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¿Es la Posmodernidad una nueva Edad Histórica?

“El mundo moderno no acepta dogmas de la autoridad, pero acepta


cualquier dogma sin autoridad. Di que algo es así, según el Papa o la
Biblia, y lo descartarán como superstición sin examinarlo. Pero precede tu
comentario con "dicen" o "¿no sabes que...?", o intenta (y no consigas)
recordar el nombre de un catedrático mencionado en algún periódico, y el
agudo racionalismo de la mente moderna aceptará cada palabra que
digas.”
Gilbert K. Chesterton

La expresión de Chesterton sintetiza de algún modo la condición posmoderna.


Una época – la que nos toca vivir- teñida por dos notas centrales: el relativismo y el
antirracionalismo.

¿Es la posmodernidad una nueva edad histórica? No puede darse una fecha de
comienzo para la posmodernidad.
Según algunos autores, la posmodernidad es un “estado anímico” del hombre a
nivel global. Emparentada con las guerras mundiales y con la destrucción masiva,
tanto como con la revolución tecnológica –de la electricidad al microchip, de la radio a
Internet- parecería ser una condición, es decir, una etapa transitoria, más que una
nueva época.

Filosóficamente es posible rastrear sus notas a fines del s. XIX, en los escritos
del alemán Federico Nietzsche. Históricamente en la concreción de la llamada “Gran
Guerra” (1914-1919) que cifra el cambio tecnológico en las armas y pone las
comunicaciones al servicio de la estrategia militar.

Ambos elementos consagrados por los totalitarismos (fascismo y nazismo) que


a su vez transforman la concepción de la política en un “acto de fe” apelando a la
irracionalidad y a la fe ciega en un líder mesiánico, aparentemente dispuesto a cumplir
una “misión salvífica”. Destino al que arrastran a sus pueblos hacia la segunda guerra
(1939-1945), una guerra verdaderamente “mundial” por sus dimensiones y por sus
escalas de conflagración. Según otros autores, estos eventos son tan solo la
preparación crítica para la condición posmoderna.

Condición que eclosiona hacia las décadas del 50 y 60, con los movimientos
contraculturales llegando hasta el fin de siglo con la cuestionada disolución de los
grandes paradigmas ideológicos:
“Los ideales, las grandes ideologías que han sustentado gobiernos,
impulsado revoluciones y manipulado destinos han caído, también los
valores que las animaron: la racionalidad, el afán de progreso, los lazos de
solidaridad...”1

El final de la segunda guerra mundial y las tensiones entre países comunistas y


capitalistas expresadas en la construcción del Muro de Berlín (1947-56) dio origen a
unas sociedades en las que la recuperación material, demográfica y moral estaba
marcada por la alineación a uno u otro bloque ideológico. Un tercer mundo emergente
de las guerras por independizarse de países colonialistas (India, Indochina –luego
Vietnam- estados emergentes africanos, etc.) veían la infiltración de uno y otro bloque
en sus asuntos internos, lo que derivó en conflictos bélicos de devastadoras
consecuencias para esos estados.

Las guerrillas que cundieron en todos los estados del tercer mundo fueron el
método de presión sobre los estados colonialistas, pero también fueron utilizadas
como factor de desestabilización en los débiles regímenes democráticos de América
Latina. Mientras tanto, el desarrollo de la tecnología y el incremento de los negocios
que internacionalizaron empresas hasta convertirlas en “marcas mundiales”.

Los estados de bienestar establecidos después de la segunda guerra mundial


crearon las condiciones de surgimiento de la sociedad de consumo al fomentar la
elevación del estilo de vida de las clases medias y bajas, estimulando a producir y a
consumir lo producido. Para ello, la producción abarató costos y bajó la calidad de los
productos con el propósito de satisfacer rápidamente a la demanda, pero también de
retener esa demanda como futuro consumo.

Los años 50 y 60 del siglo XX fueron las décadas de mayor expansión del
consumo en las que los medios de comunicación conocieron una influencia sin
precedentes, tendientes a marcar la “tendencia” del consumo mediante las
publicidades, pero también gestando un medio de sostenimiento de las ideologías
abiertamente enfrentadas en la guerra fría: capitalismo y comunismo.

En las sociedades capitalistas las tendencias aceleradas a la expansión del


consumo llevaron a fuertes reacciones de parte de los movimiento juveniles, muchos
inspirados en los tres pensadores que tuvieron mayor peso en el período: Carlos Marx,
Mao Tse Tung y Herbert Marcuse.

1
Lipovetsky, Giles (1998) Posmodernidad, Alianza:Madrid. p. 70.
Estos movimientos reaccionan contra el individualismo y el materialismo que la
sociedad de consumo exalta por sobre los valores espirituales. Ciertamente, el
consumo era un camino de realización individual para el que los bienes materiales
constituían la dimensión cambiante de su ser. Tener supera el ser. Los valores
culturales sostenidos hasta entonces, como el crecimiento espiritual e intelectual,
habían pasado a un segundo plano.

Así los años ́60 del siglo XX se identificaron con la sociedad insatisfecha, el
consumismo y la irrupción de la juventud como protagonista crítico de la protesta
social, como vemos, por caso, en el Mayo
Francés de 1968 y sus movimientos
emparentados (Tlatelolco, Nueva York,
Montevideo y el Cordobazo en Argentina),
las canciones de protesta, el movimiento
beat y el hippismo, las poesías que se
declaraban manifiestos de la libertad frente
a la opresión, el conflicto generacional, etc.
Los alcances de estos procesos dieron
marco a las evocaciones nostálgicas de los
años posteriores en los que, aquellos
jóvenes ya adultos en los años ́70,
abandonaban su “juventud” con un notable desencanto.

Contrastando con ello, en los países comunistas, los movimientos


reaccionarios, también juveniles, como la “Primavera de Praga”, se opusieron al
endurecimiento de la economía comunista de Rusia y su dominación sobre las
naciones del este europeo.

El conflicto este-oeste se agudizaba al tiempo que los Estados emergentes de


Medio Oriente iniciaban su protagonismo.
Nos encontramos en el mundo posmoderno. Giovanni Vattimo señala como sus rasgos
centrales:

“La condición posmoderna se define como una toma de distancia respecto


de los ideales básicos de la modernidad (progreso-superación-crítica
racional) toma de distancia que supone el rechazo implícito de lo moderno
como valioso. (...) Se trata de una manera diferente de “estar en el mundo”;
que da un sesgo particular, no solo a los valores estéticos, sino que
además afecta a nuestros valores culturales, sociales y económicos.” (...)
“Así – y se encuentran ejemplos en todas partes- se reacciona a la
desvalorización de los valores supremos, a la muerte de Dios, solo con la
reivindicación – patética- de otros valores “más verdaderos”, por ejemplo:
los valores de las culturas marginales, de las culturas populares opuestas
a las culturas dominantes; la destrucción de los cánones literarios,
artísticos, etc”2

Ni siquiera el arte escapa a estas características. Las vanguardias artísticas de


principios y mediados del s. XX – del surrealismo y cubismo al arte pop- fueron
perdiendo la fuerza representativa de lo subjetivo, y la liberación de toda norma; para
convertirse en imitaciones. Quizás porque la
masificación del arte acabó en el consumo, identificando
democratización con el mercado.
Lo posmoderno es ecléctico; mezcla y confunde sin
criterio. En el arte no se crea; solo imita –en términos
actuales “recrea”- sin ninguna restricción ni
condicionamiento, considerando ya no el paradigma de
la belleza, -sea ésta una cualidad objetiva o una
representación subjetiva de la mente del artista- sino
más bien el contraste con lo feo, lo horrible y hasta lo
crudelísimo.3

Las ciencias tampoco se separan de este marco de época. Después de


todo, la tecnociencia ha renunciado al conocimiento a favor del instrumento. La
moderna idea de progreso subsiste, aunque
modificada por la posmodernidad que la ha
concentrado excluyentemente en la
tecnología. Con todo, se trata de un progreso
en sentido negativo: no perfecciona a la
humanidad, si no que la despoja de su propia
naturaleza humana, restándole valor a la vida
y gestando una “cultura de la muerte”.

2
Vattimo, Giovanni (2000), El fin de la modernidad, Ariel: Barcelona. p. 36.
3
Baste mencionar que recientemente en una Bienal artística de Estados Unidos se admitió como “obra artística”
la visión de un perro muriendo de hambre.
La ciencia ha renunciado a su pretensión de teoría al desarrollar
excepcionalmente el campo tecnológico. No trata de dominar la naturaleza, es la
“máquina” en el más lato sentido del término la que somete a la ciencia, domina a la
naturaleza y condiciona al hombre4
Es la “tecnociencia” la que reduce el papel de la razón en un solo sentido.

“El reduccionismo técnico consistiría en entender la razón y sus contenidos


únicamente desde la óptica técnica, o sea, presentar los parámetros de la
racionalidad técnica como los paradigmas de la actividad de la razón en
general.”5

Pensamos y experimentamos el mundo en términos exclusivamente


tecnológicos, y no está mal que la tecnología sea una forma de abordar la realidad y
aprehenderla; pero dista mucho de la actual instrumentalización del hombre al servicio
de la tecnología. Hay, entonces, una inversión de la ecuación: no es la tecnología el
instrumento del hombre, sino el hombre un instrumento de la tecnología. “… se llega el
momento en el necesidades humanas naturales que gobierna el desarrollo
tecnológico, sino que es el desarrollo tecnológico mismo el que gobierna el sistema de
las necesidades.”6

Cuestionar el actual papel de la tecnología no significa buscar su


destrucción ni mucho menos; se trata de retornar el cauce de lo tecnológico a su papel
instrumental y devolver al hombre su esencial condición humana. Se preguntaba S.S.
Juan Pablo II:

"¿Tendrá el hombre la capacidad de utilizar las maravillosas conquistas de


esta rama de la ciencia, al servicio exclusivo del hombre? El hombre
comienza a tener en sus manos el poder de controlar su propia evolución.
La mesura y los efectos, buenos o no de este control, dependerá no tanto
de su ciencia sino más bien de su sabiduría”.

4
Es muy interesante cotejar esta visión científica en la literatura de ciencia ficción, particularmente en las obras
de Isaac Asimov. De este autor recomendamos: “Yo robot”, obra significativa de lo que implica la
deshumanización de la ciencia y su exceso de instrumentalidad. Puede verse también la película basada en el
libro, pero al ser una adaptación pierde en muchas partes la calidad y profundidad de la obra original.
5
Queraltó, Ramón (1994) Razón científica y razón técnica en el fin de la modernidad. En: Anuario filosófico de la
Universidad de Navarra. P. 689.
6
Ladriére, Jean,(1983) La ciencia frente a las expectativas del hombre contemporáneo, En: Congreso de la
academia internacional de filosofía de las ciencias, Sevilla, 1983. p. 28.
Decía por entonces: “El hombre debe ser visto en lo que es: un fin, jamás
un medio… El respeto por el hombre se convertirá en la prueba suprema
para juzgar cada empleo de la ciencia y cada proyecto concreto de nuevos
experimentos que podrán ser hechos posibles por la tecnología.”7

Posmodernidad, Modernidad tardía o Modernidad líquida.

Como señala Eric Hobsbawm 8 “... es indudable que en los años finales de la
década de 1980 y en los primeros de la de 1990 terminó una época de la historia del
mundo para comenzar otra nueva”. En esos años se gestaron los procesos centrales
de nuestro siglo.

La caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética abren el


mundo a la disolución -al menos por esos años- de la bipolaridad y la llegada de un
mundo capitalista unipolar, con el
crecimiento de economías emergentes como
la de China e India, ya a comienzos de
nuestro siglo. En el aspecto tecnológico, fue
central la creación de la Red Arpa (origen
del actual internet) en 1980 y en esa misma
década la invención y distribución de la
telefonía móvil en EEUU y Europa.

La primera década del siglo XXI inicia con la emergencia del terrorismo
islámico. Sin dudas, el atentado que produce la caída de las Torres Gemelas en el
World Trade Center (11 de septiembre de 2001) ha sido determinante para nuestro
tiempo; así como sus réplicas en menor escala: los atentados en Madrid (2004),
Londres (2005), Bombay (2008). Las ciudades de Occidente se convirtieron en el foco
de acciones del terrorismo global.

Por supuesto, la reacción de los EE. UU. y de los Estados Occidentales ha sido
la guerra: Irak, Siria... Así, el siglo XXI se inicia con guerras. Pero como señala Eric
Hobsbawm a diferencia de los siglos anteriores, guerra del siglo XXI, se libra entre

7
Discurso a los premios Nóbel, 22-XII-1980. Recopilado en: Cuadernos de Bioética, Vol. VII nº26, 2ª., 1996.
http://www.vitral.org
8
Hobsbawm, Eric, (2000) El siglo XX. Alianza: Madrid. p. 19
estados nacionales y adversarios “difusos y ubicuos”: el terrorismo global, las mafias y
los cárteles de drogas, el crimen organizado9.

Un cambio en el equilibrio del poder global, una nueva era del capitalismo,
sustentada en la hegemonía de EEUU, pero cuestionada por el creciente papel
geopolítico de China en Asia y en el mundo.

Las crisis humanitarias y el fenómeno creciente de las migraciones y de los


refugiados también marca el ritmo del siglo. Conforme esto sucede las alarmas
sanitarias cunden por el planeta: del llamado “mal de las vacas locas” (encefalopatía
espongiforme bovina) transmisible al hombre, en el año 2001, a la pandemia de Gripe
A en 2009 (AH1N1) y al resurgimiento de brotes de enfermedades como la fiebre
amarilla, el cólera y el dengue hemorrágico, detenidas por las políticas sanitarias del
comienzos del siglo XX. Las enfermedades y la proliferación de especies que pueden
portarlas (vectores) como los mosquitos, nos hablan entre otras cuestiones, de un
profundo desequilibrio ambiental que conocemos como cambio climático y que
seriamente pone en riesgo la vida en el planeta.

Por otra parte, el capitalismo global ha generado una nueva era de consumo. Y
con ello, también, nuevas crisis, como la crisis global de 2008 que azotó las
instituciones financieras y cambió la forma de pensar de muchos jóvenes.

El papel de la tecnología y de las comunicaciones es cada vez más significativo


y en muchos sentidos, reformula las relaciones entre gobierno y gobernados; y
cuestiona los límites de los estados
nacionales. Julian Assange lo
demostró en 2007 con la creación de
Wikileaks, sistema que filtra datos de
los gobiernos y los pone a disposición
pública, develando comportamientos
poco éticos o conatos de corrupción.

A todo esto, las posibilidades que


brindan las tecnologías de la
comunicación y de la información
también precipitan transformaciones
en el comportamiento político de las

9
Hobsbawm, Eric (2005) Guerra y paz en el siglo XXI. Alianza: Madrid. p. 32.
sociedades a nivel global: entre 2010 y 2012 durante la denominada “Primavera
árabe”, Egipto, Libia, Siria, Argelia, Marruecos, Yemen y Túnez vieron un amplio
movimiento de protesta contra las desigualdades, el desempleo, y los gobiernos
autoritarios con alto grado de corrupción.

La mayor novedad de estas manifestaciones populares fue el uso de Twitter – y


otras redes sociales- como espacio de gestación de los movimientos y encuentros de
protesta.

Estamos en un siglo XXI en el que la aceleración del tiempo y de la existencia


ha sido mediatizada por un increíble despliegue de las tecnologías de la información y
la comunicación. Esta inmediatez y fugacidad contrasta con la disponibilidad de
dispositivos cada vez más sofisticados (de la computadora personal al IPhone) con
nuevas formas de relación mediadas por la tecnología (redes sociales) y la ampliación
del horizonte espacial a una realidad virtual.

Estos cambios han venido acompañados por nuevas ideas que tratan de
reestructurar o de transformar el entorno humano, el ambiente natural y el espacio
modificado por el hombre.

Ciertamente, hace diez años atrás, las sociedades no eran


iguales que hoy, tampoco nos urgían los mismos problemas. La
vertiginosidad de los cambios hace que perdamos de vista el
panorama: el mundo cambia, pero algo debe permanecer.
Para estos tiempos propios de nuestro siglo el sociólogo polaco
Zygmunt Bauman (1925-2017) desarrolló el término: Modernidad
Líquida.

En sus conceptos, el uso del término Posmodernidad implica que estamos ante
una nueva época. Sin embargo, el autor considera que, en el contexto de las actuales
sociedades globales, nos hallamos ante una extensión de la Modernidad, un pasaje o
transición en el que las certezas y concreciones del mundo moderno han dado lugar a
la incertidumbre. Un período que tiene marcadas rupturas, pero también continuidades
tal vez menos evidentes, pero aún presentes.
Podríamos sintetizar que Bauman10 centra su análisis en tres grandes rasgos:
● una economía global consumista, volátil y cambiante;
● la pérdida de credibilidad que lleva a la ruptura con las instituciones y las
estructuras fijas;
● y una sociedad individualista.

La vinculación entre estos rasgos y sus consecuencias conducen a las


sociedades a resistirse a un mundo “fijo”.

“Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en
un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para
siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente.”11

El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación


del deseo de deseos siempre nuevos, por eso lo importante es renovar y no conservar
los objetos, pero en estas sociedades insatisfechas, consumimos todo, incluso, a los
individuos. “Con nuestro “culto a la satisfacción inmediata”, muchos de nosotros
“hemos perdido la capacidad de esperar” 12.

La vida es cambiante y, por tanto, se percibe como efímera. Es esa fugacidad


que hace que el compromiso sea entendido como una quita de “tiempo” y de “libertad”.
La búsqueda continua de experiencias “nuevas” suscita un estado de angustia
exacerbado por la volatilidad de la vida, de las relaciones, del trabajo.

El trabajo fluctúa y exige una “reinvención” permanente de los individuos para


adecuarse a nuevas formas y modalidades. Si la vida es efímera y el trabajo volátil, la
educación carece del significado que la modernidad le otorgaba. Hay una pérdida de
credibilidad no solamente en las instituciones educativas, sino en el sentido mismo de
la educación.

Esta pérdida de credibilidad afecta también a los gobiernos y a los sistemas de


gobierno y sus instituciones. Somos ciudadanos “del mundo” -una nueva forma de
cosmopolitismo, real o virtual; deseado o forzado- lo que implica no ser ciudadano de

10
Seguimos aquí lo que ha desarrollado Bauman en Modernidad Líquida. (2011, FCE: Bs.As.) Sin embargo, hemos
de señalar que el autor desglosa con mayor profundidad en libros posteriores (Amor líquido, Vida líquida, La
cultura en la Modernidad líquida, La educación en la modernidad líquida) los temas principales que expone en
Modernidad Líquida.
11
Bauman, Zigmunt, ob.cit. p. 65.
12
Bauman, Zigmunt, ob.cit. p. 27.
ninguna parte. Es más que el rol del estado y del ciudadano lo que está en cuestión:
es el sentido mismo de ambos.

En síntesis, según el autor hemos pasado de un mundo predecible, fiable y


controlable, un mundo sólido, a uno impredecible, no confiable e incontrolable, que
como los líquidos fluyen y se desplaza adopta la forma que su envase le da, pero esta
es una forma efímera.

Crítico del uso de internet y de las redes sociales, Bauman propone un retorno
a lo esencial del hombre: su sociabilidad real, su capacidad de vincularse con otros.
También, advierte acerca de la circulación fabulosa de información que la red nos
provee que:
"Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien
hecho. Lo que se consume, lo que se compra son solo sedantes morales
que tranquilizan tus escrúpulos éticos”. (...) "El diálogo real no es hablar
con gente que piensa lo mismo
que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar
la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para
ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo
zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz,
donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son
muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa"13. “Es
estéril y peligroso creer que uno domina el mundo entero gracias a Internet
cuando no se tiene la cultura suficiente que permite filtrar la información
buena de la mala para el consumo, todos ellos en competencia por la
atención insoportablemente fugaz y distraída de los potenciales clientes,
empeñándose en captar esa atención más allá del pestañeo14.

Posmodernidad, Modernidad Tardía, Modernidad Líquida, Sociedades del


riesgo… El debate sobre las condiciones de nuestro tiempo recién comienza.

Pero los desafíos que tenemos que afrontar nos hacen pensar en un retorno al
hombre y al sentido trascendente de su historia.

13
Bauman, Zigmunt, ob.cit. p, 70.
14
Bauman, Zigmunt ob.cit . p. 41.
Debates sobre la Posmodernidad

Como hemos visto, la posmodernidad es un término complejo que se refiere


a un período histórico con una serie de cambios culturales, artísticos, filosóficos y
literarios que surgieron a principios del siglo XX y especialmente se acentúo durante el
período de entreguerras. Este movimiento se caracteriza por estar enmarcado en un
contexto donde surgieron diferentes procesos históricos, como son, las guerras
mundiales, los movimientos contraculturales, la revolución de los años 60, la Guerra
Fría y las consecuencias de los totalitarismos en Europa y en América. Entre los
principales postulados que aparecen con el pensamiento posmoderno surge la
promoción de la cultura popular, la descentralización de la autoridad científica tanto
intelectual como artística, con los grandes ismos y la ruptura con la Academia,
surgiendo así un hombre posmoderno crítico, con un pensamiento relativo, light, una
cultura consumista y centrado en lo efímero.

El hombre posmoderno nace como consecuencia de los fracasos de los ideales


e ideologías del siglo XIX, surge así, de una desilusión de la modernidad, por aquello
que el hombre no logró conseguir y no logró alcanzar que era el tan anhelado progreso
económico, social y cultural.

Otra característica de la posmodernidad es el culto al cuerpo y muchas veces


el abandono de los pensamientos éticos y valores sociales tradicionales, esta
posmodernidad se presenta como una época de desencanto donde aparece la
renuncia a las utopías y la confrontación de aquello que estructura o de orden.

Planteando un cambio hacia un nuevo orden económico que pueda superar el


modelo capitalista, es así como en esta posmodernidad aparece la ruptura con el
hombre moderno aquel hombre esperanzado, positivo, que proyectaba un progreso
para la sociedad y, en su lugar, aparece un hombre sin ideales ni esperanza. Un
hombre posmoderno centrado en la búsqueda del placer y del entretenimiento que
muchas veces termina en el hedonismo, este hombre posmoderno tiene escasa
tolerancia a la frustración, al dolor y al sufrimiento, los medios de comunicación y la
sociedad de masas acentúan aún más las características de este hombre un tanto
egoísta.

Hasta ahora ya sabemos cómo es este hombre posmoderno, ahora ¿Cuáles


son las explicaciones o debates que esta posmodernidad despertó?
En ausencia de acuerdos, donde unos investigadores ubican temporalmente la
posmodernidad a principios de siglo y otros a mediados de siglo XX, tampoco estos
estudiosos como sociólogos, filósofos e historiadores coinciden en qué consiste
realmente el término posmodernidad.

Para poder entender este concepto es importante comprender la idea de cambio social
dentro de los estudios sociológicos- históricos. Las formas de explicar los cambios
sociales, por ejemplo, de la sociedad antigua a la medieval y luego a la moderna,
fueron explicados desde los estudios tradicionales como procesos simples, lineales o
evolucionistas con cambios inevitables y necesarios, donde la sociedad evolucionó
hacia un bien en común. No obstante, cuando llegamos a la posmodernidad esta
explicación es limitada, ya que los cambios no aparecen lineales y tampoco son tan
simples.

Desde las investigaciones del siglo XX los críticos de estos modelos


evolucionistas plantean que la posmodernidad es un orden social totalmente nuevo
que no hay evolución ni progreso pero no concuerdan en demostrar qué es
exactamente.

Los críticos como Habermas plantean una disolución de la modernidad y con


su caída la aparición de la postmodernidad como un orden social totalmente nuevo15.
Otros sociólogos como Giddens16, plantean una nueva mirada de la posmodernidad, a
través de la teoría de la alta modernidad o modernidad tardía. Giddens destaca la idea
de mutación de la modernidad -pero no su disolución- es la misma modernidad sólo
que más madura, no hemos ido más allá de la modernidad sino que estamos viviendo
en una fase de su radicalización nos afirma el investigador. La posmodernidad, en
palabras de Giddens “es un orden post-tradicional sin que por ello haya que
confundirlo con un marco social en el que las seguridades y hábitos de la tradición han
sido reemplazados por la certidumbre del conocimiento racional” (Giddens, 2007: 35).

15
Para una exposición completa sobre el cambio social véase: Sztompka, P. (1993) Sociología del cambio social,
Madrid, Alianza.
16
Giddens, A., Bauman, Z., Luhmann, N., y Beck, U. (2007). Las consecuencias perversas de la modernidad:
modernidad, contingencia y riesgo. Anthropos, Barcelona.
Los rasgos de la “alta modernidad”, o como llamamos nosotros
posmodernidad, según Giddens, son: la confianza en los sistemas abstractos, la
acentuación del riesgo, la incertidumbre y opacidad y la globalización:

“La modernidad es una cultura del riesgo. Esto no significa que la vida social
moderna es de suyo más arriesgada que la de sociedades precedentes; para mucha
gente, desde luego, no es el caso. Más bien, el concepto de riesgo deviene
fundamental para el modo en que los actores sin especialización y los especialistas
técnicos organizan el mundo social. Bajo las condiciones de la modernidad, el futuro
es esbozado en el presente por medio de la organización reflexiva de los ambientes de
conocimiento” (Giddens, 2007:36).

También es interesante destacar la conceptualización del autor de nuestra


sociedad: “El mundo moderno tardío -mundo al que denomino modernidad superior- es
apocalíptico porque introduce riesgos que las generaciones anteriores no han
conocido” (Giddens, 2007:37). El sociólogo inglés nos presenta un orden
post-tradicional de la modernidad donde la vida social es un acto reflexivo organizado.
La posmodernidad, aclara Giddens produce diferencia, exclusión y marginalización
(…) A pesar-de todo, la represión de las cuestiones existenciales no es completa, y en
la modernidad tardía, donde los sistemas de control instrumental se desenmascaran
con más nitidez que antes y sus consecuencias negativas son más patentes, aparecen
muchas formas de contra-reacción (Giddens, 2007: 43). Partiendo de su teoría de las
estructuras, este sociólogo destaca la acción de los agentes sociales, su relación con
las estructuras o instituciones y su Umwlet (ambiente en términos de Bourdieu) a
través de un registro reflexivo de la acción.

Por otra parte, la posmodernidad o sociedad actual es


presentada como algo compartido por todos los seres humanos.
Según Marshall Berman17, filósofo estadounidense, la
posmodernidad es una forma de experiencia vital que nos
conecta a través de la experiencia del tiempo y del espacio. La
posmodernidad aparece así como una gran nube que une a toda
la humanidad. El carácter negativo de la posmodernidad aparece
con la idea de perpetua desintegración de la sociedad actual
donde el autor plantea que en esta posmodernidad no hay
estabilidad ni seguridades, sino que todo lo sólido se desvanece

17
Berman, M. (1998) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Madrid, Siglo XXI.
Interesante aporte a las interpretaciones modernistas, donde el sociólogo propone que la revolución no ha
concluido.
en el aire18. Una forma crítica de concebir la posmodernidad capitalista que destruye
las posibilidades humanas que crea o donde todo lo sagrado se vuelve profanado,
“nada es sagrado, nadie es intocable, la vida se vuelve completamente desacralizada”
(Berman, 1998: 113).

Es interesante el aporte de Berman en las interpretaciones de Marx, buscando


no sus respuestas sino sus preguntas, entendiendo cómo salir de la posmodernidad,
no salteando esta etapa sino viviendo las contradicciones que se generan dentro de
ella. Así y retomando a Baudelaire, Berman nos presenta que la posmodernidad o en
palabras del investigador, nuestra actual modernidad, se torna escurridiza, efímera.

Por otra parte, Berman plantea la existencia de tres fases de la modernidad:


la primera comienza en los siglos XVI al XVIII donde se comienza a percibir la forma
de vida moderna, seguida por una segunda fase contextualizada en el año 1790, con
el impacto de la revolución francesa donde las ideas modernas repercuten en un gran
público, hasta llegar a la tercera fase, final, según el filósofo, que se encuentra en el
siglo XX, donde la modernidad se expande hasta abarcar a toda la humanidad.

Siguiendo el pensamiento de Giddens, Berman plantea esta modernidad


como algo distinto que en su origen, sin embargo, no cambia a algo totalmente nuevo,
ya que aparece como el mismo orden social pero más inseguro e inestable.

En oposición a una postura postmodernista, Berman explica la actual


modernidad a través de las experiencias. Se opone a la “mística del postmodernismo”:

“Que se esfuerza por cultivar la ignorancia de la historia y la cultura modernas,


y habla como si todos los sentimientos, la expresividad, el juego, la sexualidad y la
comunidad humana acabaran de ser inventados (...)” (Berman, 2011: 23).

Siguiendo el planteo de Marx, Berman afirma que ser modernos es formar


parte de un universo en el que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Y tomando
como referencia el Fausto del romántico Goethe, Berman nos ejemplifica la crítica a la
sociedad moderna y el anhelo de que los hombres no existan en beneficios del
desarrollo, sino el desarrollo en beneficio del hombre.

18
También Zygmunt Bauman sostiene que la modernidad no ha generado nada sólido, dejando de existir
diálogos al quedar fragmentados los espacios privados, haciendo imposible construir un puente que lo enlace
con los espacios públicos. Véase: Bauman, Z. (2003) Modernidad líquida. Buenos Aires, FCE.
Otra concepción de posmodernidad aparece con la
teoría de sociedad de riesgo del sociólogo alemán Ulrich
Beck19. Según este investigador, nos encontramos ante una
segunda modernidad, que implica una sociedad de riesgo
caracterizada por una autoconfrontación de los fundamentos
de la sociedad industrial y la sociedad actual. La sociedad de
riesgo se basa en la existencia de conflictos de distribución
de los bienes sociales como de los ingresos, de los puestos
de trabajo y de seguridad social. Es, por sobre todas las
cosas, una sociedad interclasista centrada en el individuo y
su capacidad de decidir. La sociedad de riesgo está
vinculada al creciente consumo y a la fuerte diferenciación
social.

La sociedad de riesgo aparece “allí donde los sistemas de normas sociales


fracasan en relación a la seguridad prometida ante los peligros desatados por la toma
de decisiones” (Beck, 2007: 206). Así, aparece un nuevo factor en la sociedad
posmoderna que implica la toma de decisiones por parte del individuo, con sus
consecuentes inseguridades y peligros.

El concepto de riesgo es muy discutido y criticado desde las últimas


investigaciones actuales. Las ciencias sociales modernas han descubierto la
problemática del riesgo enmarcada en la historia de la cultura, estudiando como un
problema absolutamente social. “De “riesgo” se habla por primera vez en el transcurso
de la Edad Media a la incipiente modernidad” (Luhmann, 2007: 131). En los
documentos medievales europeos la palabra riesgo ya era utilizada, sobre todo en
relación al derecho del comercio marítimo y en los seguros marítimos, pero su uso se
extiende con la llegada de la imprenta, especialmente en Italia y España. La palabra
riesgo desde una perspectiva económica se relaciona con la magnitud y
probabilidades de daños, según Luhmann, hoy en día el concepto riesgo tiene una
incidencia con la acción racional.

Para complejizar aún más el concepto, el sociólogo alemán plantea que


existe una diferencia entre el riesgo y el peligro, caracterizado el primero como algo no
externo y, como sostiene Beck, implica la toma de decisiones: “El daño eventual es
visto como consecuencia de la decisión, por lo cual se habla de riesgo de la decisión.

19
Véase Beck, U. “Teoría de la sociedad de riesgo” En: Giddens, A., Bauman, Z., Luhmann, N., y Beck, U. (2007).
Las consecuencias perversas de la modernidad: modernidad, contingencia y riesgo. Anthropos, Barcelona.
Hablamos de peligro cuando el hipotético daño, entendido como causado
desde el exterior, se le atribuye al entorno” (Luhmann, 2007:144). No
obstante, tanto Beck como Luhmann sostienen la presencia de
incertidumbre en la sociedad de riesgo. “En las sociedades no
diferenciadas se destaca el peligro, en la moderna, el riesgo, ya que en
esta se pretende siempre un mejor aprovechamiento de las oportunidades”
20
. “No existe ninguna conducta exenta de riesgo (…) Lo cual significa que
cuando se toman decisiones los riesgos no se pueden evitar. Y, por
supuesto, en el mundo moderno el no decidir también es una decisión”
(Luhmann, 2007: 149).

Ahora sí, teniendo en cuenta lo expuesto, completamos la idea de sociedad


posmoderna como una sociedad de riesgo retomando a Ulrich Beck. La sociedad
deviene, reflexiva en su autocomprensión como una sociedad de riesgo. La crítica se
democratiza, según el investigador, cuando el individuo toma conciencia de las
contradicciones entre los fundamentos de la sociedad industrial, las funciones de sus
instituciones y la situación actual de incertidumbre social.

Esta sociedad de riesgo -tal como la entiende Beck-es parte de la actual


modernidad que deviene autocrítica,
explicando la “posmodernidad” como un
proceso de cambios dinámicos, no lineales,
con fuerte presencia de la agencia humana
para transformar el orden social, atendiendo a
los aspectos no benéficos como el peligro y la
incertidumbre, alejándose de las visiones
evolucionistas que solo consideran el
progreso y desarrollo social como
consecuencias de la modernización.

El cambio social de nuestra posmodernidad o segunda modernidad, en


términos del investigador, está definido por la toma de decisiones por parte del sujeto,
ya no es una fuerza exógena la que explica el cambio social. Desaparece así, en estas
nuevas concepciones, la idea de progreso para predominar la contingencia y la
incertidumbre.

20
Para profundizar el concepto de riesgo y su distinción riesgo/ seguridad, riesgo/ peligro véase: Luhmann, N. “El
concepto de riesgo”, en: Giddens op. cit., pág. 131.
Esta incertidumbre aparece cuando el futuro es incierto y está abierto a
todas las decisiones sociales que pueden llevar al riesgo o a la oportunidad. No existe
por lo tanto un camino lineal de situaciones ni de biografías en la actual sociedad
posmoderna. Esto se hace visible si consideramos el cambio del esquema biográfico
clásico, donde el destino del individuo se estructuraba en torno a dos ejes: el amor y el
trabajo estable que permitían la existencia de un ciclo vital unilineal. En la actual
sociedad este esquema se ha visto sustituido por un entramado de multidirecciones
dando origen en muchos casos a una discontinuidad laboral y un pluralismo conyugal
constituyendo las llamadas biografías quebradas.

Según Beck, estamos atravesando la modernización de la modernidad, se


está produciendo un reemplazo de los modelos de familia, clase y vecindarios por
otros. Hoy nuestras vidas cotidianas no están determinadas por factores económicos y
políticos, pero sí están abiertas a todas las contingencias, a todas las decisiones
sociales, lo que incrementa la intensidad y el ritmo de las innovaciones.

Así, Beck explica la existencia de dos fases: una primera modernidad, fruto del
proceso de industrialización y la aparición de la sociedad de masas, y el pasaje a una
nueva segunda modernidad, caracterizada por la globalización y el desarrollo
tecnológico. En la era industrial moderna la estructura cultural y social era la familia,
pero luego ese núcleo se rompe dando lugar a la individualización, creciendo la
incertidumbre del individuo en la sociedad de riesgo. En palabras del sociólogo
alemán:

“Los hombres deben entender su vida, desde ahora en adelante, como


estando sometida a los más variados tipos de riesgo, los cuales son de
alcance personal y global” (Beck, 2007: 205).

En efecto, las decisiones individuales devienen arriesgadas, ya que no pueden


seguir los modelos tradicionales y conservadores. Esas decisiones individuales, por lo
tanto, pasan a ser en la nueva modernidad los llamados riesgos.

Así, la segunda modernidad posee diferentes rasgos: en primer lugar los


peligros ecológicos, químicos o genéticos son producidos por la toma de decisiones-
no olvidemos que el investigador enmarca la catástrofe del reactor atómico de
Chernobyl como un gran referente de la nueva modernidad y los riesgos que esta
conlleva- y el tema de que las decisiones desencadenan peligros duraderos hace que
las garantías de protección en la sociedad de riesgo -sobre todo, desde el orden
político, el Estado- queden absolutamente obsoletas, sin efecto. Así, la sociedad de
riesgo -para el sociólogo- está desprovista de seguridad.

Siguiendo con el análisis de Beck, también destacamos la noción de


modernización reflexiva que presenta el sociólogo, como un proceso de
auto-confrontación con los efectos de la sociedad del riesgo. La modernidad reflexiva
aparece con la crítica del propio sujeto a las consecuencias de la primera modernidad
como la ciencia, la industrialización y el anhelo al progreso: “La modernización
reflexiva inaugura la posibilidad de una auto- destrucción creadora para un época en
su conjunto, en este caso, la época industrial” (Beck, 2007: 223).

En efecto, la sociedad de riesgo implica racionalidad, tecnificación,


burocratización, economización, pero también una creciente incertidumbre como
conciencia del riesgo. La democratización de la crítica y la autocrítica social de la
sociedad de riesgo permiten alcanzar, según Beck, la modernización reflexiva.

Por lo tanto, esta modernización reflexiva significa la posibilidad de una auto-


destrucción creativa de la sociedad industrial, pero no como consecuencia de una
revolución social sino del mismo triunfo de la segunda modernidad occidental. Beck,
sostiene su existencia a través del tránsito reflexivo de la sociedad industrial a la
sociedad de riesgo. De esta manera, para el sociólogo, nuestro mundo actual no se
trata de una posmodernidad sino de una segunda modernidad que deviene reflexiva,
autocrítica, donde los riesgos de esta etapa se podrían minimizar con la construcción
de una globalización y mundialización responsable.
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