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Un lugar para el recreo: los casinos en la historia de España

Chapter · January 2018

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Rafael Villena Espinosa


Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo, Spain
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J ean - L ouis G U E R E Ñ A ( ed . )

C U LT U R A , O C I O , I D E N T I D A D E S
ESPACIOS Y FORMAS DE LA SOCIABILIDAD
EN LA ESPAÑA DE LOS SIGLOS XIX Y XX

B I L I O T E C A N U E VA

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Í ndice

I. GENERALIDADES

1.  PRESENTACIÓN, Jean-Louis Guereña......................................... 13


La noción de sociabilidad..................................................... 14
La historiografía española sobre la sociabilidad..................... 17
Del monográfico de Hispania (2003) al presente libro.......... 20
2.  POR UNA HISTORIA DE LA SOCIABILIDAD FEMENINA, Danièle
Bussy Genevois...................................................................... 23
Introducción........................................................................ 23
Movimientos feministas e interés por la sociabilidad............. 25
Aspectos de la sociabilidad formal......................................... 29
¿Formal o informal?.............................................................. 35
Conclusión........................................................................... 40

II. Ateneos y Casinos

3.  LOS ATENEOS LIBERALES: POLÍTICA, CULTURA Y SOCIABILIDAD


INTELECTUAL, Francisco Villacorta Baños............................... 45
Introducción........................................................................ 45
Ocupar el espacio público..................................................... 47
Un modelo pionero de organización cultural: el Ateneo de Madrid... 49
Geografía y modalidades de la difusión................................. 54
Adaptarse al tiempo. La «Restauración» cultural................... 56
Del Ateneo ilustrado al Ateneo de los intelectuales............... 70
Conclusión........................................................................... 74
4.  escuelas de anarquía. LOS ATENEOS LIBERTARIOS: SOCIABI-
LIDAD Y CULTURA EN EL MOVIMIENTO LIBERTARIO (1931-
1939), Javier Navarro Navarro............................................. 77
Introducción. Los ateneos libertarios.................................... 77
1931, la efervescencia ateneísta ............................................ 82
Mito y anatema.................................................................... 85
Diversidad y fragilidad.......................................................... 88
Obreros, mujeres, jóvenes..................................................... 90
Un ejemplo: el Ateneo Libertario del Clot, noviembre de 1931... 91

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La labor cultural de los ateneos............................................. 94
Los ateneos en guerra........................................................... 99
Una funcionalidad múltiple.................................................. 102
Conclusión. ¿Escuelas del pueblo o cuarteles de la FAI?........ 110
5.  Un lugar para el recreo: los casinos en la historia de
España, Rafael Villena Espinosa............................................ 117
Introducción........................................................................ 118
El nombre y lo que alberga................................................... 122
De los pioneros a la transición democrática.......................... 129
Entre bailes y billares............................................................ 135
Libros y limosnas.................................................................. 141
Por dentro y por fuera.......................................................... 146
Conclusión........................................................................... 152
6.  CASINOS ALTER EGO. HACIA UNA DEFINICIÓN DEL CASINO BAL-
NEARIO Y ESTIVAL, ESPACIO DE SOCIABILIDAD INFORMAL DE
LA ÉLITE EUROPEA (1850-1930), María Zozaya..................... 153
Introducción. El casino de temporada vacacional: ¿hermano
secundo o bastardo?.......................................................... 153
La europeización a través de los espacios del buen tono........ 156
Los modelos de casino asociativo frente al casino estival o
temporal........................................................................... 157
Los campos semánticos del progreso en los casinos estivales.. 162
El casino de la estación termal, dinamizador de la economía
y el prestigio local............................................................. 165
El paradigma del higienismo cae en favor del elemento lúdi-
co en la estación termal ................................................... 169
Los ecos de la modernización en la técnica y la arquitectura
de los casinos.................................................................... 171
Conclusión. El casino empresa, ¿alter ego moderno de los
casinos asociativos?........................................................... 175
7.  Transformaciones recreativas en la España de provin-
cias. El nacimiento de las industrias culturales en
Castilla-La Mancha durante la Restauración, Lucía
Crespo Jiménez..................................................................... 177
Introducción........................................................................ 177
Castilla-La Mancha, ¿un contexto problemático para la mo-
dernización?...................................................................... 178
Primeros pasos hacia una moderna experiencia recreativa...... 183

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La mercantilización de la cultura recreativa: implantación y
desarrollo de las industrias culturales................................ 190
Reminiscencias tradicionales en el ocio popular: la taberna... 205
A modo de conclusión.......................................................... 212

III. Coros, clubEs deportivos, logias masónicas


8.  Sociedades corales, coros y orfeones en la España con-
temporánea. Estudios y perspectivas, Jaume Carbonell I
Guberna............................................................................... 217
Inicios y primera expansión del fenómeno coral: 1850-1874. 218
Desde la Restauración hasta la Guerra Civil.......................... 228
Algunas conclusiones............................................................ 237
9.  LA SOCIABILIDAD DEPORTIVA EN ESPAÑA (1850-1975), Xavier
Pujadas y Carles Santacana................................................... 241
Introducción........................................................................ 241
Las primeras formas del club deportivo en España: club,
identidad y modernización............................................... 246
Deporte y sociabilidad popular............................................. 253
Los clubes deportivos bajo la dictadura franquista................ 259
Una breve conclusión........................................................... 263
10.  Logia, templo y taller. La sociabilidad de los masones,
Luis P. Martín...................................................................... 267
Introducción........................................................................ 267
La logia masónica y su constitución. Historia y función........ 269
Espacios y símbolos.............................................................. 272
Origen, fundación e instalación de una logia........................ 275
Los reglamentos internos...................................................... 280
La vida interna de una logia.................................................. 282
Las relaciones exteriores........................................................ 289
Algunas consideraciones finales ........................................... 296

IV. Sociabilidades populares. Tabernas y burdeles


11.  Sobre tabernas, sociabilidad informal y otros lugares de
socialización popular. Asturias a principios del siglo XX,
Jorge Uría............................................................................ 299
Introducción........................................................................ 299
Los estudios sobre la sociabilidad informal y su discreto desarrollo.. 300

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La sociabilidad informal y sus posibilidades interpretativas... 308
Los lugares de la sociabilidad informal. La taberna................ 321
Como conclusión................................................................. 337
12.  EL BURDEL COMO ESPACIO DE SOCIABILIDAD. SIGLOS XIX Y XX,
Jean-Louis Guereña............................................................... 339
Introducción........................................................................ 339
Prostitución y sociabilidad.................................................... 341
«Ir de putas». El rito de la visita masculina colectiva a la casa
de putas............................................................................ 346
«Tras la candela». El «salón» del prostíbulo como espacio de
ocio masculino................................................................. 355
Un espacio de sociabilidad femenina. La vida cotidiana en el
burdel............................................................................... 364
Conclusión........................................................................... 373

V. Franquismo y transición democrática


13.  «Procurar la educación moral de la tropa, dada su natu-
ral sociabilidad». el Recreo Educativo del Soldado en el
ejército franquista (1940-1975), Víctor L. Alonso Delgado.... 377
Introducción........................................................................ 377
La sociabilidad y lo militar. Un estado de la cuestión............ 378
La sociabilidad recreativa de los militares profesionales en España... 381
El ocio de la tropa: espacios y formas.................................... 385
El Recreo Educativo del Soldado (RES)................................ 390
La época dorada del RES en el Ejército (1960-1975): medios
y actividades..................................................................... 394
Conclusión . ........................................................................ 403
14.  Asociacionismo y sociabilidad desde el segundo fran-
quisMO hasta la Transición española, Manuel Ortiz Heras
y Damián A. González Madrid............................................... 405
Introducción........................................................................ 405
Asociacionismo y sociabilidad en el franquismo.................... 408
Asociacionismo y movimientos sociales en la Transición....... 416
Conclusiones........................................................................ 425
BIBLIOGRAFÍA............................................................................... 429
índice onomástico.................................................................... 437

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5
U n lugar para el recreo : los casinos
en la historia de E spaña

Rafael Villena Espinosa


(Universidad de Castilla-La Mancha)

[…] De algunos años a esta parte han seguido el ejemplo de las


otras provincias, formando en casi todos los pueblos de alguna
consideración casinos, en los cuales se reúne lo principal de ellos,
para leer los periódicos, refrescar y dar de cuando en cuando,
especialmente en tiempo de carnaval,
algunos bailes en obsequio del bello sexo.1
josé de hosta

Es preciso empezar por una aclaración. Cuando Jean-Louis Guereña nos


invitó amablemente a participar en este volumen cabían dos opciones: re-
escribir por completo el texto que habíamos publicado en el dossier que él
coordinó en 2003 para Hispania2 o llevar a cabo un estado de la cuestión
con las novedades bibliográficas que se han producido desde entonces.
Mas ninguno de los dos planteamientos parecía completamente satisfac-
torio. El primero porque seguimos considerando válida la caracterización
del casino que propusimos en 2003, a partir de unos rasgos no cerrados
pero sí suficientemente significativos. Por otro lado, un estado de la cues-
tión «puro y duro» —si se me permite la expresión— nos alejaría de la
visión de conjunto y de la vocación de síntesis que animó aquel texto. Así
las cosas, optamos por una vía intermedia: revisar el texto, matizarlo y en-
riquecerlo con las aportaciones más relevantes que han visto la luz en este
tiempo, reafirmando, a la vez, muchas de aquellas ideas iniciales.
1 
J. de Hosta, Crónica de la provincia de Ciudad Real, Ciudad Real, Diputación Pro-
vincial de Ciudad Real (Biblioteca de Autores Manchegos), 2008, pág. 49, edición facsímil
de la de Madrid, Ronchi y Compañía, 1866.
2 
R. Villena y A. L. López, «Espacio privado, dimensión pública: hacia una carac-
terización del casino en la España contemporánea», Hispania, Madrid, núm. 214, 2003,
págs.  443-466. Agradezco a Ángel Luis López Villaverde su colaboración en el plantea-
miento inicial de este texto.

117

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118 cultura, OCIO, IDENTIDADES

Introducción

En la España contemporánea, la sociedad recreativa ha sido una de las


formas de asociacionismo más practicadas y extendidas por toda nuestra
geografía. Quizás esta abundancia no haya tenido el correlato deseable en
estudios monográficos, como lamentaba en 2001 José Manuel Cuenca To-
ribio, pero parece claro que ya existe toda una trayectoria analítica y se ha
podido recuperar el retraso inicial con respecto a otras historiografías, como
la británica o la francesa. Decía Cuenca Toribio que estas instituciones ha-
bían quedado «ocultas incomprensiblemente hasta períodos recientes a la
atención de los investigadores».3Pero la abundancia de referencias que el
lector podrá encontrar en estas páginas es prueba de que esas asociaciones
no están ya «ocultas». Otra cuestión es, desde luego, la desigual solidez de
los resultados.
El recorrido empezaba en torno a mediados de los 70 con los estudios
pioneros sobre Madrid y Cádiz,4 a los que se sumaron en la década siguien-
te aportaciones capaces de entrelazar la evolución del casino, la vida local
y el contexto nacional desde resortes metodológicos renovados y deudores
de la historia social y cultural. Destacan el libro de J. Pérez Rojas sobre los
casinos murcianos, el artículo de Pere Solà, centrado en los inicios del ca-
sino de Llagostera, o el de Jean-Louis Guereña para la sociabilidad popular
asturiana.5 J. Pérez Rojas partía de los ejemplos murcianos (Murcia, Car-
tagena, Lorca y Águilas, fundamentalmente) pero trascendía el localismo,
ofreciendo una panorámica que se fijaba en los aspectos arquitectónicos y
subrayaba la proyección simbólica de la decoración.
Estos planteamientos innovadores tuvieron su continuidad en la década
siguiente con monografías sobre los casinos de Tenerife y Rubí o sobre el
madrileño Círculo de Bellas Artes.6 Esta institución, nacida en 1880 con
3 
José Manuel Cuenca Toribio, Prólogo al libro de E. Alcalá, El casino de Priego y
otras sociedades recreativas (1848-1998), Priego, Ayuntamiento de Priego de Córdoba, 2001,
vol. 1.
4 
J. Montero, El casino de Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1973 y
A. Orozco, Historia chica de un casino grande, Cádiz, Autor, 1975.
5 
J. Pérez Rojas, Casinos de la región murciana. Un estudio preliminar (1850-1920),
Valencia, Colegio Oficial de Arquitectos de Valencia y Murcia, 1980; P. Solá, «Instrucció
i esbarjo a un cassino de comarques: l’arrencada del cassino Llagosterenc (1891-1903)»,
Estudi General, Girona, núm. 1, 1981, págs. 143-150; J.-L. Guereña, «Una aproximación a
la sociabilidad popular: el caso de Asturias bajo la Restauración (1875-1900)», Estudios de
Historia Social, Madrid, núms. 50-51, 1989, págs. 201-222.
6 
A. Guimerá y A. Darias, El casino de Tenerife (1840-1990), Santa Cruz de Tenerife,
Casino de Tenerife, 1992; R. Batalla, Els casinos republicans: política, cultura i esbarjo: el

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Un lugar para el recreo: los casinos… 119

una finalidad artística y cultural, derivó hacia actividades de corte recreati-


vo, de manera que tuvo también un cierto parecido con los casinos aunque,
en rigor, no lo era. Por su parte, Guimerá y Darias analizaban el casino
tinerfeño desde una perspectiva múltiple que iba de lo urbanístico a lo
institucional, pasando por su condición de sociedad de recreo y empresa-
rial. Más allá del estudio de caso, el trabajo de Germán Rueda trazaba una
panorámica general del fenómeno asociativo en la segunda mitad del xix
y en él dedicaba una especial atención a los casinos, si bien no es la única
modalidad que atiende.7
En la primera década del siglo xxi han visto la luz algunas de las inves-
tigaciones más enriquecedoras por razones diferentes. Se puede empezar
citando el libro de Jean-Claude Vanhille, fruto de su tesina de licenciatura,
que aborda casinos y círculos en un espacio concreto (Zaragoza) entre los
años 1830 y 1908. Sus páginas dan buena cuenta de la diversidad asociati-
va que presentaba la provincia y de cómo este fenómeno no era privativo
del medio urbano.8 Muchos de estos casinos de pueblo o de capital de
provincia habían mirado como modelo hacia el Casino de Madrid, cuyas
características son desveladas con minuciosidad en la tesis doctoral de Ma-
ría Zozaya. Su interés radica en el objeto en sí, desde luego, pero también
en la solidez de un discurso que trasciende lo puramente narrativo y se ha
ramificado en varias publicaciones, alguna de ellas muy reciente.9
Junto a Zaragoza y Madrid, se debe mencionar el estudio de conjunto
que sobre Córdoba ha llevado a cabo Gloria Priego y que aborda el universo
asociativo en su conjunto, incluyendo, lógicamente, sus formas más genui-
namente burguesas de casino y círculo.10 Un caso singular es el del Casi-
no Militar de Madrid, estudiado recientemente por Pablo González-Pola,
teniente coronel del Ejército, que pretende trazar el relato del progresivo

casino de Rubí, 1884-1939, Barcelona, Ajuntament de Rubí, 1999; J. L. Temes, El círculo de


bellas artes, Madrid, 1880-1936, Madrid, Alianza, 2000.
7 
G. Rueda, «Formas de sociabilidad y condiciones de vida en la segunda mitad del
siglo XIX», en R. Sánchez (ed.), En torno al “98”. España en el tránsito del siglo XIX al XX,
Huelva, Universidad de Huelva, 2000, t. I, págs. 47-90.
8 
J.-C. Vanhille, Casinos y círculos en Zaragoza (1830-1908), Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, 2001.
9 
M. Zozaya, El Casino de Madrid: ocio, sociabilidad, identidad y representación social,
Tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2008; Del ocio al negocio.
Redes y capital social en el Casino de Madrid, 1836-1901, Madrid, La Catarata, 2007; Identi-
dades en juego. Formas de representación social del poder de la elite en un espacio de sociabilidad
masculino, 1836-1936, Madrid, Akal, 2016.
10 
G. Priego, Asociacionismo cordobés contemporáneo: siglo XIX y albores del XX, Tesis
doctoral, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2007.

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120 cultura, OCIO, IDENTIDADES

desencuentro entre la junta directiva de la asociación profesional y la capi-


tanía general de Madrid. Su intención es superar la historia institucional y
ahondar en la capacidad del Casino como vehículo para expresar la opinión
militar.11
Se sigue echando en falta entre la producción reciente una mayor aten-
ción por el franquismo y la transición que fuera acorde con los esfuerzos
historiográficos que estos períodos han concentrado en los últimos tiempos.
Con todo, son de obligada referencia dos libros, alejados en sus pretensio-
nes, pero de enorme interés. El primero, a cargo de la experta en la temáti-
ca, Elena Maza, quien en 2011 publicó la única síntesis que existe sobre el
asociacionismo voluntario durante la dictadura. Por su parte, Albert Testart
abordó en una temprana investigación el análisis del Casino Menestral de
Figueres entre 1939 y 1979, sirviéndose de una sólida formación teórica y
de la inclusión de metodologías tan necesarias como las fuentes orales.12
Desde la historia del arte se han seguido produciendo acercamientos
a los casinos como ya había sucedido en el pasado. De hecho, Guimerá y
Darias afirmaban ya que «los mejores estudios de casinos han sido llevados
a cabo por historiadores del arte».13 Después de lo dicho en párrafos pre-
cedentes, no compartimos necesariamente esa valoración, pero sí quisiéra-
mos destacar aportaciones enriquecedoras como las que se han ocupado del
Gran Casino de Santander, bien analizando el edificio en el contexto arqui-
tectónico de la ciudad costera (Juan Carlos Flores-Gispert), bien fijando su
atención en la decoración interior (María del Carmen Bermejo).14 Igual-
11 
P. González-Pola, La voz del gran mudo: el Casino Militar de Madrid (1871-1977),
Astorga, Akrón & CSED, 2012.
12 
E. Maza, Asociacionismo en la España franquista. Aproximación histórica, Valladolid,
Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2011; A.
Testart, El Casino Menestral Figuerenc, 1939-1979: un estudi de sociabilitat sota el franquisme,
Figueres, Àrea de Cultura de l’Ajuntament de Figueres, amb la col·laboració de la Diputa-
ció de Girona, 2010.
13 
A. Guimerá y A. Darias, El casino de Tenerife, ob. cit. Algunos de esos enfoques en
J. Pérez Rojas, Casinos de la región murciana, ob. cit.; J. L. Millán y F. Pérez, «Acerca del
casino gaditano», Boletín del Museo de Cádiz, Cádiz, núm.  3, 1981-1982; P. Navascués,
«El casino de Madrid y la arquitectura de su tiempo», en Tres conferencias de Arquitectura,
Madrid, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 1978; A. Vera, El Casino de Murcia.
Notas para la historia de la Arquitectura Ecléctica, Murcia, Colegio Oficial de Arquitectos
de Murcia, 1991.
14 
M. C. Bermejo, «El Gran Casino: la decoración de interiores en Santander, 1913-
1911», en A. M. Fernández (ed.), Viejos y nuevos espacios públicos para la decoración de inte-
riores en España, Gijón, Trea, 2012, págs. 53-77; J. C. Flores-Gispert, Tres edificios para un
centenario: el Gran Casino de El Sardinero, el Palacio Real de La Magdalena y el Hotel Real,
Santander, Tantín, 2013.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 121

mente, los volúmenes que tienen de protagonista al Casino de Madrid. Su


imponente edificio ha sido estudiado por Óscar da Rocha y Susana Torres,
mientras que María López ha abordado la decoración interior de su espacio
más emblemático, el Salón de Baile.15
Existe, además, un amplio volumen de publicaciones más apegadas al
ámbito estrictamente local y al estudio de su casino. Sus planteamientos, re-
cursos metodológicos, resultados e, incluso, factura formal, son muy dispa-
res. Sin embargo, suelen tener, al menos, la valía de rescatar documentación
escrita y visual, puesto que con frecuencia reproducen estatutos, reglamen-
tos, actas de alguna sesión o fotografías de las actividades desarrolladas por
la asociación. En su edición han participado los propios casinos cuando
siguen en activo (lo que añade un cierto riesgo de falta de objetividad o, in-
cluso, de verdadera autojustificación de la gestión) y diversas instituciones
locales o provinciales. No recogeremos todos los que se han publicado en
este ámbito, pero sí queremos destacar algunos singularmente interesantes:
Ávila, Cadaqués, Ceuta, Oviedo, Sant Feliú de Guixols, Salamanca, San
Sebastián o Tolosa.16
Si se adoptara una perspectiva geográfica, sería fácil percatarse de las di-
ferencias existentes entre regiones. Así, parece clara la atracción que han ge-
nerado los casinos gaditano, madrileño o murcianos; también el detallado
conocimiento al que se ha llegado de localidades catalanas como Figueres,

15 
Ó. da Rocha y S. Torres, Un hito centenario de la arquitectura madrileña: la sede del
Casino de Madrid (1903-2003), Madrid, Casino de Madrid, 2003; M. López, Patrimonio
artístico del Casino de Madrid. Salón Real: (antiguo Salón de Baile), Madrid, Casino de
Madrid, 2001.
16 
Siguiendo el orden de cita en el texto: M. Fernández, Casino abulense: un siglo de
historia y encuentros (1897-1997), Ávila, Casino Abulense, 1997; S. Quesada, La història
del Casino de Cadaqués (1870-1938), Cadaqués, Societat L’Amistat, 2014; J. L. Gómez,
«Casinos de Ceuta. Espacios privados con proyección pública», en La Vida cotidiana en
Ceuta a través de los tiempos. VII Jornadas de Historia de Ceuta, Ceuta, Instituto de Estudios
Ceutíes, 2007, págs. 253-282; M. A. Díez, «El casino de “Vetusta”: un modelo de sociedad
recreativo-musical en la ciudad de Clarín», Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios
Asturianos, Oviedo, núms. 181-182, 2013, págs. 185-210; A. Jiménez, «El casino dels Nois:
cent anys de vida guixolença», Revista de Girona, Girona, núm. 138, 1990, págs. 30-38; Ll.
Esteva, «El Casino dels “Nois” de Sant Feliu de Guixols», I y II, Revista de Girona, Girona,
núm. 85, Girona, 1978, págs. 345-356 y núm. 87, 1979, págs. 61-71; R. Martín, L. Mar-
tín, J. C. Brasas e Y. Portal, El Casino de Salamanca. Historia y patrimonio, Salamanca, Casi-
no de Salamanca, 2004; J. M. Sada y T. Hernández, Historia de los casinos de San Sebastián:
siglos XIX y XX: centenario de la construcción del gran casino de San Sebastián, 1887-1987,
San Sebastián, Nuevo Gran Casino del Kursaal, 1987; J. del Hoyo, Casino de Tolosa, 1885-
1995, Zarauz, Editorial Itxaropena, 1986. Otros trabajos de ámbito local saldrán a relucir a
propósito de diversos asuntos.

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122 cultura, OCIO, IDENTIDADES

Sant Feliu de Guixols o Llagostera; y no menos de notable podríamos cali-


ficar la información disponible sobre varios casinos andaluces, asturianos,
canarios, castellanos, vascos y zaragozanos. En estos años se han sumado
algunas aproximaciones procedentes de Baleares, Cantabria, Ceuta, Co-
munidad Valenciana, Galicia, La Rioja y Navarra, pero de dichas regiones
nuestro conocimiento es todavía algo incompleto. Los vacíos en Castilla-La
Mancha siguen siendo clamorosos, aunque debo citar muy especialmente el
excelente trabajo de Lucía Crespo que abarca un campo más amplio, y no
solo el mundo de los casinos, desde presupuestos metodológicos solventes
y bien resueltos.17
Este breve recorrido por la producción historiográfica no es un catálogo
exhaustivo de todo lo que se ha publicado desde el año 2003 y, de hecho,
otras muchas referencias que no se han citado en los párrafos precedentes
encontrarán su puntual mención en diferentes partes de este texto a propó-
sito de otras cuestiones. Empiezo ya, pues, por el nombre.

El nombre y lo que alberga

El fenómeno asociativo presenta una gran variedad nominal: ateneos, li-


ceos, ligas o sociedades de socorros mutuos pueden ser algunos ejemplos,18
como también lo son casinos y círculos, dos términos que se usaban de ma-
nera prácticamente indistinta para referirse a una misma realidad, la de
aquellas sociedades que apoyaban su razón de ser fundamental en la oferta
de actividades recreativas para sus miembros.19 Es sabido que la palabra
casino no fue una aportación española al lenguaje, sino la traslación de un
vocablo italiano aplicado a las pequeñas construcciones de campo en las
que sus dueños e invitados pasaban temporadas de esparcimiento. Su pri-

17 
Lucía Crespo, Trato, diversión y rezo. Sociabilidad y ocio en Toledo (1887-1914),
Cuenca, Servicio de Publicaciones de la UCLM, 2008 y también su tesis doctoral: Los
orígenes del ocio en Castilla-La Mancha (1887-1923): de la sociabilidad censitaria a la cultura
de masas, Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha, 2009.
18 
Para el significado y la evolución de las principales denominaciones empleadas por
las asociaciones españolas contemporáneas remitimos a nuestro trabajo firmado dentro
del Grupo de Estudios de Asociacionismo y Sociabilidad, GEAS: España en sociedad. Las
asociaciones a finales del siglo XIX, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la UCLM, 1998,
págs. 33-59.
19 
J.-L. Guereña, «La sociabilidad en la España contemporánea», en GEAS, Sociabili-
dad fin de siglo: espacios asociativos en torno a 1898, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la
UCLM, 1999, pág. 32.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 123

mer significado privado, procedente del siglo xvi, pasó a hacerse público en


la Ilustración,20 como reunión de personas cultas, y se despojó del contexto
campestre desde principios del xix cuando empezó a vincularse claramente
con la nueva burguesía emergente.
En España, el término casino se impuso sobre club (vocablo inglés que
se fue circunscribiendo más al ámbito deportivo) y sobre círculo, palabra
derivada del francés y con la que frecuentemente se alternó. No es extraño,
en este sentido, que las fuentes se refieran a una misma entidad llamándola
de ambas maneras en distintos momentos o que esa asociación cambie su
denominación con el paso del tiempo, pero no su razón de ser.
Por ejemplo, el Casino de Tolosa queda inscrito en el registro de asocia-
ciones como «Círculo Recreativo Casino de Tolosa», prueba de la sinonimia
entre ambos términos.21 Y el abulense tuvo en sus orígenes una múltiple
denominación, como centro, círculo de recreo y casino hasta que prevale-
ció la de «casino abulense».22 La ambigüedad también podía darse con el
término centro, como se comprueba en el caso del popularmente conoci-
do como «Casino Militar de Madrid» y que, en realidad, nunca se llamó
así oficialmente.23 En el caso del «Casino de Cantoria» (Almería), pasó a
llamarse “Círculo” durante la dictadura de Primo de Rivera, añadiendo el
adjetivo de “Patriótico”, más acorde con los tiempos.24
El casino es antes que nada una asociación regulada perfectamente por
estatutos, con sus órganos de gobierno y con una sede física, pero fue tam-
bién un espacio ideal para el desenvolvimiento de la sociabilidad informal
y para la generación de redes de todo tipo. Encuentro, discusión, intercam-
bio de ideas, esparcimiento y, desde luego, negocios. Pero este trabajo deja
expresamente fuera de su análisis los círculos católicos que, a pesar de su
nombre no eran asociaciones recreativas.

20 
J. Pérez Rojas, Casinos de la región murciana, ob. cit., pág. 12.
21 �
J. F. del Hoyo, Casino de Tolosa, 1885-1985, Tolosa, Casino de Tolosa, 1986,
pág. 7.
22 
M. Fernández, Casino abulense, ob. cit.
23 �
P. González-Pola, La voz del gran mudo, ob. cit., pág. 13 y M. J. Solana, «El Casino
Militar de Madrid, un observatorio singular para contemplar, examinar y repasar la dispo-
sición política de los militares en la etapa franquista», en F. Puell y S. Alda (eds.), IV Con-
greso de Historia de la Defensa. Fuerzas armadas y políticas de defensa durante el franquismo,
Madrid, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, 2010, pág. 304.
24 
M. D. Jiménez, «El casino como espacio de sociabilidad clientelar: el modelo al-
meriense de la Restauración», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía
Contemporánea, Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur, tomo IV, 2003,
pág. 427.

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124 cultura, OCIO, IDENTIDADES

Los trabajos de María Zozaya han buceado en esa maraña de redes que
se tejían en los salones del Casino de Madrid alrededor de influencias polí-
ticas y económicas, con los prohombres del moderantismo como muñido-
res principales de conspiraciones, acuerdos económicos o matrimonios que
garantizaran la consolidación patrimonial. Ahí estaban los De la Concha,
Ezpeleta, Gándara o Salamanca, entre otros nombres clave en el desarrollo
del capitalismo español decimonónico y del entramado institucional del
liberalismo doctrinario. Así pues, «constituía una comunidad real donde
se terminaban compartiendo los recursos y relaciones propias de cada uno
de los miembros de la institución, se tratase de posesiones materiales, in-
tereses, influencia o bienes que no siempre eran tangibles».25 Ese escenario
contribuyó, además, a la transición del Antiguo Régimen al Liberalismo,
gracias a la fluidez de relaciones entre individuos de uno y otro mundo,
procedentes de la vieja y de la nueva nobleza, de rancio abolengo, recién
titulada o aspirante a algún marquesado.
Un papel tan destacado en los procesos de la modernización social espa-
ñola no siempre es fácil de comprobar sobre ámbitos más modestos, pero
en cualquier casino español, en medio de espesas cortinas de humo por el
mucho tabaco que se fumaba, se establecieron contactos entre sus miembros
gracias a la charla y al negocio, lo que, sin duda, contribuyó a reforzar su
capital simbólico y su identidad oligárquica. Así lo apuntan los trabajos en
Andalucía de José Manuel Ramírez (Osuna) y de María Dolores Jiménez,
quien, además, ha podido cotejar, a través de la correspondencia privada, la
circulación de favores mutuos entre los socios de los casinos almerienses, de
suerte tal que podrían cuestionar los tradicionales mecanismos clientelares
de la Restauración.26 Asunto diferente es que los casinos pudieran seguir
representando los intereses corporativos de la élite local cuando ya existía
otro tipo de instancias capaces de encarnarlos de una manera más especí-
fica. Así lo mantiene Rafael Serrano27 para el caso de Valladolid. Aunque
Serrano no lo explicita, cabe pensar en Cámaras Agrarias y de Comercio.
También redes políticas, como acabamos de apuntar, a pesar de la ex-
presa prohibición que pesaba sobre todas las asociaciones españolas hasta

25 
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 794, pero el análisis de la cuestión
está muy presente en todo el capítulo III y en las biografías que incorpora.
26 
J. M. Ramírez, «El casino, un espacio para la sociabilidad en la Andalucía liberal.
El Casino de Osuna», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía Con-
temporánea, ob. cit., tomo IV, págs. 533-547 y M. D. Jiménez, «El casino como espacio de
sociabilidad clientelar», ob. cit.
27 
R. Serrano, «La biblioteca de un casino español de provincias a comienzos del si-
glo XX», Bulletin Hispanique, Bordeaux, núms. 114-2, 2012, pág. 399.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 125

la ley de 1887 y que se hacía constar en los estatutos con expresiones como
«se prohíbe todo acto que tenga una tendencia política y toda controversia
sobre puntos religiosos», tal como constaba en el Reglamento orgánico del
Casino de Guadalajara.28 Sin embargo, es evidente que, tanto antes como
después de dicha ley, la política pasaba por sus salas, frecuentemente com-
binada con los asuntos económicos.
Hasta bien entrado el siglo xix era habitual que un mismo casino aco-
giera socios de diferentes identidades políticas, pero la convivencia no siem-
pre resultó fácil entre ellos y cuando las tensiones se enconaban, llegaba la
escisión, tal como está documentada, por ejemplo, en Priego de Córdoba.
En el retrato que Félix Urabayen hizo del casino toledano, se refería a las
dos «taifas» (los Silvias y los Zúñigas) en torno a las cuales se situaban los
socios y cuya división venía determinada más por el origen geográfico que
por las opciones políticas, aunque añadía a continuación un comentario re-
velador: «Tanto en los Silvias como en los Zúñigas hay toda clase de másca-
ras políticas: carlistas, liberales, reformistas, republicanos».29 Más adelante
ejemplificará esta diversidad política con dos personajes, don Bernabé (que
«milita en el campo tradicionalista») y don Juan Esquivias («radical avan-
zado [que] canta a todas horas los derechos del pueblo, la santa libertad de
los ciudadanos»).30
Confluencia de distintas opciones políticas en el Casino de Tolosa, adon-
de acudían socios carlistas, liberales, republicanos y nacionalistas, pero, por
encima de todos, prevalecía el espíritu fuerista, que compartían también los
republicanos y los liberales.
Por su parte, en Priego, las elecciones de 1882 fueron el desencadenan-
te de una segregación con la fundación de otra asociación rival, llamada
Círculo de Priego, rebautizándose el casino preexistente como Casino Pri-
mitivo. Aunque la escisión fue temporal, las divisiones entre «nicetistas» y
«valverdistas» fueron constantes.31
Fricciones políticas también en el Círculo de Córdoba.32 Se ha docu-
mentado también una primera fisura en el Círculo de la Amistad de Cór-
doba al poco de fundarse, y que acabó en la dimisión de su secretario y

28 
Casino de Guadalajara, Reglamento orgánico, Guadalajara, 1868, pág. 3.
29 
F. Urabayen, Toledo: piedad, Madrid, Espasa-Calpe, 1925 (2ª ed.), pág. 118.
30 
Ibíd., págs. 133-134.
31 
E. Alcalá, El casino de Priego y otras sociedades recreativas, ob. cit.
32 
R. Ramírez, «El Casino Círculo de la Amistad de Córdoba, 1902-1931: una ins-
titución para una época», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía
Contemporánea, ob. cit., tomo IV, págs. 565-593.

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126 cultura, OCIO, IDENTIDADES

expulsión de algunos de sus socios.33 Por motivos políticos o por razones


de otra índole, los conflictos existieron y se saldaron con expulsión de so-
cios, dimisiones de cargos directivos o dificultades para constituir las juntas
rectoras. En el Casino de Estepa se ha documentado la expulsión de socios
por motivos diversos, como el insulto a otros socios o los daños materiales
a algún bien del Casino.34
La ley de asociaciones de 1887 reforzó esta faceta política de los casinos
y permitió que fueran surgiendo muchos que adjetivaban su nombre con
algún sesgo político. Según las investigaciones del Grupo de Estudios de
Asociacionismo y Sociabilidad, en España existían en 1895 al menos 174
casinos o círculos con un calificativo político. Ya fueran carlistas o tradicio-
nalistas (como los de Tarancón en Cuenca, y Nava del Rey en Valladolid),
conservadores (en Villarrobledo deAlbacete), fusionistas (Zaragoza) y, por
supuesto liberales (como el de Vélez-Rubio en Almería). Otros ejemplos:
Círculo Liberal Dinástico de Cádiz, Casino de Aspiración Republicana
de Mairena del Alcor (Sevilla), Casino Autonomista de Zaragoza, Círculo
Progresista y de Unión de Valdepeñas (Ciudad Real), Casino Republicano
Zorrillista de Las Pedroñeras (Cuenca) o Casino Silvelista de Higuera La
Real (Badajoz).35
No era extraño, además, que en una misma población existieran varios
casinos políticos, generalmente coincidentes con los dos partidos dinásticos
de la Restauración, como en Cádiz, si bien podría tratarse, asimismo, de
otras opciones. Tomemos Gijón por ejemplo, con sus tres casinos diferentes
durante la Restauración: el Casino (1842), el Círculo Mercantil Industrial
(1873) y el Ateneo-Casino Obrero (1881).36 Podemos acudir a pequeñas
localidades, como Fuentes de Jiloca (provincia de Zaragoza, con apenas
1.000 habitantes). Allí había casinos católico-tradicionalista y republicano-

33 
G. Priego, Asociacionismo cordobés contemporáneo: siglo XIX y albores del XX, Tesis
doctoral, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2007.
34 
J. A. Jordán, El Casino de Artesanos e Industriales de Estepa: apuntes para su historia
(1883-1931), Estepa, Casino Cultural de Estepa, 2013.
35 
Datos extraídos del vaciado que el GEAS hizo del Anuario-Almanaque Bailly-
Baillère, 1895. Sobre las posibilidades de dicha publicación como fuente de estudio del
fenómeno asociativo contemporáneo en España, véase GEAS, España en sociedad, ob. cit.,
págs. 21-28; también F. Alía y R. Villena, «Asociacionismo y sociabilidad en Castilla-La
Mancha: nuevas fuentes, nuevas aportaciones», en Jornadas «Sociabilidad en la España con-
temporánea: historiografía y problemas metodológicos», Valladolid, Instituto de Historia Si-
mancas, 2002, págs. 77-102.
36 
J.-L. Guereña, «Una aproximación», ob. cit., págs. 201-222 y «La red asociativa en el
ámbito urbano. El caso de Gijón en 1881», Saitabi, Valencia, núm. 56, 2006, págs. 167-189.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 127

federal; o Haro (La Rioja, con casi 7.500 habitantes), en donde también
coexistían los casinos republicano-coalicionista y carlista.
Es una pista de la diversidad partidista, de una cierta, aunque lenta, so-
cialización política y —como apunta Germán Rueda— de un mayor grado
de complejidad social.37 En menor medida cabría hablar de diferencias de
clase, puesto que unos y otros, casinos liberales y conservadores, se nutri-
rían presumiblemente de los miembros de una misma élite local, incardi-
nada, por lo demás, en las redes clientelares del caciquismo. ¡Cómo no!,
el cacique, pequeño o poderoso, influyente o dependiente, también sería
socio del casino cuando no su presidente.
En este catálogo de identificación partidista resultan poderosamente lla-
mativos los ejemplos de casinos adscritos a opciones no dinásticas. Para el
carlismo fueron un elemento nuclear en la estrategia de supervivencia y
readaptación de su cultura política durante la Restauración, cuando el em-
puje contrarrevolucionario había mermado notablemente. Lo apunta Jordi
Canal y lo recogen los estatutos de algunos de ellos, como el de Roquetas,
que apuntaba el objetivo de «atraer y congregar a los partidarios de la co-
munión católica-monárquica, sostener y propagar pacífica y legalmente el
triunfo de sus ideales».38
Por su parte, los casinos republicanos, aunque de raíz más bien meso-
crática, abrieron sus puertas a las clases populares —a propósito del casino
Llagonsterenç, Pere Solà habla de una institución esencialmente mesocrá-
tica identificada con el proyecto populista de Esquerra Republicana de
Catalunya39— y promovieron entre ellos acciones propagandísticas que
se reforzaban en tiempos electorales. En este sentido, era clave la colabora-
ción con los respectivos comités locales del partido. Una aproximación a su
funcionamiento y papel puede seguirse a través del caso malagueño, bien

37 
G. Rueda, «Formas de sociabilidad y condiciones de vida», ob. cit., pág. 56.
38 
J. Canal, «Dal circolo alla piazza. La sociabilità política legittimista nella Spagna
mediterranea tra Otto e Novecento», Memoria e Ricerca, Rivista di Storia contemporanea,
núm. 5, 1995, págs. 47-64 y «Espacio propio, espacio público. La sociabilidad carlista en la
España mediterránea en la etapa de entresiglos», en I. Sánchez y R. Villena (eds.), Sociabili-
dad fin de siglo, ob. cit., págs. 125-149. Véase también E. Enríquez, «Notas para una historia
de las ideologías en la España del siglo XIX: el partido carlista en un cotidiano católico de
1870», Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, Granada, núm. 10, 1983, págs. 113-
152. La cita del Casino Carlista de Roquetas procede del artículo primero de sus Estatutos
y Reglamento, Tortosa, José L. Foguet y Salas, 1900.
39 
P. Solà, «El casino Llagonsterenç», ob. cit., págs. 12-25. En esta misma línea, pero
mucho más desarrollada, es la tesis defendida en el libro de R. Batalla, Els casinos republi-
cans, ob. cit.

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128 cultura, OCIO, IDENTIDADES

estudiado por M. Morales Muñoz.40 Por otra parte, la importancia de las


formas asociativas prepolíticas para la difusión del ideario republicano ya
fue subrayada por los estudiosos de este movimiento político.41
A pesar de la ley de asociaciones, muchos casinos mantuvieron en sus
estatutos el alejamiento expreso de la política. ¿Realidad o mera declaración
de intenciones? Según algunos testimonios de la prensa local, se trataba más
bien de lo segundo, pura ficción, puesto que la política ahí seguía, en sus
salones.
La revista Vida Manchega se refería a la cuestión de manera crítica en
1914:

Y a propósito de las elecciones. El mentidero del Congreso se ha trasladado estos


días a los casinos provincianos. Los reglamentos de todos estos casinos contienen
un artículo que prohíbe hablar de política, pero no obstante, no se habla ahora
en ellos de otra cosa. Con lo cual queda demostrado que los reglamentos de los
casinos no sirven para nada. Y que las juntas directivas y el personal a sus órdenes
no son mejores ni peores que los ministros responsables y las autoridades subal-
ternas.42

Llegaba al caso extremo cuando las identidades entre casino y partido aca-
baban fusionándose por completo. Encontramos un ejemplo representativo
de este proceso de disolución de fronteras funcionales en el Reglamento del
Casino Liberal Gaditano de Instrucción.43 El artículo segundo de su regla-
mento rezaba que su objeto era «difundir y propagar las doctrinas liberales
y democráticas, a la vez que estrechar los vínculos de unión y solidaridad
entre sus correligionarios», para lo que proponía la organización de veladas,
conferencias y cualquier otro medio que incrementara la propaganda liberal
en la ciudad, así como la creación de dos centros subsidiarios, ubicados en
sendos barrios. El nexo con el Partido Liberal en Cádiz era claro: «El comité
local del partido podrá celebrar en los salones del casino sus juntas y cuan-
tos más actos políticos necesite realizar».

40 
M. Morales Muñoz, El republicanismo malagueño en el siglo XIX. Propaganda doc-
trinal, prácticas políticas y formas de sociabilidad, Málaga, Asukaría Mediterránea, 1999,
págs. 164-187.
41 
Véase, por ejemplo, A. Jutglar, Pi i Margall y el federalismo español, Madrid, Taurus,
1975, t. I, págs. 438-440. Para los círculos políticos en general, véase G. Rueda, «Formas de
sociabilidad y condiciones de vida», ob. cit., págs. 60-63.
42 
Vida Manchega, Ciudad Real, núm. 20, 26-II-1914.
43 
Reglamento del Casino Liberal Gaditano de Instrucción, Cádiz, Lit. y Tip. de R. Ro-
dríguez de Silva, 1908, págs. 3, 4, 7 y 12.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 129

De los pioneros a la transición democrática

Las palabras de José de Hosta que colocaba a modo de frontispicio para


este texto fueron escritas en 1866, a las puertas de la «Gloriosa» Revolu-
ción y cuando la construcción del Estado liberal —con sus limitaciones
y sus fracturas, ciertamente— no era ya una mera idea épica. Debemos
considerar, pues, al fenómeno asociativo un andamiaje más de ese edificio,
singularmente relevante para la vertebración social y cultural, pero de difícil
reconstrucción narrativa. Ni las estadísticas, irregulares en su publicación y
en el uso de criterios clasificatorios,44 ni los métodos con los que se ha in-
vestigado la temática facilitan la tarea de escribir una «historia del casino».
Pero sí se pueden marcar una serie de momentos significativos, a modo de
hitos, en lo que ha supuesto esa trayectoria.
Más allá de los precedentes asociativos que encarnaron las Sociedades
Económicas de Amigos del País y del paréntesis del Trienio Constitucional,
con su eclosión de tertulias y sociedades patrióticas, no se pueden situar los
orígenes del fenómeno hasta los años 30 del xix, tras la desaparición de las
restricciones de Fernando VII y el inicio de la compleja transición desde el
absolutismo que, en lo relativo al asociacionismo, empezaba a manifestarse
con la importación de modas traídas por los exiliados al regresar a España,
en forma de ateneos, liceos, conservatorios o clubes ingleses.45
El casino decimonónico apareció, pues, ligado a la era isabelina, a
partir de modelos claros como el temprano Casino de Madrid (1836) y
ubicados, inicialmente, en plantas de edificios compartidos. Pronto se
buscó dotarlos de un espacio singular que contribuyera de este modo a la
construcción de su identidad colectiva. A partir de núcleos románticos y
de los contactos en espacios de sociabilidad como los cafés, un puñado de
individuos, varones, decidieron la formalización de esos vínculos fundan-
do un casino. Se pasó, así, de lo informal a lo formal, de los lazos más o
menos espontáneos —pero seguramente regulares— en las reuniones de
café a la estructura de una organización con toda una serie de normas y
órganos de gobierno.
El contexto cultural ayudó a la creación de estos primeros casinos, como
también lo debió hacer el período de crecimiento económico de muchas
ciudades españolas. Podrían ser, seguramente, los ejemplos de los casinos

44 
Véase el clásico trabajo de J.-L. Guereña, «Fuentes para la historia de la sociabilidad
en la España contemporánea», Estudios de Historia Social, Madrid, núms. 50-51, 1989,
págs. 273-308.
45 
A. Guimerá y A. Darias, El casino de Tenerife, ob. cit., pág. 35.

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130 cultura, OCIO, IDENTIDADES

fundados en Sant Feliu de Guixols (La Constancia, 1851),46 o en Cádiz


(1844-1845). Otros casinos tempranos en España son los de Tenerife
(1840), Gijón (1842), Murcia y Lorca (1847), Priego de Córdoba (1848),
Oviedo y Ceuta (1851) y Córdoba (1853).
Uno de los estudios pioneros, el de José Montero sobre el Casino de
Madrid, resume a la perfección el ánimo que debió impulsar estos primeros
momentos casinistas en España:
«Un grupo de muchachos jóvenes se va del café del Sólito: ellos quieren,
simplemente, vivir unas horas gratas, sin discordias, arrebatos ni renco-
res. Desean charlar apaciblemente: comentar el último estreno o la más
reciente hablilla política sin ser perturbados por unas desaforadas voces
próximas».47
A pesar de que los controles gubernativos —persiguiendo activida-
des ilícitas y juegos prohibidos— debieron suponer una rémora para su
extensión,48 hubo un crecimiento significativo en las décadas de los años
60 y 70, según se desprende de las fuentes estadísticas. Singularmente en
provincias como Baleares, Barcelona, Cádiz, Gerona, Guipúzcoa, Jaén, Lo-
groño, Navarra, Sevilla y Zaragoza. Germán Rueda calcula que en 1861
había en España 575 casinos y sociedades de recreo. Gerona era la provincia
con mayor número (51) y en Soria no había ninguno.49 Fue en 1870 cuan-
do se fundó, por ejemplo, el Casino de Santander (luego Gran Casino) y
al año siguiente cuando lo hizo el Ateneo del Ejército y la Armada, núcleo
seminal del ya citado Casino Militar de Madrid.50
En los primeros años de la Restauración funcionaban alrededor de
1.700 sociedades recreativas. El total de sociedades en España en el año
1882 según la encuesta del Ministerio de la Gobernación era de 2.441 y el
número de casinos ascendía a 1.568. Estas cifras ascendían a 3.108 y 1.658,
respectivamente, en 1887, en el año, pues, de aprobarse la ley de asociacio-
nes.51 Precisamente a partir de 1887, con la conocida ley de asociaciones
impulsada por los liberales de Sagasta, se dio el salto cuantitativo a partir
del cual puede hablarse de una verdadera extensión de los casinos por toda
España, más allá de las grandes ciudades.

46 
L. Esteva, «El Casino dels Nois», ob. cit., pág. 345.
47 
J. Montero, El casino de Madrid, Madrid, Ayuntamiento de Madrid. Instituto de
Estudios Madrileños, 1973, pág. 9 (a propósito de la creación del Casino del Príncipe).
48 
Véase J.-L. Guereña, «La sociabilidad», ob. cit., págs. 30-31.
49 
G. Rueda, «Formas de sociabilidad y condiciones», ob. cit., págs. 54-55.
50 
J. C. Flores-Gispert, Tres edificios para un centenario, ob. cit., págs.  25 y 30 y P.
González-Pola, La voz del gran mudo, pág. 13.
51 
J.-L. Guereña, «La sociabilidad», ob. cit., pág. 33.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 131

Debía haber unos 1.968 casinos y círculos de toda clase en 1895. Anda-
lucía era la región que más tenía (422) y Cantabria la que menos (sólo16).52
A este respecto hay que insistir en algo insuficientemente atendido por la
historiografía: la amplitud del fenómeno también en pequeños núcleos de
población o, directamente, en un ámbito que podría considerarse rural.
Pueblos grandes, pueblos pequeños, capitales de provincia, cabezas comar-
cales, todos ellos se preciaban de contar, al menos, con un casino o círcu-
lo al que acudir. Algunos ejemplos: en Boal (Asturias) y Fuentes Claras
(Cuenca), con escasos 200 habitantes, había un casino a finales del xix. En
Bellmut (Tarragona) había dos, llamados “La Economía” y “La Constan-
cia”. La localidad apenas llegaba a los 600 habitantes.
Es cierto que los estudios locales han contribuido al conocimiento del
fenómeno, pero el resultado es todavía insatisfactorio, tanto por las meto-
dologías empleadas, como por la cantidad y calidad de fuentes que se han
podido explotar para abordar las investigaciones. Carlos Urzainqui com-
prueba, precisamente en una pequeña localidad zaragozana (Villanueva de
Gállego), que las estadísticas del xix han silenciado la existencia de algún
casino, contribuyendo de este modo a la invisibilización del peso que pudo
tener el mundo rural en este contexto. Es un riesgo que supera el autor con
solvencia estudiando el Casino Republicano, activo entre 1905 y 1912, ca-
nalizador de las aspiraciones de la clase media local y sujeto a la disciplina
del partido.53
No muy lejos de allí es posible comprobar el dinamismo asociativo de
Barbastro. José Luis Pano subraya el elevado número de asociaciones recrea-
tivas que han existido en la localidad, su diversidad tipológica y las diferen-
tes correlaciones de clase detectables. Todo ello puede ser sintomático, en
opinión del autor, de cierta complejidad y modernidad social, a la que opu-
so su resistencia dialéctica el clero local por los «vicios» que esos ámbitos de
relación desplegaban.54 Finalmente, un tercer ejemplo de la pequeña escala
nos lleva hasta el sureste tinerfeño, comarca en la que Octavio Rodríguez
rastrea una muestra significativa de casinos, como el de Candelaria, el de

52 
Anuario-Almanaque del Comercio, de la Industria, de la Magistratura y de la Adminis-
tración, Madrid, Bailly-Baillère, 1895. Datos según elaboración propia.
53 
C. Urzainqui, «Sociabilidad en el entorno rural de Zaragoza: el Casino republicano
de Villanueva de Gállego», en I. Peiró y P. V. Rújula (eds.), En construcción: historia local
contemporánea, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-Centro de Estudios Darocen-
ses, 2003, págs. 297-308.
54 
J. L. Pano, «Del casino a la peña. Una aproximación al estudio de la sociabilidad
del ocio en Barbastro a través de los círculos recreativos en el siglo XIX y XX», Temas de
antropología aragonesa, Zaragoza, núm. 21, 2015, págs. 95-116.

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132 cultura, OCIO, IDENTIDADES

Igueste, el de Arafo (Unión Central) o el de Güimar, entre otros muchos.


Políticamente existió también una notable variedad que va desde la presen-
cia carlista hasta el republicanismo, pasando, desde luego, por los casinos
conservadores.55
Aunque alejados de los bellos salones y de los complejos entramados
financieros del Casino de Madrid, es claro el papel central que ocuparon
estos casinos en la vida cotidiana de los pueblos entre amplios sectores so-
ciales. En este sentido, es evocadora la cita del narrador manchego Francis-
co García Pavón cuando recuerda en sus peculiares «Memorias» los bailes
de carnaval que organizaban los casinos de Tomelloso durante los primeros
años 30:

[…] Fíjate tú las cosas, a mamá sí le gustaba ir, a condición de llevarnos a los bailes
de carnaval que se hacían por la tarde en los dos casinos y en los teatros. Se sentaba
en un palco o en una fila apartada, con papá y nosotros, y ponía el semblante muy
apacible, e incluso reído, con su boca un poco torcida, al ver a las máscaras bailar.
Debía ser que tanta multitud disfrazada, entre serpentinas y papelillos, le daba más
confianza. Siempre había orquestas buenas que daban unos trompetazos preciosos,
y algunos años venían negros con los ojos muy blancos y alegres, a la vez que un
punto tristes, cuando inflaban los carrillos para sonar los saxofones y las trompetas.
Era muy distraído ver al del jazz… Los señoritos se alquilaban disfraces en una
tienda que abría junto a la farmacia de Ramón Bolós. Es decir, salían del casino,
se alquilaban allí su disfraz, y se metían en el baile del teatro Cervantes, que estaba
al lado.56

Ocio mercantilizado, sociabilidad formal, espectáculo, género, clase, teatro


y casino…, son algunos de los conceptos complejamente entrelazados en la
cita del creador de Plinio.
La secuencia que sigue en este discurrir cronológico pasa por la paraliza-
ción de las iniciativas asociativas durante la dictadura de Primo de Rivera,
el auge de sociedades de todo tipo en la Segunda República —gracias al
contexto de libertades— y el cercenamiento de los casinos —del fenómeno
asociativo en general— durante el franquismo.

55 
O. Rodríguez, «Datos para la historia de las sociedades culturales y recreativas del
sureste: Los casinos de la comarca hasta la guerra civil», Sureste: revista de la Asociación Cul-
tural Sureste de Tenerife, Güimar, núm. 6, 2004, págs. 27-54.
56 
F. García Pavón, «Ya no es ayer», en Obras completas, vol. I, Tomelloso, Ediciones
Soubriet—Biblioteca de Autores Manchegos, 1997, págs. 502, 503 y 505. García Pavón
publicó Ya no es ayer en 1976 (Barcelona, Editorial Destino).

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Un lugar para el recreo: los casinos… 133

Con la victoria del bando rebelde, muchos de ellos fueron clausurados e


incautados. Un Bando de la Comandancia Militar de Santa Cruz de Tenerife
(3-IX-1936) ordenaba así la clausura de todas las sociedades «marxistas», lo
que afectó, en la práctica, a la mayoría de los casinos. Incautados los bienes
de las sociedades de Arico, pasaron años sin uso y en 1953 fueron cedidos
al Frente de Juventudes.57 Y, en todo caso, los casinos fueron sometidos en-
tonces a estricta vigilancia gubernativa, como tantos otros aspectos de la
vida ciudadana. Control que, además, también pudo ser utilitarista, en la
medida que se generaron pasarelas de circulación para los políticos locales
afectos al régimen entre los casinos y el poder local (ayuntamientos y dipu-
taciones provinciales).58 Así las cosas, ante la ausencia de otras perspectivas,
se volcaron en la oferta de ocio como casi única alternativa posible;59 eso
sí, ocio bajo las normas de la estricta moral que impuso la Iglesia católica y
cuyo incumplimiento podía suponer, por ejemplo, la expulsión de Acción
Católica de tres empresarios por crear en Barbastro una sala de fiestas a fi-
nales de los años 40.60 La sujeción a las normas de la moral fue algo que se
incorporó a estatutos y reglamentos con relativa frecuencia. Así lo hizo, por
ejemplo, el Casino Agrícola de Beniaján (Murcia), cuyo artículo núm. 5 de
sus estatutos decía textualmente: «Asimismo se organizarán verbenas, bailes,
conciertos, etc., dentro de las normas de la moral y el orden público».61
A pesar de la insuficiente bibliografía de la que se dispone sobre el pe-
ríodo, Elena Maza concluye que, durante esas décadas, el asociacionismo
voluntario tuvo un exiguo desarrollo, constreñido por la militancia forzada
en las organizaciones de encuadramiento. Además, se dieron importantes
diferencias sociales (clase alta y baja), ocupacionales (mundo rural y urba-
no) y territoriales (periferia frente al interior).
La mayor tasa asociativa estuvo en Cataluña, Levante, Baleares, País
Vasco, Asturias y Navarra. Circunstancia que puede relacionarse con la in-
dustrialización, el mayor nivel de vida y, por ende, el debilitamiento de los
vínculos primarios de trato (familia, vecindad…), cuyas funciones podrían
ser cubiertas por la sociabilidad formal. Almería y Orense cierran la tabla
en cuanto al número de asociaciones que, en general, es menor en el ám-
bito agrícola y de rentas más bajas.62 Según sus datos, a partir del Archivo
57 
O. Rodríguez, «Datos para la historia de las sociedades», ob. cit., págs. 29 y 54.
58 
M. Fernández, Casino abulense, ob. cit., pág. 163.
59 
Un caso en el Casino de Tolosa. Véase J. F. del Hoyo, Casino de Tolosa, ob. cit.,
pág. 25.
60 
J. L. Pano, Del casino a la peña, ob. cit., pág. 110.
61 �
Estatutos del Casino de Beniajan [sic], Beniaján, Imp. Suc. de Nogués, 1959, art. 5.
62 
E. Maza, Asociacionismo en la España franquista, ob. cit., págs. 111-114.

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134 cultura, OCIO, IDENTIDADES

General de la Administración (AGA), entre 1941 y 1963 están registradas


4.742 asociaciones voluntarias y 5.481 hasta 1972. La profesora vallisole-
tana considera que, aunque no estén todas, es una muestra representativa
del panorama asociativo en los años de la dictadura. Una aproximación,
siquiera somera, sobre el asociacionismo controlado, de una forma u otra,
por el franquismo escapa completamente a las pretensiones de este texto.63
En este amordazado panorama sorprende la capacidad que algunos ca-
sinos pudieron demostrar para evitar convertirse en meros tentáculos de la
dictadura, como sucedió con el de Figueres que consiguió convertirse en
un espacio vehicular de inquietudes culturales y recreativas para una gene-
ración ajena a la guerra. Bien es cierto que el casino figuerense que llegó a
1979 no era el de 1939, porque el espíritu que lo animó fue aniquilado con
la guerra y hubieron de pelear hasta por el propio edificio.64
En definitiva, es «el asociacionismo de los vencidos» que, como recuer-
da Isidro Sánchez, «necesitaron luchar contra la ilegalidad, la represión y las
difíciles condiciones de vida dotados de grandes dosis de voluntarismo y un
inmenso espíritu de sacrificio. Así, sus ámbitos de sociabilidad estuvieron mar-
cados por la clandestinidad, por la persecución, por los intentos de anulación y
por el miedo».65 Creo que faltan más trabajos en esta dirección para poder am-
pliar el rango de casos que pudieran confirmar evoluciones similares durante el
franquismo. Las fuentes orales serán, en este caso, de una ayuda inestimable.
La recuperación de las libertades durante la transición democrática no
supuso una etapa de auge para los casinos españoles, cuya idiosincrasia pa-
recía haberse quedado obsoleta ante otras formas de ocio y sociabilidad por
las que apostaban las nuevas generaciones (difícilmente podía el baile y la
orquestina competir con el tocadiscos y el guateque). Ahí está la decaden-
cia del Casino de Salamanca que solo ocasionalmente resultaba atractivo.66
Más bien al contrario, las dificultades económicas de muchos de ellos fue-
ron constantes en los años 70 y primeros 80, panorama ante el cual optaron
por la reintroducción del juego en sus salones, esta vez en forma de bingo.

63 
Véase un buen estado de la cuestión en J. Uría, «Asociacionismo y sociabilidad
durante el franquismo: del colapso al despertar asociativo», en M. Ortiz (ed.), Memoria e
historia del franquismo: V Encuentro de investigadores del franquismo, Cuenca, Ediciones de
la Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, págs. 75-100. En el mismo volumen, sobre el
franquismo (págs. 101-152), es muy sugerente el texto de I. Sánchez, «El miedo, ley para
todos. Asociacionismo y sociabilidad durante la dictadura franquista».
64 
A. Testart, El Casino Menestral Figuerenc, ob. cit., especialmente, pág. 293 y sigs.
65 
I. Sánchez, «El miedo, ley para todos», ob. cit., pág. 123.
66 
R. Martín, L. Martín, J. C. Brasas, Y. Portal, El Casino de Salamanca, ob. cit.,
pág. 353.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 135

Legalizado en nuestro país desde 1977, depositaron en él las esperan-


zas de rellenar sus arcas y poder sobrevivir, mas el bingo acabó generando
no pocos problemas. La presión de los créditos hipotecarios llevó así a la
instalación del bingo en el Gran Casino de Logroño, opción que se venía
barajando desde tiempo atrás y que generó bastantes problemas de gestión.
Acabó cerrándose en 1998, tras años de decadencia.67 Elocuente fue el
caso giennense del Casino de Artesanos, que pronto acumuló una elevada
deuda, debido a los costes que generó la instalación y el mantenimiento
del bingo.68 La identificación entre las apuestas, el juego y los casinos debe
mucho a esta suerte de reconversión reciente y, realmente, ciertos casos
excepcionales han apuntado en esa dirección: el Gran Casino de Santander
supo ocupar el espacio de un ocio plenamente mercantilizado atrayendo a
cantantes, actores y gentes del papel cuché.69

Entre bailes y billares

Aunque hemos hablado de política, negocios y redes, el ocio era, antes que
nada, una de las señas de identidad fundamentales de los casinos y círculos
que, no lo olvidemos, se llamaban frecuentemente «de instrucción y re-
creo». Hay que entender por «tiempo de ocio» una categoría diferenciada
de la de «tiempo libre», pues aquella debe vincularse a la sociedad contem-
poránea y surge entre la burguesía antes que entre las clases populares, dada
la tardía regulación de la jornada laboral. Todo el tiempo de no trabajo no
es tiempo de ocio, ya que durante el mismo deben cubrirse necesidades que
no son, precisamente, ociosas, de manera tal que la categoría de tiempo
libre corresponde a un espectro más amplio.70 Dejamos al margen toda la

67 
A. Fernández y V. Viguera, El Gran Casino de Logroño. 100 años de historia (1905-
2005), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos-Ayuntamiento de Logroño, 2006, págs. 68-
78. Véase también, por ejemplo, C. Hernández, 150 años del Casino de Teruel, Zaragoza,
Círculo de Recreo Turolense, 2003, págs. 129-130.
68 
M. López, «El Casino de Artesanos. Una institución de previsión médico-social en
el Jaén del siglo XIX», Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, núm. 198, 2009,
págs. 321-356.
69 
J. C. Flores-Gispert, Tres edificios para un centenario, ob. cit., pág. 130 en adelante y
todo el material fotográfico que reproduce, con Concha Márquez Piquer, Analía Gadé, José
Luis López Vázquez, entre otros muchos de los famosos que asistían al Casino.
70 
Sin ánimo de exhaustividad, podemos recordar algunas referencias ya clásicas para
la conceptualización del ocio. J. Dumazedier en D. L. Sills (ed.), Enciclopedia internacional
de las Ciencias Sociales, Madrid, Aguilar, 1979, págs. 402-207; A. L. Gómez, Aproximación
histórica al estudio de la Geografía del ocio. Guía introductoria, Madrid, Anthropos, 1988; S.

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136 cultura, OCIO, IDENTIDADES

problemática teórica que existe en torno a la industria cultural y a los con-


tornos de los procesos de transformación de una sociabilidad censitaria a
una de masas.71
En cualquier caso, en el casino se verifica la ecuación ocio, sociabilidad
formal e informal, gracias a un ámbito, institucional y físico, que permite
el desarrollo de prácticas regladas en mayor o menor medida. Es justamente
el casino burgués en el que centra su mirada este texto porque la mayoría
de los existentes se vinculó a esta clase social durante largo tiempo, hasta
que fueron surgiendo alternativas, réplicas más o menos fidedignas, más o
menos diferenciadas, desde el ámbito popular, con el impulso o no del mo-
vimiento obrero, de las formaciones democráticas o, incluso, con la Iglesia
católica como valedora.
Todo ello conduce a varios problemas poliédricos. El primero, el en-
cuadre de las casas del pueblo, que algunos autores consideran reproduc-
ciones obreras del casino burgués, si bien para otros se trataría de fórmulas
específicamente populares de sociabilidad formal.72 José María Jover las
consideraba réplica obrera del casino de las clases altas o del ateneo de las
mesocráticas.73 Además, la existencia, ciertamente, de círculos y casinos
llamados «obreros» o «populares» remite a otro problema epistemológico de
calado, el de si se pueden perfilar claramente los contornos de una cultura
popular propia o si, por el contrario, no se trata más que de un desvaído
reflejo de los cánones elitistas.74

de Grazia, Tiempo, trabajo y ocio, Madrid, Tecnos, 1966; J. Uría, Una historia social del ocio.
Asturias, 1898-1914, Madrid, UGT, 1996.
71 
Para ello, nos volvemos a remitir al exhaustivo trabajo de L. Crespo, Los orígenes del
ocio en Castilla-La Mancha (1887-1923), ob. cit.
72 
Sobre este tipo asociativo, entre otros muchos trabajos, véase F. de Luis y L. Arias,
Casas del pueblo y centros obreros socialistas en España: estudio histórico, social y arquitectónico,
Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2009 (edición revisada de la que se publicó en 1997 con
título y contenidos más restringidos); para un ámbito menor, L. Arias, Los palacios obreros.
Casas del pueblo socialistas en Asturias (1902-1937), Oviedo, KRK Ediciones, 2010; o F. de
Luis y T. Sarmiento, «Las Casas del Pueblo socialistas en Castilla y León», Alcores: revista de
historia contemporánea, León, núm. 8, 2009, págs. 333-379.
73 
En el clásico texto de A. Ubieto et al., Introducción a la historia de España, Barcelo-
na, Teide, 1974. Valoraciones similares en J. Pérez, Casinos de la región murciana, ob. cit.,
pág. 31; A. Guimerá y A. Darías, El casino de Tenerife, ob. cit., pág. 23. Una aproximación
reciente, la de E. Moral, «Las Casas del Pueblo en el socialismo español», en R. Arnabat
y M. Duch (eds.), Historia de la sociabilidad contemporánea. Del asociacionismo a las redes
sociales, Valencia, Universitat de València, 2014, págs. 123-143.
74 
Vuelvo a remitirme a los trabajos de Jorge Uría. Además de la obra citada, «La
cultura popular y la historiografía española contemporánea: breve historia de un desen-
cuentro» en D. Ruiz, I. Sánchez y M. Ortiz (eds.), Movimientos sociales y estado en la Espa-

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Un lugar para el recreo: los casinos… 137

Aunque esa reproducción de patrones pueda ser cierta, los ateneos y


círculos obreros se mostraron en mayor medida activos en su orientación
hacia la educación popular y la política, mientras que dejaron lo recreativo
en un segundo plano. Las diferencias también son visibles en cuanto a su
emplazamiento, decoración, ciclos o cuotas de los socios. Acerca de su de-
nominación, Guereña considera que en estos casos se usaba más el nombre
de «ateneo» que el de «casino», de acuerdo con su distinta orientación y
procedencia.75 Existen numerosos ejemplos de asociaciones vinculadas a las
clases populares en la geografía nacional y están bien estudiados los casos
asturiano y catalán.76
Nos permitirá el lector que aparquemos cuestiones tan importantes para
echar una mirada a algo aparentemente más frívolo: el baile como receta
de éxito y renombre para los casinos. También como una de sus partidas
de gastos más cuantiosas que se repetía cíclicamente en fechas señaladas del
calendario, ya fuera carnaval (recordemos el pasaje reproducido de García
Pavón) o nochevieja y que, incluso, se llegaba a contemplar expresamente
en los reglamentos.
Así ocurre, por ejemplo, en el Casino Andaluz de Cádiz que, en su artí-
culo 64 decía: «Esta sociedad celebrará todos los años un baile de disfraces
durante la época del carnaval, siendo deber de la junta directiva señalar el
día en que deba efectuarse y las demás circunstancias a dar lucimiento y
esplendor a la fiesta».77 Algo parecido se contemplaba en el de Guadalajara,
en cuyo caso se limitaba incluso el número de este tipo de actividades, pues
«con cargo a los fondos de la sociedad habrá solo tres bailes al año, dos serán

ña contemporánea, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la UCLM, 2001, págs. 323-378.


También se puede consultar el debate titulado «¿Qué es la historia de la cultura popular?»
que reproducía Historia Social, Valencia, núm. 10, págs. 151-162. Algunas reflexiones de
interés a partir de estudios más concretos en G. Brey, «Aproximación a la sociabilidad
popular en las ciudades gallegas (1833-1914)», Estudios de Historia Social, Madrid, núms.
50-51, 1989, págs. 223-242; en la misma revista y número, M. Morales, La sociabilidad
popular en Málaga, 1840-1874: de la tutela burguesa a la afirmación de una identificación
diferenciada»; y, finalmente, la aportación de P. Solà, «Acerca del modelo asociativo de cul-
turización popular de la Restauración» al colectivo editado por J.-L. Guereña y A. Tiana,
Clases populares, cultura, educación. Siglos XIX-XX, Madrid, UNED, 1989.
75 
J.-L. Guereña, «La sociabilidad», ob. cit., pág. 203 y también págs. 36-39.
76 
Destaca al respecto el excelente libro de R. Batalla, Els casinos republicans, ob. cit.,
aunque el camino estaba abierto por el artículo de L. Esteva, «El Casino dels Nois», ob. cit.
Para Asturias, J.-L. Guereña, «Una aproximación», ob. cit., págs. 201-222 y Sociabilidad,
Cultura y Educación en Asturias bajo la Restauración (1875-1900), Oviedo, Real Instituto de
Estudios Asturianos, 2005.
77 
Casino Andaluz, Reglamento, Cádiz, 1872, pág. 18.

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138 cultura, OCIO, IDENTIDADES

precisamente uno el día del corpus y otro en carnaval».78 Los bailes eran tan
importantes, pues, para la vida casinista que se mantuvieron en tiempos de
estrechez económica, priorizándolos sobre otras actividades.79 Destinados
a los socios y a sus familiares, también era la ocasión en que ese ámbito
privado, restringido habitualmente en su acceso, se abría a un público más
amplio y lo hacía, además, a las mujeres.
En efecto, el casino ha sido históricamente un espacio fuertemente mas-
culinizado, de dominación androcéntrica y exclusión de género, al que la
mujer fue accediendo en fechas tardías como socia limitada y solo muy
recientemente en igualdad de condiciones. Unos ejemplos. No se permitió
a las mujeres la entrada al Casino de Tenerife hasta 1935 y la figura de la
socia no disfrutaba de todos los derechos. En el de Ávila, fueron admitidas
como socias accidentales en los años 40, restringiéndose a los casos en que
eran cabezas de familia, y hubo de esperarse hasta los 80 para que dos de
ellas se sentaran en la junta directiva. Más tiempo habría de pasar en Bar-
bastro, ya que no hay una incorporación de la mujer hasta los años 80 del
siglo pasado.80
Las mujeres encontraron otros vehículos de asociacionismo y fomenta-
ron sus relaciones por medio de distintos ámbitos de sociabilidad informal
que fueron ocupando, al margen de este tipo de sociedades que les estaban
vedadas.81 ¿Existió ese mismo androcentrismo en los círculos republicanos?
¿Hubo una apuesta de género por parte de dicha opción política? Es lo que
se preguntaba Sergio Sánchez en un riguroso ensayo en el que destaca el
papel subalterno al que relegaron a las mujeres en estos centros, solo pre-
sentes en determinados momentos, y frente al cual, no obstante, algunas de
ellas se resistieron e intentaron poner en pie alternativas. El panorama fue

78 
Casino de Guadalajara, Reglamento orgánico, Guadalajara, 1868, pág. 4.
79 
G. Priego, Asociacionismo cordobés contemporáneo, ob. cit., pág. 213.
80 
Véase A. Guimerá y A. Darías, El casino de Tenerife, ob. cit., págs. 47-48; M. Fer-
nández, Casino abulense, ob. cit., págs. 157-158; y J. L. Pano, «Del casino a la peña», ob.
cit., pág. 112.
81 
Podemos recordar algunas referencias sobre el fenómeno asociativo comprendido
desde la perspectiva de género: D. Bussy, «Por una historia de la sociabilidad femenina:
algunas reflexiones», Hispania, Madrid, núm. 214, 2003, págs. 605-620; M. Nash, M. J.
Pascua y G. Espigado (eds.), Pautas históricas de sociabilidad femenina: rituales y modelos
de representación, Cádiz, Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres,
1999. Asimismo, M. D. Ramos, «Mujer, asociacionismo y sociabilidad en la coyuntura de
1898. Las afinidades con el fin de siglo europeo», en I. Sánchez y R. Villena (eds.), Socia-
bilidad fin de siglo, ob. cit., págs. 73-99; y de la misma historiadora, «Identidad de género,
feminismo y movimientos sociales en España», Historia Contemporánea, Bilbao, núm. 21,
2000, págs. 523-552.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 139

cambiando entre finales del xix y principios del xx, de modo que entonces
sí se pudieron vertebrar escenarios mixtos en torno a los ámbitos librepen-
sadores, laicos y republicanos. La incorporación de un renovado discurso
pedagógico también estuvo presente en este tipo de clubes específicamente
femeninos y de los que podemos citar, por ejemplo, la Asociación General
Femenina (Valencia, 1897) o la Agrupación Femenina Anticlerical (Gijón,
1919).82
Algunos casinos avanzaron en su dimensión festiva más allá del baile,
e incorporaron en su oferta los conciertos de música. Aurelia Díez ha va-
lorado la aportación del Casino de Oviedo a la difusión del patrimonio
musical entre la burguesía de la capital asturiana, por encima de la fre-
cuente crítica —quizás injustificada— en torno a la escasa calidad de sus
intérpretes. Sobre los atriles, teatro lírico (piezas bien conocidas como Jugar
con fuego y Marina u otras más desconocidas hoy en día), música de cámara
(conciertos de piano, violín, tríos o cuartetos), compositores románticos
(Brahms y Beethoven), francófonos (Delibes) y españoles (muy queridos
entre el público eran Sarasate y Barbieri) como repertorio habitual.83
El baile y el concierto no dejaban de ser momentos excepcionales en la
rutina casinista. La mayor parte del tiempo se invertía en otras actividades,
singularmente en el juego, al que se reservaba un espacio ad hoc —impres-
cindible cuando se trataba del billar por la necesidad de ubicar su mesa:
«Arriba, en el piso principal están las salas destinadas al juego, salpicadas de
mesitas para el tresillo, póker y tute. Espléndidos salones, llenos a cualquier
hora de oficiantes»84— y que, oficialmente, debía sujetarse a la ley, como
rezaba, por ejemplo, el artículo primero de los Estatutos del Casino de
Zaragoza (1878), en el que se facilitaría a sus socios la práctica de «juegos
decorosos permitidos por nuestras leyes y todas aquellas diversiones que se
acuerden en Junta general».85 Además del billar, el ajedrez, los naipes y el
dominó fueron durante mucho tiempo los más practicados.
Pero, dado que se trataba de una fuente importante de ingresos, también
se practicaron otros juegos, claramente ilícitos, según sabemos por las in-

82 
S. Sánchez, «Las mujeres y la sociabilidad en los círculos políticos del republica-
nismo español: una fraternidad androcéntrica», en Pensar con la historia desde el siglo XXI.
Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad
Autónoma de Madrid, 2015, págs. 3241-3262.
83 
M. A. Díez, «El casino de “Vetusta”», ob. cit., págs.  185-210, especialmente
pág. 193 y sigs.
84 
Es lo que escribía Félix Urabayen sobre el casino toledano en Toledo: Piedad, ob.
cit., pág. 118.
85 
J.-C. Vanhille, Casinos y círculos en Zaragoza, ob. cit., pág. 199.

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140 cultura, OCIO, IDENTIDADES

tervenciones de los gobernadores y la imposición de sanciones; de tal suerte


que llegaron a convertirse en verdaderos centros de apuestas. En el Boletín
Oficial de la Provincia de Ciudad Real (9-9-1868) se publicaba una carta-
circular del gobernador, dirigida a los alcaldes, en la que recordaba la prohi-
bición de las apuestas en los juegos de cartas, de las que, según dicho texto
oficial, participaban gente de toda clase social y eran practicadas en locales
de todo tipo, incluyendo los casinos. En medio de la situación económica
que se vivía por efecto de la crisis de subsistencia, se apelaba a que en esos
momentos el juego constituía una ofensa hacia los más desvalidos.
Algunos casinos regularon el incumplimiento de esta normativa sobre
juegos contemplando la imposición de multas en lo que constituiría una
suerte de régimen disciplinario interno. Así, el Casino de Aguilar del Río
Alhama estipulaba que, por infringir el primer artículo (relativo a la pro-
hibición de juegos y a la discusión política o religiosa) se procedería al
apercibimiento en primera instancia, o a multas de 10 y 25 pesetas en caso
de una segunda o tercera reincidencia. En caso de producirse un cuarto
incumplimiento, se podría proceder a la expulsión.86
Eran riesgos que se asumieron, haciendo la vista gorda o poniendo vi-
gilancia para avistar la posible llegada de los agentes policiales. Al Gran
Casino de Logroño se le impusieron multas por la práctica de juegos ilícitos
como «el reloj» en 1930 y por lo que debería haber pagado 1.000 pesetas,
si bien luego la multa fue condonada.87 También existen denuncias en los
almerienses y en el de Salamanca se trataba de un importante negocio, con-
vertido en «secreto a voces».88
Con la dictadura de Primo de Rivera se endureció la prohibición y ello
supuso el fin de los cosmopolitas casinos de San Sebastián, que durante la
belle époque, merced a la notable afluencia de público internacional, le ha-
bían proporcionado una vida lujosa. A pesar de todo, el juego a escondidas
siguió practicándose incluso durante el franquismo, gracias al entendimien-
to con las autoridades locales.89
Por último, no quisiéramos olvidar que, además de bailar y jugar, en
los casinos se bebía. La mayoría de ellos contaba con un bar entre sus de-
pendencias y algunos incluían igualmente un restaurante, como el Casino

Reglamento del Casino de Logroño, Logroño, 1901, pág. 16.


86 �

87 
A. Fernández y V. Viguera, El Gran Casino de Logroño, ob. cit., págs. 39-40.
88 
M. D. Jiménez, «El casino como espacio de sociabilidad clientelar», ob. cit.,
pág. 423; Y. Portal, El Casino de Salamanca, ob. cit., pág. 170.
89 
Véase el caso de Osuna en J. M. Ramírez, «El casino, un espacio para la sociabilidad
en la Andalucía liberal», ob. cit., pág. 547.

cultura_ocio_identidades.indb 140 8/6/18 12:15:29


Un lugar para el recreo: los casinos… 141

de Madrid, cuya carta era reconocida y apreciada en la capital.90 La bebi-


da como acto social nos remite al origen de muchas de estas asociaciones,
gestado en cafés como primer lugar de encuentro del que partió la idea de
fundar el casino, y también al contraste con la taberna como espacio más
propio de la sociabilidad popular, distinguiéndose así dos ámbitos para un
mismo hábito del que participaban ambas clases sociales.

Libros y limosnas

«De instrucción y recreo» era el apellido de muchos círculos en España y


el objeto fundamental del que se dejaba constancia en sus estatutos y re-
glamentos. En este texto he invertido el orden de aparición de ambas para
subrayar la parte más lúdica del casino, pero también es preciso abordar la
instructiva, si bien no hay competencia posible con otros tipos asociativos
como el liceo o el ateneo, más volcados en esta dimensión. Aunque organi-
zaron concursos literarios, promovieron conferencias y otros actos forma-
tivos. El diario Los Sucesos anunciaba así, en 1868, la convocatoria lanzada
por el Círculo de la Amistad de esa ciudad para celebrar juegos florales.
Los asuntos propuestos: una oda a la Resurrección del Señor, un romance
histórico en torno a Don Alfonso de Aguilar y una poesía descriptiva sobre
la primavera en la sierra de Córdoba.91 Por su parte, los fundadores del
Casino de Aranjuez se comprometían a celebrar «también sesiones literarias
mensuales, siempre que algún socio se preste voluntariamente a leer algún
discurso sobre cualquier punto del saber humano».92
Pero básicamente me refiero aquí a la posibilidad que se les brindaba a
los socios de ir a leer al casino, de hacerlo en su biblioteca, cuyos fondos
primigenios son hemerográficos. Es decir, en primer lugar se proporcionaba
a los socios la posibilidad de leer la prensa, para lo cual se suscribían a dife-
rentes periódicos, también de ámbito internacional, y en torno a ellos se iba
luego generando un fondo bibliográfico que pudo ir creciendo en mayor
o menor medida para dar, así, sentido a la sala de lectura, más tarde verda-
dera biblioteca. A ello se refería expresamente el Reglamento del Casino de
Palma de Mallorca de 1841, cuando en su página 3 proponía cuatro me-
dios para «proporcionar entretenimiento y diversión a sus suscriptores», a
saber: «periódicos nacionales y extrangeros [sic] de todas clases y opiniones;

90 
J. Montero, El casino de Madrid, ob. cit., págs. 24-25.
91 
Los Sucesos, Córdoba, núm. 426, 21-II-1868.
92 �
Reglamento del Casino de Aranjuez, Aranjuez, Imp. de Juan Martín, 1853, art. 6.

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142 cultura, OCIO, IDENTIDADES

y cuando los fondos lo permitiesen, obras escogidas, que se comprarán para


la formación de una biblioteca selecta; juegos permitidos, y de moderado
interés; conciertos; bailes».93
Debido a la dificultad de las fuentes, no hay hasta la fecha estudios
suficientes con los que trazar una panorámica general de los fondos biblio-
gráficos que consiguieron recopilar, y del propio funcionamiento de estas
bibliotecas que, desgraciadamente, se han perdido con frecuencia. Sabe-
mos, por ejemplo, que en 1986 fue vendida la biblioteca del Casino de Ar-
tesanos de Jaén, años antes de que el Ayuntamiento de la ciudad se hiciera
cargo del propio edificio.94 Por el contrario, ha llegado hasta nuestros días
algún catálogo histórico de los fondos custodiados por estas bibliotecas. Es
el caso del de Zaragoza, con el Catálogo de las obras existentes en la Biblioteca
del Casino de Zaragoza de 1875.95 Según consta en el prólogo del mismo,
la catalogación fue llevada a cabo por José Cobeña Mejía, facultativo de
Archivos y Bibliotecas, con destino en la Universidad de Zaragoza.
La investigación sobre el Círculo de Recreo de Valladolid (1844), fir-
mada por Rafael Serrano,96 puede ser un paradigma metodológico para el
futuro, aunque no nos parece tan evidente si sus rasgos fueron la norma
o más bien una de las excepciones. Su dotación inicial se generó en fecha
temprana, en época isabelina, aunque en un principio no se contemplaba
más que una sala de lectura, y fueron creciendo de forma que se precisó el
encargo de estanterías, la mejora de la iluminación y, finalmente, la catalo-
gación de sus volúmenes, bien encuadernados y disponibles para los socios
en diferentes dependencias, además de la propia biblioteca en sí. Por lo que
respecta a los autores, Serrano llama la atención sobre la presencia krausista
(Giner, Sales y Ferré, Tiberghien) aunque, en términos generales no había
un peso sólido de la bibliografía relacionada con el pensamiento o con la
«economía política».
En cuanto a las publicaciones periódicas, revistas ilustradas (incluida
La Ilustración Española y Americana, una joya en su género y en la historia
del patrimonio hemerográfico español), técnicas (Revista de Obras Públicas)
y francesas (Revue Scientifique de la France et de l’Étranger) y, desde luego,
oficiales (Gaceta de Madrid o Diario de Sesiones de las Cortes) y satíricos (La
Flaca). En suma, una biblioteca que no brilla por la altura intelectual de

Reglamento del Casino de Palma de Mallorca, 1841, sn, pág. 3.


93 

M. López, «El Casino de Artesanos», ob. cit., pág. 355.


94 

95 
Catálogo de las obras existentes en la Biblioteca del Casino de Zaragoza, Zaragoza,
Imp. del Hospicio, 1875.
96 
R. Serrano, «La biblioteca de un casino español», ob. cit.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 143

sus fondos y que responde a diferentes niveles de lectura, entre los que se
incluye uno más profesional vinculado a revistas especializadas, anuarios
jurídicos y publicaciones, en general, que permitían seguir el avance de
diversos saberes.
Especial por sus fondos, mas también por la belleza de su contenedor, la
biblioteca del Casino de Madrid ha sido una de las más importantes en la
capital española desde el siglo xix. 97 En el origen de su creación estuvo la
oferta de prensa para los socios y, a partir de la suscripción a los periódicos
y revistas, la colección bibliográfica fue creciendo, asimismo en otros sopor-
tes como los porfolios fotográficos. Ya era relevante durante el tiempo en el
que el casino estuvo en el edifico de La Equitativa y con la construcción de
su sede definitiva en la calle Alcalá se diseñó un espacio singular, de estilo
neogótico al igual que la del Senado y en hierro como material básico de
sus estanterías, para evitar los posibles riesgos del fuego, tomando buena
nota de lo que había pasado en el incendio de la biblioteca del Congreso de
Estados Unidos en 1851. Como curiosidades puede apuntarse que ponía
a disposición de sus usuarios juegos de gafas de diferente graduación y que
ha servido de decorado para varias películas. Remodelada en los años 90 del
siglo pasado, hoy todavía es perfectamente accesible.
Más modesta que las dos anteriores debió ser la del Círculo de la Amis-
tad de Córdoba que fue creada en los años 60 del xix como complemento
a su sala de lectura y que también arrancó a partir de la suscripción a pe-
riódicos de diverso signo ideológico —según ha estudiado Gloria Priego,
en 1878 recibía ya más de quince publicaciones de todo tipo—. Las do-
naciones fueron una fuente de crecimiento de sus fondos bibliográficos,
que se vieron incrementados por la decisión de comprar la biblioteca de
un militar, miembro de la Sociedad de Amigos del País, si bien parece que
nunca hubo una política clara de adquisiciones.98
Otros pequeños casinos se dotaron igualmente de bibliotecas. Entre
ellos citemos el Casino Unión y Progreso de Arafo (Tenerife), el Casino de
Artesanos de Jaén, el de Almería, el Casino Africano de Ceuta o el Círcu-
lo Primitivo de Madrigueras (Albacete), que en su Reglamento hacía toda
una declaración de intenciones: «Art. 5. El Círculo recibirá cuando menos
97 
A. Riera, «La biblioteca del Casino de Madrid», Mi biblioteca: La revista del mundo
bibliotecario, Madrid, núm. 23, 2010, págs. 94-100. Se trata de un artículo más bien de
divulgación, pero que proporciona informaciones útiles sobre sus características funda-
mentales, completadas con la tesis doctoral, ya citada, de María Zozaya, menos prolija de
lo habitual en el análisis de este servicio del Casino y a quien, además, no le parece singu-
larmente relevante.
98 
G. Priego, Asociacionismo cordobés, ob. cit., págs. 201-202 y 214-218.

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144 cultura, OCIO, IDENTIDADES

dos periódicos políticos diarios de Madrid y uno de Albacete, y si aque-


llos fueren más, se procurará que sean de distinto color político. También
podrá haber periódicos ilustrados, y cuando la situación económica de la
Sociedad lo permita, obras literarias o de otra clase elegidas por la Junta
Directiva».99
Salas de lectura y bibliotecas muestran una faceta absolutamente privada
de estos espacios públicos, de acceso restringido, pensadas únicamente para
uso y disfrute de sus socios. Frente a esa vida hacia el interior, las acciones
de beneficencia vendrían a reforzar la proyección externa, marcada por el
concepto de representación social. Los donativos podían responder a una
suerte de colaboración con instituciones de beneficencia, a los que se entre-
gaban sumas de dinero (desde asilos a colegios de huérfanos, pasando por
instituciones laicas como la Cruz Roja) o bien acciones más coyunturales
en respuesta a una situación catastrófica concreta (inundaciones, epidemias
o guerras eran tres de esos contextos de intervención).
Un caso excepcional tal vez fue el del Casino de Cádiz. Así, se pueden
mencionar varias de sus intervenciones benéficas, como la recaudación de
una considerable suma de dinero para afrontar las epidemias de cólera-
morbo (1854 y 1885), su contribución a la puesta en marcha de un hospi-
tal de sangre con motivo de la repatriación de los militares vencedores de
la guerra de África (1859) o el pago del coste que generó el ingreso en el
hospital de San Juan de Dios de varios militares venidos de Cuba (1898).100
Indudablemente, este tipo de donativos es el que más subraya la implica-
ción de la asociación con su entorno y fortalece el prestigio exterior de la
élite que la dirige.
La cuestión está bien estudiada en el caso del Casino de Madrid, rele-
vante por su posible impacto social,101 aunque la faceta está presente en
multitud de casinos y círculos, como en el de la Amistad de Córdoba para el
que fue una actividad señera que incluía la colaboración con la Cruz Roja,
institución con la que también colaboraron el Casino Africano de Ceuta
desde su fundación en 1915 y el Casino de Tenerife.102 Por su parte, el Ca-

99 
Reglamento de la Sociedad Recreativa denominada Círculo Primitivo de Madrigueras,
Albacete, Imp. de Eduardo Miranda, 1907, pág. 4.
100 
P. J. Nogueroles, M. A. Ruiz y A. Burgos, El casino gaditano ante las crisis sanita-
rias del Cádiz decimonónico, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz,
1999.
101 
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 641 y sigs.
102 �
R. Ramírez, “El Casino Círculo de la Amistad de Córdoba”, ob. cit., págs. 574-
575; J. L. Gómez, “Casinos de Ceuta”, ob. cit., pág. 266; A. Guimerá y A. Darías, El casino
de Tenerife, ob. cit., pág. 100 y sigs.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 145

sino de Tolosa, además de realizar campañas de ayuda a los damnificados


de las inundaciones de Elizondo en 1907 y a los familiares de las víctimas
del Riff en 1901, se implicó en un proyecto de mayor calado, como la fun-
dación de una colonia escolar en 1917 que acabó por disolverse en 1925,
tras la protesta de algunos socios ante la «excesiva responsabilidad» asumida
por el casino.103
Junto a esa beneficencia externa existió otra de tipo privado, destinada a
los socios o su entorno familiar. Podemos seguir por cómo se desplegaban
las diferentes acciones en el Casino de Madrid.104 Una primera ocasión era la
condonación de deuda a un socio, algo que se procuraba mantener de manera
discreta para salvaguardar la honorabilidad del mismo y que probablemente
no era demasiado frecuente, aunque se dio. En segundo lugar, la contribu-
ción de la institución para costear el entierro de un socio fallecido y que se
recogía en los estados de cuenta como gasto por luto. Finalmente, la ayuda
prestada a sus viudas o a sus hijos. En este caso el donativo podía responder a
la petición directa que la interesada elevaba a la junta, o bien a la intermedia-
ción de algún otro socio. En todo caso, como apunta María Zozaya, estamos
ante una pauta que recuerda la cobertura de las antiguas cofradías.
La viudedad podía extender, por cierto, el derecho de asistir a los bailes
de los casinos. Es el caso del de Alburquerque, que en el artículo 10 de
su Reglamento decía: «A dichas reuniones, familiares o de etiqueta, serán
invitadas las viudas, huérfanas, madres o hermanas de socios numerarios
fallecidos y que no tengan representación masculina que les conceda este
derecho».105
Las vertientes benéfica y recreativa hallaron un cauce de fusión más es-
pecífica en casinos como el de Artesanos de Jaén, que lo aproxima signi-
ficativamente al modelo de las sociedades de socorros mutuos y que pasó
por dos etapas históricas, una desde 1858 y otra, ya específicamente como
tal Casino de Artesanos, diez años después. Sus fines eran tres: socorrer a
los socios en caso de enfermedad, promover entre ellos un mayor grado de
instrucción y facilitarles el local para su ocio. Así, la atención solidaria, las
clases nocturnas, los juegos florales o las tertulias se conjugaron en una aso-
ciación que ha sido estudiada por Manuel López en un trabajo que cubre
hasta el inicio de su etapa más reciente, ya en 1997.106

103 
J. F. del Hoyo, Casino de Tolosa, ob. cit., pág. 14 y sigs.
104 
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., pág. 667 y sigs.
105 
Reglamento del Casino de Alburquerque, Badajoz, Imp. La Minerva Extremeña,
1908.
106 
M. López, «El Casino de Artesanos», ob. cit.

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146 cultura, OCIO, IDENTIDADES

Finalmente, incorporo el caso de un Círculo puramente benéfico, el


Filantrópico de Barcelona, cuyo objeto era recaudar fondos, gracias a la
celebración de «funciones recreativas», similares a las que se organizaban en
otros casos para solaz de sus socios: teatro, corridas de toros o exposiciones,
entre otras.107

Por dentro y por fuera

En su calidad de entidades privadas solo los socios tenían acceso a los casinos
y círculos, gracias al pago de una cuota que suponía un primer y evidente
filtro de selección de clase. El carácter restrictivo, pues, de estas asociaciones
quedaba reforzado por el desembolso regular de un gasto que la mayoría de la
población era incapaz de asumir. Generalmente, para ingresar en el club era
necesario solicitarlo formalmente, cumplir los requisitos marcados reglamen-
tariamente (como ser mayor de edad), haber sido presentado por otro socio
y ser admitido tras la oportuna votación de sus miembros. Una vez dentro,
el pago de la cuota garantizaba el derecho a participar en los órganos de go-
bierno y extendía de esta manera hábitos de familiarización con las prácticas
democráticas, casi inexistentes en otros ámbitos de la vida pública.
Así lo expresaba el Reglamento del Casino Liberal de Cádiz: «Todos los
Socios tendrán iguales derechos de voz y voto en las Juntas generales, siem-
pre que lleven como tales tres meses habiendo satisfecho la correspondien-
te cuota. Todos tendrán cualidad de elegibles para los cargos de la Junta
Directiva».108
Es decir, las juntas rectoras eran elegidas por los socios, como acabamos
de leer, y debían responder de su gestión ante los mismos, que ejercían
una suerte de fiscalización; algo que no siempre quedó exento de tensiones
y conflictos. En el Casino de Llagostera se vivió así una situación difícil
cuando en 1929 la junta directiva se negó a discutir en asamblea la petición
de reforma formulada por un grupo de socios que constituían la oposición
interna.109 Lo habitual era que las juntas estuvieran formadas por, al menos,
un presidente y un secretario, a los que se sumaban normalmente los cargos
de tesorero, vicepresidente y algunos vocales.

Reglamento del Círculo Filantrópico de Barcelona, Barcelona, Imp. de Leopoldo Do-


107 

menech, 1871, arts. 1 y 44.


108 
Reglamento del Casino Liberal Gaditano de Instrucción, ob. cit., art. 7.
109 
P. Solà, «El casino Llagosterenc, de la primera Dictadura a la guerra civil», ob. cit.,
págs. 18-19.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 147

Los reglamentos de cada casino, generalmente tan parecidos, contem-


plaban sus funciones e, igualmente, preveían las sumas a las que ascendían
las cuotas, de ingreso, mensuales o anuales, dado el caso. Su importe varió,
lógicamente, con el paso del tiempo y respondió a una casuística muy varia-
da en función de la localidad, el tamaño de la propia asociación y su mayor
o menor exclusividad. En el Casino de Cervantes, Alcalá, pagaban 4 pesetas
mensualmente desde 1878. En el de La Amistad (La Roda, Albacete), tan
solo 1 peseta en 1907.110 De estos ingresos regulares, de otros extraordina-
rios y de todos los gastos que se fueran ocasionando habrían de informar a
la autoridad gubernativa, según contemplaba la ley de asociaciones.
También eran los estatutos y los reglamentos los que fijaban la tipología
de socios, que frecuentemente contemplaba las categorías de fundadores,
de honor, de número y transeúntes. Estos últimos, admitidos provisional-
mente cuando algún empleado público o comercial residía temporalmen-
te en la ciudad por motivos laborales, carecían del derecho a voto en las
asambleas. Al Casino de Chinchón se podía acceder a la edad de 18 años,
mientras que en el de Lleida se requería ser mayor de edad. En los de Be-
nimaclet y Cesures no solo se especificaba una edad mínima (18 y 23 años
respectivamente), sino también observar una «buena conducta» en general
o una «buena conducta moral y política», demostrando así una tendencia
de control social elitista por parte de estas asociaciones.111
En otro orden de cosas, resulta imposible aproximarnos al número de
socios que los casinos llegaron a admitir en su seno y que, desde luego, va-
riaría de manera significativa en función de multitud de factores. Alguno,
incluso, contemplaba un mínimo, como el Casino Calellense, que se con-
sideraría disuelto si no superaba los veinticinco socios.112
Por lo que a la gestión económica se refiere, la bibliografía parece apun-
tar más bien a uno de sus puntos débiles y algo ha podido comprobar ya
el lector a este respecto. Sus inicios solían ser más bien precarios, aunque
el ingreso de nuevos socios salvaba la situación. Conforme iban creciendo,
aspiraban a la mejora de sus instalaciones y a la adquisición de un nuevo lo-
cal, generándose de esta manera un endeudamiento a largo plazo que en las

110 
Reglamento del Casino de Cervantes, Alcalá de Henares, Imp. de F. García, 1878,
art. 10 y Reglamento por el que ha de regirse el Casino de la Amistad de Roda, Albacete, Imp.
Eduardo Marquina, 1907, art. 14.
111 
Véase el Reglamento del Casino Principal de Lleida (1924), del Casino «La Iberia»
de Chinchón (1912), el Casino Instructivo y Benéfico de Benimaclet (1898) y el Casino
de Cesures (1908).
112 
Estatutos del Casino Calellense: sociedad recreativa constituida en 14 de febrero de 1893,
Barcelona, Luis Tasso, 1897, art. 25.

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148 cultura, OCIO, IDENTIDADES

coyunturas más críticas (tras las guerras mundiales o la civil, singularmente)


conducían a la penuria económica o, lamentablemente, a la desaparición
del casino en cuestión. Para reequilibrar las cuentas se fueron articulando
algunas soluciones como el incremento de las cuotas (idea muchas veces
desechada para no ahuyentar las nuevas altas), la constitución de sociedades
o la emisión de obligaciones.
Uno de los gastos constantes que tuvieron los casinos fue el pago de sa-
larios a sus empleados, encargados de prestar servicios a los socios. A pesar
de la carencia de trabajos monográficos y las pocas referencias que sobre el
tema se incorporan en la bibliografía general, podemos compartir algunas
de las líneas propuestas por Zozaya para el Casino de Madrid.113 Existe
entre el mundo del trabajo y el de los casinistas una estrecha vinculación
que podía empezar por la recomendación del aspirante como vía de acceso
al puesto, continuaba con la dependencia de sus horarios respecto de la
vida que los socios hacían en el casino y se afianzaba cuando cumplían
encargos de tipo privado, más allá de sus obligaciones en la institución.
Superado el umbral de la confianza personal, se iba tejiendo así toda una
red entre ambos mundos, que frecuentemente estaba impregnada de fuer-
te paternalismo y cuya fórmula madura sería, por ejemplo, la creación de
montepíos (Madrid, 1900). Otros autores han insistido, desde contextos
sociales y económicos más modestos, en esta misma idea de la protección
paternalista que no impedía, con todo, la regulación de un régimen dis-
ciplinario en el caso de incumplimiento de obligaciones por parte de los
dependientes y que, claro, podían llegar al despido. Multas por no acudir
a trabajar, tensiones por los ajustes horarios o algunos escritos de protesta
son parte del catálogo de conflictos que se han podido constatar en el cír-
culo cordobés.114
Su grado de especialización, los salarios —que, en general, debían estar
por encima de otros trabajadores-115 y las propinas complementarias que
recibían fueron creciendo, como también lo hizo el prestigio social que se
alcanzaba con un empleo estable en una institución de lustre. De hecho, el
casino madrileño regularizó su plantilla en 1904, emulando de este modo la
ordenación de puestos de trabajo en las administraciones públicas.
113 
M. Zozaya, El Casino de Madrid, ob. cit., págs. 523-625 y «“Mozos de oficio”, em-
pleados y dependientes del Casino de Madrid (1875-1910)», en S. Castillo y R. Fernández
(eds.), Campesinos, artesanos, trabajadores. Actas del IV Congreso de Historia Social de España,
Lleida 12-15 de diciembre de 2000, Lleida, Editorial Milenio, 2001, págs. 553-566.
114 
R Ramírez, «El Casino Círculo de la Amistad de Córdoba», ob. cit., págs.  571-
574.
115 
Véase, por ejemplo, Y. Portal, El Casino de Salamanca, ob. cit., pág. 400 y sigs.

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Un lugar para el recreo: los casinos… 149

En cuanto al catálogo de empleos, era muy diverso, pero podemos apor-


tar un ejemplo, esta vez alejado de la grandiosidad de la capital. Se trata de
la plantilla del Círculo de la Constancia de Cuenca (1900):116

——Un encargado de mostrador para el despacho de géneros, con el salario


de 2,5 ptas.
——Un auxiliar de secretaría y contaduría, 1 pta..
——Un pianista, 2,5 ptas. diarias. Debía tocar de 9 a 12 de la noche y daría
«realce» a cuantos actos le indicara la junta.117
——Un conserje que podía tener a su cargo el servicio del despacho. No
especificaba su sueldo pero sí que era el jefe de todos los camareros y
que, además, debía cuidar la biblioteca y los periódicos «con el mayor
esmero».
——Un mozo o camarero encargado de la sala de recreos, 1,5 ptas.
——Una cocinera, 2 ptas. diarias. En efecto, la mujer tenía vetada la entrada
al casino como socia, aunque la encontramos detrás de la barra o en
otras tareas de servicio, reforzando, en suma, la fuerte masculinización
de estos ámbitos de la sociabilidad.
——Dos camareros permanentes, que cobraban 1 peseta diaria y que tenían
un suplente para los casos de enfermedad o ausencias justificadas.
——Un camarero en el servicio de billares, 1,50 ptas.
——Un temporero a las órdenes del anterior, 1,50 ptas. los días que traba-
jase.
——Un portero, 2 ptas. diarias.

La mayor inversión que los casinos afrontaban era la construcción de su


edificio. Alojados inicialmente en locales provisionales, conforme fueron
creciendo aspiraron a consolidar la entidad también desde un plano pura-
mente físico. La sede del casino se convertía así en su imagen exterior, en
proyección de su actividad interior y en expresión simbólica de su identi-
dad. Un edificio para ofrecer mejores servicios a los socios, pero también un
edificio para ser reconocido en el tejido urbano y remarcar su presencia. De

116 
Reglamento orgánico exterior para el mejor servicio del Círculo de la Constancia, Cuen-
ca, Tip. de C. León, 1900.
117 
Del trabajo regular de un pianista también tenemos noticia en el Gran Casino de
Pamplona. El primero fue contratado después de haber adquirido el piano de la sociedad
en 1863. Según el Reglamento, debía proponer a la junta la adquisición de partituras en
función de las novedades musicales más destacables. Véase J. Del Guayo y M. D. Martínez,
El Nuevo Casino de Pamplona, 1856-2006, Pamplona, Nuevo Casino, 2006, págs. 38-39.

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150 cultura, OCIO, IDENTIDADES

ahí que la ubicación fuera desplazándose y aproximándose lo más posible


al centro de la localidad.
Tenemos en el Casino de Santander una magnífica muestra de esa bús-
queda de la proyección simbólica más potente, que discurre de manera
acompasada con el propio crecimiento de la ciudad y su acomodo a la
función de balneario prestigioso que la fue perfilando. Situado en las in-
mediaciones de los hoteles de El Sardinero, abrió sus puertas en 1870 con
una vocación lúdica muy marcada.118 La sencillez de este primer edificio fue
superada por la sede de 1901, de líneas sobrias pero más rotundas y cuya
oferta recreativa —bailes, conciertos, cine…— quedó incorporada a las
guías turísticas de la ciudad desde la década de 1910. Finalmente, el edificio
que ha llegado hasta nosotros es el magnífico proyecto de Eloy Martínez
de Valle.
Inaugurado en 1916, el Gran Casino sintetiza el gusto ecléctico de la
época, con apuntes manieristas y referencias expresas a los casinos de Mon-
tecarlo (obra de Garnier) y de San Sebastián —según Carmen Bermejo,
quien ha abordado en un sugerente estudio el programa decorativo que lo
vistió—.119 Diversos artistas locales o asentados en Santander se ocuparon
de cubrir techos y paredes de tres áreas privilegiadas: hall, salón comedor y
sala de fiestas, también conocida como la «bombonera». A pesar de la limi-
tación que las fuentes visuales han impuesto sobre nuestro conocimiento
del mobiliario, sabemos que se componía de piezas en maderas nobles, de
estilo inglés y renacimiento, así como de sillones Chester, sillas Sheraton
y pequeñas mesas auxiliares en hierro y mármol. En línea, pues, con el
ambiente amigable y relajante que debía recrear. De su fabricación se ocu-
pó La Equitativa, sólida empresa del entramado productivo cántabro que
también había suministrado el equipamiento del Hotel Real. Según recoge
Bermejo de la prensa local, el día de su inauguración deslumbró —nunca
mejor dicho— la iluminación, otro ejemplo del moderno confort del que
hacía gala la sociedad. En su longeva existencia cabe señalar el uso como
hospital que se le dio durante nuestra última guerra civil.120

118 
Véase J. C. Flores-Gispert, Gran Casino de El Sardinero, Santander, Tantín, 2008 y
del mismo autor Tres edificios para un centenario, ob. cit.
119 
M. C. Bermejo, «El Gran Casino: la decoración de interiores en Santander, 1913-
1911», ob. cit. Este trabajo constituye una de las propuestas más interesantes en la produc-
ción sobre casinos en los últimos años. Se enmarca, además, en un colectivo coordinado
por la profesora Ana María Fernández que ofrece una perspectiva poco transitada en la
historiografía española del Arte: decoración y mundo empresarial.
120 
Otras referencias a usos diferentes en A. Luque, De casino a biblioteca: anales de la
vida social orotavense, La Orotava (Islas Canarias), Ayuntamiento de La Orotava, 2002,

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Un lugar para el recreo: los casinos… 151

Muchos casinos siguen marcando en la actualidad hitos arquitectónicos


de la configuración viaria. Difícilmente puede comprenderse el tramo ini-
cial de la calle Alcalá de Madrid sin el imponente edificio del Casino, tra-
sunto externo e interno del lujo con el que quisieron dotarse sus miembros.
Se trata de una pieza esencial en la evolución de la arquitectura madrileña
durante la primera década del xx (1903-1910), cuya gestación fue com-
pleja: se inició con un concurso declarado desierto para luego reconvertirse
en encargo a los Farge (padre e hijo) a partir de todas las propuestas que
mejor valoró la junta de entre las presentadas.121 La legislación impedía,
sin embargo, que arquitectos extranjeros se responsabilizaran del proyecto
y fue, finalmente, José López Sallaberry quien lo ejecutó, asumiendo ideas
de Farge e incorporando sus propias soluciones en algunos espacios clave
e, igualmente, en la ornamentación. Como resultado, un brillante ejercicio
de eclecticismo con influencias francesas, cuya fachada se articula en dos
cuerpos diferenciados en altura y su interior se distribuye a partir de una
imponente escalera que arranca del patio de honor y se inspira en la Ópera
de París. Ambos elementos dan el tono de representación social que sigue
conservando el inmueble gracias a que permanece el uso para el que fue
concebido, con las necesarias intervenciones posteriores, la más importante
de ellas llevada a cabo entre 1988 y 1990. Desde su inauguración contó
con los avances y comodidades más modernos de la época, algo en lo que
la institución ya había sido pionera, por ejemplo, al instalar la iluminación
por gas a mediados del siglo xix.
En cuanto al lujo de su interior cabe destacar el Salón del Baile (hoy
Salón Real), cuyos trabajos de decoración pictórica y escultórica fueron
desplegando, en diversas etapas entre 1908 y 1919, los artistas Emilio Sala,
Cecilio Pla (murales), Mariano Benlliure (friso de los amorcillos), Benedito
y Sotomayor, Anselmo Miguel Nieto y Romero de Torres (paneles). Res-
pondía, pues, a todo un programa iconográfico pensado para colmar los
gustos dominantes entre la alta burguesía del momento y en el que llama la
atención —como subraya María López— la presencia de la representación
femenina.122
Mas si los casos de Santander o Madrid son magníficas demostraciones
del esplendor que identificaron a los grandes casinos, también en otras ca-

págs. 112-124 y en J. L. Pano, «Del casino a la peña», ob. cit., pág. 114.


121 
Estudiado por Ó. da Rocha y S. Torres, Un hito centenario de la arquitectura ma-
drileña, ob. cit.
122 
Contamos con la completa monografía de M. López, Patrimonio artístico del Casino
de Madrid, ob. cit. En ella se aborda el estudio del salón, del friso de los amorcillos, de las
pinturas del techo y de las horas del día.

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152 cultura, OCIO, IDENTIDADES

pitales de provincia y en ciudades más pequeñas hubo empeño por ubicar


al casino en el mejor emplazamiento posible para proyectar, así, una imagen
de solidez desde la arquitectura misma. En este sentido, no sorprende el
bello inmueble del Casino de Llanes, obra de Álvarez de Mendoza que se
inauguró en 1912;123 o los casinos, igualmente soberbios, de Almería, Man-
resa y Murcia, declarados monumentos histórico-artísticos por su evidente
valor.124

Conclusión

Del exterior al interior, de la época isabelina a la transición democrática


y del baile a la beneficencia, pasando por la política y las redes tejidas en
torno al trato cotidiano. Hasta aquí el recorrido por la caracterización del
casino —o del círculo— como forma singularmente específica del asocia-
cionismo de matriz burguesa.
Unas páginas que se cierran con una cita del Reglamento del Casino
de Aranjuez en la que se apela directamente a la tendencia humana de la
relación, al concepto mismo de sociabilidad, definido hace décadas por el
pionero de su estudio, Maurice Agulhon:

Cuando consideramos la innata tendencia del hombre a reunirse con sus semejan-
tes y cuando observamos que, como consecuencia precisa, por medio de ciertos
sonidos articulados transmite los productos del misterioso laboratorio establecido
en su cerebro, no podemos menos de reconocer que el Supremo Hacedor adornó
a la especie humana con ese carácter distintivo de sociabilidad y de comunicación o
cambio recíproco de las concepciones de su inteligencia […]. Demos, Señores, el
egemplo [sic]: Aranjuez contiene elementos más que suficientes para que, reunidos
y regularizados convenientemente, se pueda formar y sostener un establecimiento
que en pueblos de menor importancia ha dado y está produciendo positivos re-
sultados.125

123 
A. Vázquez, Casino de Llanes: algo más que cien años de historia, Llanes, El Oriente
de Asturias, 2012. Declarado BIC en 2006.
124 
Véase F. Chueca, «Casino cultural de Almería», Boletín de la Real Academia de la
Historia, Madrid, vol.  181, núm.  1, 1984, págs.  122-123; del mismo autor, «Casino de
Manresa (Barcelona): declaración de monumento histórico artístico», Boletín de la Real
Academia de la Historia, Madrid, vol.  177, núm.  3, 1980, págs.  617-662; J. Guirao, El
casino de Murcia, Murcia, 1994; A. Vera, El casino de Murcia, ob. cit.
125 
Reglamento del Casino de Aranjuez, Aranjuez, Imp. de Juan Martin, 1853, págs. 3 y
5. Cursivas en el original.

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