Está en la página 1de 1

Calibán y la bruja. Silvia Feredici.

Gerardo Osvaldo Sánchez Ibarra. 292032.

En Inglaterra, la suerte de las «brujas buenas» fue sellada en 1604 cuando un estatuto
aprobado por Jacobo I estableció la pena de muerte para cualquiera que usara los espíritus y
la magia, aun si no fueran causantes de un daño visible. Se persiguió entonces a la curandera
del pueblo y a aquellas mujeres que tienen un saber empírico con las hierbas, esto retraso de
cierta manera el ascenso a la medicina profesional La comparativa de las brujas no era con
los magos del Renacimiento, sino con los indígenas americanos colonizados y los esclavos
africanos. Una bruja, supuestamente, podía castrar a los hombres o dejarlos impotentes, ya
sea congelando sus fuerzas generativas o haciendo que su pene se levantase y se cayese según
su voluntad. En este periodo, donde se da la caza de brujas, se habla de un solo Diablo, un
Diablo masculino por cierto, en contraste con las figuras femeninas (Diana, Hera, la Signora
del Gioco). La bruja era el sujeto social más peligroso, el menos controlable; era ella quien
podía dar dolor o placer, curar o causar daño, mezclar los elementos y encadenar la voluntad
de los hombres; incluso podría causar daño sólo con su mirada, un malocchio (mal de ojo)
que presumiblemente podía matar. Esta descalificación machista, que las plantaba como
superiores, tenía la intención de descalificar las, pues incluso con todo su poder, las mujeres
tenían que ser retratadas como serviles a un hombre y el punto culminante de su rebelión —el
famoso pacto con el Diablo— tenía que representarse como un contrato de matrimonio
pervertido. Pero las brujas también eran acusadas de generar una excesiva pasión erótica en
los hombres, de modo que a los hombres atrapados en algo ilícito les resultaba fácil decir que
habían sido embrujados o, a una familia que quería poner término a la relación de un hijo
varón con una mujer que desaprobaba, acusar a ésta de ser bruja. Para sellar esta ecuación, las
brujas fueron con frecuencia acusadas de cambiar de forma y tomar apariencia animal, siendo
el sapo, el animal al que se hacía referencia más comúnmente; el sapo, en tanto símbolo de la
vagina, sintetizaba la sexualidad, la bestialidad y el mal. Tal era la presencia de los animales
en el mundo de las brujas, en el que debemos suponer que ellos también estaban siendo
juzgados. Pero la caza de brujas llegó a finales del siglo XVII, ya que para esa época la clase
dominante gozaba de una creciente sensación de seguridad en relación con su poder y no
porque hubiese surgido una visión del mundo más ilustrada. La caza de brujas, una actividad
de la humanidad puede ser considerada como repugnante e ignorante,, práctica que además
fue promovida por la iglesia, una entidad del estado capaz de darle forma a las normas, solo
con el pretexto de una causa divina, mataron a cientos de mujeres.

También podría gustarte