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C U LT U R A , O C I O , I D E N T I D A D E S
ESPACIOS Y FORMAS DE LA SOCIABILIDAD
EN LA ESPAÑA DE LOS SIGLOS XIX Y XX
B I L I O T E C A N U E VA
ISBN: 978-84-17408-12-1
Depósito legal: M-20.293-2018
I. GENERALIDADES
117
Introducción
15
Ó. da Rocha y S. Torres, Un hito centenario de la arquitectura madrileña: la sede del
Casino de Madrid (1903-2003), Madrid, Casino de Madrid, 2003; M. López, Patrimonio
artístico del Casino de Madrid. Salón Real: (antiguo Salón de Baile), Madrid, Casino de
Madrid, 2001.
16
Siguiendo el orden de cita en el texto: M. Fernández, Casino abulense: un siglo de
historia y encuentros (1897-1997), Ávila, Casino Abulense, 1997; S. Quesada, La història
del Casino de Cadaqués (1870-1938), Cadaqués, Societat L’Amistat, 2014; J. L. Gómez,
«Casinos de Ceuta. Espacios privados con proyección pública», en La Vida cotidiana en
Ceuta a través de los tiempos. VII Jornadas de Historia de Ceuta, Ceuta, Instituto de Estudios
Ceutíes, 2007, págs. 253-282; M. A. Díez, «El casino de “Vetusta”: un modelo de sociedad
recreativo-musical en la ciudad de Clarín», Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios
Asturianos, Oviedo, núms. 181-182, 2013, págs. 185-210; A. Jiménez, «El casino dels Nois:
cent anys de vida guixolença», Revista de Girona, Girona, núm. 138, 1990, págs. 30-38; Ll.
Esteva, «El Casino dels “Nois” de Sant Feliu de Guixols», I y II, Revista de Girona, Girona,
núm. 85, Girona, 1978, págs. 345-356 y núm. 87, 1979, págs. 61-71; R. Martín, L. Mar-
tín, J. C. Brasas e Y. Portal, El Casino de Salamanca. Historia y patrimonio, Salamanca, Casi-
no de Salamanca, 2004; J. M. Sada y T. Hernández, Historia de los casinos de San Sebastián:
siglos XIX y XX: centenario de la construcción del gran casino de San Sebastián, 1887-1987,
San Sebastián, Nuevo Gran Casino del Kursaal, 1987; J. del Hoyo, Casino de Tolosa, 1885-
1995, Zarauz, Editorial Itxaropena, 1986. Otros trabajos de ámbito local saldrán a relucir a
propósito de diversos asuntos.
17
Lucía Crespo, Trato, diversión y rezo. Sociabilidad y ocio en Toledo (1887-1914),
Cuenca, Servicio de Publicaciones de la UCLM, 2008 y también su tesis doctoral: Los
orígenes del ocio en Castilla-La Mancha (1887-1923): de la sociabilidad censitaria a la cultura
de masas, Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha, 2009.
18
Para el significado y la evolución de las principales denominaciones empleadas por
las asociaciones españolas contemporáneas remitimos a nuestro trabajo firmado dentro
del Grupo de Estudios de Asociacionismo y Sociabilidad, GEAS: España en sociedad. Las
asociaciones a finales del siglo XIX, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la UCLM, 1998,
págs. 33-59.
19
J.-L. Guereña, «La sociabilidad en la España contemporánea», en GEAS, Sociabili-
dad fin de siglo: espacios asociativos en torno a 1898, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la
UCLM, 1999, pág. 32.
20
J. Pérez Rojas, Casinos de la región murciana, ob. cit., pág. 12.
21 �
J. F. del Hoyo, Casino de Tolosa, 1885-1985, Tolosa, Casino de Tolosa, 1986,
pág. 7.
22
M. Fernández, Casino abulense, ob. cit.
23 �
P. González-Pola, La voz del gran mudo, ob. cit., pág. 13 y M. J. Solana, «El Casino
Militar de Madrid, un observatorio singular para contemplar, examinar y repasar la dispo-
sición política de los militares en la etapa franquista», en F. Puell y S. Alda (eds.), IV Con-
greso de Historia de la Defensa. Fuerzas armadas y políticas de defensa durante el franquismo,
Madrid, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, 2010, pág. 304.
24
M. D. Jiménez, «El casino como espacio de sociabilidad clientelar: el modelo al-
meriense de la Restauración», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía
Contemporánea, Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur, tomo IV, 2003,
pág. 427.
Los trabajos de María Zozaya han buceado en esa maraña de redes que
se tejían en los salones del Casino de Madrid alrededor de influencias polí-
ticas y económicas, con los prohombres del moderantismo como muñido-
res principales de conspiraciones, acuerdos económicos o matrimonios que
garantizaran la consolidación patrimonial. Ahí estaban los De la Concha,
Ezpeleta, Gándara o Salamanca, entre otros nombres clave en el desarrollo
del capitalismo español decimonónico y del entramado institucional del
liberalismo doctrinario. Así pues, «constituía una comunidad real donde
se terminaban compartiendo los recursos y relaciones propias de cada uno
de los miembros de la institución, se tratase de posesiones materiales, in-
tereses, influencia o bienes que no siempre eran tangibles».25 Ese escenario
contribuyó, además, a la transición del Antiguo Régimen al Liberalismo,
gracias a la fluidez de relaciones entre individuos de uno y otro mundo,
procedentes de la vieja y de la nueva nobleza, de rancio abolengo, recién
titulada o aspirante a algún marquesado.
Un papel tan destacado en los procesos de la modernización social espa-
ñola no siempre es fácil de comprobar sobre ámbitos más modestos, pero
en cualquier casino español, en medio de espesas cortinas de humo por el
mucho tabaco que se fumaba, se establecieron contactos entre sus miembros
gracias a la charla y al negocio, lo que, sin duda, contribuyó a reforzar su
capital simbólico y su identidad oligárquica. Así lo apuntan los trabajos en
Andalucía de José Manuel Ramírez (Osuna) y de María Dolores Jiménez,
quien, además, ha podido cotejar, a través de la correspondencia privada, la
circulación de favores mutuos entre los socios de los casinos almerienses, de
suerte tal que podrían cuestionar los tradicionales mecanismos clientelares
de la Restauración.26 Asunto diferente es que los casinos pudieran seguir
representando los intereses corporativos de la élite local cuando ya existía
otro tipo de instancias capaces de encarnarlos de una manera más especí-
fica. Así lo mantiene Rafael Serrano27 para el caso de Valladolid. Aunque
Serrano no lo explicita, cabe pensar en Cámaras Agrarias y de Comercio.
También redes políticas, como acabamos de apuntar, a pesar de la ex-
presa prohibición que pesaba sobre todas las asociaciones españolas hasta
25
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 794, pero el análisis de la cuestión
está muy presente en todo el capítulo III y en las biografías que incorpora.
26
J. M. Ramírez, «El casino, un espacio para la sociabilidad en la Andalucía liberal.
El Casino de Osuna», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía Con-
temporánea, ob. cit., tomo IV, págs. 533-547 y M. D. Jiménez, «El casino como espacio de
sociabilidad clientelar», ob. cit.
27
R. Serrano, «La biblioteca de un casino español de provincias a comienzos del si-
glo XX», Bulletin Hispanique, Bordeaux, núms. 114-2, 2012, pág. 399.
la ley de 1887 y que se hacía constar en los estatutos con expresiones como
«se prohíbe todo acto que tenga una tendencia política y toda controversia
sobre puntos religiosos», tal como constaba en el Reglamento orgánico del
Casino de Guadalajara.28 Sin embargo, es evidente que, tanto antes como
después de dicha ley, la política pasaba por sus salas, frecuentemente com-
binada con los asuntos económicos.
Hasta bien entrado el siglo xix era habitual que un mismo casino aco-
giera socios de diferentes identidades políticas, pero la convivencia no siem-
pre resultó fácil entre ellos y cuando las tensiones se enconaban, llegaba la
escisión, tal como está documentada, por ejemplo, en Priego de Córdoba.
En el retrato que Félix Urabayen hizo del casino toledano, se refería a las
dos «taifas» (los Silvias y los Zúñigas) en torno a las cuales se situaban los
socios y cuya división venía determinada más por el origen geográfico que
por las opciones políticas, aunque añadía a continuación un comentario re-
velador: «Tanto en los Silvias como en los Zúñigas hay toda clase de másca-
ras políticas: carlistas, liberales, reformistas, republicanos».29 Más adelante
ejemplificará esta diversidad política con dos personajes, don Bernabé (que
«milita en el campo tradicionalista») y don Juan Esquivias («radical avan-
zado [que] canta a todas horas los derechos del pueblo, la santa libertad de
los ciudadanos»).30
Confluencia de distintas opciones políticas en el Casino de Tolosa, adon-
de acudían socios carlistas, liberales, republicanos y nacionalistas, pero, por
encima de todos, prevalecía el espíritu fuerista, que compartían también los
republicanos y los liberales.
Por su parte, en Priego, las elecciones de 1882 fueron el desencadenan-
te de una segregación con la fundación de otra asociación rival, llamada
Círculo de Priego, rebautizándose el casino preexistente como Casino Pri-
mitivo. Aunque la escisión fue temporal, las divisiones entre «nicetistas» y
«valverdistas» fueron constantes.31
Fricciones políticas también en el Círculo de Córdoba.32 Se ha docu-
mentado también una primera fisura en el Círculo de la Amistad de Cór-
doba al poco de fundarse, y que acabó en la dimisión de su secretario y
28
Casino de Guadalajara, Reglamento orgánico, Guadalajara, 1868, pág. 3.
29
F. Urabayen, Toledo: piedad, Madrid, Espasa-Calpe, 1925 (2ª ed.), pág. 118.
30
Ibíd., págs. 133-134.
31
E. Alcalá, El casino de Priego y otras sociedades recreativas, ob. cit.
32
R. Ramírez, «El Casino Círculo de la Amistad de Córdoba, 1902-1931: una ins-
titución para una época», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía
Contemporánea, ob. cit., tomo IV, págs. 565-593.
33
G. Priego, Asociacionismo cordobés contemporáneo: siglo XIX y albores del XX, Tesis
doctoral, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2007.
34
J. A. Jordán, El Casino de Artesanos e Industriales de Estepa: apuntes para su historia
(1883-1931), Estepa, Casino Cultural de Estepa, 2013.
35
Datos extraídos del vaciado que el GEAS hizo del Anuario-Almanaque Bailly-
Baillère, 1895. Sobre las posibilidades de dicha publicación como fuente de estudio del
fenómeno asociativo contemporáneo en España, véase GEAS, España en sociedad, ob. cit.,
págs. 21-28; también F. Alía y R. Villena, «Asociacionismo y sociabilidad en Castilla-La
Mancha: nuevas fuentes, nuevas aportaciones», en Jornadas «Sociabilidad en la España con-
temporánea: historiografía y problemas metodológicos», Valladolid, Instituto de Historia Si-
mancas, 2002, págs. 77-102.
36
J.-L. Guereña, «Una aproximación», ob. cit., págs. 201-222 y «La red asociativa en el
ámbito urbano. El caso de Gijón en 1881», Saitabi, Valencia, núm. 56, 2006, págs. 167-189.
federal; o Haro (La Rioja, con casi 7.500 habitantes), en donde también
coexistían los casinos republicano-coalicionista y carlista.
Es una pista de la diversidad partidista, de una cierta, aunque lenta, so-
cialización política y —como apunta Germán Rueda— de un mayor grado
de complejidad social.37 En menor medida cabría hablar de diferencias de
clase, puesto que unos y otros, casinos liberales y conservadores, se nutri-
rían presumiblemente de los miembros de una misma élite local, incardi-
nada, por lo demás, en las redes clientelares del caciquismo. ¡Cómo no!,
el cacique, pequeño o poderoso, influyente o dependiente, también sería
socio del casino cuando no su presidente.
En este catálogo de identificación partidista resultan poderosamente lla-
mativos los ejemplos de casinos adscritos a opciones no dinásticas. Para el
carlismo fueron un elemento nuclear en la estrategia de supervivencia y
readaptación de su cultura política durante la Restauración, cuando el em-
puje contrarrevolucionario había mermado notablemente. Lo apunta Jordi
Canal y lo recogen los estatutos de algunos de ellos, como el de Roquetas,
que apuntaba el objetivo de «atraer y congregar a los partidarios de la co-
munión católica-monárquica, sostener y propagar pacífica y legalmente el
triunfo de sus ideales».38
Por su parte, los casinos republicanos, aunque de raíz más bien meso-
crática, abrieron sus puertas a las clases populares —a propósito del casino
Llagonsterenç, Pere Solà habla de una institución esencialmente mesocrá-
tica identificada con el proyecto populista de Esquerra Republicana de
Catalunya39— y promovieron entre ellos acciones propagandísticas que
se reforzaban en tiempos electorales. En este sentido, era clave la colabora-
ción con los respectivos comités locales del partido. Una aproximación a su
funcionamiento y papel puede seguirse a través del caso malagueño, bien
37
G. Rueda, «Formas de sociabilidad y condiciones de vida», ob. cit., pág. 56.
38
J. Canal, «Dal circolo alla piazza. La sociabilità política legittimista nella Spagna
mediterranea tra Otto e Novecento», Memoria e Ricerca, Rivista di Storia contemporanea,
núm. 5, 1995, págs. 47-64 y «Espacio propio, espacio público. La sociabilidad carlista en la
España mediterránea en la etapa de entresiglos», en I. Sánchez y R. Villena (eds.), Sociabili-
dad fin de siglo, ob. cit., págs. 125-149. Véase también E. Enríquez, «Notas para una historia
de las ideologías en la España del siglo XIX: el partido carlista en un cotidiano católico de
1870», Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, Granada, núm. 10, 1983, págs. 113-
152. La cita del Casino Carlista de Roquetas procede del artículo primero de sus Estatutos
y Reglamento, Tortosa, José L. Foguet y Salas, 1900.
39
P. Solà, «El casino Llagonsterenç», ob. cit., págs. 12-25. En esta misma línea, pero
mucho más desarrollada, es la tesis defendida en el libro de R. Batalla, Els casinos republi-
cans, ob. cit.
Llegaba al caso extremo cuando las identidades entre casino y partido aca-
baban fusionándose por completo. Encontramos un ejemplo representativo
de este proceso de disolución de fronteras funcionales en el Reglamento del
Casino Liberal Gaditano de Instrucción.43 El artículo segundo de su regla-
mento rezaba que su objeto era «difundir y propagar las doctrinas liberales
y democráticas, a la vez que estrechar los vínculos de unión y solidaridad
entre sus correligionarios», para lo que proponía la organización de veladas,
conferencias y cualquier otro medio que incrementara la propaganda liberal
en la ciudad, así como la creación de dos centros subsidiarios, ubicados en
sendos barrios. El nexo con el Partido Liberal en Cádiz era claro: «El comité
local del partido podrá celebrar en los salones del casino sus juntas y cuan-
tos más actos políticos necesite realizar».
40
M. Morales Muñoz, El republicanismo malagueño en el siglo XIX. Propaganda doc-
trinal, prácticas políticas y formas de sociabilidad, Málaga, Asukaría Mediterránea, 1999,
págs. 164-187.
41
Véase, por ejemplo, A. Jutglar, Pi i Margall y el federalismo español, Madrid, Taurus,
1975, t. I, págs. 438-440. Para los círculos políticos en general, véase G. Rueda, «Formas de
sociabilidad y condiciones de vida», ob. cit., págs. 60-63.
42
Vida Manchega, Ciudad Real, núm. 20, 26-II-1914.
43
Reglamento del Casino Liberal Gaditano de Instrucción, Cádiz, Lit. y Tip. de R. Ro-
dríguez de Silva, 1908, págs. 3, 4, 7 y 12.
44
Véase el clásico trabajo de J.-L. Guereña, «Fuentes para la historia de la sociabilidad
en la España contemporánea», Estudios de Historia Social, Madrid, núms. 50-51, 1989,
págs. 273-308.
45
A. Guimerá y A. Darias, El casino de Tenerife, ob. cit., pág. 35.
46
L. Esteva, «El Casino dels Nois», ob. cit., pág. 345.
47
J. Montero, El casino de Madrid, Madrid, Ayuntamiento de Madrid. Instituto de
Estudios Madrileños, 1973, pág. 9 (a propósito de la creación del Casino del Príncipe).
48
Véase J.-L. Guereña, «La sociabilidad», ob. cit., págs. 30-31.
49
G. Rueda, «Formas de sociabilidad y condiciones», ob. cit., págs. 54-55.
50
J. C. Flores-Gispert, Tres edificios para un centenario, ob. cit., págs. 25 y 30 y P.
González-Pola, La voz del gran mudo, pág. 13.
51
J.-L. Guereña, «La sociabilidad», ob. cit., pág. 33.
Debía haber unos 1.968 casinos y círculos de toda clase en 1895. Anda-
lucía era la región que más tenía (422) y Cantabria la que menos (sólo16).52
A este respecto hay que insistir en algo insuficientemente atendido por la
historiografía: la amplitud del fenómeno también en pequeños núcleos de
población o, directamente, en un ámbito que podría considerarse rural.
Pueblos grandes, pueblos pequeños, capitales de provincia, cabezas comar-
cales, todos ellos se preciaban de contar, al menos, con un casino o círcu-
lo al que acudir. Algunos ejemplos: en Boal (Asturias) y Fuentes Claras
(Cuenca), con escasos 200 habitantes, había un casino a finales del xix. En
Bellmut (Tarragona) había dos, llamados “La Economía” y “La Constan-
cia”. La localidad apenas llegaba a los 600 habitantes.
Es cierto que los estudios locales han contribuido al conocimiento del
fenómeno, pero el resultado es todavía insatisfactorio, tanto por las meto-
dologías empleadas, como por la cantidad y calidad de fuentes que se han
podido explotar para abordar las investigaciones. Carlos Urzainqui com-
prueba, precisamente en una pequeña localidad zaragozana (Villanueva de
Gállego), que las estadísticas del xix han silenciado la existencia de algún
casino, contribuyendo de este modo a la invisibilización del peso que pudo
tener el mundo rural en este contexto. Es un riesgo que supera el autor con
solvencia estudiando el Casino Republicano, activo entre 1905 y 1912, ca-
nalizador de las aspiraciones de la clase media local y sujeto a la disciplina
del partido.53
No muy lejos de allí es posible comprobar el dinamismo asociativo de
Barbastro. José Luis Pano subraya el elevado número de asociaciones recrea-
tivas que han existido en la localidad, su diversidad tipológica y las diferen-
tes correlaciones de clase detectables. Todo ello puede ser sintomático, en
opinión del autor, de cierta complejidad y modernidad social, a la que opu-
so su resistencia dialéctica el clero local por los «vicios» que esos ámbitos de
relación desplegaban.54 Finalmente, un tercer ejemplo de la pequeña escala
nos lleva hasta el sureste tinerfeño, comarca en la que Octavio Rodríguez
rastrea una muestra significativa de casinos, como el de Candelaria, el de
52
Anuario-Almanaque del Comercio, de la Industria, de la Magistratura y de la Adminis-
tración, Madrid, Bailly-Baillère, 1895. Datos según elaboración propia.
53
C. Urzainqui, «Sociabilidad en el entorno rural de Zaragoza: el Casino republicano
de Villanueva de Gállego», en I. Peiró y P. V. Rújula (eds.), En construcción: historia local
contemporánea, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-Centro de Estudios Darocen-
ses, 2003, págs. 297-308.
54
J. L. Pano, «Del casino a la peña. Una aproximación al estudio de la sociabilidad
del ocio en Barbastro a través de los círculos recreativos en el siglo XIX y XX», Temas de
antropología aragonesa, Zaragoza, núm. 21, 2015, págs. 95-116.
[…] Fíjate tú las cosas, a mamá sí le gustaba ir, a condición de llevarnos a los bailes
de carnaval que se hacían por la tarde en los dos casinos y en los teatros. Se sentaba
en un palco o en una fila apartada, con papá y nosotros, y ponía el semblante muy
apacible, e incluso reído, con su boca un poco torcida, al ver a las máscaras bailar.
Debía ser que tanta multitud disfrazada, entre serpentinas y papelillos, le daba más
confianza. Siempre había orquestas buenas que daban unos trompetazos preciosos,
y algunos años venían negros con los ojos muy blancos y alegres, a la vez que un
punto tristes, cuando inflaban los carrillos para sonar los saxofones y las trompetas.
Era muy distraído ver al del jazz… Los señoritos se alquilaban disfraces en una
tienda que abría junto a la farmacia de Ramón Bolós. Es decir, salían del casino,
se alquilaban allí su disfraz, y se metían en el baile del teatro Cervantes, que estaba
al lado.56
55
O. Rodríguez, «Datos para la historia de las sociedades culturales y recreativas del
sureste: Los casinos de la comarca hasta la guerra civil», Sureste: revista de la Asociación Cul-
tural Sureste de Tenerife, Güimar, núm. 6, 2004, págs. 27-54.
56
F. García Pavón, «Ya no es ayer», en Obras completas, vol. I, Tomelloso, Ediciones
Soubriet—Biblioteca de Autores Manchegos, 1997, págs. 502, 503 y 505. García Pavón
publicó Ya no es ayer en 1976 (Barcelona, Editorial Destino).
63
Véase un buen estado de la cuestión en J. Uría, «Asociacionismo y sociabilidad
durante el franquismo: del colapso al despertar asociativo», en M. Ortiz (ed.), Memoria e
historia del franquismo: V Encuentro de investigadores del franquismo, Cuenca, Ediciones de
la Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, págs. 75-100. En el mismo volumen, sobre el
franquismo (págs. 101-152), es muy sugerente el texto de I. Sánchez, «El miedo, ley para
todos. Asociacionismo y sociabilidad durante la dictadura franquista».
64
A. Testart, El Casino Menestral Figuerenc, ob. cit., especialmente, pág. 293 y sigs.
65
I. Sánchez, «El miedo, ley para todos», ob. cit., pág. 123.
66
R. Martín, L. Martín, J. C. Brasas, Y. Portal, El Casino de Salamanca, ob. cit.,
pág. 353.
Aunque hemos hablado de política, negocios y redes, el ocio era, antes que
nada, una de las señas de identidad fundamentales de los casinos y círculos
que, no lo olvidemos, se llamaban frecuentemente «de instrucción y re-
creo». Hay que entender por «tiempo de ocio» una categoría diferenciada
de la de «tiempo libre», pues aquella debe vincularse a la sociedad contem-
poránea y surge entre la burguesía antes que entre las clases populares, dada
la tardía regulación de la jornada laboral. Todo el tiempo de no trabajo no
es tiempo de ocio, ya que durante el mismo deben cubrirse necesidades que
no son, precisamente, ociosas, de manera tal que la categoría de tiempo
libre corresponde a un espectro más amplio.70 Dejamos al margen toda la
67
A. Fernández y V. Viguera, El Gran Casino de Logroño. 100 años de historia (1905-
2005), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos-Ayuntamiento de Logroño, 2006, págs. 68-
78. Véase también, por ejemplo, C. Hernández, 150 años del Casino de Teruel, Zaragoza,
Círculo de Recreo Turolense, 2003, págs. 129-130.
68
M. López, «El Casino de Artesanos. Una institución de previsión médico-social en
el Jaén del siglo XIX», Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, núm. 198, 2009,
págs. 321-356.
69
J. C. Flores-Gispert, Tres edificios para un centenario, ob. cit., pág. 130 en adelante y
todo el material fotográfico que reproduce, con Concha Márquez Piquer, Analía Gadé, José
Luis López Vázquez, entre otros muchos de los famosos que asistían al Casino.
70
Sin ánimo de exhaustividad, podemos recordar algunas referencias ya clásicas para
la conceptualización del ocio. J. Dumazedier en D. L. Sills (ed.), Enciclopedia internacional
de las Ciencias Sociales, Madrid, Aguilar, 1979, págs. 402-207; A. L. Gómez, Aproximación
histórica al estudio de la Geografía del ocio. Guía introductoria, Madrid, Anthropos, 1988; S.
de Grazia, Tiempo, trabajo y ocio, Madrid, Tecnos, 1966; J. Uría, Una historia social del ocio.
Asturias, 1898-1914, Madrid, UGT, 1996.
71
Para ello, nos volvemos a remitir al exhaustivo trabajo de L. Crespo, Los orígenes del
ocio en Castilla-La Mancha (1887-1923), ob. cit.
72
Sobre este tipo asociativo, entre otros muchos trabajos, véase F. de Luis y L. Arias,
Casas del pueblo y centros obreros socialistas en España: estudio histórico, social y arquitectónico,
Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2009 (edición revisada de la que se publicó en 1997 con
título y contenidos más restringidos); para un ámbito menor, L. Arias, Los palacios obreros.
Casas del pueblo socialistas en Asturias (1902-1937), Oviedo, KRK Ediciones, 2010; o F. de
Luis y T. Sarmiento, «Las Casas del Pueblo socialistas en Castilla y León», Alcores: revista de
historia contemporánea, León, núm. 8, 2009, págs. 333-379.
73
En el clásico texto de A. Ubieto et al., Introducción a la historia de España, Barcelo-
na, Teide, 1974. Valoraciones similares en J. Pérez, Casinos de la región murciana, ob. cit.,
pág. 31; A. Guimerá y A. Darías, El casino de Tenerife, ob. cit., pág. 23. Una aproximación
reciente, la de E. Moral, «Las Casas del Pueblo en el socialismo español», en R. Arnabat
y M. Duch (eds.), Historia de la sociabilidad contemporánea. Del asociacionismo a las redes
sociales, Valencia, Universitat de València, 2014, págs. 123-143.
74
Vuelvo a remitirme a los trabajos de Jorge Uría. Además de la obra citada, «La
cultura popular y la historiografía española contemporánea: breve historia de un desen-
cuentro» en D. Ruiz, I. Sánchez y M. Ortiz (eds.), Movimientos sociales y estado en la Espa-
precisamente uno el día del corpus y otro en carnaval».78 Los bailes eran tan
importantes, pues, para la vida casinista que se mantuvieron en tiempos de
estrechez económica, priorizándolos sobre otras actividades.79 Destinados
a los socios y a sus familiares, también era la ocasión en que ese ámbito
privado, restringido habitualmente en su acceso, se abría a un público más
amplio y lo hacía, además, a las mujeres.
En efecto, el casino ha sido históricamente un espacio fuertemente mas-
culinizado, de dominación androcéntrica y exclusión de género, al que la
mujer fue accediendo en fechas tardías como socia limitada y solo muy
recientemente en igualdad de condiciones. Unos ejemplos. No se permitió
a las mujeres la entrada al Casino de Tenerife hasta 1935 y la figura de la
socia no disfrutaba de todos los derechos. En el de Ávila, fueron admitidas
como socias accidentales en los años 40, restringiéndose a los casos en que
eran cabezas de familia, y hubo de esperarse hasta los 80 para que dos de
ellas se sentaran en la junta directiva. Más tiempo habría de pasar en Bar-
bastro, ya que no hay una incorporación de la mujer hasta los años 80 del
siglo pasado.80
Las mujeres encontraron otros vehículos de asociacionismo y fomenta-
ron sus relaciones por medio de distintos ámbitos de sociabilidad informal
que fueron ocupando, al margen de este tipo de sociedades que les estaban
vedadas.81 ¿Existió ese mismo androcentrismo en los círculos republicanos?
¿Hubo una apuesta de género por parte de dicha opción política? Es lo que
se preguntaba Sergio Sánchez en un riguroso ensayo en el que destaca el
papel subalterno al que relegaron a las mujeres en estos centros, solo pre-
sentes en determinados momentos, y frente al cual, no obstante, algunas de
ellas se resistieron e intentaron poner en pie alternativas. El panorama fue
78
Casino de Guadalajara, Reglamento orgánico, Guadalajara, 1868, pág. 4.
79
G. Priego, Asociacionismo cordobés contemporáneo, ob. cit., pág. 213.
80
Véase A. Guimerá y A. Darías, El casino de Tenerife, ob. cit., págs. 47-48; M. Fer-
nández, Casino abulense, ob. cit., págs. 157-158; y J. L. Pano, «Del casino a la peña», ob.
cit., pág. 112.
81
Podemos recordar algunas referencias sobre el fenómeno asociativo comprendido
desde la perspectiva de género: D. Bussy, «Por una historia de la sociabilidad femenina:
algunas reflexiones», Hispania, Madrid, núm. 214, 2003, págs. 605-620; M. Nash, M. J.
Pascua y G. Espigado (eds.), Pautas históricas de sociabilidad femenina: rituales y modelos
de representación, Cádiz, Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres,
1999. Asimismo, M. D. Ramos, «Mujer, asociacionismo y sociabilidad en la coyuntura de
1898. Las afinidades con el fin de siglo europeo», en I. Sánchez y R. Villena (eds.), Socia-
bilidad fin de siglo, ob. cit., págs. 73-99; y de la misma historiadora, «Identidad de género,
feminismo y movimientos sociales en España», Historia Contemporánea, Bilbao, núm. 21,
2000, págs. 523-552.
cambiando entre finales del xix y principios del xx, de modo que entonces
sí se pudieron vertebrar escenarios mixtos en torno a los ámbitos librepen-
sadores, laicos y republicanos. La incorporación de un renovado discurso
pedagógico también estuvo presente en este tipo de clubes específicamente
femeninos y de los que podemos citar, por ejemplo, la Asociación General
Femenina (Valencia, 1897) o la Agrupación Femenina Anticlerical (Gijón,
1919).82
Algunos casinos avanzaron en su dimensión festiva más allá del baile,
e incorporaron en su oferta los conciertos de música. Aurelia Díez ha va-
lorado la aportación del Casino de Oviedo a la difusión del patrimonio
musical entre la burguesía de la capital asturiana, por encima de la fre-
cuente crítica —quizás injustificada— en torno a la escasa calidad de sus
intérpretes. Sobre los atriles, teatro lírico (piezas bien conocidas como Jugar
con fuego y Marina u otras más desconocidas hoy en día), música de cámara
(conciertos de piano, violín, tríos o cuartetos), compositores románticos
(Brahms y Beethoven), francófonos (Delibes) y españoles (muy queridos
entre el público eran Sarasate y Barbieri) como repertorio habitual.83
El baile y el concierto no dejaban de ser momentos excepcionales en la
rutina casinista. La mayor parte del tiempo se invertía en otras actividades,
singularmente en el juego, al que se reservaba un espacio ad hoc —impres-
cindible cuando se trataba del billar por la necesidad de ubicar su mesa:
«Arriba, en el piso principal están las salas destinadas al juego, salpicadas de
mesitas para el tresillo, póker y tute. Espléndidos salones, llenos a cualquier
hora de oficiantes»84— y que, oficialmente, debía sujetarse a la ley, como
rezaba, por ejemplo, el artículo primero de los Estatutos del Casino de
Zaragoza (1878), en el que se facilitaría a sus socios la práctica de «juegos
decorosos permitidos por nuestras leyes y todas aquellas diversiones que se
acuerden en Junta general».85 Además del billar, el ajedrez, los naipes y el
dominó fueron durante mucho tiempo los más practicados.
Pero, dado que se trataba de una fuente importante de ingresos, también
se practicaron otros juegos, claramente ilícitos, según sabemos por las in-
82
S. Sánchez, «Las mujeres y la sociabilidad en los círculos políticos del republica-
nismo español: una fraternidad androcéntrica», en Pensar con la historia desde el siglo XXI.
Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad
Autónoma de Madrid, 2015, págs. 3241-3262.
83
M. A. Díez, «El casino de “Vetusta”», ob. cit., págs. 185-210, especialmente
pág. 193 y sigs.
84
Es lo que escribía Félix Urabayen sobre el casino toledano en Toledo: Piedad, ob.
cit., pág. 118.
85
J.-C. Vanhille, Casinos y círculos en Zaragoza, ob. cit., pág. 199.
87
A. Fernández y V. Viguera, El Gran Casino de Logroño, ob. cit., págs. 39-40.
88
M. D. Jiménez, «El casino como espacio de sociabilidad clientelar», ob. cit.,
pág. 423; Y. Portal, El Casino de Salamanca, ob. cit., pág. 170.
89
Véase el caso de Osuna en J. M. Ramírez, «El casino, un espacio para la sociabilidad
en la Andalucía liberal», ob. cit., pág. 547.
Libros y limosnas
90
J. Montero, El casino de Madrid, ob. cit., págs. 24-25.
91
Los Sucesos, Córdoba, núm. 426, 21-II-1868.
92 �
Reglamento del Casino de Aranjuez, Aranjuez, Imp. de Juan Martín, 1853, art. 6.
95
Catálogo de las obras existentes en la Biblioteca del Casino de Zaragoza, Zaragoza,
Imp. del Hospicio, 1875.
96
R. Serrano, «La biblioteca de un casino español», ob. cit.
sus fondos y que responde a diferentes niveles de lectura, entre los que se
incluye uno más profesional vinculado a revistas especializadas, anuarios
jurídicos y publicaciones, en general, que permitían seguir el avance de
diversos saberes.
Especial por sus fondos, mas también por la belleza de su contenedor, la
biblioteca del Casino de Madrid ha sido una de las más importantes en la
capital española desde el siglo xix. 97 En el origen de su creación estuvo la
oferta de prensa para los socios y, a partir de la suscripción a los periódicos
y revistas, la colección bibliográfica fue creciendo, asimismo en otros sopor-
tes como los porfolios fotográficos. Ya era relevante durante el tiempo en el
que el casino estuvo en el edifico de La Equitativa y con la construcción de
su sede definitiva en la calle Alcalá se diseñó un espacio singular, de estilo
neogótico al igual que la del Senado y en hierro como material básico de
sus estanterías, para evitar los posibles riesgos del fuego, tomando buena
nota de lo que había pasado en el incendio de la biblioteca del Congreso de
Estados Unidos en 1851. Como curiosidades puede apuntarse que ponía
a disposición de sus usuarios juegos de gafas de diferente graduación y que
ha servido de decorado para varias películas. Remodelada en los años 90 del
siglo pasado, hoy todavía es perfectamente accesible.
Más modesta que las dos anteriores debió ser la del Círculo de la Amis-
tad de Córdoba que fue creada en los años 60 del xix como complemento
a su sala de lectura y que también arrancó a partir de la suscripción a pe-
riódicos de diverso signo ideológico —según ha estudiado Gloria Priego,
en 1878 recibía ya más de quince publicaciones de todo tipo—. Las do-
naciones fueron una fuente de crecimiento de sus fondos bibliográficos,
que se vieron incrementados por la decisión de comprar la biblioteca de
un militar, miembro de la Sociedad de Amigos del País, si bien parece que
nunca hubo una política clara de adquisiciones.98
Otros pequeños casinos se dotaron igualmente de bibliotecas. Entre
ellos citemos el Casino Unión y Progreso de Arafo (Tenerife), el Casino de
Artesanos de Jaén, el de Almería, el Casino Africano de Ceuta o el Círcu-
lo Primitivo de Madrigueras (Albacete), que en su Reglamento hacía toda
una declaración de intenciones: «Art. 5. El Círculo recibirá cuando menos
97
A. Riera, «La biblioteca del Casino de Madrid», Mi biblioteca: La revista del mundo
bibliotecario, Madrid, núm. 23, 2010, págs. 94-100. Se trata de un artículo más bien de
divulgación, pero que proporciona informaciones útiles sobre sus características funda-
mentales, completadas con la tesis doctoral, ya citada, de María Zozaya, menos prolija de
lo habitual en el análisis de este servicio del Casino y a quien, además, no le parece singu-
larmente relevante.
98
G. Priego, Asociacionismo cordobés, ob. cit., págs. 201-202 y 214-218.
99
Reglamento de la Sociedad Recreativa denominada Círculo Primitivo de Madrigueras,
Albacete, Imp. de Eduardo Miranda, 1907, pág. 4.
100
P. J. Nogueroles, M. A. Ruiz y A. Burgos, El casino gaditano ante las crisis sanita-
rias del Cádiz decimonónico, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz,
1999.
101
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 641 y sigs.
102 �
R. Ramírez, “El Casino Círculo de la Amistad de Córdoba”, ob. cit., págs. 574-
575; J. L. Gómez, “Casinos de Ceuta”, ob. cit., pág. 266; A. Guimerá y A. Darías, El casino
de Tenerife, ob. cit., pág. 100 y sigs.
103
J. F. del Hoyo, Casino de Tolosa, ob. cit., pág. 14 y sigs.
104
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 667 y sigs.
105
Reglamento del Casino de Alburquerque, Badajoz, Imp. La Minerva Extremeña,
1908.
106
M. López, «El Casino de Artesanos», ob. cit.
En su calidad de entidades privadas solo los socios tenían acceso a los casinos
y círculos, gracias al pago de una cuota que suponía un primer y evidente
filtro de selección de clase. El carácter restrictivo, pues, de estas asociaciones
quedaba reforzado por el desembolso regular de un gasto que la mayoría de la
población era incapaz de asumir. Generalmente, para ingresar en el club era
necesario solicitarlo formalmente, cumplir los requisitos marcados reglamen-
tariamente (como ser mayor de edad), haber sido presentado por otro socio
y ser admitido tras la oportuna votación de sus miembros. Una vez dentro,
el pago de la cuota garantizaba el derecho a participar en los órganos de go-
bierno y extendía de esta manera hábitos de familiarización con las prácticas
democráticas, casi inexistentes en otros ámbitos de la vida pública.
Así lo expresaba el Reglamento del Casino Liberal de Cádiz: «Todos los
Socios tendrán iguales derechos de voz y voto en las Juntas generales, siem-
pre que lleven como tales tres meses habiendo satisfecho la correspondien-
te cuota. Todos tendrán cualidad de elegibles para los cargos de la Junta
Directiva».108
Es decir, las juntas rectoras eran elegidas por los socios, como acabamos
de leer, y debían responder de su gestión ante los mismos, que ejercían
una suerte de fiscalización; algo que no siempre quedó exento de tensiones
y conflictos. En el Casino de Llagostera se vivió así una situación difícil
cuando en 1929 la junta directiva se negó a discutir en asamblea la petición
de reforma formulada por un grupo de socios que constituían la oposición
interna.109 Lo habitual era que las juntas estuvieran formadas por, al menos,
un presidente y un secretario, a los que se sumaban normalmente los cargos
de tesorero, vicepresidente y algunos vocales.
110
Reglamento del Casino de Cervantes, Alcalá de Henares, Imp. de F. García, 1878,
art. 10 y Reglamento por el que ha de regirse el Casino de la Amistad de Roda, Albacete, Imp.
Eduardo Marquina, 1907, art. 14.
111
Véase el Reglamento del Casino Principal de Lleida (1924), del Casino «La Iberia»
de Chinchón (1912), el Casino Instructivo y Benéfico de Benimaclet (1898) y el Casino
de Cesures (1908).
112
Estatutos del Casino Calellense: sociedad recreativa constituida en 14 de febrero de 1893,
Barcelona, Luis Tasso, 1897, art. 25.
116
Reglamento orgánico exterior para el mejor servicio del Círculo de la Constancia, Cuen-
ca, Tip. de C. León, 1900.
117
Del trabajo regular de un pianista también tenemos noticia en el Gran Casino de
Pamplona. El primero fue contratado después de haber adquirido el piano de la sociedad
en 1863. Según el Reglamento, debía proponer a la junta la adquisición de partituras en
función de las novedades musicales más destacables. Véase J. Del Guayo y M. D. Martínez,
El Nuevo Casino de Pamplona, 1856-2006, Pamplona, Nuevo Casino, 2006, págs. 38-39.
118
Véase J. C. Flores-Gispert, Gran Casino de El Sardinero, Santander, Tantín, 2008 y
del mismo autor Tres edificios para un centenario, ob. cit.
119
M. C. Bermejo, «El Gran Casino: la decoración de interiores en Santander, 1913-
1911», ob. cit. Este trabajo constituye una de las propuestas más interesantes en la produc-
ción sobre casinos en los últimos años. Se enmarca, además, en un colectivo coordinado
por la profesora Ana María Fernández que ofrece una perspectiva poco transitada en la
historiografía española del Arte: decoración y mundo empresarial.
120
Otras referencias a usos diferentes en A. Luque, De casino a biblioteca: anales de la
vida social orotavense, La Orotava (Islas Canarias), Ayuntamiento de La Orotava, 2002,
Conclusión
Cuando consideramos la innata tendencia del hombre a reunirse con sus semejan-
tes y cuando observamos que, como consecuencia precisa, por medio de ciertos
sonidos articulados transmite los productos del misterioso laboratorio establecido
en su cerebro, no podemos menos de reconocer que el Supremo Hacedor adornó
a la especie humana con ese carácter distintivo de sociabilidad y de comunicación o
cambio recíproco de las concepciones de su inteligencia […]. Demos, Señores, el
egemplo [sic]: Aranjuez contiene elementos más que suficientes para que, reunidos
y regularizados convenientemente, se pueda formar y sostener un establecimiento
que en pueblos de menor importancia ha dado y está produciendo positivos re-
sultados.125
123
A. Vázquez, Casino de Llanes: algo más que cien años de historia, Llanes, El Oriente
de Asturias, 2012. Declarado BIC en 2006.
124
Véase F. Chueca, «Casino cultural de Almería», Boletín de la Real Academia de la
Historia, Madrid, vol. 181, núm. 1, 1984, págs. 122-123; del mismo autor, «Casino de
Manresa (Barcelona): declaración de monumento histórico artístico», Boletín de la Real
Academia de la Historia, Madrid, vol. 177, núm. 3, 1980, págs. 617-662; J. Guirao, El
casino de Murcia, Murcia, 1994; A. Vera, El casino de Murcia, ob. cit.
125
Reglamento del Casino de Aranjuez, Aranjuez, Imp. de Juan Martin, 1853, págs. 3 y
5. Cursivas en el original.
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