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Relacionamos el sueño con el descanso, con el irse a dormir después de una dura jornada de
trabajo y con ese deseo, al ver la cama bien estirada, de meternos en ella.
Pero el sueño es mucho más que la acción de descansar. Es el proceso que permite a nuestro
cerebro poner las cosas en orden para poder realizar muchísimas funciones cognitivas. Sin el
sueño esas capacidades se verían muy mermadas.
Sin embargo, no siempre se duerme correctamente. Esto es lo que provoca que a veces nos sin-
tamos con mucha energía tras una larga noche de sueño, mientras que otras nos despertemos
más cansados que antes de habernos metido en la cama.
Si no se duerme bien, y además esta situación se mantiene en el tiempo, puede afectar a todo
nuestro cuerpo y disminuir la funcionalidad del organismo en el día a día.
Sin embargo, dado que dormir es necesario para que podamos desenvolvernos correctamente
en el día a día, es importante comprender que no se trata de restarle valor al sueño, sino todo lo
contrario. Al final, cuidar nuestra calidad de sueño es sinónimo de cuidar nuestra salud. Y esto
debe ser una prioridad en nuestras vidas.
Pero aun cuando se le quiere dar prioridad al sueño, son diversas las situaciones en las que el
ritmo de vida impuesto por la sociedad nos juega en contra. Por ejemplo, la presión del trabajo,
el estrés emocional, el asumir más responsabilidades de las que podemos controlar, las incor-
rectas maneras de manejar situaciones psicológicas…
Todo esto hace que dormir acabe ocupando un lugar secundario en nuestra vida. Cuando esto
ocurre puede que al principio no sintamos esa falta de sueño, pero con el tiempo empiecen a
aflorar ciertos desajustes que acaban afectando al resto de ámbitos de la vida. Y aunque a veces
bastan ciertos ajustes en la rutina para repararlos, en otras ocasiones es tarde para implemen-
tar métodos sencillos. Es entonces cuando se necesitan planes terapéuticos más avanzados.
Por todas estas razones decidí realizar este Dossier. En él te voy a enseñar la importancia del
sueño, explicando las bases fisiológicas y funciones que hay detrás de él. Además de los dis-
tintos trastornos que existen y cómo pueden afectarnos. También los métodos y técnicas que
pueden ayudar a superar una merma en la calidad del sueño.
El sueño es una parte muy importante del día o, mejor dicho, de la noche. Ayuda a recuperar
la energía gastada durante la jornada, nos tranquiliza cuando lo necesitamos y nos permite
levantarnos bien descansados para afrontar el nuevo día.
En realidad, es una necesidad biológica del ser humano que comparte con otros animales.
Durante el sueño entramos en un período de inconsciencia en el que, paradójicamente, nuestro
cerebro permanece sumamente activo.
Hoy en día es bien sabido que se trata de un fenómeno esencial para que nuestras facultades
estén a pleno rendimiento.
Sin embargo, antes de hablar de los beneficios que conlleva una buena noche de sueño o de los
efectos negativos que puede tener una mala calidad del mismo, es necesario explicar cómo se
produce este fenómeno.
Ciclo vigilia-sueño
El sueño no existiría si no hubiera un período de vigilia. Estas acciones opuestas son las que
producen el ciclo vigilia-sueño, relacionado a su vez con el “ritmo circadiano”. Este ciclo está
regulado principalmente por el sistema nervioso central (aunque están implicadas otras re-
giones cerebrales) y en él interviene una compleja red neuronal que induce activaciones o
inhibiciones que producen esos períodos en los que descansamos o nos mantenemos activos.
El período de vigilia se mantiene fundamentalmente por la actividad del sistema activador re-
ticular ascendente (SRAA), el tronco encefálico y el hipotálamo posterior. Asimismo, se apoya en
neurotransmisores como la noradrenalina, la dopamina, la acetilcolina y el glutamato, que son sus-
tancias excitantes que contribuyen a activar la corteza neural. Y también existen ciertos estímulos
sensoriales externos (visuales, auditivos y táctiles) e internos que ayudan a mantener la vigilia.
mantenimiento de la vigilia. Estos elementos están relacionados con algunas funciones fisioló-
gicas como la actividad motora, el tono muscular y la regulación metabólica, entre otras.
En cuanto al período de sueño, dicho estado también está regulado por neurotransmisores y
neuromoduladores como la serotonina, la dopamina, la noradrenalina y la acetilcolina. En este
caso actúan como inhibidores en determinadas regiones del sistema nervioso central, mante-
niendo un carácter relajante constante en la corteza neural. Sobre todo en el momento de dor-
mirse o durante la fase del sueño REM (se detallará enseguida, junto a las otras fases del sueño).
Este ritmo consiste básicamente en un ciclo sincronizado de 24 horas, el cual hace posible que
el organismo se anticipe a los múltiples cambios que se producen en el entorno debido al paso
del día a la noche. De este modo el cuerpo
puede actuar, a nivel biológico y conductual,
dependiendo de cuál sea el momento den-
tro de esas 24 horas.
Estas células retinianas especializadas (en concreto, son células ganglionares de la retina intrín-
secamente fotosensibles -ipRGC-) son muy sensibles a la percepción de la luz visible de longi-
tud de onda corta (correspondiente al color azul). Además, las ipRGC contienen melanopsina,
un tipo de fotopigmento que desempeña un papel importante en un proceso denominado “no
formador de imágenes”.
Y es que, a diferencia de otras células -como los conos y bastones- encargadas de percibir imá-
genes, movimientos, patrones y colores en la retina, lo que hacen las ipRGC y la melanopsina es
generar múltiples respuestas reflejas por parte del cerebro en presencia de luz.
De acuerdo con todo esto, durante el día las estructuras neuronales que controlan el reloj circa-
diano reciben información externa, lo que estimula otras regiones del hipotálamo y la glándula
pineal. Y a su vez esto provoca una cascada de fenómenos fisiológicos, como cambios en la tem-
peratura corporal, mayor producción de cortisol o inhibición de la melatonina, que producen
alteraciones de comportamiento normalmente asociadas a un estado de alerta.
Y es que, cuando hay una ausencia de luz (el momento de irse a dormir), lo normal es que au-
mente el nivel de melatonina y esa mayor producción se mantenga durante el sueño (unas 12
horas, aproximadamente). Y también es habitual que se den fenómenos relajantes que conduz-
can al sueño.
Teniendo todo esto en cuenta la luz, y su ausencia, parece ser el factor que más afecta al ciclo
vigilia-sueño. Sin embargo, existen otros como la edad, el ejercicio, los niveles hormonales y
ciertos medicamentos que también se han asociado con cambios en este proceso. Los detalla-
remos a lo largo de este Dossier.
Expertos en la materia identifican esas dos etapas de sueño son como dos estados fisiológicos
conductuales completamente distintos y diferenciados.
Durante el sueño NREM, la mayoría de las funciones fisiológicas han disminuido notablemente
en comparación con el estado de vigilia. Es por ello una etapa más tranquila donde hay muy
pocos movimientos oculares rápidos, además de una menor frecuencia cardiaca, respiratoria y
de la presión arterial. También hay una marcada reducción del tono muscular (es decir, los mús-
culos se relajan) y pueden producirse espasmos musculares. Asimismo, los sueños son lúcidos.
Durante esta etapa, que ocupa entre el 75 y el 80% del tiempo total de sueño, el cuerpo des-
cansa.
• Fase II. Es la del sueño ligero, donde la actividad cerebral se vuelve más lenta. No hay mo-
vimientos oculares y es raro que se sueñe. Representa entre el 45 y el 75% del tiempo total
del sueño (cuando estamos durmiendo).
• Fase III. Antes se consideraba esta fase como una transición de la fase II a la IV. Pero luego
los expertos determinaron que representa las últimas fases del sueño y la denominaron
“fase del sueño profundo”. En ella los sueños son más frecuentes que en cualquier otra fase
del sueño NREM, pero su contenido es menos vívido y se recuerdan menos los sueños que
se han tenido, a diferencia de los producidos durante la etapa de sueño REM. También es la
fase en la que aparecen con más frecuencia los trastornos del sueño. Representa entre el 12
y el 15% del tiempo total en el que se está dormido.
Por su parte, el sueño REM, también denominado fase IV, se conoce como “sueño paradójico”
porque la actividad fisiológica y neuronal es similar a la del estado de vigilia. Este sueño REM
aparece por la mañana y representa aproximadamente el 25% del tiempo total que duermen
los adultos (en los niños es el 50%, mientras que para el feto supone casi todo su tiempo de
descanso).
La fisiología de esta fase es más compleja que la NREM, ya que se producen a la vez fenómenos
antagónicos. Hay una profunda inactivación del estado de vigilia al mismo tiempo que la activi-
dad del córtex neural es similar a la que se observa durante la vigilia.
Asimismo, en la fase REM hay una relajación generalizada del tono muscular, excepto en el dia-
fragma (es lo que permite que sigamos respirando mientras dormimos). Y también se producen
movimientos oculares rápidos (de 50 a 60 por minuto), que son los que dan nombre a esta fase,
así como leves contracciones faciales y de las extremidades.
Mientras se duerme es muy normal pasar de la fase NREM, que dura entre 90 y 100 minutos
aproximadamente, a la fase REM, de entre 10 y 30 minutos.
Más de la mitad de la población adulta mundial duerme entre 7 y 8 horas por noche. Esta es una
cantidad óptima de tiempo de sueño, aunque muchas personas funcionan muy bien durmiendo
solo 6 horas por noche.
Durante ese tiempo de descanso, a veces el cuerpo se comporta de forma similar al estado de
vigilia, y otras veces de un modo diferente:
¿Ya te has convencido, con todo lo visto, de que el sueño no es un estado tan relajado como
pensabas? Pues imagina cómo tuvieron que reaccionar los primeros científicos que se dieron
cuenta de ello.
Ahora bien, si el cerebro sigue activo durante gran parte del sueño, significa que hay diversas
funciones en los que ese órgano está involucrado. ¡Veámoslas!
Durante mucho tiempo se creyó, erróneamente, que mientras dormimos existe una inactividad
cerebral. Hoy se sabe que el cerebro permanece muy activo durante este estado. Es más, el sueño
ofrece verdaderos beneficios y está asociado a múltiples funciones que aseguran nuestra salud.
Además, durante ese sueño REM la corteza neural es capaz de recibir estímulos sensoriales
con los que puede realizar asociaciones neuronales que no serían posibles durante la vigilia. Y,
asimismo, en todas las fases del sueño suelen desarrollarse mecanismos neuronales de apren-
dizaje a incorporar en la vida diaria.
Por último, tanto el sueño NREM como el REM parecen estar implicados en la consolidación de
la memoria, lo que favorece una mejor comprensión de lo aprendido durante el día, además de
la eliminación de los recuerdos irrelevantes. Se trata de un proceso de borrado que realiza el
cerebro para poder funcionar correctamente, pues de lo contrario sería incapaz de conservar
toda la información que recibe a diario.
Durante el sueño se reducen las funciones metabólicas y ciertos procesos fisiológicos para
mejorar el rendimiento del organismo. Como ya he mencionado brevemente, mientras estamos
despiertos y durante el sueño REM la actividad neuronal, la frecuencia cardíaca y la respiración
son bastante variables; sin embargo, en la fase NREM son muy regulares y constantes.
También disminuye el gasto energético en unas 100-200 calorías en comparación con el gasto
energético mantenido durante la vigilia. El resto de las reservas de energía se emplean sobre
todo para restaurar los tejidos dañados (principalmente los del sistema nervioso central) y rea-
lizar la división celular, la síntesis de proteínas, la reposición de metabolitos y la eliminación de
radicales libres, así como para la mejora del sistema inmunitario, entre otros muchos procesos
fisiológicos.
En definitiva, el sueño debe considerarse como una función vital, restauradora y complementa-
ria necesaria para realizar diversos mecanismos, los cuales permiten que el organismo funcione
correctamente cuando estamos despiertos.
En lo que respecta a las horas de sueño, parte de la población mundial está acostumbrada a
dormir las 7 u 8 horas recomendadas. Sin embargo, no todo el mundo necesita la misma can-
tidad. Algunas personas de entre 18 y 25 años pueden dormir 6 horas y sentirse descansadas,
mientras que otras necesitarán más de 10. Como ya se ha dicho, cada ser humano es diferente,
por lo que basta con dormir las horas necesarias para sentirse rejuvenecido.
Por otro lado, por “dormir bien” nos referimos a la calidad del sueño. Quedarse dormido en 30
minutos o incluso menos, dormir del tirón o despertarse no más de 1 vez en la noche y recupe-
rando el sueño en unos 20 minutos son características de un sueño de buena calidad.
Por su parte, un sueño de mala calidad es aquel en el que se necesitan más de 30 minutos
para dormirse, se tienen problemas para mantenerse dormido, hay despertares tempranos o
se siente inquietud a la mañana siguiente.
Por lo tanto, no importa si duermes 10 horas. Si lo has hecho sin mantener buenos hábitos de
sueño (se analizarán más adelante), seguramente te sentirás agotado al día siguiente, lo que
afectará a tu salud con cada día que pasa.
El sistema nervioso central se ve afectado por la privación de sueño, lo que puede alterar la
forma en la que el cerebro procesa la información. Por ejemplo, puede dejar a este órgano ex-
hausto e incapaz de realizar sus tareas como es debido. Y como consecuencia costará más con-
centrarse, prestar atención a lo que pasa alrededor o coordinar los movimientos, aumentando
con ello la probabilidad de sufrir un accidente.
Asimismo, los trastornos del sueño están muy vinculados con el desarrollo de la demencia y
el alzhéimer. De hecho, pueden ser tanto un factor causal como un síntoma de esas patologías
neurodegenerativas.
La falta de sueño también se ha relacionado con el estado emocional, ya que puede conllevar
cambios de humor o mermas en los procesos de creatividad. Si estos episodios se repiten, au-
menta el riesgo de desarrollar un trastorno mental como psicosis, ansiedad o depresión.
Por otro lado, y como ya se ha dicho, el sistema inmunitario se refuerza durante el sueño. Por
ello, si no duermes lo suficiente, es posible que el organismo no responda bien contra los agen-
tes invasores, aumentando así las probabilidades de desarrollar una enfermedad aguda (como
infecciones virales) o crónicas, además de tardar más en recuperarse de cualquier enfermedad.
El sistema digestivo también se ve afectado por la falta de sueño, ya que de este dependen las
concentraciones en sangre de las hormonas leptina y grelina (controlan las sensaciones de sa-
ciedad y hambre, respectivamente). No dormir bien hace que baje el nivel de leptina y aumente
el de grelina, lo que puede llevar a picoteos de medianoche o a comer en exceso a altas horas
de la noche. Y estos factores contribuyen al sobrepeso y a la obesidad, lo que a su vez afecta a
todo el organismo.
Lo peor es que esta lista de problemas va aumentando con el paso de las noches en vela. Lamen-
tablemente, muchas personas no terminan de comprender la importancia del sueño y lo que
pueden desencadenar sus trastornos. Y para tener un panorama más completo de la situación
vale la pena profundizar en estos últimos.
Sufrir alteración del sueño puede disminuir en gran medida la calidad de vida, dando lugar a
otras condiciones médicas que podrían afectar a todo el organismo. Estas alteraciones se co-
nocen médicamente como “trastornos del sueño” o “somnipatías”. Algunos de ellos pueden ser
muy leves, pero otros son lo suficientemente graves como para interferir en el funcionamiento
físico, mental, emocional y social de quien los padece.
• Insomnio.
• Trastornos respiratorios relacionados con el sueño.
• Hipersomnia primaria.
• Trastornos del ritmo circadiano del sueño.
• Parasomnias.
Entre el 10 y el 30% de los adultos sufre insomnio en algún momento de su vida y hasta la mitad
de las personas lo padecen a lo largo de un año.
Aproximadamente el 6% de todos los casos de insomnio son de tipo primario (que no se debe
a otro problema; más adelanto lo explico) y duran más de un mes. Los mayores de 65 años lo
sufren con más frecuencia que los jóvenes y las mujeres se ven afectadas un 40% más que los
hombres.
Un dato importante es que las tasas de insomnio son más elevadas entre los estudiantes univer-
sitarios con respecto a la población en general, probablemente por los altos niveles de estrés
que soportan (este factor puede extrapolarse a otros sectores de la población mundial actual).
Pero, ¿qué se entiende por insomnio? Básicamente es la incapacidad de dormir las horas nece-
sarias para despertarse descansado. Ahora bien, dado que cada persona necesita un número
diferente de horas de sueño, como ya hemos visto, el insomnio se basa más en la calidad de ese
sueño y en cómo se siente la persona después de haber dormido, que en el número de horas
dormidas o en lo rápido que uno haya conseguido dormirse.
Teniendo en cuenta algunos criterios clínicos, deben darse los siguientes factores para que se
pueda hablar de insomnio:
1. Tardar más de 30 minutos en dormirse.
2. Estar despierto en mitad de la noche más de 30 minutos.
3. Tener una eficiencia del sueño menor al 85%. Se refiere al cálculo que compara el número
total de minutos que se duerme durante la noche con la cantidad de tiempo que se ha
pasado en la cama. Si pasa mucho tiempo en la cama sin poder dormir significa que tiene
una eficiencia del sueño baja.
4. Presentar más de 3 ó 4 episodios de insomnio por semana.
5. Que el tiempo total de sueño sea inferior a 6 horas.
6. Tener problemas en el ámbito social, familiar o laboral, asociados a la falta de descanso.
Por ende, el insomnio implica tanto una alteración del sueño como síntomas diurnos. Y sus con-
secuencias pueden afectar a casi todos los aspectos de la vida, incluido el rendimiento laboral,
la capacidad de tomar decisiones y hasta puede dañar las relaciones interpersonales.
➢ Tipos de insomnio
El insomnio suele clasificarse en función del origen del problema:
• Insomnio primario. Puede tener un origen psicofisiológico por el que la persona se
acuesta con un excesivo estado de alerta y tensión muscular que no le deja dormir. Quie-
nes lo sufren suelen alterarse fácilmente por situaciones de estrés y pueden tener un
importante componente psicológico hipocondríaco. En este insomnio se incluyen el de
tipo idiopático (que comienza en edad pediátrica y no se conoce bien su causa) y el
pseudo-insomnio: sensación de no dormir lo suficiente; se duermen las horas suficientes
y se descansa, pero mentalmente se cree que no. O sea, se trata de un insomnio “falso” o
“mental”.
• Insomnio secundario. Es el que puede estar causado por diversos factores externos:
Ambientales. Por ejemplo, cambios de horario, de temperatura o de lugar de residen-
cia, así como el hecho de seguir unos hábitos alimentarios incorrectos.
Médicos. Es el caso de sufrir afecciones neurológicas (enfermedad de Parkinson, de-
mencia, síndrome de las piernas inquietas, encefalopatías metabólicas…), trastornos
psiquiátricos (depresión, ansiedad, trastorno bipolar, obsesivo-compulsivo o de es-
trés postraumático), problemas respiratorios (asma, fibrosis quística, EPOC, etc.) de
tipo reumático (artrosis, fibromialgia…) o gastrointestinales (úlceras gástricas, re-
flujo gastroesofágico, etc.), entre otros.
De consumo. Puede ser debido a la toma de determinados medicamentos, así como
al consumo de alcohol, drogas y otras sustancias dañinas.
Durante estos episodios la persona puede roncar fuerte o hacer ruidos de ahogo mientras in-
tenta respirar con normalidad. Automáticamente, los niveles de oxígeno disminuyen y el cere-
bro recibe la orden de despertarse. Estos episodios pueden ocurrir desde unas pocas veces por
noche hasta cien veces en los casos más graves.
Este trastorno puede hacer que el paciente se sienta cansado, fatigado o poco descansado al
día siguiente debido a que se ha despertado numerosas veces durante la noche. Sin embargo,
su diagnóstico no siempre es fácil porque en ocasiones la persona no es consciente de que se
ha despertado.
Si no se trata la apnea obstructiva, la falta de oxígeno que se produce durante cada episodio
puede tener consecuencias negativas a largo plazo: diabetes tipo 2, enfermedades cardiovas-
culares o psicológicas como la depresión.
Por otro lado, tenemos la apnea central del sueño, que es parecido a la apnea obstructiva
porque la respiración también se ve interrumpida durante el sueño y eso provoca síntomas
similares. La diferencia es que, en lugar de producirse una obstrucción de las vías respiratorias,
el problema es a nivel cerebral o cardíaco.
Normalmente, cerebro y corazón interactúan para controlar y regular la cantidad de aire que
respiramos. Lo que ocurre con este trastorno es que los músculos de la respiración no son con-
trolados de manera correcta, lo que hace que cesen los movimientos respiratorios y la persona
se despierte. Y este funcionamiento anormal puede deberse a una insuficiencia cardíaca, a un
accidente cerebrovascular, a una insuficiencia renal o al consumo de drogas y otras sustancias
perjudiciales para la salud.
En los lactantes y en los niños (apnea del sueño infantil) estos trastornos de la apnea pueden
producirse de forma similar. En estos casos, el trastorno del sueño puede deberse a un episodio
obstructivo de las vías respiratorias, a un control anómalo por parte del cerebro o a una com-
binación de ambos.
Pero, aunque presenten factores similares, la reducción del flujo aéreo y de los niveles de oxí-
geno no despierta a los pacientes más jóvenes de forma tan repetitiva como sucede con los
adultos. Esto puede explicarse porque, fisiológicamente, los lactantes y los niños pueden per-
manecer dormidos más tiempo durante los episodios de apnea.
Durante esos episodios los padres pueden notar que sus hijos producen movimientos irre-
gulares (sobre todo en la caja torácica), roncan, adoptan posturas inusuales, sudan o sufren
infecciones frecuentes de las vías respiratorias altas.
Si no se tratan, estos trastornos en menores pueden derivar en alteraciones que afectan al cre-
cimiento, enfermedades cardiovasculares y problemas cognitivos o conductuales como TDAH
(trastorno por déficit de atención con hiperactividad), bajo rendimiento escolar, conductas
agresivas y retrasos en el desarrollo, entre otros.
Otras alteraciones respiratorias del sueño incluyen a los ronquidos, sonidos fuertes o ásperos
producidos durante cualquier fase del sueño. Estos se producen cuando el flujo de aire hace
vibrar los tejidos de la parte posterior de la faringe o laringe. El ronquido suele producirse du-
rante la inhalación, es más frecuente en los hombres y aproximadamente el 50% de la población
ronca en algún momento de su vida.
Algunos factores como dormir boca arriba, el sobrepeso y la obesidad, consumir alcohol (u
otros depresores del sistema nervioso), tener un resfriado o alguna afección de las vías aéreas,
pueden aumentar las posibilidades de roncar. Y si estos ronquidos son muy fuertes, además de
molestar al que esté cerca, puede incluso despertar a quien los produce. Asimismo, los ronqui-
dos pueden provocar sequedad de boca o irritación de la garganta. Estos síntomas, por tanto,
ayudan a indicar que algo está ocurriendo mientras se duerme, por lo que conviene tenerlos en
cuenta. Y es que el ronquido puede estar asociado a una apnea obstructiva del sueño.
Por último, la catatrenia es un trastorno que hace gemir durante el sueño. Estos episodios
van acompañados de una respiración lenta, se producen durante la espiración y pueden durar
desde unos segundos hasta casi un minuto. Además, pueden repetirse varias veces por noche.
Estos gemidos (también pueden ser sonidos agudos o crujidos, zumbidos o rugidos fuertes) no
suelen estar asociados a ninguna emoción. De hecho, no tienen causa conocida y también se han
relacionado con problemas respiratorios, cerebrales o psíquicos. Y aunque pueden conllevar
una leve fatiga matutina, dolor de garganta o voz ronca, por lo general no presentan mayores
complicaciones.
El ejemplo clásico de hipersomnia es la narcolepsia, trastorno del sueño que dura toda la vida
y se caracteriza por un cansancio abrumador, así como ataques bruscos de sueño que pueden
darse realizando cualquier actividad. Es un trastorno que influye en todos los aspectos de la
vida y requiere un tratamiento adecuado. Las alucinaciones, la falta de concentración y la pér-
dida de memoria son algunos de sus síntomas asociados más importantes.
Aún se desconoce su causa. La mayoría de los casos no tienen un origen genético e investigacio-
nes recientes han sugerido que algunos tipos de narcolepsia están asociados a niveles bajos de
hipocretinas (sustancias neuronales que regulan el estado de vigilia). Se trata de un trastorno
extremadamente raro en niños y muchas personas pueden no saber que lo padecen.
• Tipo 1. Se trata de una combinación de somnolencia excesiva durante el día más la pre-
sencia de cataplejía: episodios repentinos en los que se produce una pérdida de tono
muscular (los músculos se debilitan y se pierde el control sobre ellos); normalmente se
desencadenan con emociones fuertes y/o niveles bajos de hipocretinas (e incluso ausen-
cia de estas).
• Tipo 2. Solo se observa una somnolencia excesiva, sin los episodios de cataplejía.
Por otro lado, tenemos la hipersomnia idiopática. Similar a la narcolepsia, este trastorno im-
plica un aumento de la fatiga y somnolencia durante el día. Quien lo sufre tiene una necesidad
irreprimible de dormir, pudiendo hacerlo durante 12 ó 14 horas al día. Su causa también es
desconocida.
Entre los factores que pueden predisponer este síndrome se incluye una higiene inadecuada
del sueño o una poca exposición a la luz solar y falta de actividad física (ambos factores ayudan
a sincronizar el ritmo circadiano). Y en las personas mayores una falta de actividad social tam-
bién puede provocar irregularidades en el ciclo vigilia-sueño.
Esta anomalía del ritmo circadiano también puede observarse en enfermedades neurológicas
como la demencia, así como en niños que sufren alguna discapacidad intelectual.
Aproximadamente el 70% de las personas con pérdida total de visión presentan este trastorno
del sueño y al 40% de ellas se les diagnostica un trastorno cíclico y crónico del sueño. Se han
descrito casos raros de personas que sufren este trastorno aun teniendo una visión normal, lo
que podría deberse a ciertas condiciones ambientales como el aislamiento. Puede aparecer a
cualquier edad y es congénito en niños ciegos. Si no se trata, puede cronificarse.
La gravedad de los síntomas depende del número de husos horarios atravesados y de la di-
rección del viaje. En los viajes hacia el este (con adelantos del ritmo circadiano) suele ser más
difícil adaptarse. Y la exposición a la luz a horas inadecuadas puede prolongar el tiempo de
ajuste del ritmo circadiano.
Suele manifestarse al menos una vez al mes y es más frecuente entre los trabajadores de tur-
nos nocturnos. Además de perjudicar el rendimiento laboral, aumenta el riesgo de accidentes
porque disminuye el estado de alerta.
Por otro lado, aunque este trastorno se mantiene mientras dure la irregularidad del horario
laboral, algunas personas siguen teniéndolo incluso después de haber vuelto a un horario nor-
mal (adaptado al ritmo circadiano). Dado que no existe un tratamiento definitivo y eficaz para
este trastorno, muchos trabajadores se ven obligados a vivir con los síntomas o a renunciar a
los ingresos adicionales derivados del trabajo por turnos.
Atención: además de todos los trastornos del ciclo circadiano descritos, hay que tener en cuenta
que estos también pueden ser consecuencia de algunas patologías o por consumo de ciertos
medicamentos o drogas.
➢ Sonambulismo
Quien lo sufre se levanta de la cama y comienza a caminar mientras sigue dormido. Pueden pro-
ducirse otros comportamientos anómalos como sentarse en la cama, mirar alrededor confun-
dido, correr, hablar o gritar, orinar, salir de la casa e incluso conducir, entre otros. Durante estos
episodios la persona sonámbula puede parecer que está escapando de una amenaza soñada o
imaginada, o puede realizar una acción que normalmente no hace por la noche.
A veces es difícil despertar a un sonámbulo, quien suele mostrarse confuso y sin tener ningún
recuerdo de lo ocurrido. Y el episodio puede terminar repentinamente por sí mismo o durar lo
suficiente como para que el sonámbulo regrese a la cama mientras sigue dormido. Y respecto
a su frecuencia, pueden darse rara vez o muy a menudo, incluso sucediendo varias veces por
noche.
Se trata de un trastorno frecuente en los niños, lo que puede suponer un gran riesgo para ellos.
➢ Despertar confusional
Este trastorno del sueño hace que la persona actúe de forma extraña y confusa durante el
momento de despertarse o justo después. Puede experimentar pensamientos confusos, mala
memoria, hablar más lento de lo normal o que las respuestas que dé sean extrañas. Se trata de
un estado mental confuso que puede durar unos minutos y suele comenzar tras haberse des-
pertado físicamente. Los episodios son frecuentes en menores de 5 años.
➢ Pesadillas
Se trata de malos sueños que producen fuertes sensaciones de miedo, terror o ansiedad. Si
ocurren con frecuencia pueden impedir que se duerma durante toda la noche o incluso que la
persona tema irse a dormir, preocupada por tener otra pesadilla. Y también puede ocurrir que,
tras despertarse asustado, no se consiga conciliar el sueño después, provocando una somno-
lencia diurna.
➢ Terrores nocturnos
En estos episodios el afectado suele sentarse en la cama y gritar o chillar, pudiendo incluso
dar patadas, golpes o decir cosas incomprensibles. Parece estar asustado, con una mirada de
miedo intenso y los ojos muy abiertos, teniendo una frecuencia cardíaca elevada; también suda,
respira con dificultad y actúa de forma muy tensa.
Puede ser muy difícil despertar a la persona que sufre terrores del sueño, quien permanece
muy confusa cuando esto ocurre y por regla general no tiene recuerdo de su extraño compor-
tamiento. A veces recuerda haber soñado con algo peligroso.
Un episodio puede durar segundos o minutos y puede ocurrir una sola vez en la vida o muchas
veces en un año. Suele terminar por sí solo, pero también cuando alguien toca o habla al que lo
está sufriendo. Asimismo, realizar un esfuerzo intenso para moverse también puede ponerle fin.
Estos episodios generan altos niveles de ansiedad y miedo y, quien los sufre, puede experimen-
tarlos pocas veces o muchas veces por noche, perturbando el descanso y conllevando síntomas
de privación del sueño.
➢ Enuresis nocturna
Consiste en orinarse encima, mientras se está durmiendo, debido a la incapacidad para des-
pertarse cuando se tiene la vejiga llena o para evitar la contracción de la vejiga. Se considera un
trastorno del sueño si los episodios ocurren al menos 2 veces por semana en niños de al menos
5 años.
Por último, entre otros tipos de parasomnias cabe mencionar alucinaciones del sueño (son
alucinaciones tan vívidas que se consideran reales), trastorno alimentario del sueño (episo-
dios repetidos de atracones compulsivos -de comida y bebida- tras despertarse en la noche y
que después pueden o no recordarse), hablar dormido (somniloquia) o tener sexo dormido
(sexsomnia).
Algunas personas lo describen como una sensación de quemazón o picor localizada en el inte-
rior de las piernas que desaparece al moverlas. Estos impulsos tienden a reaparecer cuando se
intenta conciliar de nuevo el sueño. Si no se trata, este síndrome se vuelve cada vez más más
frecuente y grave, pudiendo darse episodios también durante los viajes en avión o al permane-
cer sentado sin moverse durante largos períodos de tiempo.
Los episodios duran entre unos minutos y una hora y la persona no suele ser consciente de lo
que ocurre. Cuando se agrava, este trastorno suele asociarse con la depresión, la fatiga y una
mala memoria o capacidad de atención.
Similar al trastorno anterior, el movimiento rítmico del sueño puede ocurrir en otras partes
del cuerpo (balanceo de la cabeza o del cuerpo entero) y es más común durante la infancia. Se
agrava cuando hay lesiones neuronales implicadas.
Por último, otros trastornos del movimiento relacionados son los calambres en las piernas
durante el sueño (sensación repentina e intensa de dolor en la parte inferior de las piernas
debido a contracciones musculares) y el bruxismo (rechinar excesivo de los dientes o apretar
la mandíbula mientras se está durmiendo).
Se ha observado que, quienes tienen un sueño adecuado (en cantidad de horas y calidad) a
sus necesidades fisiológicas, tienen estilos y hábitos de vida que promueven buenos patrones
de sueño. Los especialistas denominan estos patrones como “higiene del sueño”, la cual está
enfocada a beneficiar las distintas etapas y fases del sueño para que después haya una vigilia
favorable.
Por tanto, la higiene del sueño es una serie de recomendaciones (conductuales y del entorno)
que tiene como objetivo promover una mejor calidad del sueño, y que pasamos a analizar.
Es recomendable que la cena sea ligera, también para aumentar el nivel de serotonina (neu-
rotransmisor que nos ayuda a calmarnos) en el cerebro, lo que favorece el sueño. Asimismo,
interesa tomar un poco de leche (o derivados lácteos), aves, pescado azul, frutos secos, cereales
integrales o legumbres, ya que todos estos alimentos son ricos en triptófano, que es el precursor
de la serotonina.
Además, no consumir café, té, bebidas de cola o energizantes ni chocolate entre 3 y 4 horas
antes de irse a la cama también ayuda a conciliar el sueño. Y es que así se evitan las altas con-
centraciones de cafeína y otras sustancias estimulantes.
Generalmente, la ingesta moderada de cafeína durante el día no interfiere con el buen dormir.
Sin embargo, su consumo regular puede hacer que surjan síntomas de interrupción del sueño,
que, al mismo tiempo, desarrollarán los de privación (son los mismos síntomas en ambos casos,
pero en las interrupciones del sueño son más leves).
En cuanto al consumo de alcohol, dado que uno de sus efectos es que reduce la actividad neu-
ronal, una copa antes de acostarse (por ejemplo, de vino), puede ayudar a inducir el sueño en
sus primeras fases; sin embargo, lo interrumpirá en las fases posteriores, lo que dará lugar a
una menor calidad de sueño (además de cefalea e irritabilidad a la mañana siguiente). Por ello,
para obtener un sueño reparador, es aconsejable evitar las bebidas alcohólicas entre 4 y 6 horas
antes de acostarse.
La melatonina es beneficiosa para quienes sufren trastornos del ritmo circadiano, incluidos los
síndromes de retraso o adelanto de fase, ya explicados. Y también puede ayudar si ha realizado
un vuelo transmeridiano o en caso de tener un trabajo por turnos, ya que ayuda a sincronizar
nuevamente los ciclos corporales (ritmo circadiano) con el ciclo luz-oscuridad ambiental (el
ciclo vigilia-sueño que se produce durante las 24 horas del día).
Otros nutrientes recomendables son el magnesio, la vitamina D3, los probióticos y los ácidos
grasos poliinsaturados omega 3. Y también interesan algunas hierbas medicinales como la va-
leriana o la pasiflora, de efectos calmantes. Sin embargo, antes de comenzar a tomar alguno de
estos complementos nutricionales, sobre todo si sufre algún trastorno del sueño grave o ya está
tomando algún medicamento para controlarlo (se citan algunos más adelante), es preferible
que lo consulte con un profesional de la salud para evitar posibles efectos adversos.
Por ejemplo, estar muchas horas trabajando en una oficina lejos de la luz natural puede afectar
al estado de vigilia durante el día y producir somnolencia. Y pasar horas frente al televisor, la
pantalla del ordenador o móvil u otros elementos que produzcan luz brillante durante la noche
puede suprimir la producción de melatonina, haciendo más difícil conciliar después el sueño.
Por ello se recomienda aumentar la exposición a la luz diurna y pasar más tiempo al aire libre.
Puede ser recibiendo luz natural durante los ratos libres, caminando, haciendo ejercicio, pa-
seando al perro… Y también dejando que la luz solar entre en casa o en la oficina, manteniendo
las cortinas abiertas durante el día y colocando el escritorio cerca de la ventana.
La práctica regular de actividad física normalmente ayuda a dormir mejor. Sin embargo, estos
efectos dependen de la hora del día en que se practique y del estado físico que se tenga. Por
ejemplo, las personas que están en muy buena forma y suelen hacer mucho ejercicio durante la
jornada deben evitar practicarlo unas 6 horas antes de dormir. Por regla general hacer ejerci-
cio antes de dormir nos “activa”, al aumentar los niveles de cortisol, y eso dificulta el dormirse
después.
Por otro lado, una actividad física irregular o limitada, sumada a un estilo de vida sedentario,
son factores que pueden conducir al insomnio.
Como se mencionó anteriormente, el estrés emocional es común entre las personas que tienen
trastornos del sueño, ya que aumenta la producción de hormonas estimulantes -como el corti-
sol- y de neurotransmisores -como la dopamina-, que nos mantienen despiertos cuando llega
la hora de dormir.
Por ello realizar actividades relajantes antes de acostarse puede disminuir la tensión del día,
favoreciendo el sueño. Por ejemplo, con ejercicios de relajación, mindfulness, meditación o bio-
feedback, entre otras técnicas que se mencionarán más adelante.
La buena noticia es que estos problemas pueden tratarse con soluciones sencillas:
• La temperatura puede ajustarse con un termostato o instalando aparatos de aire acon-
dicionado y/o calefactores.
• Si el problema es la luz natural, puede instalar cortinas oscuras.
• Los ruidos pueden silenciarse con auriculares o colocando material aislante en las ven-
tanas (o instalando dobles ventanas).
Respecto al horario para dormir, selecciona una hora concreta para irte a la cama y otra para
despertarte. A la larga, tanto el cuerpo como la mente se acostumbrarán a dormirse a la misma
hora. Establecer este horario específico es un componente esencial de la higiene del sueño.
Asimismo, evita las siestas largas o dormir durante el día (normalmente las siestas de 30 a 45
minutos no afectan al sueño).
Continuando con este orden de ideas, las personas con problemas para dormir suelen seguir
ciertos hábitos que favorecen este desajuste del sueño. Uno de ellos es pasar demasiado tiempo
despierto en la cama o cerca de ella; es un hábito muy común en personas que trabajan, hablan
por móvil, comen, leen y realizan otras actividades en la cama.
Con el tiempo, esto lleva a relacionar la cama con actividades que hacemos estando despiertos,
lo que crea una conducta errónea que afecta al tiempo real de sueño. Además, puede llegar a
relacionarse la cama con momentos estresantes que suceden durante el día, lo que a la larga
lleva a no querer dormir por miedo al insomnio, a la tensión y a la ansiedad. Esta asociación
puede llevar a cambiar el lugar para dormir, eligiendo el sofá o una silla en lugar de la cama.
Para solucionar este problema es necesario restablecer la conexión entre el sueño y la cama.
Reducir la cantidad de tiempo que se pasa despierto en la cama (o cerca) y pasando en ella solo
el tiempo necesario para dormir. De este modo, con el tiempo, la cama volverá a relacionarse
únicamente con el sueño.
Ahora bien, en caso de despertarse en mitad de la noche, algo que no siempre se puede evitar
(muchas personas lo hacen 1 ó 2 veces por noche debido a múltiples motivos) es recomendable:
• Levantarse de la cama.
• Salir de la habitación.
• Leer algo y tomar un tentempié ligero.
Si tu trastorno del sueño, sea cual sea, se ha convertido en un patrón y a menudo te sientes fati-
gado o sin fuerzas, lo que acaba interfiriendo en tu vida diaria (a nivel social, laboral y familiar),
sin duda debes buscar ayuda profesional.
De manera ocasional, es normal desarrollar cierto grado de alteración del sueño; especialmente
si es de tipo secundario y asociado a cambios en el estilo de vida (nuevos horarios o rutinas
de trabajo), la toma de alguna medicación o en caso de sufrir alguna enfermedad aguda. Pero
el verdadero problema aparece cuando esa alteración se convierte en una situación regular.
Entonces se produce un trastorno del sueño propiamente dicho.
Si este es tu caso, lo primero que debes hacer es concertar una cita con tu médico de cabecera o
con un especialista del sueño. Él te preguntará para elaborar un historial general completo con
información sobre tu sueño (nivel de descanso, pautas, hora a la que te acuestas, tiempo que
pasas despierto en la cama, etc.). Y También puede prescribir ciertas pruebas para confirmar
el origen del problema.
Lo que es importante es contar con un médico que tenga los conocimientos y la experiencia
apropiada para tratar tu trastorno del sueño. Si no te sientes satisfecho con tu primera elección,
no dudes en acudir a otro. Hoy en día abundan los centros y clínicas especializadas en sueño,
por lo que no será difícil dar con la persona indicada.
Y es que los tratamientos farmacológicos suelen estar asociados a posibles efectos secundarios.
Además, aunque se puede conseguir una buena noche de sueño si se toman, sus efectos sedan-
tes suelen durar hasta el día siguiente, lo que afectará a la psicomotricidad y al comportamiento.
Otra desventaja es que algunos de estos medicamentos producen tolerancia y a la larga dejan de
tener efecto. Por ello solo deben tomarse de forma continuada cuando sus beneficios superen
a sus inconvenientes.
➢ Entrenamiento en relajación
Esta técnica, también llamada “relajación muscular progresiva”, se basa en tensar y relajar
progresivamente diferentes músculos del cuerpo, favoreciendo de este modo el sueño. Y suele
ir acompañada de técnicas de respiración y otras prácticas como mindfulness, meditación, ima-
ginación guiada y grabaciones de audio. Es, básicamente, un método para indicar al cerebro
que ha llegado la hora de dormir mediante el control y la relajación de los músculos del cuerpo.
Hay que aprender a realizar este entrenamiento de manera correcta y sin sentir ansiedad si los
resultados no aparecen tan rápido como se esperaba. Una vez dominada la técnica, la persona
podrá conciliar el sueño y permanecer dormido toda la noche.
Esto suele ir de la mano de horarios fijos para acostarse y diarios de sueño. Se trata de un do-
cumento en el que la propia persona afectada registra las características de su sueño (tiempo,
despertares, horarios, sensación de descanso, etc.) y una serie de factores que pueden estar
influyendo en su calidad de sueño (problemas personales, estrés, medicamentos, comida, co-
modidad en cama en la cama…).
➢ Terapia cognitivo-conductual
Los trastornos del sueño responden mucho mejor a sesiones específicas de psicoterapia que
están dirigidas a revertir patrones y conductas incorrectas que a la larga pueden volverse cró-
nicos.
En esta terapia se trabaja el fallo producido en los mecanismos psicológicos que llevan a conci-
liar el sueño. Permite identificar los patrones alterados que originan una mala calidad de sueño,
sustituyéndolos por mecanismos que beneficien a la persona.
Para ello es necesario restablecer las condiciones que favorecen el sueño (y su automatismo)
por medio de una “desactivación cognitiva”. Esto se puede llevar a cabo:
• Intentando mantener la mente ocupada con pensamientos que ayuden a distraer a la
persona de la causa de su preocupación y que le impide conciliar el sueño.
• Intentando hacer planes para el día siguiente, completando las tareas diarias y reali-
zando ejercicios de relajación antes de acostarse.
• Seleccionar una hora concreta para irse a dormir, sin hacer siestas durante el día.
• Mantener horarios regulares durante el día, incluyendo comidas y otras actividades.
• Establecer una rutina favorable antes de acostarse.
• Utilizar la cama solo como lugar para dormir.
La terapia cognitivo-conductual ha resultado eficaz para el tratamiento a corto plazo del insom-
nio crónico. También alivia la ansiedad ligada a este trastorno.
Con este sistema, es posible influir positivamente en la salud, el confort e incluso el compor-
tamiento de las personas modificando y adecuando determinadas características de la luz.
Algunas investigaciones han demostrado que este control de la luz estimula las conexiones
neuronales y mejora el estado de alerta, el rendimiento general del cerebro y el estado de ánimo
en particular.
Los trabajadores por turnos y otras personas con trastornos del ciclo vigilia-sueño pueden
recurrir a esta terapia para mejorar su adaptación a los horarios nocturnos.
Para lograrlo hay que seguir diversas técnicas de higiene del sueño y, si fuese necesario, implemen-
tar ciertas medidas terapéuticas (farmacológicas y no).
Ahora bien, aparte de todo el contenido de este Dossier, quisiera recordarte, a modo de conclusión,
algunos puntos que me gustaría que no olvidaras:
• El sueño, así como otras actividades del día a día, no debe subestimarse pues es fundamental
para la salud en general. Esto quiere decir que, en la medida de lo posible, se le debe dar la
atención que amerita y no preferir otras actividades en su lugar.
• Al implementar las técnicas de higiene del sueño, encontrar la fórmula que más convenga para
crear una rutina de descanso es de vital importancia. Si aplicamos medidas con las que no es-
tamos cómodos, pocas serán las oportunidades de tener éxito a la hora de mejorar la calidad
del sueño.
• Antes de recurrir a opciones farmacológicas, siempre es preferible agotar el resto de las me-
didas terapéuticas. No optar por una pastilla porque es más fácil, ya que sus posibles efectos
secundarios pueden perjudicar incluso mucho más que la propia alteración del sueño.
• Cuando se sufre un trastorno del sueño propiamente dicho, hay que pensar también en posi-
bles casusas fuera de la habitación. Puede que la respuesta esté en la alimentación, el estado
emocional, el sedentarismo o en alguna enfermedad que se padezca.
• Por último, si se realizan las adecuadas recomendaciones de higiene del sueño, pero no se logra
mejorar su calidad, conviene ir a la consulta de un especialista. Él sabrá cómo guiarte para en-
contrar la solución más efectiva a tu problema.
Espero que este Dossier te haya abierto los ojos en cuanto a lo que pensabas sobre el sueño y sus
alteraciones.
Y no puedo concluir sin antes desearte mucha suerte a la hora de mejorar tu calidad de sueño. Así
que…
¡Buenas noches!
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