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A estas alturas, así como van mis huesos, queriéndose salir del cuerpo y

renegando de su situación, quizás, ya no alcance a conocer un país mejor, como

el que tanto he soñado. Desde algún lugar les voy a contar a los que siempre me

siguieron y estuvieron conmigo a prueba de todo, que ahí está mi legado: en la

otra ribera, y que lo intenté en todas las formas y por todos los medios, sin pedir ni

recibir nada a cambio, salvo mentiras y traición, sólo por haber creído... ojalá en

adelante, después de todo, vuelvan a encontrar a los seres que quisieron, o, a

ellos que los supieron querer, incluso y a muchos de los míos, que si no están

caídos o desaparecidos en ésta larga lucha de hacer, soñar y vivir, ahora están

muy lejos, entre ellos Raúl Poveda C, mi hermano, quien pese a las distancias y

sus angustias, todavía, aún no me ha exiliado de sus recuerdos, de modo que

alguna u otra tarde, de cuando en cuando coge el auricular y llama, aunque sea

solamente para saludar haciendo las bromas de siempre, o para preguntar, si no

he pasado ya a mejor vida; Carlos Nuñez Silva, una especie de capo a lo

mandraque (en la versión local del Cartel de los sapos) terrenal y humano,

convencido de que el país sólo cambiará el día en que empecemos a llamar a las

cosas por su nombre; Rosa

Marín Aguilar, una rosa en medio del zarzal, como queriendo decir que no todo

está

perdido; Zacarías Aibar V., ex miembro de la legión extranjera, mi padre, artífice

de tanta algarabía y que no fue feliz; de quien tan solo me queda la memoria,

horadándome a menudo grandes grietas por la que me desintegro de dolor y de

pena tan solo de pensar en el final que le tocó. A todos ellos les dedico este

ensayo.
Cierta vez, alguien le preguntó a Doña Eufemia Cabezas, mi madre, testigo

sobreviviente de aquella efímera revolución que tantos muertos costó allá en el

pueblo finalmente aplastada por el déspota gobierno militar del general Odría:

"Doña Eufemia, ¿De veras, cree usted que la libertad hace más felices a los

hombres y contestó: "¡Qué los hace más felices...! "No lo sé. De lo que si estoy

segura, es de que los hace más hombres.


ÉTICA, SOCIEDCAD Y LIBERTAD

Al inicio de una de sus publicaciones Arnold Ghelen, aludiendo a los porqués del

comportamiento del hombre y sus consecuencias dice: El hombre no está

destinado a vivir, sino a dirigir su vida -y agrega- por eso tal vez es que lo

condenaron a la libertad, preguntándose; al final ¿Libertad? ¿Para qué? -

contestándose - Libertad para tener la oportunidad de elegir: para poder decir si o

no sobre lo que queremos o no: libertad para acertar en un juego que el mundo

llama "La Vida". De otro lado cabe considerar también, que aún teniendo la amplia

libertad de elegir sin obstáculo alguno, no está demás considerar las

circunstancias, las situaciones u otro tipo de accionantes, que finalmente

terminan por inclinarnos a elogiar lo que no queremos, y en muchos casos hasta

aceptarlo como si hubiera sido lo mejor. Erich Eromm en su Libro "El corazón del

hombre” señala: Todos estamos determinados por el hecho de que hemos nacido

humanos y, en consecuencia, por la tarea interminable de tener que elegir los

medios juntamente con los fines. No debemos confiar en que nadie nos salve,

sino conocer bien el hecho de que las elecciones erróneas nos hacen in capaces

de salvarnos. Después de todo, el bien y el mal son definiciones subjetivas; tan

subjetivas como lo verdadero y lo falso; tan subjetivas corno lo conveniente o no

etc... dicho de otra manera: El hombre delibera, sobre todas las cosas, además

de que todo es susceptible de deliberación, o en su defecto, sobre algunas

cosas la deliberación simplemente no es posible, pero en cuanto la haya: para,

hacer efectiva tal deliberación, son requisitos: libertad y racionalidad. Stanislaw J.

Lee, aludiendo a los convencionalismos sociales y sus implicancias culturales,


enfatiza: que una cosa es saber de qué estamos formados y otra, saber en qué

nos hemos convertido, o nos tiernos de convertir. Obviamente lo primero

corresponde a la Biología, a la Genética, etc. Y lo segundo a los diferentes

procesos sociales en su conjunto, además de las normativas de conducta

dentro de ellos, y sus vinculaciones culturales de los sujetos a una fuente de

origen común con patrones expresivos evidentes en o, frente a situaciones

determinadas. Stanislaw J. Leo tiene razón," una cosa es saber de qué estamos

formados y otra, saber en qué nos hemos convertido o nos hemos de convertir. Y

siguiendo el segundo aspecto de su enunciado, es importante tener en cuenta, las

causales, las cuestiones normativas que nos conllevan a situaciones no

deseadas.

Las reflexiones ético-morales no solo atañen a asuntos especializados, ni a

individuos considera los especializados en estos avatares sino también, al común

de la gente; de todos en particular, al menos de todos los que nos empeñamos en

Llevar una convivencia sino pacífica, por lo menos razonable, porque es un

problema grave, incurrir en errores constantes que pueden costamos la supresión

definitiva al interior del grupo cuando se vive en una sociedad sea esta,

multicultural o no, en vista que tácitamente se acepta, la obligación de tener u

observar normas, o formas que las encarnen, formas como la ética, la moral, la

justicia, la política, la religión, las creencias, la cultura, etc. con el propósito de

evitar incurrir en actos que violen los elementales derechos de los individuos,

como provocar algo que los humille u ofenda, ahora bien, si se trata, de ideas,

hay que saber pararse frente a aquellas que son peligrosas, o consideradas como

tales, hay que entender, que en una sociedad literalmente libre y literalmente
ética, el que esté permitido a cada uno pensar como quiera no significa que le

este también permitido perjudicar a los demás por su manera de pensar, salvo

que den su plena aprobación para que esto ocurra, y en esto va una conducta

ética, en saber cuándo nos estamos equivocando, o cuando nos estamos

apartando de lo que creemos estar haciendo, y saber cuándo es realmente

aquello que estamos haciendo, o en su defecto cuando es malo, dado que esto

consiste en llevar una convivencia pacífica, teniendo muy en claro, que a veces

no siempre es bueno consentir que cada cual viva a su manera, ni que

tampoco es bueno obligarse a vivir a la manera de los demás, más cuando

aquello implique valoraciones estimativas sobre lo moral, lo inmoral, lo justo lo

injusto, lo ético, lo antiético, lo bueno lo malo etc. con el propósito de establecer

un equilibrio entre lo que es y lo que se hace, entre lo que hacemos y lo que

queremos a fin de no terminar destruyéndonos y destruir a los demás, llegando

a situaciones por demás insalvables.

Cuando se habla de ética se habla de la norma, pero en realidad, es como

ingresar en una sala, sino oscura, solitaria, donde los únicos asistentes además

de nosotros, son invisibles, y el único jurado, deliberante y tribunal son Dios y el

diablo, más en tiempos actuales como estos, en los que lo único que se observa

es un mundo patente de automovilismo, vacío y sida, servidores públicos

deshonestos, evangelistas y charlatanes, contras, sandinistas y cáncer. Poco

importa, en un mundo así. hablar sobre ética, peor si se constata que ésta

difícilmente pueda, dejar zanjado algún problema que se necesita con urgencia

resolver, si no al contrario, que en más de una, ocasión en vez, de haber buscado

una solución, lo que ha hecho es haber colaborado en la formación de otros


problemas de pronto, mucho más ambiguos y suspicaces que el que se empeña

en resolver, sin. embargo nada se pierde en hacer el intento, necesitándose para,

ello, ubicar cada cosa, en su lugar, para deliberar con claridad sobre lo que se

quiere y se requiere. Reflexiones sobre lo correcto o lo incorrecto, son anteriores

a los tiempos de la Grecia Presocrática, y antes que la ética, históricamente,

primero ha sido la moral, luego la ética, y finalmente la teoría de los valores, para

los cuales, las disquicisiones habidas hasta el momento, se hacen más

complicadas y recurrentes a saberse y de otro lado teóricamente el término

“MORAL” ( del latín "Mores”; costumbres) es definido como forma de la

conciencia, social, en la que reflejan y se fijan las cualidades éticas de la realidad

social (bien, bondad, justicia, etc.) De otro lado la moral, también es entendida

como el constituyente de un conjunto de normas, y reglas de convivencia y de

conducta, humana que determinan las obligaciones de los hombros, en lo que

concierne a la realización de sus obligaciones entre sí y con la sociedad. El

carácter de la moral como tal está determinado por condicionantes sociales

como el status, el dinero, etc. y por condicionantes culturales como estirpe,

abolengo, raza etc.

En cuyas normas se expresan los intereses de una clase, de un estrato social

determinado. Como quiera, en la sociedad de clases en la que se da, los

intereses de estas son contradictorios existiendo en ella morales distintas. Si una

clase se vuelve reaccionaria, su moral pierde su justificación y se hace en

extremo egoísta, deja de corresponder al curso de la historia en la que

concretiza. En cambio, si traduce las necesidades del desarrollo social, su moral

es progresista.
La moral también es definida no sola como un sistema de normas de conducta.,

sino además, como peculiaridad característica del perfil espiritual de las personas,

de la ideología, y de la psicología, de una clase de una capa social determinada.

La conducta, objetivamente buena, y justa, es moral: la mala, injusta, es inmoral.

Sin embargo, las personas pueden caer en error tornando por bueno lo malo y

viceversa. Por esto la moral incluye una valoración. La actitud estimativa, se

revela no sólo en los juicios (ideología), sino además, en las reacciones

emocionales y volitivas, en los afectos (costumbres). Las relaciones entre

individuos expresadas en juicios de valor ético sobre la conducta, el género de

vida etc. son relaciones morales, la moral apareció al formarse la sociedad,

humana, antes que surgieran el Estado y el Derecho, cambiando paulatinamente

a. partir de allí, hasta encontrar una "tentativa de reglamentación que le ha

permitido llegar hasta nuestros días.

Finalmente se puede agregar también, que en las formaciones de clase, la lucha

entre las clases antagónicas también encuentra su expresión en la esfera de la

moral.

A su vez, "La ETICA" (del griego roixr: relativo a las costumbres) es definida

como la ciencia de la moral, dividiéndose a su vez en ética normativa y teoría de

la moral. La primera investiga el problema del bien y del mal, y establece un

código moral de conducta que regirá el accionar de los individuos, señalando a

su vez qué aspiraciones son dignas de seguir y alcanzar, qué conducta es

ejemplo a emular y cuál es el verdadero sentido de la vida. La segunda, la teoría

de la moral, investiga la esencia de moral misma, su origen y su desarrollo, las

leyes a las que obedecen sus normas, su carácter histórico y situaciones afines,
etc. La teoría de la moral y le ética, normativa son inseparables entre sí, dado la

naturaleza, del trabajo deliberativo que realizan.

La moral surgió antes que la. ética, la cual aparece al formarse la sociedad

esclavista, existiendo desde su aparición una lucha entre la concepción idealista

y materialista de la moral y la ética como tal.

Los materialistas premarxistas no podían comprender las leyes objetivas reales

del desenvolvimiento de la moral, luchando entonces contra las concepciones

teológicas en la ética, sometiendo a critica la idea que teólogos e idealistas

mantenían con respecto al sentido de la vida, defendiendo el criterio de que el

origen y las fuentes de las normas morales son terrenales. Contribuyendo en su

momento a una posible creación de una concepción ética de la realidad, entre

los que se cuentan los Charvak (India), Yan Chu y Lao-Tse (China), Demócrito,

Epicuro, Aristóteles (Grecia) y otros. Resultando las teorías filosóficas

precedentes de inclinación idealista, suponiendo los filósofos del pasado, que

únicamente bastaba modificar el nivel de la conciencia de las personas,

instruirlas o cambiar la forma de dirección estatal para difundir o para conseguir el

tipo de moral que se quisiera.

Nadie admite el asesinato entre congéneres. Ni siquiera entre una banda de

gánsters. Obviamente, matar nunca es moralmente bueno, aún pese a haber sido

una reacción en defensa propia. Entonces, si matar aún dentro de este criterio,

definitivamente NO ES BUENO, es lógico que deba existir otro criterio donde

MATAR si lo es. Y en este caso la cuestión es “Si se puede asesinar a los otros”.

A los otros que no son de los nuestros… Para unos, partiendo de una justificación
religiosa del NO MATAR considerada como un mandato divino, matar, no es

posible sencillamente impracticable.

Pero recordemos a uno de los personajes de Dostoiesvski, aquel de los hermanos

Karamazov que decía “Si Dios no existe, todo está permitido". Todo está

permitido dice, pero el asunto es, si está, admitido. Para nosotros, los que no

somos creyentes, la figura se presenta de otra manera: Pese a que Dios no

existe, pueden haber muchas cosas que no están permitidas, pero si admitidas.

Admitidas como el hecho de matar, aún sabiendo que matar significa introducir un

principio antisocial dentro de la comunidad, en cuanto la convivencia social se

basa en la confianza mutua, de quienes la contraponen. Pero que pasa cuando

aquella confianza mutua se rompe, o desaparece. Obviamente todo está,

permitido y admitido. Admitido incluso como "El Magnicidio". Y la pregunta que

habría que hacerse sería. ¿Dónde comienza lo bueno de lo malo? o ¿Dónde

comienza, lo malo de lo bueno? O mejor, ¿En qué momento se bifurcan las

estimativas de valor de los actos concretados?

Un claro ejemplo de ética normativa se aprecia con mayor claridad en el código

de Hammurabi, hasta los famosos diez mandamientos remitidos por Moisés al pie

del Monte Sinaí, que en realidad no fue más que una síntesis, y en cierto modo

una cierta, variante, de las normas más importantes, establecidas en las mayoría

de los estados persas conocidos como los primeros legisladores de su tiempo

como el Gran Nicodemo al Mando de la Gran Babilonia.

Lo interesante de todo esto, como en el caso de los Diez Mandamientos, es con

respecto a su vigencia, en el inconsciente colectivo más allá de la interpretatividad


establecida desde su aparición; presentado en su momento bajo el agravante de

"inspiración divina".

A través del tiempo, como bien se sabe el asunto ético, o el tema de la ética en

relación a la sociedad del asunto de libertad ha dado tipos informantes en

diversos aspectos, de manera que de un tiempo a esta parle; es razonable decir,

a modo de deslinde, que hay ciencia que se estudian, por simple interés de

saber cosas nuevas: otras, para aprender una destreza que permita hacer o

utilizar algo; la mayoría sólo estudia para obtener un puesto de trabajo y ganarse

con él la vida, o en todo caso sobrellevarla.

Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, el caso es

que se puede vivir de muchos modos, habiendo a la larga, modos que tampoco

nos dejan vivir. En otras palabras, hay ciertas cosas que obviamente nos

convienen y otras no; a lo que nos conviene solemos llamarlo bueno, y a lo que

no nos sienta bien, lo llamamos malo. Ahora bien, cómo sabemos que una cosa

es buena y otra cosa es mala. No hay duda, que en esto va, la ética; la palabra,

clave es "distinguir". Distinguir entre lo bueno y lo malo dado que ésta no es más

que un intento racional por averiguar cómo vivir mejor, "Humanamente mejor ", a

pesar de las ambigüedades que encierran.

En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún

mayor frecuencia que las cuestiones factibles. Por ejemplo, la mentira es algo en

general malo, porque destruye la confianza en la palabra y enemista a las

personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir a fin

obtener alguna, ventaja. O incluso para hacerle un favor a alguien como decirle a

un enfermo de cáncer en proceso terminal que su situación está mejorando, para


que pase sin angustia lo que le queda de vida. De hecho la mentira no es buena,

pero tal parece que a veces puede ayudar, de igual modo, no es bueno andar

agrediendo a los demás, pero ¿debemos consentir que violen delante de

nosotros a una chica? y nosotros sin intervenir, por aquello de meternos en líos.

Dará algunos lo mejor quizás sea no intervenir, en problemas ajenos, y en cierto

modo su actitud es comprensible en cuanto, en ciertas situaciones lo malo

parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno, en ocasiones puede

tener apariencia de malo. En estas condiciones, lo de saber vivir no resulta tan

fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. En

matemáticas o geometría hay sabios e ignorantes, pero los sabios casi, siempre

están de acuerdo en lo más fundamental. En lo vivir en cambio, las opiniones

distan de ser unánimes, resultando en consecuencia., que en lo único que a

primera, vista todos estamos de acuerdo es que no estamos de acuerdo con

todos, observándose también, que en adelante, lo que vaya a ser nuestra vida

es, al menos en parte, resultado de lo que cada cualquiera, y por las razones que

fuera. Sin discusión, en cuanto a la vi da del hombre no puede ser "vivida"

repitiendo los patrones de su especie; es él mismo - cada uno - quien debe vivir.

EI hombre es el único ser que puede estar fastidiado, que puede estar

disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso, como que no le sucedería,

si todo le estuviera determinado, situación en la que más mínima discusión de su

parte, carecería de sentido.

Tony Duverat, en su abecedario malévolo, cuando habla sobre lo contradictorio y

difícil de las acciones humanes hace una comparación, y dice: "En su medio

natural, cada, especie parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que


es malo para cada una, esto sin du das, ni discusiones, - y agrega -, no hay

animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá, la mosca considere

mala a la araña que tiende su trampa y se la come, porque no lo pude remediar

como en el caso de las termitas, estas hormigas blancas que levantan

hormigueros impresionantes de varios metros de alto y armazones tan duros

como la piedra, dado que el cuerpo que poseen es blando, por carecer de la

coraza quitinosa que tienen otros insectos, proveyendo además que el

hormiguero que han construido les sirva, de caparazón colectivo contra, ciertas

hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero ocurre, que a veces uno de

esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante, al

rascarse los flancos contra las prominencias de los termiteros, ocasionando toda

una catástrofe, que inmediatamente darán solución las termitas-obrero,

trabajando como nadie para reconstruir su dañada, fortaleza exponiéndose al

ataque despiadado de las hormigas enemigas que en ese momento se lanzan, al

ataque con la intención de acabar con todo el hormiguero iniciando su sangrienta

misión, con las termitas-soldado que salen a defender lo que queda de su tribu,

intentando detener a las intrusas que están decididas a arrasar con todo,

lanzándose en operaciones suicidas contra sus enemigas, en cuanto no pueden

competir con ellas en tamaño, ni en armamento, optando por una lucha directa

cuerpo a cuerpo colgándose de las extremidades del soldado Invasor con el

propósito de frenar en todo lo posible su marcha, mientras sus feroces

mandíbulas las van despedazando poco a poco, dando tiempo a que las termitas-

obrero terminen su labor con toda, celeridad cerrando a su momento el termitero

derruido, hasta el momento casi arrasado por el ataque enemigo, dejando fuera a
las heroicas termitas-soldado combatiendo todavía hasta el momento de caer

rodeadas por el enemigo en cumplimiento de su misión: la defensa y la seguridad

del termitero. Cosa que, en el caso de las relaciones humanas, los sucesos van

de otra manera, como en la Iliada de Homero, donde el mismo Homero cuenta la

historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las

murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los Aqueos, aun

sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente lo habría de matar.

Y él está allí esperando. Lo hace por cumplir con su deber, que consiste en

defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de

que Héctor es un héroe, un auténtico valiente.

Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado,

cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en

relatar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las

termitas anínimas que enfrentan el combate? ¿Cuál es la diferencia entre un caso

y otro? ¿Cuál ¿ . . .? sencillamente, la diferencia está en que las termitas-soldado

luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar.

Héctor en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-

soldado no pueden desertar, ni rebelarse para que otras vayan en su lugar, están

programadas por la naturaleza para cumplir su heroica misión. En el caso de

Héctor es distinto. Podría haber dicho que no quiere, que está enfermo, o que no

puede...Quizá sus conciudadanos lo llamasen cobarde y lo pasaran a un tribunal

militar, o a un juicio sumario, o en todo caso quizá le preguntasen qué otro plan se

le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de ser

héroe, pese a que habría podido escaparse gracias a la fuerte presión que los que
lo conocían, ejercían sobre él, pero no lo hizo. El asunto es que Héctor no estaba

programado, como no lo está ningún hombre. De ahí que tenga mérito su gesto y

Homero haya contado la Historia, con épica emoción, A diferencia de las termitas

Héctor es libre y por eso admiramos su valor.

Héctor es libre y ha optado por una decisión; ahora si observamos bien, tal

decisión parte de su condición de libre y de su capacidad de elegir, y obviamente,

para ser o para estar libre, hay que estar en libertad, libertad que al fin de cuentas

constituye el fundamento esencial de la cuestión ética.

Sin embargo pese a todo, no faltan quienes dicen, que de modo menos imperioso

pero parecido, nosotros también estamos programados, quizá estando algunos en

forma determinante por nuestros patrones culturales: el hecho es que nuestro

pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que

se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal)

y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento,

leyendas... en una palabra se nos inculcan desde la niñez unas fidelidades y no

otras, pesando todo, tanto, a tal punto que termina haciendo de nosotros seres

previsibles.

Por ejemplo a Héctor, su programación natural hacía que sintiese necesidad de

protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o peor encontraba en su

ciudad de Troya. También era muy natural que considerara con afecto a su mujer

Andrómaca, que le proporcionaba, compañía placentera y a su hijo por el que

sentía lazos de apego biológico. Culturalmente se sentía parte de Troya y

compartía con los troyanos la lengua, las tradiciones y las costumbres. Además

desde niño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de su
ciudad y se le dijo que la cobardía, era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si

traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y que le

castigarían de uno u otro modo. En consecuencia Héctor también estaba bastante

programado para actuar como lo hizo.

Sin embargo, por mucha programación biológica o cultural que tengamos los

hombres, siempre podremos optar finalmente por algo que no esté en el programa

(al menos que no esté del todo). Podemos decir "si" o "no", quiero o no quiero.

Por muy asustados que estemos frente a las circunstancias, de manera que no

tenemos un sólo camino a seguir sino varios. Cierto que no podemos hacer

cualquier cosa que queramos, pero también es cierto que tampoco estamos

obligados a querer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones con

respecto a la libertad:

Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa, sino ser libres para responder

a lo que nos pasa de tal o cual modo que consideremos conveniente.

Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo

indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo

posible) que omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere,

aunque pareciese imposible).Por ello cuanta más capacidad de acción tengamos,

mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad.

No hay duda, que muchas cosas dependen de nuestra voluntad (y eso es ser

libre) pero no todo depende de ella (entonces seríamos omnipotentes), porque en

el mundo hay muchas voluntades y otras muchas necesidades que no

controlamos a nuestro gusto.


De otra parte, si no nos conocemos ni a nosotros mismos ni al mundo en que

vivimos, nuestra libertad se estrellará una y otra vez, contra lo necesario.

En resumen: a diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres

podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo

que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros frente a lo que nos

parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos

equivocarnos; que es algo que a los castores, a las abejas, y a las termitas no

puede pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y

procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar, y encontrarnos

correctamente como los seres que somos: humanos y racionales empeñados en

adquirir ese conocimiento de "saber vivir" que los filósofos dieron en llamarla

"Ética".

Séneca, en sus cartas a Lucilio, con respecto al transcurrir de lo humano dice: No

hemos de preocuparnos de vivir largos años sino de vivirlos satisfactoriamente;

porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma.

La vida es larga si es plena; y se hace plena cuando el alma ha recuperado la

posesión de su bien propio y ha transferido a sí el dominio de sí misma.

Séneca, tiene razón, pero el caso es, que nadie puede inventarse del todo porque

no vivimos solos, y se quiera o no, muchas cosas se nos imponen en momentos

en los que no se admiten discusión.

Lo cierto es que la ética de un hombre libre nada tiene que ver con los castigos ni

los premios repartidos por la autoridad que sea, humana o divina.

Uno puede lamentar haber obrado mal aunque esté razonablemente seguro de

que nada ni nadie va a tomar represalias contra él. En cuanto, que al actuar mal y
darnos cuenta de ello, comprendemos que ya estamos siendo castigados, que

nos hemos estropeado a nosotros mismos voluntariamente, hasta, llegar al

extremo de sentirnos aislados, o excluirnos por decisión propia, tras haber

comprendido que no se puede convertir a los otros en objetos como si se tratara

de un elemento reemplazable, sin afectar de alguna manera nuestra concepción

ética-moral, que nos sostiene como hombres. Dado que la Moral es el conjunto de

comportamientos y normas que solemos aceptar como válidos; y la Ética, es la

reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras

morales que tienen personas diferentes.

Por otro lado cabe señalar, que una cosa es hacer lo que se quiere, y otra muy

distinta, es hacer lo que nos venga en gana. De lo contrario, la vida en comunidad

sería simplemente un insalvable caos.

En el caso de los preceptos bíblicos, presentados por Moisés cada uno lleva

implícito un castigo en caso de no ser cumplido, cumpliendo además una

condición normativa a fin de evitar el desorden en cuanto a la gente se le dé por

hacer, lo que le venga, en gana.

No hay duda que en todas las épocas y tiempos han habido cuestiones

normativas, destinadas a regular la convivencia de los diferentes grupos humanos

que hasta entonces estaban en curso. El caso es que cualquier código normativo

sea del tipo que fuere, son imposiciones del grupo, emitidas a través de una

autoridad, con el propósito de lograr una convivencia, ideal entre los propios

congéneres.

El asunto que estas imposiciones, como en el caso de las órdenes que impusiera

Moisés, en calidad de una voluntad divina, sean antiguas, o pasadas de moda, y


en algunos casos hasta fuera de toda lógica, al igual que las leyes actuales son

fruto de convenciones sociales, minuciosamente estudiadas con el propósito de

un interés específico, tras el fiel cumplimiento de las mismas.

A través de la historia de la humanidad, siempre han habido leyes y normas, de

las cuales muchas, más allá, del tiempo en se dieron a conocer, fueron

respetadas hasta, temidas de las cuales algunas han sobrevivido hasta nuestros

días; algunas conservando el propósito original, con el que se crearon; otras,

sufriendo algunas variantes importantes, todas en la medida de sus fines.

Demostrando con ello, que nunca, ninguna ley, o norma en ninguna parte, y bajo

cualquier condición, nunca formaron una parte inamovible de la realidad, como

ocurre por ejemplo con la ley de la gravedad. Tampoco brotan de la voluntad de

un Dios misterioso, sino de la invención de los hombres, respondiendo a

designios humanos pudiendo en consecuencia, ser abolidas o modificadas por

nuevos acuerdos entre humanos. Sin ir muy lejos, los mandamientos originales

fueron modificados por los católicos, pero esto no significa.

Definitivamente ninguna convención social es un capricho, aunque puede

encarnar uno, de igual modo, ninguna es algo vacío e insustancial, aunque no se

descarta que pueda serlo. Lo cierto, es que una norma, al igual que los bíblicos

preceptos que rigen, o rectoran hasta hoy la base ética del catolicismo, de uno u

otro modo, son, como ya adelantáramos, líneas arriba: respetados, temidos,

cumplidos y aceptados, entonces la pregunta que habría que hacerse sería ¿Por

qué? Obviamente pueden haber muchas respuestas, el caso es que una

convención social, como por ejemplo el quinto mandamiento de los diez que se

conocen, que dice: "No matarás", ocurre que:


Primero: Una norma se respeta, porque conlleva una jerarquización de valor,

sopesable dentro de lo moral.

Segundo: Una norma, se teme porque la infracción de la misma conlleva una

sanción que se aplicara terminantemente de acuerdo a la gravedad de

la falta.

Tercero: Una norma se cumple porque actúa como un mecanismo de regulación

de la convivencia social, con el propósito de evitar el desorden y el

caos, que podrían, si no se controlan, terminar con un grupo humano

definido.

Cuarto: Una norma se acepta porque la consideramos una alternativa viable, o

porque no conocemos otra, o porque siguiendo adecuadamente el

cumplimiento de la misma podemos acceder a una situación mejor, o

porque simplemente es una imposición tajante, que si no aceptamos

nos suprimen, demostrándonos una cosa, que: al frente de la norma,

en el lugar de los normados, cuenta mucho el instinto de conservación

de los sujetos y el grupo, así como la esperanza y las esperanzas del

mismo, que hace que especulen, aunque sea con un mínimo de

probabilidad, la construcción de una sociedad y un tiempo mejor.

Finalmente, como criterio adicional, se puede decir que una norma excluye al

diferente, o hace que el diferente se excluya frente a ella, porque quien no se le

somete automáticamente será suprimido.

Dicho de otra manera, la norma uniformiza: si no admitiésemos que existe algo

fundamentalmente igual entre nosotros anularíamos la posibilidad de ser para el

otro lo que el otro es para nosotros, estableciéndose un reconocimiento, en


cuanto a saber de que en cierto modo cada uno pertenece a lo de enfrente y lo de

enfrente le pertenece, estableciéndose un todo de homogeneidad, conveniente

para la ejecución de la norma. Dado que en el fondo, toda ley, toda norma escrita,

no es más que una abreviatura, una simplificación - a menudo imperfecta - de lo

que tu semejante puede esperar concretamente de ti, más no del estado, ni de

sus jueces.

Pero como decíamos, una cosa es que la norma, uniformice, y otra muy diferente

es, que la norma simplifique, sencillamente porque la vida humana, no admite

simplificaciones, peor si se trata de simplificaciones abusivas, negando una visión

conjunta del grupo en contra de la mayoría del mismo, en tanto nadie es una

simple unidad dentro del bosque, y bajo esta consideración, la norma más

adecuada es la que nos permite cohesionarnos, reconocernos y crecer, más no la

que tiende a miniaturizarnos y desaparecernos.

Sin embargo, volviendo a la consideración del Quinto Mandamiento "No Matarás".

De hecho matar no es bueno en ninguna, sociedad, pero ¿Qué pasa cuando se

convierte en una necesidad, con agravantes específicos, como en el caso de un

"Magnicidio"?

Para empezar diré, que se denomina "Magnicidio" a la muerte violenta de un jefe

de estado, o a una persona relevante del gobierno, bajo un conjunto de ciertas

condiciones, como las políticas, frente a un régimen dictatorial. Entonces: Matar

¿Es bueno o malo?

Veamos: El Magnicidio, un asesinato político en defensa de la vida y el derecho

de millones de personas que constituyen un país; a viva voz, es de diferente

naturaleza que la violencia que tiende a destruir por el solo hecho de la


destrucción. O mejor, Matar, en algunos casos se convierte en una necesidad, o

en todo caso, en la única forma posible para dar fin a una realidad que

consideramos nefasta, o, para dar paso a otra, que se supone mejor, resultando

por lo tanto bajo esta óptica, que cualquier acto de infracción normativa del tipo

que fuere, como matar, en este caso un "Magnicidio", es desde todo punto

admisible, más todavía, si se cuenta, con un sustento ideológico formado,

convincente y aplicable en una realidad determinada.

Obviamente pueden haber infinidad de formas para cometer un asesinato lo más

perfectamente posible. Pero en nuestro caso, en la necesidad de concretar un

"Magnicidio"; la destrucción de la vida física de un individuo, se convierte también,

en un hecho de trascendencia de la vida misma, para escapar a un insoportable

clima y sentimiento de pasividad total creado por un ambiente opresivo, como el

que es común dentro de un régimen dictatorial. O, en todo caso, como único

medio para escapar de una sociedad oprimida, por las razones que fuere

(terrorismo de estado, guerrillas, narcotráfico, paramilitares, etc.), pasando, la

violencia imperante: de una violencia vengativa, a una violencia compensadora;

una violencia cuyas raíces se encuentran en la impotencia, manifiesta, de los

sujetos, o del grupo sometido, efectuándose la compensación a través de la

fuerza, destruyendo la vida de otros, como una forma de reacción ante una

situación en la que el individuo como tal no tiene muchas alternativas para

sentirse como quisiera.

Camus expresó suscintamente esta idea, cuando hace decir a Calígula: "Vivo,

mato, ejercito la arrobadora capacidad de destruir..." Lo cual comparado con el


poder inimaginado del creador, no es más que un simple juego de niños. Nada

más que eso.

Fromm, en su libro ética y psicoanálisis, cuando analizamos formas de violencia

social, dice, que esta forma de violencia es la violencia del inválido; de los

individuos a quienes la vida negó la capacidad de expresar positivamente sus

potencias humanas y, destruyen, porque justamente destruyendo es como se

reconocen humanos, en cuanto ser humano es trascender el mero estado de

cosas.

Curiosamente, aunque parezca paradójico, este tipo de violencia, o esta forma

violenta de accionar frente a una sociedad que es oprimida, o que está siendo

oprimida, o frente a un sistema que se muestra opresor, explicaría, o en todo caso

explica, las reacciones violentas, en las que determinados procesos sociales

desencadenan en sus sociedades en curso, provocando la caída inmediata del

régimen establecido, como en el caso de la dictadura de Leonidas Trujillo "El

Chivo", en República Dominicana, perpetrado por un grupo de conspiradores que

se saben descontentos con su gobierno.

En la opinión de Aristóteles: "El hombre es un animal cívico, un animal político",

es decir, que gustamos de socializar, pero no instintiva y automáticamente como

las hormigas o las gacelas. Los humanos inventamos formas de sociedad,

transformamos la sociedad en la que hemos nacido, en la que vivieron nuestros

padres y hacemos experimentos organizativos nunca antes intentados, en una

palabra: no sólo repetimos los gestos de los demás y obedecemos las normas de

nuestro grupo sino que llegado el caso desobedecemos, nos rebelamos, violamos

las rutinas y las normas establecidas y armamos un follón...por la sencilla razón,


de que siempre se obedece un poco a regañadientes. No hacemos lo que los

demás quieren sin rechistar, como las abejas, sino que es preciso convencernos y

muchas veces obligarnos a desempeñar el papel que la sociedad nos atribuye...

Pero atención: no nos rebelamos contra la sociedad, sino contra una sociedad

determinada. No desobedecemos porque no queramos obedecer jamás a nada ni

a nadie, sino porque queremos mejores razones para obedecer y jefes que

ordenen con una autoridad más respetable.

Los grupos animales cambian a veces sus pautas de conducta, de acuerdo con

las exigencias de la evolución biológica cuya orientación tiende a asegurar la

conservación de la especie. Las sociedades humanas se transforman

históricamente de acuerdo a criterios culturales o complejos.

Unos cambios intentan asegurar determinados objetivos, otros consolidar ciertos

valores, y muchas transformaciones parecen provenir del descubrimiento de

nuevas técnicas para hacer o deshacer cosas.

Lo único indudable es que en todas las sociedades humanas (y en cada miembro

individual de esas sociedades) se dan razones para, la obediencia y razones para

la rebelión.

En su defecto, tan sociables somos cuando obedecemos por las razones que nos

parecen válidas como cuando desobedecemos y nos sublevamos por otras que

se nos antojan de más peso.

De otra parte, las libertades individuales, así como las libertades públicas implican

una responsabilidad ética. Es decir, ser responsable es ser capaz de responder

por lo que se ha hecho, asumiéndolo como acto propio y tal respuesta, tiene al

menos dos facetas importantes:


Primera, responder "yo he sido" cuando los demás quieran saber quién llevó a

cabo las acciones que fueron la causa más directa de tales o cuales efectos

(malos, buenos o malos y buenos juntamente).

Segunda, ser capaz de dar razones cuando se nos pregunte por qué estas

acciones relevantes, "responder", no necesito decírtelo, es cosa que tiene que ver

con "hablar", con entrar en comunicación articulada con los demás.

En toda sociedad, la verdad de las acciones con repercusión pública no puede

tenerla nunca exclusivamente el agente que las lleva a cabo sino que se

establece en debate más o menos polémico con el resto de los socios. Aunque

uno crea tener buenas razones, debe estar dispuesto a escuchar las de los otros

sin encerrarse a ultranza en las propias, para deliberar adecúa mente sobre las

mismas, porque lo contrario lleva a la tragedia o a la locura.

Se puede ser un héroe, al estilo de Don Quijote y considerarse a sí mismo un

caballero andante, pero eso no resta que se pueda escuchar, en un momento u

otro la opinión del grupo y medir el impacto social de sus acciones, que por

demás, pueden terminar en discutibles hazañas, de modo que si no lo hace es

porque está loco.

Asumir los propios actos y ser capaz de justificarlos ante los demás no implica

renunciar siempre a la opinión propia para doblegarse ante la mayoritaria.

La persona responsablemente ética tiene que estar también dispuesta a aceptar,

tras haber expuesto sus razones y no haber logrado persuadir al resto, el coste en

censuras o marginación que suponga su discrepancia.


Las palabras de Sócrates en el diálogo platónico "Critón", cuando se niega a huir

de la cárcel y prefiere arrostrar la condena a muerte sin abdicar de sus ideas,

constituyen el símbolo clásico de esta actitud de suprema madurez ética y cívica.

Para comprender cabalmente las acciones de una persona, se requiere tener en

cuenta sus antecedentes socio-culturales, aconsejan los profesionales de la

conducta y los códigos de jurisprudencia antes de emitir sentencia. Pero una

cosa, es tenerlas en cuenta y otra convertirlas en fatalidades que anulan cualquier

posibilidad de que el individuo pueda responder por sus actos.

Negarse a ser sujetos, para convertirse en meros objetos zarandeados por las

circunstancias sólo tiene lugar cuando las consecuencias del hecho que se le

imputan a los individuos, son poco agradables, como por ejemplo en los casos

delictivos, desencadenados por cuestiones religiosas, como el fanatismo. En

cuanto el fanático se niega a dar ningún tipo de explicaciones: predica su verdad y

no condesciende a más razonamientos. Como él encarna sin duda, el camino

recto, los que le discuten sólo pueden hacerlo movidos por bajas pasiones y

sucios intereses o cegados por algún demonio que no les deja ver la luz. Además

de que el fanático, tampoco se tiene por responsable de sus actos ante sus

conciudadanos, sino ante una instancia superior y desde luego inverificable (Dios,

la historia, el pueblo o cualquier palabra con mayúscula semejante): Los

miramientos y leyes habituales no se han hecho para gente como él, con una

misión transcendental que cumplir, terminando en acciones, en la mayoría de los

casos, reprobables.

Finalmente, podemos decir, que consideraciones como éstas, en alguna u otra

forma nos llevan a la escabrosa cuestión de la "Tolerancia ", la cual se quiera o


no, incide directamente en el comportamiento ético de las personas;

comportamiento que por demás está íntimamente ligado al asunto de la libertad y

la responsabilidad, dando lugar a considerar también, que vivir en sociedad,

quiere decir obviamente a convivir con costumbres y comportamientos que uno

aprueba o desaprueba, sin discusión.


BIBLIOGRAFÍA

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