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Regulación de la

contaminación

Política y
Economía
Ambiental

1
Regulación de la contaminación
En este módulo, se presenta al Gobierno como un agente importante en la
resolución de los problemas relacionados con la contaminación. En algunos casos,
el Gobierno desempeñará un papel modesto al establecer las reglas básicas para
que un cuasimercado funcione y así resuelva el problema de la contaminación. En
otros casos el Gobierno tendrá una función mucho más visible al señalarles a los
contaminadores específicos cuáles son las emisiones permitidas.

Las intervenciones gubernamentales ocurren porque los mercados son incapaces


de solucionar el problema de las externalidades ambientales, debido a que estos
no pueden ofrecer un sistema de precios que brinde las señales correctas sobre la
verdadera escasez del recurso. La principal consecuencia de este resultado es que
las soluciones privadas que brinden los agentes económicos (mercado) al
problema de la contaminación serán siempre diferentes de las soluciones óptimas
sociales (Gobierno) de reducción de la contaminación (Mendieta, 1999).

Cabe aclarar que algunas formas de intervención para resolver los problemas de
contaminación son mejores que otras y, con cierta frecuencia, se producen fallas
de gobierno1 en los intentos de remediar las fallas de mercado.

Razonamiento de la regulación

La regulación económica implica que el Gobierno intervenga, de muy diversas


formas, en las actividades privadas de las empresas y personas. Existen dos teorías
básicas de dicha regulación: la del interés público y la del grupo de interés.2 La
teoría de la regulación a favor del interés público considera que el propósito de la
regulación es promover el interés público. En este contexto, hay tres razones

1
Para consultar más información sobre las fallas de gobierno, véase Weimer y Vining (1992).
2
Véanse a Laffont y Tirole (1993) para un análisis sobre las teorías básicas del funcionamiento de
las agencias regulatorias.

2
generales para que exista la regulación: la competencia imperfecta, la información
imperfecta y las externalidades. Por otra parte, la teoría de la regulación a favor
del grupo de interés considera que el objetivo de la regulación es promover los
intereses estrechos de grupos particulares de la sociedad, tales como industrias
individuales.

Hasta cierto punto, la teoría de la regulación en pro del interés público es


normativa y busca explicar lo que debería suceder en un mundo ideal. En cambio,
la teoría a favor del grupo de interés es positiva e intenta explicar por qué el
mundo funciona como lo hace.

Una primera justificación para la intervención y regulación gubernamental está en


la competencia imperfecta; particularmente, en el monopolio natural. En estos
casos (distribución de gas natural), la eficiencia económica requiere una empresa
única (es imposible pensar varias cañerías de gas natural atravesando las calles y
subsuelos de los usuarios particulares y los espacios públicos). La función del
Gobierno, en este caso, es garantizar un monopolio a una empresa en particular
y, además, controlar los precios para proteger a los consumidores de los que
deseen imponer el monopolio. Una función gubernamental análoga es evitar la
indebida concentración de poder en los mercados, y esto representa la mejor
estructura organizativa para muchas empresas competidoras. En este caso, el
Gobierno intenta prevenir la colusión y restringe las funciones que darían paso a
un excesivo poder del mercado (Kolstad, 2001).

Una segunda razón importante de la regulación gubernamental es el caso de la


información imperfecta, ya que obtener información resulta costoso. En
consecuencia, cuando los consumidores van a hacer alguna transacción, no
siempre cuentan con la información completa sobre cuestiones como la calidad
del producto. Además, debido a lo que cuesta conseguir la información, quizá no
sea conveniente para los consumidores obtener información completa, porque el
costo puede ser mayor que los beneficios. Por ejemplo, en un supermercado,
3
tener información de la seguridad de cada producto alimenticio que adquirimos.
Esta es una justificación para que el Gobierno pueda intervenir y compensarnos
por la información incompleta. En este caso en particular, la intervención del
Gobierno puede ser indirecta cuando fija un conjunto de reglas de responsabilidad
con el fin de alentar para que se proporcione cierto índice de calidad relacionada
con la seguridad, o más bien directa, cuando determina los niveles aceptables de
calidad, como generalmente sucede con respecto a la regulación sobre aditivos
para los alimentos.

En tercer lugar, otro de los fundamentos de la regulación gubernamental está en


el área de suministro de bienes y males públicos, los cuales, junto con las
externalidades, son los principales objetos de la regulación. Cuando hay elementos
de “carácter público” (no rivalidad y no exclusión), los mercados privados son
deficientes. El Gobierno interviene para tratar de corregir el problema y puede
ayudar a suministrar estos bienes o males de manera eficiente. Esto sucede con
frecuencia en el caso de los bienes públicos, como lo es, por ejemplo, la defensa
nacional. Pero, en el caso de los males públicos, lo usual es que el Gobierno
establezca un grupo de instituciones y regulaciones que manejen el suministro de
estos males públicos y fije reglas para restringir la producción de contaminación.

Por otro lado, tenemos la teoría de la regulación a favor de los grupos de interés.
Esta sostiene que la búsqueda de renta es el motivo principal de la regulación. En
sí misma, la justificación de algunas regulaciones gubernamentales se debe a la
búsqueda de renta por parte de grupos de interés y presión (lobbies). Es decir,
estamos frente a una teoría positiva en donde personas y empresas privadas
utilizan al Gobierno para obtener ganancias adicionales (rentas) por medio de las
restricciones a la actividad económica que impone el Gobierno. Un ejemplo
frecuente sucede en la necesidad de utilizar un 5 % de fuentes renovables en los
componentes de las naftas en la República Argentina, lo que en esencia es un
subsidio a los productores de materias primas que direccionan a estas para el corte
en la producción de naftas. Por lo cual, las empresas, a partir de la regulación
4
establecida por el Gobierno, obtienen ganancias que en un mercado competitivo
no obtendrían (Kolstad, 2001).

Modelo de regulación de la economía política

Figura 1:

Fuente: elaboración propia.

El problema básico de la regulación ambiental es que el Gobierno trata de inducir


a las empresas contaminadoras a que lleven a cabo acciones socialmente
convenientes, lo que, obviamente, no es lo mejor para las empresas. Pero el
Gobierno no siempre puede controlar al contaminador de manera precisa y, para
complicar aún más las cosas, el Gobierno enfrenta el complejo problema de
determinar exactamente cuál es el mejor nivel de contaminación para una
sociedad. En realidad, el Gobierno recibe presiones de las familias (ciudadanos o
consumidores) y de las empresas (contaminadores).

5
En la Figura 1, vemos al Gobierno, que generalmente está integrado por tres
ramas: legislativa, judicial y reguladora. La primera es la que aprueba las leyes que
definen lo que deben hacer los reguladores para controlar la contaminación. A su
vez, la rama reguladora se encarga de ejecutar y de poner en práctica todas las
acciones necesarias para aplicar las leyes del legislativo. Por su lado, la rama
judicial controla las acciones de la rama reguladora.

Por lo que vemos, en el interior del Gobierno hay multiplicidad de actores y cada
uno tiene su propia lógica, lo que hace que este no actúe de manera unificada y,
por lo tanto, tenga diversidad de expresiones. Esto genera complicaciones
adicionales al momento de regular la contaminación ambiental y muchas veces
el legislativo tiene dificultades para cumplir sus objetivos, porque necesita de la
rama ejecutiva reguladora para aplicar sus leyes y a igual que las agencias
reguladoras dependen sus burocracias, el tamaño de estas y el modo en qué se
propone los objetivos de política.

Las empresas contaminadoras, al mismo tiempo, tienen en su interior lógicas


empresariales que dificultan implementar los objetivos de bajar los niveles de
contaminación que exige el Gobierno. Por ejemplo, los directorios de las empresas
fijan objetivos que muchas veces chocan con sus empleados y los productos que
son los que generan la contaminación. Finalmente, son los ciudadanos o
consumidores los que consumen tanto los bienes como la contaminación
producidos por las empresas. A su vez, los ciudadanos son el objeto de satisfacción
de las acciones de un Gobierno dado. Por tanto, los ciudadanos dirigen votos y
otras influencias hacia el Gobierno y, al mismo tiempo, hacen llegar dinero a la
empresa a cambio de los bienes producidos (Mendieta, 1999).

Instrumentos regulatorios básicos

Los dos tipos más importantes de regulación ambiental son el comando y control
y los incentivos económicos.

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El primero hace referencia a la regulación ambiental que predomina en la mayoría
de los países. El concepto básico de comando y control significa que la regulación
debe especificar los pasos que los contaminadores deben seguir para resolver el
problema. La esencia del comando y control es que el regulador reúne la
información necesaria para decidir sobre las acciones físicas que habrán de
llevarse a cabo para controlar la contaminación; el regulador, entonces, manda al
contaminador a seguir los pasos físicos específicos para controlar la
contaminación. Un ejemplo común es que a las plantas generadoras de
electricidad se les puede exigir que usen ciertas tecnologías para reducir las
emisiones de dióxido de azufre (Azqueta, 2007).

Las regulaciones de comando y control pueden tener muchas formas


determinadas y se pueden estipular los requisitos precisos del equipo para el
control de la contaminación, como en el ejemplo de las generadoras eléctricas.
Alternativamente, la regulación puede determinar un límite de emisiones para
tipos particulares de plantas y de contaminantes.

Asimismo, la regulación de comando y control puede combinarse con multas


significativas y penalizaciones relacionadas con el incumplimiento. Estos estímulos
para cumplir con una regulación de comando y control no deben confundirse con
un incentivo económico para reducir la contaminación. Aunque el comando y
control puede tener muchas formas, hay dos características principales que sirven
para distinguirlo de los incentivos económicos: a) el contaminador tiene
restricciones al elegir los medios que usará para lograr un objetivo ambiental
apropiado; b) la falta de mecanismos para igualar los costos de control marginales
entre varios contaminadores diferentes. Por ejemplo, si un regulador le dice a un
contaminador que debe usar un tipo particular de equipo, el generador de
contaminación tiene poco margen para determinar las emisiones.

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Las regulaciones de comando y control tienen una ventaja principal: más
flexibilidad para regular los procesos ambientales complejos y, por lo tanto, mucha
más certidumbre respecto de la cantidad de contaminación que se obtendrá con
la regulación. Por ejemplo, en áreas urbanas donde hay fábricas en diferentes
ubicaciones que contribuyen de diversas maneras con los niveles generales de
contaminación urbana, puede ser difícil establecer una serie funcional de
impuestos a las emisiones y otros incentivos para garantizar un cierto nivel de
contaminación (Field y Field, 2003).

Entre las desventajas de este tipo de regulación, están los costos de información
altos, tanto en la operación como en la administración. Detallar en cada planta el
nivel de contaminación y la necesidad del regulador de confiar en la información
que le da el contaminador es uno de los ejemplos de las desventajas.

Otro problema importante es que hay pocos incentivos para encontrar mejores
formas de controlar la contaminación. El comando y control tiene una
metodología más estática.

El último problema o desventaja lo constituye el hecho de que, con el comando y


control, el contaminador paga únicamente por el control de la contaminación y no
por el daño residual derivado de esta, el cual sigue existiendo, incluso después de
que se aplican los controles. Efectivamente, esto representa un subsidio para el
contaminador, que puede crear diversas distorsiones (Kolstad, 2001).

Los incentivos económicos, en contraste con la regulación de comando y control,


recompensan a los contaminadores por hacer lo que se percibe que es de interés
público. En el contexto de la contaminación, existen tres tipos básicos de
incentivos económicos: impuestos, permisos transferibles y responsabilidad.

Los impuestos de contaminación implican el pago de un cargo por unidad de


contaminación emitida. Cuando un contaminador debe pagar por cada unidad de
8
contaminación emitida, a este le interesa reducir las emisiones. Con un permiso
transferible, los contaminadores pueden comprar y vender el derecho a
contaminar. Así, lo que comienza como algo parecido al comando y control (un
permiso para contaminar) se convierte en un incentivo económico al aceptar el
intercambio. Este induce un precio o valor sobre el permiso para contaminar y
ocasiona que las empresas consideren la contaminación como una actividad
costosa. Si hay menos contaminación, significa que hay que comprar menos
permisos. La emisión tiene un costo de oportunidad: al no tener emisiones, la
empresa puede vender más permisos.

La responsabilidad es el tercer tipo de incentivo económico. La idea básica es que,


si lastimas a alguien, debes compensar a dicha persona por el daño. En teoría, esto
significa que, cuando alguien emprende una actividad arriesgada (manejo de
residuos peligrosos), deberá tomar en cuenta todo el daño potencial que puede
derivarse de su actividad cuando decida el cuidado con el que la va a llevar a cabo.
Lo importante es que el Gobierno no le está diciendo lo que debe hacer, sino que
será responsable de las consecuencias. Esto crea un incentivo para tener cuidado
cuando se emprende cierto tipo de actividad y, de hecho, a fin de tomar todas las
precauciones socialmente convenientes para realizarla (Azqueta, 2007).

Entre las ventajas de los incentivos económicos, tenemos que los requisitos de
información son menos significativos. No es necesario saber cómo funciona una
empresa para usar un impuesto de emisión. Además, los incentivos económicos
son un estímulo para que el contaminador decida innovar y encontrar formas más
baratas de controlar la contaminación. Por ello, con esta metodología, el
contaminador paga los costos de control junto con el daño de la contaminación.

La mayor ventaja de los incentivos económicos radica en que el principio de


equimarginalidad se cumple en casi todos ellos. Por ejemplo, con un impuesto de
emisión, todas las empresas establecen que su costo marginal del control de
contaminación es igual al impuesto.
9
Por otro lado, también encontramos desventajas. Una de ellas es la complejidad
de la transformación ambiental y lo dificultoso de que un incentivo económico
encare de manera eficaz y eficientemente esa realidad.

Una segunda desventaja es de carácter político. En un sistema federal como el


argentino, donde conviven el nivel nacional, provincial y local, resulta lento y
complejo coordinar las acciones ambientales y determinar cambios en el nivel o
tipo de incentivos económicos.

Por último, otra desventaja, también de naturaleza política, es que los incentivos
económicos implican trasferencias de recursos de las empresas hacia el Gobierno.
La sola idea de instaurar nuevos impuestos y legitimarlos ocasiona demasiadas
complicaciones, que muchas veces no son compensadas con los tributos que se
recaudan (Perelló Sivera, 2009).

Complicaciones para la regulación ambiental

Espacio y tiempo

A diferencia de otras regulaciones, la principal complicación para la regulación de


tipo ambiental es el medioambiente físico que se interpone entre contaminadores
y consumidores. En la siguiente figura, se muestra cómo un contaminador genera
emisiones que se transforman en concentraciones ambientales de contaminación
(Kolstad, 2001).

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Figura 2:

Medioambiente natural

Regulador
ambiental

Productores Consumidores

Transformación ambiental (transporte, deterioro,


combinación, deposición)

Concentraciones ambientales del contaminante

Daño (para productores, consumidores, ecosistemas)

Fuente: Kolstad, 2001, p. 170.

Las emisiones no causan daño, pero las concentraciones sí. Por lo tanto, las
concentraciones ambientales son las concentraciones de contaminación que hay
en el aire que nos rodea, en el agua que bebemos o en la tierra donde nos
asentamos. Por ello, cuando hablamos de daño ambiental, debemos referirnos a
concentraciones ambientales y estas son objeto de regulación por parte del
Gobierno y de sus agencias.

El espacio es un actor importante en la transformación del ambiente. Por ello, si


tenemos un problema de contaminación grave en zonas urbanas del Gran Rosario
o el Gran Mendoza, es importante observar las fuentes cercanas que producen
daño y no los suburbios más alejados.

11
Asimismo, el tiempo es un factor significativo en la transformación ambiental,
aunque probablemente menos importante que el espacio. El ejemplo clásico es el
de la niebla tóxica fotoquímica urbana (ozono, principalmente) que implica la luz
del sol y una mezcla de óxidos de nitrógeno y de compuestos orgánicos volátiles.
Sin luz solar, el problema es considerablemente menor; además, el tiempo que
algunos de estos compuestos permanecen en la atmósfera es menos de 24 horas,
por lo que las emisiones durante la tarde o la noche serán menos dañinas que las
que se presentan en la mañana o mediodía (Kolstad, 2001).

Eficiencia en comparación con costo-efectividad

Establecer metas de emisiones o metas ambientales es un compromiso que,


normalmente, sacrifica la eficiencia en el control de la contaminación. Pero, aun
con una meta de emisiones, hay métodos adecuados y otros menos adecuados
para regularlas a fin de lograr el objetivo.

Para cada contaminadora el control de la contaminación tiene costos diferentes.


La forma menos costosa de lograr un objetivo de emisión dado implica controlar
la contaminación desde diversas fuentes en una forma que refleje los diferentes
costos de dicho control. Si una serie de regulaciones ambientales logra la meta a
menor costo, decimos que esa regulación tiene costo-efectividad. Si la regulación
es complicada y no equipara bien las reducciones de la emisión con los costos del
control, entonces es muy posible que la regulación no sea costo-efectiva (Kolstad,
2001).

Regulación ambiental diferenciada contra regulación de


emisión diferenciada

Las regulaciones también pueden aplicarse a los contaminadores en función de


sus emisiones o de su contribución a las concentraciones ambientales, lo que
resulta un poco sutil, aunque en realidad es relativamente sencillo.

12
Supongamos que tenemos una meta ambiental. Normalmente, una unidad de
contaminación de un contaminador tendrá en las concentraciones ambientales un
efecto distinto de la de otro contaminador. Una regulación ambiental diferenciada
controlará a estos dos contaminadores de manera desigual, en función de sus
diversas contribuciones a las concentraciones ambientales (Kolstad, 2001).

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Impuestos sobre emisiones y
permisos transferibles
Hay varias cuestiones que complican el uso de incentivos para controlar la
contaminación. Una es el espacio, pues con frecuencia la movilidad de la
contaminación depende de la ubicación. Otra es el tiempo, principalmente, la
acumulación del paso del tiempo, es decir, de décadas de recolección de un mismo
contaminante en el ambiente.

Complicaciones en el uso de incentivos: espacio y tiempo

Las fuentes de contaminación producen emisiones; los receptores son puntos en


los que nos preocupan las concentraciones de contaminación. El coeficiente de
transferencias es la proporción del aumento de la contaminación en el receptor,
con incremento de las emisiones en la fuente.
Las emisiones eficientes en un medioambiente espacial con un receptor requieren
que la proporción entre el ahorro marginal de las emisiones y el coeficiente de
transferencia sea igual para todas las fuentes. A su vez, esa proporción sería igual
al daño marginal de la contaminación. Por lo cual:
CMgi (ei*)/ai = –DMg (s)

Los impuestos sobre emisiones diferenciadas de manera espacial deben ser


iguales al daño marginal de la cantidad eficiente de contaminación multiplicado
por el cociente de transferencia, es decir: T = DMg x ai

Por otro lado, a los permisos de contaminación ambiental se les fijará un precio,
en equilibrio, relacionado con el ahorro marginal por emisiones que obtiene
cualquier fuente dividido por el coeficiente de transferencia; por lo tanto: AMg/a

i= .

2
En la misma dirección, los contaminantes acumulados se almacenan con el tiempo;
por tanto, el control simple de las emisiones no significa que se controle
directamente el daño que causa lo acumulado.

Puesta en práctica de permisos transferibles

Los permisos tienen que distribuirse. Si se subastan, su precio de venta


presuntamente será igual al que prevalece en el mercado, que será similar a lo que
sería un impuesto sobre emisiones. Esto crea un problema político fundamental
para los sistemas de permisos, pues, en principio, estos pueden representar una
significativa fuente de ingresos de los contaminadores hacia el Gobierno. Sin duda,
esto enfrentará una fuerte resistencia en el proceso político y se puede bloquear
con bastante éxito la expedición inicial de permisos. Es por ello que, en vez de
subastarlos, los permisos se otorgan a los contaminadores, lo que en realidad no
es un problema de eficiencia económica; sin embargo, el problema surge en
relación con los nuevos participantes.

Una forma de asignar los permisos sin que surja el problema de una transferencia
monetaria hacia el Gobierno es una subasta de cero ingreso. La propuesta sencilla
consiste en que, antes de que se subasten los permisos, el proceso político decide
qué fracción del ingreso de la subasta debe acumularse en cada contaminador que
ya esté ahí. Esto debe apoyarse en las emisiones actuales, en las históricas o en la
habilidad para pagar. Después, se subastan los permisos, pero los ingresos se
distribuyen de manera convenida entre los contaminadores.

Este sistema también puede usarse para garantizar que los nuevos participantes
tengan la oportunidad de adquirir permisos, pues cualquiera puede hacer una
oferta por ellos (Mendieta, 1999).

3
Análisis regulatorio comparativo

Uno de los temas que trascienden la economía del medioambiente es que el


comando y control es inferior a los incentivos en función del mercado. La pregunta
que surge es cómo se ha llegado a esa conclusión.

Muchos autores han tratado de responder al interrogante a partir del estudio de


las regulaciones ambientales entre sí y han intentado simular las consecuencias
económicas y ambientales de diversos esquemas regulatorios. 1 Este tipo de
análisis puede ser muy útil para los reguladores, las legislaturas y otras agencias
que reflexionan sobre las normas ambientales o que estudian los cambios de un
esquema regulatorio.

Particularmente, Atkinson y Tietenberg (1982) realizaron un estudio comparativo


para la región de San Luis en Estados Unidos. El análisis se focalizó en una
comparación de costo-efectividad entre regulaciones de comando y control,
permisos de emisiones no diferenciadas y permisos ambientales diferenciados.
Los resultados arrojaron que las regulaciones de comando y control son
sumamente costosas en comparación con los permisos. Asimismo, se verifican
diferencias importantes entre estos y se destacan por su relación costo-efecto los
permisos ambientales diferenciados como los de mayor impacto y menor costo
marginal por unidad adicional.

Como conclusión, es predecible que en un futuro las normas ambientales


nacionales, provinciales y locales viren de esquemas rígidos de comando y control
hacia esquemas de incentivos económicos; especialmente, los permisos
ambientales diferenciados. No por ello la complejidad será menor (Kolstad, 2001).

1
Véanse Kneese y Bower (1968), Atkinson y Lewis (1974) y Atkinson y Tietenberg (1982).

4
Competencia internacional e
interregional
Es fundamental establecer la competencia entre las jurisdicciones para evitar o
saber cómo tratar las colusiones a la hora de establecer la política para el control
de la contaminación.

Las jurisdicciones pueden ser los Estados nacionales, las provincias o las
localidades ubicadas en una provincia determinada o en varias.

El factor básico determinante es que lo que sucede en un Estado puede influir en


las acciones de otros. Para este fin, primero consideremos la forma en que los
ingresos de una jurisdicción afectan el control de la contaminación. A partir de esta
premisa, surge como pregunta: si aumenta el ingreso per cápita, ¿podemos
esperar que disminuya la contaminación? Otra pregunta importante a partir de la
premisa de las competencias entre las jurisdicciones es: ¿los Estados pueden hacer
menos rigurosas sus regulaciones ambientales para atraer el capital y, por
consiguiente, los empleos? Esta pregunta deriva en conclusiones básicas al
preguntarnos si países con regulaciones ambientales laxas no terminan por
convertirse en espacios codiciados por las industrias denominadas sucias.

Todo ello denota la necesidad de acuerdos entre Estados nacionales soberanos,


provincias o localidades con autonomía política e institucional; es decir, tratados
que requieren la voluntad efectiva de las partes para cumplir con los postulados
de la regulación y del cuidado ambiental.

2
Efecto ingreso y demanda de calidad ambiental

Hay ciertas preguntas referidas al ambiente que surgen cuando establecemos


relaciones de causalidad entre el ingreso promedio de una población y la demanda
de una mayor calidad de ambiente, tomado en cuenta como un bien.

Preguntas como ¿por qué las refinerías petroleras se ubican en las zonas pobres
de las ciudades y no en las ricas?, ¿por qué los países en vías de desarrollo tienen
regulaciones ambientales más laxas que los países ricos?, a escala global, ¿por qué
la protección ambiental se vuelve más importante a medida que transcurren los
años?

La respuesta a estas preguntas depende de la forma en que el ingreso influye en


la demanda de protección ambiental, pues, a medida que los ingresos de los
habitantes son mayores, estos exigen más protección ambiental. En cambio, los
sectores de menores ingresos demandan menos protección, entendida esta como
menos disponibilidad para pagar por la protección (Perelló Sivera, 2009).

Debemos considerar la demanda de un bien cualquiera por parte de un individuo.


A medida que aumenta el ingreso de esta persona, esperaríamos que cambiara la
cantidad del bien consumido y que quedaran constantes otros factores (los
precios, por ejemplo). Si se incrementa la cantidad consumida, decimos que se
trata de un bien normal, pero, si la cantidad disminuye al incrementarse los
ingresos, se lo denomina un bien inferior. Si la cantidad que se demanda de un
bien normal aumenta en un porcentaje mayor al incremento de los ingresos,
entonces estamos al frente de un bien de lujo. Este esquema de clasificación ayuda
a explicar las diferencias en cuanto al interés por el medioambiente entre personas
y países con diferentes niveles de ingresos (Kolstad, 2001).

Algo generalmente aceptado es que la calidad del medioambiente es un bien


normal; en realidad, la mayoría de los bienes es normal, pero lo que no queda muy
3
claro es si se trata de un bien de lujo. Como todos sabemos, la calidad del
medioambiente no es un bien homogéneo, pues abarca diversas cuestiones, tales
como la calidad del agua potable, del aire urbano, el acceso a los ecosistemas y la
diversidad de las especies. Lo importante no es saber si cada uno de los aspectos
mencionados es deseable, sino la forma en que se incrementa la demanda de
estos bienes cuando aumenta el ingreso, ya que esta es una cuestión empírica muy
importante.1

Conforme el mundo se va enriqueciendo, el grado en que la protección ambiental


adquiere más o menos importancia depende de la elasticidad de la demanda para
la calidad ambiental. La diferencia en los niveles de contaminación en distintos
países puede explicarse a través de las diferencias de ingresos.

Hacer el enlace entre la demanda individual de calidad ambiental y la demanda


societal implica una serie de pasos y suposiciones, pues la forma en que el ingreso
afecta a la demanda individual debe traducirse en demanda agregada. La demanda
agregada de la población debe convertirse, entonces, en demanda por parte de un
Gobierno, que traduce la demanda del consumidor en regulaciones obligatorias
que aplica a los contaminadores. Si un Gobierno se elige democráticamente, las
acciones de los legisladores se aproximarán al menos a la voluntad de la gente;
pero, si un Gobierno es menos representativo, la demanda general de calidad
ambiental puede no traducirse en calidad ambiental (Azqueta, 2007).

Comercio internacional y calidad ambiental

Una característica dominante de los diferentes países que compiten en el marcado


internacional tiene que ver con las diferencias en los ingresos nacionales.
Normalmente, los países con menores niveles de ingresos pueden ofrecer mano

1
Kriström y Riera (1996) revisaron varios estudios, principalmente europeos, y concluyeron
con que la evidencia sugiere una elasticidad de la demanda positiva del ingreso menor que
uno, es decir, la calidad ambiental es una bien normal, pero no de lujo.

4
de obra barata, con lo que atraen a las industrias manufactureras que necesitan
mano de obra intensiva, y estos países también se especializan en industrias con
contaminación intensiva. De hecho, existen varias formas en las que los ingresos
bajos pueden influir en el comercio (Mendieta, 1999).

Como la calidad ambiental es un bien normal, esperaríamos que los ciudadanos de


los países más pobres demanden niveles de contaminación más bajos. Esto daría
por resultado una especialización en industrias manufactureras que producen
contaminación intensiva. Además, el resultado podría ser la importación de
desechos para almacenarlos en el largo plazo, incluidos los desperdicios sólidos y
peligrosos materiales nucleares, por ejemplo. Aunque el motor en ambos casos es
el efecto del ingreso en la demanda de calidad ambiental, lo más relevante es la
forma en que influye la diferencia de ingresos entre países en la especialización
relacionada con la generación o eliminación de desechos.
Otra cuestión que no está emparentada con las diferencias en los ingresos es hasta
dónde puede utilizarse la política ambiental como barrera comercial no
arancelaria (Kolstad, 2001).

Las regulaciones ambientales les cuestan dinero a los contaminadores. Las


empresas sujetas a regulaciones rigurosas incurrirán en mayores costos que
aquellas que están sujetas a regulaciones ambientales más moderadas o que no
las tienen.

Si tenemos países idénticos en todos los aspectos, excepto en el tipo de


regulaciones ambientales, es decir, si son rigurosas y aplicadas por una agencia
gubernamental legal y legitimada socialmente, la teoría económica indicaría que
el país con regulaciones menos estrictas representaría una ventaja de costo para
las empresas contaminantes y, por ende, tendería a especializarse en ese tipo de
industrias. Los países con regulaciones más estrictas tenderán a especializarse en
industrias limpias e importarán producción de industrias sucias. Esta es una
conclusión natural de la teoría tradicional del comercio internacional: los países
5
preferirán una ventaja comparativa en cuanto a los bienes producidos con factores
(trabajo, capital y recursos) que tienen una abundancia relativa. En este caso, el
medioambiente como una zona donde se permite la contaminación sería el factor
escaso o abundante.

Aunque este resultado teórico no es muy debatido, su significado empírico tiene


gran interés político. Esto se debe a que no es muy fácil detectar el efecto que las
diferentes regulaciones ambientales tienen sobre la competitividad y el comercio
internacional, probablemente porque dicho efecto es muy débil.

Básicamente, existen dos enfoques para examinar esta cuestión. Uno es


determinar si los países con regulaciones menos estrictas deben especializarse en
exportar bienes cuya manufactura implica contaminación. El segundo consiste en
examinar los flujos de capital de las industrias contaminantes y tratar de
determinar si los países con regulaciones ambientales menos estrictas tienden a
atraer relativamente más a dicho capital, en comparación con los que tienen
regulaciones más estrictas (Mendieta, 1999).

Uno de los modelos fundamentales que explican la especialización internacional


es el modelo de comercio internacional de Heckscher-Ohlin, el cual estipula que
los países tendrán una ventaja comparativa en bienes producidos con factores de
abundancia relativa. De este modelo, se deduce que, si un país tiene abundancia
en recursos hidroeléctricos, se deberá especializar en la producción de aluminio;
si estamos frente a un país con amplios recursos de capital, deberá especializarse
en la producción de bienes de capital intensivo, como los automóviles; si el país
tiene abundante mano de obra, podrá especializarse en bienes que demanden
mano de obra intensiva, como todo lo relacionado con la vestimenta. Del mismo
modo, podemos deducir que un país con amplia extensión natural sería una
jurisdicción con gran capacidad para asimilar la contaminación y, por lo tanto, para
especializarse en bienes de contaminación intensiva.

6
Sin embargo, a la hora de la especialización, la abundancia relativa de un recurso
determinado no es una variable explicativa suficiente, debido a que existe una
complejidad multifactorial que nos exige tener en cuenta que el grado de
severidad de las regulaciones ambientales será el resultado de dos factores: la
dotación de capacidad de asimilación de un país y el promedio del ingreso per
cápita que hay en ese país (Azqueta, 2007).

Contaminación transfronteriza

Este tipo de contaminación es la que emigra desde la jurisdicción que tiene el


poder para controlar dicha contaminación. Las emisiones de gases de efecto
invernadero son el ejemplo clásico: los gases emitidos por Brasil contribuyen al
cambio climático en la Antártida argentina; o los contaminantes de las pasteras
ubicadas en Uruguay, que afectan al ecosistema y a la biósfera compartida entre
este y Argentina en el río Uruguay, que actúa como límite fronterizo internacional.

Existen en la literatura de la política y economía ambiental tres tipos de situaciones


de modos de procedimientos clásicos cuando nos enfrentamos a un caso de
contaminación transfronteriza: aranceles compensatorios, sanciones y acuerdos
ambientales internacionales.

En el primer caso, consideramos una situación en la que hay dos naciones: una, la
contaminadora, tiene una industria que produce un bien que es exportado al otro
país. Lamentablemente, la industria también genera una contaminación que se
exporta al otro país, al que denominamos el país víctima (por ejemplo, la fábrica
está en la frontera y toda la contaminación es llevada por el viento hacia el país
víctima). Para corregir el problema de contaminación, el país víctima impone un
arancel a las importaciones del bien, el cual es igual al daño total de la
contaminación dividido entre la cantidad de bienes que se importan. De este
modo, el ingreso por el arancel que cobra el país víctima será exactamente igual
al daño que le provoca el país contaminador. Pero esta solución transitoria de

7
ningún modo es eficiente, porque no soluciona el problema de manera definitiva;
a menos que todos los bienes producidos por el país contaminador sean
exportados al país víctima, pero esto rara vez sucede (Kolstad, 2001).

En el segundo caso, se nos muestra que en la realidad los países tratan entre sí
muchos otros temas, no solo económicos, sino también políticos, sociales y
culturales. Tal vez el país víctima tiene poca capacidad para obligar al
contaminador a reducir las emisiones; sin embargo, puede tener mucho poder
sobre una cuestión no relacionada, como la participación en un tratado de defensa
conjunta. 2 Si detiene el convenio sobre este tratado, entonces puede forzar al
contaminador a reducir los niveles de contaminación. De hecho, el país víctima
puede amenazar con aplicarle sanciones de uno u otro tipo a la nación
contaminadora si esta no adopta las regulaciones ambientales para generar la
cantidad eficiente de contaminación.

Por último, tenemos los acuerdos ambientales internacionales, que se presentan


cuando existe un problema general de contaminación internacional debido a que
muchas naciones contribuyen con esta y afecta a todos los países de la Tierra.

Un ejemplo de esto es la emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido


de carbono, lo cual puede ocasionar un cambio climático global, como el
calentamiento y el aumento en el nivel del mar. No importa de dónde provengan
los gases, el efecto sobre el clima global es el mismo. El problema fundamental de
diseñar un acuerdo ambiental internacional que sea efectivo es que no existe una
organización supranacional que ponga en vigor dicho tratado. En efecto, el
acuerdo no solo deber ser obligatorio en sí mismo, sino que también debe resultar
atractivo para todas las partes involucradas a fin de que accedan a firmarlo en

2
Folmer, Mouche y Ragland (1993) expresan esto en términos de que los dos países
participan en juegos repetidos sobre una diversidad de temas. Si un país no tiene poder en
un juego en particular, entonces amenaza a otro donde sí tiene poder. Folmer et al. (1993)
se refieren a esta situación como juegos interrelacionados y sugieren que los problemas de
contaminación transfronteriza pueden resolverse en ese contexto.

8
primer término. Por tanto, el acuerdo debe contar con tres características
deseables: a) debe ser obligatorio en sí mismo; b) debe implicar una mejora para
cada país que lo firme; c) los niveles de contaminación obtenidos por el acuerdo
deben significar una mejora en el sentido de Pareto sobre el statu quo e,
idealmente, deben ser eficientes en el sentido de Pareto (Mendieta, 1999).

9
Efectos económicos de las
regulaciones ambientales
Iniciamos este apartado con las siguientes preguntas: ¿cómo construimos
regulaciones óptimas para las empresas?, ¿cómo las empresas reaccionarán ante
las regulaciones específicas?

En esta sección, se realizará un análisis más amplio de las consecuencias que


pueden tener las regulaciones ambientales, lo cual presenta dos dimensiones
principales: una se refiere a optar correctamente por la protección del
medioambiente a través de las medidas agregadas del desempeño económico,
como por ejemplo, el producto interno bruto (PIB) y la productividad.
Regularmente, se dice que las regulaciones ambientales retrasan el crecimiento y
condicionan la economía de un país, pero las medidas tradicionales del
crecimiento y la salud económica excluyen los beneficios que representa un
medioambiente limpio.

Asimismo, las regulaciones ambientales también tienen efectos sobre las


deficiencias que la economía ya posee de antemano, principalmente sobre los
impuestos. Todas las economías modernas obtienen grandes ingresos a través de
los impuestos, particularmente sobre el impuesto al trabajo, a pesar de que estos
son muy distorsivos hacia la economía.

Por último, se estima necesario que los impuestos sobre la contaminación sean
sustituidos por impuestos distorsionantes y que, como resultado de ello, todo el
mundo mejorará incluso antes de que se tomen en consideración los beneficios
de la reducción de contaminantes (Kolstad, 2001).

2
Crecimiento de la productividad

El aumento en la productividad se define como la tasa de crecimiento de la


producción menos la de los insumos en la producción. La tasa de crecimiento de
los insumos, en general, es un promedio ponderado de las tasas de crecimiento de
todos los insumos, cuyas ponderaciones son las porciones del valor en el costo.
Esta definición del aumento de la productividad corresponde al aumento de la
producción multifactorial o total.

En cambio, el aumento de la productividad de un solo factor se define como la tasa


de crecimiento en la producción ajustada a la calidad menos la tasa de crecimiento
de un solo insumo. La medida más común del aumento de la productividad de un
solo factor es el aumento en la productividad de la mano de obra.

Cabe destacar que el aumento de la productividad puede ser mayor o menor que
el de la productividad multifactorial, según los cambios que pueden ocurrir en los
precios relativos de los insumos o la intensidad relativa del uso de los insumos,
entre otras cosas. Sin embargo, las medidas normales de productividad omiten los
usos de los recursos ambientales y, a medida que el uso de estos recursos se fue
haciendo más costoso durante las últimas décadas, las medidas del aumento de la
productividad que omiten dichos recursos han subestimado el aumento real de la
productividad multifactorial, lo cual resulta particularmente cierto para las
industrias que son altamente contaminantes.

Como conclusión podemos decir que, si las empresas reciben señales para ahorrar
en el uso de un insumo (tomemos el medioambiente), es necesario tomar en
cuenta los esfuerzos innovadores que se hacen para evitar que la compañía siga
dependiendo del medioambiente, aunque eso se haga a expensas de otros
insumos. Por tanto, si queremos una medida real de toda la innovación que se ha
hecho, deberemos incluir todos los factores relevantes; excluir al medioambiente
de las medidas del incremento de la productividad multifactorial significaría

3
subestimar dicho aumento de la productividad en un período en el cual las
regulaciones tienden a ser severas (Field y Field, 2003).

Contabilidad nacional verde

¿Para qué sirve el presupuesto nacional? Aunque las empresas y los inversionistas
privados pueden beneficiarse con el conocimiento de la situación económica de
un país, su propósito principal es ayudar a los que elaboran las políticas públicas
del Gobierno.

Los incentivos para fomentar el ahorro pueden ser el resultado de saber que la
tasa de ahorro nacional es baja comparada con países similares; la política
monetaria se guía por estadísticas sobre el suministro de dinero, el crecimiento
económico y los niveles de inventarios, entre otras cosas. Casi todas las políticas
gubernamentales que se diseñan para intervenir en la economía dependen
sustancialmente de la información económica contenida en el presupuesto
nacional. Incluso políticas no económicas, tales como la regulación ambiental y el
financiamiento de la investigación científica, tienen la influencia de la información
incluida en el presupuesto nacional.

Lamentablemente, el agotamiento de los recursos naturales y el daño al


medioambiente se excluyen generalmente del presupuesto nacional y de medidas
como el cálculo del PIB. El objetivo del presupuesto nacional “verde” es corregir
ese error metodológico. Con el presupuesto nacional verde, el agotamiento neto
de los recursos naturales sería una deducción de la medida general del
rendimiento y lo mismo sucedería con el daño al medioambiente. Uno de los
principales problemas de que entren en acción las cuentas verdes es la valoración
del agotamiento de los recursos y el daño ambiental efectivo (Azqueta, 2007).

4
El doble dividendo

Los Gobiernos deben tener ingresos y, desafortunadamente, la mayoría de los


impuestos tienden a introducir deficiencias y distorsiones en la economía. Un
impuesto al trabajo (impuesto a la renta) hace que la mano de obra sea más cara
y, por tanto, lo desalienta.

En los últimos años, se han presentado varias propuestas para sustituir los
impuestos a la contaminación por formas más tradicionales de cobrar, como el
impuesto a la renta. La idea es que estos impuestos no solo reducirán la
contaminación, sino que también disminuirán las distorsiones asociadas con las
cargas fiscales que ya existen, es decir, un doble dividendo. Esta sugerencia ha
impulsado el análisis de la eficiencia de los impuestos a la contaminación cuando
hay distorsiones previas. Cuando ya existen impuestos que causan distorsiones
(como el impuesto sobre la renta), los impuestos a la contaminación generan un
costo indirecto, ya que aumentan las deficiencias existentes. En realidad, cualquier
medio para reducir la contaminación tiene un costo oculto cuando ya hay
distorsiones en los impuestos. Un impuesto a la contaminación puede superar
parte de su costo indirecto si obtiene ingresos que pueden reemplazar a los
impuestos distorsionantes y mantiene constantes los ingresos totales (Field y
Field, 2003).

5
Teoría de la
demanda
ambiental

Política y
Economía
Ambiental

1
Teoría de la demanda ambiental
Una de las piedras angulares de la economía radica en entender cuáles son las
preferencias del consumidor. La forma típica en que se representan esas
preferencias es a través de las funciones de la demanda o las relaciones que
indican la cantidad de un bien que un individuo con cierto nivel de ingreso deseará
cuando se enfrente a una serie de precios dados. Una curva de demanda es una
forma de resumir lo importante que puede ser un determinado bien para una
persona. Como cada individuo con un ingreso limitado, la curva de demanda nos
dice cuánto dinero asigna esa persona a un bien específico, entre las muchas
opciones posibles, y se obtiene información adicional al indicar qué cantidad de
ese bien va a dejar de consumir si su precio aumenta. Si un bien es absolutamente
indispensable y no tiene sustitutos evidentes, probablemente la demanda será
inflexible al precio. Por otra parte, si el bien es importante, pero hay muchos
sustitutos, el aumento del precio hará que el consumidor busque esos sustitutos
y, obviamente, habrá una baja en el consumo del bien cuyo precio aumentó
(Kolstad, 2001).

Toda esta información nos sirve para entender los mercados y los efectos de los
cambios en dichos mercados. Si en una curva de demanda resumimos las
preferencias de un individuo respecto de un bien, podemos hacer lo mismo con el
consumo total del mercado de ese bien con una curva de demanda agregada, que
es la suma de las curvas de demandas individuales. Después, a esa curva la
podemos empatar con una curva de oferta de ese bien para descubrir qué
cantidad de ese bien puede ofrecerse en un mercado competitivo, y realizar, así,
un análisis de los efectos que tienen las intervenciones gubernamentales, tales
como impuestos y regulaciones, en esos mercados (Perelló Sivera, 2009).

2
De la misma forma que las curvas de demanda son resúmenes de las preferencias
de los consumidores que nos sirven para hacer el análisis de los mercados de los
bienes privados, este tipo de curva también puede servir para resumir las
preferencias por los bienes ambientales. No obstante, el problema de estas curvas
es que normalmente no hay mercados, por lo que no tenemos datos sobre cuánto
se consume de un bien ambiental a diferentes precios. Sin embargo, la idea de una
curva de demanda como representación de las preferencias implícitas es tan válida
para bienes ambientales como para verduras, pan o automóviles, pero más difícil
de medir (Kolstad, 2001).

Bienes ambientales y bienes tradicionales

Existe una amplia gama de bienes que pertenecen al rubro de los bienes
ambientales, y en ella se incluyen productos, tales como la contaminación del aire
y del agua o la calidad (considerada como un bien) del aire y del agua. También
abarcaría valores agradables, como la belleza de un paisaje de campo o de mar, o
algo negativo, como la vista de una ciudad llena de humo y niebla.

El problema que surge en el momento de ingresar en el campo de los bienes


ambientales es que debemos introducir en la teoría del consumidor los conceptos
del medioambiente. La razón de esta necesidad se basa en que todos los
problemas ambientales implican un intercambio entre usar los recursos (dinero)
para bienes y servicios convencionales y utilizar esos mismos recursos para la
protección ambiental.

No importa cuán intangible pueda ser el bien; por lo general, para su producción
se requiere dinero y, normalmente, resulta apropiado averiguar con cuánto están
dispuestos a contribuir para proteger ese bien ambiental (Kolstad, 2001).

3
Una de las distinciones más claras entre los bienes ambientales y los bienes
tradicionales es la existencia de un mercado. Con un bien común (los
combustibles, por ejemplo), el mercado nos permite observar diversos precios y
compras diferentes a distintos niveles de precios. Por consiguiente, de manera
directa se deduce la relación entre precios y cantidad demandada.

Sin embargo, es mucho más difícil generar una curva de demanda de aire limpio
en una zona urbana. Si hacemos a un lado la precisión con que definiríamos lo que
es aire limpio, vemos que no contamos con información necesaria acerca de los
diferentes niveles de consumo y de precios. Pero, evidentemente, los individuos
que aprecian el aire limpio estarían dispuestos a pagar por él. Cuanto más caro
cueste el suministro de aire limpio, más personas estarán dispuestas a tolerar un
poco de contaminación y, del mismo modo, cuanto más barato sea el aire limpio,
mayor será el número de personas que lo pedirán.

La falta de un mercado es el factor principal que complica la tarea de encontrar la


curva de demanda de los bienes ambientales. Pero esa ausencia de mercado
constituye el problema de casi todos los bienes públicos, incluidos los bienes
ambientales. Por ejemplo, en muchas partes del mundo, el sistema de salud es
público. Encontrar la demanda de la salud pública no es sencillo, básicamente,
debido a la falta de mercados. Pero la gran diferencia entre bienes ambientales y
bienes públicos normales es la oferta. Producir los bienes públicos normales tiene
un costo y, de este modo, los ciudadanos tienen un punto de referencia sobre el
costo de la oferta que pueden tomar en cuenta cuando determinan qué cantidad
del bien quieren, si tiene determinados precios.

En contraste, los bienes ambientales frecuentemente están desconectados de la


oferta. Al determinar lo valiosa que puede ser la protección de una zona natural,
resulta difícil fijar este valor, ya que el área protegida no es algo producido. La
calidad del aire se ofrece, puesto que hay un costo asociado con su limpieza; sin

4
embargo, se trata de un costo mucho más disperso, muy diferente del que se
relaciona con la construcción de un hospital o un parque, y esto también hace que
el trabajo de determinar la demanda sea más difícil (Mendieta, 1999).

Disposición a pagar

Una curva convencional de demanda marca la cantidad demandada como una


función del proyecto. Por supuesto, si no hay mercado, no hay precio. Esto no es
realmente un problema, aunque necesitamos comprender cuál es la información
implícita que contiene una curva de demanda. De igual manera, el excedente del
consumidor asociado con consumir una cierta cantidad de un bien se define en
términos de una transacción comercial.

El concepto clave que corresponde al precio y al excedente es la disposición a


pagar. En el caso de los bienes ambientales, la disposición marginal a pagar es
análoga al precio y la disposición total a pagar es similar al excedente del
consumidor (Mendieta, 1999).

Figura 1: Curvas de demanda y disposición para pagar combustible

$/ Excedente del
consumidor
litro Demanda

p*

Pagos

O q* Litros

Fuente: Kolstad, 2001, p. 343.

5
Figura 2: Curvas de demanda y disposición para pagar total y marginal
contaminación del aire
$/
unidad

Daño
marginal

Daño total

O
µg/m3 (cantidad)

DPP total

DPPM

Fuente: Kolstad, 2001, p. 343.

Tipos de bienes ambientales

El medioambiente es un lugar muy complejo y, para entender su valor, nos resulta


útil usar un esquema de clasificación. Así, podemos clasificar los bienes en función
del origen de la contaminación: la calidad del aire es un bien y la del agua es otro.
O podemos clasificarlos de acuerdo con la naturaleza de la parte afectada: los
efectos de la contaminación en la salud, el daño a la agricultura, a los edificios y a
los materiales. También podemos hacerlo por la forma en que las personas
perciben los daños, clasificación que es un poco más sutil y que tiene que ver con
el hecho de si el consumidor obtiene una utilidad del medioambiente al “usarlo”
(caminar en un bosque, navegar en un lago o escalar una montaña, por ejemplo).
Esta última dicotomía conviene desagregarla en las variantes de valor de uso y
valor de no uso. Los primeros hacen referencia, en el caso de los bienes

6
ambientales, al uso actual (“estoy visitando el parque”), al uso esperado (“tengo
planes de visitar el parque”) y al uso posible (“espero poder visitar el parque el año
que viene”) (Azqueta, 2007).

Hay varias rutas por medio de las cuales los bienes ambientales afectan a los
humanos. Una es a través del impacto directo e incluiría los efectos directos en la
salud por respirar aire contaminado (mortalidad y morbilidad), así como los
efectos no saludables, como los olores molestos, el ruido o los impactos visuales.
Por ejemplo, el humo de una planta eléctrica podría convertirse en una neblina
que cubre la vista de algún paisaje que viniste a disfrutar. Aunque esa bruma no
te causa un impacto físico que pueda medirse, encontrarás que el panorama es
desagradable y estarás dispuesto a pagar algo de dinero para deshacerte de él si
se presenta la oportunidad, y esto es justamente un valor económico tan real
como los efectos en la salud.

En lo que se refiere a la producción, la contaminación puede participar


directamente en sus funciones y afectar de manera adversa sus procesos. Por
ejemplo, la contaminación del aire puede hacer que la fabricación de insumos
ópticos (que necesita procesos sin partículas contaminantes en el ambiente) sea
más cara; del mismo modo, los bienes ambientales pueden afectar a los humanos
de manera menos directa, principalmente, por medio del daño a los materiales: la
contaminación atmosférica dañará o ensuciará los edificios que necesitarán, por
consiguiente, mantenimiento o limpieza adicionales.

Una segunda ruta en donde los bienes ambientales afectan a los humanos es a
través del daño a los ecosistemas. Por ejemplo, la agricultura, la silvicultura y las
zonas pesqueras constituyen ecosistemas de los que los humanos reciben
beneficios económicos directos. Es evidente que la contaminación que degrada el
funcionamiento de dichos sistemas no es conveniente, pero, además, en ellos hay
efectos más sutiles que se relacionan con el uso recreativo de esos sistemas. La

7
construcción o la contaminación pueden perturbar el ecosistema de un parque
nacional, ya que tendrá consecuencias negativas en el uso recreativo de este.

Los ecosistemas también son una fuente de beneficios económicos a través de


mecanismos como la provisión de material genético para nuevos productos de
laboratorio farmacológico (Perelló Sivera, 2009).

El segundo caso, es decir, el valor de no uso, es un aspecto controvertido del valor,


ya que es una ganancia de la utilidad para una persona, sin que ella use realmente
el bien (se emplea la palabra uso en su acepción más amplia). Podemos valorar los
ecosistemas en partes lejanas del mundo por razones muy diferentes a la de
visitarlos u obtener potencialmente algo útil de ellos. Podríamos valorar la
Antártida como un continente protegido y dedicado a la investigación científica no
porque seamos parte de esas misiones o porque tengamos planeado un viaje para
esa tierra austral, sino porque otros lo hacen y eso nos hace sentir bien (no da
utilidad).

Los tres tipos básicos del valor de no uso son: el valor de la existencia, el valor
altruista y el valor del legado. El primero es el que el consumidor agrega al hecho
de saber que algo existe; por ejemplo, el huemul, que es una especie de ciervo que
habita la zona baja de la cordillera de los Andes entre Argentina y Chile. Este tipo
de valor de no uso sería adicional a cualquier valor asociado con el “uso” presente
o potencial. El valor altruista no se deriva de nuestro propio consumo, sino del
hecho de que obtenemos un beneficio cuando alguien más obtiene mayor utilidad.
Así, si nuestro vecino se beneficia porque limpiamos el jardín, obtenemos mayor
utilidad porque nuestro vecino está mejor.

El valor del legado es similar, aunque se asocia con el bienestar de los


descendientes. Si valoramos el hecho de heredarle un área natural protegida a la

8
siguiente generación, esa zona protegida tiene un valor de legado para nosotros,
incluso aunque nunca la utilicemos ni tengamos intención de hacerlo.

El propósito de dividir el valor y ubicarlo en estas diversas categorías es


comprender la complejidad por medio de la cual los bienes ambientales les
confieren valor a los consumidores. Observar simplemente el valor del uso de un
activo ambiental puede eclipsar gran parte del dicho valor. En realidad, algunos
activos ambientales tienen poco valor de uso, pero un valor de no uso muy
significativo.

Debemos señalar que, desde el punto de vista empírico, a menudo, es imposible


medir por separado los componentes de un valor; por ejemplo, cuánto es altruista
y cuánto es por legado. Esto es un poco como dividir el valor de un helado en
textura y sabor. La clasificación simplemente proporciona un marco intelectual
para ayudar a garantizar la integridad cuando se valoran bienes ambientales (Field
y Field, 2003).

Medición de la demanda

Dado que no hay mercados para los bienes ambientales, medir la demanda no es
algo directo y existen dos enfoques básicos para hacerlo: la preferencia revelada y
la expresada. En la primera, observamos una selección real1 en algún mercado, así
como información referida de manera inteligente sobre el intercambio de dinero
y bienes ambientales. Por ejemplo, podemos observar que dos comunidades son
idénticas, excepto porque una tiene casas caras y aire limpio, y en la otra las
viviendas son baratas y existe demasiada polución del aire. De ahí podemos inferir
que la diferencia en los precios de las casas refleja el valor que las personas le dan
al aire limpio. El segundo enfoque, el de las preferencias expresadas, básicamente

1
Una selección real significa que implica un compromiso de recursos.

9
implica preguntarles a las personas cuánto vale un bien ambiental, y esta
información se obtiene a través de las encuestas de opinión. Este enfoque resulta
controvertido por la falta de opciones reales, ya que únicamente estas involucran
los verdaderos intercambios de dinero por bienes ambientales. Las elecciones
hipotéticas carecen del realismo que puede ser necesario para obtener
información precisa.

También se observa una zona gris entre las preferencias reveladas y las
expresadas; por ejemplo, los mercados experimentales en donde a los sujetos se
les entrega un poco de dinero y se les pide que hagan algunas elecciones con él;
esto motiva deducir que las decisiones son reales, pero el contexto es inventado.

Dentro de la categoría de preferencia revelada, hay dos enfoques básicos para


medir la demanda: el hedónico y la producción doméstica. En el primero, el
objetivo es ver de qué manera varía el precio de un bien convencional (como una
casa) a medida que cambia un bien ambiental muy relacionado (la calidad del aire
en las cercanías de la casa). Luego se usa esta relación para inferir el valor. En el
segundo enfoque, por su parte, la producción doméstica comienza con la
suposición de que los consumidores combinarán los bienes privados con el bien
ambiental para producir otro bien, que es la fuente real de utilidad. Por ejemplo,
el aislamiento acústico puede combinarse con cierto ruido que suena fuera de una
casa para obtener determinados niveles de ruido interior. Se supone que lo que
nos interesa es ese ruido interior. O un parque nacional puede combinarse con los
gastos para visitarlo para generar una visita al parque, que es lo que realmente
nos da una utilidad.

En cualquier caso, al observar los gastos sobre el bien privado complementario,


obtenemos un límite interior del valor del bien o mal ambiental. El ruido exterior
debe causar al menos tanto daño como los gastos por el aislamiento acústico. El
parque nacional debe valer al menos lo que cuesta hacer el viaje.

10
En el área de las preferencias expresadas, el enfoque que prevalece es el de la
valuación contingente, y depende de la revelación directa de la demanda por parte
de los consumidores. Para simular un mercado, se necesitan valores, y estos se
obtienen preguntando directamente a una muestra de consumidores potenciales
de ese bien ambiental.

La valuación contingente es un tipo de mercado construido en el que el


investigador tendrá una situación en la que no existe un mercado y tiene que
crearlo. Los mercados construidos pueden ser hipotéticos o reales. Los
experimentos de laboratorio también se utilizan para obtener información
respecto de qué manera las personas intercambian dinero por bienes ambientales.
Estos son útiles porque permiten investigar cuestiones sobre las cuales no existe
información de mercado disponible, además de que implican decisiones reales
sobre recursos. Supone una ventaja sobre la valuación contingente. Otra
característica es que es muy costosa y difícil de llevar a cabo en un contexto de
escasez.

Otro ejemplo de mercado construido es el referéndum o consulta popular, según


el cual, en ocasiones excepcionales, a los residentes de una comunidad política se
les presenta la oportunidad de votar por un bien ambiental. Si bien es una
situación muy real, al mismo tiempo es atípica. Un caso interesante hubiese sido
la puesta en marcha de una consulta popular local en la localidad de Malvinas
Argentinas (Córdoba) sobre la disputa en cuanto a la radicación o no de la empresa
multinacional productora de semillas transgénicas (Monsanto).

11
Figura 3: Tipología de medición de la demanda ambiental

Fuente: Kolstad, 2001.

12
Los métodos del precio hedónico
La medición de los beneficios debido a mejoras ambientales es muy difícil de
realizar, pues no existen mercados para la calidad ambiental. Sin embargo,
se puede observar el comportamiento de mercados que están relacionados
con la calidad ambiental, y es posible algunas veces medir la disponibilidad
a pagar de las personas por los bienes ambientales usando datos de estos
mercados.

El método hedónico es una de las tantas metodologías desarrolladas para


tratar de realizar estas estimaciones. Este método se basa principalmente en
el hecho de que algunos bienes o factores de producción no son
homogéneos y que pueden diferenciarse debido a sus numerosas
características. Una de las características en que pueden diferenciarse es la
calidad ambiental. Por lo general, los economistas han utilizado los métodos
hedónicos para analizar los efectos que estas características diferentes
tienen sobre el precio de un bien o factor y, por lo tanto, para la construcción
de la demanda por estas características (Mendieta, 1999).

El método de los precios hedónicos es un método de valoración de


intangibles usado en mercados laborales y de finca raíz con énfasis en el
medioambiente. Una función hedónica es una relación entre el precio de un
bien heterogéneo y las características diferenciadas en él contenidas. Se
trata de analizar tanto la producción como el consumo de un bien
heterogéneo mediante la desagregación en sus unidades más básicas, sobre
las que se basa el proceso de compra y venta: sus características y atributos.
Como normalmente cada atributo no tiene un precio por separado, el precio
del bien heterogéneo representa la valoración del conjunto, es decir, el

2
efecto agregado de precios “implícitos” o hedónicos de cada característica y
de las cantidades de cada una.

Figura 1:
Los objetivos de la metodología son:

Intentar descubrir todos los atributos de un bien que explican su


precio y discriminar la importancia cuantitativa de cada uno de
ellos.
Determinar los precios implícitos de cada característica o atributo,
con lo cual se obtiene la disposición marginal que pagar (DMAP)
por una unidad adicional de atributo.

Estimar los impactos, por ejemplo, de una externalidad sobre el


precio de una propiedad.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2:
Los supuestos de la metodología son:

El consumidor maximiza su utilidad, sujeto a la restricción del


ingreso.
Existe un mercado competitivo, donde oferentes y demandantes
del bien se ponen de acuerdo en una transacción.

El precio de mercado reflejará el vector de atributos y este será una


relación razonablemente constante, que dependerá del número de
compradores y vendedores y de sus características.

Existe complementariedad débil entre el bien privado y sus


características o atributos.

Fuente: elaboración propia.

3
Figura 3:
Las estrategias que seguir para la ejecución de la metodología
son:
Como los modelos hedónicos tienen problemas de especificación,
se deben realizar muchas pruebas hasta encontrar la función
hedónica adecuada.

Se vale de las técnicas econométricas para obtener el precio


implícito de los atributos.

En el caso de los estudios hedónicos para el mercado de vivienda,


se prefiere utilizar el precio de alquiler debido a que es más
dinámico y refleja los cambios del entorno, particularmente, de las
características que son objeto de atención.
Fuente: elaboración propia.

El problema que presenta este método es que no se pueden estimar las


funciones de disposición marginal que se deben pagar por problemas de
identificación (solo podemos encontrar valores, no funciones), por lo que la
disposición a pagar (DAP) total no se puede evaluar. Asimismo, una vez
conocido el precio del bien compuesto, es importante determinar el precio
implícito adecuado que se debe asignar a las características que lo
conforman. Si esto es posible, se sugiere tener cuidado en la agregación de
la disposición marginal a pagar (DMAP) severa (Field y Field, 2003).

Teoría del precio hedónico

Consideremos el tema de la medición de la demanda de contaminación en


función de las observaciones de la forma en que la contaminación influye en
los precios y los mercados.
En el mundo real, frecuentemente, nos encontramos con paquetes de
bienes que tienen un solo precio; sin embargo, lo que nos interesa en
realidad es el precio de un elemento de dicho paquete. Por ejemplo,
observamos los precios a los que se venden y compran las casas, las cuales
4
constan de una serie de características, como el número de habitaciones, la
calidad del vecindario y las condiciones ambientales que la rodean.

Notamos que por las casas con pocas habitaciones y con malas condiciones
ambientales se pagan precios bajos. Si observamos los precios de muchas
casas con características diversas, ¿es posible justificar el valor implícito que
se le está dando a la calidad del aire, por ejemplo? De igual manera,
ocupaciones diferentes tienen características distintas, en las que se incluye
el estado de salud o el riesgo de mortalidad. Normalmente, en los empleos
con más riesgo se pagan salarios más altos y, si se observan los salarios
asociados con muchas ocupaciones diferentes, ¿podemos inferir cuánto
valor le conceden los trabajadores a los pequeños cambios que se dan en el
riesgo? (Kolstad, 2001).

Estos ejemplos sugieren el aspecto fundamental de la teoría del precio


hedónico: inferir el valor que se les da a las características de los bienes en
función del precio observado de un paquete de bienes. Esto es un poco más
complicado de lo que sugieren los ejemplos, en parte debido a la interacción
entre la oferta de características (construir más casas con más habitaciones)
y la demanda de dichas características.1

1
La teoría moderna de los precios hedónicos es de Rosen (1974), aunque ha sido ampliada por
otros autores como Palmquist (1991).

5
Producción doméstica
Esta es otra forma de preferencia revelada para productos ambientales. El
planteamiento que consideramos en esta lectura se relaciona con productos
ambientales cuyo efecto sobre una persona puede modificarse con el uso de
bienes comerciales. Si estamos hablando de un bien ambiental (por ejemplo, una
reserva natural), el uso de productos comerciales permite que el individuo lo
disfrute totalmente; si nos referimos a un mal (como el ruido, por ejemplo), se
pueden usar bienes comerciales para aislar al individuo del daño total que produce
ese mal (Azqueta, 2007).

Como los ejemplos son ilustrativos, vamos a considerar primero el caso de un mal.
Si vives en una casa que está cerca de una autopista muy transitada por camiones,
el ruido que produce el tráfico es una molestia. Sin embargo, como lo que a ti te
interesa en realidad es la paz y quietud dentro de tu casa, con un cierto costo
puedes aislarla del ruido y neutralizar, al menos parcialmente, el daño que se
deriva del ruido.

Aunque como personas no podemos observar de manera directa el daño que te


produce el ruido, sí podemos examinar tus esfuerzos para neutralizarlo. Y estos
gastos nos dicen lo dañino que es el ruido para ti, pues, canto más te moleste, más
invertirás en eliminarlo. Esto es lo que se conoce como gasto defensivo, es decir,
el dinero se gasta para defenderse del mal ambiental y, al estudiar los gastos
defensivos, sabemos cuál es el valor que las personas le dan al mal.

Ahora consideremos un bien, como por ejemplo, una reserva natural, a la que hay
que visitar para poder disfrutarla completamente, lo cual cuesta dinero. Cuanta
más utilidad reciba una persona por su visita a la reserva, más dinero estaría
dispuesta a pagar por hacerlo. Por otra parte, sin visitas, la reserva genera poca

2
utilidad; por ejemplo, la gente viaja miles de kilómetros y gasta demasiado dinero
para visitar un parque nacional, como el Parque Nacional Los Glaciares,1 lo que
hace evidente que para esos visitantes dichos parques valen mucho. En este
ejemplo, el gasto en disfrutar el parque es observable y se relaciona con el
beneficio que un individuo obtiene de él. Al analizar lo que cuesta el viaje, nos
enteramos de cuánto valor le dan al parque las personas.

Ambas cuestiones son ejemplos de lo que se llama producción doméstica. Una


familia o individuo combina un bien o un mal ambiental con bienes comerciales
para producir una experiencia que provee directamente una utilidad. En el primer
caso, el nivel de ruido interior es la mercancía que se produce; en el segundo, es
la visita al parque. Lograr discernir el valor del bien o mal ambiental será resultado
de observar el consumo de los bienes comerciales asociados, aun cuando tal
discernimiento solo nos diga una parte de la historia (Kolstad, 2001).

Gastos defensivos sobre la contaminación

Los gastos defensivos están dentro de lo que se considera una forma de


producción doméstica, como preferencia relevada para males ambientales. Los
tres ejemplos clásicos para entender esta modalidad son las inversiones que
realizan las familias, los individuos, las empresas o Gobiernos para protegerse de
ese mal ambiental.

El primero de los ejemplos es el ya descripto sobre el ruido. La familia que sufre la


contaminación por ruido seguirá invirtiendo en medidas defensivas hasta que el
costo marginal de las medidas adicionales exceda el beneficio marginal de la
reducción del ruido. En este caso, se puede ver fácilmente que los gastos
defensivos constituyen un límite menor para el daño causado por el ruido, y es

1
Ubicado en la ciudad de El Calafate, provincia de Santa Cruz, Argentina.

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probable que este no sea totalmente neutralizado por los gastos defensivos y, por
lo tanto, el daño tenga una desventaja adicional (Perelló Sivera, 2009).

El segundo ejemplo clásico es el de la contaminación del aire. Muchas veces esta


daña o ensucia la propiedad, por lo que una medida obvia sería utilizar pintura de
mayor calidad para la casa o pintarla con más frecuencia. Otra medida relacionada
con los efectos de los contaminantes ambientales sobre la salud consiste en
instalar purificadores de aire o sistemas de aire acondicionado en una casa u
oficina. Además, con atención médica adicional, se pueden prevenir algunos de los
efectos nocivos que este tipo de contaminación causa en la salud, los cuales no
pueden neutralizarse totalmente, pero pueden reducirse si hacemos los gastos
apropiados.

Como tercer y último ejemplo, tenemos la contaminación del agua, y no


necesariamente es el agua subterránea contaminada lo que puede afectar, sino
más bien la que consume un individuo o familia. Para ello, tenemos a nuestro
alcance varias formas de defendernos de esta contaminación; entre ellas,
consumir agua potable en botellas, comprar purificadores de agua y aumentar el
control del pozo de donde proviene el agua potable. Una vez más, del análisis de
estos gastos defensivos aprendemos la importancia que esta contaminación tiene
para el individuo o familia.

En todos los casos, el individuo o familia combina una cierta cantidad de un mal
público con otra de un bien comercial para producir lo que realmente nos rinde
una utilidad, es decir, el ruido en las cercanías, la calidad del aire dentro de la casa
o la del agua que se bebe. Como decíamos, estos gastos se llaman defensivos,
cuando nos defienden de la contaminación, o preventivos, cuando los ejecutamos
para prevenir el daño de la contaminación a futuro. Cualquiera que sea el término
que se utilice, el significado es el mismo (Perelló Sivera, 2009).

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Costos de viaje

Este es el segundo caso de producción doméstica, pero aquí el consumidor


(individuo o familia) combina productos comerciales con un bien ambiental para
disfrutar de él un poco más. En particular, nos referimos a un bien ambiental cuyo
gozo representa un esfuerzo, como por ejemplo, un parque nacional.

Al observar el costoso esfuerzo hecho para disfrutar el parque, podemos inferir


algo sobre la forma en que el consumidor valora el parque. Cuando dicho esfuerzo
consiste en viajar allí, nos referimos al costo del viaje para valorar los bienes
ambientales.

Este método se aplica frecuentemente en la evaluación de los entornos naturales


que las personas visitan para poderlos apreciar. La aplicación más común del costo
de viaje sobre la demanda de contaminación se da cuando esta última degrada
una experiencia recreativa, como cuando los contaminantes afectan el uso de una
playa. En este caso, se puede usar el método de los costos de viaje para evaluar la
playa cuando está limpia y cuando está sucia, y la diferencia puede atribuírsele al
daño de la contaminación (Mendieta, 1999).

Existen tres dimensiones principales para hacer el análisis del costo de la demanda
de un bien ambiental: uno consiste en ver en qué medida la demanda depende de
la calidad del bien (por ejemplo, la calidad del agua en una playa); el segundo se
asocia con el número y la duración de los viajes durante un período de, digamos,
un año, y el tercero se refiere al tratamiento de los lugares sustitutos, como
cuando el visitante de un parque nacional tiene que elegir entre varios de ellos.

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Mercados construidos
El valor de existencia es un ejemplo de un valor que resulta muy difícil de calcular
a través de los métodos de preferencia revelada.1 Si valoramos algo (como una
zona protegida de la Patagonia argentina) por su simple existencia, sin relacionarlo
con el uso posible, el comportamiento del consumidor con respecto a los bienes
comerciales no se verá afectado por el hecho de que algo esté a su disposición. Y,
si el comportamiento no resulta afectado, es muy difícil aplicar los métodos de
preferencia revelada. Además, hay muchos bienes para los que no existe un
mercado natural que pueda reflejar su valor. Por ejemplo, resulta muy complicado
determinar totalmente el valor de una vista panorámica o de un cambio climático
mediante el uso de los métodos de preferencia revelada (Azqueta, 2007).

Por esta razón, se desarrollaron las herramientas de valuación a través de los


mercados construidos. Con esta terminología, estamos haciendo referencia a las
diversas clases de técnicas de valuación que implican que se construya un mercado
que se utilizará para encontrar el valor o la demanda de un bien ambiental.

Existen dos tipos básicos de mercados construidos: el hipotético y el experimental


(real). La valuación por medio de mercados construidos hipotéticamente recibe el
nombre de valuación hipotética o, en la mayoría de los casos, valuación
contingente. A los consumidores se les pregunta directamente cuánto pagarían
por un bien ambiental, si hubiera un mercado para él. El segundo tipo de mercado
construido es un mercado experimental, en el que el investigador construye todas
las características de dicho mercado, incluido el intercambio del dinero por un
bien, para después observar el comportamiento.

1
El único método de preferencia revelada con el que es posible inferir el valor de existencia
de un bien es a través de la observación del suministro voluntario de bienes públicos. Sin
embargo, este método no ha sido muy utilizado.

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Los mercados experimentales pueden darse en el contexto de un laboratorio, en
donde se toman a ciertos individuos como representantes; otra posibilidad es que
los experimentos se lleven a cabo con el involucramiento de la población en
general y estos constituyen un trabajo de campo. El único requisito de un mercado
experimental es que el dinero real se intercambie por un bien o un mal real. En
otras, palabras, es un mercado real, excepto porque ha sido inventado por el
experimentador. El máximo experimento de campo es un referendo o consulta
popular oficial del Gobierno en el que el experimento se construye oficialmente y
a los votantes se les pide que comprometan dinero público para proporcionar
algún tipo de bien ambiental (Field y Field, 2003).

Preferencias expresadas

Los métodos de valuación por preferencia expresada implican descubrir la


disposición de un individuo para pagar por un bien y plantearle directamente una
serie de preguntas respecto a sus preferencias. Otros métodos de valuación
pueden incluir también encuestas, pero dichas encuestas simplemente piden
recordar información real. Por otra parte, en una valuación contingente se le pide
al individuo que imagine alguna situación que, normalmente, está fuera de su
experiencia y que especule sobre la manera en que actuaría ante dicha situación.

Asimismo, cabe aclarar que, en la valuación contingente hipotética, se han


identificado muchas irregularidades. Una de las críticas principales es que los
valores obtenidos en las encuestas de valuación contingente no se basan en
decisiones tomadas en función de una fuente real, sino que son hipotéticas.
Muchos argumentan que, si no se arriesgan recursos reales, la respuesta sobre la
disposición para pagar no tiene sentido. Otra forma de ver esto es que en una
encuesta hipotética no hay una restricción presupuestaria y, sin ella, las elecciones
tampoco tienen sentido. Lo contrario de esta posición es que puede haber más
dispersión (variación) en la respuesta a una pregunta hipotética que si están en

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riesgo recursos reales, pero la respuesta promedio no se verá afectada por la
naturaleza hipotética del ejercicio (Field y Field, 2003).

Un tema relacionado se refiere al valor de la existencia. Este valor va más allá de


un valor por el uso. Es decir, la gente puede valorar la preservación de una zona
protegida de los Esteros de Iberá (provincia de Corrientes), aunque no tenga la
intención de visitarla. De hecho, existe cierto cuestionamiento respecto de si este
tipo de valor es válido, puesto que el valor de existencia nunca está relacionado
con un pago real.

Mercados experimentales

Probablemente, la principal crítica sobre la valuación contingente es la naturaleza


hipotética del ejercicio, pues no se arriesga dinero real cuando las personas
expresan su disposición a pagar. Una solución para esto es la elaboración de un
mercado donde antes no existía nada. Hay dos formas de hacer esto:
experimentos de campo y de laboratorio (Kolstad, 2001).

Un experimento de campo implica crear un mercado en el mundo real donde


previamente no existía uno. Por lo general, esto es posible solo donde existe una
restricción gubernamental que impide la operación de mercado. Un ejemplo sería
el de los mercados donde los bienes se asignan mediante un sorteo o sobre la base
de que el primero en llegar tiene la primera oportunidad. Un experimentador
puede obtener permiso para sustituir un mercado para dicha asignación y
construir un mercado experimental de tal forma que se pueda obtener
información sobre el comportamiento del consumidor.

Un experimento de laboratorio, en cambio, reúne un grupo de voluntarios a


quienes se les proporciona dinero real para participar y luego se enfrentan con

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decisiones reales que implican gastar el dinero real o recibirlo a cambio de los
bienes o males ambientales que el investigador puede presentar.

Una característica de ellos es que, por lo general, su propósito no es obtener el


valor de un bien en particular, sino probar una teoría en un escenario controlado.
Esto contrasta con casi todos los demás métodos de valuación en los que el
objetivo es generar una función de disposición para pagar marginal que puede
usarse para el análisis de las políticas o para algún otro uso práctico.

Por su propia naturaleza, los experimentos se aplican en un contexto muy


limitado, y por ello el investigador puede controlar sus condiciones. Una cuestión
importante en la valuación es la posible disparidad entre la disposición para
aceptar una compensación (DPA) por renunciar a un bien contra la disposición
para pagar (DPP) (Perelló Sivera, 2009).

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