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LAS ADICCIONES

UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

PRESENTADO POR

Diana Andrea Varela Gomez

UNIVERSIDAD SAN BUENAVENTURA

PROGRAMA DE ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGIA CLÍNICA

CALI SEPTIEMBRE 24 DEL 2010


LAS ADICCIONES

UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

Diana Andrea Varela Gómez

Trabajo de grado presentado

Como requisito indispensable para optar al título de:

Especialista en Clínica con orientación Psicoanalítica

Director

John Alexander Quintero Torres

UNIVERSIDAD SAN BUENAVENTURA

PROGRAMA DE ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGIA CLÍNICA CON

ORIENTACION PSICOANALITICA

CALI, SEPTIEMBRE 24 DEL 2010


RESUMEN

Generalmente suele suponerse que la adicción es una condición que sólo


corresponde al toxicómano. Es por esto que se hace necesario ubicar el tema de las
adicciones en un contexto mucho más amplio y ético. En este articulo, se señala que el
sujeto contemporáneo, quien se encuentra caracterizado por la lógica del consumo, también
comparte esta condición en la medida que expresa dependencia por todo tipo de objetos.
Este artículo ha sido guiado a partir de las definiciones que Freud dio respecto al
funcionamiento del aparato psíquico y su relación con las pulsiones. Por tanto, se podría
mencionar que la lógica del consumo es la pulsión dirigida a sustituir una falta estructural.

ABSTRACT

Generally it is often assumed that addiction is a condition that only for the
addict. That is why it is necessary to place the issue of addiction in a much broader
context and ethical. In this article, states that the contemporary subject, who is
characterized by the logic of comsuption, also shares this condition as expressed
in the unit for all shorts of objects. This article has been guided from Freud's
definitions regarding the operation of the psychic apparatus and its relationship
with the drives. Therefore, it might mention that the logic of consumption is the
drive intended to replace a structural failure.
LAS ADICCIONES

UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

El psicoanálisis es una disciplina del pensamiento creada por Freud. Explicó

la cualidad en el funcionamiento del aparato psíquico, entendiéndolo a semejanza de

un sistema termodinámico. En este artículo, se propone una lectura freudiana sobre

este sistema, guiada por el concepto de pulsión. Lo anterior no sólo permite hacer

lectura del modo en que Freud entendió el funcionamiento de este sistema sino que

facilita la comprensión del asunto que motiva la escritura de este texto. A saber, las

adicciones.

Generalmente suele suponerse que la adicción es una condición que sólo

corresponde al toxicómano. En este artículo, se señala que el sujeto contemporáneo,

quien se encuentra incluido en dinámicas sociales caracterizadas por la lógica del

consumo, también comparte esta condición en la medida que expresa dependencia

por todo tipo de artículos y objetos.

Es por esto que se hace necesario ubicar el tema de las adicciones en un

contexto ético en donde las condiciones de la subjetivad de la época marcan unos

derroteros, sobre todo en el campo de las adicciones, es una práctica impulsada por el

desborde que constituye un síntoma social en la contemporaneidad que muestra y

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habla del ser humano en su condición de sujeto y su padecimiento del malestar en

nuestra cultura.

Las adicciones se caracterizan por ser una falsa promesa de satisfacción

inmediata. Están relacionadas con aquello que Freud llamó pulsión de muerte y las

prácticas sociales nos muestra cómo se puede ser adicto no sólo a sustancias

químicas, sino también a cirugías, trabajo, sexo, entre otras.

El fenómeno de la adicción visto desde esta perspectiva, se puede observar

introduciendo algunos conceptos psicoanalíticos que permiten su lectura. Las

nociones de placer, displacer, compulsión a la repetición, relaciones objétales, entre

otros, facilitarán el recorrido.

Lo que se quiere es hacer una reflexión, a la luz de la teoría, de cómo el ser

humano tiende a la búsqueda de satisfacción. Así mismo, este artículo pretende

plantear una ruptura respecto al sentido común en que se plantea la adicción. Es

importante ver la distancia que hay que tomar sobre él, para así mismo desarrollar la

hipótesis que aquí se propone.

Normalmente se entiende que el adicto es aquella persona que por su

condición, ha elegido un objeto visible para consumir de una forma reiterativa y

generarse así satisfacción, por ejemplo las SPA. Hasta allí la sociedad permite señalar

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y catalogar al sujeto como adicto, pero el psicoanálisis nos oferta una visión que

permite reflexionar acerca de la condición del ser humano y su falta en ser. Por tanto

está en una continua búsqueda de satisfacción y se puede ser adicto en diferentes

formas. Los parámetros culturales son los que señalan o advierten la connotación de

bien o mal, pero pareciera que existen muchos sujetos que inconscientemente tienen

la condición de adictos.

Desde la perspectiva que Freud nos brinda desde su obra, para entender que la

motivación del ser humano es la búsqueda de la felicidad, permite ubicar la adicción

como una de las múltiples formas que tiene para encontrarla. El fenómeno de las

adicciones se puede concebir como una de las formas de búsqueda de la felicidad. Es

por esto, que nos muestra que lo que moviliza al ser humano, es la búsqueda

incansable de la felicidad, ésta es motor y causa de la constante búsqueda, por tanto

Freud (1930), en el Malestar de la Cultura señaló: “Quieren llegar a ser felices, no

quieren dejar de serlo, aspiración que tiene un fin positivo, evitar el displacer,

esquivar el dolor y han de experimentar sensaciones placenteras”(Freud, 1930, P. 19).

Es así, como Freud define el término felicidad, pero así mismo, expone que

llegar a esto no es nada fácil, pues el ser humano está en constante contradicción, ya

que “las discrepancias entre las ideas y las acciones de los hombres son tan amplias y

sus deseos tan dispares, que dichas reacciones seguramente no son tan simples

(Freud, 1930, P 7).

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El ser humano tiende a buscar el placer porque está expuesto al dolor, por eso

hay una búsqueda afanosa de ella, pero Freud nos dice que la felicidad no se puede

encontrar, por lo menos en una forma absoluta o permanente, pero existen falsas

promesas para lograrlo.

La droga es una de ellas, encuentra dicha felicidad a un nivel parcial, gracias a

una satisfacción química inmediata, por eso ocupa un lugar importante en el sujeto,

porque va ha llegar a generarle, aparentemente, esa felicidad o bienestar que busca,

así sea por el momento, quizás por eso lo tiene que hacer muchas veces. Y si no la

encuentra, por lo menos logra ser una satisfacción sustitutiva, para mitigar el dolor o

malestar, cuota que resulta suficiente para muchos en algún momento de sus vidas.

Freud nos muestra que la felicidad es un estado que no necesariamente se da a

condición de los objetos con los que el sujeto cuente para efectos de su satisfacción.

“El plan de la acción no incluye el propósito de que el hombre sea feliz”. (Freud,

1930, P. 20).

Es imposible que una sola persona u objeto la pueda generar, al menos de manera

permanente, ésta se alcanza a vivir por momentos, de forma parcial, “Que con suerte

lo que el sujeto consigue es un tibio bienestar”. (Freud, 1930, P. 20).

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El ser humano está expuesto permanentemente al dolor o al sufrimiento y por

esto Freud en el Malestar de la Cultura nos dice: “nos resulta más fácil experimentar

la sensación de placer, por todos lados nos amenaza el sufrimiento, desde el propio

cuerpo condenado a la decadencia, a la aniquilación, al mundo exterior y a las

relaciones con otros seres humanos”. (Freud, 1930, P. 20).

Distinguir entonces ese momento de placer, ante la permanente sensación de

displacer se hace más fácil. Se está expuesto constantemente a las exigencias del

sujeto que le permitan experimentar placer. Freud dice, “que bajo la presión de tales

posibilidades de sufrimiento, el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad”.

(Freud, 1930, P. 20).

El principio de placer agotado de chocar inútilmente con el mundo exterior se

vuelve modesto y se transforma en principio de realidad. El hecho de evitar el dolor,

y obtener momentos de “no sufrimiento”, permite que el sujeto experimente

vivencias de satisfacción parciales.

A manera de ejemplo, se podría decir que ante el propósito de ganar, de

obtener un triunfo, cualquiera que sea, no se obtiene sino un empatar, se obtiene una

sensación que tiene que ver con la posibilidad de escapar a la derrota. Es ahí “en la

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posibilidad de escapar a la desgracia que el sujeto ya se siente feliz, evitar el

sufrimiento delega a un segundo plano el hecho de sentir placer” (Freud, 1930, P. 21).

De esta manera el ser humano busca una serie de métodos para lograrlo, por

ejemplo el aislamiento voluntario es uno de los más inmediatos, y otro bien puede ser

el consumo de drogas.

El más crudo pero también el más efectivo de los métodos destinados


a producir tal modificación, es el químico: la intoxicación. No creo
que nadie haya comprendido su mecanismo, pero es evidente que
existen ciertas sustancias extrañas al organismo cuya presencia en la
sangre o en los tejidos nos proporciona directamente sensaciones
placenteras, modificando además, las condiciones de nuestra
sensibilidad, de manera tal que nos impide percibir estímulos
desagradables. (Freud, 1930, P. 22)

Es una economía del sujeto encontrando dos cosas en una, por un lado se

encuentra la felicidad química que produce la sustancia, y por otro, eso que aleja el

sufrimiento, pero, de igual forma, Freud expone que en nuestro organismo “Deben

existir así mismo, sustancias que cumplen un fin análogo, pues conocemos por lo

menos un estado patológico – la manía – en el que se produce, semejante conducta

similar a la embriaguez, sin incorporación de droga alguna” (Freud, 1930, P. 22).

Existe de igual manera una oscilación en la vida psíquica normal en donde se

produce una descarga de placer o se interrumpe, y así mismo sucede con el displacer,

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que puede aumentar o disminuir, dependiendo de las circunstancias y la posición del

sujeto. Es en estos procesos mentales donde se habla de “cariz tóxico”, (Freud 1930,

p.22). Lo que es tóxico no es sólo la sustancia, hay algo primario, como diría Lacan

“es una cuestión del goce”. (Lacan, 1962, Seminario 10). Es por esto que se puede ser

adicto no sólo a sustancias químicas, sino a cirugías, trabajo, sexo, entre otras.

Es aquí donde se hace necesario ver lo que Freud planteó en relación al

funcionamiento psíquico como un sistema termodinámico. La lectura sobre este

sistema está guiada por el concepto de Pulsión, entendido como las exigencias de lo

somático a lo psíquico. Es un término que utilizó Freud para explicar un fenómeno

fundamental de lo que él llamó el “aparato psíquico”, fenómeno que tiene algunas de

las propiedades económicas y dinámicas que él le asigna a la lógica del

funcionamiento psíquico. Éste fenómeno consiste en que existen ciertos “impulsos”

energéticos originados o provenientes del cuerpo y que de alguna manera influyen en

lo mental. Estos impulsos se dan gracias al aumento de la tensión energética

producida por el cuerpo.

Al aumentar la tensión energética gracias a las pulsiones, se aumenta también

el grado de displacer, y al disminuir éstas se produce el placer. Freud plantea

entonces la existencia de un principio del placer, que sería entonces, una tendencia

del organismo a disminuir el grado de tensión y procurarse así placer. “Los hechos

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que nos movieron a creer que el principio de placer rige la vida anímica encuentran su

expresión también en la hipótesis de que el aparato anímico se afana por mantener lo

más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él”.

(Freud, 1920, p.2).

Estas descargas energéticas son las llamadas pulsiones, pues este concepto

también pretende explicar cómo se dan estas descargas, a través de impulsos y

originadas en determinadas zonas corporales. Zonas que a su vez se irán activando a

medida que se desarrolle el sujeto (oral, anal, fálica, latencia), aunque las pulsiones

no son exclusivas de estas zonas, si es gracias a ellas que estas zonas se activan una

tras de otra. También son conocidas como fases o estadios.

A esta forma particular de distribuir las pulsiones en órganos, zonas o

estadios, es lo que Freud (1905 -1915) denominó cómo pulsiones parciales. Freud

(1915) distinguió propiedades fundamentales de las pulsiones o “dimensiones”, que

son:

La Fuente: Que es lo somático, el cuerpo en general, aunque la zona erogenizada del

cuerpo de la cual provenga, puede variar dependiendo de cada sujeto.

La meta: es la satisfacción.

El Objeto de la Pulsión: Que es el que se utiliza para satisfacer la pulsión, o disminuir

la tensión de la misma.
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El Esfuerzo (Drang): Que es la fuerza que lleva cada pulsión, es decir el nivel de

tensión energética que tenga.

En un principio Freud propone dos tipos distintos de pulsiones, las dirigidas al

yo o las de auto conservación y las pulsiones sexuales, y sólo sostiene esta

clasificación mientras le es útil, luego la abandonará. Pues son las pulsiones una

especie de frontera entre lo somático y lo psíquico, Freud (1920) las define: “como

una fuerza derivada de las tensiones energéticas producidas en el cuerpo, en lo

somático, y a diferencia de los instintos, éstas carecen de objetos fijos de

satisfacción”.

Con esto nos involucramos en lo que llamamos los “destinos de la pulsión”.

El destino lógico de toda pulsión es el de la satisfacción, es decir, el de la descarga de

su monto energético. En los instintos estas descargas o satisfacciones están

garantizadas de antemano por ciertos objetos o comportamientos, nos están dados

genéticamente, pero en el caso de las pulsiones tanto las fuentes de ellas como los

objetos de su satisfacción no están dados previamente.

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Freud (1920), nos dice que los destinos de las pulsiones pueden tomar cuatro vías:

La primera es que sufra la transformación en lo contrario, es decir que


por ejemplo la pulsión que se origina y se representa como amor, se
transforme en la conciencia en su contrario, como odio.
La segunda es que la pulsión se oriente hacia la misma persona en
cambio de hacerlo hacia un objeto exterior.
La tercera vía es la de la represión, es decir que la representación que da
cuenta de esa pulsión es reprimida.
Y por último la cuarta vía es la sublimación, que consiste en un cambio
de estado de esa pulsión, un re-direccionamiento de energía.

Algo muy importante para resaltar, es aclarar que las pulsiones no son ni

conscientes ni inconscientes, según la primera tópica freudiana de (cc, inc y prec),

estas anteceden a la formación de estas instancias, y sólo sabemos de ellas gracias a

las representaciones que de las pulsiones hacemos, de esta manera, lo que nos es

consciente o inconsciente son las representaciones que sobre las pulsiones tenemos.

En Más allá del principio del placer se va a transformar la caracterización de

las pulsiones, y a partir de este trabajo, se establece la idea de que sólo dos tipos de

pulsiones existen:

Las llamadas pulsiones de vida (Eros), que son aquellas que tienden a
la activación del organismo, al acumular y producir más energía. Las
llamadas pulsiones de muerte (Thánatos), como la tendencia en el
aparato psíquico de producir repetición. (Freud, 1920)

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En ese sentido, en la medida en que se esta en una permanente búsqueda de

satisfacción donde no es suficiente la cantidad de objetos que se tenga acumulados

para poder obtener ese estado permanente de satisfacción. Se ha sucumbido

fácilmente en el engaño de que si es posible.

Ese engaño lo ha formulado muy bien nuestro sistema social actual, donde

permanentemente se nos esta ofertando objetos para consumir y por eso se ha caído

fácilmente en el engaño y seguimos consumiendo, dándole casi un estatuto de objetos

necesarios a todo esto que se nos oferta, procurándonos aparentemente y de una

manera engañosa a una idea de felicidad.

Una idea muy importante que se desprende del análisis de las pulsiones en

Freud, es a partir del juego infantil, de este análisis se despliega una pregunta cuya

respuesta es indicador de una tendencia de satisfacciones pulsionales, más allá del

principio del placer y del principio de realidad, la pregunta es: “¿Puede el esfuerzo

{Drang} de procesar psíquicamente algo impresionante, de apoderarse enteramente

de eso, exteriorizarse de manera primaria e independiente del principio de placer?”.

Si la respuesta es afirmativa, será una compulsión a la repetición el resultado

de dicho esfuerzo, pero el mismo Freud desmiente esta idea, diciendo que la

apropiación que hace el niño de la situación a través del juego y todo lo que obtiene a

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partir de él, pertenece al imperio del principio del placer y a nada más allá de él.

(Freud, 1920).

Se puede pensar entonces que la compulsión a la repetición obedece a una

repetición de lo reprimido inconsciente en el sujeto, quien es forzado a repetirlo en

vez de recordarlo por ejemplo en el análisis, pero este contenido inconsciente es

sometido por el yo y los procesos psíquicos superiores a una resistencia a emerger a

la conciencia. Entonces el yo es quien ejerce resistencia a que emerja el contenido y

es entonces reprimido.

Es muy importante la relación que se encuentra entre el principio del placer,

el principio de realidad y la compulsión a la repetición, pues permite en gran

medida pensarse desde esas instancias el fenómeno de las adicciones. Freud nos da

pistas para esto, por ejemplo al decir:

Pero el hecho nuevo y asombroso que ahora debemos describir es que la


compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no
contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento
pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales
reprimidas desde entonces. (Freud, 1920, cap.11).

Es importante ver como Freud desarrolla el término de la compulsión a la

repetición no desde el sentido común, sino como un concepto que sustituye de algún

modo el principio del placer. (Vappereau, 2009, Entrevista Inédita).

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En el adicto se ve cómo el sujeto se queda instalado en aquello que le hace

daño, pero como su motivación al consumo de la sustancia es del orden inconsciente,

tiende a repetirse generando adicción y dependencia.

La búsqueda de satisfacción es estructural. Existe un primer momento, mítico,

en el cual el niño experimenta una vivencia de satisfacción que genera una identidad

de percepción respecto a aquello que la ocasionó. La dinámica pulsional se va a

dirigir de allí en adelante, a tratar de recapturar aquella experiencia y acceder a esa

sensación placentera. Es en esos momentos que se empieza a configurar la falta, falta

de ese objeto primario que satisfizo la necesidad, toda vez que el objeto de la

satisfacción quedó para siempre perdido.

Cuando se empieza a interpretar el llanto del niño intentando satisfacer la

necesidad, se van dejando huellas mnémicas. Las huellas quedan grabadas a manera

de trascripciones psíquicas, a través de las representaciones que el niño va haciendo

del mundo externo. Trascripciones que se organizan en el aparato psíquico a nivel

consciente, inconsciente o preconsciente.

El niño empieza a darse cuenta que por su comportamiento accede a

satisfacción, impone frente a esa representación una huella, un sello, pero el precio

que paga es, que lo que esa representación le evoca, no volverá de esa misma manera.

Es a partir de allí que se empieza a configurar el deseo, deseo de querer volver a vivir

ese momento, ese que dejó huella, ese objeto que perdió.
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Lacan (1960), en la Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, nos muestra

como el niño en la medida que crece se va introduciendo en una cadena de

significantes que van en el orden de lo real, lo imaginario y lo simbólico, a través de

la palabra y las representaciones de ellas y las huellas mnémicas que dejan. Estas van

anudando su mundo psíquico, haciéndose éste las representaciones que le vienen del

mundo a través de sus semejantes. Este momento de anudamiento en el ser contiene

un costo en el orden de lo simbólico, lo cual coloca al ser en falta, ya que en el intento

de introducirse como sujeto ha tenido que perder algo, renunciar a ese estado

primario de aparente completud. (Lacan, 1960, p. 223).

Es constitución del ser humano estar en falta, el sujeto que ingresa en el orden

de lo simbólico (poder articular los registros real, simbólico e imaginario) paga un

costo, y es constituir su ser en falta. Este estado es aquel que le permite instaurar el

deseo, el cual se ve representado de distintas formas de acuerdo a cada sujeto, deseo

de aprender, de encontrar pareja, de hacer algo, para lograr llenar parcialmente esta

falta. Es entonces su deseo quien le indica y direcciona.

En ese orden de ideas aparece lo que Freud desarrolla en la continuidad de su

obra, como relaciones objétales, articulándolas con el destino de la pulsión, las

cuales en un inicio mencionará como tres relaciones primarias, que son al objeto de

deseo, al objeto parcial y al objeto de amor. Muestra cómo las pulsiones se van a ir

direccionando en este sentido para satisfacer lo que se denomina como objeto causa

de deseo.
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El objeto de deseo, que designa ese primer momento que permite la

instalación de la falta estructural, es lo que hace que el aparato psíquico se oriente

hacia el reencuentro de la satisfacción primordial. No obstante, no existe

representación alguna que actualice tal experiencia. Esta búsqueda es jalonada en el

sujeto por aquello que llamamos deseo. Un deseo que es de carácter inconsciente.

Posteriormente, lo que el sujeto encuentra son objetos parciales que satisfacen

momentáneamente la pulsión.

Son aproximaciones al objeto de deseo que inauguró esta dinámica psíquica.

A partir de allí cada sujeto configurará, de manera inconsciente, el objeto de amor.

Esto permite la formación de lazos sociales de acuerdo con la cadena de significantes

que representa al sujeto.

En la medida en que estas pulsiones se van presentando en el organismo, éstas

van a tomar una dirección en el ser de acuerdo a las representaciones que este vaya

obteniendo del mundo exterior. Así se empezarán a trasladar de manera inconsciente,

consciente y preconsciente, según el trámite que se haga por el aparato psíquico.

Asimismo, Freud (1904), en su carta 79 con Fliees, nos expone la

masturbación en el ser humano como una adicción primordial, porque se da con base

en la relaciones objétales, sobre todo en el segundo momento llamado objeto parcial,

es aquí donde se genera un grado de satisfacción parcial a la pulsión, donde se genera

una descarga placentera del organismo y, a partir de allí las demás adicciones serán
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sustitutos de esta. La masturbación como un momento excluyente del Otro, un

encuentro del yo con sus propios ideales. (Freud, 1904, carta 79, p. 314-315).

En ese sentido, es importante ver como con el objeto causa de deseo, y los

objetos parciales generan un efecto estructurante en el sujeto, en relación con el

fenómeno de las adicciones. Por tanto habría que realizarse una pregunta, ¿Cuál es el

objeto que el adicto está intentando sustituir en el consumo?, esta pregunta sólo se

podría responder en la clínica del caso por caso, pero abre la reflexión a pensar en las

diferentes formas de adicciones que se pueden presentar y el lugar que ocupa en cada

sujeto. Por eso es importante ver como la dinámica pulsional es una lectura que

permite un acercamiento a la dinámica psíquica de un adicto.

Veamos a continuación algunos ejemplos de casos clínicos, sobre adicciones,

que muestran cómo varía el caso según su elección de objeto: Este ejemplo clínico, es

un niño de 5 años en el cual su goce consistía en recibir por parte de sus padres

objetos que no lograban satisfacer su demanda. Una demanda que, como se ha visto

anteriormente, no es posible satisfacer completamente. Sus padres suponen que

dándole objetos a este niño y accediendo a sus caprichos iba a dejar de ser tan

demandante; particularmente ante su madre. Esto los conduce a consulta ya que

evidentemente la situación se les sale de control.

Este caso escenifica, la forma como en la actualidad, cuando el sujeto se

inscribe en la cultura, se va haciendo parte de un sistema capitalista en donde el


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consumo de diversos objetos hace parte del diario vivir, así mismo es una tendencia

del ser humano a ir tomando estas formas en su estilo de vida y estructura psíquica,

Como una forma de adicción. Colocando la diversidad de objetos de forma parcial,

que lleven al sujeto en este caso al niño al consumo desbordado de estos, siempre

queriendo más y más. Todo parece esperarse de los objetos, nada del sujeto. El sujeto

excusado a elegir, a reconocer no su deseo, sino objetos para su deseo.

El niño pareciera estar a merced de un gran Otro que sabe hacer provecho de

él. El mercado se ha dado cuenta del gran potencial que implica explotar la

emocionalidad del niño, y el lugar que ocupa el niño en los afectos del adulto

estimulando un consumo sin límites; propone encubrir lo que es la falta, es una

cortina de humo de aparatos tecnológicos, en donde se colocan este tipo de objetos o

artículos para que al sujeto no le falte nada.

Lacan (1974), en el discurso de la “Tercera”, advierte que los gadgets

producirán nuevos síntomas y nuevos goces, además de interferir en el lazo social.

¿Cuál es el efecto de estas situaciones sobre el sujeto? es la pregunta clave que se

haría el psicoanálisis en estos casos, ¿Qué sujeto hay detrás de cada consumidor, sea

de objetos, de sustancias, etc?, ¿Qué efectos puede traer consigo este tipo de

elementos?

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El niño ocupando el lugar de objeto, experimentará grados diferentes de

irresponsabilidad como sujeto respecto de lo que le ocurre, de lo que padece, de las

consecuencias de sus actos hay una tendencia a quedar según Lacan Infantilizado.

El Otro queda atravesado por la técnica, de consumir objetos para tapar sus

necesidades y se prefiere ese tipo de Otro (“objetos”) que el Otro puramente

humano, porque no falla, el artículo no falla o simplemente se puede acceder a otro

rápidamente.

En esa medida encontramos como en lo simbólico tradicional hay debilidad y

poca efectividad para establecer frenos. Disminuyen los referentes tradicionales de

identidad y se gestan mitos colectivos independientes de las culturas singulares.

Devaluación de lo que es lo semejante, para valorar lo “otro”.

En la dimensión Imaginaria, se produce la segregación entre subjetividades de

acuerdo al objeto de consumo en la que se apoya cada una.

En la dimensión de lo Real, Lacan dice que eso insoportable se desboca,

porque el sujeto no alcanza a seguir las exigencias de un goce que se mueve en forma

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impredecible, con lo que se despierta la angustia. El sujeto queda predispuesto al

pasaje al acto, y a desconocer que su padecimiento quiera decir algo. (Lacan, 1974).

En otro ejemplo clínico, se puede observar el modo en que un sujeto puede

establecer una adicción al objeto de amor. Se trata de una mujer, probablemente de

estructura histérica, cuyo motivo de consulta es sus dificultades sexuales con su

pareja.

Ella demanda con los significantes del Otro. ¿Quién demanda cuando ella

habla? la madre, el marido, su padre.... Estos significantes del Otro son muy presentes

cuando habla y a veces se confunden en su cabeza contra todo sentido común. Es lo

que conocemos como alienación.

Entra en análisis cuando puede producir una demanda propia que la remite a

su propia verdad, cuando se percata que su sexualidad va más allá de las demandas de

su marido. Vemos que aunque ella lo intenta esta supeditada a los mandatos del Otro,

adicta. Eso explica a menudo la queja reiterativa acerca de su ausencia de autonomía,

de la dependencia que la ata y somete todavía a sus más allegados, padres y marido.

Su carencia de ser la somete a los dictados ajenos. Ella no puede separarse del Otro.

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Esto que se da en la histeria, es la base del vínculo hombre – mujer, madre –

niño, lo que constituye un fundamento para el lazo social.

Es un momento donde muchos se empeñan en encontrar el objeto para

comérselo o consumirlo, saciando su goce auto erótico, ella hace un síntoma y dice:

“no hay satisfacción del deseo”.

En el último ejemplo clínico, se observa cómo, efectivamente, el consumo de

algunas sustancias genera adicción. Un joven de 28 años coloca la droga (marihuana)

en relación con el objeto primario de deseo, necesitando siempre de esta para poder

ser. Anuncia palabras claves como “Sin esto no soy persona”, “Sin este bareto

mañana en la mañana no hay persona”, Cuando me miro al espejo, es un man con una

necesidad la berraca, ofendido, yo quiero dominar ese monstruo”.

Aquí, el toxicómano tiene un goce soltero, como figura de la actualidad, no

pasa por el Otro, tiene su objeto a mano y lo goza en solitario.

Estos casos se hicieron pertinentes mencionarlos para establecer algunos

ejemplos que, ante la inevitable evolución de nuestra cultura, la cual esta atravesada

por el sistema capitalista que promueve constantemente el consumo y prima el

individualismo, oferta felicidad individual por objetos adaptados a necesidades.

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En ese sentido, todos somos adictos en potencia, los objetos de consumo ya

sean, sustancias, artículos, entre otros, están en todo lado, ofertando y prometiendo

falsamente esa felicidad tan anhelada que tiene el ser humano, retrazando un

tratamiento del dolor y sufrimiento que se tiene, ofertando cortinas de humo en el

problema y no en la búsqueda de su causa.

Si vemos el fenómeno de las adicciones a partir del sentido común, y

tomamos algunos de los ejemplos más típicos, como lo es la adicción a sustancias

psicoactivas como el alcohol, vemos que el adicto en muchos casos experimenta o

dice experimentar situaciones que no tienen nada que ver con el placer, ni con

satisfacciones de ningún tipo, de hecho, la conducta adictiva que manifiestan se les

hace casi qué extraña e independiente de su voluntad, la manifiestan como

“inconsciente”, pero sobre todo compulsiva, hecho que cuando se presenta es casi

siempre causa de que busquen ayuda, y se internen en programas de rehabilitación,

que también son, a su vez, objetos de consumo..

La contemporaneidad está atravesada con nuevos síntomas sociales que la

invaden y los estragos del pasado, a pesar de que hoy en día, en nuestra sociedad

prime el capitalismo e individualismo, trae consigo el lastre del pasado, lo que

desencadena nuevas formas de lo humano, nuevas problemáticas sociales, que abren

la posibilidad a nuevas miradas y puntos de partida en el marco de la investigación,

sobre todo en el psicoanálisis.

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El capitalismo trae consigo el sistema de consumo, donde impulsa al ser

humano a una constante de consumir todo tipo de objetos y artículos según las

“necesidades” que se tengan, objetos que nunca serán suficientes, porque siempre hay

uno mejor, novedoso, que sustituye al anterior. Se pierde el valor de lo simbólico en

cuanto a representación (antes se valoraba lo que se tenía, era difícil conseguirlo, con

el adicional del sentido que se daba, por ejemplo, el barco que talló el abuelo, la

muñeca que tejió mamá). Todo este tipo de artículos intentan sustituir o colocar una

cortina de humo en el ser humano para suplir su falta, esa falta en ser que lo atañe y

que lo moviliza en su deseo de estar consumiendo. Es importante ver en el caso por

caso, el lugar en que cada sujeto coloca este tipo de objetos de consumo.

El sentido común nos dice muchas veces que una adicción se da cuando la

persona repite o hace muchas veces aquello por lo que se llama adicto por ejemplo

cuando se consume cigarrillo, pero a la luz del texto de Freud es necesario descartar

esta posición y percibir que lo que realmente podemos utilizar como criterio para

determinar una conducta como adictiva no es la repetición en sí misma, sino la

manera como el sujeto establece la relación con el objeto que intenta sustituir. Las

drogas siempre han tenido un lugar en la economía libidinal del sujeto, llamada por

Freud “el quitapenas” (Freud, 1930, P.22).

Proporcionado un carácter benéfico en la incansable lucha por la felicidad, es

un intento de escapar al malestar, puesto que allí intervienen dos cuestiones: Por un

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lado la inmediatez del placer obtenido, y por otro la independencia hacia el mundo

exterior. Como se mencionó anteriormente se evita el dolor, se obtiene placer y así

mismo se puede prescindir del otro, en donde se ve que también resulta problemática

la relación con el otro.

Otra implicación importante es pensar que la fuente de las adicciones no

necesariamente provienen de lo más profundo del aparato psíquico, sino que

provienen de un malestar que el sujeto decide resolver por la vía del consumo de

droga, esto bien puede surgir en el yo, pues Freud nos muestra en más allá del

principio del placer, que el yo también tiene un contenido inconsciente a partir del

cual también se puede pensar que emerjan compulsiones que deriven en adicciones.

(Freud, 1920).

Esto es muy importante si pensamos que las adicciones pueden presentarse en

cualquier momento del desarrollo psíquico del sujeto y no necesariamente en los

momentos originarios o básicos, sino aún cuando el yo ya está plenamente

constituido.

Freud nos muestra también la posibilidad de que el fenómeno de las

adicciones se presente no sólo en neuróticos. (Freud, 1920, Cap. 3 p.7). Es decir, la

adicción no corresponde a ninguna estructura clínica. El espectro de las adicciones se

nos amplía en gran medida en sus causas y en sus manifestaciones, pues esta

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compulsión se puede activar casi que sobre cualquier cosa a la que el sujeto la anude

durante su vida psíquica, así pues, se puede ser adicto casi que a cualquier cosa,

situación, conducta o fenómeno que le permita al sujeto repetir lo reprimido

inconsciente.

Sobre esto Freud nos dice: “En vista de estas observaciones relativas a la

conducta durante la trasferencia y al destino fatal de los seres humanos, osaremos

suponer que en la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se

instaura más allá del principio de placer. Y ahora nos inclinaremos a referir a ella los

sueños de los enfermos de neurosis traumática y la impulsión al juego en el niño. Y

nos dice una pista muy importante sobre otra característica de la compulsión de

repetición: “compulsión de repetición y satisfacción pulsional placentera directa

parecen entrelazarse en íntima comunidad.” (Freud, 1920, Cap. 3 p.7).

Esto nos hace pensar en el carácter placentero inmediato que producen

algunas adicciones, por ejemplo la adicción al cigarrillo, “fumar es un placer”, esto lo

diría un fumador, pero la situación es que la pulsión se satisface casi que

inmediatamente al fumar, si es que tal cosa ocurre, ¿qué contenido inconsciente

compulsivamente se repite en el acto?, eso es lo que no se sabe, esto dependería de

cada sujeto.

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A manera de conclusión, y siguiendo las hipótesis de trabajo que se

plantearon, se podría mencionar que la lógica del consumo es la pulsión dirigida a

sustituir una falta estructural, es decir, una falta en ser. Por consiguiente, es preciso

considerar que no solamente existe una adicción (toxicomanía), sino varios tipos de

adicción. En ese sentido, la observación clínica de las adicciones ha de rastrear

aquellos significantes que orientan la dinámica de consumo de cada sujeto.

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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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