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Ramiro Julián Río


Agustina Vetere
La prostitución masculina
Objetivo
La prostitución masculina es un libro escrito a partir de un estudio cualitativo que se propone
comprender las dinámicas sociales del universo de la prostitución masculina, sus
interacciones, los modos y roles que van ocupando quienes la comprenden, lo que termina
mostrando, que estas interacciones, roles, y modos de vincularse cambian en función del
lugar / territorio en el cual se enmarcan. Es así como el autor no identifica roles aislados y
totalitarios, sino un continuum donde los actores van adoptando ciertas actitudes en función
de los intereses.

Metodología
El autor inscribe su investigación dentro de la antropología urbana y la define como
exploratoria, descriptiva y cualitativa, y describe los pasos que siguió para llevarla a cabo:
1. En sintonía con una teoría deleuziana, se propone delimitar un territorio,
entendiendo al territorio como el entorno directamente entrelazado con la interacción
social, el sentido construido y las relaciones entre cuerpos.
2. Se definió una técnica, que es la observación participante para recabar información
mediante observaciones libres, entrevistas espontáneas y entrevistas profundas.
(Para establecer esos contactos, Perlongher tuvo que respetar los “rituales de
interacción” propios del medio. Es decir, reconociendo al sujeto como miché y
abordarlo con la ceremonia de miradas, gestos y desplazamientos que precede
ritualmente los enlaces entre desconocidos en los circuitos del ligue homosexual).
3. Se definió un universo de investigación (michés, clientes y una categoría sui generis,
“los entendidos” -quienes, sin estar directamente comprometidos en la práctica,
participan en las transacciones del mercado homosexual y conocen de cerca los
mecanismos de la prostitución viril-). Que hable de un “universo de investigación” y
no de un objeto, alude a una ontología /epistemología distinta a la tradicionalmente
concebida sobre cómo tratar un fenómeno social. Parte de una concepción fluida,
no-dual, constituida por sujeto y entorno.
4. Se identifica la escena por medio de la observación participante: cómo se desarrolla
la interacción entre clases sociales (fluida, sin barreras), cómo se establece un
vínculo entre clientes y michés y prostitutos entre sí (hay un intercambio de gestos y
miradas, que sugieren el intercambio de señales de peligrosidad, de riqueza y de
poder). Se descubre de la escena que:“En un locus de contornos aparentemente
difusos y huidizos, toda una serie de demandas y ofertas sexuales (casuales, libres
o arbitrarias) se articulan. Al conocerlas más de cerca se ve que, sin perder la
calidad del azar, esas interacciones estaban recorridas por redes, más o menos
implícitas, de signos”.

La antropología urbana parte de un paradigma que entiende el fin de la dominación colonial


y la extinción de los objetos de estudio tal como se los comprendía durante el S.XIX
(dualismo entre civilización- barbarie, ciudad-tribu, progreso-retraso, etc.) contemplando el
pasaje de “la tribu primitiva a las megalopolis contemporáneas”. En este sentido, la
antropología urbana entiende que frente a "sociedades complejas" se debe dejar de lado la
detección de una "unidad de lugar" para apreciar la plurilocalidad de los agentes. Tampoco
se debe imponer el requisito rígido de homogeneidad de un grupo social para identificar
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"unidades reales de funcionamiento", ni pasar al otro lado de dualidad donde sólo se


identifican las líneas moleculares o "microrredes" relacionales, ya se perdería la noción de
grupo. A partir de esto, el autor entiende que debe privilegiar espacios intermedios de la
vida social y devenires de la vida cotidiana. La investigación antropológica en el medio
urbano se centrará en el nivel micro, las relaciones interpersonales que constituyen una
"unidad local de la etnología urbana". En ese nivel micro donde se procesa la interiorización
de la reproducción de las relaciones sociales, se desata a su vez una actitud de resistencia
al orden imperante (fenómeno irreductible al nivel macro).

Recoge el concepto de región moral de Park que divide el espacio urbano en círculos
concéntricos: un cinturón residencial, otro industrial y el centro —que sirve como punto de
concentración administrativa y comercial, y como lugar de reunión de las poblaciones
ambulantes que “sueltan” sus impulsos reprimidos por la civilización. Las delimitaciones no
son siempre precisas. No obstante, la “vida nocturna” suele concentrarse en el área del
centro. El centro y región moral son los conceptos base a partir de los cuales Perlongher
parte para comprender el espacio de las interacciones de la protitución masculina.
Caracterizado por la posibilidad de lo imprevisto, la opción consumista y la variedad de la
vida social. El centro de la ciudad, lugar privilegiado de intercambios, es también el lugar de
la extravagancia, de las fugas, de flujos de poblaciones, flujos de deseo. En esta base
espacial se encuentra dentro del “área de desorganización” —la “región moral” de Park.
“datos de observación muestran que se sobreponenen esa área actividades clasificadas como
índices para la caracterizaciónde áreas de desorganización, como pensiones, prostitución,
departamentos pequeños, concentración de bares, dancings, cines, boites, criminalidad,
vagancia, homosexualidad, bohemios”.

● El autor hilvana el concepto de región moral con el de Gueto gay de Levine


(construido a partir de la noción de gueto de la Escuela de Chicago) para:
1) describir las redes de señalización e inclusión categorial de las homosexualidades, dado
que el concepto de región moral es muy amplio. 2) nominar a esas poblaciones unidas por
sus preferencias y ceremonias eróticas. Sin embargo, Perlongher encuentra una diferencia
de peso en San Francisco, la territorialidad homosexual es prácticamente autónoma,
mientras que en San Pablo se inscribe en la “región moral”. Esto significa que algunos
requisitos planteados para hablar de un gueto gay (concentración institucional, área de
cultura, aislamiento social, y concentración residencial) no se cumplen con totalidad en el
área de San Pablo delimitada para el estudio, otros están parcialmente presentes. Pero
justamente indica el carácter fluido y nómade que posteriormente el autor caracteriza sobre
los espacios donde se desarrolla la prostitución masculina.

Considerar al guetto gay desde un término meramente conceptual y descriptivo permite


distinguir (espacial y subculturalmente) las redes de circulación homosexual y las otras
sociabilidades de la zona. Al centrarse en las poblaciones masculinas que intercambian
servicios sexuales en un área difusamente delimitada, la noción de guetto gay permite
identificar un segundo movimiento de espacialización.

A partir de estas reflexiones, Perlongher usa la noción de gueto gay, para referirse a los
sujetos intervinientes en las transacciones del mercado homosexual y a los lugares donde
las actividades relacionadas con su práctica se ejerzan consuetudinariamente. Ese uso de
la expresión abarcará, en primera instancia, el área estudiada —pero su campo de
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resonancia se ha de extender a los desplazamientos de las poblaciones que lo conforman.


Esta noción de gueto, a diferencia de la enunciada por Levine, no tiene límites geográficos
ni “étnicos” precisos sino que fluctúa y se nomadiza acompañando los movimientos reales
de las redes relacionales que aspira significar.

Descripción de la investigación empírica realizada en el texto


Tomando como eje los puntos de miches —o sea, los lugares donde ellos, de ordinario, se
exhiben—, puede dividirse la región en tres áreas, frecuentadas por tipos diferenciados de
prostitutos: Ipiranga, San Luis, Marqués de Itu.

1. Ipiranga: Zona recorrida por una población homosexual en su mayoría “popular” de


bajos recursos —etiquetados en su mayoría como marica/chongo—. Los hombres
pobres, o sea negros e inmigrantes recién llegados acuden a la plaza para
sociabilizar con otros. Las relaciones interpersonales en la plaza están cargadas de
tensión y de miedo, predomina el prejuicio de clase y de raza y se considera una
zona de mayor peligro, se tiene sexo en público y es un espacio especialmente para
quienesno pueden encajar en las reglas más “personalizadas” del orden gay.
2. San Luis: un punto exclusivo de michés. El estatus social de los prostitutos del área
pasa por ser ligeramente superior al de sus colegas de Ipiranga —lo cual se verifica
en cierto predominio de blancos sobre negros o mulatos, así como en un aspecto
físico un poco más cuidado. Mientras en Ipiranga los chongos están mezclados con
todos los estilos, en San Luis hay una diferenciación más rígida entre los géneros
del gueto gay (lo que se define como miché macho/malandra, miché loca/travesti).
Los machos tratan de mantener la distancia, para no incorporar femineidad
3. Marqués de Itu: El carácter gay más “distinguido” comenzó a desmoronarse con la
inauguración de una cercana estación de subte. Michés y travestis, inicialmente
excluidos de la fiesta, se lanzan a invadir el nuevo paraíso.

Las gesticulaciones, las formas de relacionarse varían según las etiquetas que llevan, esa
etiqueta se crea en función de prácticas, actor y orígenes sociales y étnicos. A partir de las
observaciones de estos tres escenarios, el autor recoge 56 nomenclaturas clasificatorias
registradas en los discursos del gueto. Ellas agrupan según tensores o polos relacionales
de género (más masculino/más femenino), de edad (más joven/más viejo), de estrato social
(más bajo/más alto). Esas nomenclaturas se superponen en varios sentidos. El mismo
sujeto puede recibir nomenclaturas disímiles, que hacen referencia a tensores de diferente
plano. Esas sucesivas superposiciones dan una idea de la complejidad e inestabilidad del
conjunto. Además las adscripciones nominatorias varían conforme al lugar.
No siempre se trata de cambios nominales: la misma persona puede cambiar de género de
acuerdo a sus expectativas u objetivos.

La proliferación de nomenclaturas que se deslizan y se entrechocan, se mezclan y se


incrustan entre sí— tiene que ver por 1) un choque entre dos modelos clasificatorios
diversos, uno jerárquico (marica/macho.) y otro igualitario (gay/gay. 2) multimorfismo de las
representaciones y las prácticas, que mostraría más una “carnavalización” que de una
construcción de identidad de los sujetos.
La trama del código transitan los sujetos, no en tanto identidades individualizadas, definidas,
“conscientes”, sino como viajeros a la deriva, en la multiplicidad de los flujos deseantes, en
el azar y la instantaneidad de los encuentros. Trátase de un complejo “código–territorio”.
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dado por el código y su superficie de inscripción en zonas (o en estados) del cuerpo social.
Territorialidad entendida no sólo en el espacio físico (que tiene su importancia, ya que
marca las lábiles fronteras del gueto), sino en el propio espacio del código.

A la idea de identidad se yuxtapone la idea de territorialidad. Esto significa que el nombre de


los agentes en un sistema clasificatorio–relacional va a expresar el lugar que ocupan en una
red más o menos fluida de circulaciones e intercambios. La nomenclatura clasificatoria
alude al grado de fijación a un punto (un género, una postura, una “representación”, pero
también una adscripción territorial) para establecer sus lugares en la trama de intercambios.
Los sujetos se desplazan intermitentemente por esos spatium continuum, capaces de
cambiar de posición o de permanecer en ella.

La distinción espacial/territorial expresa distintos géneros, estatus sociales, y diversos


“tipos” de prostitutos. El miché de la calle Marqués se asimilaría al estrato medio, el de San
Luis al medio bajo y el de Ipiranga al bajo bien estas diferenciaciones remedan la división en
clases sociales, no pueden ser confundidas por entero con ella. Las clasificaciones no son
conceptuales, sino instrumentales: recrean las utilizadas por las gentes del gueto para
autocalificarse y calificar a los otros. De un modo general, el estatus socioeconómico
adscripto de la sociedad “normal” no se transmite automáticamente al “código–territorio” de
la prostitución, sino que es reinterpretado y traducido en términos de la propia lógica
situacional.

Relación con el enfoque teórico propuesto


La existencia de estos territorios donde se desarrolla la prostitución masculina (dentro de lo
que se entiende la región moral) puede deberse a la marginación y expulsión misma de la
sociedad: Los homosexuales habrían encontrado allí un “punto de fuga” para sus deseos
“reprimidos” por la moral social. En términos de Deleuze y Guattari, las poblaciones
homosexuales se habrían “desterritorializado” sobre la “región moral”, para
“reterritorializarse” en guetos gays con lugares de encuentro, hablas y códigos comunes.

Siguiendo con una lectura deleuziana, en las “áreas de perdición y vicio de las grandes
ciudades” aisladas de las áreas más homogéneas y productivas de la sociedad, los
impulsos reprimidos pueden desatarse y se emancipan del orden moral dominante. Son un
punto de fuga libidinal, donde el deseo encontraría un lugar de descarga. Esos deseos,
desterritorializados del cuerpo social, serían reconocidos, “reterritorializados”, en el centro
de la “región moral” mediante la creación de códigos-territorios. A la desterritorialización
relativa, se da una reterritorialización relativa donde el sujeto es rotulado, se rotula, y rotula
a los demás en función de los códigos instrumentales del “submundo” simbólicamente pero
también literalmente: tipificación de la indumentaria, modalización de tics y modales,
señalización de moldes gestuales y sexuales, etcétera.

En San Pablo, la territorialidad del gueto gay se caracteriza por formas más clásicas de
nomadismo urbano, la circulación nómade-marginal, en contraposición con el espacio
sedentario-centro. Coexisten y se superponen, se tensionan y entran en conflicto.
Sedentariedad y nomadismo no son tanto configuraciones personológicas globales, sino
más polos de tensión en la circulación de los sujetos. Las tendencias en la nomadización
dibujan líneas de fuga o de ruptura, y las tensiones que encuentra con la dimensión
sedentaria son transindividuales: la posición (provisoria) del sujeto esta dada por su grado
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relativo de desterritorialización y reterritorialización, en un campo de fuerzas social y


libidinal.

El sujeto se define y delimita a partir de su vínculo con el entorno, no hay una distinción
separada entre cuerpo-entorno. Se trata de un nomadismo de territorios pero también un
nomadismo de cuerpos. el nivel de consistencia de los lazos grupales depende del grado
de nomadización del joven y su grado de fijación al punto donde se posiciona: Por ej. si
tiene dónde vivir, o si debe, noche a noche, buscar amparo entre sus benefactores.Los
michés, siempre se encuentran al borde de la disolución y el reagrupamiento.

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