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Hace el diagnóstico del espectador en relación directamente con el arte teatral. Lo caracteriza con
ignorancia en tanto no sabe qué va a pasar en la escena, ni el proceso mismo de montaje y al
mismo tiempo caracteriza al público pasivo quitándole su capacidad de actuar en y por el teatro,
llega a afirmar en su prescripción
“El teatro se acusa a sí mismo de volver pasivos a los espectadores y de traicionar así su esencia de acción
comunitaria.” (pág. 10)

La Estética relacional, término concebido por el teórico y crítico Nicolas Bourriaud,


caracteriza y distingue el arte de los años 90s de aquel de los decenios anteriores, en
particular, sobre el modo en que el sistema de las artes procesó tres coyunturas: el
nuevo contexto sociopolítico tras la caída del muro de Berlín en 1989; el nuevo
ambiente tecnológico con la difusión de las computadoras personales y el desarrollo
de internet; y la propia tradición de las artes visuales en el siglo XX, que incluye: la
crítica institucional, el cuestionamiento de la oposición artista-espectador, el llamado
“giro conceptual”, la importancia de las reproducciones, copias y citas, y la tendencia
de las artes a salirse de sus límites en busca de una reunificación con la “vida”.

La génesis del concepto de ‘Estética relacional’ se produjo a partir de la observación


de un grupo de artistas con los que Bourriaud trabajó desde principios de los años 90,
y su propósito era el de hacer una lectura comprensiva de la diversidad de prácticas
artísticas que delinean una estética común: aquella del encuentro, de la proximidad,
de la resistencia al formateo social.

En su libro Estética relacional, Nicolas Bourriaud sostiene que “el arte es la


organización de presencia compartida entre objetos, imágenes y gente”, pero también
“un laboratorio de formas vivas que cualquiera se puede apropiar”. De acuerdo con
esta definición, la actividad artística es un juego que precisa de la participación del
receptor, no ya para adquirir sentido sino incluso para existir. La obra carece de
esencia, no es un objeto, sino más bien una “duración”, el tiempo en que se produce
el encuentro.

Bourriaud atribuye a las relaciones de proximidad que la ciudad genera esta


transformación en la concepción de la actividad artística: “una forma de arte donde la
intersubjetividad forma el sustrato y que toma por tema central el estar-juntos, el
‘encuentro’ entre espectador y obra, la elaboración colectiva del sentido. […] El arte es
un estado de encuentro.”

Para Bourriaud, la presencia del factor relacional en la práctica artística responde a


una imperiosa necesidad de animar la recuperación y reconstrucción de los lazos
sociales a través del arte en el seno de nuestra actual sociedad, una sociedad de
sujetos escindidos, aislados y reducidos a la condición de meros consumidores
pasivos. Es así que Bourriaud considera fundamental proponer discursos teóricos
nuevos en tanto el escenario ha sido modificado tan radicalmente que se requieren
otras categorías para pensar las prácticas artísticas.

“La esencia de la práctica artística radicaría entonces en la invención de relaciones


entre sujetos; cada obra de arte encarnaría la proposición de habitar un mundo en
común, y el trabajo de cada artista, un haz de relaciones con el mundo que a su vez
generaría otras relaciones, y así hasta el infinito.”

Obviamente, lo relacional está íntimamente ligado a lo performativo, y al mismo


tiempo comporta una disolución de los límites entre las artes del tiempo (la música, la
danza, el teatro) y las artes del espacio (las artes plásticas). “Ya no se puede
considerar la obra contemporánea como un espacio a recorrer. La obra se presenta
ahora más bien  como una ‘duración’ que debe ser vivida, como una apertura a la
discusión ilimitada.” 

Según la propuesta de Bourriaud, el arte se instala en el intersticio social, en esa zona


(según Marx) de actividad económica que escapa a la regulación; la obra de arte es
en sí misma un ‘intersticio social’. Y lo que la obra de arte propone es un modelo de
organización, una forma, algo que puede ser trasladado a la vida cotidiana, o algo que
puede ser apropiado por el receptor, ya no concebido como espectador pasivo, sino
como agente que interactúa con la propuesta artística.

Bourriaud afirma que “El problema ya no es desplazar los límites del arte sino poner a
prueba los límites de resistencia del arte dentro del campo social global. A partir de un
mismo tipo de prácticas se plantean dos problemáticas radicalmente diferentes: ayer
se insistía en las relaciones internas del mundo del arte, en el interior de una cultura
modernista que privilegiaba lo ‘nuevo’ y que llamaba a la subversión a través del
lenguaje: hoy el acento está puesto en las relaciones externas, en el marco de una
cultura ecléctica donde la obra de arte resiste a la aplanadora de la ‘sociedad del
espectáculo’. Las utopías sociales y la esperanza revolucionaria dejaron su lugar a
micro-utopías de lo cotidiano y estrategias miméticas […]“ (Bourriaud, 2006: 34-35).

Desde esta perspectiva, y procurando la apertura al diálogo, las obras producen


espacio-tiempos relacionales, experiencias interhumanas que tratan de liberarse de
las obligaciones de la ideología de la comunicación de masas y generan esquemas
sociales alternativos, modelos críticos de construcción de las relaciones amistosas.

Como destaca Bourriaud hoy “Parece más urgente inventar relaciones posibles con
los vecinos, en el presente, que esperar días mejores” (Bourriaud, 2006: 54) y se
plantea aquí una opción frente a la utopía: la ‘Utopía de la proximidad’, como la
condición de las obras seleccionadas por él, y que a su juicio, burlan la cosificación
del mundo imperante y se atreven a enaltecer los vínculos intersubjetivos,
porque: ” […] la utopía se vive hoy en la subjetividad de lo cotidiano, en el tiempo real
de los experimentos concretos y deliberadamente fragmentarios”. (Ibid.)
Texto por Rodolfo Wenger C.
Para nuestro propósito nos interesa su visión de un arte relacional que toma como campo de
reflexión la esfera de las interacciones humanas y su contexto social da cuenta de un cambio
radical de los objetivos estéticos, culturales y políticos puestos en juego por el arte que se
presenta a neutros tiempós. (p 13)
La posibilidad de un arte relacional - un arte que tomaría
como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas
y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico
autónomo y privado- da cuenta de un cambio radical
de los objetivos estéticos, culturales y políticos puestos en juego
por el arte moderno.

Para Bourriaud el arte es un estado de encuentro. su idea el arte se sitúa en lo que la


llama “el intersticio social”, ese pequeño espacio (según K Marx) de interacción social que
abandona o no está en la lógica del mercado: la obra de arte es en sí misma un ‘intersticio
social” (Bourriaud, 2008, p.13) En ese sentido podríamos decir que el arte en si mismo es
una forma de resistencia a la lógica del capital. Lo que el arte expone es un modelo de
organización, una forma, algo que puede ser introducido a la vida cotidiana, o algo que
puede ser provechoso al espectador, ya no concebido como espectador pasivo, sino como
un ser humano concreto y en contexto social e histórico que interactúa con la propuesta
artística.

Por una parte, Lo que queda en “el intersticio social “diferente a las lógicas del
mercado, a las ganancias, a sus intereses, a sus agites no es el producto, el objeto que
llamamos obra de arte, sino el tiempo en que se da el encuentro para vivenciar la obra de
arte y por otra parte el dialogo que se da entre los artistas y los espectadores, su
capacidad de construcción de encuentro de interrelaciones humanas:

La esencia de la práctica artística radicaría entonces en la invención de relaciones


entre sujetos; cada obra de arte encarnaría la proposición de habitar un mundo en
común, y el trabajo de cada artista, un haz de relaciones con el mundo que a su vez
generaría otras relaciones, y así hasta el infinito. (Bourriaud, 2008, p.13)

Su teoría del arte desde el materialismo nos aproxima a lo que pretendemos hacer en la
intervención teatral, de generar precisamente la creación de relaciones entre sujetos,
animar al rescate de lazos sociales a tarves del teatro en el contexto de los miembros de
una comunidad que extreman las condiciones de la urbanidad, en tanto se le ha
violentado para desestructurar su organización como comunidad, y donde han sido
reducidos como consecuencia de la violencia al miedo a expresar, al aislamiento y la
sobrevivencia familiar sin posibilidad de dialogo con su comunidad .
Para Bourriaud, la presencia del factor relacional en la práctica artística responde a
una imperiosa necesidad de animar la recuperación y reconstrucción de los lazos
sociales a través del arte en el seno de nuestra actual sociedad, una sociedad de
sujetos escindidos, aislados y reducidos a la condición de meros consumidores
pasivos. Es así que Bourriaud considera fundamental proponer discursos teóricos
nuevos en tanto el escenario ha sido modificado tan radicalmente que se requieren
otras categorías para pensar las prácticas artísticas.

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