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Es así que la música forma parte de la vida cotidiana de los seres humanos de una u
otra manera, y en varias circunstancias ayuda relajarnos, a expulsar tensiones, y
también nos emociona y nos trae recuerdos y sensaciones. Puede que en un
momento determinada canción nos lleve a un recuerdo pasado, a un momento de la
infancia, a una situación determinante para nuestras vidas. La música también puede
ayudar a relajarnos en momentos de tensión, o incluso un acorde o nota musical, o el
sonido de un instrumento puede generarnos sensaciones de placer.
Si bien todo esto parece explicarse desde una mirada emotiva, lo cierto es que tiene
su explicación científica. Se trata de una actividad cerebral que requiere de algunos
recursos cognitivos y perceptivos. En este sentido, la música es un recurso clave para
el estudio de algunas funciones y capacidades del cerebro, sobre todo para estudiar
aquellas que se relacionan con las emociones y sensaciones. Según los expertos, la
música es un gran estímulo multisensorial, ya que se trata de una actividad más que
compleja.
En definitiva, los distintos pasajes o piezas musicales toman diferentes giros, crecen y
decrecen, cambian sus tiempos, ritmos y tonalidades, e incluso intensidades, y esto
sucede para crear estímulos y generar percepciones múltiples. Todo ello, es un juego
de placer que el cuerpo traduce secretando dopamina, un neurotransmisor conocido
como “la hormona del placer”. En este sentido, la música funciona como un liberador o
amplificador de emociones múltiples, teniendo repercusiones tanto biológica, como
fisiológicas y emotivas.
Sabemos que cada individuo tiene la propia banda sonora de su vida, y que diferentes
notas musicales, voces, o piezas de una canción pueden generar diversas emociones
según sus experiencias vividas en relación con sus capacidades cognitivas.