El hombre, por su naturaleza intrínseca, posee la inclinación de dar
explicación racional sobre su entorno físico en el que se encuentra, y a su vez ha despertado curiosidad sobre sí mismo, tanto en lo interno como ser humano y externo como persona dentro de una sociedad. De acuerdo a la evolución social de la humanidad, los estudios y análisis realizados, convergen en el establecimiento de la racionalidad, la libertad, la igualdad y la dignidad de la persona humana, como principios fundamentales, haciéndolo extensivo a todas las culturas del mundo, donde se establece un reconocimiento universal de los derechos humanos. Por toda esta interacción y búsqueda del hombre para llevar a cabo un ordenamiento social, origina la intervención de filósofos griegos, Platón (429-347 a.C), fundo el idealismo, exponiendo que el hombre virtuoso, es el que busca el conocimiento y Aristóteles (384-322 a.C), Los principios del conocimiento empírico, en donde explica que la prudencia es la virtud que permite al hombre escoger los mejores medios para lograr la felicidad, ambos tenían afinidad sobre el beneficio que obtiene el hombre analítico. Con estas teorías, instauraron los sistemas de pensamientos, que contienen los fundamentos para organizar el conocimiento filosófico y político del hombre, en un mundo social construido por él y para él. La teología, ha hecho su aporte en el ordenamiento social de la humanidad, teniendo una perspectiva moral, convirtiendo a Dios, como principio de todo, tanto en el mundo divino como el terrenal, anclando su principio en el antiguo testamento, según la Biblia ¨ El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios¨. Desde un panorama más amplio, considerando la perspectiva teológica y filosófica, ambas ciencias coinciden, de una forma notable, en que el ser humano requiere convivir dentro de una sociedad en donde puedan disfrutar; libertad, igualdad dignidad y felicidad, todo enmarcado en un pensamiento liberal, fundamentado en la idea de la preexistencia de los derechos naturales y fundamentales, como inalienables e imprescindibles del hombre.