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Independencia de

Centroamérica
Movimiento independista de
Centroamérica

Se denomina Independencia de
Centroamérica[Nota 1] ​al proceso
emancipador, a través de la firma del Acta
de Independencia de Centroamérica el 15
de septiembre de 1821, por parte de los
actuales países de Guatemala, Honduras,
El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, en el
cual rompen lazos con el Imperio
Español.[1] ​La entonces capitanía estaba
conformada, por las entonces provincias
de Guatemala, Chiapas, Comayagua, San
Salvador, Nicaragua y Costa Rica. La
suscripción del documento trajo como
consecuencia la independencia del
Gobierno Español.
Independencia de Centroamérica

Cuadro del chileno Luis Vergara Ahumada de


1957, que interpreta la celebración del Primer
Grito de Independencia de Centroamérica en
San Salvador.
Contexto del acontecimiento

Fecha 5 de noviembre de
1811 - 15 de
septiembre de 1821
Sitio  Centroamérica:
 Guatemala,  El
Salvador,  Honduras,
 Nicaragua,  Costa
Rica
Impulsores Gente de América
Central
Diputación provincial
y Ayuntamiento de
Guatemala
Próceres
centroamericanos
como El Salvador
Motivos Abolición de las leyes
establecidas por el
Imperio español, y la
Declaración de
Independencia.
Influencias Republicanismo
ideológicas de los Liberalismo
impulsores Presidencialismo
Gobierno previo

Gobernante Rey Fernando VII


Forma de gobierno Provincia de
Guatemala,
Monarquía de España
Gobierno resultante

Gobernante Gabino Gaínza


Forma de gobierno Provincias Unidas del
Centro de América,
República federal y
Democracia
representativa

A diferencia de los demás países


americanos, ambos fueron procesos
relativamente pacíficos. El movimiento
independentista centroamericano tomó
como ejemplo la independencia de los
Estados Unidos y la revolución francesa,
que terminó con las desigualdades y
privilegios, y fue influenciado por las ideas
del reformismo ilustrado español y de la
ilustración racionalista europea.

La independencia centroamericana tomó


impulso después de la ocupación francesa
de 1808 en España, que creó un caos
político en la península ibérica que terminó
con la formación de diferentes grupos de
resistencia popular mejor conocidas como
Juntas. Estas crearon un gobierno español
clandestino y promulgaron la Constitución
de 1812, que tuvo un efecto directo en
toda América. El primer movimiento
independentista en Centroamérica se dio
en el 5 de noviembre de 1811, cuando una
conspiración encabezada por los curas
José Matías Delgado y Nicolás Aguilar
intentó apoderarse de unas armas que
existían en la casamata de San Salvador.
A este movimiento le siguieron revueltas
en Nicaragua, la conjuración de Belén y
otros movimientos de 1814 a 1821. Una
reunión entre las mismas autoridades
coloniales y una junta de notables
compuesta por líderes religiosos y criollos
ilustrados, terminó el 15 de septiembre de
1821 con el dominio español en la antigua
capitanía general de Guatemala, que
comprendía el actual territorio del estado
de Chiapas y las repúblicas de Guatemala,
Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa
Rica.

Acontecimientos previos

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de


Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz).

La obtención de la independencia de
Centroamérica fue pacífica, a diferencia de
los otros países americanos, los cuales
libraron fieras batallas para lograr
convertirse en Estados independientes.
Muchos fueron los factores que
culminaron en la independencia de la
antigua Capitanía General de Guatemala,
pero los predominantes fueron: la
influencia de ideas revolucionarias de la
Ilustración europea, la independencia de
los Estados Unidos de América y el
descuido de Centroamérica por parte de
España debido a los cambios socio-
políticos en la misma península ibérica.

En 1808 los franceses, gobernados en ese


entonces por Napoleón Bonaparte,
invadieron España, destronaron al rey
Fernando VII y coronaron en su lugar a
José Bonaparte como José I.

El 2 de mayo de 1808, mismo día en el que


se produjo el levantamiento en Madrid
contra la ocupación francesa, en
Guatemala, el cartaginés costarricense
Pablo Alvarado, quien era pasante de
estudios de medicina en la Universidad de
San Carlos, hizo circular un panfleto
denominado El Hispano – Americano. En
él hablaba de libertad e independencia y
se constituyó como el primer acto de
independencia de toda la América
hispana. Fue encarcelado en Guatemala y
recobró su libertad en marzo de 1809. [2] ​

Los españoles se rebelaron en contra del


invasor y se negaron a reconocer al nuevo
monarca. Esto produjo un caos político en
la península ibérica que terminó con la
formación de diferentes grupos de
resistencia popular, más conocidas como
Juntas. Estas estaban compuestas por
militares, representantes del alto clero,
funcionarios y profesores, todos ellos
conservadores, quienes terminaron
creando un gobierno español clandestino.
Durante esta crisis, la Junta Central
Suprema, que se creó tras la derrota
francesa en la Batalla de Bailén, ordenó
mediante decreto del 22 de mayo de 1809
la celebración de Cortes extraordinarias y
constituyentes. Las Cortes, previstas para
1810, por el avance napoleónico, tuvieron
que reunirse primero en San Fernando,
entonces Isla de León, y después en Cádiz.
El Rey, Fernando VII.

El 24 de septiembre de 1810 se celebró la


primera sesión de las Cortes
Extraordinarias y Constituyentes en la
ciudad de San Fernando. Fue en esta
localidad donde se promulgaron los
decretos relativos a la Soberanía Nacional,
la división de poderes, la igualdad, la
legalidad y la libertad de imprenta. Todo
ello sentó las bases del Estado
democrático y de derecho, así como el fin
del Antiguo Régimen y el inicio de un nuevo
tiempo para los españoles de los ambos
hemisferios, la Península y las colonias en
América.

La tarea de las Cortes de Cádiz fue crear


un cuerpo legislativo (leyes) de carácter
liberal sobre el que establecer un nuevo
orden social que acabara con la sociedad
estamental que había caracterizado a
España hasta entonces. El producto de
esta labor fue la Constitución de 1812.
Todos estos movimientos socio-políticos
en la península fueron bien recibidos por
los criollos y resistidos por la oligarquía
centroamericana.

Antes ya había tenido su repercusión en el


istmo centroamericano la independencia
de los Estados Unidos de América a
través de La carta de Filadelfia, del 4 de
julio de 1776.[3] ​En ella se estipula que los
gobiernos tenían la obligación de
garantizar la libertad, la vida y la felicidad
de los habitantes; si los gobiernos no
cumplían esta obligación, las personas
podían cambiarlas. Estas ideas resonaron
en las mentes de los criollos, quienes
experimentaban el menosprecio por parte
de los peninsulares. Estos se reservaban
los mejores empleos, los altos cargos
públicos, militares y religiosos.

Las ideas del reformismo ilustrado


español y de la ilustración racionalista
europea, principalmente la francesa, que
desembocó en la revolución que terminó
con desigualdades y privilegios, también
repercutió en Centroamérica:[3] ​a finales
del siglo xviii las obras francesas de
autores como Montesquieu, Rousseau, de
otros enciclopedistas y de otros autores
franceses e ingleses llegaron a las
bibliotecas de algunos ilustrados
españoles; así, ideas como el contrato
social ejercieron una atracción notable en
los criollos centroamericanos que se
educaban en las escuelas reformadas que
había abierto el arzobispo Cayetano
Francos y Monroy, quien llegó a
Guatemala como arzobispo en sustitución
de Pedro Cortés y Larraz cuando este
renunció a principios de la década de
1780.[4]

Francos y Monroy estaba muy involucrado


con las corrientes liberales de los
filósofos ingleses y de Jean-Jacques
Rousseau que proporcionaron nuevos
lineamientos en la pedagogía y la
formación intelectual de las nuevas
generaciones.[4] ​Francos y Monroy inició
en la Nueva Guatemala de la Asunción una
reforma educativa, pues a su llegada
solamente estaba la escuela de Belén, la
que era incapaz de atender a todos los
escolares, pues la población ascendía a
veinte mil habitantes.[4] ​Las escuelas no
funcionaban porque los jesuitas habían
sido expulsados en 1767 y el resto de
entidades civiles y religiosas estaban
trabajando arduamente en construir sus
nuevos edificios tras el traslado desde la
ciudad de Santiago de los Caballeros de
Guatemala en 1776.[4] ​Francos y Monroy
fundó dos escuelas de primeras letras, la
de San José de Calasanz y la de San
Casiano, fundó un nuevo colegio que llamó
«San José de los Infantes» y contribuyó
económicamente para finalizar la
construcción del Colegio Tridentino de la
Nueva Guatemala de la Asunción, entre
otros establecimientos.[4] ​

La nueva orientación pedagógica de


Francos y Monroy tenías tres objetivos:
ciencias, costumbres y religión. De esta
forma, se dio conocimiento a los niños
adecuado a su edad y se les
proporcionaron principios que poco a poco
fueron desarrollando ciudadanos con
mentalidad distinta a la acostumbrada y
quienes en años posteriores serían
protagonistas de los movimientos
independentistas.[4] ​Las familias criollas
enviaban a sus hijos a estudiar a la capital
en Guatemala, razón por la que las nuevas
ideas de Francos y Monroy se diseminaron
entre los futuros próceres de la
Independencia.
Primer grito

José Matias Delgado este


prócer se convierte en
figura clave del
levantamiento del 5 de
noviembre de 1811 contra
la corna española.
Participó decididamente
en los eventos que dieron
lugar a la proclamación de
independencia, tras la que
fue nombrado intendente
de San Salvador. En julio
de 1823 preside el
Congreso Nacional.
Fallece en el año de 1832 y
un año más tarde es
designado, por decreto,
Benemérito del Estado de
El Salvador.

El 5 de noviembre de 1811 estalló en la


provincia de San Salvador (la cual cubría la
mayor parte de lo que ahora es El
Salvador) una conspiración encabezada
por los curas José Matias Delgado y
Nicolás Aguilar, dos hermanos de este
último y los señores Juan Manuel
Rodríguez y Manuel José Arce. Su plan
consistía en apoderarse de unas armas
que existían en la casamata de San
Salvador y de doscientos mil pesos
depositados en las arcas reales, con lo
que creyeron era suficiente para lanzar el
grito de la libertad.[5] ​

Según el plan, los fusiles serían puestos en


manos de rebeldes de esta ciudad
especialmente en los del barrio de El
Calvario. Una vez consumado esto,
desconocerían la autoridad del intendente
de la provincia, Antonio Gutiérrez de Ulloa,
fundarían una Junta Popular de gobierno y
procurarían hacer extensivo el movimiento
a los demás puntos de la Provincia. Los
revolucionarios contaban con la
participación de las poblaciones de
Metapan, Zacatecoluca, Usulután, y
Chalatenango.

Parte del plan fue llevado a cabo por Los


revolucionarios, porque lograron deponer
al intendente, pero no lograron convencer
a los ayuntamientos de los pueblos de San
Miguel, Santa Ana, Sonsonate, y San
Vicente; estos resistieron la idea
independentista. Los cabecillas de aquel
movimiento comenzaron a desalentarse y
la insurrección de grupos que corrían en
las calles sin objeto alguno, aunque sin
causar el menor desorden a particulares.

Al saberse de este movimiento en


Guatemala, se comenzó a reclutar tropas
para aumentar el orden a la Provincia
insurrecta pero habiendo aceptado el
Capitán General la mediación del
ayuntamiento de Guatemala, llegaron a
San Salvador los regidores Juan José de
Aycinena y Piñol y José María Peinado
facultados para recibir el gobierno de la
Provincia. A estos sujetos se agregó el
arzobispo de Guatemala fray Mariano
Vidaurre y otros misioneros destinados a
predicar contra los insurgentes.

El 3 de diciembre llegaron a San Salvador


Aycinena y Peinado; el pueblo que una vez
favoreció a los insurrectos recibió con
júbilo la llegada de los pacificadores y el
orden fue restablecido. El padre Delgado
fue llamado a Guatemala, los misioneros
predicaron con buen resultado y se les
concedió una amnistía a los implicados en
el movimiento revolucionario, quedando
Peinado en el ejercicio del mando político
y militar de la Provincia de San Salvador.[6] ​
Conjuración de Belén

El capitán general de Guatemala,


José de Bustamante y Guerra.

En 1810 José de Bustamante y Guerra fue


nombrado Capitán General de Guatemala,
en una época de gran actividad
independentista; desarrolla una política
reformista de corte ilustrado, pero ante la
revolución de Miguel Hidalgo y Costilla y
José María Morelos en México preparó
tropas en Guatemala y creó el «cuerpo de
voluntarios de Fernando VII» y desde su
puesto se enfrentó a los
constitucionalistas locales, reprimiendo
duramente a los insurgentes y se opuso
firmemente a la constitución liberal de
1812.

Desde el 28 de octubre de 1813, y después


de la elección del rector de la Real y
Pontificia Universidad de San Carlos
Borromeo,[7] ​se habían celebrado en la
celda prioral del Convento de Belén varias
juntas organizadas por fray Juan
Nepomuceno de la Concepción. Los que
allí se reunían juraban mantener en secreto
lo tratado, sin embargo, es probable que
leyeran una proclama de José María
Morelos y discutieran la posibilidad de
destituir al Capitán General Bustamante y
Guerra.[7] ​En noviembre hubo otra reunión
en casa de Cayetano y Mariano Bedoya,
hermanos menores de doña Dolores
Bedoya de Molina, y cuñados de Pedro
Molina Mazariegos.[8]

Arzobispo de Guatemala Ramón


Casaus y Torres, colaboró con el
Capitán General José de
Bustamante y Guerra y se opuso a
los movimientos liberales
independentistas.
la representación de la firma del acta
del 15.sept.1821 en el Parque Xetulul,
en Guatemala. Resalta el presbítero
salvadoreño Dr. José Matías Delgado
y de León, último comisario del Santo
Oficio en la Intendencia de San
Salvador.

El 21 de diciembre de 1813, Bustamante y


Guerra, se enteró de que en el Convento de
Belén se reunían sediciosos para intentar
una sublevación, dictó un auto para que el
capitán Antonio Villar y su ayudante,
Francisco Cáscara, apresaran a los
religiosos de ese monasterio. En la
acometida resultarían presos el doctor y
presbítero Tomás Ruiz Romero, y su
hermano José; los hermanos Bedoya,
Cayetano y Manuel; el teniente Joaquín
Yúdice; el sargento primero León Díaz;
Andrés Dardón; y los frailes Manuel de San
José y Juan Nepomuceno de la
Concepción.[7] ​Esta resolución fue
comunicada por el alcalde del
ayuntamiento el día 24. De ahí en adelante,
hasta el siguiente mes, otros resultarían
apresados:

Víctor Carrillo y Benito Miquelena, frailes


mercedarios
Felipe Castro y Rafael Aranzamendi,
sargentos primeros del Batallón de
Milicias
Manuel Ibarra y Juan José Alvarado,
empleados
Mariano Cárdenas, agricultor
latifundista
José Ruiz, pasante de derecho
Manuel Tot, líder indígena de Verapaz; y
Venancio López, abogado y síndico del
Ayuntamiento criollo.

También se libró orden de captura contra


el regidor José Francisco Barrundia, quien
logró escapar.[9] ​

El Capitán General se percató de la conjura


por medio del teniente Yúdice, a quien se
habrían sumado José de la Llana y
Mariano Sánchez.[8] ​Asimismo,
Bustamante comisionó a su sobrino el
carmelita fray Manuel de la Madre de Dios
en la casa de correos, para que abriese
toda correspondencia que cayera en sus
manos.[Nota 2]

José Cecilio del Valle, redactor del


acta de independencia.

Bustamante y Guerra después denunció a


su sucesor nombrado Juan Antonio de
Tornos, Intendente de Honduras, por
supuestas tendencias liberales y así logró
su confirmación en su puesto por
Fernando VII en 1814.

El comunicado de las penas se dio el 18


de septiembre de 1814, el fiscal asignado
Don Antonio Villar, emitió su veredicto, en
el que daba por probados los hechos, y
sentenciaba con las siguientes penas a los
implicados. José Francisco Barrundia -
alférez de Dragones y regidor del
ayuntamiento-, Joaquín Yúdice, el
presbítero Tomás Ruiz y fray Víctor
Castrillo fueron sentenciados a pena de
muerte por medio de garrote, mientras que
todos los demás fueron sentenciados a la
pena de horca. Solamente fray Benito
Miquelena, Francisco Montiel y José Ruiz
se salvaron de ser sentenciados a muerte,
pero fueron condenados a diez años de
cárcel en África, y destierro perpetuo de
los dominios de América.[10]

De los arriba mencionados Barrundia e


Ibarra huyeron; los demás fueron
reducidos a estrecha prisión y
encausados. Cinco años después fueron
puestos en libertad por orden del Rey
Fernando VII. En cuanto a Bustamante y
Guerra, este fue destituido en agosto de
1817 y volvió a España en 1819. Ese
mismo año entró nuevamente a formar
parte de la Junta de Indias.[Nota 3] ​

1814

Juan Manuel Rodríguez, alcalde


primero de San Salvador en 1814 y
uno de los líderes del Segundo
movimiento independentista en San
Salvador de 1814.

El 24 de enero de 1814, se llevó a cabo en


San Salvador un segundo movimiento
independentista, con amplia participación
popular, pero al igual que los anteriores
terminó siendo desastroso. Santiago José
Celís, uno de los líderes fue asesinado, y
los demás cabecillas fueron arrestados.

En mayo de 1814, Fernando VII regresó a


España como rey, e inmediatamente
restableció el absolutismo, derogando la
Constitución de Cádiz. Los efectos de las
medidas reales se hicieron sentir en
Centroamérica, donde el Capitán General
de Guatemala, José de Bustamante y
Guerra, desató una persecución en contra
de los independentistas y los defensores
de las ideas liberales, que se prolongaría
hasta la destitución de Bustamante en
1817.[11] [12]

La Proclamación de la
independencia
En 1818 el implacable Bustamante dejó el
poder y le sustituyó Carlos Urrutia, un
hombre de carácter débil en cuyo gobierno
los independentistas ganaron terreno. En
1820 el rey de España Fernando VII se vio
forzado a restablecer la constitución de
1812, con lo que nuevamente se
implementó en Centroamérica la libertad
de prensa. En ese mismo año el doctor
Pedro Molina Mazariegos comenzó a
publicar El Editor Constitucional, periódico
en cual criticó al gobierno de la colonia,
defendió los derechos de los criollos
centroamericanos y se promovió la
independencia.

En México, la revolución obtuvo un


completo triunfo y a través del Plan de
Iguala declaró su independencia total de
España el 24 de febrero de 1821. Esta
noticia desconcertó a las autoridades
españolas de Guatemala y la vez sirvió de
estímulo a la causa independentista. El 9
de marzo, presionado por los liberales
independentistas, el Capitán General dejó
el puesto para que fuese ocupado por el
sub-inspector del ejército Gabino Gaínza.
Gaínza era del agrado de los
independentistas, porque además de ser
un hombre de una edad muy avanzada,
también era de carácter débil y voluble.
Bajo su mando, Centroamérica
experimentó una agitación social de
niveles intolerables. Esta situación obligó
a la diputación provincial a solicitar a
Gainza una reunión para discutir el difícil
tema de la independencia.

Gainza entonces, atendiendo este


llamado, reunió una junta de notables
compuesta por el señor arzobispo,
diputados, jefes militares, los prelados de
las órdenes religiosas, y empleados de
hacienda. En aquella memorable reunión
presidida por el mismo Gainza, los
presentes externaron con libertad su
opinión. El señor José Cecilio del Valle
tomó la palabra y en un largo discurso
demostró la necesidad y la justicia de la
independencia, pero manifestando que,
para proclamarla primero debía oírse el
voto de la Provincias.

Sin embargo, el pueblo que asistía a tan


importante acto pidió a voces la
independencia, y esta fue proclamada el
15 de septiembre de 1821. Valle redactó
aquel memorable documento, así mismo
también redactó el Manifiesto que publicó
el Capitán General Gainza sobre el gran
suceso de la independencia.

Firma de la Independencia, pintura de Luis Vergara


Ahumada. Que representa el momento en que el padre José
Matías Delgado firma el acta.

1. º Que siendo la independencia del gobierno


español la voluntad general del pueblo de
Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine
sobre ella el Congreso que debe formarse, el
señor jefe político la mande publicar, para
prevenir las consecuencias que serían temibles
en el caso de que la proclamase de hecho el
mismo pueblo.
— Art. 1 del Acta de Independencia.
En el Acta de la Independencia se fijaron
las bases de un nuevo régimen: se
determinó que se eligiesen por las
Provincias, Representantes para formar el
Congreso de la nación, al que debía
corresponder la fijación de la forma de
gobierno,"[13] ​y la formación de la
constitución. También se determinó "que
la elección de Representantes se hiciese
por las mismas juntas electorales que
había elegido diputados a las cortes de
España, observándose las leyes anteriores
para el procedimiento de la elección: que
las provincias eligiesen Representantes
sobre la base de un Diputado por cada
quince mil habitantes.[13]
Que el congreso Constituyente se reuniese
el 1 de marzo de 1822 y que hasta su
reunión no se hiciese alteración alguna en
la observación de las leyes españolas, ni
con respecto a los tribunales y
funcionarios existentes. Además se
estableció que se conservase la religión
católica en toda su integridad y pureza; y
que mientras el país se constituía, el jefe
Gabino Gainza continuase con el gobierno
superior, político y militar, obrando de
acuerdo con una Junta Provisional
Consultiva."[13] ​

Ese mismo día el Jefe político Gabino


Gainza emitió un manifiesto para toda la
población de la Capitanía General de
Guatemala luego de haberse firmado el
Acta de Independencia y que acompañó
en la notificación a las demás provincias
del reino.[14] [15]
​ ​

Manifiesto del gefe


politico a los
ciudadanos de
Guatemala[Nota 4] ​

Otros Gobiernos hablan


de necesidades del fisco
creadas ó aumentadas
por su mano, de planes
trasados ó providencias
meditadas por ellos
mismos, de autos
proveidos, ó medidas
tomadas por el
dictamen de un asesor,
ó el consejo de un
valído.

El Gobierno de
Guatemala os habla,
Ciudadanos, de lo que
vosotros mismos habeis
deseado, de lo que
vosotros mismos habeis
proclamado.

Desde el año de 10.


empesaron á
commoverse las dos
Americas meridional y
septentrional: desde
entonces empesaron á
defender sus derechos, y
sostener sus tìtulos:
desde entonces
empesaron los acentos,
y comensaron las voces
de libertad é
independencia.

Guatemala, colocada en
medio de una y otra
América, èra
espectadora alegre y
tranquíla de àmbas. Sus
hijos oían con placer las
voces observaban con
gozo los pasos de los
que siempre han creído
hermanos suyos; y si nó
publicaban con el labio
los sentimientos que
habia en el pecho, eran
sin embargo
americanos; amaban lo
que era amado:
deseaban lo que era
ansiado.

El movimiento que se
propaga en lo fisico con
celeridad, marcha
tambien en lo politico
con rapides; y era
imposible que
commovida al Sur y al
Norte toda la masa de
este continente, siguiese
el centro en reposo.

Resonó en la Nueva
España la voz de
independencia, y los
ècos se oyeron al
momento en Guatemala:
Se encendió entonces el
deseo que jamas se
habìa apagado; pero los
Guatimaltecos pacificos
siempre y tranquílos,
esperaban que los de
Mexico llegasen à su
ùltimo termino. Duró
meses esta espectativa;
pero la energía de los
sentimientos crece en
progresion. Las noticias
de N. España la
aumentaban á cada
correo. Se movió
Oaxaca; y el
movimiento pasó à
Chiapa, que es en
contacto con ella.

Era natural que se


comunicase á todas las
Provincias, por que en
todas ellas es una la
voluntad, uno el deseo.
Mantenerse indiferentes
era quedarse aìslados:
exponerse á divisiones
funestas: cortar
relaciones: y sufrir
todos los riesgos.

Este discurso de los


hijos de Guatemala
produjo los efectos del
rayo. Abrazó los pechos:
encendió los deseos, y el
Gobierno, espectador de
ellos, consultó al
instante á la Excma.
Diputacion Provincial
llevando à su vista los
papeles oficiales de
Chiapa.
Conforme con su
acuerdo, mandé que al
dia siguiente 15. de este
mes, se reuniesen en
Palacio, el Illmo Señor
Arzobispo, los SS. que
diputase la Excma.
Audiencia territorial, el
Excmo. Ayuntamiento,
el venerable Señor Dean
y Cabildo, el M. I.
Claustro, el Consulado,
el M. I. Colegio de
Abogados, los Gefes
militares y de Rentas,
los Prelados regulares, y
los funcionarios
pùblicos.

El Pueblo no fué
indiferente à un asunto
que era suyo. Se reunió
en torno de Palacio, en
la calle, en la plaza, en
el portal, en el àtrio, en
el Corredor y ante sala.
Manifestó la
moderacion que le ha
distinguido siempre;
pero acreditó que sabe
amar su causa y
celebrar sus intereses.
Quando algunos
funcionarios, sin resistir
la independencia, decian
solamente que se
esperase el resultado
final de Mexico, un
mormullo sordo, pero
perceptible indicaba la
desaprovacion. Quando
los Prelados ú otros
empleados
manifestaban que la voz
de Guatemala es la de
América, y que era
presiso atender sus
acentos, el clamoreo
General publicaba los
votos de la opinion.
Quando se añadió, que
la institucion de nuevo
Gobierno y sancion de
ley fundamental deben
ser obra de los
representantes de los
Pueblos, los VIVAS
fueron tambien señal
indudable de la
voluntad general.

Fué inéquivoco el
resultado de la
discucion, y teniendolo
presente acordé de
conformidad con lo
consultado por la
Excma. Diputacion
Provincial y SS.
Individuos del Excmo.
Ayuntamiento todos los
puntos expresos en el
acta que tengo el honor
de circular.

Miradla Ciudadanos,
como el preliminar de la
Carta grande que debe
asegurar vuestros
derechos. Guatemala es
un todo hermoso
compuesto de Cartago y
Leon, Comayagua, y
Tegucigalpa, San
Salvador y San Miguel,
Sacatepeques y
Escuintla,
Quesaltenango y
Chiapa, Sonsonate y
Suchiltepeques, Sololá,
Totonicapan y
Chimaltenango, Verapaz
y Chiquimula. Que
vengan á esta Capital
sus Diputados ò
Representantes: que
manifiesten á la faz del
mundo la voluntad de
sus provincias: que
designen la forma del
gobierno, y decreten la
Constitucion polìtica
que os hade elevár á la
felicidad á que os llama
la posicion geografica
de vuestro suelo.

Este es el deseo del


Gobierno: esta es la
voluntad de las
Autoridades: estos son
los sentimientos de
Guatemala.

Si en todos Paises y
edades la union es la
fuerza de los Pueblos, en
el presente es mas que
en todos tiempos
precisa y necesaria. El
Gobierno la recomienda
á los Ciudadanos: la
recomienda á los
Pueblos: la recomienda
á las Provincias. Que
haya diviciones cuando
la ley misma divide en
dos sociedades á los
individuos de una
sociedad: que las haya
cuando la ley eleva à
unos Pueblos sobre la
ruina de otros. Pero en
un gobierno libre, en un
gobierno que debe ser
instituido por la
voluntad misma de los
representantes de los
Pueblos, deben cesar los
motivos de divicion,
triunfar la union, y
desaparecer las causas
de los partidos.

Elegid, Ciudadanos
individuos de las juntas
electorales de Provincia,
Diputados dignos de los
Pueblos que han de
representar: elegid á
hombres penetrados del
entuciasmo eroico de la
América: elegid
talentos: buscad genios
bastante grandes para
formar la legislacion
que deba regiros en lo
sucesibo.

Todo va á ser obra


vuestra, Ciudadanos.
Vuestra voluntad es la
que formará el
Congreso; y el Congreso
que formeis es el que
hará vuestra ventura ó
infelicidad. Meditad,
Ciudadanos, la obra
grande que se pone en
vuestras manos. Vuestra
voluntad decidirá el
gobierno; y Yo sensible á
los votos que me há
dado el Pueblo, sensible
á la confianza que me
hà echo tanto honor,
juré oy, y juraré quando
se decrete vuestra
Constitucion, ser fiel al
gobieno Américano, y
sostenerle con las
fuerzas que habeis
puesto à mi mando.

Palacio nacional de
Guatemala 15. de
Setiembre de 1821.

Gavino Gainza.
Contexto y desigualdades
sociales
La historia oficial destaca el rol que
asumieron las élites de origen español y
criollo en las diferentes provincias de
Centroamérica. Los estudios de Samuel
Stone muestran que las élites de poder en
Centroamérica provienen de pocas
familias que generaron por más de 500
años alianzas estratégicas familiares y
comerciales en la región, que les
permitieron permanecer en el poder
político y económico.[16]
Criollos Celebran al conocer la
declaración de independencia de
España el 15 de septiembre de 1821.

Pintura de Luis Vergara Ahumada.


Muestra al diputado, José Simeón
Cañas promulgando su famoso
discurso, la abolición de la esclavitud.

Según Edelberto Torres-Rivas, la


estratificación social del Reino de
Guatemala en los albores de la
Independencia (1820), incluía a 40.000
criollos y españoles, 300.000 castas y
mestizos y 600.000 indios, de los cuales
casi la mitad de esa población vivía en
Guatemala.[17] ​En el caso de Costa Rica,
la provincia más lejana, habitaban
alrededor de 60.000 personas; de acuerdo
con el Censo de 1823-24 se contabilizó un
total de 57.146 habitantes, sin incluir el
Partido de Nicoya.[18] ​Al momento de la
independencia de España, la élite
económica y política asume el poder de
los principales estamentos de los
gobiernos en las provincias. Los más
eruditos asumieron la tarea de redactar
las Actas de Independencia, así como los
pactos sociales y acuerdos durante el
proceso de transición que culminaron con
su adhesión temporal al Imperio de
Iturbide en México (1822-1823), que luego
pasaron a conformar la República Federal
de Centroamérica (1824-1839) y
posteriormente las Constituciones
políticas de las repúblicas independientes.

Los estudios de Marta Elena Casaús Arzú


explican la configuración de éstas élites
como redes familiares que fueron tejiendo
alianzas estratégicas para sostener una
privilegiada posición social mediante
estrategias de dominación en las
estructuras de poder político y económico,
estrechamente articuladas con la Iglesia
Católica. Estas redes familiares estaban
ligadas por cuatro factores
fundamentales: las alianzas comerciales,
los matrimonios, la proximidad geográfica
y su procedencia étnica y como socios
dentro de las organizaciones gremiales,
políticas, educativas, religiosas, culturales
y sociales. Las estrategias utilizadas
fueron mediante los pactos matrimoniales,
las relaciones socio-económicas, la
participación política, la institucionalidad
religiosa, los patrones de inversión, tierra-
capital, infraestructura y  otras formas de
organización propia, que les permitieron
sobrevivir desde la invasión española
hasta hoy en día.[19] ​

En 1539 llegan las primeras mujeres


españolas a Centroamérica. Unos 15 años
después de que se inició la conquista en
1524. Esto explica el acelerado proceso
de mestizaje, producto de actos de
violencia o enamoramiento, que dieron
lugar a las primeras generaciones de
criollos. Al respecto,  Casaus Arzú destaca
que solo los mestizos de la primera
generación fueron considerados
españoles de pleno derecho. Un ejemplo
de ello fue Leonor, hija del conquistador
Pedro y Luiza de Alvarado de Xicotencatl,
Guatemala, de donde se origina una de las
20 familias que pudieron reproducir su
linaje y lograr que su estirpe
sobreviviera.[19] ​  Para el sociólogo político
Samuel Stone, la configuración de estas
élites se extendió a toda Centroamérica,
donde las alianzas y parentescos tienen
antepasados comunes, pero a su vez cada
república se fue diferenciando una de la
otra conforme adoptaron sistemas
políticos y culturales diferentes.[20] ​

Desde las primeras medidas tomadas por


los primeros gobernantes de
Centroamérica, se definieron lineamientos
internos en cada provincia que excluyó a
amplios sectores de la población, entre
ellos a las mujeres, que no tenían
derechos al voto y un limitado acceso a la
educación, a las personas menores de
edad, quienes no tenían acceso a la tierra
o a recursos de capital, o las poblaciones
indígenas y afrodescendientes. La
abolición de la esclavitud en
Centroamérica fue declarada por decreto
de la Asamblea Nacional Constituyente el
11 de marzo de 1824, a iniciativa del
presbítero José Simeón Cañas, a cambio
de una compensación a sus dueños o
patronos.[21] ​

Mujeres en la Independencia

Francisca Carrasco Jiménez, Costa


Rica
En los años anteriores a la Independencia
ya habían llegado las noticias de la
Revolución francesa y empezaban a
debatirse, en círculos muy cerrados de
mujeres, ideas de libertad, igualdad,
fraternidad. Sin embargo, son escasas las
referencias de mujeres, en Guatemala
destaca el aporte de María Josefa
Granados, escritora que debatía
cuestiones políticas.[22] ​Según los
estudios de la historiadora hondureña
Anarella Vélez Osejo, el papel de las
mujeres en el proceso de independencia
de la región centroamericana (1810-1842)
fue relevante y destaca los nombres de
algunas de las más reconocidas. [23] ​En
Guatemala es relevante el rol de Dolores
Bedoya de Molina (1783- 1853) quien salió
a las calles de la Ciudad de Guatemala
animando a la población para que apoyara
la firma del Acta Independencia.[24] ​En El
Salvador, María Feliciana y su hermana
Manuela Miranda, jugaron el papel de
divulgar entre los criollos que se estaban
organizando el primer movimiento
independentista en San Salvador,
convirtiéndose en voceras de la campaña
de Sensuntepeque. También tomaron las
armas en la insurrección del 19 de
diciembre de 1811. Manuela Antonia Arce
y María Felipa Aranzamendi fueron
defensoras de sus esposos encarcelados
en Guatemala y San Salvador por
rebelarse en contra del imperio colonial.
Fueron activistas, conspiradoras, espías y
mensajeras. Mercedes Castro fue fusilada
en San Miguel por su lucha libertaria.
Josefina Barahona, Micaela y Feliciana
Jerez también aportaron al proceso
libertario. [25] ​En Nicaragua, Josefa
Chamorro fue una figura clave de su
tiempo en Granada. Su casa funcionó
como espacio seguro para los grupos que
lucharon contra la autoridad española. En
1812 fue detenida y acusada de haber
proveído alimentos a caudillos
revolucionarios, ocultar armas y efectuar
reuniones políticas. Francisca Carrasco
Jiménez, o Pancha Carrasco, es conocida
por haber tomado las armas, también
apoyó como cocinera, lavandera y
enfermera.[26] ​

Pese a estos casos puntuales, la


estructura ejercía un control de las
mujeres, mediante la explotación del
trabajo gratuito y forzado a través de
preceptos religiosos y patriarcales que
normalizaban la condición de
subordinación y exclusión de las mujeres.
Desde una perspectiva de clase, la
situación era diferente para las mujeres
criollas, de las élites, que para las mujeres
indígenas y mestizas. Mientras las
primeras tenían acceso a los privilegios de
su clase, las segundas estaban en
condición de servidumbre, realizaban el
trabajo doméstico y de crianza, incluso se
acostumbraba que ellas fueran "amas de
leche" (aunque esta última se daba de
manera minoritaria).[27] ​[28] ​

La estructura socio racial reforzaba esa


exclusión. En el período previo a la
Independencia las mujeres en la Capitanía
General, actual Centroamérica, vivían
excluidas del espacio público. Se sabe que
en La Nueva España, la actual 
Centroamérica,  solo el 20% de la
población sabía leer y el porcentaje de las
mujeres era mucho menor. Las mujeres
indígenas debían tributar a las autoridades
españolas, igual que sus pares
masculinos, y cumplir el rol de esposas y
madres, sometidas a tratos denigrantes en
el marco de jerarquías de género. Las
ladinas y mestizas, tanto en el área rural
como en la ciudad, se dedicaban a
diversos oficios.[29] ​

Véase también
Anexión de Centroamérica al Primer
Imperio Mexicano
Declaración de Independencia absoluta
de Centroamérica
Historia de Centroamérica
Movimientos independentistas en
Nicaragua de 1811 y 1812

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Lectura recomendada
Ayala Benítez, Luis Ernesto (2007). La
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Centro América. Roma, Italia: Gregorian
University Press. ISBN 978-88-7839-102-
4.
Montufar, Lorenzo (1878). Reseña
Histórica de Centroamérica. Guatemala:
Tipografía El Progreso.

Notas
1 Se refiere únicamente a los 5 países
1. Se refiere únicamente a los 5 países
que formaron la República Federal de
Centro América y que se
independizaron el mismo día.

2. Hasta 1819 fue concedida la libertad


de los conjurados por medio de una
amnistía general

3. En 1820 fue recompensado con la


Gran Cruz de la Orden Americana de
Isabel la Católica y se le nombra
director general de la Armada hasta
1822. En 1823 fue integrante de la
Junta de expediciones a América, y un
año después, volvió otra vez a la
Dirección General de la Armada y
trabajó en el Ministerio de Marina de
Madrid hasta su muerte en 1825,
siendo su cargo militar el de Teniente
General

4. En ese tiempo, todos los ciudadanos


de la actual Centroamérica se
consideraban guatemaltecos, por
formar parte de la Capitanía General
de Guatemala.

Datos: Q5654256

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