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Juana Barraza Samperio 

(Epazoyucan, Hidalgo; 27 de diciembre de 1957), conocida como la


Mataviejitas o la Dama del Silencio, es una asesina en serie mexicana, condenada a 759 años de
prisión por haber asesinado a un total de 46 ancianas y haber cometido 12 robos entre finales de
los años noventa, y inicio de la década de los dos mil.

Por varios años se pensó que la mujer había sido luchadora profesional, pero luego del
lanzamiento del documental La Dama del Silencio: El caso Mataviejitas (2023) producido
por Netflix, sus excompañeras luchadoras afirmaron que únicamente era fanática de dicho deporte
porque nunca lo practicó profesionalmente; ese fanatismo la llevó a adoptar el personaje de «la
Dama del Silencio» y a comprarse un traje de luchadora y un campeonato de lucha libre, esto
como un tipo de fantasía deportiva.

Juana Barraza Samperio nació el 27 de diciembre de 1957 en el municipio


de Epazoyucan, Hidalgo, México, siendo hija de Trinidad Barraza Ávila, y Justa Samperio.
Su madre era alcohólica, y en una reunión con otras personas, a cambio de un paquete de
cervezas, esta accedió a que un hombre se llevara a su hija para que tuviera sexo con ella.
Samperio quedó embarazada de él, y posteriormente engendró otros seis hijos. José
Enrique Lugo Barraza, su hijo mayor, fue asesinado a los veinticuatro años de edad. La
mujer tenía conocimientos en enfermería, y adoraba a la Santa Muerte.
Era fanática de la lucha libre profesional, y aunque nunca practicó este deporte
profesionalmente, se hacía llamar «la Dama del Silencio», y se compró un traje y un
campeonato de lucha libre para aparentar ser luchadora.
El primer asesinato atribuido a esta mujer, fue cometido a finales de los años noventa,
entre 1997 y 1998. Todas las víctimas de la asesina eran ancianas de 60 o más años,
quienes en su mayoría vivían solas y solían ser engañadas con la historia de que serían
apoyadas con una ayuda económica que el entonces gobierno les brindaría. Sus asesinatos
eran provocados por golpes, heridas de armas punzocortantes o estrangulación, con robos
materiales a las víctimas inmediatamente después de ser asesinadas.

En el transcurso de las actividades criminales del asesino, las autoridades policiacas fueron
duramente criticadas por los medios de comunicación puesto que, todavía a finales
del 2005, asumían un «sensacionalismo mediático» respecto a un asesino en serie.
Asimismo, se criticó el hecho de que el asesino era buscado, tal vez inútilmente, entre
las prostitutas y/o travestis de la Ciudad de México. Entonces, la policía suponía (debido a
reportes de testigos) que se trataba de un hombre que se vestía de mujer para obtener el
acceso a las viviendas de sus víctimas. En alguno de los casos, se reportó que se había
visto a una mujer corpulenta vestida con una blusa roja.
La búsqueda del asesino fue complicada debido al cúmulo de evidencias contradictorias.
En un punto de la investigación, la policía conjeturó que eran dos asesinos los que podrían
estar implicados. También se puso singular atención en la extraña coincidencia de que por
lo menos tres de las víctimas del asesino poseían una copia de una pintura de 1888 Niño
en Chaleco Rojo, del artista francés Paul Cézanne. Curiosamente, antes de la captura de la
presunta asesina, las autoridades mexicanas divulgaban declaraciones de testigos que
señalaban que el asesino usaba ropa de mujer para acceder a los apartamentos de las
víctimas. En uno de los casos, uno de los testigos observó a una «mujer grande con una
blusa roja» salir del hogar de una de las mujeres asesinadas. Ello fue interesante para los
criminólogos, forenses y detectives puesto que había grandes paralelos entre el
comportamiento del asesino y Thierry Paulin. Bajo ese contexto, se atribuyó al homicida
(presumiblemente varón) la posibilidad de una doble personalidad. Otra observación
interesante hecha por los investigadores fue la extraña coincidencia de que algunas de las
víctimas eran de origen español
El 25 de enero de 2006, fue arrestada al intentar huir de la casa de su última víctima, Ana
María de los Reyes Alfaro, de 89 años de edad, a quien estranguló con un estetoscopio.
Tras su captura, se dio a conocer que la persona que cometía los crímenes era una mujer,
y no un hombre, como se tenía pensado. La detenida fue Juana Barraza Samperio, de
entonces 48 años, una exluchadora profesional. Los testigos de anteriores escenas del
crimen habían descrito a una mujer de apariencia masculina (lo que había dado pie a la
búsqueda inicial de un travesti). Barraza se asemejaba bastante a un modelo de arcilla que
describía las características faciales del asesino: persona de cabello tupido, teñido de color
rubio y rostro de facciones duras. Al ser detenida portaba un estetoscopio, formas de
solicitud de pensión para ancianos y una tarjeta que la identificaba como trabajadora
social. Preliminarmente, la policía de la ciudad de México no pudo detenerla antes, ya que
no contaban con huellas dactilares completas que pudieran dar la identidad de la asesina.
Al momento de ser capturada, la presunta asesina confesó haber asesinado a la anciana —
Ana María de los Reyes Alfaro— y a otras tres mujeres, pero negó estar implicada en el
resto de los diez asesinatos (de entre los cuarenta que se le sospechaban) con que los
fiscales la implicaban a través de huellas digitales. Comentó a los reporteros que había
visitado la casa de Ana María de los Reyes Alfaro en búsqueda de trabajo como lavandera,
y declaró que «sabrían por qué la había asesinado cuando lo leyeran en su declaración
ministerial».

Juicio
La mujer admitió haber sido culpable del asesinato de Ana María de los Reyes, y declaró
que su motivo para matar había sido el rencor acumulado hacia su madre, declarando lo
siguiente:

El 31 de marzo de 2008, fue condenada a 759 años de prisión y recluida en la cárcel de


Santa Martha Acatitla, esto con los cargos del asesinato de 16 mujeres, y 12 robos.

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