuarto, donde él desapareció)—. ¿Has visto la cadena de colores moviendo la noche hecha
anaquel de lenguaje, de lamentable lenguaje, puro veneno? No se hace con frío el infierno aquí en la tierra.
No se hace con calor ninguna forma tampoco. No tuve mi propia cabeza en mi cabeza, sosteniéndome el
trapo desteñido y la barba gastada. Pero tuve el atardecer en otro cuerpo.
4.
Dice mi padre, apareciendo y desapareciendo frente a mí, como un circuito de lava enamorada, como un
gitano inflándose entre metros de telas relampagueantes cual vísceras en manos hermosas, hilando con
palabras el origen de cierta urbanidad descascarada en su rostro de oso revolucionario: yo ahora existo en
el momento en el que no hay idioma. Mi cielo es un espejo engomado, definitivo. No habito en el silencio
en formato de libro. Habito en tu reclamo en formato de hombre, de acantilado abnegado al que le falta
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
vivir. Nace otra vez en paz y en lo creado. Olvídate del nombre que te puse, como quien desprende de sus
propios testículos la nueva niebla. Construye un cielo entero, diferente. Abre tus manos.
PURGATORIO
Vida de mi vida narra el cuento de mi vida en tono de cerámica y no de cera. Los perros no dejes que ladren el
violento loquerío seco degollado firmamento no hay más. Aquí hubo restauraciones de poemas dentro de bocado
de persona. Ya no la máscara. Hicimos gente, hijos, doblamos edades al hierro lo que le compete, rompimos
dientes luego edificamos a Uno en el infinito coliseo de la galaxia hecha trizas, porque la forma original de la
galaxia y de nosotros es lo trisado el troceado el glaseado todo lo que brilla a la distancia pero que está en Uno.
Mío es el correcto uso de mi persona troceada. Tengo ancho el sentido de que me muero un día de madrugada.
Siempre es una tristeza pero es el hacha en el cielo y en las manos.
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño
sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño sueño esto:
Nárrame la historia de la vida de mí: bucear en el espejo de otra persona no querer gatearme de ese amor, luego
abrir los ojos de las plantas con las manos. Remar hacia la vida. Todo el día es alegre carretera de granos apasio-
nados, de caricias y palabras tan nuevas y modernas, de correspondencias brincando por todos los cuartos. Soy
conmigo mismo lo tallado en la lengua de mi hijo, no en la de mi padre. Un desaparecido colibrí penetra en
la columna de los sueños. Está allí picoteando este lugar en el negativo de mi almohada. Espuma ros ras lycra
y algodón que se deshace ante el alba es lo que la cara dice, llena de hambre. Llena de hambre embiste mi cara
sobre mí. En los brazos hay agua iluminada de otros espejos.
En otras noches mi historia fue esta poesía: 15 años de armas, armadura y debajo una pierna blanda toda llo-
rosa. Militancia y soledad contra mí mismo, libros y pedazos de los otros y una cara bien hinchada en su licor
chapote. Labrado el pozo llorando el recipiente en bruto iba educando músculos y sal dentro del agua sangre a
no querer ponerme una piel de hombre encima de mi armadura de mensajes: meses y años de mi vida hacien-
do libros. Noches y mañanas enteras enterradas en mi cabeza, allí debe haber un planeta de caballos torcidos,
un cementerio aéreo de amantes y palabras sumergidas con sus rabos encorvados desde mi niñez. Lo que quise
gritarme, aullar contra los otros, hoy que tengo un planeta un revoloteo de canicas en mi casa con mis hijos,
está pasando de largo. Hoy que tengo una casa quiero además un cielo. Y en ese cielo los poemas pasan de largo.
Un cementerio aéreo esta compilación de frases, de rostros olvidados, de angustias donde el aire fue servido entre
llamas y bajo las luces del alba amarrándose a una mata de tabaco. Avanzo hacia el final de esta escritura, de
Ernesto Carrión LAS LEYES DEL TIEMPO I, LAS LEYES DEL TIEMPO II Y OTROS
esta poesía que ya no puede servirme. Hollín hace cabezas, cascos hubo en cada cuaderno escrito, un campo de
concentración allí mis hombres perdidos con las fechas de mis edades quemadas en la frente. Otra declaración
fue mi cabeza nómada, era el delirio de no poder sentarme en un mundo enfermo, no tener un orificio termi-
nable como un padre, ir devorándome a mí mismo entre la falsedad y las visiones. Hace mucho de ese cuerpo
avanzando sobre su charco de orina, y de esos cuentos de una constelación vacía que ha de seguir imaginando
su carácter. Nadie quiere la guerra. Estos versos acaban. Agua hay por todas partes y hasta en la cabeza. Yo voy
alzándome en hombros a mí mismo: he sido este paisaje aterrador y mi largo regazo. Sobre la ola scorpii mis
antiguos poemas se desesperan, tragan agua, presienten que les ha llegado la extinción desde su propia fuente.
Esto es un adiós & el infinito [3].
[3] Te amo demasiado contigo mismo a todos nosotros y esta vez el amor es amor mío.
Gentes con maletas y entre llantos detrás de los carteles de sus personajes despidiéndose en el aeropuerto de mi
cráneo, esta vez para siempre. Bio, pío. Sucesos alta lisura eso fue un desenfreno pero que aquellos fantasmas no
tengan más ranura. Manos sobre otras manos: desmoronamiento del decir. No hacer poesía hacer comienzo asar
mis párpados contra un sol de durazno mientras el viento rasgue los pezones de Isabel que es el verbo al día. Si
yo me voy, quiero decir: si el que se escribe aquí deja de hacerlo, este presente pasado se aferrará a unas manos
que bucearán otro mundo en un libro diferente donde el verbo no se ponga por escrito. Bio, pío.
a José Kozer
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
ERROR EN TIRO
(Haciendo equilibrio entre el
postumismo y la poesía sorprendida).
No te voy a engañar: tu bien sabes que del béisbol
viene el título.
El misterio lo he dejado en una caja fuerte. También
el subjetivismo.
Busco una poesía sin memoria la historia: sostiene
la torre de los locos de la que hago memoria
en tránsito hacia el coro.
(Una carta de presentación con el decir de los vulgares
—decía— que baile un merengue profano en todos
los sancochos).
Nada de cristalería, baratijas, ni fragilidades
de ángeles desterrados.
Los problemas del cuerpo, a la cama. A la poesía
se viene desnudo con los dientes
de leche, incubando los huevos de la fiebre
en la ruta de una estrella gitana.
Quiero una poesía que respire con el pulmón
de Moreno Jiménes,
el aire que le fue destinado a Manuel del Cabral.
Muerte al ángel doctrinario, nada de maniqueísmos.
Lo moral es ridículo.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
PLAGIO
A todas mis hermanas
Me acabo de reír de cuajo se me sale mi madre,
por los cuatro costados del cuerpo.
Con la cabeza, las tripas, el corazón me estoy riendo
y a nadie le debo el desparpajo.
Nunca he sido tan Altagracia como hoy padre
da olvido, desplumándome por el barrio
(157 Street and Broadway), ejecuta un ronco saxofón
venéreas nocharniego, pero esta risa madre?
Pin pún la mueca, el estallido, el punto de remate
con que me cierro a una, traigo de ti una sombra
intermediaria de comunicación tierra y cielo.
(Para los nacidos bajo el signo de Virgo: te favorece
el No. 14, el 26,
y «cuídate de esa mujer de piel trigueña».
Con tus ojos lo verás con tus manos.
Descaminar la risa, avance quilombos, tragaespaldas
miserable,
y mamá rodando al piso. (Versión original: «y al
unísono mamá, rodando abajo es que me orino»).
Cacofonía de la calle (pero cacofonía física),
que termina en una bandeja de fiambre con galletas
de soda.
Dándome contra el imbécil bribón que me camina
(altagraciano), con los buches repletos de comida.
Rolando Costa
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
HELECHOS
1.
En cualquier parte, si hay silencio, quietud, humedad, calor, sombra y encierro cóncavo. Aberturas o grietas
de donde fluyen emanaciones de lo que se consume, supuraciones, derrames, excreciones y excrecencias,
escarzo, humores…
Algo va quedando consustanciado, plasmático, nutriéndose, encarnando, irreductible. No se sabe de qué
cosas; eyaculaciones, sudores, desechos, grumos, recrementos, aluviones, bagazo, mugre. Lo que un ser vivo
cualquiera desecha de sí mientras el tiempo esturga; placenta, menstruaciones. No se puede precisar qué
cosas puras expulsaron eso; no se puede. Ni de dónde le llega el color. Ni de qué ebulliciones ese vaho. Está
adherido, y carcome; puede absorber el todo.
Fétido, repugnante a veces; reseco, encubriéndose; y otras bello, delicado, fresco… Lo he visto reflejarse en
el cielo claro y limpio de las aguas.
Y he recorrido alcantarillas, barrancos, caserones, cavernas, ruinas, túneles, senderos, miasmas…
Y he estado…
Y he tocado…
Repulsivo. Deleite voluptuoso. Flor. Sugerida pureza. Impurezas.
Se forma en todo y de todo. No existe sol.
Se nutre de sí mismo; se devora y devora mordicante. No es un ser; lo que van dejando muchos seres.
Lo que ha quedado. Se va haciendo de lo que se va deshaciendo.
Estéril. En los rincones del tiempo quedándose. Hacia la nada hundiéndose arrinconado.
Seduce o repugna.
Todos lo llevamos. Y puede devorarnos. Puede invadirnos el ser. El pie. El alma. La mente. El espíritu.
¡Oh! Los nombres…
Moho… Musgo…
Murciélago… Mariposa…
Mariposa… Uno…
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Mariposa…
He abierto las ventanas. Respiro lo azul…
¿De dónde provengo?
2.
Emergen, sea así de una flor o de una calavera. Emergen de la lluvia y del musgo; de los inhabitados bos-
ques.
(Sentí una surgir con acariciante esfuerzo de mi pupila hacia los astros).
No marchan por el camino arduo de la experiencia. Ya saben; van directamente impelidas y a ciegas;
pero ignoran qué les separa de Dios ¿Su esencia, esa incorruptible substancia fría? ¿Su fácil conversión a
la monstruosidad?
Porque entonces copulan y ovan; se congregan; pierden el vuelo y su luz; padecen de hambre sucia y
voraz. En soledad se aprietan unas con otras, aflicción, aterrorizadas del silencio y de la oscuridad, sus
elementos. Ovan a otras más grandes y monstruosas, dificultosamente y con intenso dolor; maltrechas,
desentrañadas se extinguen, se devoran a sí mismas, interiormente, célula a célula; y se enlarvan en nau-
seabundo lanugo; poco a poco se refieren a sí mismas y a medida que perecen enquistadas se maldicen, se
consuelan; pero llega el sopor, después zumbidos y por último la nada. La nada, que es la eternidad del
que envuelve en sí mismo. Solo recuerdan vagamente la tenue sensación de una cálida intermitencia que
pesaba en sus vientres.
La monstruosa luciérnaga pierde su vigilia inconmovible frente a cuyo silencio transcurre el universo
transmutándose. Se desmorona y aduna de restos dormidos. La luciérnaga monstruosa es un feto eterni-
zándose. Un feto solo, isla. Feto cósmico, cerrado el camino hacia Dios.
3.
Rincón de fiera moribunda oloroso a días heridos, donde la respiración de un cadáver que se prolonga
cría musgo e insectos; donde el sudor de la agonía se levanta ciego y poderoso, triunfal. Un deshielo de
ciénagas se anuncia en el aire que llega y se arrincona hasta ser alguien que espera.
Flor verde y pálida se abre lenta mi mano sobre la dura tierra (costado frío de muerta hembra) y sobre
ella, volteada piedra, el fruto seco de mi cráneo.
Allá, en la otra orilla, hay luces; y bajo toda su luz, así, tan clara y firme, risa jovial… Es un engaño: ese
macilento se pudre bajo el farol blanquísimo sin comprender aún, atónito, por qué él no tiene salvación;
por qué en sus venas jamás irradiará el ampo júbilo. La risa es un grito de muerte. Un trapecista dorado.
La risa jovial, con melena. Espectacular acrobacia, la risa iluminada.
Allá, en la otra orilla, hay luces…
EL DRAGÓN
Coraznado, hálito de pie. Solo dormido, a fondo. Si despierta saldrá de la cueva inmensa, vagará por la
selva enorme; y le acosarán, montando jabalís, sagárida en mano y cuatro brazos verdes, gatunos príncipes
hindúes de piel dorada; pero él los traga a todos.
Si despierta despertará en dragón.
EL AVE RAPAZ
Incesante, me persigue de cerca; me observa, el ave rapaz desde la copa del árbol. Alzo vuelo; me sigue de cerca.
Tiene el cielo la forma de su cabeza y el ancho de su mirada.
Rolando Costa HELECHOS, EL DRAGÓN Y OTROS
LOBOS
La noche es propicia; escucho los astros. La siento. Cóncava, azul, profunda; adentrémonos, perdámo-
nos… La noche es propicia: aullaré. Y te encuentres donde te encuentres: escucharás, mi loba.
Luminosa pelambre: luz es silencio.
LA VOZ DE UN NIÑO
Miembros felinos ascienden y arrastran cuerpos destrozados; es una alfombra roja el musgo que ha bro-
tado de la sangre, y en ella nuevos seres pululan, seres luminosos que constelan los oscuros pasillos del
palacio, encanto de furtivos.
Hay un niño ciego que todas las tardes sube a la torre; ya en su altura, clama por su nombre. Y clama
por todos los nombres de los que fueron arrojados a las hienas del mar.
LA TORRE
Un viento fuerte y poderoso golpea y estremece los cristales luminosos de las ventanas. Invade la habita-
ción y derriba sus puertas. Ha penetrado en todo el castillo. En su centro se agolpa y retrae —los habitan-
tes, atónitos, abren sus ojos violentos y respiran el terror que les devuelve a la vida un instante. Silencio. El
viento se adentra en sí mismo sorprendido cada vez más de su poderío, y expande su potencia con el grito
terrible de un ángel. El castillo estalla en pedazos y nace el fuego, que crece y se propaga en llamaradas. El
viento, desnudo, se divide en dos vientos… Solo la torre permanece enhiesta y solitaria…
EL RÍO
Tenues destellos dorados que de onda en onda y rumor en rumor toman forma y se condensan; un cuerpo
oscuro, casi azul, sale a la margen; se tiende entre raíces y sobre el húmedo césped saluda a través del follaje
al límpido cielo. Única, la flor roja cae en su pecho. Acaricia raíces: yo soy el río, y te amo.
Regocijo, quisiera inclinarse y responderle en su modo de él, con la ternura cósmica de que es capaz,
que ella sabría recibir su amor; pero no puede. Tal es la quietud, tan dormida la brisa que cada hoja, una a
una, permanece inmóvil y callada; sin embargo, dulcemente acogido, apoyado en raíces, el cuerpo, ebrio
de fragancias, reposa. Si tan solo pudiera —y parece presentirlo— darse cuenta él de su amerante presen-
cia; ahora… Tantos siglos… Tantos siglos… de rozarle el alma… Parece en ocasiones que va a mirarla;
y solo acaricia ramas. Inclinado al borde de sí mismo, nostálgico, envuelto en los susurros aromados del
follaje solloza el dulce aturdimiento. Y ahora, allí, abierto al mar: ya no podrá seguirle. ¿En algas y cora-
les…? Mar tranquilo…
El último salto. Denso dolor y cierta alegría. Ha llegado. El último salto y disolverse de onda en onda y
rumor en rumor; disolverse, irse disolviendo; alejarse… Ha saltado, zambulle su forma irrecuperable… Si
la descubriese allí, cimera ya en las desnudas rocas; si la descubriese él mientras se disuelve; si a él llegase,
todavía destellos y casi espuma, esa última flor que las olas arrojaron a la playa (satánico rechazo del mar) y
que, en los pies de un niño que inocente y cruel la arrastra, desaparece… Si la hubiese descubierto cuando
de savia en savia se le ofrecía… Si no hubiese llegado…
No sabe el niño qué dolor experimenta al contemplar aquel árbol deshojado, ramas secas, asido apenas a
las rocas e inclinado sobre el mar; ese mar… ¿Volverá a su nahual? Es un dolor que trasciende y transmuta;
es un dolor que está allí en esa flor que entre sus dedos aún existe. Es un dolor que está allá, en todo ese
mar. Es el dolor de más allá de los horizontes. Es el dolor de las estrellas. ¿Cómo llegar? El dolor va hacia
el dolor; hubo navegantes que no conocieron el mar. Y el nahual no volverá.
Yo soy un río, murmura.
Y se interna costa adentro, hacia las montañas.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
EL ÁRBOL
Sí recuerdo, se perdieron detrás de las casas hundidas, de los cerros y de los mares anaranjados del hori-
zonte, como algo que no alcanzamos a distinguir mientras cae o pasa, llenos de viento y alaridos cóncavos
y retratos y polvo y páginas. Estuve allí parado hasta la desaparición última; no respiraba; nadie. Ni un
pájaro muerto; ni una roja cosa cualquiera en la oquedad. Largos y derruidos muros blancos de adobe.
Callada y dulce alma que quizá ya no existe, bajo sombra reía y amaba…
Mis flores dicen al musgo que mucho tiempo ha que vienen y se van sin razón; que pasan sin verme,
pero que yo estoy. Así fue con ella…
Pasaron todos. No dejaron nada ni yo tomé de ellos nada. Se hizo el vacío. Pero fueron reapareciendo
y ahora mismo están pasando, y van silentes, desnudos, mutilados, entrecruzados, disueltos, en sombra;
no hacen ruido, no llevan nombres; sordos y ciegos; pasan frente al espejo y no se miran; y no les veo;
no existen. No sé quiénes sois vosotros que abrís las puertas en carne, mancháis de rojo los calendarios y
sonreís ya sin ganas. Ni que esperáis, aparte del momento de partir. ¿De dónde brotáis? ¿De entre raíces,
de piedras? ¿En qué raros nidos ováis? ¿Sois los mismos? Y cuando das la espalda, ¿adónde y para qué? He
visto a uno quedarse quieto en un zaguán; lo arrinconaron, yerto, a la intemperie; morada de insectos,
esperan que un día sirva de algo. He visto que se aúnan en caverna, en ella se adentran y ya no aparecen;
abordan el viento serpiente y nunca más se sabe de ellos ni de sus hijos sino a la hora de partida; uno a
uno van saliendo asombrados de la visión… ¿Yo? Escucha, así ha sido.
La voz y su preciosa piel de serpiente estuosamente desenroscada de la roca —sol, hojarasca y hume-
dad— se abre roja y existe, toma posesión del universo, asoma por mis ojos y mi aliento, me llena de sí y
soy algo más que un viejo tronco, que este viejo tronco rodeado de antiguas montañas. Por ella, que los
dioses rechazaron, ingreso al tiempo y existo. En cuanto a ti, ¿qué más puedo decir?
Veo que vienes y pasas, para estarte más allá, en la sombra que hago, tendido, y ves pasar esa muchacha
cuyo andar asombra y hace feliz, y piensas en algo cubierto de abejas doradas; pero nada te da la respuesta.
Te pones a mear y casi lloras. En un rincón hay excremento de anoche (Bajaron los vagabundos de la luna
y eso dejaron del silencio). En mi hombro hay un pájaro y lo escrutas; escrutas el clamor de las campanas
y las gotas que comienzan a caer; y a tus manos, que han caído y yacen muy cerca, cántaros rotos… Te
mastican los minutos y les dejas… Lo mismo pasa allá, en una sala del palacio. Bajas la oreja. Tu hija es
bella; tu mujer fecunda; y el varón arrebaña en las calles y canta. Sufres; se ve que sufres; pero finalmente
te marcharás. Han pasado años; la flor se ha cerrado y percibo el silencio. Estáis como ciegos, simulando,
entregados a la araña; nada puedes hacer, merodees o no merodees; tu edad es esa. Vienen por ti y esperas;
siempre solo. Eso es de todo. La gran posesión: tus manos baldadas.
Se levanta y se marcha; pero se queda sentado. Y se pone a llorar.
Algunas flores caen a sus hombros…
ESTOS VERSOS, LECTOR MÍO…
Y OTROS
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.
Jorge Ortega
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
DISCANTE
He entrado al laberinto y he salido de él herido de incredulidad. Mojé los oídos en rumorosas fuentes que
se dejaban escuchar desde muy lejos y refresqué los ojos en el aura de barnices jamás vistos, errando en
poner nombre a lo que no lo tenía. La exactitud de ciertos tonos me ha redescubierto los innatos conjuros
de la pigmentación. El trazo de los planos y las formas —ángulos, volutas, líneas rectas de altura ciclópea—
depuso en la pupila su aguja de mica deslumbrante. La caída del agua me confió en una esquina rosada el
álgebra de su música oculta, su esbelta cabellera de plateados y fugaces logaritmos. He venido sin cámara
al país de yo-estuve-aquí, pero ni la palabra sirve de espuela para retener la permanencia del instante. Es el
intraducible palimpsesto de lo que se percibe, la ociosidad de la glosa, ese no lenguaje que implica quedarse
el testimonio o reservarse el derecho a declarar; la insuficiencia del grabado, la inutilidad del vocabulario
que corre en vano hacia el destello del peplo de una ninfa en jardines más bellos que lo imaginado. Crucé el
arco de entrada bajo mi propio riesgo y he regresado sumido en el largo silencio de los desahuciados.
TEORÍA DE LA LUZ
Sentado a solas en el comedor
sin más vitualla que la del ayuno
qué tanto contemplaba.
DEDICATORIA
En la sencillez de esta línea se perfila tu nombre, nítido y conciso, alfa y omega
de todo jeroglifo, corteza en que la tinta irrumpe o palidece.
No es preciso anunciarte porque vengo de ti y voy hacia ti. Eres el antes y el
después, el agua de silencio que rodea las islas de la palabra.
Equidistante a los vértices de tu demora, estoy a medio camino del principio y
de lo que me aguarda, del nacimiento y la fatalidad.
A mis espaldas germina sigilosamente el árbol de tus dones como la sombra de
una cordillera en la dorada tapia del crepúsculo.
Suena en las vísceras la honda sinfonía de tus vocales. La runa de esta voz hace
eco en ti, oh claridad recíproca. Decirte es un pleonasmo.
Estamos instalados uno en el otro con la vecindad de la sangre y la saliva, la
imbricación del sudor en el ojal del poro.
Abrevas en la fuente de mis ganglios. Respiro por tus branquias. Me abarcas al
pensarte. Si pienso te condensas. Colmamos la unidad al habitarnos,
saturación dichosa.
Alguien mueve la mano que redacta esta frase. Alguien empuña el arma,
ilumina con su faz el texto, contiene los temblores del pulso que se asoma
a los demás
por el monte de nuestras peroratas. Otra que no eres yo. Otro que no soy tú.
Aquel que aquella es, la que se endosa a él.
Si nos hemos cruzado al subir o bajar por la colina, tuyo el sentido opuesto, la
dirección contraria, el aire que se engolfa en mis odres vacíos, el revés y el
afuera.
Avidez, porfía, esa mitad perdida que jamás termina de elevarse en búsqueda de
cuál, en acecho de quién.
Jorge Ortega DISCANTE, TEORÍA DE LA LUZ Y OTROS
Merodeo una casa pero no timbro ni me avecino. Elijo una diana pero no me
decido.
El amarillo nimbo de la luz, la brumosa sortija de la luna, son como una otra
piel, una segunda tez. Son como alguna funda que envuelve lo que
persigo, la noble jerarquía de la corteza y su magma de ámbar.
cendente que el espejismo semeja disolver en los austeros latifundios de la arcilla, resulta irónicamente
llamativo en la mitad de un paisaje barrido por su árida monotonía. A la redonda el pastizal reseco del
invierno, la brizna quemada por la escarcha. Piensas: «la dorada pelambre de la maleza, el jaramago de
los campos hispalenses alisado por el peso milenario de un capitel que ha rodado como una cabeza en la
emboscada». Indiscutibles pruebas de la permanencia. Cuerpos sólidos de toda laya esparcidos a diestra y
siniestra durante la excursión de la memoria. Fragmentos de una demolida arquitectura que el conciliábu-
lo del tiempo ha diseminado en el ilimitado jardín de las estatuas. Bajo el aceitunado bulbo del follaje el
principio y el final son visibles. De ahí se aprecia bien la escuela a la que fuiste y la arboleda del cementerio
al que te diriges a paso de tortuga.
PLAYLIST
Abro el poema a las canciones que escuché en la adolescencia.
Por cuántos lustros la supuesta seriedad del profesor las ha desterrado a la
intemperie como bolsas de plástico en el limbo de una periferia donde hinca
su varilla el no-lugar.
El papel se llena entonces de ágiles y resbaladizas policromías que no figuran aquí
porque a pesar de tanto brinco la letra impresa está condenada a perdurar
en escala de grises.
Pero alza los ojos por encima de los libros o ladea la cabeza y aguza el oído para
atestiguar la animación de aquello que suscita y resucita el poderoso vórtice
de una melodía.
Mira y percibe el bucle de los tonos, la danza del caos, el flujo de los átomos
cambiando drásticamente de sentido igual que una parvada de estorninos.
Hay un muelle cegado por el sol en un infinito verano. Una tarde en llamas que
arruina el bulbo de los helados. Terrazas bulliciosas, un parque de
atracciones, casetas de salvamento.
Chicas de largas y auríferas piernas circulando en patines, surfistas, gente en
bicicleta, mimos, magos, estatuas vivientes, acróbatas en zancos, una
pelota y una red, un frisbi en el aire.
Sombrillas, toldos a rayas azules, frágiles arquitecturas de la memoria que la
marea de los acordes derriba y restaura en un pestañeo con la voracidad del
agua que entra y sale de la playa.
Y, desde luego, en el meollo de ese domingo, el fantasma del tiburón de una
película reciente que irrumpe para estropear la satinada placidez de los
bañistas.
Abro el poema a las canciones que escuché en la adolescencia y brotan al borde
de la mesa las palmeras de ámbar de las que había desdeñado hablar.
Destapo la caja de Pandora, quiebro el cerdito, y una miríada de voces y diálogos
adormilados en el olvido huye en pos de un estribillo.
Más acá de los muertos y los desaparecidos, en mitad de las avenidas martirizadas
con la pira del crimen, la música es un árbol invisible cuyas hojas condensan
la abreviatura de nuestros secretos.
Jorge Ortega DISCANTE, TEORÍA DE LA LUZ Y OTROS
PALABRAS DE LA TRIBU
va de prisa
hacia ninguna parte
o se sacude el polvo.
Cargada de mensajes,
la oscuridad aviva la pavesa
de un secreto fervor que nos une
y desborda.
SIMILICADENCIA; EL PIE, ES MAQUINARIA
Y OTROS
Mario Bojórquez
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
SIMILICADENCIA
Pero cómo decirme, decirte, decirles,
que tengo, tienes, tienen, los ojos entornados,
si al final de los ojos, guardo, guardas, guardan,
la almendra de los días y los rotos veranos.
EL PIE, ES MAQUINARIA
negros clavos activan
sus perfiles falanges
el pie, es maquinaria
negros clavos activan
sus cartílagos huesos
el pie, es maquinaria
negros clavos activan
sus goznes uñas dedos
el pie, es maquinaria
negros clavos activan
sus tobillos talones
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
el pie, es maquinaria
negros clavos activan
hormas empeines vellos
el pie, es maquinaria
negros clavos activan.
GUGGENHEIM MUSEUM
La incesante espiral por donde el mundo sube
baja.
La espiral incesante por donde voy conmigo
para ascender en mí
y regresarme.
Todo es exploración
Búsqueda incesante tus caminos abiertos
Javier Alvarado
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
LA MUERTE Y SU BARCO
La muerte regresa a tientas con su barco
Escupe sus negros esclavos, sus piezas de mercadería
Regresa desde los sueños en forma de galeón o de canoa
Es en nosotros que vive con su llanto sumergido
A veces me pregunto a quien llaman mis padres
Desde la senilidad con sus tantas voces;
Por qué se repiten mis abuelos en los mismos hábitos
De hablar con la nada
O de esparcir sus fotografías
En el garabato de la niebla?
Aún no se esconden las cosas presentes y los veo
Jugar con los nietos, que permanecerán cantando para siempre
Cuando hay brea sobre estos puertos
O gaviotas confusas que se posan en los mástiles y en las cuerdas
A diatribar con los gallotes.
No hay más misterios nivelados que observar el mar
Y su llanto sumergido,
Esos dioses gemebundos
Que bostezan despacio o que se llenan la boca con fabulaciones
De foca o de ballena.
Es este miedo a respirar las sales que ya conozco
A visitar esos puertos donde se quedó mi cuerpo de tritón
O de almirante,
Escribir los mismos poemas
Que circularon con las estrellas de la espuma, o recordar
Esa balada que va en la boca de los longorongos
Que gritan sus orgasmos repletos de fiebre;
Vegetar en mi espejo que se vuelve un caracol henchido
O una furia oceánica que se repite como un triste maremoto.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
LOS PATOS
Estos son los patos cuyos lenguajes desconozco,
Cuyas normas de comunidad
He venido observando, desde este vegetal arribo
Una sola hembra los domina con su pico amaestrado
Por el limo del fondo,
Todos llevan rastros de agua
Entre sus alas
y danzan sobre imaginarios
Retratos de hielo,
Los dos pichones acompañan a la madre, aunque a veces
Se quedan solos, mientras ella se confunde con la palabra
Del follaje. Algunos se suben a buscar el pan
Cuando me dispongo a comer sobre la mesa
Ellos me traen el aroma del aguaviento y sus prodigios
Son dulces como espectros soleados y hermosos,
Como pupilas de doncel; en grandes vaharadas
Alguna bañista yace figurada
Entre ellos, sobre estos perdidos árboles
Que retratan otro idioma o alguna postal del sur
De América
Aquí están danzando con su juego temerario
Buscando la comida bajo el agua sumergiéndose
Y columpiando el aire con el movimiento de sus patas
Tratan de encarnarlos la Pavlova, la Fonteyn
La Alicia Alonso, con gasas y plumajes
También los iguala Nureyev, el inmortal
Llevando a cuestas el circunloquio del terrestre ruso,
Estos son los patos
Que he venido observando.
Esta es su danza mortal
Que ejecutan sobre el lago.
EL FOTOÁLBUM
Me pongo a mirar las fotos al fondo
Donde se erige el álbum de la nada
Mujeres antiguas con vestimentas
Que hoy se apolillan en baúles de caoba,
Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen
A una boda que siempre asisten.
Los abuelos que se fueron de uno en uno
Hasta desperdigar sus genes y la sangre de sus hijos.
Leonardo con su ropa caqui deambulando
Con su caballo colorado
Por un potrero de maderamen y ceniza,
Lucila con su pollera o pedaleando la máquina de coser
Motivando la aguja que ha de coser los trajes
Inolvidables del invierno,
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Paul Guillén
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
EL CINEMA DE SATÁN
TIEMPOS DE GUERRA
el atoq cristalino canta en la cima del cerro su clavecín claro y clamoroso. cabeza de cantáridas. cardos ca-
becean sus crismas sus clavículas y corazas. cadencioso fluir desde la cornisa claveteada agujereada y ama-
rillito, amarilleando flor de retama. cáncer de tu carne. clavos que oropelean cohetes y pólvora. el atoq en
el cielo circuncisa sus colmillos sus cactus de calcáreas catastróficas sus canciones de cuculíes y calaminas
mar de amatistas. macizo de mastuerzos que se bifurcan en mandrágoras el atoq con su mancha celeste es
el pasaje entre el río celestial y el mundo mágico el atoq junto a las llamas del cielo marea sus marítimos
bemoles y se atraganta de tubérculos que cuando cae a tierra vomita por todos los campos es así como los
campesinos cultivan papas camotes ocas ollucos mashuas el atoq de nuevo está cantando cristalino
La guerra es el poder.
Todo lo que deseas se esfuma.
los estudiantes en las barriadas están cargando sus baldes de agua por las noches beben cañazo y fuman
inca y no se cansan de bailar al son de sus ojotas ¡ay! jovaldo, jovaldito, ¡ay! manuelcha, manuelito, como
la pajita te volaste, como el vientecito te has ido. el atoq censa las esteras y los días de hambre apenas un
mendrugo de pan en la barriga del mundo. el atoq se revuelve junto al cóndor y el sapo como la pajita te
volaste y regresas
LES AVEUGLES DE SOPHIE CALLE SEGUIDO DE UNA GLOSA SOBRE PORTRAIT OF A BLIND POET SE JUAN OJEDA
Camina por una calle del Perú y haz la misma pregunta o camina por la foto de Óscar Medrano y pre-
gúntale a Celestino Ccente: ¿Qué es la belleza? La belleza no podría ser otra cosa que una garganta afónica
de tanto gritar por la libertad, de tanto gritar que nos dejen en paz, de tanto gritar que somos inocentes,
pregunta de nuevo Sophie: ¿Qué es la belleza?, y no puedes mejorarla como frase, pero eso es la realidad:
chocar con la belleza de una manera horripilante: Esto de la realidad me tiene confundido. ¿La realidad
de quién?, ¿la realidad de todos o la tuya? ¿Cuál es esa realidad? ¿Cuál esa belleza? No te detengas en las
calles podrían robarte la cartera o la inocencia. ¿Qué significa la belleza en las calles peruanas del Perú? Esa
contradicción, esa repetición, ese exceso. Para qué escribir, sino encuentras belleza ni realidad. Entonces,
cómo soportar el mundo cada día. No me vengas con lo de Keats. Hablemos del Perú y su tristeza antes
que de su belleza. La garganta ya no soporta más de gritar contra la pobreza, contra la pereza y contra el
dolor. ¿Osos perlados o despreciados? ¿Cómo no gritar de una vez y para siempre y ser un glacial en la
mente de los demás? Eso me suena conocido. Eso es la belleza: retornar al fluido de las palabras. Un re-
torno al origen, donde caminabas de la mano de tu abuela, guiándola por la ciudad, aunque ella conocía
de memoria todas las calles: tienes cinco años y ya conoces toda la belleza y la realidad en una sola mujer.
Juan ahora yo te digo: En el mediodía negro sentados en una plaza solo ves la bruma de neblí y el lucro de
la umbría en la vacía fuente. Esto es como estarse sentado tres mil horas esperando, pero ¿esperando qué?:
alguna señal, algún designio que nunca llega. Solo un dolor en el pecho y en la frente. Ese sudor venático
que no te deja tranquilo y te abisma en una nave sin ojos, un río de oro y unos párpados sin retorno. Es-
cucha es el mago pútrido cantando en tenaz patio sonoro. Es una canción que te transporta a un árido y
ebrio abismo. Acritud del poeta ciego para no ver la realidad y la belleza de una princesa quechua.
Ese día viendo la costanera y fumando a la hora del pay los pastores de perros querrían celebrar con noso-
tros y el poeta hipoglucémico con dos rocones los ahuyentaba para que no nos robaran nuestras almas la
niebla fundaba una nueva ciudad y V. soportaba los embates de las olas mis zapatos habían rodado por el
despeñadero y yo bailaba y lloraba ensuciando mis medias con el barro del barranco no nos preocupaba
caernos no nos preocupaba el vacío solo el humo que salía de nuestras gargantas y era un humo rosado
o anaranjado ¿pero si no teníamos cabezas? ¿Por dónde salía ese humo? Salía desde nuestros pies manos
tráqueas hígados riñones la sangre se había coagulado y la niebla era una con nuestra misma sangre niebla
roja del Caribe o ladrillos rotos con vidrio molido que engullíamos como si fuésemos espectros de estalac-
titas etéreas ese precipicio era nuestra vida pero nuestra vida ya había caído con el sismo y solo mirábamos
las ruinas las siamesas enanas las gordas deformes los orificios de balas en los cráneos las arañas rotas en
cinco puntas y a lo lejos una barca de esmeraldas que nos hacía gritar allí está E. C. vamos a buscarlo por
más alcohol y drogas pero E. C. estaba dormido en el décimo piso del María Angola nosotros fuimos
hasta allí pero nuestras almas no traspasaban el bosque de pinos y entonces buscamos a Francis Ponge y
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
también estaba ausente caminábamos y caminábamos bajo ese sol ardiente para seguir buscando algo con
qué sobrevivir y el poeta orangután nos arrojó de su casa como parias como si fuésemos restos del pay del
día anterior en el desfiladero caminamos sin encontrar otras cabezas y el poeta gamonal nos envió un cír-
culo de los tres soles matizado con un pez espada y un mar de líquenes relucientes que complementamos
con un viaje al sur y escuchamos a las brujas a los árboles que nos hablaban y a las niñas negras con senos
parecidos a duraznos y el viejo poeta nos dijo: «¿Qué es lo que buscan?». Y nosotros le respondimos: «Bus-
camos la felicidad». Él nos susurró: «Entonces empiecen a cavar un hoyo en la orilla de la playa». Cavamos
por veinte horas ya podíamos morirnos enterrados allí y de nuevo le preguntamos al maestro: «¿Hasta
cuándo seguiremos cavando?». Y él nos respondió, muy suelto de huesos y riendo: «Caven muchachos,
caven hasta encontrar la felicidad». Nosotros seguimos cavando y cavando y al final de otras veinte horas
encontramos nuestras calaveras impregnadas con algas marinas y conchas de coral y en realidad fuimos
felices muy felices montados sobre unos caballitos de mar que tenían la cara de E. C. (TODO LO QUE
DIGO ES CIERTO, PASÓ LOS DÍAS 26 Y 27 DE JULIO DE 2010).
BEATO JOVEN, CONDUCIENDO EN LA
NOCHE; MAR WESTPHALEN Y OTROS
Bruno Polack
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
MAR WESTPHALEN
Cual marino sonido digestivo,
cada albur, cada alboreo, cada suma,
cacareo achorado previo a la bruma
de este pasaje acuático, excesivo.
SARDUY
Ramas del árbol perfilan el cielo,
solo sonido de lluvia esta tarde.
Iridiscente recuerdo que guarde
en la memoria, mi alma, asaz en duelo.
Rodolfo Hinostrosa
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
NUDO BORROMEO
Comayagüela
O de una noche caliente y desolada en Managua
Un Luna-Park en trozos
O caminando contra el viento a la entrada de Cerbère
Buscando un maldito camión
Y todavía
Atravesando un campo de lavanda en el Luberón
Con un vuelo de cuervos en el cielo cubierto
Fascinado por la estupidez
(Lo Real)
Y el amor que no sobrevive a Lo Real
Y poesía calla
Puedes trepar a un bus hacer le tour du monde
Hasta que tus desgracias se consuman
Y te llenes los ojos de países
Inexplicables como las mujeres
Sombras frutas remolinos
Conversaciones a orillas de un catre
Viajando hacia Entropía con un bolso de lona
Borracho (y agresivo) cada día
Dónde quedó el lugar de la emoción largamente
buscado
La voz (¿era una voz?) en los farallones de La Herradura
Sucio cobalto mar
Los versos aullados al viento
O la vigilia sobresaltada en un hotel de Ibiza
Y todo suspendido a esa enorme extrañeza
De estar aquí haciendo precisamente eso
Quizás en suma
La larga perplejidad
Que incita al mundo a ser lo que es
Nunca lejos ni cerca
Nunca Real
Y el viento que se caga en la noticia
Segando los sonidos
De pura insensatez has preferido una vida brillante
(¿Brillante?)
Peloteado entre psicoanalistas vagos guerrilleros
Artistas espléndidas mujeres pilares de bistró
Lectores de novelas policiales
Cambiando dos por una en el Marché d’Aligre
Dos Francis Rick contra un buen Ambler
Cuatro Carter Brown contra dos Stark
Una docena de Chase (siempre es lo mismo) contra
Lady in the Lake
O Red Harvest o La Reine des Pommes o Wincherly
Woman
La escena de las fresas la escena del pico de hielo
El torpe asesinato del marido
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Enrique Verástegui
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
S/T
Más que ocioso, he pasado mi vida leyendo. Al trazar esta lectura, soñar se parece siempre a despertar. Si no
encuentro plenitud en el mundo, tampoco encuentro vacío en mi vida. Así, vacío y plenitud se equiparan
precisamente allí, en Hong Kong, donde Teoría del Caos mueve dulcemente alas de una mariposa, que, in-
mediatamente, se transforma en una insoportable tempestad de seda en New York —como The Tempest de
Shakespeare, símbolo magnético de la rebelión—, y todo el mundo tiene la experiencia de la alteración,
sin poder despertar a un mundo mejor. (…) quién me soñará cuando deje de ser la alterada mariposa de
Shanghái que soñaba con despertar en Lima sin dejar de ser feliz (…) Nadie podrá despertarme, antes de
despertar dulcemente espléndido en la misteriosa y resplandeciente Ciudad Prohibida, en Pekín, o en la
oculta y vibrante Ciudad de Machu Picchu, en Cusco, donde el dulce aletear de la mariposa al despertar
interpreta maravillosamente el clavicordio de yerba, tañido tras tañido, sin que nadie deje de soñarnos, así
que pasen los siglos.
MAITREYA
Me he sentado a esperar la vejez.
No pienso ni hago nada hasta que llegue otra generación
a desempolvar el brío, los libros dorados, las matemáticas,
el cuerpo, el alma, el universo,
todo ese conocimiento sepultado por el rencor,
la gnosis que demuestra que lo infinito
está en lo finito
donde está realmente el universo.
Florecí más que nadie
pero perfidia cayó sobre mí,
doblándome como una flor,
herrumbrándome, y fui silenciado.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
HOMENAJE AL PINTOR FUJITA
Aquella maravillosa escritura
equivalente al pintor Fujita;
conforme se envejece el trazo elegante, amplio, perfecto, preciso, perfecto
como solamente un punto,
expresa simbolizar monte Fuji.
EN EL CENTRO NO, EL TEDIO Y OTROS
José Mármol
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
EN EL CENTRO NO
En el centro no, de las ingles diagonales.
Allí, la desmesura donde habita tu sexo,
en la sombra estremecida por la claridad del agua.
Habla el cuerpo con vocablos de lluvia repetida,
inclinado frágilmente a la izquierda de sus deltas.
Habla el cuerpo, bellísimo, que nadie más sorprende.
Ciego y torpe voy a la caza de la fiera,
a la ingesta salobre de tu flora de prodigios.
En el centro no, de los pechos macerados,
allí, en la ternura de tu mirada equina,
cuando niña te columpias en la levedad del prado.
En el odio no. Tampoco en el amor.
Allí moran la gracia y promesa de tu niebla.
Repto en la desmesura, naufrago en el ardor.
Un torrente de certeza que niega tus esquemas.
Un sabido desgaste en la tela de tus jeans.
En el centro no. En la periferia es todo. Es nada.
Todavía. Más allá de las ingles diagonales. No.
EL TEDIO
Te arropa como polvo mecido por el aire. Hace que mastiques ajenjos del insomnio. No lo detiene el muro
de un acierto. No lo despeja el brillo de una gota de rocío. Su tiempo es el instante durando para siempre.
Su lágrima no cabe en el hueco de ambas manos. Te pudre hasta el dintel de las entrañas. Te lava con su
bilis tu armario de rubores. Te sueña. Te pesadilla. Te misteria. Te despierta y sepulta. Te Lázaro y te da la
última cena. Te rumia con esencias de torpeza y de abulia. Cae, porque sí. Se resbala en cauto movimiento
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
de infortunio. Se lanza sobre ti y cae a tu centro, más allá, mucho más allá de la ley de la caída y sus efectos.
Te cuece lavativas en la yema del temor. Te agita. Te sumerge y exhuma. Te precipicio alto como el cielo.
Te friza como a todo lo que acoge en su línea el horizonte. Rosa putrefacta de ceniza y fuente nutricia de
todos los siniestros.
ABDICACIÓN
Dios es como el fuego, cuya pasión redime,
Como el viento poderoso, cuyo ardor desnace todo.
Dios, temor y fuerza de seguirle o acosarlo,
Como el tiempo, como el sueño y como el baño santo de las termas paganas.
Es como un fuego Dios, su amor devora y crea.
¿Dónde a Dios buscar sin vano desafío?
Sea en el prodigio de tu cuerpo y tu voz,
En el quejido lento de animales y brisas,
En la distancia unida por las hierbas y las piedras,
En los repliegues suaves del mar, que es piel del cielo
O en la muda palabra de una oración estéril.
Dios, perpetuo buscarse,
¿Forma transparente de lo que nunca es?
Es como el agua Dios, cuyo beso nos pudre,
Cuchillo destapando el centro de los sueños
Y si más hondo el filo, más fecundo, más brillante el animal que acude.
Dios es el tormento de creer o descreer,
Dimensión de lo enorme y lo nimio simultáneos,
Sentido de lo ágil, lo inasible,
Equilibrio inmutable del designio y el azar,
Contenido sin esencia a no ser la de mi voz.
Dios ya no enferma. Dios, cuyo destino le aterra y desconcierta.
Dios soñó entonces con cuerpo de vestir, viandas sobre la mesa,
Con cuentos de niñez (porque ha de ser terrible haber nacido inmenso).
Dios es como un canto, cuya vocal se ahonda,
Y va ganando plenas distancias eco adentro.
Dios, el que ama todo sin conocer ternuras,
Sin haber sido limpia superficie de un beso.
El iracundo, el sobrio, el que ha llorado ráfagas de insensatez y tedio.
Es como el fuego Dios, cuya pasión consume,
Como lluvia torrencial, cuyo crimen fecunda.
Dios es como el aire, sin ser visto abraza todo,
Dios es como yo y en mi palabra quema la luz que lo refugia.
jueves inventaron la rueda y milagro de jueves por la noche vino el fuego. jueves descansó en una piedra
el hombre que inventaba la muerte con su sangre. día jueves Narciso desdobló su ser. desdobló el ser del
mundo en la otra realidad de los reflejos. día jueves y por tanto tiempo. amó Safo los cuerpos de dos niñas
cayendo de sus piernas la sustancia de lo bello. el jueves la escritura. otro jueves —el mismo— la razón
como simple crecimiento del azar. jueves nació el número siete y de ahí los fenicios y el comercio. el dibu-
jo. el volumen y color de dada cosa. jueves adivinaba Tales un eclipse de sol y el ocaso de una era. porque
jueves algún Dios exiliado celaba su reino y su poder. su mandato de acero erguido como un rayo. porque
jueves el hombre primero quiso trepar al árbol del conocimiento. jueves Adán edificó el cenotafio de Dios.
certidumbre intangible del jueves. temblación. agobio. desespero. porque no hay en el jueves asunto real
que lo limite y diga. día jueves camina con soledad. botella seca. aguacero en el polvo. un entierro. inicio
de la duda o un tal vez.
Retrato de Mujer
En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos.
Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus
párpados un pez bello y fugaz, y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y
brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me
asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas
con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas
poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándo-
me se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos
que el aire. Mujer que me desalmas con tan solo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas
cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se des-
grana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.
POESÍA Y CARACOL; PIRÁMIDES, MANZANAS
Y OTROS
Rafael Courtoisie
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
POESÍA Y CARACOL
«La poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua». Estas palabras húmedas, untuosas,
lentas, provienen del poeta cubano José Lezama Lima.
La imagen es convocada con harta frecuencia para explicar lo inexplicable, para dar cuenta de una
extraña posesión. De tanto repetirlas el agua comienza a evaporarse y el caracol se fuga dentro de su miste-
rio, se enquista.
El rectángulo de agua queda seco.
El caracol se va, desaparece.
Si ese caracol nocturno llega a alguna parte es solamente a su centro, a su boca metafísica, que es
desde donde partió.
El caracol de la poesía, aunque se dirija a alguna parte en concreto, jamás se aleja de su lugar: el
caparazón del universo.
El caracol va al unísono con su saliva.
Si es verdad que se trata del caracol nocturno en un rectángulo de agua, debe olvidarse por un mo-
mento al caracol, debe observarse la geometría líquida de la página de agua, su pátina abundante y plana
sobre la superficie de todas las cosas.
Es una página ambigua donde la mirada, sin el caracol oscuro, intenta escribir algo en vano, puesto
que la misma sustancia abstracta del agua termina por borrar el rastro indeciso del caracol.
Si se piensa el agua sin el caracol, lo que se piensa no es sonido, es nada más que una parte sin la forma.
Son rocas del sentido, menudas partículas que cantan. Pedruscos que el caracol desliza y hace rodar
a medida que avanza sin moverse, que se traslada en su sitio mediante la bizarra cinética de su desempeño.
Las motas, las esquirlas semánticas se hunden en el rectángulo de agua.
Son sílabas mojadas, y nada más que tiempo.
PIRÁMIDES, MANZANAS
Hacer un puente partiendo de la mitad exacta del río. Allí, suspendiendo la respiración sobre las
aguas oscuras, colocar sobre el abismo el primer tramo que sostendrá la estructura. Apoyándose en el vacío
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
construir hacia los lados con paciencia, con lentitud, como un funámbulo sin la cuerda, con fe, caminan-
do simultáneamente hasta lograr posar los dos extremos en una tierra que nunca, jamás, será firme.
Después, otros pasarán por el puente y creerán ver en él la servidumbre de ciertas leyes físicas, el
efecto de una elocuente ingeniería, cuando en realidad se construyó sobre nada, usando nada y partiendo
del sitio menos indicado: del centro.
Con la respiración entrecortada, quienes conocen el secreto de la construcción saben que el mis-
mo principio sostiene desde dentro las pirámides: Teotihuacán está construida sobre los mismos núcleos
inasibles, inestables de poesía: posee centros confusos que inventan de lo deshecho su energía, su fuerza
mística y permanente, esferas de escombro y tierra en medio de sus moles cubiertas con pieles de piedra,
definitivamente blandas e inestables ante el avance de la erosión. Así, perpetuas.
Esos centros de gravedad perduran disolviéndose. Están hechos de una pureza contaminada, inaudi-
ta, oscura y viviente. Como en la manzana arrancada y brillante que se exhibe con impudicia en las vitrinas
refrigeradas de los supermercados, donde lo único verdaderamente vivo no es la fórmula exacta del colorante
artificial, ni la armonía de las curvas que añadió la mutación transgénica, el fertilizante o los residuos organo-
fosforados, los huesos del nitrógeno que esparcen su brillo agrio y mortal, cancerígeno. Lo verdaderamente
vivo, lo que late es el gusano diminuto que todavía alienta, la oruga que hiberna en el nudo de la fruta y
acabará por comer la belleza desde dentro, dejando entera, flagrante, la cáscara de su vacío.
El agujero en la realidad, la carne perforada de la fruta.
EL PESCADOR DE VERDADES
La verdad es maciza y está hecha de una piedra entera, de una entera forma de ser que cobija a sus
criaturas en los pliegues de su interioridad y se distingue de otras porque está viva y fecunda.
La verdad es maciza y sin embargo líquida, toma la forma del recipiente que la contiene. Los
peces de la verdad, como los peces del agua, nadan en un océano que no tiene forma. Sus cardúmenes de
diamante son joyas imprevistas: están aquí o allá o en otra parte, están en ninguna parte, en todas partes,
acumulados al borde de su aparición, supuestos inexistentes hasta un momento antes del súbito irrumpir,
serenos, enteros, translúcidos, sabios grumos de la profundidad que se elevan a una altura sin espacio.
LIEBRES, PALABRAS
Cada cosa en el mundo vibra con la carne insustancial de su réplica. Las palabras son espejos.
El cazador más infortunado siempre vuelve a su casa con el morral repleto de la palabra «liebre», o
de su plural, «liebres». Aunque la bolsa regrese vacía la palabra del cazador siempre cobra su presa. Dispara.
No falla. Cae abatida la liebre imaginaria en la tierra y la palabra entra con su carne herida en el morral de
cuero, puro sentido, vibración pura, sinécdoque.
Dentro de un grito, en cambio, dentro de un sonido gutural y simple, no parece haber nada más
que materia sonora, sustancia elemental, sin forma, de la lengua. Sin embargo, en ese grito están todas
las cosas, está el universo con sus piedras austeras, con sus piedras que todo lo repiten y todo lo crean, las
palabras.
LA LIEBRE DE MARZO; A VECES,
EN EL TRECHO DE HUERTA QUE VA DESDE…
Y OTROS
Marosa di Giorgio
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
LA LIEBRE DE MARZO
Para cazar insectos y aderezarlos, mi abuela era especial.
Les mantenía la vida por mayor deleite y mayor asombro de los clientes y convidados.
A la noche, íbamos a las mesitas del jardín con platitos y saleros.
En torno, estaban los rosales, las rosas únicas, inmóviles y nevadas.
Se oía el run run de los insectos, debidamente atados y mareados.
Los clientes llegaban como escondiéndose.
Algunos pedían luciérnagas, que era lo más caro. Aquellas luces.
Otros, mariposas gruesas, color crema, con una hoja de menta y un minúsculo caracolillo.
Y recuerdo cuando servimos a aquella gran mariposa negra, que parecía de terciopelo, que parecía una mujer.
Corrí, loca de terror, al interior de las habitaciones, de donde por cierto, nunca me había movido.
Así que ese era el jardín de los ahorcados.
Por cada ahorcado, una mata. Pero, hurgué en mi memoria y no había señas.
Busqué papel y pluma, mas los parientes demoraban tres años en contestar.
Di un grito y fue inútil. Corrí hasta el fichero, el armario, y solo había cajas de dulce y quesos de color
rosa, o celestes, cada uno con un ratón en el interior.
¿Los periódicos? Nunca trajeron nada verdadero.
Entonces, llamé a las empleadas: —Aline. Todas se llamaban Aline y tenían un par de alas minúsculas
cerca del hombro.
Les dije: —Díganme, ¿es verdad que los ahorcaron?
Ellas se cubrieron el rostro, volaban, se deslizaban, sigilosamente, a ras del suelo.
Roberto Echavarren
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Lo que el cuerpo requiera para su salud, para su descanso, para su recuperación. Estar bien en sí y disfrutar
cada momento de brisa en el cielo vasto de una amplia azotea con el aire que viene del mar
y sopla una bocanada fresca en los bordes de las hojas
quemadas por el frío
y se aspira hondo de mar y marejada fina
con culebrilla llegando al fondo de los alveolos y se está bien
pero se necesita una dosis de conversación.
Dale al cuerpo lo que pide pero ve todo desde el cuerpo y por lo tanto no te comprometas
sin tener en cuenta que la plática posterior y las condiciones y expectativas se mostrarían tal cual eran,
algo que no quisiste o pudiste considerar.
La torpeza enseña. Da una conclusión
a los hechos y el mercurio fija la constelación de lo sucedido. Y todo se gasta en el proceso. Para llegar a
saber: eso no.
Somos máquinas sintientes, el sistema nervioso trasmite el impacto de cada movimiento muscular, pero
no nos enteramos del proceso digestivo salvo cuando va mal, partes de la máquina llevan su proceso sin
avisar a la conciencia, y el placer muscular, relajamiento y despliegue de las vértebras, hace parte de nuestra
vida sintiente, apegada a la humedad del cañaveral, al musgo en las paredes.
La cara gomosa de Tláloc dios de la lluvia con nueve puntos verdes dentro de su materia traslúcida. Se
pega a los dedos.
esa huella habría marcado la secuencia de tus problemas y tu estilo, si pudieras recordar, pero te responde
cada vez como si fuera la primera vez, y atiende los pedidos de quien sea, le dice cuándo y para qué hacer.
Es un amigo siempre dispuesto a compartir su conocimiento contigo acerca de lo que te pasa, y te da la
imagen y el juicio, te coloca en los dos hemisferios cerebrales, en el hemisferio derecho la imagen, en el
izquierdo el juicio. La imagen es expresiva en sí misma, por lo que sugiere. Por otro lado los signos inter-
pretan la imagen, dan un consejo, te centran en lo que debes hacer.
El cuerpo sosteniendo las farras del espíritu, el reino encantado del espíritu, el reino encantado de la per-
manencia, al costo del cuerpo, del que es y no es con su debilidad intrínseca de estar sujeto a la muerte y
que paga el costo del mundo acolchonado del espíritu que es como un piso superior donde las cosas son
y permanecen, mientras por debajo todo se barre innominado, sin nombre donde no se fiscaliza el pasaje
y el escurrimiento de todo.
No somos otra cosa que máquinas o motores, para qué? La conciencia de los animales para sobrevivir y
protegerse, la conciencia de nosotros, para qué? Tenemos el mismo mirar de crestas violáceas del lagarto,
estamos planeados lo mismo en su figura, cordados cuatrimembres, hechos de la misma materia que nos
separa de las plantas. La conciencia como el cristal de una claraboya, en su transparencia de mirada, esa
capa o manto
o membrana visual, flota, sin materia, espíritu, estado derivado del cuerpo, debido al cuerpo, esa nada
ilusión de completud, esa completud cuando llega en nosotros mismos, esa completud que es nada.
Roberto Echavarren VENENO DE ESCORPIÓN AZUL
Llega un punto en que el objeto de deseo es puro fetiche, o si se quiere figura, forma, formato que llega
topológicamente a lo ridículo deformado como las cabezas reducidas, y un cepillo atado a un palo, una
cabeza
o semblante transformado en amuleto.
La musiquita llegó al final, de la alarma del celular, tinkle bells, singen glocke singen, de Papageno, surgió
sola sin que nadie hubiese conectado ninguna alarma, era la música que sonaba temprano en la cama para
él, para que tomara su pastilla, aquí trasciende, alegre y pura, por encima del virus, pero también por enci-
ma de la relación, trasmutando cualquier sabor impuro con el perdón que la eleva, cuando ya no hay ego,
y se mira con compasión a las criaturas en su conjunto, con sus cuerpos frágiles y sus estrategias cortas o
largas, se los mira desde arriba, desde el perdón libre de ego, de juego especular atrapado, por encima en
un derrame de luz sobre todo y todos y la relación.
Soñé que iba al inodoro a orinar y detrás de mí se paraba Jim Morrison esperando turno. Todo él tenía un
color rojizo, como una transparencia, pero no menos real. Yo estaba a punto de orinar pero no llegaba a
soltar el chorro, inhibido por él detrás de mí. Con todo logré tranquilizarme y orinar. Ahora Jim pasaba a
mi costado para orinar a su vez. Su orina llegaba desde la ingle por un tubo fino color amarillo brillante,
se enganchaba al pabellón de la oreja y lanzaba el chorro impulsándolo hacia atrás.
Esa dinámica me hizo pensar en el ala de un Mercurio.
Se sentó y me mostró un escudo de mar, que estaba entre animal y planta: era áureo, parecido a una hebilla
grande de cinturón con un «diente» o trompa como el pistilo sobresaliente de una cala, que terminaba en
punta, o el tentáculo de un calamar, que se moría. El «escudo» caía como una tortuga, pero siempre entre
la vida y la muerte, entre la flor y el animal.
Quisiéramos ser como las plantas pero somos sebo. Una hoja almendrada de sebo después de consumir la
vela, animales de grasa, por más esbeltos.
Todo nuestro pensamiento está impregnado de un cuerpo graso, de carne, tendones, músculo, hueso. Por
más que comamos vegetales, como las vacas, fabricamos grasa, y consumimos grasa, grasa animal y alguna
grasa vegetal como la palta.
Una cabeza de nube, un perfil de nube con grueso cuello como un reptil antiguo, o un ser de nube, ama-
rillo sebo en el plato cuando se quema la vela. Un cuerpo gordo que se asienta en la tierra y camina, en la
parte de abajo.
El cuerpo mágico irradiante es el nahual, un cactus resplandeciente, un animal, el cuerpo en estado mági-
co, con un halo luminoso como de animal de piel luciente.
El morrón amarillo
El amarillo algo oxidado de los guardabarros del monopatín
Un amarillo de Il deserto rosso Mi remera afelpada amarilla El broche de oro
La medalla de oro
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Pude salir e inventarme una vida nueva, con propios recursos, centrado en mí, asumiendo las pérdidas, el
robo de mi perro. Ahora hay perro nuevo, hay otra cosa.
Otras cosas aparecen en el lugar de las perdidas. Lo que ya no se puede controlar hay que abandonarlo. Lo
que nos destruye, lenta pero seguramente, cuando se agotan las posibilidades de crear dentro del marco
de esa relación, cuando la posibilidad de autonomía no se nutre, ya no se desarrolla dentro de la relación.
Cosas nuevas, vivas, sorprendentes aparecen. Cuando uno viaja solo.
Frei, aber einsam. La vida recrea un nuevo contexto. Con nuevos participantes. Que aparecen y alternan
con otros, en un juego desprendido. Ahora está, ahora no está. Cada presente es ese presente sin planes de
permanencia, dado allí, arrojado.
Hoy en la puesta de sol vi un anillo verde y dentro del anillo verde casi enseguida un círculo rojo, el círculo
se elevaba entre las nubes como un balón y desaparecía, y al rato volvía a surgir abajo, el anillo verde era
menos visible, y el círculo rojo volvía a subir, supongo eso era el movimiento del ojo o tal vez del párpado,
y voluntariamente podía fijarse, quedarse quieto unos momentos. Era este el rayo verde? No era un rayo,
era un anillo. Y lo visible es un símbolo del corazón del mundo en el corazón de las cosas. Del corazón
enterrado en la estación. No tiene sentido salvo en virtud del afecto. De lo vivo en nosotros.
Lo visible el radar de nuestros sentidos que nos orientan en el campo de las materias y las energías a la
vez son índices de otra cosa, ínsita en lo visible pero invisible. El mágico espectáculo del mundo que nos
maravilla como hoy es apenas la membrana de nuestra visión y el respiro del aire y en todo eso un reverso,
otra cara,
la energía que nos transita y que no es visible en sí, una energía que unifica, mientras lo visible (lo sensible)
separa. De ahí la tensión entre lo uno y lo múltiple.
El cadáver de Lautréamont, lo que hay dentro de ese envoltorio, son vidrios de colores, rotos. La rotura
multiplica el color, pero en esa cámara oscura sin ventilación inundada de humedad se pudre, se pudren los
materiales y caen los cascotes, y rompen el lambris del techo, con peligro de herir a alguien. El cadáver de
Lautréamont es un tumor que se oculta. Es un forúnculo que no explota. Abrir el tumor es sanear: abrid
esta tumba, en el fondo está el mar.
Ahora los cascotes a punto de caer pueden verse, porque se puede entrar desde abajo, rotas del tablas del
cielorraso, abierta la cámara del vitral tapiado. Un vitral de líneas alabeadas con algo de Gaudí, descala-
brado.
Me encuentro y me distraigo y lleno la ansiedad con rememoraciones de historias de personas que conocí
o vi o que amé o me amaron, y el dolor, a qué nivel ocurre de esa frustración acerca de algo que no puede
ser o se agotó y entonces se nota un retraso al nivel del sentimiento, atraso para adaptarse a lo que la mente
ve claro, inviable, y al verlo claro e inviable
la mente se abre a la onda que nos atraviesa no necesita imágenes o pensamientos.
Roberto Echavarren VENENO DE ESCORPIÓN AZUL
Es una lucha si me quieren secar, entonces nada prospera, ni la vida ni las empresas, un mal deseo sobre
uno, que presiona y domina aunque no sepa, y me lleva a una torpeza, o tal vez no, pero me sale duro
progresar, aunque no debería quejarme del trabajo.
Reconozco que progreso a través de mis fracasos, aprendo algo que quizá me sea útil en la próxima oca-
sión, o algo indispensable que debía aprender. Un instrumento correcto para presentar el material, la
propuesta. La acabo de hacer, antes estaba preocupado solo por el material.
Soñé que me había muerto y me ponían una mortaja amarillo dorado. Pero no estaba muerto a pesar de
todo. El médico de la clínica me había dado una inyección para producir una muerte temporaria, para
que naciera a una nueva vida.
El ojo cortado, el corte curvo vertical, alguien puede ver varias cosas y las cosas en su fondo, sin ilusionarse
pero tampoco descreer, jugado al juego de combinar yuxtaponer, disponer, espaciar, y añadir sonido. Ve de
lejos el conjunto del campo. Una posibilidad es el fuera de escena, la voz llega transfigurada desde la leja-
nía o el biombo, suavizada y convertida en pasado, que vuelve, y la voz de aquí la reconoce con un grito.
El cuerpo entero: Apolo y el cuerpo cortado: Dionisos El cuerpo cortado ya murió y fue descuartizado
Es el cuerpo chamánico que conoce la desgracia
y mantiene la calma y la paciencia
y ya no depende de otro cuerpo sano Lo relativiza, no depende de nadie, sino de su propia intensidad
a través de la muerte.
ANOCHECER EN LA TORRE, EL VERGEL
Y LA LAGUNA Y OTROS
Alfredo Fressia
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
ANOCHECER EN LA TORRE
EL VERGEL Y LA LAGUNA
Yo también fui a verme en la laguna, junto al vergel inmóvil,
el de las bayas solemnes como hostias. Era yo y era el pasado, la resaca,
mala espina el primer día de un destierro, mi vez
de besar el abandono mientras yacía la espada de Lisandro,
ganador de batallas, en la orilla. Vi las frutas del tiempo
en la naturaleza muerta, mi sazón
de viejas ordalías, las dos manos y un círculo de lunas
negras latiéndome en el pecho. Si giro a la derecha
los dedos empuñan el cuchillo, arden heridos por la espina
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
PENITENCIA
Paso la noche ordenando los juegos imprudentes del insomnio, hago madejas
con los hilos de seda sueltos en mi sambenito. Digo piedad.
Tejí entre las costillas las dos alas de San Andrés, punto cruz
de un viejo talismán contra el remordimiento.
Llovió. Oigo la gotera en la cocina mientras rezo
para que surjan otra vez brillantes, madre mía, las murallas de Ur
húmedas sobre la arena, la sábana tibia de mis hecatombes,
gansos que degollé en el Capitolio. Quiero volver al vientre
y velo inmóvil sobre la tela de arañas venenosas. Las cuento
una por una, hasta que sucumban hambrientas como pensamientos.
Rezo. La gotera no cede en la cocina. Acostado
soy blanco y gigante como el arrepentimiento. Vivo para pedir.
Perdón por la memoria porosa de la arena, perdón
si hundo mi oído en la almohada de plumas
y me oigo flotar tras la muralla, Amén.
DISCO VIEJO
Hoy no tengo futuro, hoy no me esperan
aventuras ni ardientes profecías.
Miguel James
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
A la abuela
más punk
del mundo
De su poeta
Rasta y amoroso.
OTRAS CONFESIONES
Yo pecador
Me confieso a Ti
Que no fui a escuchar a Tu Profeta
Bob Marley
En Trinidad, 1978
Porque Tía Myra me dijo
Que allí estarían todos los fumones
Y dreads de Puerto España
Y no era aquel concierto lugar para mí
Pero tampoco escuché a Supertramp
Cuando se presentaron en Madrid
Su última gira
1983
Miguel James CANTA CANTA CANTA, LA ABUELA PUNK Y EL POETA CONOCIDO EN SU CASA Y OTROS
Aunque Mara
Hija de hindú
Había prometido llevarme
Y no quise ir sin un centavo
Por todo eso perdóname Señor
A quien sí escuché fue a Eddy Grant
En la Casa de Campo / Ese mismo año
Cantándole a África
Mientras yo encumbraba sobre mis hombros
A Denyse Evelyn Bertrand
Una pintora franco-canadiense
De cabellos rubios y largos
Quien había abandonado casa y mercedes en Montreal
Y dio en Córdoba
Adonde llevó la mejor de mis fotos
Y le escribí cartas desesperadas que nunca contestó
A pesar de que aquella noche, después de lo de Eddy
Vagamos enamorados por la ciudad y hablamos de Beckett
Creo que deberías tomarme eso en cuenta
La verdad es que voy a confesarte muchas cosas
Por ejemplo
Que no me quedé en el apartamento de Rora
Mérida, 1977
Y de eso me he arrepentido toda la vida
Deberías darme otra oportunidad con ella
Después de todo no soy tan malo
En el restaurant de los cubanos conocí a María Luisa
Ella estaba sola y hambrienta
Ese día yo había recibido unos dólares
La invité a comer
Entonces ya no quiso despegarse de mí
Pasamos la noche en Malasaña
Algo de vino y pollo
Al amanecer desayunamos churros y chocolate
Yo quise darle todo el dinero que me restaba
Ella me besó y no aceptó nada
Después la veía haciendo la calle en la Gran Vía
Bares a los que no me permitía entrar por lo peligrosos que eran
Para ella es este poema
Canaria y desnuda
Uno tiene ojos que ven y no olvidan
Confieso que amé profundamente con mi corazón a Karl Albert Kaspar Christopher Strieder
El más bello de los príncipes de Bavaria
Y que en un momento de ira le dije que los alemanes también perderían la tercera guerra mundial
Esto también es para ti Chris
Dondequiera que estés yo te sigo amando
Yo decía que abandonaríamos padre y madre y nos uniríamos a Ellas
Tú decías que no estaba escrito abandonar al amigo «tronco»
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
Recepción: 05 Mayo 2021
Aprobación: 12 Junio 2021
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030035/
I. PRELIMINARES
Pero la definición también contenía otra frase clave: elementos retóricos, que
serían los instrumentos que asegurarían la rica ornamentación. Para retórico, la
RAE consigna varios significados, entre los que se encuentran: «Vacuo, falto de
contenido», «Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia
bastante para deleitar, persuadir o conmover», «Uso impropio o intempestivo
de la retórica», etc.
Finalmente, la RAE también entiende por barroco lo «excesivamente
recargado de adornos», definiendo curiosamente lo excesivo como lo «que
excede y sale de regla». Me pregunto, entonces, ¿qué es lo que excede el Barroco?
¿De qué regla se sale? En definitiva, ¿qué perturba el Barroco para ser considerado
de un modo tan negativo? Se sabe que este término estuvo marcado por ese
carácter despectivo: barroco era lo caótico, desordenado, vanamente complicado
o de mal gusto. Y esto ha signado las lecturas que se han hecho sobre esta
estética durante mucho tiempo. Lo que me resulta extraordinario es que estas
definiciones que he citado fueron extraídas de la última edición del diccionario…
Para Maravall, el Barroco rompe tanto los patrones clásicos como el decoro.
Pensemos que La cultura de Barroco se publica en 1975, un momento bastante
peculiar para España, tras cuarenta años de dictadura, lo cual supuso su
aislamiento del resto de Europa, por lo que todos estos investigadores van a
intentar emprender el camino para volver a la Historia… Estas sucesivas crisis
políticas y económicas que atraviesa España determinan una visión del mundo
opuesta al optimismo del Renacimiento. La estética barroca tiene, entonces, una
común raíz histórica que Maravall caracteriza en estos términos:
Es así como la economía en crisis, los trastornos monetarios, la inseguridad del
crédito, las guerras económicas y, junto a esto, la vigorización de la propiedad
agraria señorial y el creciente empobrecimiento de las masas, crean un sentimiento
de amenaza e inestabilidad en la vida social y personal, dominado por fuerzas de
III. LA POESÍA BARROCA ESPAÑOLA: LUIS DE GÓNGORA, UNO DE LOS POETAS MÁS
INFLUYENTES DEL NEOBARROCO LATINOAMERICANO
poesía de su época. Rompió los modelos petrarquistas que otros copiaban hasta
el cansancio, retorció las estructuras sintácticas, innovó en el léxico, construyó
sentidos insólitos, cuestionó los límites entre el lenguaje poético y coloquial,
entre lo considerado culto y vulgar (Micó). Esta gran invención lingüística lo
convertiría luego en uno de los escritores más influyentes del modernismo y del
neobarroco latinoamericanos.
Emprender una nueva antología que tendrá, entre otras, pero sobre todo, como
antecedentes nada menos que la muestra de Roberto Echavarren Medusario
(1996) o, como la dio en llamar él: “una entrega de una serie” -refiriéndose a
las muestras anteriores de Perlongher Caribe Transplatino (1991) y otra suya
Tansplatino (1990)-, supone una responsabilidad enorme, pero entendemos que
es necesario, además de homenajear a algunas figuras emblemáticas y que ya
están incluidas en otras compilaciones, dar cuenta de otros poetas que, en estos
momentos, siguen esta tradición, tanto para adherir a ella, como para continuar
reformulándola. Así, en este volumen de Gramma, incluimos voces de los poetas
lo que me hace suponer que habría, en esta postura, una tentativa de moverse
por el terreno fangoso de los conceptos y las categorías, intentando hacerse cargo
de esta polifonía y contrapunteado como un modo otro de teorizar, tal vez,
distintivo de Nuestra América.
Referencias Bibliográficas
Notas
[1]Destaco en cursiva todos los términos que suponen, de alguna manera, una definición de lo
que es el Barroco, precisamente por entenderlo elusivo.
[2]Entiéndase: expresa.
[3] Perlongher decía algo así como «lo que vale no es la sonoridad o el sentido de una palabra
[…], sino su posición en un fluir».
NICOLÁS ROSA
El Barroco clásico se elabora —y elabora— una tropología: genera tropos que
adquieren una figura, un peso y un volumen tectónico, es decir un relieve, una
arquitectura, una archi-escritura. Esa «varia arquitectura» que Calderón —en
la tradición española— asimilaba al mundo inferior —sombras y espejos— para
diferenciarlo de ese «celeste» del que usurpaba los reflejos. Una tropología, un saber
sobre los tropos, es un saber incierto a pesar de su estricta codificación. Intentando
dar cuenta de la alusión (la alusividad) se alude a sí mismo y se con/funde con
su propio origen: construye un montaje barroco de tropos (como taxonomías),
una hipercodificación de emblemas (como sistemática) y un saber enigmático (como
sujeto). Pero es un enigma que convoca la pregunta por el código más que por
el codificador. No se pregunta por el sujeto, pregunta por el enigma, que, por
SEVERO SARDUY
El barroco actual, el neobarroco, refleja estructuralmente la inarmonía, la ruptura
de la homogeneidad, del logos en tanto que absoluto, la carencia que constituye
nuestro fundamento epistémico. Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de
un deseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado
más que una pantalla que esconde la carencia… Neobarroco: reflejo necesariamente
pulverizado de un saber que sabe que ya no está «apaciblemente» cerrado sobre sí
mismo (Sarduy, 1972, p. 183).
Los prefijos suelen tener algo de incómodo cuando, al querer señalar sea
una novedad (los neo) o una posterioridad (post), remiten de manera directa
a lo que sigue ahí, sustanciado, como aquello respecto de lo que se anuncia un
cambio. Neorromanticismo, neoclasicismo, postmodernismo, postmodernidad
han circulado y circulan para definir poéticas o períodos en la historia literaria que
parecen no hallar el específico nombre que los defina o bien que buscan —en la
permanencia de eso prefijado— hacer manifiesta una relación. En los -posts, quizá
haya algo así como el corte con lo que antecedió, con cierto rasgo más o menos
marcado, de rechazo o simplemente de sucesividad. A diferencia de las rupturas
vanguardistas, con su profusión de -ismos, hay aquí una atención a la historia —
no solo literaria— y a su inscripción en ella a diferencia de la utópica idea de corte
absoluto.
Bien puede haber, en los neo-, al mismo tiempo, una semejanza (por la
persistencia del nombre) y una diferencia (anunciada en el prefijo).
En el caso del neobarroco, la ecuación semejanza/diferencia se sostiene
mediante la valoración de un no poco polémico término (el Barroco: ensalzado
y menospreciado según quién y desde dónde enunciara) como si se revisitara
una poética potente para trazar un sistema de comparaciones entre tiempos: el
siglo XVII y el XX con sus paradigmas cognitivos, sus imaginarios, sus referentes
y experiencias que, para el neobarroco, incluyen los caminos recorridos por la
literatura con la no poco importante inflexión provocada por las vanguardias
históricas, de las cuales también opera su propia diferenciación. El carácter
singular del neobarroco no solo está en que su operativa no es similar a la de otros
neo-, sino también en que eso de nuevo que puede anunciar no es idéntico al
«nuevo» de las vanguardias. Porque no se postula, ni podría hacerlo, teniendo
en cuenta que el fenómeno vanguardista tuvo su tiempo y sus condiciones
de emergencia, como una vanguardia, pero tampoco como el gesto de vuelta
—gesto retro tal vez— respecto de un movimiento literario. Severo Sarduy
encuentra en la palabra retombée (‘recaída’) (1987, p. 20) el nombre para señalar
el peculiar movimiento que realiza la poética neobarroca: recae, no cae; el re-,
otro prefijo, señala la diferencia. El orden y la racionalidad del Barroco (al que
casi paradójicamente se denomina «clásico») inevitablemente se trastocan ante
los puntos de viraje en el conocimiento en un lapso de tres siglos, habida cuenta
del espesor y las huellas del pasado. Si las concepciones respecto del tiempo,
del sujeto, de la razón y del mundo han cambiado, lo que aporta una revuelta
(Kristeva, 1998) (nuevamente un re- con todo lo que este término involucra),
como la del neobarroco, es la explicitación misma del lugar desde donde se lee
aquella poderosa tradición, sus procederes, premisas, concreciones artísticas.
En la introducción al volumen de la Revista de Crítica Literaria
Latinoamericana n.° 76, que lleva el título Neobarroco y otras especies, Eduardo
Espina, coordinador del número junto con Roger Santiváñez, advierte
[después de tanto derroche de facilismos y del inmoderado abuso de prefijos
y denominaciones vacuas (post-moderno, post-colonial, neo-barroco, post-
industrial), resulta saludable atravesar un período de casi anomia en materia de
definiciones y clasificaciones y dejar a la poesía, al menos a ella, liberada únicamente
a sus actos inconmensurables, a su condición de entidad inalcanzable (Espina, 2012,
p. 16).
pasadizos donde el pensamiento racional presiente sus límites, esto es, donde la fe en
otro mundo (ubicado dentro de las palabras) empieza a sentirse importante (2010,
p. 301; cursivas mías).
III. TEXTOS
Cito un poema, «Pánicos del feroz», que tiene —procedimiento que Espina ha
incorporado como peculiar rasgo— un subtítulo entre paréntesis: «(El cuerpo no
son solo los acontecimientos)».
Cuando mudo el arcángel con algo de ojo
regio bajando a la fermosura sin fuga que
a desempolvar ponía sus filiales artificios
por los rincones alfombrados de la alcoba
vacía de cima y somnolencia sin doblarse
ante el espejo de L´Oreal hará hoy un rato
a la manera de la chiripa tapando el rubor
de las vocales sacadas de la pecera según
la cual el agua a lo lejos sería clara cuando
los sargos escapaban del diluvio universal (s. d.).
He citado hasta la primera coma que aparece en esta larguísima tirada de versos
(el poema entero tiene dos páginas de extensión sin división en estrofas), de modo
tal que su lectura en voz alta parece cortar el aliento, mientras que la lectura
silenciosa simultáneamente nos somete al vértigo de su devenir al tiempo que nos
va deteniendo en los vocablos. Este doble título, el más o menos convencional
y el que aparece entre paréntesis —tal vez subtítulo—, supondría una especie
de comentario o aclaración, pero de una manera bastante singular, entre otras
cosas, por el rápido cambio de registro entre uno y otro. Así, por ejemplo, en
«Unión de la materia con la forma (Un cero con miedo a enmudecer)» (El cutis
patrio), el contraste entre los dos enunciados, de cierto cariz filosófico el primero,
el segundo casi lúdico, enrarece la relación entre ambos y, conjuntamente, se
presentan como algo a elucidar en lo que sigue, sin que se encuentre tampoco ahí
una correspondencia clara entre lo anunciado y la consecución, sino, más bien,
rastros o indicios —del país, de los mitos, de la historia, de la condición del mundo
o los hombres y no menos de la poesía misma— en una escritura fuertemente
alusiva y de compleja elaboración.
Este intensivo trabajo con los significantes puede vincularse con las propuestas
neobarrocas.
Pero además hay otra dimensión que, en vínculo con la poesía moderna, releva
la espacialidad, no porque esta dimensión no haya estado anteriormente, valga
pensar en la disposición de un poema en la página, en las divisiones estróficas, en
formas como los acrósticos, etc., sino porque de la prevalencia de la musicalidad
(de la musique avant toute chose, de Paul Verlaine) pasamos al Coup de dés
mallarmeano: el poema no solo se oye, se mira, como un caligrama de Guillaume
Apollinaire. Espina no hace caligramas, tampoco apela a los espacios en blanco,
ni a una irregular disposición de estos en la página, ni a juegos entre mayúsculas
y minúsculas ni a cambios de tipografía, sino a otro recurso no usual: los versos
(de sílabas dispares) tienen exactamente la misma extensión a la manera de un
texto con espacio justificado. Esta regularidad lleva a efectuar distintos tipos de
ajustes entre verso y verso, marcando cortes o continuidades que, sumados a una
construcción de la frase donde el orden más o menos habitual está muchas veces
truncado, ofrecen una imagen resultante de una compleja relación tramada entre
sonidos, significados y ordenamiento sintáctico: «Solo sol de los tesoros, menos /
que el eco tanto brillo en el oro» («Un núcleo recién aclamado», El cutis patrio).
La compacidad se ve tanto en esta forma de escritura visual como en el
encadenamiento incesante de palabras, la mezcla de registros culto, coloquial,
regional, arcaísmos («fermosura», «pelambre», «lampiño», «pelos en la
lengua»), aliteraciones («ansiosa de aguas aseó su sino»), hipérbaton («si
respirando por la herida trajera también / sorpresas de señoría por celador
seguida y…»), derivas metonímicas («pero ay, se fue, que a otro zángano azuza /
donde secar el suyo mester del besuqueo / por el bezo[1] después del babeo y
en pie de / bostezos como cierzo[2] en brezos[3] que peso…»), los cuales, en las
combinatorias, se intensifican (estas últimas citas pertenecen al poema «Pánicos
del feroz»).
El cutis patrio es la escritura del territorio propio en su naturaleza y su
historia, pero también en una vasta nómina de referencias culturales que el
poeta carga consigo y pone en juego en algo así como una extrañada visión
de la patria. Ahí también, en la superficie (el cutis) del poema, surge el
entretejido de nombres de variada procedencia: bagual, blandengue, yogurt,
yambo, daimon, azur, espantapájaros, camembert, cierzo, hipo, dólmenes o nombres
propios también diversos: Diana, Solís, Cervantes, Da Vinci, Narciso, Neptuno,
o el simbólico Sur[4]: «Es el bosque quieto en la oquedad / cuando ora ahí el
quetzal aparente. / Imagen de sí será cuando encante, / y canta el cardenal y el
IV.FIGURAS
GILLES DELEUZE
«Un pliegue atraviesa lo viviente, pero para distribuir la interioridad absoluta
de la mónada como principio metafísico de vida, y la exterioridad infinita como
ley física del fenómeno» (Deleuze, 2005, p.42).
Si bien decíamos antes que la poesía de Espina no se caracteriza por la
narratividad, la conceptualización, lo confesional, la representación de lo exterior
al sujeto, etc., podemos preguntarnos de qué modo, retomando las palabras de
Nicolás Rosa respecto de los tropos y el enigma del sujeto, entre la interioridad
y lo exterior, entre los extremos, va surgiendo el sentido. En Los sentidos de la
distorsión. Fantasías epistemológicas del neobarroco latinoamericano (2008), Pablo
Baler pone en juego dos categorías relacionadas: distorsión y nitidez; la primera
—y esto nos interesa al pensar la poesía de Espina— «replantea el problema de
los límites de la opacidad expresiva a la vez que cuestiona la artificialidad de toda
pretensión de transparencia» (2008, p. 15). Por medio de los procedimientos
enumerados, encontraríamos, en la poesía de Espina, tal distorsión, término que
se intensifica por el prefijo (y volvemos aquí a la consideración de los prefijos, pero
para mensurarlos en su valía) dis- (que no implica negación, sino precisamente
algún tipo de diferencia respecto de lo que prefija: disritmia, disfonía), lo cual
propone una lógica que no se resuelve en una oposición biunívoca. A la vez,
siguiendo esa oposición entre torsión y nitidez, esta segunda remitiría a una
constancia. Una imagen como la de la barra de torsión podría visibilizar lo que
relaciona ambos términos: es la barra metálica que, según el DRAE, «al girar
sus extremos en sentidos contrarios sirve como elástico de conexión». Por una
parte, hallamos aquí la tensión inherente, según Lezama, al Barroco, pero además
una movilidad que evacua lo aleatorio al vectorizar de modo anamórfico (y la
anamorfosis es un recurso barroco por excelencia) la múltiple materia verbal
puesta en contacto.
En Valores personales (1982), Espina expone su «orden»:
Proponiendo el reordenamiento del universo a partir de objetos evidentes —solo
es uno el país sembrado en el alma—, desarrollando hacia lo alto, hacia zonas
insólitas por encima de las circunstancias y los seres, la prolongación de lo real. Una
Referencias Bibliográficas
Notas
aquel que haya nacido al Sur, o más debajo de este, lo es. Sureño, mientras nadie
demuestre lo contrario» (p. 12).
1. INTRODUCCIÓN
No existe todavía algo así como un canon de la poesía neobarroca chilena, aunque
hay poetas como Diego Maqueira, Pablo de Jolly y Raúl Zurita, narradoras
como Diamela Eltit (Perlonguer, 1993, pp. 58-9) e incluso cronistas como
Pedro Lemebel (Bianchi, 2015) que aparecen mencionados tempranamente en
antologías y en estudios. Sin embargo, como sostiene Matías Ayala (2012, p. 42),
su inclusión no siempre se acompaña con una justificación clara.
A partir de 2010, la discusión cobra mayor intensidad, según lo demuestran los
estudios realizados por Oscar Galindo (2010), Matías Ayala (2012) y los trabajos
compilados en el dossier publicado por la Revista Chilena de Literatura en su
edición n.º 89 (2015). Galindo dedica un análisis a La Tirana (1983), de Diego
Maqueira, y a Cipango (1992), de Tomás Harris, dos obras principales producidas
en la década de 1980, incluso en el caso de Cipango que se publicó posteriormente.
Galindo explora en la discursividad neobarroca de estos textos, pero lo hace desde
una «acepción más bien restrictiva» en tanto no procura configurar un canon.
Por el contrario, se limita a observar cómo, en estos poemarios, se resignifican
algunos de los «tópicos más significativos» de la tradición barroca.
La Tirana es un poema largo en tres partes que escenifica una figura
autoritaria que alegoriza a quien, en los años ochenta, ejercía el poder dictatorial,
iluminando, al mismo tiempo, la herencia colonial y neocolonial en la cultura
chilena. El discurso poético procede desde el despliegue expansivo y disolvente
de un símbolo sobrecargado de significados, como lo es el de La Tirana. Este
es el nombre de un pequeño pueblo del norte de Chile, donde anualmente se
celebra un carnaval sincrético dedicado a la Virgen de la Tirana. Sin embargo,
en la diégesis del poema, ese significante se resignfica como una mujer que oscila
entre lo alto y lo bajo, entre la santidad y la perversión, configurando una suerte
de ícono que atraviesa, de manera transhistórica, la trayectoria del territorio. Es
el propio personaje, en el poema «La Tirana I (Me sacaron por la cara)» con
el que se inicia el libro, el que se define a sí mismo desde aquellos parámetros
contradictorios:
Yo, La Tirana, rica y famosa
la Greta Garbo del cine chileno
pero muy culta y calentona, que comienzo
a decaer, que se me va la cabeza
cada vez que me pongo a hablar
y hacer recuerdos de mis polvos con Velázquez.
[…].
Y es verdad, mi vida es terrible
Mi vida es una inmoralidad
Y si bien vengo de una familia muy conocida
Y si es cierto que me sacaron por la cara
y que los que están afuera me destrozarán
Aún soy la vieja que se los tiró a todos
Aún soy de una ordinariez feroz (Maqueira, 1983, s. d.).
Según Galindo (2010), esta figura enuncia desde «una lengua mestiza en
cuya inestabilidad se cruzan las voces y los tiempos», evidenciando, a la vez,
que esa lengua reprimida cuestiona el poder que la ha violentado. Retomando
una lectura previa de Pedro Lastra y de Enrique Lihn, el crítico concluye que
el tropo clave en el poema es el oxímoron, pero, con él, no se busca referir algo
inefable, sino evidenciar «en la profanación y la herejía, la imagen de Chile como
lugar ominoso», la historia como involución y, en definitiva, la negación del
macrorrelato del progreso.
Por su parte, Cipango, de Tomás Harris, otro poema largo y narrativo, se
articula a partir del motivo del viaje del descubrimiento y la conquista, para
expandirse en múltiples direcciones. Describe el trayecto del sujeto lírico por una
ciudad sureña —Concepción y su barrio Orompello— en los desolados años
ochenta. No obstante, es también un viaje en el tiempo, que conecta pasado
y presente, y un recorrido autorreflexivo a través de las tradiciones literarias
nacional e internacional. El poema «En aquella mar fecha sangre» sintetiza
estas perspectivas mediante una suma de referencias culturales y literarias, donde
destacan dos versos de Góngora a partir de los que se connota el espacio ruinoso
desde el que enuncia el hablante:
Despertó en la última calle de Concepción,
miró los muros de la patria suya,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
ahora se abría el vacío,
un vacío que era una ventana,
una ventana como túnel, velocísimo,
este túnel desemboca ya en el hielo, ya en el silencio:
el panorama era un mar en calma,
petrificado,
fluorescente,
engañoso,
una expresión propia, más libre de las ataduras y mandatos impuestos al sujeto
femenino. Es lo que explicita el título del primer poema de la serie: «VIAJO
EN MI LENGUA». Eliana Ortega suma otro argumento a lo que acabo de
afirmar: en Albricia, el viaje representa el intento por recuperar esa «palabra-
madre americana». Una voz perdida entre los avatares de una historia trágica que,
desde la conquista, nos ha obligado a vivir inmersas en una lógica falogocéntrica
que no brinda posibilidades de representación a la voz de la mujer (Irigaray,
1996). Para Ortega, entonces, el poemario de Fariña implica una reversión, una
«vuelta al origen-madre», desde un trayecto que no puede ser solitario, dado que
implica una relación transitiva, dialógica, con un tú, con una otra con la que se
establece un lazo cuerpo a cuerpo en la escritura (Irigaray). Dice Fariña:
explorando en sus elementos constitutivos: los fonemas y los signos; y, junto con
ellos, la respiración, el ritmo, el sonido, el silencio y las múltiples posibilidades de
la imagen. Así, la hablante lírica termina por formular esa palabra nueva —y esa
nueva imaginación del mundo— que persigue. Lo que hace guiada por Mistral y
por las enseñanzas de un libro americano fundante: el Popul Vuh. Esto es lo que
vemos expresado en el siguiente poema:
4. UN CIERRE PROVISORIO
Referencias Bibliográficas
Andrade, M. (2015). «Barroco y poder en Louis XIV de Paulo de Jolly». Revista Chilena
de Literatura nº. 89, pp. 51-76.
Ayala, M. (2012). Estrategias canónicas del neobarroco poético latinoamericano. Revista
de Crítica Literaria Latinoamericana 38 (76), pp. 33-50.
Berenguer, C. (1993). Sayal de Pieles. Santiago: Francisco Zegers Editor.
Bianchi, S. (2015). «Del neobarroco a la inestabilidad del taco alto (¿un neobarroco
chilensis?)». Revista Chilena de Literatura n.º 89, pp. 323-333.
Echavarren, R., Kozer, J. y Serami, J. (1996). Medusario. Muestra de poesía
latinoamericana. México: F. C. E.
Fariña, S. (2010 [1988]). Albricia. Santiago: Cuneta.
Fariña, S. (1985). El primer libro (fragmentos). Textos tomados de https://web.uchile.
cl/publicaciones/cyber/16/escritoras2.html
Galindo, O. (2010). Las poéticas (neo)barrocas de Diego Maqueira y Tomás
Harris. Alpha (Osorno) n.º 31, 115-214. Consultado el 20 de julio de 2021,
desde https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S07182201201
0000200014&lng=en&nrm=iso&tlng=en
Harris, T. (1992). Cipango. Santiago: Documentas y Ottawa: Cordillera.
Irigaray, L. (1994). «El cuerpo a cuerpo con la madre». Debate Feminista, 10, pp. 32-44.
Milán, E. (2007). Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965).
Barcelona: Galaxia Gutemberg.
Mansilla, S. (2010). El paraíso vedado. Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe
(1975-1995). Santiago: LOM.
Maqueira, D. (1983). La Tirana. Santiago: Tempus Tacendi.
Mistral, G. Retablo de la Literatura Chilena. Gabriela Mistral. Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile. Disponible en http://www.gabrielamistral
.uchile.cl
Muraro, L. (1995). «El orden simbólico de la madre». Debate feminista, 12, pp.
185-202. Consultado el 20 de julio de 2021, desde https://debatefeminista.cieg.u
nam.mx/df_ojs/index.php/debate_feminista/article/view/236/177
Ortega, E. (1996). «Viaje a la otra palabra: Albricia de Soledad Fariña (1988)». Lo que
se hereda no se hurta. Santiago: Cuarto Propio, pp. 45-54.
Perlongher, N. (1991). Caribe Transplatino. Poesía neobarroca cubana y rioplatense. San
Pablo: Illuminuras.
Perlongher, N. (1993). «Introducción a la poesía barroca cubana y rioplatense». Revista
Chilena de Literatura n.º 41, pp. 47-57.
Rojo, G. (1996). «Prólogo. Tomás Harris o la fiebre del oro en Orompello». Tomás
Harris, Cipango. Santiago: F. C. E., pp. 11-21.
Sepúlveda, M. (2013). Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013). Santiago: Cuarto
Propio.
Notas
CAMBIO DE PERSPECTIVA
al fin la noche
me alivia
de la responsabilidad
de la forma
(Villalba, 2018, p. 29).
Todo el libro se trama alrededor del juego de contrastes, proximidades y
distancias que se establecen entre los tres hablantes no humanos. Si la dicción
de este poemario es escueta, tendiente al minimalismo, en cambio, es barroca su
estructura, que se acerca al procedimiento de la fuga[2]. La música de la poesía
opera en La bestia ser tensionando las palabras y los tonos de las tres voces que
hablan por turnos, luego se llaman al silencio y después vuelven a hablar. De este
modo, ciertas palabras y expresiones regresan como melodías, pautando un ritmo
que emula una danza y recuerda el flujo atemperado de la vida. No se privilegia
el punto de vista del sujeto trascendental kantiano, sino la interconectividad
entre objetos y seres (Wilke 2013, p. 68). Se trata de una música-poesía que trae
apreciaciones y reclamos que descentran la perspectiva humana, aportando al
debate en torno a la biopolítica en tiempos del Antropoceno[3].
La segunda sección del libro —«Monólogo 2»— incluye tres extensos poemas
en los que cada uno de los hablantes reflexiona sobre el amor. El primer
parlamento es el de la piedra, que comparte sus experiencias de intimidad con el
agua, los metales y las piedras preciosas:
sostener en silencio
como amar
es un arte
¿existiría el mar
si no lo contuviera?
me derrota
algo intangible
como el agua
su transparencia
[…]
a veces una roca
se estremece contra la orilla
perdida
hasta lo irreductible
se amalgama
amar es eso
y te sorprende
un filón de topacio
en el porfirio
estar juntos
es eso
(Villalba, 2018, pp. 39-40).
El árbol que regala también consume. Está fijo en un lugar, pero en perpetuo
cambio. Es visitado por pájaros e insectos, pero después es abandonado por ellos.
Conoce el amor lejano del perro y el amor apabullante de la trepadora. Axis mundi
longevo que vincula el cielo y la tierra, sabe por experiencia propia que «vivir /
es un furioso equilibrio» (Villalba, 2018, p. 39). En este punto, el soliloquio
poético coincide con la información que brindan los genetistas botánicos. Hoy
sabemos que las plantas perciben algunos colores y los rayos UV, que captan
aromas y que distinguen diferentes tipos de caricias. Están al tanto de la gravedad,
por eso cambian de forma para que sus raíces crezcan hacia arriba y hacia abajo.
Y guardan un registro del pasado, de modo tal que, cuando reconocen ciertas
condiciones que les propiciaron afecciones, cambian su fisiología (Chamovitz,
2013, pp. 137-141). Desde el punto de vista filosófico, la vida vegetal es pura
inmanencia. Se habla de una «intencionalidad no consciente» de las plantas,
por obra de la cual se mueven en la dupla sensibilidad-irritabilidad (Marder,
2013, pp. 125-131). No en vano su sabiduría fue alabada por Deleuze y por
Guattari, quienes vieron, en el rizoma, el emblema de un pensamiento donde no
hay centros ni jerarquías fundacionales.
Frente a la inmovilidad de la piedra y la fijeza del árbol, el amor del perro es un
deseo punzante que nunca cesa:
doy vueltas
alrededor del árbol
le salto
salto de amor
y caigo
otra vez en mí
enamorarse es eso
(Villalba, 2018, p. 51).
Los seres parlantes del poemario de Villalba pertenecen a mundos de vida
diferentes que coexisten, pero no pueden homologarse. Esa herida inicial,
ontológica, vuelve tan conmovedoras las palabras del perro:
salto
pero no soy de altura
ni de profundidad
el árbol
aunque a mi lado
no está en mi mundo
tengo celos de ese animal
de cielo
(Villalba, 2018, p. 57).
los recursos naturales, los poemas proponen una celebración de lo que existe más
allá de la intervención humana. No deja de ser «una celebración / melancólica»,
porque, en muchos sentidos, ya es tarde: «no habrá vuelta / atrás» (Villalba,
2018, p. 111), asevera el árbol en su monólogo final.
Quisiera concluir con una reflexión acerca de la actualidad de esta propuesta
poética. Tras las huellas de Nietzsche y de Barthes, Giorgio Agamben define al
poeta contemporáneo como «[a]quel que mantiene la mirada fija en su tiempo,
para percibir, no sus luces, sino su oscuridad» (2014, p. 21). El pensador italiano
invoca la explicación de la astrofísica que indica que la oscuridad del cielo es, en
realidad, la luz de galaxias lejanas que se alejan a gran velocidad de nuestro planeta.
Entonces agrega:
Percibir en la oscuridad del presente esa luz que trata de alcanzarnos y no puede:
eso significa ser contemporáneos. Por eso los contemporáneos son raros; y por
eso ser contemporáneos es, ante todo, una cuestión de coraje: porque significa
ser capaces, no solo de mantener la mirada fija en la oscuridad de la época, sino
también de percibir en esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se nos aleja
infinitamente (2014, p. 23).
Referencias Bibliográficas
Notas
Recepción: 19 Mayo 2021 Palabras clave: José Kozer, Poesía Neobarroca Latinoamericana,
Aprobación: 28 Junio 2021 Cubanidad, Artificio, Exilio, Lenguaje.
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030039/
Abstract: is article seeks an approach to Latin American neo-
baroque poetry taking into account the proposal of the group of
transnational poets that emerged om the publication in Mexico in
1996 of the anthology (or sample) Medusario. Specifically, the article
addresses the poetry of the exiled Cuban poet José Kozer (Havana,
1940) om two aspects: the presence of neo-baroque features and
elements in his poetic writing and his singular and enrevesada
construction of Cubanity. e article focuses on two poems by Jose
Kozer: “La exteriorización de sus sitios” (in Carece de causa, 1988)
y “De los nombres”(in et mutabile, 1995).
despliega en multitud de formas; y, por otro lado, lo fácil en cuanto se deja permear
una circunstancia anecdótica, una materia física aledaña, un rastreo familiar o una
circunlocución literaria o cultural (2000, pp. 348-349).
Ese anacoluto, que también había observado Sefamí, hace que aflore en su
poesía «la noción del fragmento, ya que a pesar de inclinarse hacia la prosa,
la sintaxis se ve continuamente sometida a giros que la cortan o la bifurcan y
multiplican» (Sefamí, 2000, p. 350).
No debe dejar de señalarse la vinculación que existe entre la escritura de Kozer
y su condición de exiliado (de tierra y de lengua), circunstancia que el propio
poeta subraya; en este sentido, escribe:
Al irme de Cuba, 1960, con veinte años de edad, y radicarme de inmediato en Nueva
York, ciudad donde viví treinta y siete años, me desnaturalicé a muchos niveles. El
fundamental, la relación con mi idioma (y no solo este sino asimismo con el habla,
mi habla habanera natural): así, mi sentido del lenguaje cambió por completo; se
volvió alejandrino y diaspórico; es decir, que se volvió en cierta medida bizantino y
artificial; ópera en vivo. Y en lugar de mi natural cubano, ese vasallaje de lo unívoco,
se disparó dentro de mí una proliferación lingüística que hasta el día de hoy sigue en
pie: la mezcla del inglés con el español amplió mi modo de percibir, y de recibir la
gracia del idioma materno, el idioma natural. De ahí que unos versos míos digan en
un poema titulado Babel que «mi idioma / natural y materno / es el enrevesado».
Un enrevesado que aquí en parte alude a ese artificio que de algún modo caracteriza
al arte. Y dada esta experiencia vital de exiliado, el idioma que hablo y escribo es, en
cierta medida, un artificio, si lo comparamos con el hecho normal de mamar, crecer
y vivir en un idioma natural y único del que nunca nos ausentamos ni del que jamás
nos vemos circunstancialmente desarraigados (2012, pp. 14-15).
uno. Si a esto le añadimos que vamos a analizar apenas dos poemas entre los más
de trece mil de Kozer[9], podemos asumir que solo observamos, en realidad, un
pequeño tramo de este carril[10].
En Medusario se lee la siguiente frase sobre J. K.: «“e Cuba of e
Mind” es el título de un poema de Wallace Stevens apropiado para el
exilio de Kozer» (1996, p. 314). Asimismo, en su ensayo sobre la cultura
cubanoamericana, Vidas en vilo, Gustavo Pérez Firmat dedica a Kozer un capítulo
titulado «Monólogo de la lengua»; a diferencia del resto de escritores y de
artistas cubanoamericanos a los que alude el ensayo, Kozer es el único, según Pérez
Firmat, que ha permanecido absolutamente fiel a la lengua española, aunque
con una fidelidad singular. Pérez Firmat dice así que J. K. «ha elaborado un
español-esperanto, un idioma que impresiona tanto por su riqueza como por su
artificialidad» (2000, p. 173), pues es un español con un acento muy peculiar,
donde el habla cubana se mezcla con modismos mexicanos, peruanos, y con el
yiddish de su abuelo y de su padre (2000); dice también Pérez Firmat que Kozer
escribe para «no tener que decirle adiós» a la cultura cubana (2000, p. 170). Y
apunta:
Para Kozer, Cuba y lo cubano no constituyen primordialmente un punto de partida
histórico y literario, sino una referencia constante. Muchos de sus poemas son
ejercicios mnemónicos, esfuerzos por rescatar y preservar mediante la escritura, un
mundo que ha dejado de existir (2000, p. 172).
Por su parte, Jacobo Sefamí señala: «Desde sus inicios como escritor, [Kozer]
ha mantenido el ámbito cubano como uno de los temas que le dan unidad a su
vastísima obra» (2005, p. 36). Y añade: «Estoy convencido de que el análisis de
lo cubano en Kozer (édito e inédito) daría suficiente material para escribir una
tesis» (2005, p. 36).
Pérez Firmat rastrea diversas presencias de lo cubano en Kozer, así, el argot en el
poema «Gaudemus» (incluido en Bajo este cien, 1983), donde aparece el término
«postalita» (el que busca aparentar y se siente superior a los demás), o las calles
cubanas en el poema «Uno de los modos de resarcir las formas» (de Carece de
causa, 1988), donde «las calzadas cubanas reemplazan a las avenidas neoyorkinas
y la tormenta de nieve se metamorfosea en un ciclón tropical» (2000, p. 181),
y donde también hallamos modismos, «descuajeringo» (2000, p. 181), o la
expresión exclamatoria «Solavaya el viento», que «cifra, en cubano, el deseo de
conjurar el hostil medio anglosajón» (2000, p. 182).
En estas páginas, vamos a centrarnos en dos poemas de Kozer donde la
presencia de lo cubano y de Cuba constituyen el «carril» principal, poemas en
los que, sin dejar de entrar por otros carriles, J. K. parece manejar sobre todo por
este. Me refiero a la «La exteriorización de sus sitios» (en Carece de causa, 1988)
y «De los nombres» (en et mutabile, 1995), ambos incluidos por Jorge Luis
Arcos en su antología No buscan reflejarse[11]. Por supuesto, hay muchos poemas
de Kozer que podrían incluirse en esta selección; además de los analizados por
Pérez Firmat, «Oda al país», «De la nación», «Bonancible» varias «Ánima»,
entre otros.
La isla va a ser, como decíamos, el carril central de estos dos poemas, y me refiero
a la isla en su fisicidad, aunque, como indica Sefamí, que también ha explorado
la presencia de lo cubano en Kozer, Cuba sea, además, en estos poemas y en la
La isla es, sin embargo, el sitio donde esos muertos de la familia, seres de
la dispersión, «seres de aire migratorio», y el mismo sujeto poético, «no
proliferan, sino se ubican» (2001, p. 95); el lugar donde los muertos de la familia
«encajan» (2001, p. 95), tal como se dice en la siguiente estrofa. Para decir
este «encaje», Kozer construye un verso con numerosas cláusulas, que se van
sumando metonímicamente, con escasos signos de puntuación, sin respiración
apenas; un verso que parece interminable, y que clausura el vacío; en este caso,
el vacío por excelencia, el de la muerte; un vacío que es clausurado también por
los elementos de la cubanidad, elementos amados, y, más concretamente, por la
suma de estos amores («El afecto», dice Nancy Calomarde, en su análisis de este
poema, «funciona como articulador de la comunidad migrante», 2018, p. 219):
«amo la tierra colorada como / amo la hoja de los vegueros la flor que en / mi
país llaman guajana» (Kozer, 2001, p. 95-96). Al final de esta serie aparece un
elemento extraño, ajeno, extravagante: «amo el carbón vegetal / que en el brasero
calentó a mis antepasados / mis seres de aire migratorio» (2001, p. 96). El carbón
vegetal que calienta en el brasero, no utilizado en un país tropical como Cuba,
por supuesto, se suma así, artificiosamente, pero con naturalidad, a los elementos
anteriores, identificados, estos sí, con la cubanidad. Y aquí parece oportuno
recordar ciertas palabras de Kozer, que muestran que su español, y cubano,
enrevesados, motivados, según el poeta, por su condición exiliada y migrante, no
abarcan solamente la lengua, como podríamos pensar, sino también las cosas, los
objetos. Escribe Kozer:
[…] con el paso de unas décadas todo se volverá natural y el trasvase lingüístico nos
traerá un mayor acercamiento a todos. Así, la artificialidad a la que nos obliga la
diáspora se volverá natural. Y para un cubano dicharachero y tropical la experiencia
del frío y del silencio de los bosques se hará natural: el exilio me ha enseñado a amar,
con toda naturalidad, el enebro (con cuya baya, dicho sea de paso, se aromatiza la
ginebra) y ese deslumbrante árbol que es el sanguiñuelo, sin dejar de relacionarme
con la uva caleta y el hicaco (Kozer, 2012, pp. 15-16).
La tautología parece asimismo servir para continuar anulando este vacío y para
proporcionar calma, serenidad: «Qué más da de dónde: la isla en su forma es una
isla» (2001, p. 96). El artificio tautológico naturaliza la isla, la hace ser.
Y después, otra vez con apenas signos de puntuación, encontramos una
reflexión sobre la muerte, y sobre la vida, y sobre la dispersión y sobre la
migración y el exilio; una reivindicación de la dispersión, del movimiento y del
aire: «poseo la prerrogativa del aire», se dice (2001, p. 96), tal como antes
se había dicho: «En principio, la idea del aire la somera idea del movimiento
por encima / del acontecimiento elimina la torpe idea de una / historia: esto,
mis muertos lo confirman» (2001, p. 95). Y es que el aire es metonimia, el
aire es proliferación; el aire es el signo de los seres migrantes o migratorios;
el acontecimiento, por el contrario, es estático. Y aparece también la isla y
sus elementos como disquisiciones lingüísticas: «la forma de una isla es / de
configuración tautológica como el que dice aquí / nací sobre el lomo de una
palabra como yagua / manjuarí» (2001, p. 96). Pero, a pesar de todo, el sujeto
poético insiste en su propósito de morir en esa isla: «regreso a morir», aunque
esta sea eso, lenguaje o, quizás, precisamente porque es eso:
Nos vamos o regresamos no sabemos exactamente que es mucho todo
esto no hay para qué alterarse: la forma de una isla es
de configuración tautológica como el que dice aquí
nací sobre el lomo de alguna palabra como yagua
manjuarí vengo del norte me disperso regreso a morir
con o sin norte pues poseo la prerrogativa del aire en
ausencia de cualquier otro tipo de movimiento (Kozer, 2001, p. 96).
El poema concluye con unos versos donde el anacoluto de Kozer vuelve a
hacerse presente; se trata de una escena con resonancias bíblicas, de gozo: una
cena, la mesa de los muertos de la familia puesta en la isla; una mesa donde la isla
sirve el pan, un pan que sabe a Cuba, y al paraíso; aunque, curiosamente, se trata de
un pan polisémico, de una cubanidad mestiza, un pan sonoro a caramillos (flauta
griega, bíblica), y con aroma a cinamomo (árbol de origen asiático, también
llamado paraíso, por cierto, y muy presente en la Biblia); es decir, una vez
más, el elemento extraño y extranjero, otro carbón vegetal que, en este caso,
contribuye a mitificar la cubanidad, una cubanidad atravesada por los sentidos,
sonora, aromática. Leemos: «Vamos a abrir la mesa ella va a servir: quince deudos
observamos de pie / una hogaza algo deteriorada de forma andrógina / sonoro
pan a caramillos aroma a cinamomos» (2001, p. 96).
Si «La exteriorización de sus sitios» es un poema que muestra la armonía del
sujeto lírico con la isla, su deseo de fusión con ella, «De los nombres», por el
contrario, es un poema airado, furioso, donde se establece una distancia, un corte,
entre el sujeto poético y la isla de Cuba. En este poema, la voz poética mira y habla
desde fuera, hacia un interior que le resulta extraño, ajeno, y del que no desea
formar parte.
Como «La exteriorización de sus sitios», este poema comienza con un verso
breve que es, también, una oración gramatical que remite a la infancia, aunque no
por su sintaxis o por su vocabulario, sino por su contenido; en este caso, se trata
de la infancia de la isla, o de la Isla, con mayúscula, como subraya Sefamí (2005,
p. 38), cuya historia es construida como si fuera la de una niña; de ella se habla así
como de una niña acabada de nacer, pero por cuyo futuro ya se va inquiriendo;
el verso es una interrogación, un pregunta, o varias: «Qué nombre le va a poner,
o Juana, o Fernandina, o la dejamos quieta: ¿y tiene o tendrá pareja?» (2001, p.
136).
El comienzo del poema nos hace recordar otro singular de Fina García
Marruz, el poema en prosa «Ay, Cuba, Cuba», incluido en Visitaciones (1970),
donde Cuba también es vista, pensada, construida como una niña, o como una
adolescente un poco alocada, a la que la voz poética le habla como una madre; un
poema donde también, como ocurre en el de Kozer, se acumulan elementos de
la cubanidad, que son dichas como arrullos de madre a una niña[13]. Pero resulta
llamativo que, mientras el sujeto poético de García Marruz le habla directamente,
de tú, a la isla-niña[14], la voz poética, en «De los nombres», no se dirige a la isla
de modo directo, sino indirecto, como si Cuba fuera la hija de otro, de un extraño,
al que se le habla incluso de usted: «Qué nombre le va a poner».
La siguiente estrofa es un verso-párrafo, predominante en este poema, como
en el anterior, y, con sus largas cláusulas, describe la geografía de Cuba al modo de
quien describe los rasgos y movimientos de una niña, o casi de un (o una) bebé;
lo hace, asimismo, en tercera persona, acentuando la distancia. En estos versos,
gran pliegue, gran rizoma, se yuxtaponen numerosos elementos que remiten
a la cubanidad, y resulta sorprendente todo lo cubano que se acumula en la
estrofa: nombres geográficos, pájaros, frutas, expresiones coloquiales, refranes…
Pero ahora estos elementos de lo cubano no son, como en «La exteriorización
de sus sitios», gozosos, sino que se mezclan los elementos positivos (el mango,
el semillón —el aumentativo remite a un rasgo del habla cubana—), con
los negativos, que se van apoderando de la estrofa en su proliferación y
convirtiéndose en dominantes. Esos elementos negativos empiezan a sugerirse
desde el comienzo de la estrofa: «la Isla vuela a su garza y de la garza a su
aura tiñosa» (aura tiñosa, ave carroñera en Cuba), y producen una amplia serie
sintagmática, que vuelve a resurgir, más intensamente, hacia la mitad de la estrofa,
con una expresión extemporánea, insólita, ajena por completo a la flora cubana
y a la cubanidad: «el centeno averiado por / el cornezuelo» (el hongo ergot
—también su nombre se incluye en la estrofa— que parasita el centeno), un
grano que no existe en la isla, y que, sin embargo, a ella remite («regresamos a
nuestro sitio», hemos leído antes) y que da pie, por si no fuera suficiente, a una
interjección en alemán, «ergot, ergot Gott in Himmel» (‘Dios en el cielo’). Luego
se van sumando, ahora sí, expresiones y elementos cubanos; como el «vacío de
tomeguines» (tomeguín, hermoso pajarito endémico de Cuba); y una expresión
cubana campesina, rural, «nos cayó gorgojo» (el insecto que destruye los granos,
y en Cuba, particularmente, el arroz, que siempre hay que limpiar de gorgojos;
es decir, la expresión significa que caímos en desgracia, algo salió mal), junto a
otra llena de connotaciones: «la ceiba del patio infectada de totíes»; o sea, no
cualquier árbol está infestado de estos pájaros, sino la ceiba, «el árbol sagrado
por excelencia» en la isla (Cabrera, 1993, p. 149); así, es la ceiba la que está
llena de esos pájaros casi tan rechazados en la isla como el aura tiñosa —el totí,
«pájaro de plumaje muy negro» (Santiesteban, 1997, p. 407)[15]—. El totí es un
pájaro que se come el azúcar y el arroz, y al que suele culpársele de todo; de ahí,
el refrán cubano: «la culpa de todo la tiene el totí», que se utiliza para indicar
que alguien está evadiendo su responsabilidad. Al final de la estrofa leemos esos
últimos versos, «... pobre / pobre pobre pájaro bienhechor, culpable de la / culpa
inmemorial de haber nacido, la Isla». La yuxtaposición, al final de la estrofa,
acerca al totí y a la isla, los iguala y los confunde: totí igual a la Isla; la Isla igual
al totí o, allí donde aparece «totí», podemos escribir también, y acertaremos,
«la Isla». (¿Será el totí, finalmente, la pareja de la Isla?)[16]. La Isla y el totí, el
totí y la Isla, culpables de haber nacido, culpa inmemorial. Pero merece la pena
volver al elemento extraño que antes mencionamos, a la expresión insólita. Este
elemento extraño sería equivalente al «carbón vegetal» que hallábamos en «La
exteriorización de sus sitios», y al cinamomo, aunque ahora la expresión es aun
más extraña, y extranjerizante; estridente, incluso; no consigue, de ningún modo,
pasar inadvertida, no es como el carbón vegetal que se colaba con naturalidad
(como el sujeto poético con sus familiares en la isla) entre la tierra colorada y la
guajana, ni como el cinamomo, que no solo entraba perfectamente en el verso,
sino que incluso contribuía a mitificar, a dulcificar la cubanidad. Esto no sucede
con el centeno y el cornezuelo, el ergot, ni con la interjección en alemán. ¿Qué
hacen ellos en esta estrofa, nos preguntamos, junto al aura tiñosa, la ceiba, el
tomeguín, el totí…? ¿Y ese Gott in Himmel? ¿Pintan algo aquí? Comenta Jacobo
Sefamí un fragmento de este poema, y escribe: «la Isla es renombrada con un
cúmulo de vocablos, que se van conectando más por afinidades aparentemente
sonoras […] que por vínculos semánticos» (2005, p. 38). Ya sabemos, también,
que el barroco reivindica el juego del lenguaje, el juego de palabras, el continuo
desplazarse del significante, sin funcionalidad, y aquí está, sin duda, ese juego,
ergot-Got: «la repetición obsesiva de una cosa inútil» (Sarduy, 1971, p. 182);
pero los significantes, incluso los más inútiles, producen también efectos de
sentido o, más bien, de sentidos. En este caso, introducir el centeno averiado por
el cornezuelo, el ergot, rompe, por un lado, con el «vasallaje» de la cubanidad
«unívoca», tal como lo hacían también el carbón vegetal y el cinamomo, aunque
ahora de modo más contundente, más radical. Son, como diría Sarduy, «el
acompañamiento musical contradictorio», que «perturba» (1971, p. 182) la
cubanidad. Estas expresiones producen, para decirlo con Freud y el psicoanálisis,
un efecto de siniestro en la estrofa, de siniestro de la cubanidad. Porque lo
siniestro es esa aparición de lo extraño en lo familiar; o sea, la aparición de estas
expresiones, términos, floras y enfermedades, que son extrañas, y extranjeras,
entre lo común, entre los términos y expresiones familiares. Y son esas expresiones
extrañas las que nos permiten percatarnos de la intensidad que tiene aquí lo
negativo, lo enfermo de la cubanidad. Porque lo negativo o enfermo se percibe,
se advierte con mucha mayor fuerza fuera de los términos familiares: por muy
negativos que resulten los gorgojos, los tomeguines que no están, la ceiba infestada
de totíes, son, en definitiva, negatividades cubanas y, por lo tanto, esperables. El
centeno averiado por el cornezuelo es la negatividad inesperada, desfamiliarizada
y, por lo tanto, una negatividad mayor, mucho más extrema. Tan extrema que
nos puede llevar a gritar «Got in himmel», así, en alemán.
La estrofa siguiente, de un intenso vallejianismo muy kozeriano[17], supone
un salto temporal y también metonímico: de la Isla a sus habitantes. Aquí, la
Isla parece haber crecido, haber alcanzado su adultez, y en nada se parece a la
de «La exterioridad de sus sitios». La negatividad de la isla es intensa desde
el comienzo; es presentada como una enferma: «Sujeta a una flora y fauna
expectorantes», «Isla asmática». Está también «varada» y podrá ser, después,
ave de Cuba, ese «pajarillo de la familia del colibrí, frecuente en los jardines,
donde busca insectos en las flores y liba en ellas» (Ortiz, 1924, p. 506), que es
«auténtica joya con alas» (Santiesteban, 1997, p. 385), cuyo nombre proviene
«del zumbido que produce el rápido aleteo del animalito» (1997, p. 385),
termina de redondear la cubanidad positiva, y libre, voladora, cubanidad por-
venir. El significante «zunzún» acaba así desplazando al término «totí». Con su
pico hiperbólico y fabuloso, sus colores abigarrados, «su plumaje verde metálico
con reflejos dorados por encima, alas y cola negruzcas, garganta verde dorada,
vientre gris claro» (Ortiz, 1924, p. 505), el zunzún parece el pájaro ideal del
barroco cubano: su pico, su color, su alegría, su vuelo (todo junto), para conjurar
la cubanidad negra y unívoca del totí. El zunzún, anuncia el poema, será así
(después, eso sí, de atravesar el desfiladero, y de que abran paso los verracos) una
especie de espanta-totí[20], y entonces, la Isla encontrará, por fin, se sugiere, su
pareja.
La última estrofa comienza con el verso «Ola y ola. Aguas lustrales, salió
el sol» (2001, p. 137), que evoca los sacrificios paganos, gentiles. Pero sale
finalmente el sol, un sol que es rizoma-pliegue, porque irradia su luz, a la vez,
hacia el futuro, el presente y el pasado. Porque alude, simultáneamente, a la era del
zunzún, por-venir; al presente del sujeto poético, que ahora se nombra a sí mismo,
adquiere nombre en la escritura de manera gozosa; también, al pasado, a la niñez
de ese sujeto; y aun al propio poema, donde sale también el sol. Al nombrarse a
sí mismo («Yo me llamo José»), la voz poética se inserta, como dijera Tamara
Kamenszain, en un hermoso artículo sobre el cubano, en ese grupo de «poetas
que se hacen cargo de su identidad en forma literaria» (2000, p. 71), aunque,
como sigue diciendo Kamenszain, «la “firma de la firma” desaloja del primer
plano al firmante para permitir que en su lugar aparezca la escritura» (2000, p.
71), y cita a Derrida: «Una escritura que, según Derrida, se firma a sí misma
como acto y en esa operación afirma y borra al mismo tiempo al sujeto que
escribe» (2000, p. 71). Sujeto, entonces, a la vez, (a)firmado y borrado, lleno
y vacío; lleno de su nombre, vacío de identidad; aunque, en este caso, solo
aparece media firma (José). Ese sujeto poético describe su exterioridad, sus
acciones (no sus cualidades): «fumo, bebo / tiemplo, escribo no me meto con
nadie» (se ha metido con toda la cubanidad en el poema). Entre esta suma
de verbos enumerados en primera persona, encontramos el «tiemplo», de ese
cubanismo templar, que es ‘fornicar’ (Laurencio, 2015, p. 82), pero más radiante
en cubano, con connotaciones musicales y marineras. Término que nos recuerda
la dimensión placentera, gozosa y erótica del barroco y del neobarroco, en la que
insistía Sarduy («Juego, pérdida, desperdicio y placer, es decir, erotismo en tanto
actividad que es puramente lúdica», 1971, p. 182), y cómo el tabú se incorpora,
se suma, a la escritura[21].
Después de estos actos gozosos, y con la música de la guitarra, que es, también,
tres (instrumento musical cubano y nueva resonancia bíblica, trinitaria: tres
narras, tres niches, etc.), el sujeto poético imagina su infancia y regresa a ella
(ambas cosas a la vez), vuelve al paraíso que esta fue, y es: «y por rieles empíreos
oigo el tres de una guitarra, / por su esfera vuelvo a la cúpula de una casa de /
mampostería, observatorio y lucerna (oriundo / paraíso de rascabucheadores)
soy pequeño» (Kozer, 2001, p. 137). Así, el sujeto poético se convierte en niño
y se iguala con la Isla del comienzo del poema. Otra vez, así, el niño, como en
«La exterioridad de sus sitios», pero ahora al final, no al principio; estado al que
se llega, no del que se parte (pasado retroactivo, construido desde el presente).
Llega a la infancia-paraíso a través de la esfera, forma perfecta; recordemos las
palabras de Orígenes (el teólogo cristiano) que Lezama menciona: «El día de la
Resurrección acudiremos en la forma perfecta, es decir, como esferas» (2010,
p. 119). Pero si en aquel poema el niño estaba aprendiendo las palabras, aquí
será-era un mirón o un rascabucheador (cubanismo, ‘el que furtivamente observa
desnudeces femeninas’, Santiesteban, 1997, p. 355) de la Isla, que la mira desde
lejos, y desde su pequeñez: «soy pequeño» (¿como el zunzún?); con la eficacia
del anacoluto yuxtapuesto, sin ningún signo de puntuación, al final del verso. Y
la infancia como «paraíso de rascabucheadores» es, otra vez, carnaval, parodia,
desacralización; que desacraliza y carnavaliza la infancia y, también, la cubanidad.
Y, luego, la alusión a la historia y a la no-historia, a lo que no pasó (pero que pasa,
mientras se tacha):
No hubo nada, nada pasó, fue todo un error pequeño
de la percepción de quien vive, quien anda, se
traspapela y ofusca, elucubra que si la acción
del tiempo que el diablo son las cosas o que
por si las moscas, vaya vaya, tanta cosa (Kozer, 2001, p. 137).
Y en esos versos, donde conviven los términos más cultos («ofusca»,
«elucubra») con las expresiones más coloquiales («por si las moscas»; «vaya,
vaya»), se igualan el niño y el escritor en sus acciones (no cualidades): el error
pequeño de quien anda, pero también se traspapela y ofusca. La historia de la Isla
como la percepción claro-oscura de un niño y de un escritor. Y al final, resulta
que José se llama (también) Juan, con resonancias bíblicas; tiene varios nombres
(como la Isla, Juana, Fernandina…), y es la isla el espejo donde se lee, leyendo
su hibridez (José, Juan, niño / adulto…), y donde lee (y relee) la propia Isla,
en una especie de juego de espejos, que va más allá de ese referente intertextual
(Huidobro), que también está en estos versos (espejo de agua[s]), y en todo el
poema, con su impulso altazoriano fundador. Pero el espejo del poema, el espejo
de Kozer, es un espejo que es elipse, como en el barroco: algo en ese universo-Isla
que se describe «le resiste, le opone su opacidad, le niega su imagen» (Sarduy,
1999, p. 1252). El poema se cierra con nuevos nombres de (o para) la Isla que se
yuxptaponen: es Yagua (‘tejido de la palma real’), pero es también Aglaye (una de
las tres Gracias), e incluso Alecto (una de las furias); todo junto, lo positivo y lo
negativo, todo a la vez. Y esos nombres yuxpuestos son también apodos, motes,
sobrenombres de la Isla, que nos recuerdan lo dicho por Sarduy:
El apodo es, en Cuba, la costumbre más entrañada y alevosa. El pueblo sobrenombra
sistemáticamente, con acierto socarrón, todo lo que lo representa; rompe con el mote
toda intención de gravedad y grandilocuencia, con el nombre hipertrofiado cuartea
todo aparato, se burla de la pompa, tira la realidad al «choteo» (1999, p. 1174).
Referencias Bibliográficas
Arcos, J. L. (2001). «La poesía de José Kozer: del cacharro doméstico a la vía
láctea» [prólogo]. Kozer, J. No buscan reflejarse. Antología poética (pp. 5-16). La
Habana: Letras Cubanas.
Cabrera, L. (1993). El Monte. La Habana: Letras Cubanas
Calomarde, N. (2018). Estéticas del trasiego en lo neobarroco latinoamericano. Una
muestra. El jardín de los poetas. Revista de teoría y crítica de poesía latinoamericana,
7, 208-222.
Castro, F. (1961). Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz
en el desfile efectuado en la Plaza Cívica el 2 de enero de 1961. Fidel. Soldado de
las ideas. http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-el-de
sfile-efectuado-en-la-plaza-civica
Cussen, F. (2006). Diez años de Medusas (3). Últimas voces
submarinas. Sol negro http://sol-negro.blogspot.com/2006/12/diez-aos-de-
medusas-3-ltimas-voces.html?m=0
De Cuba, P. A. (2013). «José Kozer o la poesía por el todo». La usina del lenguaje.
Teoría de la poesía neobarroca. Texas A&M University [Tesis Doctoral] (80-127).
Deleuze, G. (1989). El pliegue. Leibniz y el Barroco. Barcelona: Paidós.
Dossier «Homenaje a José Kozer: 80 aniversario» (2020). Rialta Magazine https://
rialta.org/homenaje-jose-kozer/
Echavarren, R., Kozer, J. y Sefamí, J. (1996). Medusario. Muestra de Poesía
Latinoamericana. Prólogos de Echavarren, R. y Perlongher, N. Epílogo de
Kamenszain, T. México: Fondo de Cultura Económica.
Echavarren, R. (2010). «Barroco y neobarroco». Confluenze. Rvista di Studi
Iberoamericanici (2) 1, 1-13.
Notas
[1] Echavarren establece una relación de continuidad con dos antologías anteriores, una suya, y
otra, de Perlongher, cuyos prólogos se incorporan, además, a la nueva muestra poética:
Medusario es una tercera entrega, una ampliación considerable de otras dos: Caribe trasplatino,
una selección bilingüe, español-portugués, que compuso Néstor Perlongher con traducciones de
Josely Viana Baptista (Iluminarias, Sao Paulo, 1991), y Transplatinos, una muestra de poetas
rioplatenses compaginada por Roberto Echevarren (El Tucán de Virginia, México, 1990). En
Medusario se han incorporado los prólogos de los anteriores volúmenes (Echavarren, 1996, p. 9).
[2] Es el caso, por ejemplo, del chileno Raúl Zurita (Sol Negro, 2006).
[3]En el breve texto «Razón de esta obra», con que se abre Medusario, Echavarren menciona
otros dos poetas cubanos que «podrían» incluirse en «otra muestra concebida en una línea
similar»: Reinaldo Arenas y Lorenzo García Vega (Echavarren, 1996, p. 9).
[4] Aunque hay un crecimiento evidente de la densidad en la poesía de Kozer a partir de sus
poemarios de finales de los ochenta, no comparto la idea de Pérez Firmat de que su poesía anterior
se caracterice por un «estilo conversacional» (Pérez Firmat, 2000, p. 185); ese registro aparece,
sin duda, en esos poemas con mayor fuerza, pero no creo que pueda considerarse dominante ni
exclusivo ni siquiera en esa primera etapa. Tampoco desaparece completamente en la segunda.
[5] Algunos estudiosos sostienen su total adscripción al neobarroco, como Pablo de Cuba,
quien escribe sobre J. K. «[…] sus poemas pertenecen por derecho y expresión propios al
neobarroco» (2013, p. 83).
[6] Rasgos tomados del texto de Sarduy (1971) sobre el barroco y el neobarroco.
[7]Se lee sobre Kozer en Medusario: «Los paréntesis no pecan contra la sintaxis, pero injertan
algo en principio prescindible, que está y no está, una palabra o un periodo complejo, a veces
de extensión extravagante […], ventilan escrupulosos, protocolares, una conjetura. Abren una
trastienda, una entretela, bambalinas, insertan al que mira en lo que observa, ad hoc y al margen
(1996, p. 314).
[8] Otra imagen similar, empleada por el poeta, es la siguiente: «No puedes ver al mismo tiempo
ocho canales de televisión; sin embargo, eso es lo que intenta el poema» (Sefamí, 2000, p. 266).
[9] En 2020, con motivo del 80.° aniversario del escritor, Rialta Magazine preparó un Dossier de
homenaje a J. K. , donde se dice sobre el poeta: «Cercana hoy al centenar de libros publicados, con
más de trece mil poemas escritos […]» (Dossier, 2020). La revista no precisa siquiera el número
de libros y esto no parece ser un descuido, sino un síntoma; casi nadie sabe cuántos libros ha
publicado Kozer; quizás ni siquiera él lo sepa, pues, como él mismo suele declarar, no escribe
libros, sino poemas.
[10]Se pregunta Jacobo Sefamí: «¿Cómo definir una poesía tan amplia, tan abierta?, ¿cómo
acercarse a una obra que intenta todo? Me parece que la aproximación solo tiene una posibilidad:
limitarse a trazar rasgos tangenciales» (2000, p. 348).
[11] Citaremos los poemas en esta edición de Arcos, en la que, según indica el antologador, «el
autor cotejó con la editora todos los textos y fijó sus versiones definitivas, por lo que realizó
cambios, algunos sustanciales, en muchos poemas […]» (2001, p. v).
[12] Escribe J. L. Arcos: «No se si se ha reparado en la afinidad que existe entre ciertas
denotaciones lingüísticas de lo cubano en la poesía de Kozer con otras que aparecen en el Diario
de campaña de Martí» (2001, p. 13).
[13] Puede encontrarse un análisis de este poema en el volumen de Milena Rodríguez Entre el
cacharro doméstico y la Vía Láctea: poetas cubanas e hispanoamericanas (Renacimiento, 2012), en
el capítulo titulado «Entre el cacharro doméstico y la Vía Láctea: el compromiso poético de Fina
García Marruz».
[14]«[…] tú que eres porque no te has conocido nunca, óyeme, no te vayas detrás de esos
extraños…, Ay, no serás nunca madre nuestra sino hija, Cuba, Cuba, loca mía, desvarío suave! Ay,
pudiera yo protegerte cantándote tus propios sones de conocimiento “color de arcano”, pudiera
protegerte con tu propia rapidez tu honda lentitud! […]» (García Marruz, 2010, p. 163).
[15] Escribe Ortiz: «[totí] Se le dice despectivamente al negro, sin duda por la negrura del pájaro
así llamado» (1923, p. 186).
[16] Parece existir una cierta recurrencia en Kozer en relación con el totí. Sefamí alude a una de
las «Ánima» de J. K. , donde se lee: «mi nación es el totí» (Sefamí, 2005, p. 39).
[17]Escribe Kozer, en sus diarios: «Si me viera obligado a escoger entre Neruda y Huidobro
escogería a Vallejo» (2014, p. 119).
[19] «[Fernando] Ortiz llamó cubicherías a los términos que acopió» (Santiesteban, 1997, p.
126).
[21] Leemos en Oppiano Licario: Pero templar es la coincidencia adecuada de los acordes, es,
como dice Cervantes, música de entre sueños. Así el acto sexual para el cubano es como comer
en sueños […] (Lezama, 1977, p. 94). (Este fragmento lo utiliza Tacaronte como ejemplo del uso
del verbo templar).
[22] Escribe Gustavo Guerrero: «Aunque haya podido pasar inadvertido, el neobarroco
latinoamericano supone incontestablemente, para Sarduy, una revolución de los saberes que pone
término al monopolio de un pensamiento único y hace posible otras formas de conocimiento que
han sido hasta entonces ignoradas o reprimidas» (2012, p. 27).
Enrique Flores
flowers@unam.mx
Instituto de Investigaciones Filológicas /
Universidad Nacional de México, México
Adrián Cangi
adriancangi@hotmail.com
Universidad Nacional de Avellaneda, Argentina
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
NOTA DE LA EDITORA
Este es un anticipo del libro Theatrum chemicum. Ayahuasca, conjuro y alegoría, de próxima publicación,
que Enrique Flores ha editado para la Universidad Nacional Autónoma de México. Contiene un poema
inconcluso de Perlongher y una suerte de diálogo sobre el auto sacramental entre dos pensadores, desde dos
espacios, México y Buenos Aires, y tal vez también desde dos tiempos… Les agradecemos a Enrique Flores
y a Adrián Cangi que compartieran este capítulo con Gramma.
Néstor Perlongher
Personajes:
La Luz
La Ayahuasca
La Fuerza
El Viento
Los Indios
El Coro de Hombres y Mujeres
Otros, a determinar
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
La Ayahuasca (frente a La Luz, una mujer en túnica de lamé donde se reflejan los reflectores multicolores):
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
La Luz (resplandeciendo):
Ven, néctar de la liana, fruto líquido
de mis turbios amores con la tierra,
estrella de la flora, mar espeso
de alucinantes Niágaras.
Ven y cuenta quién eres,
dinos de dónde vienes,
quiénes te descubrieron
y usando tus magníficos poderes
a mis altas alturas se treparon
en una húmeda prosternación.
Ven y háblanos, oh sacra
(ya que tanto
dices cuando emborrachas
divinamente a los pastores nobles
que me adoran y adoro iluminar).
La Ayahuasca:
Oh farolera deslumbrante, gracias
te doy, que no son pocas
las que dispongo. Vengo
de lo más hondo del
boscaje montañoso, junto al Ande
y crezco libremente
en la generosidad de la Amazonia,
así ornadas y ubérrimas
son sus pares de tetas desbordantes, e1 cáliz
derrumba con su olor
a tierra, agua, vegetal y fuego,
y todo dirigido hacia ti, luz.
La Luz:
Soy, sí, la luz, Mas no será que eres,
ayahuasca, mi luz? Luz de la Luz?
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
La Ayahuasca:
Varios son mis nacimientos,
cuán variadas mis virtudes.
No es que nací: eterna estuve
al acecho del que hurgando
en la floresta y probando
las alianzas de las plantas,
entre tapires y antas,
entre cobras y leones,
descubrióme.
Cómo fue?
A ciencia cierta, no sé.
Mi recuerdo es tan lejano
que determinar e1 año
no es posible. Puede ser
que algún indio de una tribu
me recogiese de manos
del Dios de la Tempestad,
o que una anaconda iridiscente
mondando con serpear radiante
esmeraldinas caliginosidades,
pariese en el encuentro de las aguas
mi ágil delicuescencia evanescente
y firme; y fuerte; y sobre todo, fuerte.
La Luz:
De do viene tu fuerza?
La Fuerza:
Y de dónde tu luz?
La Ayahuasca:
Oh Fuerza, oh Luz, oh madres
de mi acuática cascada como un peltre
de la cristalería que se raja e
irrumpe en el jardín desmelenado una
vibración descomunal,
que otorga a aquel que aprovecharla sabe
la fuerza y los poderes de la luz.
Encuentro no de aguas más de plantas
(siquier plantas acuáticas: aéreas)
mi origen determina, me da a luz.
Masculino el jagube, entrelazándose
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
en las cimas
más ariscas del bosque,
enrollado en el torso de los troncos,
divisa una femenina arbusta, a simple
vista insignificante,
más que trae la mixtura y la cohesión
a todo y de todo significa:
femenina chacrona, oh divina rainha,
a la que solo las mujeres tocan
y limpian y desbrozan
con sus desnudas yemas
impregnadas de cantos en el canto.
Los hombres, entretanto, me buscan
en la selva; o, mejor dicho, buscan
la liana divinal:
ella no es fácil de arrancar, se aferra
con toda (que mucha) su fuerza
al corazón terrestre del alma de las cosas
y solo permite que la lleven si una música
impregna con delicados tonos de agreste almíbar
la fantasmagoría de la selva:
un canto de esforzados campesinos,
pastores de la silva.
Hercúleos, desenredan, con una dulzura de Macistes,
la fiera enredadera, cuyas venosas cifras
dibujan si la cortan una suerte
de corazón en cruz, cruz en estrella,
solo los sabios forestales son
capaces de establecer si es ella,
la liana, o una hermana
que no dotada fue de sus potencias.
Una vez retirada, en colchones de flores, de la selva,
a la tenaz enredadera a un
palacio la llevan:
palacio porque todo lo que toca la liana
de una descomunal festividad ornamenta
y trasluce
en la húmeda mirada de rurales atletas
la emoción del momento sacrosanto.
Si el jagube impone su mágica presencia
impetuosa, silbando a quienes sabe,
a la chacrona, en cambio,
cabe localizarla entre otras hierbas.
Grácil crece en el sitio más sombrío.
Solo atrae la atención de los dotados
de una naciente luz
(naciente, pues el desencadenar de sus virtudes
trasudar los hará grandez madura).
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
El Viento:
Soy e1 viento en mi ulular
y te vengo a saludar.
Me conoces: si agito
altas palmeras que ornas
con tu rielar de redes embrujadas.
Te conozco: si paso
entre tus venas y les
doy una velocidad impetuosa
de ciclón, claro que de un ciclón mental
más perturbador y trascendental.
Mis hermanos elementos también
te quieren homenajear.
La Tierra:
Es por mis venas que corres...
El Viento:
Son mis alturas que rozas...
La Luz:
y en mi resplandor que gozas
El Viento:
los prodigios que recorres.
La Ayahuasca:
Soy la embajada divina,
soy de la naturaleza
una especie de marquesa
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
de la marca celestial:
mi poder no tiene igual.
La Ayahuasca:
Claro que está!
Nada sería sin el
denso apoyo celestial.
Ni siquiera florecerían mis elementos
ni los hombres harían la mezcla
con el aditamento
entre diversas tribus de otras
hojas,
hojas sutiles,
peligrosas hojas:
la datura el toe:
hierba del diablo,
está entre las sustancias
que se agregan
a la potente mezcla
que me conforma y hace.
Los Indios:
Para espantar
a los europeos,
para ahuyentar
a los innobles,
para asustar
a los aventureros,
y para castigar
con una reprimenda de la mente
a los niños rebeldes o a los jóvenes
que creen que pueden transgredir e1 orden
inmutable que el yagé nos da y revela.
Somos nosotros quienes te descubrieron, santa
sustancia vegetal.
Experimentando los ofrecidos como maná
poderes de la selva.
Mezclando, masticando.
Adivinando, divina-mente
intuyendo, y explorando.
Meciendo, cociendo, macerando.
Dando a lo que nos es dado
divina vuelta, por
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
El Viento:
Invocado de nuevo me presento
renovado por mi soplar constante
y digo:
desde las alturas donde aúllo
he visto hormigas inclinadas
o albañiles desnudos entre las hojas
de la obra entregados a la obra
de crear el yagé.
Eran hombres bellísimos y oscuros
y mujeres que tenían gemas en los ojos
y claridad en la yema de los dedos.
***
Un aspecto poco abordado en torno al Auto Sacramental do Santo Daime es el de su puesta en escena;
el proyecto de Perlongher era ambicioso y es muy posible que la contemplara. Muy poco sabemos, sin
embargo, de lo que hubiera sido esa hipotética representación, casi conjetural, sobre todo al no restar de
la obra, inacabada, sino un fragmento inicial, aunque iniciático. ¿Y qué nos impediría imaginar los rasgos
que revestiría una puesta en escena?
Fue Adrián Cangi, quien realizó la investigación Insumisión y subjetividad en la obra poético-ensayística
de Néstor Perlongher y fue editor del volumen Papeles insumisos con Reynaldo Jiménez, además de cocom-
pilador de los ensayos reunidos en Lúmpenes peregrinaciones, quien me habló, en una ocasión, del asunto
e incluso propuso trabajar en una puesta en escena futura. Como el proyecto no queda excluido, podría
considerarse este diálogo como un preparativo o como un protocolo que explora las líneas de una imagi-
naria o fantasmagórica puesta en escena.
EF: La única alusión que hace Perlongher a la representación de su Auto es la que alude a Pablo Amaringo, el
vegetalista peruano de Pucallpa que, tras dejar su labor de curandero, se convirtió en pintor ayahuasquero. La
descripción apela no solo a la obra de Amaringo y a su extraordinario estilo barroco de tipo popular (si recupera-
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
mos los términos que emplea Perlongher para describir los himnarios del Santo Daime), sino a una amplísima
tradición pictórica peruano-amazónica rica en derivas psicodélicas y surrealistas. ¿Crees que sería interesante
continuar esa exploración visionaria (uno de los libros que recogen la obra del pintor se titula Ayahuasca Vi-
sions, justamente) en una puesta en escena alegórica del Auto, de Perlongher? ¿Habría que abandonarla por
demasiado evidente o ilustrativa? ¿En parte puede retomarse? ¿Piensas que hoy habría que investigar otros len-
guajes, muy diferentes, o contrastantes con el de Amaringo? ¿No te parece imprescindible no anular la dimensión
de curación, la conexión vegetalista implícita en la alusión al curandero que fue Amaringo?
Trátase de una rampa giratoria cubierta por una profusión de árboles, lianas, helechos y todo tipo de flores. Hay
también animales pintados en colores vivos. Al conjunto lo atraviesa dando vueltas por todas partes una gigan-
tesca anaconda multicolor e iridiscente, del tipo de las pintadas por el pintor ayahuasquero Pablo Amaringo.
Corre un fingido río, en verdad un espejo de cristal, y en su superficie se recortan marsopas (delfines de río)
suspendidas en la gracia de un salto a través de un aro de metal brilloso. La escena comienza a oscuras. Hay una
pequeña luz que titila y tiembla, como una vela: es una estrella recién nacida. Se va alumbrando y en el centro
aparece una mujer rubia vestida de lamé bien brillante que va reflejando rayos de diferentes tonalidades.
AC: En plan de imaginar una puesta en escena del Auto Sacramental do Santo Daime (2001), hay que recono-
cer que el primer gesto envolvente y sintético lo da la «Descripción del primer carro alegórico», realizado por
Perlongher. De la representación conjetural de la obra inacabada, el fragmento inicial presenta una manera
de concebir y de ver el tema del Auto Sacramental. Lo hace con unas visiones que podrían perfectamente
llamarse «ideas para una puesta en escena». Ideas que convocan tanto lo grande como lo pequeño, pero,
sobre todo, que abundan en Figuras como signos de transmutaciones entre el organismo y el mecanismo, de
transformaciones de la naturaleza en la historia de los artificios y de deformaciones por intensificación de un
medio artificial y de unas figuras desmesuradas. Las Figuras evocadas por Perlongher son imágenes atractivas
que «una descomunal festividad ornamenta» o el resultado de un montaje de atracciones sincréticas que
obran a través de los llamados «tropos impropios» de una percepción visionaria, como lo son las alegorías
de la naturaleza artificial y de la personificación de la mujer rubia vestida de lamé, que concentra, en un
medio selvático-artificial, las diferentes tonalidades de la luz. Diremos, siguiendo la poética de Perlongher,
que «una descomunal festividad ornamenta», «la luz de la luz» o «la fantasmagoría de la selva», portadora de
«venenosas cifras» que «emborrachan» con su veneno sutil y con su ficción útil, «pues el desencadenar de sus
virtudes / trasudar los hará grandez madura». Intuyendo y explorando por la sustancia, el mundo es presa de
un «ciclón mental», que obra «divina-mente», porque ante todo «simula ser a veces, otra / para desconcertar
al que no es bueno / ni digno de su luz». El efecto escénico responde, sin embargo, a «tropos de sustitución»,
en los que se intercambia e invierte, en el movimiento inicial, la naturaleza por los efectos del artificio. Así
«la fantasmagoría de la selva» se desplaza entre una presencia andrógina y femenina, «bajo reflectores mul-
ticolores» y en «la palpitación de una vela». El salto anacrónico temporal define la paradoja de la puesta en
escena y el artificio bajo dos luces por igual precisas, aunque distantes entre sí: la luz de vela propia del siglo
xvii y la luz artificial escénica de los reflectores contemporáneos, para indicar aquello que aparece de entre
las lianas desde las profundidades de la tierra. Pero es de atender que la «figura de pensamiento» en la escena
procede por una secuencia de montaje que desempeña una función figural, que tiende a la prosopopeya, a la
que se conducen todos los tropos poéticos (metáforas, metonimias y sinécdoques, desplegados por el texto
poético a través de los parlamentos de los elementos). Creo que la exploración visionaria está dada en esta
construcción del montaje, y que Perlongher juega entre la literalidad y la alusión, pero también creo que el
comienzo del Auto es posible de ser imaginado como el fondo de una escena selvática-artificial registrada en
un fuera de campo y que luego toma la escena, sintetizada por una proyección a la manera de Primero Sueño,
de Juana Inés de la Cruz, y por una mónada que subraya el efecto de encierro, en la que prosigue el diálogo
de los elementos, de lo que podría llamarse «una visión en caverna» que concentra la percepción de la voz
poética de la prosopopeya inconclusa.
Me concentro en este inicio en la descripción alegórica: la «rampa giratoria» abre la descripción y fija el
dispositivo mecánico, presumiblemente de cuerdas y poleas, como el primer motor del autómata alegórico
donde pivotan las distintas formas del decir que comienzan en términos de fábula: «Trátase…». Inicio de
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
una gran fabulación a la manera de un threathrum mundi como en El gran teatro del mundo, de Calderón.
Se superponen en la «Descripción del primer carro alegórico» tres modos de decir en un mixto de natura-
leza sincrética: un «decir de fasto», vegetalista y alucinatorio que prosigue las pinturas de Pablo Amaringo
y que busca la «iridiscencia» (intensificación de las fuerzas vegetal y animal en el plano de las formas como
gran vector de alusiones eróticas); un «decir en el borde del decir» en una «escena que comienza a oscuras»,
donde insiste «una pequeña luz que titila y tiembla, como una vela…», que prosigue por otros medios,
con precisión anacrónica, la idea de una «pequeña luz», que proviene de la génesis de un mundo (inten-
sificación y modulación de la fuerza lumínica en el campo formal), como si se tratara de un «asilo raro»,
propio del barroco de Juana Inés Ramírez de Asbaje, inseparable de la idea de un perpetuum mobile propio
de los dispositivos de luz y de sombra de Athanasius Kircher, a quien conocía bien Juana Inés, donde
«jeroglíficos de la luz que en tensa superficie… iban copiando las imágenes todas de las cosas», como una
«estrella recién nacida». Y un tercer decir que articula ambos modos descriptos a través del «decir de efec-
tos», que nos enfrenta a una «historia natural», donde el artificio se literaliza en «un fingido río, en verdad
un espejo de cristal» y «en su superficie se recortan marsopas (delfines de río) suspendidas en la gracia de
un salto a través de un arco de metal brilloso» (intensificación del efecto artificial sobre cualquier causa
natural). Estos tres modos del decir esperan el ingreso de «una mujer rubia vestida en lamé» que refleja
el concentrado de los diversos rayos luminosos. Esa mujer atraviesa la fascinación de la mirada en toda la
obra poética de Perlongher y es figura aquí de una alegoría de la naturaleza o, mejor aún, de una «escritura
cifrada en la faz de la naturaleza artificial», como diría Lezama Lima en clave de Walter Benjamin, en su
evaluación de las retóricas y figuras del Trauerspiel como «segunda naturaleza».
Perlongher insiste, en su obra ensayística, en que en la tradición barroca aurea y que en sus apropiacio-
nes neobarrocas en el Cono Sur hay una tensión entre «fuerza y forma» en cualquier situación escénica o
vital, porque la forma será siempre el principio de organización de las materias mientras que lo formal del
conjunto aparece como el principio de estructuración de las formas, aunque las fuerzas insisten e inten-
sifican el campo escénico dramatizando la relación entre cuerpo de la desmesura y la percepción alucina-
toria. Esto implica que las formas se encuentran siempre en transformación más allá de cualquier matriz
de género estable que las cobije. En clave de un pensamiento de las fuerzas, nombre que por otra parte le
atribuye el poeta a la sustancia, no anularía, en la puesta de Perlongher, la dimensión curativa chamánica
de la ayahuasca, como flor de las aguas visionaria, porque la fuerza del vegetal fabrica un «bloque-percep-
ción» estable que guía las visiones. Los antropólogos especialistas en el ritual del Santo Daime dicen que
este bloque-percepción está constituido de ícaros monocordes y repetitivos acompañados de una cromati-
cidad iridiscente y sinestésica que fabrica figuras en las que se confunden la profundidad de campo con el
primer plano, donde se escapa de cualquier lógica lineal dominante para dar lugar a los llamados «seres de
la selva», que aluden directamente a Beings of the Vegetation, de Pablo Amaringo. No dejo de percibir, en el
comienzo de la descripción, cómo la fuerza de intensificación y de modulación variable de la luz aparece
como un dispositivo propio del sueño y del génesis de la palabra luminosa propia de los cantos rituales
de los originarios. Sueño y génesis se superponen en el artificio que cruza elementos protocinemáticos del
Barroco con rituales cosmogónicos del principio del mundo, llamados por los originarios «palabras lumi-
nosas». Esto muestra una síntesis inseparable para la mirada de Perlongher entre la obra Primero sueño, de
Juana Inés, y la palabra luminosa de los rituales amazónicos del Daime. La fuerza de intensificación de los
efectos artificiales propios de una «historia natural» muestra la manera en que el poeta crea las condiciones
para el ingreso de la gran diosa blanca y rubia como principio de fabulación de la naturaleza femenina,
que hunde sus raíces en la gran historia occidental del «devenir bruja», que tanto le interesa invocar al
poeta. En la puesta en escena, se superponen, entonces, las mirações o mareaciones con un dispositivo de
iluminación y palabra inseparable de efectos artificiales, que producen el gesto del arabesco escénico.
Sabemos bien que el modo no es una existencia, es la manera de hacer existir un ser sobre tal o cual
plano de expresión. Es un gesto. Cada existencia procede de un gesto que instaura, de un arabesco que lo
determina a ser tal. Ese gesto no emana de un creador cualquiera, sino que es inmanente a la existencia
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
misma. Modo y manera se distinguen porque no designan lo mismo. El modo (modus) piensa o expresa
la existencia a partir de los límites o de la medida de los seres, mientras que la manera (manus) piensa o
expresa la existencia a partir del gesto, de la forma que toman los seres cuando aparecen, del trazo que
articulan para expresar mundos posibles. El Auto Sacramental, tal como lo concibe Perlongher, pertenece
a una fuerte tradición popular, herética, sincrética y barroca que subvierte la percepción del medio y de
las acciones. Importa decir aquí que la tensión escénica podría estar dada entre la sustancia curativa que
define bloques estables de percepción visionaria y el gesto poético como modo singular afectivo de la
experimentación que inventa el arabesco de los efectos performativos por la manera de su tratamiento,
todo expuesto en un dispositivo alegórico-cinemático-mecánico-artificial que espera la entrada de la figura
femenina como el retorno de lo reprimido en la historia colonizada, como el fondo político de aquello
que Perlongher imaginó como un «devenir bruja» que expone la fuerza femenina como vector de confi-
guración del mundo.
No hay dudas de que la exploración visionaria acompaña las búsquedas de Perlongher, tanto en el orden
del «delirio» de germen inconsciente y surreal como en el de un vector de «curación» en el sentido cha-
mánico de los himnarios. Al delirio poético el poeta lo define como lo que se «dispara» o lo que tiende a
ser «disparatado» o lo que viene a ser «extravagante» o aquello que logra quebrar lo «convencional». Pero
habrá que decir que la «curación» proviene de los himnos de herencia vegetalista, donde el poeta percibe el
dominio de una «doctrina», como si se tratara de una religión ecléctica de mezclas de elementos católicos,
espirituales, indígenas, africanos, esotéricos, que se transforman en una «liturgia» o «doctrina musical».
Tanto en el delirio poético como en la curación de la doctrina musical, Perlongher percibe una zona de
contacto, a la que llama «los últimos modos del trance que sobreviven en Occidente». Tanto en el delirio
poético como en la curación musical es posible decir «que quien habla es hablado por las fuerzas» en el
sentido propio de un médium que atraviesa la liturgia escénica.
EF: Ignoramos el curso que hubiera seguido la investigación de Perlongher sobre el Auto Sacramental, pero
podemos señalar algunas cosas que no se le hubieran escapado. Son, según Calderón, sermones…
puestos en verso, en idea
representables cuestiones
de la sacra teología
que no alcanzan mis razones
a explicar ni comprender (Arellano / Duarte).
Era un género litúrgico que servía de cauce a una experiencia religiosa festiva. Su origen medieval se remonta
a la fiesta del Corpus Christi y a la doctrina de la transubstanciación negada por la herejía albigense, con sus
figuras grotescas provenientes de los carnavales populares y las saturnalias romanas, fuentes ambas que cautiva-
rían la imaginación de Perlongher, y cuyas tarascas, gigantes y danzas callejeras no dejarían de articularse con
los pequeños cuadros o montajes escénicos alzados o representados dentro de las iglesias y sacados después a las
calles con ayuda de carros alegóricos. Esos elementos populares y carnavalescos, fantásticos y grotescos, ¿tendrían
un lugar en esta puesta en escena imaginaria? Los carros alegóricos, esenciales en la performatividad de los
Autos barrocos, ¿articularían con sus maquinarias el Auto, de Perlongher, como parece indicarlo la descripción
del «primer carro alegórico»? ¿Imaginaría Perlongher, que vivía en el Brasil del Carnaval, una escenificación
callejera? ¿O una escenificación selvática, en Céu de Mapiá, en Acre? ¿La dimensión litúrgica y teológica de los
autos sacramentales del Barroco aparecería, desde tu perspectiva, transfigurada (o desconfigurada, desfigurada,
desterrioterializada), en la puesta en escena del Auto Sacramental do Santo Daime?
AC: El Auto Sacramental resulta inseparable de la liturgia, de aquello que los latinos llamaron arcanum
imperii o misterio del poder, de modo tal que la liturgia es a la teología lo que la ontología o la metafísica
son a la filosofía: il theologia prima es equivalente al philosophia prima. En su sentido más antiguo, liturgia
es una acción pública o una actividad hecha por el pueblo. En el Auto Sacramental, esta acción popular
es del orden de la fiesta pública (corrigia), que proviene de la antigüedad pagana (de herencia dionisíaca),
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
donde los ciudadanos de cierto ingreso estaban obligados a realizar acciones para la ciudad. Posterior-
mente los rabinos alejandrinos que tradujeron la Biblia al griego le imprimieron el sentido de «actividad
cultual en el templo», y este acto convierte una acción política antigua en otra vinculada al culto teológico,
uniendo una teología-política sobre la base de la liturgia. Los padres cristianos latinos, como Ambrosio,
tradujeron officium para designar «liturgia», como práctica cultual del sacerdote. La noción de liturgia
arrastra, para los teólogos más agudos, los misterios paganos o los rituales de embriaguez poética como
una acción que ponía en acto la salvación de aquellos que formaban parte de los misterios, en una conti-
nuidad entre la acción griega (dromena) y el officium de la liturgia cristiana (acción cultual).
Esto es lo que sostiene el teólogo Odo Casel en Sobre el silencio místico en los filósofos griegos (1918),
desplazando la liturgia cristiana por fuera de la sinagoga judía. De este modo, el cristianismo, sobre la base
de los misterios paganos, no es solo una doctrina, sino una praxis, por la participación en las actividades
cultuales del misterio en la liturgia. Que el cristianismo pueda ser presentado más como un misterio que
como una doctrina prepara la presencia del Auto Sacramental como estructura teológico-política del po-
der monárquico barroco, pensado como una «liturgia ceremonial destinada a maravillar por la escena»,
menos como el resultado del oficio de un altar sacerdotal que busca convencer por sutilezas teológicas y
más como una «procesión cantada», que atravesará la «fiesta cortesana» de la monarquía con la eficacia
política de los efectos de la maravilla buscada por agudeza e ingenio. El altar se abre al teatro introdu-
ciendo «la era de los milagros del rey mago propio de la monarquía feudal» en «la era de las maravillas del
rey maquinista propio de la monarquía absoluta». Se trata de una apertura de la Iglesia al Reino, de una
transformación de la devoción al deslumbramiento. Casel sostendrá, en La presencia mistérica (1928), que
el misterio litúrgico no es una representación (representatio), sino una presentación (presentatio). De este
modo, el misterio litúrgico traería a la escena una presencia real que se simboliza en este a través de los
sacramentos. La primera definición de liturgia indica que estamos ante un «acto performativo», que, en el
Auto Sacramental, tal como lo pone en escena Calderón en la tradición hispánica, es un «acto de habla»,
que se sostiene en la deixis corporal del gesto y que proviene de la teoría de los sacramentos, porque, por
definición, «los sacramentos realizan lo que significan por medio de signos», que explican la peculiar na-
turaleza de la acción sacramental.
Así se entiende bien la genealogía del Auto Sacramental según Arellano/Duarte, que le imprimen este
sentido teológico a los sermones…
puestos en verso, en idea
representables cuestiones
de la sacra teología
que no alcanzan mis razones
a explicar ni comprender.
La negación de la transubstanciación de la herejía albigense colabora en abrir los rituales paganos en
la fiesta del Corpus Christi como una experiencia religiosa festiva y popular. De esta forma, el misterio
litúrgico aparece en el Auto Sacramental como un opus operatum que nombra la acción sacramental en su
efectividad performativa, destinada a producir efectos por la maravilla.
Los más sutiles teólogos de la praxis del sacerdote, al abordar la producción de efectos por maravillas
o simulacros, pensaron en la acción del diablo, de quien no aprobaban las obras mediante las cuales ha
actuado, pero sí culminan aprobando los efectos de la acción que estas producen. De aquí proviene la
importancia de la «eficacia» de los efectos más que de la «realidad efectiva de la acción» y del «sujeto que
la lleva a cabo». El opus operatum como efectividad de la realización será para el Auto Sacramental más
importante que el opus operantis como modalidad subjetiva mediante la cual el agente realiza la acción. Si
bien el Auto Sacramental expone y juzga acciones de carácter moral, el vínculo ético entre el sujeto y la
acción aparece roto, porque las acciones del diablo son realizadas en servicio de Dios, a pesar de que son
en sí mismas malas y fatales, siendo, sin embargo, los efectos los que provocan a quienes las experimentan
con efectividad y maravilla en la praxis escénica. De este modo, el misterio de fondo trasciende a quien
lo pone en práctica, y si bien es convocado, se mantiene en el silencio de aquello que percibimos por la
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
fabricación de la eficacia y de los efectos escénicos. Esta práctica paradójica atraviesa tanto el oficio del
sacerdote como la escena del teatro y será determinante para toda concepción de la praxis que busque
coincidir con sus efectos. El paradigma litúrgico de la praxis es entonces inseparable de la esfera política,
en la que finalmente obra el Auto Sacramental en la ciudad de los hombres. Sabemos que Perlongher
valora en especial la eficacia de los efectos poéticos y escénicos porque parte de la dimensión de una efec-
tividad visionaria propia del delirio iluminado de la poesía y de las visiones iluminadas por la sustancia, y
que ha perseguido durante su vida en la eficacia de la praxis política el deslumbramiento del efecto de la
maravilla o del acontecimiento.
El género litúrgico que servía a una experiencia festiva tendía a unir lo grande de los carnavales popu-
lares con lo pequeño de los cuadros o montajes escénicos alegóricos de proveniencia del templo, las satur-
nalias y el Corpus Christi encarnado, sin prescindir de visiones tan sublimes como grotescas, de visiones
eclesiásticas superpuestas al éxtasis carnavalesco. Sin duda no habría que olvidar que el Auto Sacramental
tiene el carácter de «sermones» puestos en verso y a través de una idea escénica en el momento de una
conversión del régimen de la efectividad del poder. En el Auto Sacramental de Perlongher, la apertura del
carro alegórico reúne estos elementos populares y carnavalescos en la iridiscencia del animal convocado,
sintetizado por un montaje de atracciones entre la anaconda y la mujer rubia vestida en su lamé. Sin dudas
que el autómata alegórico es imaginable como un ritual callejero y como una maquinaria proyectable en
sala, expansivo a la selva y a las calles, y, sin embargo, igualmente retroactivo al espacio monádico de un
dispositivo de proyecciones. Creo que la liturgia del sermón sería transfigurada por Perlongher en una
prosopopeya que tendría el ritmo del himnario, marcado por el cuerpo poético en la deixis, aunque pre-
sentado en un estado paródico de las figuras que lo encarnan en la escena.
La cuestión del Auto Sacramental barroco liga la liturgia como praxis política que, en este caso, celebra
el vacío de lo sagrado no representable, y que lleva a la despersonalización del sujeto, tan buscada por Per-
longher al decir que la palabra o el fraseo «viene de otro lugar», para enmascarar a la tercera persona enun-
ciativa. Por ello, en el Auto Sacramental do Santo Daime, se trata de que los participantes se encuentren en
estado de «recibir» una fuerza impersonal o sagrada. Para que esa exaltación de la fuerza sagrada tuviera
su acogimiento, sería necesario que la puesta escénica se diera en un medio apropiado a la sustancia: en el
medio selvático o en la forma plebeya del carnaval callejero, pero, sobre todo, bajo los efectos de un éxtasis
del estar «fuera de sí», fuera de la conciencia intencional en situación. Perlongher buscaría las formas del
éxtasis como la expresión de un goce de los elementos, de las palabras y de los gestos encarnados que exce-
den el control de la conciencia, aunque perfectamente podría desfigurar el medio a través de artificios que
conserven sus lejanos indicios. Creo que sería difícil tomar partido para indicar si el Barroco aparecería
transfigurado o desconfigurado en la puesta del Auto Sacramental, de Perlongher, teniendo en cuenta el
momento biográfico de la concepción en su obra poética, que aparece entre Aguas aéreas (1990) y El cho-
rreo de las iluminaciones (1992), poemarios en los que podríamos encontrar ambas estrategias expuestas,
tanto la dimensión de la oración litúrgica como de la alusión desconfiguradora. Pienso que una puesta
en un medio físico como «selva» o «calle carnavalesca» mostraría un Auto Sacramental contemporáneo,
más cercano a la potente tradición del siglo xvii, pero con un carácter performativo actual que pervertiría
el Museo o la Sala como las últimas catedrales del capitalismo. Sin embargo, imagino perfectamente una
puesta desconfigurada o desterritorializada, como la imaginaría Lezama Lima, concentrada en un espacio
«en caverna» a la manera de Contra natura, de Huysmans.
Sabemos bien que la experimentación con la flor de las aguas es una exploración visionaria de las fuer-
zas, mientras que el tema y los elementos escénicos del Daime son gestos de la cultura indígena y negra
mezclados con la liturgia cristiana que, en lugar de estar expectantes y a la defensiva, se encuentran en una
ofensiva perceptual, porque «la ayahuasca» es una bebida indígena que penetra en las ciudades y en las
capas medias urbanas colonizadas por la propia liturgia teológica, que obraría como inversión de las coor-
denadas de dominación. La mezcla que concibe Perlongher se da entre aquello «dado» y la «lucidez» de
la visión, porque el flujo de la experiencia permite el registro visionario, pero no el control del trance. La
transferencia escénica es de carácter patético, y la iniciación poética fabrica una imagen del pensamiento
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
que se produce en el trance y a través del éxtasis. La puesta en escena que imaginamos podría encontrarse
desconfigurada del medio, pero solo en parte, con indicios o registros del medio y de la sustancia, con-
cebida como una mónada mítico-poética donde lo poético trabaja con la fábula en formación, mientras
que lo mítico funciona por estructuras sensibles de un antiguo panteísmo. Perlongher ha sido crítico de la
disciplina del Daime como estructura de poder para la exploración visionaria, no obstante, ha creído que
de su práctica provenía una experiencia antioccidental y antimoderna. Desmontando las «modas esotéri-
cas urbanas», tan poco efectivas para una experiencia de lo común-ritual y tan proclives a religiosidades
accesorias, Perlongher pensaría tanto en un retorno al medio como en una elaboración en caverna. Tal
vez se trataría de una síntesis sincrética entre ambas, pero siempre de una alta provocación a cualquier
percepción racional urbana moderna.
Comprendemos entonces que la dimensión de la liturgia es central para experimentar esta puesta en
escena, sobre todo porque está implicada en «la liana de los muertos» mezclada con «la hierba del diablo»,
base del éxtasis de las mirações y de la eficacia escénica de los efectos, que fabrica un «frenesí visionario»,
en una ascesis que el poeta entiende como «forestal». Todo indica que la liturgia requiere de la envolvente
selvática, de sus visiones y sonoridades, de sus ritmos sonámbulos o hipnóticos, de sus cantos que guían
las mareaciones como vectores sanguíneos de distribución de la sustancia y como modos de respiración
que introducen un ritmo primero escénico del cuerpo hipnótico. Cuerpos ritual y litúrgico aparecen
como la duda suspendida entre la distinción y la disolución, entre las figuras claras y el tumulto, entre la
embriaguez y la visión transformadora del mundo. No vería, en esta práctica escénica, ninguna huida de
la praxis política descolonizadora.
EF: Por su estructura y composición, el Auto Sacramental se sirve de medios expresivos y a la vez «poéticos y
espectaculares» (Arellano/Duarte), pero, sobre todo, de la alegoría (una «metáfora continuada», de acuerdo con
Quintiliano o con Hernando Ruiz de Alarcón): del «mecanismo alegórico», que hace posible la articulación
física, mecánica o maquínica, de leyendas e historias mitológicas. Esencial a ese mecanismo es la bifurcación
alegórica en un plano llamado historial y otro llamado teológico o propiamente alegórico, un modo apto para
formular «verdades incomprensibles», imposibles de expresarse a través del «lenguaje humano». Adentrándose
en el complejo universo de los emblemas y «jeroglíficos» del Renacimiento y del Barroco, el mecanismo alegórico
distingue dos modalidades: allegoria in verbis o retórica, y allegoria in factis o «interpretación simbólica de los
sucesos históricos», en especial del Antiguo Testamento: «lo invisible espiritual se hace visible en escena a través
de su encarnación alegórica», corporiza el poema o la poesía, «y el paso de uno a otro plano se produce en el
desciframiento de la analogía», admitiendo no solo historias legendarias, sino también argumentos extraídos «de
la mitología o la fantasía poética». Bifurcación, en fin, que rompe con la apariencia inmutable de los espacios
sacramentales —sub specie æternitatis— y produce una especie de duplicación o de «potenciación proteica», de
«transmutación» de los espacios. En el Auto de Perlongher, y ante una diseminación, disolvencia o desaparición
del universo analógico que sustenta el sistema metafórico-alegórico, jeroglífico, del Auto Sacramental barroco,
¿subsistiría, de alguna manera, como espectáculo, la máquina o el «mecanismo alegórico», en el exterior o en el
afuera de un universo simbólico surcado de mitologías, pleno, si no como apuntala Benjamin en su trabajo sobre
el Trauerspiel, como un cuerpo descoyuntado, disjecta membra de la alegoría, o más radicalmente, teatro de la
crueldad? ¿Cómo se expresaría, sino, sacramentalmente, esa encarnación, esa «corporización»?
AC: Perlongher oscila, en su obra poética, entre un «decir en exceso» y un «decir sin decir». El Auto Sa-
cramental como obra inconclusa puede indicar la superposición de ambos vectores. El primero, portador
de la imaginería de la «encarnadura» del cuerpo pleno en su literalidad más paródica que simbólica; y el
segundo, como generador del «indicio» o elipsis, en sus usos tanto de elipsis faltante como de equivosidad,
más cercano a un cuerpo descoyuntado. Se dirá entonces que al poeta le importan por igual la encarna-
dura y la interpretación de los efectos, el cuerpo pleno y los disjecta membra de la alegoría moderna más
cercana al surrealismo. Cuerpo y efectos sin causa visible, pero con interpretación indiciaria, formarían
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
parte de esta maquinación alegórica resuelta de manera paradojal: se trataría simultáneamente de «verlo
todo» y de «ver solo en parte». Perlongher se interesaría tanto por ese «ver excesivo» propio de la sinestesia
englobante de los símbolos de impronta popular, aunque tal vez desviados o bifurcados, como por ese
«ver sugerido» propio de lo cifrado del palimpsesto de la historia natural, como si dijéramos que enfrenta
simultáneamente un ver a plena luz y en claroscuro. Lo que resulta evidente hasta aquí es que «decir» y
«entre-decir», que «ver» y «entre-ver» son problemas que atraviesan el modo de esta puesta en escena,
porque ya lo han sido de la poética y de la ensayística de Perlongher, y porque el poeta no cesa de pensar
la praxis política como la invención de un mundo.
Lo visible y lo invisible formarían parte de la escena como retórica deíctica e interpretación simbólica
de los sucesos históricos con las particularidades propias con las que los abordaría el poeta. La retórica,
en el Auto Sacramental do Santo Daime, elabora, como hemos dicho, los tropos indirectos, los invertidos
y las figuras de pensamiento, mientras que la interpretación simbólica de los sucesos históricos aparecería
por indicios de falta o de equivosidad propios de los efectos del artificio paródico, que iría menos hacia la
analogía simbólica que hacia los restos elípticos significantes e interpretables. Perlongher nunca abandona,
como Baltazar Gracián, la doble serie del deseo y de la historia en su concepción poética, que al fin perte-
nece a la «doble modalidad alegórica barroca», aunque ampliada al placer del objeto tratado por agudeza
e ingenio estilístico. Sin embargo, la captación visionaria de un espacio —sub especie aeternitatis— podría
atrapar la concentración perceptiva propia del trance en un cuadro ritual en el que la sustancia toma la pa-
labra, al igual que el cuerpo descoyuntado de los indios u originarios, como personajes escénicos, permiti-
ría expresar la alegoría moderna más cercana a un teatro de la crueldad: teatro del gran exterminio colonial
que retorna como el veneno sutil bajo la forma del éxtasis como una violencia indirecta y visionaria que
anticipa el exterminio y que se cuela en el modelo de dominación. Esta puesta paradojal, en dos sentidos a
la vez, podría tal vez expresar, de manera cabal, el carácter corrosivo y ritual de una puesta sincrética como
la de los Autos Sacramentales finalmente prohibida en la historia.
EF: Por una parte, un aspecto que fascina y hace soñar a Perlongher: la riquísima escenografía, con esos ca-
rros alegóricos que despliegan, de manera cada vez más artificiosa y compleja, escenas, tablados, tramoyas y
«apariencias» (Arellano/Duarte); los vestuarios miméticos y los alegóricos, como las pieles que identifican a los
«salvajes»; la música, los «himnos», las danzas y canciones populares, los sonidos de cascabeles que convierten a
los Autos Sacramentales en «verdaderos oratorios u óperas sagradas». Y por otra parte, más allá de este «espacio
escénico», materializado en el escenario, el «espacio dramático» que ofrece «un admirable despliegue de espacios
ideales» creados por medio de «recursos verbales de implicación espacial como la deixis, el decorado verbal y la
ticoscopia —descripción de acciones fuera del escenario visible—», produciendo, más allá del espacio «histo-
rial», un espacio «místico», de espacios mágicos, fantásticos, visionarios y sobrenaturales a través de una «téc-
nica de visualización conceptual» que proyecta en escena las imágenes concebidas por el personaje, «psíquicos»,
«taumatúrgicos y oníricos». Todo ello en una proyección que hubiera atraído a Perlongher en su investigación
inacabada, vistos los fines místicos, mágicos, visionarios, taumatúrgicos y oníricos del Auto Sacramental do
Santo Daime. Y me pregunto: ¿esa dimensión visionaria y alucinatoria asociada al Auto Sacramental barroco,
mucho más conceptual y mental que la sola exuberancia que asociamos habitualmente al «barroquismo», y que
puede vincularse incluso a las máquinas mágicas barrocas, como las del padre Athanasius Kircher —linterna
mágica o cámara oscura, por ejemplo—, no ocuparía un lugar esencial en la maquinaria teatral del Auto, aso-
ciándose vegetativamente a las visiones mismas de la ayahuasca, generadas por la planta en una suerte de teatro
de teatro onírico, de teatro mental y «jeroglífico» semejante al descrito por Frances Yates en sus investigaciones
sobre el teatro isabelino, Shakespeare y el teatro de la memoria?
AC: Creo que Perlongher recupera, en el final de su obra poética, la fuerte línea trazada por Juana Inés de
la Cruz, lo que lo llevaría a trabajar en el espacio escénico de modo inseparable entre un espacio visiona-
rio y sobrenatural, de fuerte carácter onírico, que se proyectaría hacia un teatro mental que opera entre
el jeroglífico y la memoria. Podría pensarse que sus procedimientos no prescindirían de una «ticoscopia
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
sobrenatural» y de una «taumaturgia onírica», donde se reúnen en la escena no solo figuras corporales,
sino de pensamiento conceptual y mental. Sin duda se movería en la tradición escénica entre el teatro
isabelino y el teatro shakesperiano, utilizando todos los dispositivos protocinemáticos, como la linterna
mágica o la cámara oscura. No hay que olvidar el explícito interés de Perlongher en Primero Sueño y en
el Magna arte de la luz y la sombra. En 1646, es editado en Roma el libro más influyente sobre los dispo-
sitivos de luz experimentados en tiempos de Juana Inés. Se trata del Magna arte de la luz y la sombra, de
Athanasius Kircher. Las páginas del libro están recorridas por minuciosos dibujos de instrumentos y de
procedimientos de percepción y de proyección. Desfilan linternas mágicas, espejos irregulares que produ-
cen todo tipo de anomalías ópticas, complejos relojes magnéticos y solares, minuciosas descripciones de
anamorfosis, autómatas, estatuas parlantes y cámaras oscuras que proyectan figuras sobre paredes y techos.
Texto que irrumpe en un mundo en el que la luz es metáfora de la sabiduría divina, al considerar todo
«conocimiento como luz» y cualquier experiencia intuitiva, por la capacidad de ver, como una indagación
de «la luz en la luz». Para las creencias dogmáticas, Dios es la fuente de luz, que es revelada al mundo de
los ángeles como un espejo de luz sin mediaciones, y al hombre, en los dispositivos que este inventa, por
el claroscuro de las sombras. El Auto Sacramental do Santo Daime aprovecha, en su escritura poética, esta
concepción precisa de la luz y la sombra proveniente de las lecturas que Juana Inés realiza sobre Kircher,
aunque la imaginamos de un modo descolonial por el uso de la sustancia andina-amazónica y sus efectos.
El saber de los dispositivos de luz de Kircher es la más compleja indagación de la ciencia jesuítica y de
los conceptos de la época porque proponía un campo experimental para la fabricación artificial y mental
de imágenes. Los estudios anteriores que convergen en este libro habían servido para la descripción y el
funcionamiento de los relojes de sol a través de los reflejos de la luz y de los conocimientos de hermética,
medicina y botánica que comprendían una analítica de las partes en el funcionamiento de las criaturas.
Kircher reveló la gravitación de las fuerzas invisibles expresadas por el prodigio del magnetismo y sus efec-
tos en las cosas humanas. Por la gestión del editor Ludovico Grignani, la obra de Kircher llega a América,
en especial a los monasterios jesuíticos, como el núcleo de una Summa conceptista compuesto de retórica
y estética. La catóptrica mezclada con el hermetismo que propone Kircher conduce el mundo de Juana
Inés a tratar con los misterios de la luz y la sombra, como experiencia finita y material de un conocimiento
concreto de las cosas singulares. Sin embargo, este conocimiento resulta inseparable de la variación con-
tinua de los fenómenos y la producción infinita de sus efectos tratados por la ciencia natural de la época.
Kircher conoce la obra más radical de la filosofía que le antecedió: Que nada se sabe (1581), de Francisco
Sánchez, donde el médico judío reclama una ética de la vida, que no se prolonga en escritura como en
Sócrates, ni en silogismos ni en universales como los reclamaba la Escolástica, sino en experimentaciones.
Los prolegómenos de esta ética niegan la sustancia de los universales en favor de la experiencia sensible
y concreta del saber de los fenómenos. Sánchez provoca la duda y sospecha de los «estudios humanos»
porque desea desmantelar el tomismo aún dominante en ellos, sosteniendo un acceso a las cosas de la
Naturaleza por el juicio sin demostración. Este es el epicentro de la justa tesis del poeta uruguayo Roberto
Echavarren acerca del escepticismo de Juana Inés en Primero Sueño, que proviene de esta atmósfera crítica
de su época.
En esta defensa del juicio experimental, la poetisa busca su autonomía en estudiosos como Kircher, que
reconocen una tradición hermética bajo cubierta —mixtura de sabidurías egipcia, asiria y persa con las
filosofías epicúrea, atomista, estoica y escéptica— que logra expresar, con la mezcla de tradiciones, formas
de conocimiento que el poder del Santo Oficio no puede neutralizar. Se trata, para Sánchez y Kircher,
de examinar las cosas: los mecanismos orgánicos del cuerpo y los dispositivos de luz. Ambos recuperan la
tradición de Lucrecio y, por vías de este, la de los escépticos antiguos como Sexto Empírico, que saben que
las cosas son juzgadas en su aparecer por la intuición de los simulacros. Para Juana Inés la luz no es chispa
divina, sino un complejo dispositivo de iluminación que presenta imágenes al entendimiento por una
potencia o facultad de imaginar que recoge la impresión de los sentidos. Del mismo modo, Perlongher
piensa y trata el primer carro alegórico de su Auto Sacramental. Juana Inés de la Cruz hace de esta intuición
del conocer por sí misma una ciencia poética en la que las palabras son desencajadas de la tradición y aco-
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
modadas a su placer en la lectura de los fenómenos, para volver la mirada hacia los dispositivos y juicios
de observación de la Naturaleza. Los fenómenos ampliados al placer de la experiencia son considerados
individuos concretos singulares. Son, para la poetisa, imágenes mentales de criaturas «sublunares» que, en
el reverso categorial de las «especies» de Aristóteles, solo permiten una aproximación nominal a las cosas.
Es el trayecto de Okham, Sánchez y Kircher en el que se hace posible conocer la Naturaleza de las cosas
por sus proyecciones; simulacros, fantasías y fenómenos, para volver inseparables el cuerpo y el alma en el
conocer de la experiencia. Creemos que el dispositivo de proyecciones vincularía el siglo xvii con nuestra
contemporaneidad y sería inseparable, por estas razones, del Auto de Perlongher.
El cuerpo de la experiencia es simultáneamente un mecanismo de recuerdos y un arte del olvido. El
alma es una aproximación tentativa hacia las cosas por la intuición de la experiencia del cuerpo. Ni Pla-
tón ni Aristóteles podrán ser sostenidos como pilares de la experiencia y el juicio de la ciencia poética de
este nuevo saber de la intuición sin demostración. Los dispositivos de luz indagan, entre el corpúsculo y
la onda, la luz física. Las imágenes que aparecen en El sueño son inseparablemente luz y materia. Mejor
aún, son simultáneamente materia-luz y un tratamiento de las cosas por los artificios de luz. Una misma
materia-luz recorre tanto el poema de Juana Inés de la Cruz como la obra poética final de Perlongher,
dejando atrás la concepción de la luz en Platón y sus efectos posteriores. Por ello, el poema Primero Sueño
comienza con el dispositivo de la alegoría de la caverna platónica y lo desmantela desde dentro para plan-
tear un nuevo dispositivo propio de la ciencia natural. Para esta nueva ciencia, los humores del cuerpo son
inseparables de los simulacros que pertenecen a la materia del mundo. Dice El sueño:
tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no solo no empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa
y aquésta, por custodia más segura,
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
grabó tenaz y guarda cuidadosa,
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas.
En esta tradición escéptica, la luz es inseparable de la materia y de la intensidad paradojal del aparecer.
Lo infinito del mundo y sus detalles abren aún más la paradoja y la conflictividad de las cosas singulares.
La angustia muerde el alma y el cuerpo que se disponen ante la vacilación del aparecer. La luz escribe el
jeroglífico de «la ebúrnea figura» como la convoca la poetisa. Al misterio de la materia no se accede, pero
sí al renovado tornasol de los fenómenos en variación continua, que van del simulacro a la fantasía por el
juicio de la imaginación sin demostración ni teleología.
De la ataraxia antigua a la ciencia natural, de Sánchez a Juana Inés, sabemos que no hay contemplación
directa de las cosas que no pase por los dispositivos que median las experiencias. Esto restringe cualquier
idea del infinito trascendente, aunque no la inmensa proliferación de dispositivos de conocimiento sobre
la variación continua sensible del infinito inmanente. Cierto es que «del infinito no hay ciencia alguna»,
como dice Sánchez. Pero del infinito alucinatorio perceptivo habría puesta en escena alegórica como lo
plantea el Auto Sacramental barroco. Para conjurar el infinito trascendente, es necesario enfrentar por el
juicio y la expresión el infinito mundo del perpetuum mobile inmanente. Se trata de describir el variado
aparecer de los fenómenos sin reducirlo a categorías esenciales y universales. El siglo xvii, como epicen-
tro del mundo clásico, no abandonará el infinito inmanente como experiencia material y espiritual. Este
infinito inmanente es abordado por Juana Inés en los dispositivos y procedimientos de materia-luz que
proporcionan en la variación de los fenómenos, del mismo modo que el Auto de Perlongher volvería sobre
los dispositivos de materia-luz entre el cuerpo material de los fenómenos de Juana Inés de la Cruz y el
cuerpo místico de San Juan de la Cruz.
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
Juana Inés sabe, por su rica biblioteca, que la luz se une al magnetismo y que los dispositivos de pro-
yección de imágenes y de espejos permiten acceder al perpetuum mobile del aparecer, porque los jesuitas
consideran los problemas de la luz y el magnetismo; de la luz y la proyección; de la luz y los reflejos como
metáforas del amor y símbolos que explican la autoridad divina: la del emperador y la de la jerarquía
eclesiástica. El Museo del Colegio Romano de Kircher es considerado, en Europa y en América, como un
gabinete de maravillas de proyección, de obeliscos egipcios y de animales disecados. Conviven en este los
autómatas con las máquinas de proyección, las anamorfosis con los espejos deformantes. Este inventor
del theatrum mundi también lo era de espectáculos visuales que se exponían como una filosofía y ciencia
de la Naturaleza artificial. El libro de Kircher Magna arte de la luz y la sombra circuló como una pieza
esclarecedora para los «estudios humanos», entendidos por el mundo eclesiástico como «sacramentos de
la Naturaleza». El centro de su énfasis está en mostrar la transformación que producen los espejos y las
proyecciones de imágenes. Esta especulación experimental proviene de la filosofía medieval que no cesó
de preguntarse por el tipo de imágenes que estos dispositivos generan, para saber si se trataba de cuerpos,
de sustancias o de accidentes, y cómo obraba la luz, la sombra, el color en estos para acoger las formas. El
«asilo raro» de «cristalino portento» en el que indaga El sueño es la novedosa ciencia de las proyecciones. El
libro de Kircher no describe los dispositivos de luz sin exponer una hermética simbólica que había cono-
cido la espectacularidad en el Museo del Colegio Romano y que se constituyó en un espacio de prodigios
y de ingenios entre 1647 y 1689, hasta que Leibniz lo visita, después de la muerte de Kircher, cuando ya
se encontraba en vías de desaparición.
Los dispositivos de espejos y de proyección se encuentran bajo observancia porque el tipo de imágenes
que fabrican ocupan el mismo espacio que el cuerpo del espejo o de las partes del dispositivo de proyec-
ción. En clave de una lectura de Aristóteles, la filosofía medieval supo indicar que este tipo de imágenes
no son del orden de la sustancia, sino del accidente. Esto quiere decir que no están en el espejo o en la
superficie de proyección como si se tratara de un lugar, sino como si se tratara de un sujeto. Para esta
tradición, las imágenes son concebidas como insustanciales: como aquello que no existe por sí mismo,
sino por alguna otra cosa. Dado que no son sustancia, las imágenes de este tipo son «seres especiales», que
no tienen realidad continua, sino que son engendradas a cada instante según el movimiento o presencia
de quien las contempla, y de la luz creada siempre de nuevo según la presencia de lo alumbrante. El «ser
especial», como imagen de proyección, es una continua generación no de sustancia, sino de artificio, que
es en un sujeto no como cosa, sino como una «especie de cosa». Pensamos que este es el centro de la pre-
gunta escénica de Perlongher, porque toda la propuesta del Auto Sacramental es la de producir un «ser
especial» como fabricación de los efectos de la sustancia. Para pensar en esta dirección, se requiere —como
sostiene Echavarren en el «Prólogo» a El sueño (2014), de Juana Inés de la Cruz— de los escépticos anti-
guos y modernos para entender que «la luz se muestra a sí misma y también a lo que está iluminado, del
mismo modo que la fantasía, la facultad humana que presenta imágenes al entendimiento, se muestra a sí
misma y también a las imágenes que produce». Solo los experimentos herméticos y de la ciencia natural
cuestionan la intuición intelectual pura para dar lugar a la intuición sensible. El más preciso dispositivo
de «apercepción» será, sin dudas, el de Kant, al sostener un sentido interno sin esencia que se correspon-
de con la luz física o la materia-luz. El poema Primero Sueño avanza radicalizando este sentido interno
hasta poder decir, en una concepción escéptica, que la imagen es simultáneamente la materia-luz y un
tratamiento de la materia-luz por el artificio. Del mismo modo, obra el movimiento de la poética de Per-
longher hasta la concepción del Auto Sacramental. Esta afirmación nos permite pensar que hay identidad
entre imagen, materia y movimiento. Esta es la posición más extrema que el escepticismo introduce en
el siglo xvii proyectando en «tensa superficie» cosas singulares de materia-luz que recorren las apariencias
para la visibilidad, cuya esencia vacía coincide con su darse a ver como potencia. De este modo, el «ser es-
pecial» de los espejos y de las proyecciones medievales coincide con el dispositivo que lo hace visible. Este
dispositivo finalmente es interiorizado en un sentido interno sin esencia. Pero habrá que considerar que
el intervalo entre proyección y percepción es lo que los poetas medievales llamaron «amor». Si el intervalo
se dilata entre proyección y percepción, entre percepción y reconocimiento, la imagen sería interiorizada
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
como fantasma, y el amor caería en la psicología. Juana Inés evita esta caída por una intuición sensible de
este sentido interno y una percepción atenta de la variación del mundo. Perlongher valora el sentido de la
fuerza impersonal que proviene del mundo material por sobre cualquier experiencia subjetiva imaginaria.
Esta imagen, en la que indaga Primero Sueño, vuelve coincidente el ser y el desear en el intervalo en el
que se abre el amor, para mostrar, al unísono, el rostro de la humanidad y la maquinaria del mundo sin
síntesis teleológica alguna. El poema nada concluye, solo revela la atenta navegación del sueño implicado
del mismo modo que el inconcluso Auto Sacramental do Santo Daime. La imagen como «ser especial»
permite amar a otro como a las cosas del mundo deseando perseverar en su ser. El «ser especial» de la
imagen en tiempos de Juana Inés ya se había transformado en espectáculo, con el riesgo de una separación
interna del amor por el triunfo de los celos y de los resentimientos. La minuciosa política persecutoria y
punitoria del Santo Oficio es la más portentosa lógica de los celos, acentuada por la indagación del mundo
como espectáculo de la mostración de la fe, imaginada como una calle de mano única. El dispositivo de
luz que Juana Inés utiliza en El sueño conjuga espejos y proyecciones de imágenes sin olvidar el poder que
los relojes de sol tenían para la ciencia nueva, representados, a menudo, como obeliscos egipcios o como
el Faro de Alejandría para mostrar el orden del nuevo tiempo al que alude el poema. Kircher recuerda
que los nuevos dispositivos ópticos, como telescopio y microscopio, sacan a la luz lo escondido desde las
tinieblas —como ficciones de la visión—, tal como lo sugiere Sánchez, para presentar los fenómenos, que,
a su juicio, pertenecen a una secreta armonía inaccesible en la máquina del mundo. No parece posible
un Auto Sacramental contemporáneo como el de Perlongher sin una aguda indagación experimental en
la puesta en escena del conjunto de estos dispositivos que unen el convulsionado siglo xvii con nuestra
perturbadora contemporaneidad. El poeta saca partido de un anacronismo de las imágenes y de los dispo-
sitivos en su propia concepción alegórica al igual que de la prosopopeya.
EF: Se plantea una interrogación sobre el significado de una pieza disidente, heterodoxa y herética, en la que
una planta demoníaca y alucinógena se revela como avatar del santo Sacramento, más de tres siglos después de
que un déspota ilustrado decretara, en 1765, la prohibición «absoluta» de los Autos Sacramentales. Me pregunto
qué tan disparatado sería introducir en la puesta en escena una serie de elementos rituales amazónicos, como
intenté hacerlo en mi libro Etnobarroco: rituales de alucinación, emprendiendo una deriva a partir del texto
fragmentario de Perlongher, surcando los ríos y las selvas de la Amazonía en una búsqueda de ícaros y cantos,
de recuentos de experiencias vinculadas no únicamente a las visiones, sino también a los aspectos más físicos
del ritual —como sucede en el Sueño, de sor Juana, citado por Perlongher al final del fragmento del Auto, e
inspirador de posibles lecturas y representaciones. («El sueño, maestro de representaciones», escribió Góngora).
Lo físico y lo fisiológico; el ritual descendente y destructivo y no solo la visión mística; los cantos, los susurros, los
soplidos; los rituales de los vegetalistas; el rumor de la selva y de los ríos; el humo y el aroma del tabaco fuerte,
y el frotar rítmico y percusivo de la chapada. No como algo expresado en el fragmento remanente del Auto,
sino como una conexión o un despliegue, como una continuación o una fuga (en el sentido musical barroco
desplegado por Claude Lévi-Strauss en sus combinatorias selváticas-musicales-mitológicas), distinta a la que
podríamos «componer» a partir de los ensayos de Perlongher sobre la poética del éxtasis y los rituales del Santo
Daime. Otras apariciones, ligadas al «primitivismo», a las etnopoéticas y a las poéticas rituales, pero también a
otras «lúmpenes peregrinaciones».
AC: Perlongher podría pensar en una línea de fuga de la puesta en escena teatral que el propio Auto Sacra-
mental barroco poseía. Creo que desplazaría la escena hacia un anacronismo «primitivo» como parte del
dispositivo de luz de la ciencia natural barroca, en el que irrumpiría la experimentación vital de corte et-
nopoético. De esta manera, escaparía al espacio teatral convencional con sus reglas previstas en la moder-
nidad. Se movería entre el sueño y la experiencia «vigilámbula», donde se pondría en juego la dimensión
física transformadora propia de la presentificación que atravesaría la representación. Como si dijéramos
que la experiencia visionaria pudiera perforar la puesta en escena teatral como ritual vital. En Perlongher,
cualquier acto poético es finalmente un acto político, porque opera simultáneamente sobre la precariedad
Gramma, 2021, vol. 32, núm. 66, Enero-Junio, ISSN: 1850-0153 / 1850-0161
significante de la forma para hacer aparecer la insistencia de las fuerzas. En el despuntar de la letra poética
o ensayística, el pensamiento irrumpe por las llamadas «figuras de pensamiento» y por la práctica de la
écfrasis (como relación entre lo decible y lo visible) para producir una escritura insurrecta e indomesticada
del lado de las existencias menores y nunca reclamando autenticidad del injerto producido. De cualquier
modo, el poeta utiliza el material poético o ensayístico para liberar formas del pensamiento político, a ve-
ces cifrado en la faz de la naturaleza histórica, otras veces como anomalía expresiva en la condición de una
práctica vital. Perlongher ha seguido una política de los cuerpos tanto como una poética de la vida para
perforar la lógica colonial de las vanguardias bien comportadas y de las lenguas nacionales como matrices
dominantes sobre la tierra y la figura. Deshizo cualquier sustancia del origen, del destino, del sujeto y del
objeto, hasta poner en su límite la tradición de la lengua materna. Hizo propia la frase de Lezama Lima
«deseoso es aquel que huye de su madre», haciendo de sus primeros exilios el de la lengua materna y el de
la ley del padre. Podrá decirse que el Auto Sacramental do Santo Daime es la búsqueda del gran exilio sin
herencia en el territorio barroso de nuestras landas bárbaras, un exilio andino-amazónico, y, por ello, un
extraordinario artificio sobre la catástrofe colonial sobre la tierra baldía del Cono Sur. El poeta no cree que
nombrar sea decir lo verdadero, sino conferir a lo que es nombrado el poder de hacernos sentir y pensar
en el modo en el que el nombre llama a la presencia una subversión de la identidad y del poder. Una fuga
y un impromptu atraviesan las figuras de pensamiento del poeta, inseparables del ritornello propio de una
poética ritual o de una etnopoética.
Ante el Auto Sacramental nos preguntamos: ¿se trata de una creolización insular o de un travestismo de
las apariencias? El nombre que llama a la presencia ha nacido siempre del vulgo, siempre impuro, marrano,
bastardo, impropio, como callejero decir de cualquiera y de todo el mundo. Decir de lo no depurado de
los subalternos que nunca limpian los extranjerismos, tanto de las incorporaciones antropofágicas como
de los desprendimientos estamentales mezclados con estas. Podrá decirse que Perlongher es la encarnadura
contemporánea, intuida por Ángel Octavio Álvarez Solís, de aquel Juan de Valdés que, en su Diálogo de la
lengua (1535), reclamaba un destino de mezclas bastardas para nuestra América. Perlongher escribe, en su
poema Tuyú (1981), como parte de un método de composición de las series históricas,
… las lenguas vivas lamiendo lenguas muertas
[…]
ese lenguaje de la historia
cuál historia?
si no se tiene por historia la larga historia de la lengua.
«En» y «por» la lengua, corre la insubordinación plebeya de los cuerpos contra cualquier forma impues-
ta por los Estados. El barroco plebeyo y caído, cuerpo a tierra como lo han llamado, heredado en nuestro
Cono Sur, no es el rechazo de la ensoñación, sino el enfrentamiento contra la lengua-madre como matriz
de estabilización y la ley del padre como patrón de reproducción. No hay en la obra del poeta ninguna me-
taforización orgánica sin «historia natural» de los artificios propios de la historia. Todo parece prolongarse
en la obra de Perlongher más allá de lo orgánico hacia la frágil telaraña del sentido inorgánico propio de
los parricidios textuales. Este movimiento no implica decir que sus lúmpenes peregrinaciones dejaron de
experimentar etnopoéticas rituales, que podrían unir las formas disidentes del hambre y del sueño ameri-
cano, entre la sierpe gongorina y la revolución de Glauber Rocha, entre los tristes trópicos de Levi-Strauss
y la antropología política de los cantos rituales de la palabra luminosa guaraní de Pierre Clastres.
En la línea de Caliban, el barroco americano es el canto del monstruo donde «Algunos deben velar
mientras otros duermen / Así el mundo sigue su marcha», como escribe Shakespeare. Se trata de sueños
implicados en anamorfosis que se despliegan conservando su secreto. Plica ex plica de espejos y proyec-
ciones en las Soledades gongorinas para inventar un autómata hiperbólico en las resistencias infantiles,
femeninas, volubles, anómalas… Política escénica que hace aparecer un animal iluminado en las nuevas
regiones: un animalaccio artificial y estilístico que no olvida la fuerza terrestre de los rituales de alucina-
ción, inseparable de un sustrato fónico impuro, siempre coloquial, siempre popular, que pasa del humor
al gozo, en experimentaciones implacables sin programa.
Enrique Flores y Adrián Cangi AUTO SACRAMENTAL DO SANTO DAIME,DE NÉSTOR PERLONGHER, SEGUIDO DE...
en medio de la cena, el cuy: carne y sangre de dios, carne y sangre de cuy: el nuevo pacto: o Jesús come
cuy o no puede ser dios. Trasmutación ejemplar por exceso de la carne. La naturaleza impone el nuevo
rito, la nueva cena barroca: la transfiguración de lo divino por la carne del animal, el Nuevo Banquete. Del
barroco luminoso de Lezama Lima al terroso y cuerpo a tierra de Perlongher, ha insistido en la experiencia
americana una insumisión de la gramática a través de una invención de cuerpos y de expresiones que se
presentan en exceso y como excedente, en injertos prodigiosos entre la Sierpe de Góngora y la resistencia
de Juana Inés Ramírez de Asbaje.
Los grandes poetas barrocos son nuestros profetas plebeyos que trazaron un Puente de Plata al unir la
Sierpe gongorina con la Semilla de la revuelta de Juana Inés en injertos prodigiosos para hacerlos convivir
con las criaturas que surgen de las nuevas regiones. Atentos a las palabras del vate luminoso, supieron que
la serpiente emplumada de mil máscaras del Popol Vuh no responde a ninguna «mímesis», sino a una «fic-
cionalización» empedernida en realizar adecuaciones, interpolaciones y paralelismos hechos por copistas
aguerridos, jesuitas irritados y graciosos filólogos españoles del siglo xviii, que supieron importar lejanías
eruditas y mezclarlas con cercanías caprichosas para sembrar complejos terribles en lo americano de pa-
ralelismos universales que habrían de vivirse en encarnaduras excesivas de sensibilidades más ricas que las
del sujeto escópico eurocentrado.
Notas
*Enrique Flores es doctor en Letras por El Colegio de México e investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas y
docente de la Universidad Nacional de México.
**Adrián Cangi es doctor en Sociología y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Director de la Maestría
en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas de la Universidad Nacional de Avellaneda.
Reseñas
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030041/
Datos de la Obra
estética pueda realizarse como si dijéramos “de golpe”, en la primera mirada, sin
necesidad de una paciente investigación» (Guerrero, 1995, pp. 225 y 226).
Bien, es precisamente una especie de «euritmia» neobarrosa el efecto de
recepción que yo descubrí, experimenté, viví, con esta bella e intensa obra de
arte literaria y filosófica que es Pestilencias. Así me resonó ya en mi primera
aproximación, como lector gozosamente saltarín, antes de modular una escucha
atenta en disposición de explanación «paciente». De la «euritmia» coral que
compone este abigarrado y bramante encordado textual, ahora voy a palpar solo
unos pocos cabos.
Con enjundia y hondura, Alejandra González nos sitúa ante un Señor Barroco
no solo descentrado, sino trastornado por el carnaval funesto al que asiste
absorto, en una sucesión de cuerpos enfermizamente famélicos que, no obstante,
sucumben a una inaudita pasión antropofágica. El orden colonial feminiza
a América y mestiza bestialmente, perversamente, sus poblaciones originarias
sobrevivientes a la inicial guerra bacteriológica que propició la apropiación
imperial. Denuncia la in-habitación del continente sublimado vilmente en
naturaleza o bajo la desaparición de los vivos en los entresijos de sus estratos de
tiempo heterogéneo. Convoca, en este plano, a des-organizar los cuerpos, en el
sentido de «volverlos inorgánicos». Alejandra González muestra que, contra
[l]a territorialización de la conquista (con sus espacios no vacíos, sino vaciados) con
su universalidad espacial y sus geógrafos, y la temporalidad unilineal y progresiva de
sus historiadores, el Señor Barroco se interroga sobre el cuerpo propio y el social en
la medida en que subvierte las cartografías que definen centros y periferias, adentros
y afueras,
puesto que en estas tierras mira «al sesgo, piensa desde las fronteras,
multiplica tiempos y espacios virtuales y reales, potenciales, abiertos, efímeros y
aplastantes» (2020, p. 27).
Rodrigo Demey inquiere el acontecer de la soledad bajo caución de una
vitalidad espectral que, sin embargo, no puede sustraerse a la inundación aérea
del virus, fantasmal en su cerco global, pero corpóreo en su fragilidad letal.
La peste burla la distinción público/privado y, a la vez, refuerza la ideología
de la asepsia. En sus glosas de Octavio Paz, el autor infiere la noción de un
«barroco excremental», definiéndolo en términos de «un estilo artístico situado
en los orígenes de la sociedad capitalista que se presenta como contracara, como
negación del protestantismo y del capitalismo moderno occidental» (2020, p.
35).
Genealógicamente, Sebastián Cardella recupera la metáfora del desierto
invistiéndola de una potencia analógicamente descifradora de nuestra actualidad
pestilente. Su registro de lectura se detiene en la categoría religiosa de
«espiritualidad», cuyo sustrato bíblico conduce, por la vía del ascetismo
anacoreta, a una prefiguración formal del aislamiento higienista y a su modelo de
purificación sanitarista. Con su tensión constitutiva, en palabras de Sebastián, la
desertificación
[v]uelve a irrumpir y a revelar su profunda contemporaneidad, interrumpiendo
el continuum de lo dado y brindando una nueva visión que nos hace inteligible
el profundo sentido bíblico, cristiano-monástico, que signa nuestro presente
pandémico, con sus abismos y esperanzas, sus clausuras y posibilidades (2020, p. 51).
Referencias Bibliográficas
Notas
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030042/
Datos de la Obra
Notas
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030043/
Datos de la Obra
Hernández, B.; Serber, D.; Giuffré, M. y Ciampagna, L. (2020). ¿Un doble exilio?
Canon, historia y subjetividades en la literatura de exilio: un campo problemático.
Los casos argentinos y español (Beatriz Hernández, ed.). Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Diez Aguas Editores. ISBN: 978-987-29156-5-0.
En el espacio de la Puna, los cuerpos errantes con sus voces acalladas son,
para Beatriz Hernández, la expresión recuperada de la memoria y, a su vez, de la
desmemoria, en el exilio interior.
La segunda parte del «caso argentino» y última del libro es el texto de
Lisandro Ciampagna, titulado «El exilio interior en Daniel Moyano», que
aborda el exilio como trauma en dos novelas de Moyano: El vuelo del tigre (1981)
y El trino del diablo (1988). Ciampagna aclara que se podría objetar que la
primera edición de El trino del diablo es anterior, de 1974, y se distingue de
El vuelo del tigre por no haber sido escrita durante el exilio español del autor
argentino. No obstante, nos recuerda que Moyano modifica El trino del diablo
para expresar la cuestión del exilio y la reedita en España, en 1988. La experiencia
del trauma se puede resolver, tras la travesía espiritual que se relata en sus obras, a
través de la experiencia de la reconstrucción. Estas travesías son viajes interiores y
pueden ser tanto personales como sociales; de esta manera, Moyano expresa que
«el retorno del exilio no depende, en esencia, del retorno a un lugar físico real,
sino de la superación de la experiencia traumática» (2020, p. 148).
Por todo lo expresado en estas líneas, este volumen de ensayos críticos de
investigadores especialistas en el fenómeno del exilio en coyunturas de catástrofe
Referencias Bibliográficas
Notas
AUTORES
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 66, 2021
revista.gramma@usal.edu.ar
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/260/2603030045/
AUTORES
LOS POETAS:
metales (2005); Historia Secreta (2008) y Hospital del viento (2017); su antología
poética Sombras en demolición 2002-2018 (2018); el ensayo Poesía y Psicoanálisis.
Falo/Escritura en Enrique Verástegui (2015); y, como compilador, Ángel con
casaca de cuero. Lecturas sobre Enrique Verástegui (2019). También ha publicado
las antologías 33 poetas del 70 (2005); Asymmetries. Anthology of Peruvian Poetry
(2014) y Aguas móviles. Antología de poesía peruana 1978-2006 (2016). Dirige
el blog y editorial Sol negro (www.sol-negro.blogspot.com) y la revista de crítica
POETIKA1 (https://issuu.com/paulguillen).
RODOLFO HINOSTROZA. (1950-2018, Perú). Fue un reconocido poeta,
escritor, traductor, periodista, gastrónomo y astrólogo peruano. Publicó, en
poesía, Consejero del Lobo (1965); Contranatura (1971); Poemas Reunidos
(1986); Memorial de Casa Grande (2005); Poesía completa (2007); Nudo
Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados (2008); Poesía completa (2013).
En narrativa, las novelas Aprendizaje de la Limpieza (1978) y Fata Morgana
(1995); los libros de cuento Cuentos de Extremo Occidente (2002) y Cuentos
incompletos (2009). En teatro, Apocalipsis de una noche de verano (1988); Wamán
Poma (2005); Camina el Autor (2002) y Teatro completo (2009). En ensayo,
Pararrayos de dios - 20 poetas peruanos (2012). Obtuvo el Premio Internacional
de Poesía Maldoror (1971), el Premio internacional de cuento Juan Rulfo
(1987), etc.
MIGUEL JAMES. (1953, Venezuela). Licenciado en Letras por la Universidad
Central de Venezuela. Poeta, narrador, ensayista, traductor y pintor. Es autor de
los poemarios Mi novia Ítala la come flores (1988); Albanela, Tuttiuti, Blanca y
las otras (1990); La casa caramelo de la bruja (1993); Nena, quiero ser tu hombre
y otras confesiones (1996); A la diosa del mar (1999); Tiziana amor mío (1999);
Para ella es mi canción (2000); Oda a Naomi (2001); Kentakes, poemas para la
reina y otras obras maestras (2003), etc. Ha sido traducido al inglés, al italiano y
al francés. Es uno de los grandes representantes de la poesía venezolana.
JOSÉ KOZER. (1940, Cuba). Autor de una notable producción poética, es
considerado una de las voces más representativas de la poesía cubana del siglo xx.
Ha publicado numerosos libros de poesía, entre ellos, De Chepén a la Habana
(1973); Poemas de Guadalupe (1974); Y así tomaron posesión de las ciudades
(1978); Jarrón de las abreviaturas (1980); La garza sin sombras (1985); El carillón
de los muertos (1987); Carece de causa (1988); De donde oscilan los seres en sus
proporciones (1990), entre otros.
JOSÉ LEZAMA LIMA. (1912-1976, Cuba). Poeta, ensayista y novelista,
considerado, junto con Alejo Carpentier, una de las más grandes figuras
que ha dado la literatura cubana. Encuadrado en el Boom de la literatura
hispanoamericana de los años sesenta, ocupó un lugar singular por su insólito
neobarroquismo, que tuvo su más lograda plasmación en la novela Paradiso
(1966), por su radical novedad y por su fuerte influencia. Publicó, en poesía,
Muerte de Narciso (1937); Enemigo rumor (1941); Aventuras sigilosas (1945);
La fijeza (1949); Dador (1960); Fragmentos a su imán (1977). En narrativa, las
novelas Paradiso (1966) y Oppiano Licario (1977). En ensayo, Coloquio con Juan
Ramón Jiménez (1936); Arístides Fernández (1950); Analecta del reloj (1953);
La expresión americana (1957); Tratados en La Habana (1958); Las imágenes
posibles (1970) y La cantidad hechizada (1970).
el sello romano Fili d´Aquilone editó una antología de su obra poética titulada
Luce sotto le pietre, traducida al italiano por Alessio Brandolini. Entre otros
reconocimientos, ha obtenido el Premio Estatal de Literatura de Baja California
en los géneros de poesía y ensayo; el Premio Nacional de Poesía Tijuana y el
Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.
LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL. (1969, Cuba). Es poeta de una sólida y prolífica
trayectoria. Publicó, en poesía, Unidos por el agua (1997); Los inciertos dominios
del escriba (1999); Bajo el signo del otro (2000); La oración del inquilino (2001);
Aún nos pertenece el otoño (2002); Para no quedar en el andén (2002); Nunca
preguntes por la gloria (2003); No pidas el perdón (2004); Antes que la noche
acabe (2005); En esta extraña circunstancia (2005); No llames en la noche (2005);
Memorial de invierno (2006); La sagrada estación (2006); Un mundo para
Nathalie (2007); Las naves que la ausencia nombra (2008); Conversaciones con
máscara (2009); Hay quien se despide en la arena (2010); Algo parecido a un ciprés
(2011).
Obtuvo numerosos premios, entre ellos, Premio Nacional de Poesía Sed
de Belleza (Cuba, 2001); Premio Internacional Casa de las América 2002 de
Cuba; Premio Nacional de Literatura Eliseo Diego de Cuba 2005; Premio
Internacional de Poesía Bambamarca 2010 (Venezuela); etc.
NÉSTOR PERLONGHER. (1949-1992, Argentina). Se licenció en Sociología e
hizo una maestría de Antropología Social en la Universidad de Campinas, Brasil,
donde residió y ejerció de profesor desde 1985. Escribió para la revista El Porteño.
Publicó los poemarios Austria-Hungría (1980); Alambres (1987); Hule (1989);
Parque Lezama (1990); Aguas aéreas (1990); El chorreo de las iluminaciones
(1992); Lamé (1994) y Poemas completos (1997). Y los ensayos O negocio do
miché (1987); El fantasma del sida (1988); Prosa plebeya (1997); Evita vive e
outras prosas (2001); Papeles insumisos (2004); Un barroco de trinchera. Cartas
a Osvaldo Baigorria (2009) y Correspondencia (2015). Alambres ganó el premio
Boris Vian de literatura argentina en 1987.
BRUNO POLACK. (1978, Perú). Poeta y ensayista. Cofundador del Festival
Internacional de Poesía de Lima (FipLima) y de las editoriales Lustra y Magreb.
En el 2000, fue editor de la revista Evohé. En poesía, ha publicado (Alegorías
hiperbólicas) o las ruedas del beso de Reinaldo Arenas (2003); El pequeño y mugroso
pólack (2007); Poemas médicos (2009); Universal/Particular (2013); fe (2016)
y ¡Ars fascinatoria! (2018). En ensayo, ha publicado El último virrey del Perú
(2017) y Las mujeres que forjaron el Perú (2020). Es magíster por la Universidad
Autónoma de Barcelona y codirige la revista web Vallejo & Company.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ. (1952, Cuba). Licenciada en Literatura
Hispanoamericana por la Universidad de La Habana. Trabajó como redactora de
programas radiales y dirigió la sección de Literatura de la Asociación Hermanos
Saíz. Ha publicado en revistas de América y de Europa, y su obra ha sido traducida
a varias lenguas. Ha sido galardonada con el premio de poesía Julián del Casal de
la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en los años 1980 y 1993; con el premio
Revista Plural, de México, en 1992, y con el premio Casa de las Américas en
1984 y en 1998. Además, en 1999, recibió la Orden de Artes y Letras de Francia.
Publicó varios libros de poesía, entre ellos, Cuando una mujer no duerme (1980);
Para un cordero blanco (1984); En la arena de Padua (1991), Páramos (1993);
Travelling (1995); La foto del invernadero (1998); Te daré de comer como a los
pájaros (2000).
VÍCTOR RODRÍGUEZ NÚÑEZ. (1955, Cuba). Poeta, periodista, crítico, traductor
y catedrático. Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en
Austin, es catedrático de esa especialidad en Kenyon College, Estados Unidos.
Ha publicado diecisiete libros de poesía, casi todos premiados y reeditados,
siendo los más recientes desde un granero rojo (2013); despegue (2016); el cuaderno
de la rata almizclera (2017); enseguida [o la gota de sangre en el nivel] (2018) y
la luna según masao vicente (2021). Alción Editora publicó, en 2015, una amplia
selección de sus poemas titulada El mundo cabe en un alejandrino. Han aparecido
antologías de su obra en otros diez países de lengua española y en traducción al
alemán, árabe, chino, francés, hebreo, inglés, italiano, macedonio, serbio, sueco
y vietnamita. Durante la década de 1980, fue redactor y jefe de redacción de la
influyente revista cultural cubana El Caimán Barbudo. Compiló varias antologías
que definieron a su generación, como La poesía del siglo XX en Cuba (2011). Con
Katherine M. Hedeen, ha traducido poesía tanto del inglés al español (Mark
Strand, C. D. Wright, John Kinsella) como del español al inglés (Juan Gelman,
José Emilio Pacheco, Antonio Gamoneda).
OSCAR SAAVEDRA VILLARROEL. (1977, Chile). Licenciado en Educación y
videopoemista. Becado por la Fundación Pablo Neruda en el 2005 y por el
Consejo de Cultura y las Artes en el 2017 por su libro Montparnasse la
Victoria. Ha participado en encuentros nacionales e internacionales de poesía:
Festival Internacional de Poesía de Medellín; Festival Mundial de Poesía en
Venezuela; Xichang Silk Road International Poetry Week; La semana de la
poesía de Chengdú, China; Mundial Poético de Montevideo; Costa Rica
Poesía, etc. Ha publicado en Anomalías, 5 poetas chilenos (2007); Tecnopacha
(2008); Montparnasse, la Victoria (2012); Una familia y Asia (2018). Realiza
talleres, conferencias y exposiciones en torno a la educación poética, literaria y
experimental en Chile y Latinoamérica.
JAIME SÁENZ. (1921-1986, Bolivia). Poeta cuya obra se desarrolló dentro del
movimiento de experimentación individual subsiguiente al posmodernismo en
la segunda mitad del siglo XX. Entre las obras principales de Jaime Sáenz, merecen
destacarse El escalpelo (1955); Muerte por el tacto (1957); Aniversario de una
visión (1960); Visitante profundo (1963); El ío (1967); Recorrer esta distancia
(1973) y la recopilación Obra poética, que apareció en 1975.
ENRIQUE SOLINAS. (Buenos Aires, 1969). Es escritor, docente, traductor,
investigador y periodista cultural. Desde 1989 colabora con publicaciones
de Argentina y del exterior. Como investigador se especializa en Poesía
Latinoamericana, en Poesía Clásica y en Antologías poéticas. Además, forma
parte de grupos de investigación en Literatura Argentina (CONICET) y
Literatura y Mística en el Simposio Permanente en Literatura, Estética y Teología
(SIPLET).
Por su obra obtuvo varios premios y forma de parte de antologías nacionales
e internacionales, siendo traducido al inglés, al italiano, al portugués, al francés,
al griego, al chino y al rumano.
MALÚ URRIOLA. (1967, Chile). Es autora de Piedras rodantes (1988); Dame tu
sucio amor (1994); Hija de perra (1998); Nada (2003); Bracea (2007); La Luz
que me ciega, en coautoría con Paz Errázuriz (2010); Las Estrellas de Chile para
LOS LECTORES:
televisión por Canal (á). Su obra narrativa comprende las novelas El simulacro
(Premio Jaén); Restos humanos (1991, 1995, 2013); El crimen de Clorinda
Sarracán (2004); Cinco balas para Augusto Vandor (2005); Kriminal tango
(2011) y La búsqueda del tesoro (2014); y los libros de cuentos De mala muerte
(1995); Merece lo que sueñas (Premio Alcalá de Henares); La baraja trece (2009)
y Luna amarilla y otros cuentos negros (2015). Es autor de las antologías El libro
de Buenos Aires (2000); Asesinos (2009); Cuentos para leer los sábados (2016) y El
crimen perfecto (2017). Entre otros premios, ganó el Diploma al Mérito Konex
(2004), el Municipal de Literatura (2014) y el Konex de Platino (2014).
ADRIÁN CANGI. Ensayista, editor y filósofo. Doctor en Sociología y doctor en
Filosofía y Letras. Especializado en Estética por la Fundación Ortega y Gasset.
Posdoctor en Filosofía y Letras (FAPESP-USP). Profesor e investigador de la
UBA, ULP y UNDAV. Profesor regular de Estéticas Contemporáneas. Director
de la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas (UNDAV).
Autor de Gilles Deleuze. Unafilosofía de lo ilimitado en la naturaleza singular
(2011 y 2014); Imágenes del nauagio. Pensar en la caída (2021, en prensa).
Coautor de Filosofía paraperros perdidos. Variaciones sobre Max Stirner (2018,
junto a Ariel Pennisi); El filósofo sarcástico. Max Stirner, el olvidado de la
modernidad (2020, junto a Ariel Pennisi, en prensa); El Anarca. Filosofía y
política en Max Stirner (2021, junto a Ariel Pennisi, en prensa). Compilador
de Linchamientos. La policía que llevamos dentro (2014, junto a Ariel Pennisi);
Imágenes del pueblo (2015); Meditaciones sobre el dolor (2018, junto a Alejandra
González); Vitalismo. Contra la dictadura de la sucesión inevitable (2019, junto
a Alejandro Miroli y Ezequiel P. J. Carranza); Meditaciones sobre la tierra (2020,
junto a Alejandra González); Discursos sobre la servidumbre neoliberal (2021,
junto a Alejandra González, en prensa). Autor de numerosos prólogos a obras de
Filosofía contemporánea. Publicó diversos artículos en libros y en revistas sobre
filosofía, literatura, estética y política. Coeditor de Autonomía y Quadrata de Red
editorial.
SUSANA CELLA. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
Profesora Titular Regular de la cátedra de Literatura Latinoamericana II
(Facultad de Filosofía y Letras, UBA). Fue nombrada Profesora Consulta de la
UBA en 2021. Se desempeña como directora de tesis de Maestría y de Doctorado
en la UBA y otras universidades. Dirige investigaciones en UBA, CONICET y
CIN. Ha dictado seminarios y conferencias en el país y el extranjero. Participó
como invitada en festivales de poesía nacionales e internacionales.
Publicó los poemarios Tirante; Río de la Plata; Eclipse; De Amor;
Entrevero; Incidentes; El Fondo y La fuga del infinito mordido; las novelas
El Inglés y Presagio; el ensayo El saber poético; el Diccionario de Literatura
Latinoamericana, entre otros, además de poemas, relatos y ensayos en Argentina,
Brasil, Chile, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, México, Perú y Uruguay.
Dirigió el Tomo XI de la Historia crítica de la Literatura Argentina. Ha sido
directora, autora y editora de los volúmenes Imágenes, poéticas y voces en
la literatura argentina: fundación e itinerarios y Cuestiones de representación.
Realizó ediciones de poetas y de narradores con estudios preliminares. Traduce
literatura en lengua inglesa. Obtuvo la beca ILE para realizar estudios en
Dublín. Coordina del Departamento de Literatura del Centro Cultural de la
Cooperación. Colabora actualmente en Radar Libros de Página 12.