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Teoría

política 2

Parcial N°2

Cátedra:
Bolcatto Andrea, Vazquez Amancio, Truchet Rocío.

Alumna: Ramos Candela

Año: 2022

CONSIGNAS

1. Jean Jacques Rousseau

a) Desarrolle la idea de contrato social teniendo en cuenta:


- “diferencias entre someter a una multitud y regir a una sociedad”.
- cláusula fundamental del contrato social

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b) Establezca la relación del contrato social con la idea de voluntad general, poder
soberano, ley civil y libertad.

2. Immanuel Kant

a) Describa el estado jurídico, explicando el papel que juega el derecho en su


conceptualización, desarrollando:
- soberanía
- carácter de la obediencia
- división de poderes
b) b. ¿Cómo concibe Kant a la ciudadanía y como se relaciona ésta con el Estado
jurídico? Responda a partir de las nociones de:
- ciudadanía activa/pasiva
- fundamentos y atribuciones
- ley jurídica

3. Ejercicio de análisis. Elija un material (noticia periodística, fragmento de


serie/película, discurso político, entre otros) para analizarlo a partir de categorías
propias de las teorías políticas de Kant o de Rousseau.

En el análisis se deben identificar con claridad conceptos rousseaunianos como:

- pacto social
- voluntad general
- libertad/igualdad/ley

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1. Para comprender la noción de contrato social de Rousseau, consideramos pertinente
ahondar en los razonamientos previos del autor.

En primera instancia, al igual que sus contemporáneos iusnaturalistas, parte del axioma
de que los hombres por naturaleza nacen libres e iguales. De esta manera, busca en su
teoría alguna regla de administración segura y legítima para que el orden civil respete la
condición de libertad e igualdad de los hombres. Así, sostiene que el orden social no
puede producirse mediante la fuerza física ya que “(…) ningún hombre tiene autoridad
moral sobre su semejante, y puesto que la fuerza no produce ningún derecho, quedan
entonces las convicciones como base de toda autoridad legítima” (Rousseau, 2017,
p.47)

Para sustentar este razonamiento, Rousseau recurre a dos argumentos principales. En


primer lugar, que el hecho de ceder ante la fuerza no implica un acto de voluntad, sino
que, a lo sumo, puede adjudicarse a un acto de prudencia hacia la propia conservación.
En segundo lugar, al quedar la obediencia ligada exclusivamente a la fuerza y no al
deber y la convicción, al disminuir la violencia la obligación desaparece. Por lo cual,
lejos de constituir un ordenamiento social, la fuerza sólo produce relaciones del tipo
amo- esclavo, donde los intereses particulares del primero se imponen sobre los del
segundo.

En relación a lo expuesto anteriormente, se puede inferir que es diferente regir a una


sociedad que someter a una multitud. Por un lado, cuando hablamos de esto último se
hace referencia a imponer la voluntad particular de un hombre por medio de la fuerza
sobre las voluntades particulares de otros. Un imperio así constituido, nos dice el autor,
carece de otro lazo de unión más que la sumisión al amo, por lo tanto, muerto éste, el
imperio también lo hace. En cambio, regir una sociedad, implica la deliberación pública
de un pueblo. 

A partir de lo expuesto anteriormente, el autor considera que antes de analizar el acto


mediante el cual el pueblo elige a su rey, ha de analizarse como llega un pueblo a serlo,
ya que ahí se encuentra el verdadero fundamento de la sociedad. Siguiendo esta línea,
considera que existe un momento en el estado de naturaleza en que el hombre ya no es

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capaz de subsistir mediante su propia fuerza. Por lo cual, el único medio de
conservación es la unión de fuerzas con sus semejantes con el fin de superar cualquier
resistencia.

De esta manera, el contrato social surge para dar solución a la búsqueda de una forma
de asociación que defienda mediante la fuerza común a todos los asociados y los bienes
que estos poseen, y por la cual cada uno, al unirse a todos, obedezca a sí mismo y
permanezca libre como antes. Este acto de asociación en el cual cada integrante pone en
común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general
produce un cuerpo moral y colectivo que recibe ahora el nombre de república. Por su
parte, el grupo de asociados recibe colectivamente el nombre de pueblo e
individualmente cada hombre es ciudadano en tanto partícipe de la autoridad soberana,
y súbdito en tanto se encuentra sometido a las leyes del Estado. En lo que respecta al
cuerpo político resultante del contrato, este es llamado Estado por sus miembros cuando
es pasivo, y soberano cuando desarrolla un rol activo.

En relación al soberano, al estar conformado por los particulares no puede tener un


interés que vaya en contra la voluntad de ellos. No obstante, los individuos en su calidad
de hombres sí pueden tener una voluntad particular que no concuerde con la voluntad
general que tienen como ciudadanos. Es por eso que, si un hombre siguiendo su
voluntad particular se niega a obedecer la voluntad general será obligado por el cuerpo a
cumplirla, ya que solo de esta manera será libre. A continuación, podemos observar un
fragmento de su obra que argumenta este postulado:

“(…) lo que el hombre pierde por el contrato social es su libertad natural y un derecho limitado a
todo lo que desea y puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo lo que
posee (...) hay que distinguir la libertad natural, cuyos límites son las fuerzas del individuo, de la
libertad civil, que está limitada por la voluntad general (…)” (Rousseau, 2017, p.60).

Ahora bien, las fuerzas del Estado solamente pueden ser dirigidas por la voluntad
general, ya que esta última está formada por quienes tienen en común las voluntades
particulares que conforman al pueblo, por lo tanto, siempre tiende al bien colectivo. 
Asimismo, la soberanía, al no ser más que el ejercicio de la voluntad general, no puede
enajenarse. Es decir que, el soberano como cuerpo colectivo no puede ser representado
por otro que no sea él mismo. Por lo tanto, si el pueblo únicamente se limitase a

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obedecer se destruiría el cuerpo político, ya que donde hay un señor deja de haber un
soberano.

Para finalizar, podemos retomar la idea de que “el pacto social tiene como fin la
conservación de los contratantes. (...) quien quiere conservar su vida a expensas de los
demás debe darla también por ellos, cuando sea necesario” (Rousseau, 2017, p.78).
Aquí, el autor hace referencia a que los compromisos que nos unen con el cuerpo social
son obligatorios por el simple hecho de que son mutuos, y al cumplirlos trabajamos
tanto para nosotros como para los demás. Así, todo acto de soberanía, guiado
verdaderamente por la voluntad general, obliga o favorece por igual a todos los
ciudadanos. Sin embargo, el pacto social por el cual se conforma el cuerpo político no
determina lo que este debe hacer para conservarse. Es en este punto en el que aparecen
las leyes, como las condiciones de la asociación civil, y como debe corresponder sólo a
los asociados regular las condiciones de la sociedad esta tarea recae en el pueblo. Por lo
tanto, cuando el pueblo mediante la voluntad general estatuye una ley, esta debe de ser
general, al igual que lo es la voluntad del pueblo. Es decir que, debe considerar a los
súbditos de manera colectiva y a las acciones en abstracto porque “(...) ninguna función
que se relacione con un objeto particular pertenece al poder legislativo.” (Rousseau,
2017, p. 82). De esta forma, entendemos que para Rousseau la libertad civil está
limitada por las leyes, las cuales a su vez son producto del poder soberano mediante el
ejercicio de la voluntad general del pueblo. 

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2.a) En la teoría kantiana, el estado jurídico surge a partir de un pacto social de carácter
a priori, es decir, que este contrato es solo una mera idea regulativa de la razón. Sin
embargo, el autor expresa que a pesar de no haber ocurrido empíricamente todo lo
proveniente de la razón es real más allá de la experiencia. De modo que, plantea lo
siguiente “(...) es menester salir del estado de naturaleza, en el que cada uno obra a su
antojo, y unirse a los demás (con quienes no puede evitar entrar en interacción) para
someterse a una coacción externa legalmente publica” (Kant,2008, p.141). Como lo
ejemplifica la cita, el contrato social constituye un imperativo categórico, es decir, que
estamos obligados moralmente a pactar con el fin de salir del Estado de naturaleza. No
porque este último sea un estado de guerra sino porque al care cer de derecho y de ley
civil se vuelve inseguro. Por lo tanto, la falta de derecho provoca conflictos,
principalmente en el momento en que los hombres buscan defender su propiedad, la
cual en este estado es de carácter provisional. Esto, debido a que una voluntad unilateral
no puede imponer a otros la obligación de respetar la adquisición de un objeto exterior a
su arbitrio, y la única manera de que su posesión no sea arrebatada es mediante la
continua ocupación. 

Entonces, mediante el contrato social (a priori) la voluntad unificada genera un vínculo


jurídico formal, cuyo fin es resguardar la libertad civil. El estado jurídico se compone
por la unión de hombres bajo la ley, la cual tiene carácter público y coercitivo. La
autoridad del Estado jurídico es una consecuencia directa de la legitimidad que le
concede la voluntad unificada del pueblo mediante el contrato social.  Por su parte, el
poder del Estado se divide en tres: el poder soberano, encarnado en la figura del
legislador; el poder ejecutivo representado en la persona del gobernante; y el poder
judicial establecido en la persona del juez. Estos poderes se encuentran coordinados al
mismo tiempo que se subordinan entre sí. Es decir que, por un lado, se complementan
para lograr un buen funcionamiento del Estado, mientras que, por otro lado, se
subordinan con el objetivo de que ninguno pueda usurpar las funciones del otro.

Por último, a partir de la siguiente cita: “(...) solo la voluntad concordante y unida de
todos, en la medida en que deciden lo mismo cada uno sobre todos y todos sobre cada
uno, por consiguiente, solo la voluntad popular universalmente unida puede ser

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legisladora” (Kant,2008,p.143) podemos sostener que la soberanía recae en la voluntad
unificada del pueblo, teniendo en cuenta que el contrato obliga al legislador a dictar
leyes como si estas  brotaran directamente de la voluntad unificada del pueblo. Sin
embargo, al plantear que no existe el derecho a rebelión se abre en la teoría kantiana una
doble concepción de soberanía, donde la soberanía ideal recae en el pueblo mientras que
en última instancia la soberanía real recae en el monarca.

b) Para Kant (2008), reciben el nombre de ciudadanos “los miembros de una sociedad
semejante -es decir, de un Estado-, unidos con vistas a la legislación”(p.142) Estos
poseen tres atributos inherentes a su cualidad: la igualdad civil, que los hace a todos
iguales ante la ley; libertad legal, asociada a la idea del contrato a priori, que refiere a
que obedecen solo a la ley a la cual le han dado su consentimiento; e independencia
civil, la cual se entiende como la capacidad autónoma de no depender de nadie más qué
sí mismo para vivir. Tanto la igualdad civil como la libertad legal son comunes a todos
los individuos que conviven dentro del Estado. Sin embargo, a partir del atributo de
independencia civil genera una distinción entre dos clases de ciudadanía, quienes la
poseen (ciudadanos activos) y quienes no la poseen (ciudadanos pasivos).
De esta manera el autor, mediante esta distinción limita la participación política a un
acotado número de personas, es decir, hombres, mayores de edad e independientes
económicamente. Asimismo, aclara la posibilidad de volverse ciudadano activo, en
tanto se logre la independencia civil, lo cual sólo puede ser logrado por el género
masculino, como podemos ver en el siguiente fragmento:

“el mozo que trabaja al servicio de un comerciante (...); el sirviente; el menor de edad; todas las
mujeres y, en general cualquiera que no puede conservar su existencia (...) por su propia
actividad, (...), carece de personalidad civil y su existencia es, por así decirlo, solo de inherencia”
(Kant,2008, p.143) 

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3. En esta instancia nos proponemos analizar a través de las categorías propuestas por la
cátedra y la teoría rousseauniana fragmentos del discurso de cierre de campaña del
expresidente Raúl Alfonsín en 1983. Para comenzar, realizaremos una reconstrucción
del contexto histórico en el cual se enmarca este discurso.

El gobierno de Alfonsín fue el primero elegido de manera democrática luego del golpe
de estado de 1976, llamado por los militares como el “Proceso de Reorganización
Nacional”. A este periodo de nuestra historia argentina podemos vincularlo con lo que
en la teoría rousseauniana se plantea como momento en el que el pueblo se limita
simplemente a obedecer, generando así un señor y ya no más un soberano, desde ese
momento entonces, se destruye el cuerpo político. En este sentido, podemos decir que,
al establecerse un gobierno de facto, el cual no responde a la voluntad general, el pacto
social inicial se ve violentado al igual que el cuerpo político. 

En los siguientes fragmentos, podemos evidenciar cómo el discurso de Alfonsín apunta


a generar un consenso social en torno al modelo de Argentina a construir en el futuro
cercano. En otras palabras, busca movilizar al pueblo argentino e invitarlo a que
mediante el voto expresen su voluntad general. Como podemos observar en la siguiente
cita: “(...) argentinos, vamos todos a volver a ser los dueños del país. La Argentina será
de su pueblo. Nace la democracia y renacen los argentinos. Decidimos el país que
queremos: estamos enfrentando el momento más decisivo del último siglo. (...)”
(Alfonsín, 26/10/1983 extraído de www.alfonsin.org). Aquí, destacamos que cuando se
hace mención de “volver a ser dueños del país”, esto solo es posible mediante el retorno
a la democracia. Además, se refiere principalmente al ejercicio de las primeras
elecciones presidenciales luego del largo periodo de gobiernos militares.

Por otra parte, queremos retomar dos fragmentos del discurso del candidato a presidente
Alfonsín que refieren a los militares y su toma de poder por la fuerza: a) “Vinieron con
el pretexto de instaurar el orden y acabar con la violencia y desataron una represión
masiva, atroz e ilegal, acarreando un drama tremendo para el país, cavando un foso de
sangre deliberada mente, impulsado por algunos grupos privilegiados (...).” ; b) “Nunca
más permitiremos que un pequeño grupo de iluminados, con o sin uniforme, pretenda
erigirse en salvadores de la patria, mandándonos y pretendiendo que obedezcamos sin

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chistar.” (Alfonsín, 26/10/1983 extraído de www.alfonsin.org) En estas citas textuales
de su intervención podemos apreciar cómo se le atribuye al gobierno militar el
sometimiento de la voluntad general a la voluntad de unos pocos. En los años que duró
el llamado proceso de reorganización, se violentaron las convicciones y consensos
mediante los cuales se había fundado previamente la libertad civil. Al mismo tiempo
que se disolvía mediante la fuerza el poder legislativo, se instauraba en el Congreso de
la Nación la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL). Mediante este órgano,
integrado por nueve miembros (tres por cada fuerza), fueron aprobadas más de 2000
leyes, que procuraron moldear a la sociedad argentina según la intención de la Junta
militar de “refundar la nación”.

Por último, mediante la revalorización del contrato social previo, se retoma el fin por el
cual fue instituido el cuerpo político en primer lugar, el bien común. Al mismo tiempo
que se deja en claro que el poder soberano estará regido por una voluntad general
compuesta por una pluralidad de voluntades particulares. Esta reflexión podemos
vincularla con el siguiente fragmento:

“La construcción y la defensa de la Argentina la haremos marchando juntos, aceptando en


libertad las discrepancias, respetando las diferencias de opinión, admitiendo sin reparos
las controversias en el marco de nuestras instituciones, porque así y sólo así podremos
lograr la unión que necesitamos para salir adelante.” (Alfonsín, 26/10/1983 extraído de
www.alfonsin.org)

A modo de conclusión, creemos interesante pensar en primer lugar, a las elecciones de


1983 como el momento en el que se vuelven a instaurar las convicciones y consensos
del pacto social previo al golpe de estado de 1976. Principalmente, cuando el pueblo
argentino mediante elecciones democráticas volvió a retomar el poder soberano, y con
ello las convicciones propias del contrato social como la igualdad ante la ley. Sin
embargo, de las 4.449 leyes que integran nuestro aparato jurídico y que se encuentran
vigentes al día de hoy, 998 fueron sancionadas en regímenes no democráticos; y
particularmente 417 fueron aprobadas durante la última dictadura cívico-militar. Sobre
este punto consideramos interesante reflexionar. Si bien recuperamos nuestro poder
soberano con la vuelta a la democracia en 1983, nos regulan 417 leyes de carácter legal,
pero no legitimo. ¿Hasta qué punto esto no afecta y limita nuestro poder soberano?

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Bibliografía

 Kant, I (2008 [ 1797]). Metafísica de las costumbres, Madrid: Tecnos


 Rousseau (2017 [ 1762]). El contrato social, Buenos Aires: Losada
 https://www.alfonsin.org/discurso-de-raul-alfonsin-en-el-cierre-de-la-campana-
electoral-2/
 https://www.lasleyesdeladictadura.com.ar/

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