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Universidad de Oriente

Núcleo Sucre – Extensión Carúpano

Escuela de Ciencias Sociales

Departamento de Sociología

Cátedra: Historia Regional

Profesor: Licdo. Ricardo Mata

Proyecto final de historia regional

Bachiller:

María Arboleda

C.I: 27.573.581

Marzo de 2022

Índice
Introducción

Capítulo I

Sobre la historiografía

Sobre la posición de los héroes y heroínas.

Neo colonización en el ámbito pedagógico europeo.

Historia contratada a autores. Elaboraban textos educativos

La enseñanza de la historia en la escuela y familia.

Historiografía

Ciencia que estudia las corrientes de pensamiento y paradigmas de la historia un tiempo


determinado.

Capítulo II

Sobre las historias de vida

La historia de vida es un método de investigación que se dedica a la recopilación de información


sobre un personaje y su relación con el contexto en que fue desarrollándose como persona, es
decir, cómo percibe su entorno, qué significado le acuña, todo desde su perspectiva a la vez que
va construyendo su mundo, su visión acerca de él. La forma en que esta información es expuesta
es a través de la narrativa del investigador. Este tipo de investigación se caracteriza por ser de
naturaleza cualitativa, en donde es protagonista el actor social y los significados que posee
acerca de la realidad que vive, incluye los eventos y costumbres para demostrar cómo es la
persona.

Sus métodos de investigación


Los métodos que permiten la construcción de una investigación tipo historia de vida son
cualitativos de paradigmas fenomenológicos. Por esta razón, los datos utilizados para el
desarrollo de la investigación son descriptivos e interpretativos, es decir, las expresiones del
actor social sobre el fenómeno estudiado. ¿Por qué este método es el más idóneo para las
historias de vida? Dado a que estas son expresiones de la perspectiva del entrevistado acerca de
su entorno social, sus experiencias, logros, costumbres, y demás, este tipo de método permiten
mejor comprensión de los fenómenos sociales sin incidir en ellos, les permite mostrarse de la
forma más natural posible, desde una perspectiva humanista. El método de recolección de datos
es con entrevistas sucesivas e información obtenida desde grabaciones, escritos personales,
visitas a escenarios diversos, fotografías, cartas, en las que se detallan las relaciones personales y
profesionales de la persona encuestada.
Sus categorías
Las historias de vida se dividen en tres tipos:
● Las completas son aquéllas que cubren la extensión de la vida o carrera profesional del
sujeto.
● Las temáticas comparten muchos rasgos de las historias de vidas completas, pero
delimitan la investigación a un tema, asunto o período de la vida del sujeto, realizando
una exploración a fondo del mismo.
● Las editadas, ya sean completas o temáticas, se caracterizan por la intercalación de
comentarios y explicaciones de otra persona que no es el sujeto principal.

Prácticas de historias de vida en Venezuela


Vía web, los registros sobre prácticas de vida encontrados fueron a través del siguiente portal
https://estoyenlafrontera.com/historias-de-vida, se puede observar que en una de sus páginas
da acceso a lo que ellos denominan por historias de vida, un conjunto de entrevistas realizadas a
personalidad que comentan algún tema relevante al que deseen darle voz y compartir con el fin
de generar consciencia sobre la problemática existente en la actual venezuela.

anexar trabajo de historia de vida corregida

Capítulo III

Sobre la enseñanza de la historia regional y local

MICROHISTORIA

Para don Luis la microhistoria, historia pueblerina, historia parroquial, historia matria, de la
patria chica, municipal, concreta, de campanario, como solía llamarlas de manera
intercambiable, debía ser, ante todo, el relato verdadero, concreto y cualitativo del pretérito de
la vida diaria, del hombre común, de la familia y el terruño. Con los años, el término con el que
más se acomodó fue el de matria. Le parecía que, por contraposición a patria, la matria
designaba "el mundo pequeño, débil, femenino, sentimental de la madre [...] es decir, la familia,
el terruño". La microhistoria, entonces, es la narrativa que reconstruye la dimensión temporal
de la matria. La microhistoria elaborada —y más tarde reflexionada— por don Luis hace
hincapié y se distingue de la macrohistoria en el tratamiento de cuatro elementos: espacio,
tiempo, sociedad y vicisitudes.

En la microhistoria, decía, lo importante es el espacio, al que entendió siempre como el terruño,


lo que se ve desde un campanario, no más de mil kilómetros cuadrados, la región nativa del ser.
La microhistoria, sentenciaba, no podía prescindir del análisis del ambiente físico, del medio
natural donde se desenvolvía el grupo de estudio porque la microhistoria "se desprende del
tiempo lentísimo de la geografía". De acuerdo con José Miranda y sus maestros franceses,
pensaba que los pueblerinos se integraban "profundamente con la tierra y de dicha integración
derivan su personalidad y su función". En ese sentido, la microhistoria era casi siempre
geohistoria, porque no puede evitar ser, decía, "un poco geografía y un poco biología" en tanto
"le da cabida a hechos del mundo histórico natural".

Por eso había que estar atentos a las "transformaciones impuestas por los lugareños al paisaje".
Es decir, había que conocer y entender el espacio que construían, transitaban, eludían,
significaban las sociedades, porque esa relación naturaleza-sociedad impactaba la organización
y dinámicas sociales. Don Luis estaba convencido de que existían ciclos de la naturaleza cuyos
ritmos, cambiantes —pero también repetitivos— afectaban de manera importante la vida de los
hombres.

Pero su visión de espacio era también dinámica: los límites espaciales, en tanto construcción
social, eran poco precisos y, sobre todo, modificables, porque dependían, a fin de cuentas, de los
tránsitos que construían los hombres. Así las cosas, para don Luis la "pintura de paisaje",
aunque no estuviera de moda, era indispensable. Él la practicaba y pulía desde que había leído a
Azorín, uno de sus autores favoritos.

En ese sentido, la microhistoria, decía, "suele ser de espacio corto y tiempo largo y ritmo muy
lento". Los tiempos de la microhistoria se ubicaban entre "el larguísimo y pachorrudo de la
geografía y el nada violento de la costumbre". De ese modo, el tiempo microhistórico partía de
los tiempos más remotos "hasta pararse en el presente". La microhistoria estaba enraizada en "la
vida de tiempo lentísimo que la nutre y sobre la que reposan estructuras sociales, económicas y
culturales y acontecimientos de toda índole". Para don Luis, la costumbre, lo que se repite una y
otra vez hasta ser comportamiento típico y predecible, forma parte de lo singular de una
sociedad en el ámbito que sea.

La sociedad microhistórica, el objeto de estudio diríamos, es el pueblo entendido como


"conjunto de familias ligadas al suelo", "un puñado de hombres que se conocen entre sí, cuyas
relaciones son concretas y únicas", donde imperan las relaciones personales inmediatas. El actor
colectivo es entonces el círculo familiar, la gran familia. Como en el caso de la naturaleza, don
Luis solía pensar también en ciclos y generaciones, es decir, en la manera como los hombres de
cada momento histórico confrontan, resuelven los desafíos a los que se ven enfrentados de
manera inacabable. En eso, don Luis siempre fue —y lo reconocía— profundamente ortegiano.

Para don Luis, la sociedad microhistórica podía estar alejada, como muchas lo habían estado
hasta fechas recientes, pero nunca aislada. En ese sentido, la historia local sobrepasa lo
estrictamente lugareño en tanto que toma muy en cuenta los contactos y relaciones que han
existido entre un pueblo y otro. En las comunidades siempre ha habido, decía, "contactos de
mercado, contactos por peregrinaciones, por leva, por emigración definitiva o simplemente
estacional". En ese sentido y a diferencia de lo que en algún momento postuló la antropología
social, para don Luis la comunidad fue siempre un ámbito abierto y expuesto a influencias. Esa
manera de concebir la sociedad permite que la microhistoria de un pueblo pueda seguir los
desplazamientos y nuevos asentamientos de los vecinos en la diáspora nacional o en Estados
Unidos; de un barrio o colonia de inmigrantes en la gran ciudad, así como de una ciudad
menuda donde los vecinos se reconocen entre sí, de un gremio, una institución, un monasterio,
una hacienda.

A don Luis no le gustaba traspasar el límite microhistórico. De cualquier modo, tenía la certeza
de que "otro modo de salirse del terruño es comparándolo con la tierra en que está inscrito"
porque "la historia local es una historia diferencial. Trata de medir la distancia entre la
evolución general y la evolución particular de las localidades". A partir de la comprensión de la
singularidad de una comunidad se puede descubrir su parecido con otras comunidades y con la
sociedad que la engloba. Quizá la única vez en que traspasó el margen de la microhistoria para
pensar en términos comparativos y abarcar escenarios más allá de los terruños particulares, fue
en una entrevista, realizada por Enrique Krauze en 1989, donde retomó lo planteado, de manera
preliminar, en Los artífices del cardenismo.1 En esa ocasión se refirió, con penetrante agudeza y
enormes conocimientos, a las profundas diferencias que se podían establecer entre tres
sociedades y culturas rurales en México: la sociedad indígena, la campesina y la ranchera,
haciendo hincapié no tanto en la organización económica sino en los rasgos culturales y en lo
que hoy llamaríamos las representaciones simbólicas para delinear las diferencias entre unas
sociedades y otras. Es una propuesta realmente original y para tenerse siempre en cuenta. Pero
ese era un territorio donde no le gustaba adentrarse. Prefería la microhistoria.

Desde su punto de vista, los hechos historiables de la microhistoria eran lo cotidiano, el


menester de la vida diaria, la vida vivida por todos, los quehaceres y creencias comunes. La
microhistoria trataba de recuperar y entender lo que se repite, lo típico, "la tradición o hábitos
de las familias, lo que resiste al deterioro temporal, lo modesto y pueblerino". Aunque la historia
local debía incluir asuntos relacionados con la economía, la organización social y la demografía,
debían seguir "ocupando un sitio prominente" las "creencias, ideas, devociones, sentimientos y
conductas religiosas [...] ocios, fiestas y otras costumbres sistematizadas". Para don Luis la
estación más importante y difícil del quehacer microhistórico era el "entendimiento de las
personas" que es, a fin de cuentas, lo que trata de comprender la microhistoria. Ahí había que
recurrir a la intuición y poder expresarlo en forma de narrativa, de novela verdadera que
despertara un interés real en su lectura.

No obstante la preocupación insistente de don Luis por la calidad de la narración, la


microhistoria, insistió siempre, era un producto científico, que tenía que basarse en todos los
recursos de la metodología histórica. Es decir, que antes de ser escrita debía haberse sometido a
todas las pruebas del rigor científico: problemática, heurística (una de las máximas debilidades
del microhistoriador pueblerino), crítica y hermeneútica. La tarea no era nada fácil. La gente
común y la vida cotidiana siempre han dejado escasas huellas, de tal manera que la
microhistoria tenía que descubrir, recurrir, discriminar, trabajar con fuentes escurridizas,
variadas, dispersas: "cicatrices terrestres, papeles de familia, registros parroquiales, libros de
notarios, crónicas de viaje, censos, informes de autoridades locales, estatutos, leyes, periódicos y
tradición oral". Por esa razón, decía don Luis, muchos naufragaban ahí mismo, en la etapa
recolectora de pruebas.

Para don Luis, la historia local estaba "muy ligada al presente y al futuro; muy unida a
preocupaciones y acciones" de la gente. Dicho de esa manera, ¿qué diferencia podría existir
entre una microhistoria y una etnografía antropológica? Ambas comparten, decía don Luis, "el
amor por el conocimiento de lo local". Ambas suelen trabajar en comunidades donde la gente se
conoce y mantiene relaciones cara a cara, diría don Luis; en sociedades de adscripción, diríamos
desde la antropología. Sin embargo, a él le parecía que los antropólogos habíamos sido ganados
por la "elaboración de teorías", aunque —reconocía— menos que los sociólogos. Otra diferencia
era que la antropología, por su propia tradición e identidad intelectuales, había privilegiado el
estudio de comunidades indígenas, lo que había dejado al margen, durante mucho tiempo al
menos, la posibilidad de estudiar el mundo hispanorústico, como llamaba a los pueblos de
oriundez no indígena, que eran muchos y pesaban también en la geografía rural nacional.

Estas ideas, reflexiones, certezas están presentes en todas las microhistorias elaboradas por don
Luis, pero sobre todo en Pueblo en vilo, la primigenia, la más original, la más cercana a sus
afectos. Allí enfocó, decía, "las normas de la historia científica hacia mi tierra y mi gente", es
decir, echó mano de todo el arsenal de conocimientos, recursos metodológicos, manejo y
creación de innumerables y originales fuentes para confeccionar la microhistoria de San José de
Gracia. Desde esa obra se ve claro el enorme valor que años más tarde explicaría en forma de
esquema de trabajo: la importancia de la geografía y el espacio o, si se quiere, el conocimiento de
"los modos de producción y los frutos del microcosmos"; el interés por los aumentos de
población y las catástrofes demográficas; la preocupación por entender la organización social a
partir, sobre todo, de los lazos de parentesco; por sacar a la luz "las acciones, sufrimientos e
ideas de la gente", por entender lo sagrado y lo profano, las tristezas y el regocijo, las fiestas y las
diversiones, el ocio y la gastronomía, que son de las cosas que la gente tiene más atada a los
recuerdos, lo que más añora de otros tiempos.

A las microhistorias de Zamora y Sahuayo les había dedicado —recordaba— menos tiempo del
que hubiera sido necesario y tuvo que basarse poco en archivos y entrevistas y más en materiales
bibliográficos de toda índole. Según sus cálculos, para confeccionar la microhistoria de Zamora
había leído unos trescientos volúmenes. Y se nota.

Por prisa o falta de imaginación, decía, las microhistorias de Zamora y Sahuayo comparten una
estructura similar: ocho capítulos y "una extensa relación de fuentes". En ambos casos, los
primeros capítulos están dedicados a dar a conocer el paisaje y su gente mediante la descripción
minuciosa de la geografía, los registros arqueológicos y los rastros históricos de los pobladores
desde la época de la conquista hasta el siglo XIX. Después, él mismo lo explica, aparecen los
capítulos dedicados a la economía, la organización social, la política, la cultura y las relaciones
exteriores; finalmente, están los capítulos dedicados a dar a conocer a los habitantes y sus
vicisitudes en los tiempos actuales.

Don Luis tenía la gracia insuperable de poder captar y extraer de fuentes, textos y manuscritos lo
que valía la pena, lo que había significado algo para la vida, los quehaceres y pasiones de la gente
de las comunidades de estudio. Sabía hacer magistralmente lo que siempre pensó que debía
hacer la microhistoria: encontrar lo específico de cada sociedad y comprender las acciones de la
gente en su contexto y en su tiempo.

Pero, junto a las demandas de trabajo en torno a microhistorias que lo perseguían, don Luis
labraba y seguiría labrando casi hasta el final de sus días otro tipo de historias: la historia
regional.

HISTORIA REGIONAL

En general, el asunto de la historia regional es, diría don Luis sin mayor discusión, "la gran
división administrativa de un estado", es decir, "cada una de las divisiones territoriales, mayores
y administrativas de México". Don Luis nunca quiso entrar a los debates que estuvieron tan en
boga sobre la llamada "cuestión regional". Como siempre, prefirió generar trabajos que dieran
cuenta de la manera en que se podía pensar y reflexionar sobre las formaciones sociales que un
día se habían convertido en estados. Con todo, años más tarde —en 1985— señaló que durante
mucho tiempo no había tenido clara la diferencia entre terruño y región. Finalmente, podía decir
que el terruño era la comunidad donde predominaban los lazos de sangre y el conocimiento
mutuo entre las personas, en tanto la región era la "comunidad mediana donde son
particularmente importantes los lazos económicos". La microhistoria entonces se encargaba de
las primeras; la historia regional de las segundas.

Como cualquier lector advierte, a raíz de esa obra magna y seminal que fue La vida social, don
Luis adquirió conocimientos verdaderamente exhaustivos acerca de la historia de cada uno de
los estados y rincones de la República. Para elaborar la sección que se llama "El hombre y la
tierra" no cabe duda de que don Luis conoció prácticamente todos los textos de geografía,
historia, estadísticas, crónicas de viajeros que se habían escrito en y acerca de las entidades de la
república. Se puede decir incluso que el propio texto de La vida social es un ejercicio muy
complejo y completo de historia regional.

Don Luis recreó, con descripciones, análisis y síntesis ejemplares, el "haber territorial de
México" a mediados del siglo XIX. Para ello agrupó entidades de acuerdo con su ubicación
geográfica, analizó las características de sus medios naturales, ponderó el impacto y las
peculiaridades de la conquista y la colonia en la distribución diferencial del poblamiento. A
partir de esa "suma de instantáneas" que daban cuenta de la "irreconciliable variedad" de la
geografía mexicana, dio cuenta pormenorizada de la diversidad socioétnica del poblamiento,
buscó entender las peculiaridades del subsuelo indígena, las diferentes maneras de habitar y
vivir de los distintos grupos étnicos en su relación entre ellos mismos y con el resto de la nación.
Quizá nunca antes —quizá tampoco después— se ha llevado a cabo un ejercicio de esa
naturaleza: descubrir, valorar, pero sobre todo, trabajar efectivamente con la noción de
diversidad socioespacial y cultural. Él hizo verdad aquello de pensar y entender la patria como
Multiméxico.

A partir de los trabajos revisados, los conocimientos adquiridos y las reflexiones acuñadas para
la Historia moderna de México, don Luis generó a lo menos un texto breve pero inmejorable de
historia regional, entendida como historia estatal, de una entidad vecina a la suya: Jalisco. Se
trata de un artículo que en su primera versión se llamó "La sociedad jalisciense en vísperas de la
Reforma", presentado originalmente como ponencia en un congreso de historia en 1957 y
publicado en Guadalajara, por la librería Font, en 1959. Allí don Luis retomó y transformó la
árida Estadística de Jalisco de 1873 de don Longinos Banda en un retrato insuperable de la
sociedad jalisciense, de la diversidad de sus paisajes, de la variedad de su gente y de los intereses
que los motivaban a la acción o a la inacción a mediados del siglo XIX.

Más tarde, don Luis fue ganado por la historia regional de su propio estado. En 1980 apareció la
monografía estatal Michoacán. Lagos azules y fuertes montañas, encargada por la Secretaría de
Educación Pública y que ha sido reeditada muchas veces. Se trata de un texto extenso, riguroso,
pero escrito para todo público. Se deja sentir la preocupación persistente de don Luis por dar
cuenta de la diversidad del paisaje y de sus pobladores desde los tiempos más remotos, pero
también y, sobre todo, por saber y poder urdir la trama de la historia regional y extenderla a los
procesos más amplios que ayudan a explicarla y hacerla creíble, sin mitificarla, sin caer, jamás,
en la historia de bronce. Esto sólo era posible, claro, gracias a sus conocimientos enciclopédicos
de la historia y la historiografía mexicana y también michoacana, como puede verse en La vuelta
a Michoacán en 500 libros.

Las siguientes obras de tema estatal —Michoacán. Muestrario de México (1991), Michoacán a la
mesa (1996)—, elaboradas como libros hermosos de divulgación, mantienen la manera peculiar
de don Luis de pensar e imbricar la geografía, la historia, las peculiaridades y costumbres de la
gente en los diferentes espacios donde cada quien tuvo que aprender a vivir. Él buscaba y
encontraba, siempre, la originalidad, la singularidad, con las que le gustaba trabajar y
reflexionar, ya fuera a nivel microhistórico o estatal.

Sólo hay, al parecer, dos textos donde don Luis habla, construye, reflexiona más allá de la
comunidad y más acá del estado. Lo hace en ambos casos para referirse a un espacio que
atraviesa cuatro entidades que él bien conocía —Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Querétaro—
donde descubre rasgos comunes, trayectorias similares: el occidente de México. Siguiendo de
cerca las propuestas de Eric Wolf, Alejandra Moreno Toscano y Enrique Florescano escribe el
artículo "Ciudades y villas del Bajío colonial", publicado en 1980, donde reconstruye la
trayectoria histórica de doce poblaciones urbanas de ese ámbito interestatal, discute las razones
y prácticas que conformaron un espacio con prácticas comunes y articulaciones múltiples que
hablan de una vida urbana y de relaciones entre el campo y la ciudad peculiares e irrepetibles.
Don Luis insistió, más que sus predecesores en el tema, en la trama de la vida urbana, pero
sobre todo en la cultura, la educación, la vida religiosa que allí tomó características muy
particulares que explican, en buena medida, la participación de ese mundo y su gente en la
guerra de Independencia. Poco después insistió sobre el tema. En 1982 publicó el artículo "Las
peculiaridades históricas del oeste mexicano", en el que abundó sobre las señas particulares que
durante mucho tiempo diferenciaron e identificaron a la gente de la región occidental casi hasta
el presente. Pero fueron, hasta donde deja traslucir su bibliografía, los únicos ejemplos en que
quiso incursionar y proponer características y singularidades de la gente más allá del terruño.
Como todo, lo hizo muy bien.

Capítulo IV

Sobre la labor de los centros de investigaciones de historia de Venezuela, historia insurgente y la


historia regional que existe en la región centro-occidental

museo Quibor
Historia
El Museo Antropológico de Quíbor Francisco Tamayo, que honra con su nombre a quien entre
otros aportes científicos categorizó por vez primera la cerámica prehispánica del estado Lara,
recoge una historia de hasta 10 000 años de los pueblos ancestrales de Venezuela.

Su laureada sede, que tanto pasado alberga, servía en 1948 como el primer hospital del poblado
y luego como Casa de la Cultura. Pero ahí estaban los huesos, vasijas, flautas, morteros, hachas,
azadas para la caza, collares y utensilios de la sociedad de cazadores (10 000 – 5 000 a. C.)
reclamando su lugar en la memoria de la civilización. Arcaica cultura que se asomó al asombro
contemporáneo cuando se instalaba a principios de los 60 el sistema de cloacas de la ciudad de
Quíbor. Enseguida empezaron las excavaciones científicas lideradas por el antropólogo Adrián
Lucena Goyo para cerciorarse de que sí, de que se trataba del cementerio donde fueron a parar
los restos y tributos fúnebres de un pueblo milenario.

La estatal Agencia Venezolana de Noticias, AVN, apela a los documentos del museo para
precisar que “esas excavaciones permitieron obtener importantes datos acerca del grupo
humano que utilizó este sitio como lugar funerario entre los siglos II y VIII de la era cristiana.
Allí se recuperaron restos óseos de más de 300 individuos, más de 400 objetos de cerámica y
más de 200 piezas de conchas de caracol”.

Mientras los arqueólogos lograban sus jubilosos hallazgos, artesanos y docentes de la Escuela
Artesanal La Ermita, liderados por su director Orlando Jiménez, y el profesor Miguel Jiménez,
sumaban al invaluable descubrimiento otras piezas atávicas descubiertas en el valle de Quíbor.
Para la necesaria interpretación científica de tal vastedad histórica se creó en 1964 el Museo
Antropológico de Quíbor, título que cambiaría en 1971 por el de Centro Científico Antropológico
y Paleontológico del estado Lara, que desde 1966 está en esta edificación que alberga el
testimonio material de la necrópolis precolombina.

La previsible declaratoria de Monumento Histórico Nacional le fue concedida el 16 de


noviembre de 1967, según Gaceta Oficial Nº 28 483; dignidad que fue ampliada el 22 de agosto
de 1997 según Gaceta Oficial Nº 36 275, cuando ya ostentaba el nombre de Museo Arqueológico
de Quíbor desde 1981.

Juan José Salazar, director del museo durante 27 años. Murió en 2014, cuando se celebraba el
medio siglo de la institución. Foto MCCP.
“A partir del año 1988 comienza una nueva etapa para el Museo con la llegada del antropólogo
Juan José Salazar como director”, escribe su amigo de tiempos estudiantiles Pedro Rodríguez
Rojas, quien hace un sucinto recuento de su labor: «… en 1991 se publica el primer Boletín del
Museo. A partir del año 1992 ponen en marcha proyectos fundamentales: Etnohistoria del
estado Lara, Cazadores antiguos del estado, Proyecto Sicarigua, Antropología física en el
estado Lara, Proyecto Cerritos Indígena Guadalupe y Proyecto sitio arqueológico la Pura y
Limpia”. El hoy finado director también refuerza su equipo de investigadores con la doctora
Erika Wagner, jefa del Laboratorio de Arqueología del IVIC; la doctora Lilliam Arvelo,
investigadora del laboratorio; y los antropólogos físicos Edgar Inimas Gil y Félix Alberto Gil.

En 1995 el Instituto de Patrimonio Cultural, con el apoyo de la gobernación del estado Lara,
emprendió un ambicioso proyecto de rehabilitación y remodelación de la sede museística. El
mismo incluyó la ampliación del área expositiva, las de los servicios de investigación y extensión
desde donde se coordinan los estudios arqueológicos de Lara, así como el rescate y conservación
del material arqueológico existente.

El rediseño estructural del museo fue concebido por el arquitecto y profesor universitario Joel
Sanz (1947 – 2013), declarada su trayectoria como “Bien de Interés Cultural” del municipio
Brión del estado Miranda en 2005, por el Instituto del Patrimonio Cultural. Su espléndida obra,
consustanciada con las diversas funciones museísticas al tiempo de comportarse como un
«organismo vivo», mereció el Premio Nacional de Arquitectura del año 2000: “En principio,
parecía un edificio al cual no le interesaba lo que le rodeaba. Nada existía originalmente entre su
perímetro y los linderos del lote. Pero, su corredor periférico delataba, dejando de lado su
posible pretensión climática, la necesidad de actividad alrededor, o, dicho de otra manera, su
capacidad para aceptarla. Surgió entonces la idea, contraria a la del edificio único y afiliada a la
familia tipológica poco museística, de fragmentar el programa demandando, en edificios de
escala y dimensiones planimétricas similares al existente, con autonomía formal y de
funcionamiento”, dejaba escrito Sanz en la presentación del proyecto. Además de haber trazado
su estructura material, el premiado arquitecto fue coautor del guión museográfico de la
exposición arqueológica permanente de la institución y solía ofrecer en su sede charlas a
docentes y estudiantes sobre los orígenes del museo y su proyecto arquitectónico.

Pese a la grandeza de la obra, el profesor Sanz se lamentaba en noviembre de 1999 por la


demora de su totalización: «Cuando me ha tocado presentar los proyectos en algunas charlas
recientes, dentro y fuera de Venezuela, he hecho un comentario contradictorio, pero descriptivo
de mi estado de ánimo luego de tres años y medio de trabajo: parece un milagro que en
Venezuela se haya llegado con un proyecto cultural hasta donde se ha llegado; pero también,
parece absurdo que, llegado hasta su nivel actual, el Estado no asuma la responsabilidad de
concluirlo completamente en breve plazo. La única explicación que se me ocurre para esta
situación, tan común en el país, e independiente de sus gobernantes, es que la ignorancia de sus
alcances y la incomprensión de su importancia, está presente tanto para apoyar su inicio, como
para impedir su conclusión”. Para octubre de 2010, registra el también arquitecto y profesor
Víctor Sánchez Taffur, aún el proyecto integral no estaba terminado.

Francisco Tamayo Yépez. Foto IVIC.


Ese mismo 1999, sin embargo, el museo como institución eleva su estatus académico e
investigativo y pasa a llamarse Museo Antropológico de Quíbor Francisco Tamayo en honor a un
gigante de Sanare, Francisco Tamayo (1902-1985), quien se destacó como botánico, naturalista,
lexicógrafo, antropólogo y conservacionista. El museo también honra, en cada una de sus siete
salas, a investigadores que hicieron aportes clave al legado arqueológico del estado Lara y de
Venezuela. En 2004 la institución se registra en el Catálogo del patrimonio cultural venezolano
2004-2007. Y en 2011 es adscrito al Centro Nacional de la Historia, CNH.

Medio siglo con 10 000 años de historia. En 2014, al cumplirse el 50 aniversario del Museo
Antropológico de Quíbor Francisco Tamayo, la Fundación Centro Nacional de la Historia
convocaba a autoridades locales, investigadores, estudiantes, fundadores del museo, cultores
populares y todo aquel que tuviera simple curiosidad por sus propios ancestros, para celebrar a
golpe de joropo la labor científica y educativa de la institución.

El evento conmemorativo, realizado en la mañana del viernes 8 de agosto de ese año, honró
especialmente al antropólogo Juan José Salazar por sus 27 años como director del museo; la
placa honorífica fue recibida por su hermana, pues el investigador moría 15 días luego en un
hospital de Barquisimeto. Sin embargo y tal vez con más fuerza, la conmemoración se
prolongaría durante todo ese mes con conversatorios dirigidos a la comunidad de Quíbor y la
región para fortalecer el sentido de pertenencia de la comunidad con el ente museístico, el mejor
garante de la preservación de un Patrimonio Histórico Nacional como el que nos recuerda lo que
fuimos hace 10 000 años, cuando cazábamos a punta de hacha y nos adornábamos con conchas
marinas.

Descripción
Situado en un terreno de 4 200 m2, la planta nueva se proyectó sobre una superficie de 3 800
m2, dejando atrás los 600 m2 de la edificación preexistente. El museo está conformado por un
volumen de planta rectangular con techo a dos aguas. Es un proyecto cuyo diseño lo componen
varios volúmenes aislados e independientes, asociados al inmueble original, que albergan
espacios destinados a servicios de apoyo al museo y a los tres usos principales de investigación,
exposición y extensión.

Estas nuevas construcciones con plantas de formas puras circular, cuadrada y triangular, se
relacionarían con el primer inmueble existente, a partir de su composición geométrica y
presencia de escalas y dimensiones de superficies similares.

Edificio de investigación y biblioteca, en forma circular. Foto V Sánchez Taffur.


Actualmente, se ha rehabilitado el edificio original y se han construido dos de los inmuebles
correspondientes al uso de investigación, cuyo edificio principal es de forma cilíndrica en tres
pisos, elaborado en paredes de alfarería hueca y bloques de concreto, así como el inmueble
destinado a las residencias de investigadores, de planta rectangular.

El museo cuenta con una pinacoteca integrada por siete salas de exposición llamadas
Territorios, Habitantes, Costumbres funerarias, Alfarería, Agricultura, Cacería y Artífices de la
concha.

Cada una de estas salas es una vitrina de piezas arqueológicas que narran la antigua cultura
prehispánica.
El diseño arquitectónico del museo, realizado por el arquitecto Joel Sanz, recibió el Premio
Nacional de Arquitectura del año 2000.

Valores patrimoniales
El Museo Antropológico de Quíbor Francisco Tamayo es valorado nacional e internacionalmente
por su colección de objetos, una de las más emblemáticas de la arqueología venezolana.
Estudiantes de odontología, antropología y arqueología gozan de los servicios de extensión que
presta a la colectividad.

Laboratorio del Museo Antropológico de Quíbor Francisco Tamayo, con su emblemática


colección. Foto Arqueologiavenezuela.blogspot.com
El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, MPPC, ha reconocido la importancia de este
Monumento Histórico Nacional como centro de estudios de referencia para los antropólogos
venezolanos. Además, en su recinto se adiestra a jóvenes del municipio Jiménez durante más de
un año para prepararlos como guías de sala, fortaleciendo los lazos de pertenencia de la
comunidad con esta institución.

Situación actual
Visita de estudiantes de la USB al museo, en 2013. Foto Universalia.usb.ve
El Centro de Documentación e Investigación y la dirección del museo despliegan actualmente el
proyecto Museo y comunidad, para “fortalecer la labor educativa y formativa de la institución”.
Esto le permite a docentes, estudiantes y comunidad toda participar en trabajos de aula, visitas
guiadas, talleres de títeres, y los proyectos miniguías y reto al conocimiento, orientado por los
guías del museo.

Horarios de visita: de martes a viernes de 9 a. m. a 4 p. m., y sábados y domingos de 9 a. m. a 5


p. m.

Ubicación
Av. Pedro León Torres, con calle 10. Quíbor, municipio Jiménez del estado Lara.

Centro mario briceño iragorry

Coordinadora. Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”

Nada más apropiado que esta sala de reuniones del Consejo Directivo “Pedro Felipe Ledezma”,
el lugar más solemne del Instituto Pedagógico de Caracas para realizar el Acto Homenaje al
Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” en los treinta y cinco años de su
fundación. Espacio con una carga afectiva y académica importante por lo que representa en
nuestro acontecer diario universitario, ese tiempo vivido entre los muros de esta Casa vieja, que
honra con su nombre a un Director insigne de esta casa de estudios, respetado educador,
historiador, profesor de historia egresado de nuestro Departamento de Geografía e Historia. Por
eso, nos sentimos complacidos en este recinto al poder contar con la presencia de ustedes para
celebrar el resultado de un trabajo colectivo, un trabajo de muchos, un compromiso de todos.

Nuestro Centro ha sido el lugar donde los profesores del Departamento de Geografía e Historia
hemos podido desarrollar nuestras investigaciones, compartir ideas, discutir posiciones, aceptar
críticas, aclarar conceptos, obtener elogios, corregir errores, pero lo más importante cosechar
esperanzas, alcanzar metas y concretar sueños.
Hoy es el día en que miramos hacia atrás y vemos un camino recorrido con importantes
resultados de un trabajo que trasciende los ámbitos institucionales y se extiende en el tiempo, a
todos y a cada uno de los integrantes de esta comunidad. Sus logros por lo tanto, están más allá
de las personas, y vienen a enriquecer el patrimonio y la acción de grupo. Es por eso que nos
sentimos involucrados en el destino de este Centro de investigaciones, como institución que nos
une y que implica de nuestra parte una pertenencia afectiva.

El Centro se funda el 13 de diciembre de 1976, con los profesores del área de Historia del
Departamento de Geografía e Historia, por iniciativa de la profesora Floraligia Jiménez de
Arcondo, después de su regreso de Sevilla donde había cursado sus estudios doctorales,
entusiasmó a los profesores del Departamento para tener un espacio en donde se formalizaran
sus investigaciones. Esa propuesta se concretó y se logró un espacio en el piso 5 de la torre
docente, que llevaría como epónimo a uno de los más ilustres ensayistas y pensadores
venezolanos, defensor de nuestra nacionalidad y de la historia de Venezuela como fue don Mario
Briceño Iragorry, eminente venezolano que supo dejar en su obra un hondo sentimiento de
valoración por lo histórico y cultural de nuestra tierra y de nuestra gente.

Don Mario nos dice en uno de sus Tapices

La Historia viene a darnos la respuesta a nuestra propia existencia y nos explica el


ritmo de nuestra vida presente. Sin conocer los hechos pasados, no podemos valorar
nuestro propio momento. Por ello, más que disciplina científica y literaria, La
Historia es una disciplina moral, señala el tono de nuestra vida actual en DEFENSA
de Nuestra Historia

Este pensamiento de don Mario, nos lleva a reflexionar sobre el oficio del historiador, para ello
hemos vuelto a revisar esas lecturas que han dejado huella, y nos han acompañado desde que
comenzamos en esta tarea grata y eterna de estudiar historia. Que es la Historia? del historiador
inglés Edward Carr, en su primer capítulo titulado: El Historiador y los hechos ha sido de gran
ayuda para valorar, entre muchas otras cosas, el rol del historiador.

Solía decirse que los hechos hablan por sí solos, es falso por supuesto, el hecho solo
habla cuando el historiador apela a ellos es el quien decide a que hechos se da paso
y en qué orden y contexto hacerlo (p. 11).

Qué compromiso, esto nos da una potestad de gran alcance y de responsabilidad con los
hombres y mujeres del presente que comienzan a entender la importancia del quehacer
histórico.

Muchos de los aquí reunidos cotidianamente nos vemos en esa posición, en ese dilema sobre lo
que debemos historiar. Afortunadamente nuestro ejercicio profesional ha sido durante el siglo
XX y en lo que va del XXI, donde el universo en que se asienta el trabajo del historiador se ha
renovado y las ataduras filosóficas del siglo XIX, que aún perviven, se reconocen, conviven con
nosotros pero tenemos la potestad de aceptarlas o rechazarlas, es nuestra elección, estudiamos
los procesos más complejos hasta las acciones más insignificantes que otrora no se historiaban.
En relación a las fuentes para escribir la historia, ya no solo son los documentos, esos
maravillosos papeles amarillos llenos de hongos y oxido ferroso, sino todo aquello que permita
reconstruir: testimonios orales, una película, una obra de arte, todo lo que encontremos
contribuye a aproximarnos a ese pasado, como muy bien lo señala Peter Burke en su libro
FORMAS DE HACER HISTORIA

He aquí una parte de nuestro deber ser, somos historiadores, damos a conocer ese pasado pero
además en nuestro caso el trabajo no termina allí estamos en este Pedagógico además, para
enseñar historia, esa sagrada obligación con el presente, que en gran medida ha sido la tarea que
hemos cumplido desde el Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” en
estos 35 años

Desde su fundación el Centro ha estado a cargo de connotados profesores como: Floraligia


Jiménez de Arcondo, Miguel Hurtado Leña, Tarcila Briceño, Rosalba Moret, Lila Mago de
Chópite, Elina Lovera Reyes, Brunilde Liendo, Jorge Bracho. Han sido años de una búsqueda
permanente por vincularnos con la comprensión de nuestro proceso histórico, por tratar de
encontrar metodologías adecuadas y mejores enfoques para la investigación y el aprendizaje
pero también de logros, de madurez, de experiencia y constancia que se ha traducido en
bastantes aciertos y por qué no, algunos desaciertos.

Ha logrado mantenerse en el tiempo, sus miembros se han encargado de darle vida gracias a esa
búsqueda constante que ha dado como resultado una gran producción intelectual registrada en
la Revista TIEMPO y ESPACIO, órgano divulgativo del Centro impulsada por la profesora
Tarcila Briceño por más de diez años. Esta revista, es de orden semestral, su primera edición fue
en 1984, ha sido un bastión que ha superado las carencias presupuestarias que ha vivido, y vive
la Universidad, ha llegado hasta hoy gracias a la constancia de las sucesivas coordinaciones, en
un principio se publicaba con un pequeño financiamiento completado con colectas entre los
profesores, hasta que se logró que la universidad asumiera sus costos, hoy es una revista
reconocida por la comunidad académica internacional, ya que se ha canjeado con revistas
académicas mexicanas, españolas, argentinas, entre otras. En estos momentos adaptada a las
nuevas formas de difusión a través de la Web, ha sido motivo de orgullo para los miembros del
Centro, pues en la última evaluación realizada por el Fonacit en el 2009 la revista ocupo el
quinto lugar entre las revistas de Ciencias Sociales en el ámbito nacional y el tercer lugar entre
las revistas publicadas por la UPEL, estos últimos logros gracias al empeño del Profesor Jorge
Bracho, mi antecesor como Coordinador del centro y el Profesor José Alberto Olivar.

Indudablemente que la historiografía contemporánea venezolana se ha enriquecido con la


aparición de la revista Tiempo y Espacio. En la consolidación de su trayectoria encontramos una
gran diversidad temática: pionera en el desarrollo de temas de Historia Regional, consecuente
con planteamientos novedosos sobre la didáctica y la enseñanza de la historia, así como en el
análisis de cuestiones y problemas de la teoría de la historia y las nuevas tendencias: historia de
las mentalidades, de las representaciones, de las élites, procesos y personajes de la Historia y de
las Ciencias sociales.

Desde los inicios el Centro se propuso la investigación de la historia del país desde un enfoque
microhistórico, es por ello que la historia regional, ha sido objeto de atención tanto en el manejo
de la disciplina como en su enseñanza, por lo que se elaboró un primer proyecto de
Investigación titulado “Estudio del Área Centro –Norte de Venezuela” Coordinado por la
profesora Elina Lovera, cuyo interés inicial era estudiar el entorno de la ciudad de Caracas y el
segundo gran proyecto fue el de la Enseñanza de la Historia, coordinado por el profesor
Napoleón Franceschi, proyecto que daría frutos al crearse la Maestría en Educación Mención
Enseñanza de la Historia, repitiendo lo que se dijo al principio de estas palabras fue un trabajo
de muchos que se concretó entre 1986 y 1989.

El Centro ha incentivado a sus miembros a participar en los eventos nacionales como los que se
llevaron a cabo en la Academia Nacional de la Historia, los Congresos de Historia Regional, y los
organizados por las diferentes Universidades nacionales, además en Congresos de Americanistas
en otros países del continente, en Europa y Asia.
En las Jornadas de Investigación que se celebran anualmente en nuestro instituto, se ha llegado
a tener la mayor participación de nuestros estudiantes de pregrado y postgrado por el trabajo
persistente de las profesoras Brunilde Liendo y Nohemi Frias

La profesora Lila Mago de Chópite durante su coordinación logró firmar convenios importantes
con Universidades españolas que han permitido desarrollar investigaciones que han ya se han
publicado, y otros que están en proceso.

Hoy el Centro canaliza la investigación de sus miembros a través de 10 Líneas de investigación:


dos de ellas sobre Enseñanza de la Historia, fundamentales para la Maestría en Educación
Mención Enseñanza de la Historia. Una referida a la Enseñanza de la Historia en Educación
Básica y la otra a la enseñanza de la Historia de Venezuela a través de procesos locales y
regionales, coordinadas por la profesora Marlene Páez, con el gran apoyo de la profesora
Nohemí Frías.

Las líneas: Procesos Históricos de las provincias y ciudades de Venezuela coordinada por la
profesora Tarcila Briceño que maneja los enfoques de la historia regional

La línea Procesos históricos de la Ciudad de Caracas durante los siglos XVIII, XIX y XX,
coordinada por la profesora Lila Mago de Chópite que estudia Caracas y sus aéreas de influencia
son el resultado de ese primer proyecto del Estudio del Área Centro norte, hoy soportada por su
tesis doctoral y los trabajos de 2 jóvenes investigadoras egresadas de la Maestría

Relaciones Civiles y Militares Coordinada por el profesor Domingo Irwin una línea que ha
logrado reunir investigadores de otras Universidades e inclusive de instituciones extranjeras, ha
alcanzado publicar más de libros 7 libros y numerosos artículos en revistas internacionales.

Nuevos paradigmas para el estudio de la historia de Venezuela con visión de género, una línea
pionera en la Upel que en sus inicios estuvo a cargo de la profesora Brunilde Liendo, que
propició discusiones importantes sobre el tema e hizo reflexiones significativas en lo que
respecta al manejo teórico sobre genero

Historia Política de las Ideas del siglo XIX y XX, a cargo del profesor David Ruiz Chataing, la
importancia de esta línea radica en el rescate del trabajo de historiadores olvidados por la
historiografía, involucrando a los estudiantes de pregrado.

Venezuela Siglo XX y XXI coordinada por la profesora Marina Miliani esta línea tiene inscritas 3
tesis doctorales, una de ellas la de la prfoesora Consuelo Escalona que será publicada por la
comisión institucional de los 75 años del IPC dada su importancia para el estudio de la Historia
de la Educación en Venezuela

Migraciones en América Latina y el Caribe, es la línea más reciente y bajo nuestra


responsabilidad, está próxima a ser inscrita con dos proyectos de tesis doctorales, realizados con
fuentes hemerográficas poco tratadas y documentos inéditos recopilados en varios archivos
extranjeros

Cabe destacar que 6 de los proyectos inscritos en nuestras líneas son tesis doctorales de
profesores cursantes del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña con el que
mantenemos una relación muy estrecha.

En el proceso de transformación curricular que está adelantando la Universidad, tiene como


objetivo formar a un profesional investigador, como lo demanda la sociedad actual, y lo estipula
la Ley Orgánica de Educación, en ese sentido, las líneas tendrán un papel preponderante en las
tareas por hacer, ya que de estas, partirán los insumos necesarios para el nuevo diseño
curricular de las asignaturas a impartir en los estudios de postgrado, lo que significa un gran
compromiso para el Centro.

Queremos resaltar que el 98% de los miembros del Centro tienen estudios de cuarto nivel, y dos
de los que faltan ya están muy adelantados en sus estudios doctorales

Nuestro proyecto común para los próximos años es llevar al Centro a Instituto es un trabajo
complejo que después de ver los logros obtenidos en los últimos 35 años no cabe duda de que
alcanzaremos esa tan deseada meta.

No quisiéramos terminar estas palabras sin recordar que en este largo transitar nos acompañó
don Virgilio Tosta, el maestro de todos, modelo de responsabilidad, honestidad, de fino sentido
del humor, de buena y fructífera pluma, el Caballero de Barinas.

Llevar a cabo un evento como este requiere del trabajo y la dedicación de un grupo convencido
de la importancia y la labor académica que realiza nuestro Centro de investigaciones Históricas
Mario Briceño Iragorry. En este sentido, es justo reconocer el apoyo que nos ha brindado la Dra.
Moraima Esteves, Vicerrectora de Investigación y Postgrado de nuestra Universidad y
Directora-Decana encargada del Instituto Pedagógico de Caracas, la doctora Elizabeth Sosa,
desde la Subdirección de Investigación y Postgrado, el profesor Carlos Mendoza desde la
jefatura del Departamento de Geografía e Historia, los profesores y alumnos del Departamento.

Queremos hacer un reconocimiento a las profesoras Tarcila Briceño de Bermúdez y Rosalba


Moret por su dedicación y efectiva incorporación como miembros de la Comisión Organizadora
de estos actos conmemorativos que hoy llegan a feliz término y a las profesoras Silvia Gómez y
Gloria Larrazábal por la elaboración de video que registra 35 años de trabajo en equipo.

A todos ustedes muchas gracias y esperamos nos sigan acompañando en las próximas
conmemoraciones del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”.

FUNDACIÓN CENTRO NACIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS


La Fundación Centro Nacional de Estudios Históricos (FCNEH) es la institución rectora de la
política del Estado Venezolano en todo lo concerniente al conocimiento, investigación,
resguardo y difusión de la historia nacional y la memoria colectiva del pueblo venezolano. Su
función esencial es la reivindicación de la historia nacional como fuente de identidad y
conciencia. Su filosofía rebasa la visión pragmática y meramente fáctica del acontecer. En tal
sentido, la FCNEH parte de un presupuesto fundamental para llevar a cabo su misión: el devenir
histórico no es, pues, sólo memoria, sino memoria para ser.

Si la historia, tal y como la concebimos, es la dimensión inteligible del quehacer político y social
de una nación y un pueblo llamados a construir su propio futuro, la misión que tiene la FCNEH
como institución rectora del Estado venezolano en la materia supone, ante todo, la
democratización del conocimiento histórico y el quehacer historiográfico. Acercar la historia al
pueblo venezolano y abrir las puertas de la narrativa historiográfica a un discurso inclusivo en el
que éste se reconozca como entidad protagonista de su propio devenir, ha de caracterizar las
actividades del FCNEH en su labor de estudio y difusión de nuestra historia.

No es ésta labor fácil. Supone apartarse de esa larga tradición que ha vinculado la historiografía
con un que hacer libresco, aburrido y exclusivo de académicos y especialistas que se
acostumbraron a dar la espalda a su entorno social y cuyo trabajo apenas, en el mejor de los
casos, era mera contribución a la formalidad institucional y los rigores del protocolo ocasional.
La FCNEH aboga por la excelencia en el quehacer historiográfico, el profesionalismo y la
dedicación. Pero, también, por una visión de la historia que lleve el quehacer historiográfico más
allá de los muros de la academia al todo social y al pueblo como entidad histórica, política y
cultural. Pensamos en el estudio y la enseñanza de la historia, en la actitud responsable y el rigor
que la disciplina impone. También, por cierto, pensamos en el pueblo consciente, el ciudadano y
republicano cabales, en la Nación como instrumento de identidad y soberanía. No hayamos
divorcio alguno entre lo uno y lo otro. Por el contrario, una estrecha vinculación que hace del
quehacer historiográfico en todos sus aspectos y dimensiones una tarea de altísima prioridad.

En virtud de ello, estamos convencidos de que se requiere de una historia de denuncia y


afirmación. Denuncia de la dominación y explotación en todas sus dimensiones y formas.
Afirmación de la lucha y el combate por formas más justas y libres de convivencia. La historia no
tiene un curso único, ni se mueve al ritmo de un único derrotero, tal y como lo han señalado los
voceros de la sociedad capitalista burguesa desde sus inicios hasta los actuales tiempos de la
globalización. La historia, por el contrario, es polícroma y diversa cualquiera sea el ámbito en
que tenga lugar la acción humana: el territorio, la cultura, la etnia, la sociedad, el género. La
historia, como advirtió Heródoto en los comienzos mismos del oficio, es el mundo de lo diverso.
Sujetarla a una única manera de ser y un único significado, es ahistórico como forma de
conocimiento, y criminal, por lesivo a los pueblos. La historia que proponemos es una
ampliación del horizonte historiográfico; un mirar hacia aquello que nadie o muy pocos, ha
querido mirar, por ser tabú o sutilmente demasiado peligroso para un orden político,
económico, social y cultural tenido por inamovible, único o esencial. La historia es muda para
quienes la pretenden silenciar. Irredenta para quienes simpatizan con alguna forma de
liberación.

La globocolonización en la que hoy vivimos no es sino la forma más reciente, moderna y


sofisticada de un colonialismo ya antiguo, persistente y secular cuya dominación se ha basado en
la destrucción de la identidad histórica de los pueblos. Un pueblo sin historia, es un pueblo
castrado política, cultural e ideológicamente. La descolonización de la memoria es la única vía a
la liberación de lo pueblos. A una historiografía amurallada en las frías mazmorras del
academicismo, la filosofía de la FCNEH antepone una historiografía insurgente, ocupada en una
historia que es conciencia de sí misma como instrumento de cambio y transformación. La
historia insurgente no es el descubrimiento de la utopía según la cual otro mundo mejor es
posible. Pero sí la conciencia y representación historiográfica de ella, del pueblo como voluntad
de poder hacia las realizaciones concretas y posibles -históricas- de ella.

Vivimos una revolución que no sólo está llamada a salvar a los hombres del hambre y la
injusticia, sino, sobretodo, a reivindicar su identidad (valores, tradición, cultura) dándose
identidad a sí misma y concibiéndose como un reencuentro con su propia historia, única forma
de auténtica e imperecedera liberación. Si no nos apropiamos como pueblo de nuestro propio
pasado, no tenemos futuro alguno. Se trata de una tarea colectiva, en la que el estudio serio y
sistemático es fundamental, pero en la que poco puede hacer el estudioso por sí mismo como
individuo aislado. Como pueblo tenemos pleno derecho a un mundo mejor. En el oscuro y
retorcido camino que es preciso transitar para ello, la única manera de alcanzar algo en esa
dirección es iluminar el pasado y, al mismo tiempo, ser iluminado por él

Panteón nacioanl

Conjunto Monumental
Panteón Nacional / Mausoleo Del Libertador

El 27 de marzo de 1874, la iglesia Santísima Trinidad fue decretada Panteón Nacional por el
presidente Antonio Guzmán Blanco e inaugurado como tal, el 28 de octubre de 1875. En esta morada
reposan los restos de próceres y personajes eminentes de la historia de Venezuela y alberga
imponentes obras de arte de diferentes estilos y épocas.
Transcurridos ciento treinta nueve años, el 14 de mayo de 2013, fue inaugurado el Mausoleo del
Libertador, obra realizada por instrucciones del Presidente y Comandante Supremo Hugo Rafael
Chávez Frías, para proteger los restos mortales de nuestro Padre Libertador Simón Bolívar y
dignificar su memoria. Este Conjunto Monumental constituye el Sagrado Recinto de la Patria.

Mediateca Virtual:

En esta sección podrás tener a tu alcance, la información más importante de algunos de los
personajes que reposan en el Conjunto Monumental Panteón Nacional y Mausoleo del
Libertador, de manera práctica y dinámica. Sólo con hacer clic tendrás la oportunidad de
descargar libros, revistas, documentos y videos directamente desde nuestro canal de Youtube.

Comunidad Activa Panteón Nacional

Aquí podrás enterarte a través de reseñas, imágenes y videos acerca del desarrollo de las
actividades que se realizan en torno al Conjunto Monumental Panteón Nacional y Mausoleo del
Libertador, en el marco de fechas patrias, efemérides y otros eventos, donde la comunidad es
partícipe y la gran protagonista. Además, te ofrecemos una sección de juegos didácticos
relacionados a los héroes y heroínas que se encuentran en el Conjunto Monumental Panteón
Nacional y Mausoleo del Libertador, que podrás descargar fácilmente y compartir en tu
comunidad.

Bilioteca nacional

Historia
La propuesta de fundar una biblioteca pública en Caracas surgió años antes de la creación de la
Biblioteca Nacional. En pleno nacimiento de la república, en 1811, circuló un folleto titulado
Pensamiento sobre una Biblioteca Pública en Caracas, firmado por Juan Germán Roscio.

En este folleto, el abogado y político venezolano proponía la creación de una biblioteca que
tendría sus puertas abiertas a todos los habitantes de la ciudad. Para su instalación y
mantenimiento pedía la contribución de todos los que pudieran hacerlo con la condición de ser
reconocidos como “accionistas bibliotecarios” o si donaban una cantidad de dinero mayor
“patronos del establecimiento”. La situación política del momento no permitió que este proyecto
se llevara a cabo.

Veinte años después Antonio Leocadio Guzmán, por entonces encargado del Ministerio de
Interior y Justicia, propone reunir en una sola biblioteca todos los fondos de libros
pertenecientes a los conventos y a las oficinas gubernamentales. Siguiendo esta idea en 1833 se
emite el decreto de creación de la Biblioteca Nacional.

A pesar de la existencia de este decreto de creación, para 1840 no había sido formalmente
fundada la biblioteca por lo que un grupo de jóvenes escritores e intelectuales se unieron para
crear la sociedad “El Liceo Venezolano”. Esta asociación puso a disposición del público una
colección de libros que reunió con fondos propios.

Sin embargo, la aventura de El Liceo duró poco: la asociación se disolvió en 1844, la biblioteca
cerró y todos los libros (se estima que lograron reunir unos 2.000) pasaron a ser propiedad del
gobierno.

En enero de 1850 el gobierno de José Tadeo Monagas derogó el decreto de 1833 y promulgó uno
nuevo en el que promulga la creación de la Biblioteca Nacional. Esta estaría dirigida por el
rectorado de la Universidad Central y la Dirección de Instrucción Pública y tendría su sede en el
edificio del antiguo convento de San Francisco, donde también funcionaba la UCV.

Según el decreto de Monagas la colección de la Biblioteca Nacional estaría compuesta por libros
provenientes de conventos extinguidos, los libros reunidos por El Liceo y otros cedidos por el
gobierno. Además, se estipulaba que los autores y editores del país debían enviar un ejemplar de
sus obras a la Biblioteca.

El empresario inglés Edward B. Eastwick estuvo en Caracas en 1864 y dejó testimonio de su


visita en su obra Venezuela: or, sketches of life in a South American Republic.

De acuerdo a Eastwick, la Biblioteca Nacional no poseía más de diez mil volúmenes. Eastwick
también visitó las instalaciones de la Biblioteca de la Universidad Central y da un estimado del
tamaño de la colección de esta por separado, aunque para esta época ambas instituciones
funcionaban como una sola.

Así, cuando el Adolfo Ernst estimó en 1872 que la biblioteca poseía “8.798 obras en 19.474
volúmenes” en su Catálogo de la Biblioteca de la Universidad de Caracas este número
corresponde en realidad a la colección de ambas bibliotecas.

En 1892 la Biblioteca Nacional es separada la Biblioteca de la UCV. Fue trasladada a una nueva
sede ubicada al norte de la Plaza Bolívar en una edificación que se encuentra al lado de lo que
hoy es la Gobernación del Distrito Capital.

Permaneció ahí hasta 1910, cuando se abrió un concurso para diseñar una nueva sede para la
Biblioteca, que estaría ubicada al lado de la Universidad en la esquina de San Francisco.
Este edificio sería diseñado por el arquitecto Alejandro Chataing, quien también fue el
encargado de reformar el Panteón Nacional y la fachada de la Academia Militar en La Planicie
así como de la construcción de Villa Zoila y el Teatro Nacional, entre otras obras.

Poco a poco la Biblioteca fue creciendo al incluir importantes fondos documentales a sus
depósitos. Gracias a la variedad del material que se fue incorporando a su fondo, se fueron
separando las colecciones. Así nacen las colecciones de Hemerografía, de Referencia, de Obras
Planas, etc.

Gracias a las gestiones de Virginia Betancourt, la Biblioteca Nacional fue transformada en


Instituto Autónomo en 1977. De acuerdo a la página oficial de la Biblioteca Nacional, es en este
momento cuando se moderniza la institución y se catalogan sus fondos de acuerdo a normas
internacionales.

La creciente colección de la biblioteca puso en evidencia la necesidad de construir una nueva


sede que se adecuara a sus nuevos requerimientos. El portal de la Biblioteca señala que para
inicios de los años ochenta la colección “se encontraba fragmentada en diversas sedes ubicadas
en Las Mercedes, La Trinidad, Parque Central, San Francisco y la vieja pista de patinaje sobre
hielo ‘Mucubají’, en las proximidades del Nuevo Circo”.

Es en esta época, más específicamente en 1981, cuando inicia la construcción de una nueva sede
de 80 mil metros cuadrados que formaría parte del llamado “Foro Libertador”. Cuatro años
después, en 1985, se terminó de construir la infraestructura pero el acondicionamiento de los
espacios y la mudanza de las colecciones se hizo de gradualmente y se completó finalmente en
1998.
Descripción
La Biblioteca Nacional aún ocupa el edificio construido en los años ochenta. Este edificio, de
imponentes dimensiones, forma parte del complejo Foro Libertador, que incluye el Archivo
General de la Nación, el Panteón Nacional y espacios recreativos. Este conjunto fue ideado como
un espacio cultural por el arquitecto Tomás José Sanabria.

La biblioteca cuenta con varias salas que albergan sus colecciones. La sala “Leoncio Martínez”
alberga la colección hemerográfica nacional, que incluye periódicos y revistas de Venezuela y el
mundo desde el siglo XIX hasta nuestros días. Aquí se pueden consultar obras tanto en físico
como en microfilm.
La Colección Bibliográfica General, contiene libros nacionales y extranjeros editados en el siglo
XX y XXI. De acuerdo a publicaciones de la Biblioteca Nacional, para 2008 se estimaba que esta
colección superaba el millón de ejemplares.

La Sala de Publicaciones Oficiales contiene material proveniente de las instituciones del estado.
Además, también cuenta con publicaciones oficiales de instituciones internacionales y gobiernos
extranjeros.
En la Sala de Libros Raros y Manuscritos encontramos obras que por sus características
particulares (ya sea su antigüedad, su historia o su formato) son consideradas obras únicas.
También aquí se encuentran manuscritos que han sido adquiridos por la Biblioteca a través de
los años, además de la colección personal de Pedro Manuel Arcaya donada a la nación en 1958.
El Archivo Audiovisual de la Biblioteca resguarda varias colecciones: la Colección de Sonido y
Cine y la Colección de Obras Planas.

La Colección de Sonido y Cine contiene, a su vez, una Colección de Música (que incluye
partituras, grabaciones, discos de acetato y vinilo además de casetes, cintas y audios en soportes
digitales); el Archivo de la Palabra (que guarda testimonios orales, transmisiones de la Radio
Nacional de Venezuela y discursos); la Colección Videográfica (resguarda programas de
televisión, noticieros de Bolívar Films y Tiuna Films, documentales, así como películas
venezolanas y extranjeras en formatos U-matic, Betamax, VHS, Betacam y DVD); y el Archivo
Fílmico, resguardado en conjunto con la Fundación Cinemateca Nacional, que tiene copias y
negativos originales de obras del cine venezolano.

Obras Planas – Archivo audiovisual. Foto:


Mayerling Zapata López.

La Colección de Obras planas también tiene varias secciones: el Área de Cartografía, la Colección
de Fotografía y el Área de Obra Gráfica.

En el Área de Cartografía se guardan mapas, planos y fotografías aéreas. Está organizada en tres
sub-colecciones: la Colección Antigua (con material anterior a 1830), la Moderna (material de
1831 a 1940) y la Contemporánea (de 1941 hasta hoy).

La Colección de Fotografía incluye imágenes del siglo XIX hasta nuestros días de personajes,
paisajes, sucesos y temas documentales de fotógrafos contemporáneos. También se encuentra
organizada en tres sub-colecciones: Histórica (imágenes del siglo XIX a la década de 1920);
Documental (imágenes provenientes de archivos de prensa e institutos gubernamentales de
1930 hasta nuestros días) y Autores Contemporáneos.

En el Área de Obra Gráfica hay más de 56.000 ejemplares organizados en varias colecciones que
incluyen dibujos y estampas, carteles, estampillas, láminas, postales, tarjetas, así como papelería
y logotipos creados por diseñadores venezolanos.
La Biblioteca también cuenta con una Sala de Consulta en la que están disponibles varias
computadoras para revisar el catálogo digital de la Biblioteca, así como una Sala de Referencia
en la que se pueden consultar enciclopedias, diccionarios y catálogos varios.

En cada sala los usuarios tienen a su disposición espacios amplios y cómodos donde realizar sus
consultas.

También forman parte del complejo varias salas de usos múltiples en las que se realizan eventos
varios. Otro espacio que conforma la Biblioteca es su lobby que usualmente es usado como
centro de exposiciones.

Valoración
Como la biblioteca principal de Venezuela es indudable la importancia de esta institución. Sus
colecciones albergan algunos de los documentos más importantes de la historia de nuestro país e
incluso, en el caso de la colección de fotografía del siglo XIX, colecciones valoradas a nivel
mundial: esta colección de 8.000 fotografías está incluida en el Registro de la Memoria del
Mundo desde 1997, por ser “la más completa colección histórica de fotografías latinoamericanas
del siglo XIX que existe en el continente americano”, de acuerdo al formulario de nominación.

Una de las adquisiciones más importantes de la Biblioteca Nacional es la llamada Biblioteca


Arcaya, colección que consta de unos 147.000 volúmenes que pertenecieron al historiador,
intelectual y bibliógrafo Pedro Manuel Arcaya. Esta colección fue donada en 1958 al gobierno
nacional y se encuentra bajo el cuidado del servicio de Libros Raros y Manuscritos.

Como estas colecciones, hay una gran cantidad de material que fue adquirido por la Biblioteca o
donado a ésta que tiene un valor incalculable.

Situación actual
En general, las instalaciones de la Biblioteca Nacional que están abiertas al público se
encuentran en buen estado. Sin embargo, esta institución no es inmune a los problemas que
alcanzan a otras bibliotecas, como la desactualización de sus fondos documentales
(especialmente de la Colección Bibliográfica General) y de sus equipos (en especial los
destinados a la lectura de microfilms en la Hemeroteca y el sistema de aires acondicionados).

El Archivo Fílmico de la Cinemateca Nacional, que está resguardado en conjunto con la


Biblioteca Nacional, ha atraído especial atención en el último año gracias a los reportes del mal
estado en el que se encuentran muchas de sus obras y a la conformación de una comisión cuyo
trabajo sería velar por la conservación del patrimonio fílmico del país.

Ya en abril de 2016 se denunció que muchas obras del Archivo Fílmico estaban en muy mal
estado de conservación y que, además, la cava que debía proteger los rollos de película más
antiguos de la humedad y temperaturas extremas no funcionaba desde hace tres años

Para julio de este año, según reporte del diario El Nacional, el Ministerio de la Cultura había
aprobado un presupuesto de $793.000 para esta labor. Se había realizado un estudio para
determinar qué obras estaban deterioradas y así establecer cuáles requerían atención inmediata.
La recuperación de estas películas se esperaba hacer en dos etapas: una en obras realizadas
antes de 1960 y una segunda en obras después de esta fecha. En la primera etapa, además, se iba
a dar prioridad a la conservación de las películas de Román Chalbaud, uno de los miembros de
la comisión. La nota de El Nacional señalaba también que esta comisión aún se encontraba
estudiando la mejor manera de llevar a cabo el plan de conservación.

Con la finalidad de preservar material físico susceptible a desgastarse, se han llevado a cabo
proyectos de digitalización de varias colecciones con el apoyo de instituciones nacionales e
internacionales. Asimismo, en diciembre de 2015 fue lanzada la “Biblioteca Digital de Venezuela
César Rengifo” donde se puede consultar en línea material proveniente de la Biblioteca
Nacional. Esta biblioteca virtual, aunque se encuentra mucho material representativo de la
riqueza de las colecciones de la Biblioteca, también ha sido un espacio utilizado para publicar
material relativo a temas, sucesos y personajes ligados al gobierno.

Ubicación
Final del bulevar Panteón, Foro Libertador, edificio Biblioteca Nacional
Capítulo V

Nociones del patrimonio cultural


El patrimonio es el legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que
transmitiremos a las generaciones futuras. o se limita a monumentos y colecciones de objetos.
Comprende también expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados, como tradiciones
orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas
relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.

bienes culturales tangibles como “inestimables e irremplazables”, pues representan un


testimonio y simbología histórico-cultural para los habitantes de una cierta comunidad. Al ser
elementos de valor excepcional desde el punto de vista histórico, artístico, científico, estético o
simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro,
musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o
antropológico, requieren su conservación, rehabilitación y difusión,

se divide en dos categorías, el mueble es aquel que podría ser trasladado de un lugar a otro y
comprende colecciones u objetos de carácter arqueológico, etnográfico, artístico, utilitario,
documental, científico, utilitario y monumentos en espacio público entre otros. El patrimonio
inmueble comprende sectores urbanos, conjuntos de inmuebles en espacio público y
construcciones de arquitectura habitacional, institucional, comercial, industrial, militar,
religiosa, para el transporte y obras de ingeniería que dan cuenta de una fisonomía,
características y valores distintivos y representativos para una comunidad. anexa patrminoio
arqueologico

De donde parte la noción de patrimonio edificado: La valoración cultural consiste en la


identificación y tipificación de los principios, cualidades, características y potencialidades
inherentes a los inmuebles y a los Centros o Conjuntos historicos identificados, que pueden
llegar a ser considerados bienes culturales por ser el reflejo de conocimientos, creencias,
tradiciones, expresiones, costumbres y acontecimientos que los vuelven únicos en su clase
propios de un modo de vida y que por tanto son referentes físicos de la historia y evolución,dé
nuestra sóciedad

patrimonio intangible

Puede ser definido como el conjunto de elementos sin sustancia física, que procede de una
cultura tradicional, popular o indígena Se transmite oralmente o mediante gestos y se modifica
con el transcurso del tiempo a través de un proceso de recreación colectiva. saberes
(conocimientos y modos de hacer enraizados en la vida cotidiana de las comunidades),

○ celebraciones (rituales, festividades, y prácticas de la vida social),


○ formas de expresión (manifestaciones literarias, musicales, plásticas, escénicas, lúdicas,
entre otras) y
○ lugares (mercados, ferias, santuarios, plazas y demás espacios donde tienen lugar
prácticas culturales).

Patrimonio viviente: historias de vidas, autobiografias, comunidades de afrodescendientes


la vida misma es un patrimonio. victor cordoba

bases legales

LEY DE PROTECCIÓN Y DEFENSA DEL PATRIMONIO CULTURAL


TITULO I DEL PATRIMONIO CULTURAL
LEY DE PROTECCIÓN Y DEFENSA DEL PATRIMONIO CULTURAL
ARTÍCULO 1° Esta Ley tiene por objeto establecer los principios que han de regir la defensa del
Patrimonio Cultural de la República, comprendiendo ésta: su investigación, rescate,
preservación, conservación, restauración, revitalización, revalorización, mantenimiento,
incremento, exhibición, custodia, vigilancia, identificación y todo cuanto requiera su protección
cultural, material y espiritual.

Capítulo II
De los bienes que constituyen el Patrimonio Cultural de la República
ARTÍCULO 6° El Patrimonio Cultural de la República a los efectos de esta Ley, está constituido
por los bienes de interés cultural así declarados que se encuentren en el territorio nacional o que
ingresen a él quien quiera que sea su propietario conforme a lo señalado seguidamente:
1. Los bienes muebles e inmuebles que hayan sido declarados o se declaren monumentos
nacionales;
2. Los bienes inmuebles de cualquier época que sea de interés conservar por su valor histórico,
artístico, social o arqueológico que no hayan sido declarados monumentos nacionales;
3. Los bienes muebles de valor histórico o artístico, propiedad del Estado o de otras personas
jurídicas de carácter público, que se encuentren en museos nacionales, estadales o municipales o
en otros lugares públicos o privados, incluidos los de valor numismático o filatélico;
4. Los bienes muebles de cualquier época que sea de interés conservar por su excepcional valor
histórico o artístico;
5. Las poblaciones y sitios que por sus valores típicos, tradicionales, naturales, históricos,
ambientales, artísticos, arquitectónicos o arqueológicos, sean declarados dignos de protección y
conservación. Los centros históricos de pueblos y ciudades que lo ameriten y que tengan
significación para la memoria urbana;
6. Los testimonios históricos y sitios arqueológicos vinculados con el pasado;
7. El patrimonio vivo del país, sus costumbres, sus tradiciones culturales, sus vivencias, sus
manifestaciones musicales, su folklore, su lengua, sus ritos, sus creencias y su ser nacional;
8. El patrimonio documental y bibliográfico, archivos, bibliotecas, fototecas, mapotecas,
fonotecas, videotecas, cinematecas y demás instituciones de igual naturaleza; tutelados
actualmente por organismos específicos sin desconocer la titularidad de dichos organismos
sobre los mismos;
9. Los objetos y documentos de personajes de singular importancia en la historia nacional, sus
creaciones culturales transcendentes;
10. Las obras culturales premiadas nacionalmente;
11. La estatuaria monumental y las obras de arte de los cementerios;
12. El entorno ambiental o paisajístico -rural o urbano- requerido por los bienes culturales,
muebles o inmuebles para su visualidad o contemplación adecuada;
13. El patrimonio arqueológico y paleontológico donde quiera que se encuentren;
y 14. Cualquier otro bien de interés cultural que amerite ser declarado como tal.

TITULO II DEL ORGANISMO COMPETENTE

ARTÍCULO 10° El Consejo Nacional de la Cultura, a través del Instituto del Patrimonio Cultural,
ejercerá las siguientes atribuciones:
1. Determinar las obras, conjuntos y lugares que forman parte del Patrimonio Cultural de la
República. Tal determinación se hará mediante resolución, debidamente motivada, la cual se
publicará en la GACETA OFICIAL DE LA REPUBLICA DE VENEZUELA;
2. Establecer los planes de conservación de los bienes referidos y velar por su ejecución;
3. Autorizar, si lo considera procedente, la exploración, estudio o excavación de yacimientos
arqueológicos o paleontológicos, conforme a la normativa que se dicte al respecto;
4. Autorizar los convenios interinstitucionales necesarios para el logro de su objeto;
5. Organizar el presupuesto interno de gastos del mismo;
6. Regular y dictar las normas relativas a la investigación, restauración, conservación,
salvaguarda, preservación, defensa, consolidación, reforma y reparación de las obras, conjuntos
y lugares a que se refieren los artículos 2° y 6° de esta Ley, a excepción de lo referente a los
bienes, cuya competencia exclusiva sea del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de
Servicios de Bibliotecas, caso en el cual coadyuvará en el mejor logro de sus objetivos;
7. Actuar como órgano de consulta vinculante en aquellos casos en los cuales el Presidente de la
República resuelva declarar un bien cultural como monumento nacional;
8. Actuar como instancia de consulta previa obligatoria ante los órganos municipales y estadales
en las materias de planes de ordenación urbanística y convenios de delimitación y transferencia
de los servicios nacionales sobre protección de bienes culturales;
9. Elaborar el inventario general de los bienes culturales muebles e inmuebles de la nación y de
las reliquias históricas y remitirlo al Ministerio de Hacienda y a la Contraloría General de la
República;
10. Constituir el Registro General de los bienes culturales, muebles e inmuebles que hayan sido
declarados patrimonio de la República o que por sus características sean de interés cultural para
la nación;

Capítulo VI

Introducción a la arqueología local

Conclusiones
Recomendaciones
Bibliografía
https://iamvenezuela.com/2017/04/museo-antropologico-de-quibor-francisco-tamayo/
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-94962012000100006
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-050X2006000200012
https://sites.google.com/view/bibliotecamuseobolivariano/p%C3%A1gina-principal/fundaci%C
3%B3n-centro-nacional-de-estudios-hist%C3%B3ricos
https://iamvenezuela.com/2017/08/biblioteca-nacional-de-venezuela/
http://www.panteonnacional.gob.ve/

Anexos

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