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EXPERIENCIA ECLESIAL

Esta experiencia que comparto surgió como necesidad ante la densidad geográfica de mi
comunidad parroquial. Mi parroquia tenía catorce comunidades, de los cuales solo podía
atender cinco o seis los domingos. Pero notaba que no era suficiente. Si bien las personas
participaban cada 15 días, también era cierto que se notaba que era algo insuficiente. Era
algo que me inquietaba y se convirtió en un desafío pastoral. Fue entonces cuando se nos
aconsejó fortalecer o preparar a los laicos para que presidieran las celebraciones
dominicales en ausencia del sacerdote. Algo que incluso la santa sede ha recomendado.
Pero esto implicaba tener que realizar varios encuentros que tuvieran como finalidad el
encuentro de los laicos con la Palabra de Dios, para que vencieran el miedo y pudieran
predicar cuando el sacerdote no pudiera llegar para la misa. No fue fácil iniciar pero no
lanzamos.
Se les presentó la propuesta a los laicos, pero algunos no les parecía, mientras que otros les
pareció algo interesante. Me tocó realizar un manual celebrativo con indicaciones bien
claras que le permitieran a los laicos poder saber qué hacer. Durante un mes, todos los fines
de semana, toda una mañana, nos encontrábamos compartíamos la Palabra y ensayábamos
la predicación. Algo que teníamos a nuestro favor son los oracionales con la Palabra para
cada día del año. Creo que eso fue una inspiración del Espíritu Santo. Quien los pensó se
dejó mover por la acción del Espíritu. La oportunidad se nos presentó en un fin de semana
que estaba demasiado lluvioso y los caminos estaban intransitables. Llamé a cada una de
las comunidades para decirles que no podía ir, pero que por favor se reunieran, y que
compartieran la palabra y que abrieran la Iglesia. Mientras ellos lo hacían yo oraba para que
Dios guiara la experiencia que se estaba iniciando con la Palabra.
El día lunes en la mañana me tomé el trabajo de llamar a cada comunidad porque quería
saber cómo les había ido. Las reacciones fueron diversas:
- Hubo personas que se animaron a cantar, dijeron que no sabían que les gustaba
tanto el canto.
- Hubo otros que no sabían que tenían el don de la oración, ese día descubrieron que
tenían facilidad para orar en público, algo que a muchos les cuesta.
- Hubo algunos a los que les gustó mucho la predicación, incluso algunas personas
decía, jocosamente, que tenían que callarlos.
Esta experiencia fue decisiva y marcó un antes y un después en la vida parroquial. Desde
ese día las comunidades a las que no le es posible celebrar la santa misa se reúnen para leer
la palabra, para orar, para alabar a Dios y para interceder por las necesidades de los demás.
Fue impactante para mí encontrar un día a uno de los líderes de una comunidad comprando
el oracional, cuando le pregunto qué estaba haciendo la respuesta fue: “comprando el
machete para el domingo” (forma jocosa de decir que estaba comprando el oracional). Me
gustó saber que las comunidades se estaban reuniendo incluso para orar por las personas
que están pasando por alguna dificultad. Desde aquella vez las comunidades se han podido
reunir en torno a la Palabra de Dios, comprendieron que podían reunirse aun sin la
presencia del Sacerdote, alabar a Dios y crear comunidad.

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