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Anis Mouad Mezoued
LA ADHERENCIA ESPACIAL DEL TRANVÍA
DE ARGEL AL NIVEL LOCAL
La producción del transporte en general, y del transporte público en
particular, es a menudo pensada y realizada en una lógica de ir del punto A
al punto B, sin considerar lo que sucede entre ambos. Esta lógica es la de
la ciudad moderna, conformada por la división del trabajo y la distribución
de actividades según zonas que deben estar articuladas entre sí (Ascher,
2005). Aún hoy, “la ciudad sigue siendo pensada como un conjunto de
actividades localizadas, siendo el transporte sólo la lamentable aunque
inevitable consecuencia del crecimiento de la ciudad y de la distribución
espacial de las actividades” (Amar, 1993) . Esta visión del transporte como
nexo entre un punto A y un punto B, considerados ambos como lugares y
por tanto como espaciotiempos, concibe la conexión misma entre estos
dos puntos como fuera del espaciotiempo, como un nolugar. Sería un
vacío que o bien debe reducirse aumentando cada vez más la velocidad, o
bien llenarse con algún tipo de distracción o actividad (Amar, 1993). Visto
de esta manera, el transporte se diseña y construye cada vez más en sus
propios sitios, para minimizar las "interferencias" externas y ahorrar tiempo
al ir más rápido. Están, por tanto, cada vez más aislados de la ciudad y de
lo que se relaciona con ella como vida social, actividades económicas e
intensidades urbanas.
Ante esta situación, muchos autores y profesionales proponen repensar la
movilidad y los sistemas de transporte integrándolos en la reflexión sobre la
ciudad. Destacan que la movilidad no es una prótesis externa a las prácticas
urbanas más fundamentales, sino que constituye uno de los elementos
fundamentales de la constitución de la ciudad y de su “urbanogénesis” (Lévy,
2005). Georges Amar, por ejemplo, propone pensar la ciudad misma como
un "sistema de movimiento ", y establecer una ecología del transporte
urbano, es decir, pensar la ciudad como una forma organizada de
movimiento humano (Amar, 1993). La idea es en parte reconsiderar la
fórmula habitual para moverse del punto A al B siguiendo un camino preciso,
y sustituirla por la idea de un desvío. El viaje de A a B ya no está vacío,
sino que puede ser "amueblado" por paradas, encuentros, imprevistos, etc.
Esto implica la idea de multiplicar los “puntos de anclaje” y fortalecer la
adhesión del transporte al territorio y al tejido de la ciudad.
Es una especie de urbanización del movimiento que pasa por el hecho de él
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desarrollar “un lugar pensado en coherencia con la organización del tejido
urbano en toda su variedad” (Amar, 1993).
La llegada de un tranvía a una ciudad es representativa de la voluntad
que muchas veces muestran los poderes públicos de ir más allá del simple
modo de transporte y de participar en la producción de un proyecto de
ciudad. Suele ser una oportunidad para realizar una serie de obras con el
fin de regenerar barrios, reurbanizar el espacio público y, en general,
mejorar la calidad del espacio urbano. Más allá de las preocupaciones de
transporte y circulación que plantea el proyecto de infraestructura que es
el tranvía, este último es portador de un proyecto mayor que se construye
de forma diferente según uno de los dos modos de producción de los que
es objeto. El primer modo está marcado por el prisma social, incluso
socioeconómico. Su objetivo es unir barrios, crear diversidad, acercar a
los residentes al trabajo, etc. El segundo modo está impregnado por el
referencial ambiental. Su objetivo es producir un transporte limpio, reducir
el uso del automóvil, promover métricas blandas1, crear una cierta calidad
ambiental y urbana, etc. (Amán, 2011). Estos dos modos de producción
tienen un objetivo que va más allá de la visión única del desplazamiento.
A menudo se combinan o interactúan. Ambos ven el tranvía “como un
modelo de ciudad y no simplemente de transporte” (Hamman, 2011, p. 13).
Para que el tranvía o cualquier otro tipo de transporte público participe en
el proyecto de ciudad y en la mejora de la calidad del espacio urbano,
debe participar en el fortalecimiento o construcción del anclaje del sistema
de transporte al territorio de la ciudad. Este anclaje es sobre todo espacial,
pero también afecta a los usos y prácticas por un lado, y a los juegos de
actores y procesos organizativos por otro. Es a través de estos tres
aspectos que la métrica del transporte público se adhiere al territorio.
Parecería que esta noción de adhesión es un elemento clave en la
transición de una concepción del transporte como modo de desplazamiento
del punto A al punto B, a una concepción que se vincula con el tejido
urbano, las prácticas del espacio y la dinámica productiva de la ciudad. La
primera parte de este artículo intenta arrojar algo de luz sobre esta noción
de adhesión. Aporta algunos elementos complementarios a las definiciones
dadas por Jacques Lévy y Georges Amar al complementar la noción de
adhesión espacial, por adhesión en términos de usos y
prácticas y adhesión en términos de conjuntos de actores y sistemas
organizacionales. Luego, el artículo se centra en la adhesión espacial al
proponer una grilla de evaluación de la adhesión espacial del tranvía a
nivel local. Finalmente, esta grilla nos permite evaluar la adherencia del
tranvía de Argel al territorio de los barrios que atraviesa.
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Una métrica es un modo de transporte.
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Adhesión de métricas
La adherencia a una métrica es, según Jacques Lévy "[...] la posibilidad de
que el viajero recorra todos los puntos del recorrido, es la relación entre la
longitud de la red (en una unidad de medida dada) y el número de puntos de
ruptura. Ejemplo: poder subir o bajar entre dos paradas de autobús” (Lévy,
2005). Esto implica la idea de que la multiplicación de paradas de un transporte
público reforzaría su adherencia. Cuantas más estaciones haya, más se
adherirá la métrica al territorio y más adherente será. El agarre se mide en
una escala, de menos agarre a más agarre, o de agarre "terminal" discontinuo
a agarre "longitudinal" continuo. Encontramos en un primer extremo el
transporte aéreo completamente desconectado de los lugares. Despega del
punto A al punto B, es completamente discontinuo. Por otro lado, encontramos
el caminar como un movimiento continuo que se adhiere completamente al
territorio, permite el acceso a todas sus partes. Amar sugiere clasificar los
diferentes tipos de movimiento según su relación con la ciudad, posicionándolos
desde los más discontinuos hasta los más continuos. La ciudad en expansión
y los grandes territorios corresponden a modos menos adherentes que
favorecen las velocidades y reducen los puntos de anclaje. Por otra parte, a
la riqueza de los tejidos urbanos corresponden modas más adherentes que
permiten acceder a un máximo de lugares “como una especie de costura con
pequeñas puntadas ”. Esta adhesión también define la accesibilidad de los
lugares. Cuanto más un espacio sea atendido por modos de miembros, más
accesibles serán las diferentes partes de este espacio.
Además, cuanto menos se adhiere un movimiento al territorio "más es su
propio contenido, tanto en términos de actividad como de espacio".
ajena a los lugares y actividades que conecta". Por el contrario, cuanto más
adherente es este movimiento, más se vinculan los puntos que determinan la
adhesión con el entorno y determinan el movimiento mismo (Amar, 1993;
Lévy, 2005).
La idea de conjugar el pensamiento sobre la ciudad y sus formas urbanas con
el de la movilidad y el transporte implica la idea de pensar este último como
un sistema donde la adhesión al territorio representa un valor positivo. Cuanto
más discontinuo sea un modo, más deberá complementarse con modos
continuos para reforzar la adhesión del sistema. Por tanto, es necesario
pensar en la intermodalidad como un sistema que permite pasar de la
discontinuidad a la continuidad. Siendo la métrica más adherente la métrica
peatonal, este sistema debe promover la interacción entre el transporte
público, sobre el cual se relacionan nuestras preocupaciones, y el movimiento
peatonal. Este último es el único que permite paradas en cualquier punto del recorrido.
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Si nos limitamos a estas definiciones, la adherencia queda ligada a la
linealidad del curso. No tiene en cuenta el espesor del territorio comprendido
alrededor de cada métrica ni la relación de continuidad con la métrica
peatonal. La multiplicación de puntos de anclaje para una línea de transporte
público no garantiza necesariamente el vínculo con el entorno de la línea.
Los puntos de anclaje no garantizan necesariamente un buen aseguramiento
peatonal. Si la ruta a pie está mal trazada o llena de obstáculos, se debilita
el agarre del sistema. Además, si los residentes o peatones no tienen
acceso a la métrica por una u otra razón, la adherencia de este transporte
se debilita a pesar de la gran cantidad de paradas.
Por lo tanto, la noción de adhesión implica una comprensión más amplia
que es importante redefinir o más bien precisar.
Si tomamos la definición de adhesión como "el estado de una cosa que
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se adhiere físicamente a otro : En el caso del espacio urbano,
la adherencia se convierte en la característica de los objetos urbanos que
promueven el contacto entre ellos y con las diferentes partes del territorio.
Un modo de transporte miembro es, por tanto, no sólo un modo que
multiplica los puntos de anclaje en el territorio, sino también un modo que
permite conectar estos puntos a los diversos objetos constitutivos de este
territorio. A la escala de la ciudad, los modos de transporte deben adherirse
de manera diferente según las escalas del territorio, la centralidad y la
influencia de los objetos que conectan. Si tomamos por ejemplo las
instalaciones públicas y su radio de influencia tal como lo presenta Richard Rogers (Rogers, 1999)
(figura 1), habría que conectar ciertos equipamientos metropolitanos según
la lógica de las largas distancias de los grandes territorios. Los modos que
les corresponden son modos discontinuos que conectan estas centralidades
entre ellos. Cuanto más se acerque el equipo a la pequeña escala, más
continuas deberían ser las métricas. Deben multiplicar los puntos de anclaje
para aferrarse a distancias pequeñas. La conexión de la pequeña escala a
la gran escala se realiza a través de la intermodalidad, que permite pasar
de modos adherentes a escala de barrio a modos menos adherentes a
escala de ciudad o área metropolitana. Es la intermodalidad y la conexión
entre las diferentes líneas de la red de transporte público las que aseguran
la adhesión a gran escala. A escala local de barrio y barrio, cuando las
distancias son más cortas, es la métrica peatonal la que asegura la
adherencia. Las distintas paradas de un tranvía o de una línea de autobús,
por ejemplo, deben permitir la continuidad de los movimientos peatonales
desde el interior de estos modos hacia el exterior. En cada estación, debe
ser posible alcanzar, dentro de una distancia cómoda para caminar, todos
los elementos que constituyen el territorio circundante incluidos en un cierto
espesor a cada lado.
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http://www.cnrtl.fr/definition/adherence
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de la linea Esto reforzaría el contacto entre las distintas métricas y el territorio de
la ciudad, a través de la métrica peatonal.
Figura 1: Radio de influencia de los equipamientos públicos. Fuente:
Rogers 1999
Desde esta perspectiva, el espacio público adquiere una gran importancia porque
soporta el movimiento peatonal. Si las otras métricas constituyen, cuando tienen
buena adherencia, costuras a pequeña escala, como señala Georges Amar (Amar,
1993), la métrica peatonal actúa más como un tejido. Introduce una segunda
dimensión que le permite ramificaciones a lo largo del territorio. Las rutas que se
ofrecen son múltiples y los puntos de parada son infinitos. Este tejido permite
conectar a escala local las diferentes partes del territorio y los diferentes objetos
que lo componen. Las distancias de confort peatonal de 500 m de Léon Krier se
convierten, en este sentido, en referencias para calcular y evaluar la adherencia
del sistema de movilidad a nivel local. A nivel de la ciudad, ahora es posible decir
que la eficiencia de un sistema de movilidad y su adhesión dependen no sólo del
tránsito de modos discontinuos a modos continuos, como especifica Amar (Amar,
1993), sino también de un tejido en el territorio Las métricas de transporte público
individuales se expanden en una sola dimensión asegurando costuras lineales.
Las líneas por sí solas no son
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efectivo o completamente adherente, a pesar de un gran número de paradas.
Necesitan conexiones con otras líneas de la misma métrica y métricas
diferentes. Deben constituir una malla o un tejido en la segunda dimensión, o
incluso en la tercera si tenemos en cuenta los cambios de niveles. Este tejido
debe permitir una articulación entre las diferentes lógicas de cada escala de
territorio. La adhesión a áreas y regiones metropolitanas debería permitir la
eficiencia del transporte en términos de tiempo de viaje, para conectar
instalaciones metropolitanas, por ejemplo. Por el contrario, la adherencia a
las escalas locales debe permitir el despliegue del espacio público para
promover las conexiones locales a través de la métrica peatonal que es más
adherente. Debido a esta tensión entre los niveles de escala y servicio del
territorio, la cuestión de la adhesión plantea inevitablemente el problema de
la articulación y el equilibrio que debe encontrarse entre la velocidad comercial
de las métricas en cuestión y la delicadeza del servicio y por tanto de la
separación entre estaciones. Parece obvio que la misma métrica puede
requerir velocidad en ciertos
lugares y lentitud y una fuerte adherencia a los demás, especialmente cerca
de los lugares de vida e intensidad urbana3 .
Teniendo como referencia el espacio público y la métrica peatonal, es posible
definir la adherencia de un modo de transporte como su capacidad para
multiplicar los contactos con el territorio que atraviesa y con los objetos que
constituyen ese territorio. Esta adhesión está asegurada por la multiplicación
de puntos de anclaje (paradas) por un lado, y por el establecimiento de
vínculos y contactos en el espesor del territorio por otro lado. Esto se hace a
través de la conexión con otras líneas cuando se trata de la escala grande, y
a través del espacio público cuando se trata de la escala local. Para garantizar
una cierta calidad urbana a nivel de barrio, cualquier objeto urbano debe
garantizar una cierta comodidad de acceso a los movimientos peatonales. Es
la relación de los diferentes objetos con la métrica peatonal lo que asegura su
adherencia al territorio. En consecuencia, la adhesión se convierte en una de
las condiciones para la construcción de un espacio urbano que ofrezca una
cierta calidad de vida en la ciudad. Visto así, la adhesión se convierte en el
medio para asegurar la continuidad entre el espacio de movilidad como
espacio público, tal como lo entiende Isaac Joseph (ClotGoudard & Tillous,
2008), y el espacio público urbano construido por calles, plazas, parques, etc.
El concepto de adhesión ha sido presentado hasta ahora sobre la base de
aspectos exclusivamente espaciales. Sin embargo, el apego al territorio, que
es propio de la adhesión a una métrica, no debe, en nuestra opinión, limitarse
sólo a los aspectos espaciales de este territorio. En efecto, este último
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La intensidad urbana se entiende como la concentración de actividades y el atractivo de determinados
lugares.
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involucra aspectos intangibles que son parte integral de la misma. Estas son
en particular las prácticas y usos de los habitantes de este territorio y los
juegos de actores que lo producen. Por tanto, parece importante ampliar la
noción de adhesión al territorio a todos los elementos que lo componen.
La adhesión ya no sería exclusiva del contacto físico, sino que también se
convertiría en la característica de una métrica en relación con determinados
comportamientos individuales o colectivos. El comportamiento y las ideas de
los actores que producen la ciudad y de los usuarios que utilizan el tranvía
se convierten en criterios adicionales para caracterizar la adhesión a esta
métrica. Por tanto, además de la adherencia espacial, es posible identificar
otros dos tipos de adherencia que serían: la adherencia en cuanto a prácticas
y usos y la adherencia en cuanto a
procesos organizativos y la interacción de los actores. Entonces, el uso del
término adhesión para estos dos aspectos puede parecer problemático. Para
ser más precisos, el término adherencia define la calidad de la métrica y no
las prácticas y los actores. Una métrica adherente es una métrica que
asegura que los habitantes la utilicen y que los actores se adhieran al
proyecto y los procesos que de él resultan.
La adhesión en términos de prácticas y usos implica la idea de que los
ciudadanos aceptan inicialmente el modo que se les ofrece. En segundo
lugar, esto implica que lo usan y tienen acceso a él. Para ello, el modo de
transporte tendría que ofrecerles cierto agarre, que se materializa en estos
casos por su accesibilidad por un lado, y por la seguridad que ofrece por
otro. Esto implica una serie de parámetros que entran en juego para la
definición de su accesibilidad y su nivel de seguridad. En términos de
accesibilidad, esta inicialmente se refiere a configuraciones espaciales que
deben permitir un fácil acceso a la métrica. La proximidad a los lugares de
vida y de trabajo, la ausencia de obstáculos y la eficiencia de la red son
parámetros que definen la accesibilidad de un modo de transporte en
términos de
espacial. Estos últimos también deben hacerse cargo de las personas
mayores y de las personas con movilidad reducida (PMR). Debe darles
acceso mediante una serie de dispositivos espaciales como rampas PMR,
alineación de niveles entre andenes y trenes, etc. El segundo aspecto de la
accesibilidad es financiero. Se define en relación con los precios cobrados y
la posibilidad de acceder a él para un gran número de ciudadanos de
diferentes estratos sociales. Este aspecto es tanto más importante cuanto
que el tranvía a menudo se produce de acuerdo con el modo socioeconómico,
visto anteriormente. Para que los ciudadanos puedan utilizarlo, tendrían que
disponer de medios para comprar un billete de transporte o sacar un abono
de temporada. Las tarifas altas y únicas para todos los ciudadanos no
permiten que el tranvía se adhiera a todas las clases sociales. Como
resultado, la cuestión de los subsidios y las tarifas diferenciadas surge de manera aguda. De manera que
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transporte público son realmente rentables, las tarifas deben superar un
cierto umbral para recuperar las inversiones realizadas. Son por tanto, y
en la mayoría de los casos, subvencionados por las administraciones
públicas con el fin de abaratar el precio de los títulos de transporte y dar
acceso a un mayor número de ciudadanos. Esta subvención se realiza,
bien mediante la reducción general del precio del billete, bien mediante
abonos específicos. Estos últimos a menudo se dirigen a estudiantes,
ancianos, desempleados, familias numerosas y niños, que a menudo
tienen libre acceso a ellos por debajo de cierta edad.
En términos de seguridad, el agarre del tranvía también viene definido por
una serie de dispositivos técnicos, pero también humanos. Para que los
ciudadanos utilicen el tranvía, ante todo deben tener una sensación de
seguridad que les permita tomar este medio de transporte sin miedo. Esto
implica la seguridad del usuario frente a ataques físicos, robos y accidentes
(Terzakou, 2011). Esta seguridad debe materializarse en el interior del
tranvía, así como en el exterior de sus estaciones y de los recorridos que
conducen a ellas. Se trata de una serie de dispositivos técnicos que
comienzan con el alumbrado de estaciones, la instalación de barreras de
seguridad, la instalación de señalización y pasos a nivel seguros, etc.
Entonces, esta seguridad también está garantizada por dispositivos
humanos destinados a prevenir riesgos y reaccionar ante ellos. Estos
dispositivos implican en primer lugar el control de los títulos de transporte,
lo que establece una sensación de seguridad e impide el acceso al tranvía
a personas mal intencionadas (Terzakou, 2011). También se trata de
mecanismos de mediación a través de agentes cuyo papel es calmar
situaciones en caso de conflicto o enfrentamiento entre particulares. Este
es particularmente el caso de la política de "hermanos mayores" o agentes
de prevención desarrollada en Francia por la SNCF (Société Nationale des Chemins de Fers) y la RAT
(Autogobierno del transporte de París). Finalmente, esta seguridad implica
la instalación de un sistema policial o policial especializado orientado a
combatir el delito y prevenir riesgos. Interviene cuando la mediación es
insuficiente (Terzakou, 2011). Este dispositivo humano suele ir acompañado
de un dispositivo de seguridad por videovigilancia instalado en las
estaciones y trenes. Permite seguir a posibles sospechosos o identificar a
los autores de un ataque o degradación.
Todos estos dispositivos destinados a la accesibilidad o seguridad del
tranvía, contribuyen significativamente a desarrollar un sentimiento positivo
entre los ciudadanos. Este último es fundamental para que los ciudadanos
se adhieran al uso del tranvía. Se trata de dispositivos que refuerzan la
adhesión del tranvía al territorio añadiendo un componente humano.
La adhesión en términos de procesos organizativos y de juego de actores,
por su parte, implica la idea de que los actores que producen el territorio
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adherirse al proyecto del tranvía e integrarlo en los procesos y dinámicas
de trabajo o por venir por un lado, y que el propio tranvía integre las
dinámicas de los distintos actores en su propio proceso, por otro. Como
dinámica participante en la construcción de la ciudad, el tranvía, a través
de los procesos que implementa, interactúa sistemáticamente con las
demás dinámicas productivas de la ciudad. Reúne a actores del sector
público, actores del sector privado y actores de la sociedad civil. También
pone en interacción niveles de diferentes escalas territoriales que
corresponden a una diversidad de actores ya sistemas igualmente
diferentes de organización y procesos de producción del territorio. La
adherencia del tranvía, en este nivel, es su capacidad para
aferrarse a los procesos de trabajo en el territorio e integrar los reclamos
y proyectos de los diversos actores. Es también su capacidad de adherirse
a las diferentes escalas territoriales y de integrar los procesos que implican
en el proceso global. Como proyecto estructurante, el tranvía debe unir a
todos los actores y conducirlos hacia un consenso. Su adhesión depende
en parte de su capacidad, como proyecto estructurante y como proceso,
para reunir a los diferentes actores y hacerlos portadores del proyecto. Un
proyecto miembro debe permitir conciliar acciones e historias básicamente
discordantes.
Hasta ahora, esta adhesión de los procesos organizativos y de los actores
del territorio concierne sólo a la duración del proyecto hasta su realización.
Sin embargo, la ciudad está cambiando y en constante evolución. El juego
de actores y las dinámicas de producción en la ciudad están en perpetuo
movimiento y reconfiguración. El tranvía, por tanto, debe permitir añadir a
su propia dinámica nuevos proyectos, nuevos actores o nuevas
necesidades. Su adhesión no cesa con el cese de labores. Debe continuar
y permitir la modificación de una línea, su desvío, su ampliación o el
aumento de su capacidad según las necesidades. También debe permitir
a otros jugadores, por ejemplo, crear nodos de intermodalidad adicionales,
nuevas centralidades, nuevas instalaciones, etc. Este último debe tener la
posibilidad de incorporarse al tranvía de forma física, pero también
organizativa modificando las dinámicas existentes al incorporar nuevas
necesidades (Mezoued, 2015).
Adhesión espacial del tranvía de Argel
El tranvía de Argel se inauguró en 2011. La clara voluntad de las
autoridades públicas es descongestionar la zona este de la ciudad y reducir
la congestión del tráfico al dar servicio a la Universidad de BabEzzouar,
residencias universitarias, grandes urbanizaciones densamente pobladas y
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la Feria de Argel. Estaba claramente pensado como una simple infraestructura de
transporte sin una visión urbana. Al respecto, Rachid Ouezane, director de transporte de
la wilaya de Argel, nos cuenta lo siguiente: “antes de hacer este proyecto, no teníamos
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una visión de desarrollo” . El
el gerente legal de la Empresa de Metro de Argel (EMA), Abdelouahab Boubékeur,
especifica: "En lo que respecta a la visión, se detiene en el plan de transporte"
5
. Finalmente, el Sr. Badouna, arquitecto
encargado de realizar los acondicionamientos de la línea, nos comenta esto: “Inicialmente
en el pedido no le dimos importancia a los acondicionamientos. Pensamos en hacer un
proyecto de transporte desprovisto de cualquier reflejo arquitectónico (…). Lo integramos
tarde, porque no estaba en las especificaciones. (…) A veces notas que hay algunas
aberraciones en los esquemas, que hay pasajes que no funcionan, es porque fue
improvisado durante . Además, el tranvía fue diseñado y construido como un proyecto
estructurador y centralizador. Su finalidad era trasladar a la población de los lugares de
ruta " 6 residencia a los lugares de trabajo. Por lo tanto, tenía un enfoque principalmente
metropolitano. Sin embargo, las primeras observaciones muestran que el tranvía se utiliza
principalmente para uso local de trayectos cortos entre distritos. Además, el proceso de
construcción del tranvía involucró principalmente a actores institucionales de alto nivel,
excluyendo a la sociedad civil y actores a nivel local, en particular los municipios, cuya
participación se limitó a la consulta. Si el tranvía de Argel se diseñó centralmente como un
proyecto estructurador y sin anclaje local, ¿cómo se adapta esta métrica a la escala de los
barrios que atraviesa? ¿Cuál es la capacidad del tranvía de Argel para participar en el
proyecto de la ciudad de Argel y la mejora de la calidad del espacio urbano de Argel?
4
Entrevista a Rachid Ouezane, director de transporte de la wilaya de Argel, octubre de 2012.
5
Entrevista con Abdelouahab Boubékeur, asesor jurídico de la EMA, octubre de 2012.
6
Entrevista con el Sr. Badouna, 21 de febrero de 2012.
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Figura 2: recorrido del tranvía de Argel. Fuente: Mezoued 2015.
El primer tramo del tranvía de Argel incluye 28 estaciones en una longitud de
16,2 km. Atraviesa a su paso seis municipios de la periferia oriental del centro
de Argel, que son: Kouba, Hussein Dey, Magharia, Mohammadia, Babezzouar
y Bordj el Kiffan (Figura 2). La evaluación de la adherencia espacial del tranvía
de Argel a nivel local se basa en un trabajo de campo realizado entre agosto y
noviembre de 2012. Este trabajo se centró en el análisis de la línea del tranvía,
pero también de su entorno,
y en algunos distritos cruzados. Estos últimos fueron objeto de ocho encuadres
de 1 km² en los que se concentraron los análisis (figura 3).
Esta distancia permite abarcar, a ambos lados de la línea, un espesor de
territorio que corresponde a más o menos 500 m. Es el equivalente a la
distancia de confort peatonal definida por Léon Krier (Krier, 1977). Estos barrios
son: Le Ruisseau/Slaughterhouses, Hussein Dey center, Five Houses, Mokhtar
Zerhouni (The Banana Trees), BabEzzouar 5 Juillet, BabEzzouar Cité
universitaire, Bordj el Kiffan centre y Bordj el Kiffan Mouhous.
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Figura 3: encuadre de los barrios analizados a lo largo del tranvía de Argel.
Fuente: Mezoued 2015.
Tomando como referencia las métricas peatonales, se pretende evaluar cómo se
conecta el tranvía con los diferentes elementos que configuran el territorio de los
ocho barrios analizados. Nuestro objetivo fue evaluar, a través de la caminata, cómo
cada una de las estaciones incluidas en los ocho marcos interactúa con su entorno.
Para ello, partimos de la identificación de los elementos característicos del territorio,
a partir de la cuadrícula de análisis de Kevin Lynch en L'image de la cité. Este último
identifica elementos del paisaje que caracterizan una ciudad y por tanto un territorio.
Para ello se basa en observaciones de campo, mapeo y encuestas poblacionales.
Esto le permite identificar la imagen de la ciudad tal como la representan los
habitantes. Establece una cuadrícula de lectura utilizando cinco elementos
principales. Estos elementos son: las rutas (routes); puntos de referencia; nudos;
fronteras y barrios. Estos son elementos clave para leer el territorio y entender su
estructura. Por lo tanto, proponemos utilizar en parte, no el método de Lynch, sino
su cuadrícula de lectura de territorio.
Siendo el objetivo una identificación de los elementos característicos de los distritos.
Para ello, utilizamos los cinco elementos de Lynch a los que añadimos tres
elementos complementarios. Estos elementos forman parte del territorio y se
consideran elementos importantes a los que necesariamente debe adherirse el
tranvía. Estos elementos son: equipamiento; espacios públicos y movilidad. Para
cada uno de los elementos se elaboró un mapa por distrito (figura 2), así como ocho
mapas resumen. Fueron producidos en colaboración con Lucie Desmedt, estudiante
en prácticas, como parte de la maestría complementaria en planificación urbana y
planificación regional en la Universidad Católica de Lovaina (UCL).
La adherencia del tranvía depende, por tanto, de la forma en que interactúa con los
diferentes elementos que configuran el territorio. Esta adherencia es específica para
cada tipo de elemento. En efecto, no es lo mismo la adherencia a elementos
puntuales del tipo nodo y centralidad que la adherencia a elementos lineales del tipo
límite, o elementos de superficie del tipo vecindad. En lo que sigue, cada tipo de
elemento se retoma por separado y se define según la relación que establece el
tranvía.
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Figura 4: ejemplo de la cartografía de los ocho elementos del territorio
para el distrito RuisseauAbattoirs. Fuente: elaboración del autor
en colaboración con Lucie Desmedt.
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Las rutas (rumbos) y waypoints se combinan en un solo mapa. La
adherencia del tranvía a estos elementos depende de su capacidad
de conexión con vías y carreteras y de ofrecer un cómodo recorrido
peatonal. También debe permitir llegar a puntos de referencia y
darles una mejor visibilidad.
Los nodos “(…) son los puntos focales y estratégicos en los que un
observador puede penetrar (…)” (Lynch, 1969). Pueden ser los
puntos de encuentro de rutas y recorridos, así como una plaza, un
negocio o una administración. Estas son también las centralidades
que irradian sobre un vasto territorio. Estos nodos y centralidades
pueden ser existentes y reforzados por el tranvía o reducidos con su
llegada. También puede ser que el propio tranvía cree nuevos nodos
y puntos focales. Su agarre depende de su capacidad para reforzar
los nodos existentes que están cerca de su camino y, a veces,
coinciden con los nodos que crea. Es también su capacidad para
conectar, a través del desarrollo del espacio público, centralidades
más alejadas, pero que juegan un papel central en los barrios.
“ Los límites son elementos lineales que no se consideran caminos: son
generalmente, pero no siempre, los límites entre dos tipos de
zonas” (Lynch, 1969). Los límites pueden ser naturales, como ríos,
mares, montañas, o artificiales, como infraestructuras ferroviarias,
puentes, carreteras, etc. La llegada del tranvía a los barrios actúa de
diferentes formas en relación con los límites. Puede crear nuevos
límites o fortalecer los límites existentes, ya que puede permitir ir más
allá de los límites, para crear conexiones y vínculos entre los
diferentes bordes. En el primer caso el tranvía es no miembro, en el
segundo es miembro.
A nivel de ciudad, Kevin Lynch habla de barrios. En nuestro caso,
estando ya en distritos, la subdivisión crea subdistritos. Son áreas
relativamente homogéneas y continuas que no están divididas por
límites. Incluyen, en la mayoría de los casos, el mismo tipo de tejido
y formas urbanas. Corresponden a una escala intermedia entre
barrios y fragmentos de edificios. El tranvía se adhiere a los
subbarrios, cuando permite que se conecten entre sí. Por el contrario,
es inadherente cuando refuerza la separación reforzando un límite, o
cuando divide en dos un subdistrito.
La movilidad es el primer elemento que añadimos a la tabla de análisis
propuesta por Lynch. Esta es la red de transporte público que recorre
cada barrio. La adherencia del tranvía debe,
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como hemos visto anteriormente, permiten, en el mejor de los casos, la intermodalidad
con el resto de métricas. Cuando esto no sea posible, se puede aumentar la adherencia
con conexiones peatonales que
vincular las diferentes métricas de transporte público.
Al inicio del artículo se destacaba la importancia del espacio público que sirve de soporte a
la métrica peatonal . Por tanto, este espacio debe ser un elemento clave para identificar
el nivel de adherencia del tranvía. Este último debe permitir la conexión de su propio
espacio público con todos los espacios públicos de los distritos. Será miembro cuando
cree una red de espacios públicos, formada por plazas, calles, parques, etc. Debe
asegurar la continuidad entre su nuevo espacio desarrollado y el resto de los espacios
públicos de la ciudad.
El último elemento que permite definir la adhesión es el del equipamiento de las escalas
del barrio, de los distritos o incluso de los municipios. Estos últimos son como nodos y
centralidades, lugares que atraen a un determinado número de ciudadanos. Están
dispersos por el territorio sin que la lógica de la distribución espacial esté ligada a la
del trazado de la línea del tranvía. Para producir un entorno de vida agradable, este
equipo debe ser lo más accesible posible a la métrica peatonal. Por tanto, la adherencia
del tranvía a estos elementos depende de su capacidad para hacerlos accesibles.
Debe permitir llegar a ellos desde cada estación ofreciendo las instalaciones adecuadas.
En el trabajo de campo y en la cartografía encontramos, para cada elemento de análisis,
cinco configuraciones espaciales. Corresponden a los enlaces que establecen las estaciones
del tranvía de Argel con los elementos de los barrios. Como primer punto de anclaje al
territorio, son las estaciones las que sirven de referencia para identificar el grado de
adherencia de la métrica en cuestión. Estas cinco configuraciones son:
1 Configuraciones no adherentes con desconexión total;
2 Configuraciones no adherentes con potencial vinculante;
3 Configuraciones adherentes por construcción del enlace;
4 Configuraciones adherentes por proximidad o paso transversal;
5 Configuraciones adherentes por yuxtaposición de elementos.
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Figura 5: diagramas de las cinco configuraciones espaciales encontradas para
cada elemento. Fuente: Mezoued 2015.
En la figura 5 se esquematizan y repiten las cinco configuraciones espaciales de
adherencia para cada tipo de elemento. Estas son el conjunto de configuraciones
encontradas a través del análisis de los ocho vecindarios. Es sobre esta base que
se evalúa la adherencia de toda la línea a la escala vecinal local. En la siguiente
tabla (Tabla 1), se relacionan los diferentes tipos de configuraciones para cada
elemento y para cada distrito. Se indica en los diferentes recuadros el número de
veces que se encuentra cada configuración para cada uno de los barrios y para
cada elemento de referencia7 . Cada tipo de configuración está representada en la
tabla por un código de color que facilita su identificación y lectura. Para cada
elemento, se colorea la configuración más presente en el vecindario
7
Esto se establece a partir del mapeo realizado para cada distrito.
dieciséis
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del color que le corresponde. Por lo tanto, es fácil leer las configuraciones
más comunes en los diferentes cuartos y en los diferentes elementos. La
última línea muestra el número total de situaciones encontradas para
cada tipo de configuración.
Tabla 1: adhesión del tranvía a los elementos del territorio de cada distrito.
Fuente: Mezoued 2015.
La lectura de los resultados de la tabla deja claro que el tranvía no se
adhiere al territorio. En tres de los siete elementos de análisis —límites,
subdistritos y movilidad— las configuraciones espaciales dominantes son
completamente disidentes y sin conexión alguna.
En los tres casos, domina la primera configuración. En los otros cuatro
elementos, las configuraciones espaciales también son no adherentes,
pero pertenecen al segundo tipo de configuración que ofrece un potencial
de unión y por lo tanto un potencial de adhesión.
Individualmente, la movilidad parece ser el elemento más interesante y
que permite una mejor adherencia del tranvía. Si bien el total de
situaciones se inclina por el primer tipo de configuración, existe un número
significativo de situaciones adherentes en algunos barrios. En algunos de
ellos, el número de configuraciones adherentes es mayor que el de
configuraciones no adherentes. Por otro lado, encontramos los equipos
que no ofrecen en ninguno de los distritos un número de configuraciones
adherentes mayor que las configuraciones no adherentes. Las
configuraciones espaciales de los equipamientos en relación con el tranvía
pertenecen, en la mayoría de los distritos, al segundo tipo.
Si ahora tomamos los barrios individualmente, es posible decir que el
barrio menos adherente es el de Mokhtar Zerhouni. EL
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las configuraciones no adherentes dominan en todos sus elementos, excepto en el
nivel de movilidad donde encontramos una igualdad entre el primer y el cuarto tipo
de configuración. Por el contrario, en el centro de Bordj el Kiffan, encontramos un
gran número de configuraciones adherentes, aunque a veces son iguales en número
a las configuraciones no adherentes. Se puede decir, en este caso, que el tranvía
en Bordj el Kiffan es menos adherente que en los otros distritos.
Para resumir la cuestión de la adherencia espacial del tranvía de Argel, se puede
decir que está completamente desvinculado del territorio local. Ganaría fuerza al
conectar de manera más efectiva los diferentes elementos que conforman el
territorio de los barrios que atraviesa. Sobre todo porque, para la mayoría de los
elementos, las configuraciones más habituales son las del segundo tipo. Por lo
tanto, se hace posible prever una mejora en la adherencia del tranvía de Argel. Esta
mejora pasaría por una serie de dispositivos espaciales, que crearían espacio
público y equipamientos en el espesor del territorio. Permitirían conectar los
diferentes elementos por la métrica peatonal superando los límites impuestos por la
línea. La construcción del espacio público se convertiría,
por lo tanto, una gran preocupación en la construcción de un proyecto de ciudad
para Argel. Permitiría reforzar la adhesión espacial construyendo el soporte de la
métrica más adherente y conectándola con las demás métricas, incluido el tranvía.
Además, la decisión de presentar el trabajo sobre la adhesión espacial del tranvía a
nivel local y la conclusión sobre el espacio público como una primera entrada en la
reflexión, no debe reducir todas las posibilidades que abre el concepto de adhesión
sobre los otros dos. aspectos.
El espacio público es sin duda uno de los soportes de esta mejora en la adherencia
del tranvía creando continuidad. Sin embargo, debe considerarse además de una
reestructuración de la red mundial de transporte público, una reflexión sobre la
accesibilidad, sobre la seguridad del tranvía, sobre la implicación de los actores en
el proceso de producción de la línea y sus prolongaciones, finalmente en la
articulación del proceso de producción del tranvía con todos los procesos que
intervienen en la planificación del territorio y de la ciudad.
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