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I- El Romano Pontífice
1
SANTOS, J.L.; Jerarquía y carisma en el gobierno de la Iglesia, en Ius Canonicum volumen 7 (1967).
2
LG, Capítulo III.
La existencia de la jerarquía conlleva una diversidad de ministerios, cuyas
funciones han sido reguladas desde los primeros tiempos de la Iglesia por el derecho
canónico.
a) Concepto
El Romano Pontífice, expresa el Código en el canon 221 que es El Obispo de la
Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente
a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es
cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en
la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es
suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer
libremente.
La suprema y plena potestad de jurisdicción, en la Iglesia Universal, tanto en lo
que atañe a materias de fe y costumbres como a lo que se refiere a disciplina y régimen,
corresponde al Romano Pontífice. Esta potestad es verdaderamente episcopal, ordinaria
e inmediata, lo mismo sobre todas y cada una de las Iglesias que sobre todos y cada uno
de los pastores y fieles, independientemente de cualquier autoridad humana (CIC c.
218).
Su sede episcopal es Roma, pues fue voluntad divina que Pedro se estableciera
en la Capital del Imperio pagano de Roma para lograr, desde aquel lugar, la conversión
de la humanidad.
Asimismo es, por voluntad divina, cabeza del Colegio de los Obispos, pues
además de formar parte de él lo preside.
Es vicario de Cristo, pues Cristo le encomendó a Pedro ser su representante en la
tierra.
A lo largo de la historia de la Iglesia se han planteado los lineamientos jurídicos
de las funciones y potestades del Pontífice. Salvo algunos períodos históricos, que
dieron lugar a cismas, uniformemente –en lo sustancial- se han reconocido que las
funciones jerárquicas más importantes dentro de la Iglesia han sido atribuidas por Cristo
a Pedro y a sus sucesores, como se verá luego. Pero fue recién con la Constitución
Dogmática Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I del el 18 de julio de 1870 que se
zanjaron todo tipo de posibles disputas aclarándose algunas cuestiones que no habían
sido pronunciadas por el Magisterio con anterioridad. Los cuatro capítulos de esa
constitución tratan respectivamente del oficio de cabeza suprema conferido a san Pedro,
la perpetuidad de ese oficio en la persona del romano pontífice, la jurisdicción papal
sobre todos los fieles y su autoridad suprema para definir cuestiones de fe y moral3.
En cuanto a la elección del Pontífice, como se verá más adelante al tratar sobre
el colegio de Cardenales, corresponde por derecho al Colegio de Cardenales, y siempre
debe recaer en un fiel cristiano varón, el que la debe aceptar libremente.
b) Potestad Universal
La universalidad de la potestad del Pontífice, o la primacía del papado o petrina,
se debe al carácter de sucesor de Pedro: San Pedro, por voluntad divina fue indicado por
Cristo para ser la máxima autoridad de la Iglesia al expresarle “Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti
te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos (Mt 16, 17-19)4.
Pedro, por voluntad de Cristo, será para la Iglesia lo que los cimientos son para
una casa. Él será el principio de unidad, de estabilidad y crecimiento. Pedro es el
principio de unidad puesto que lo que no está unido a los cimientos no es parte de la
Iglesia; de estabilidad, puesto que es sobre la firmeza de esta base que la Iglesia
permanece incólume ante las tormentas que la azotan; de crecimiento, puesto que si ella
crece es porque los nuevos ladrillos se colocan sobre ese cimiento.
Es a través de su unión con Pedro, afirma Cristo, que la Iglesia resultará
vencedora en su larga lucha con el maligno: Las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella, y ello se concreta, respecto de Pedro, con la atribución divina de autoridad
sobre la misma. Solamente la cabeza suprema de un cuerpo, bajo cuya dependencia
toman su poder todas las autoridades subordinadas, puede ser considerada el principio
de estabilidad, unidad y crecimiento. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 881,
882, 895).
4
SCHATZ, K., El primado del Papa: Su historia desde los orígenes hasta nuestros días. Santander 1996.
La potestad que tiene y ejerce el Pontífice se la obtiene mediante la elección
legítima aceptada por él junto con la consagración episcopal (CIC c. 332, 1).
Su potestad se ejerce de modo pleno debido a que el dominio de todos los bienes
eclesiásticos están bajo de su autoridad; asimismo es juez supremo pues no puede ser
juzgado por nadie (CIC cc. 1.404 y 1442) y contra sus disposiciones no existe apelación
ni recurso alguno (CIC c. 333, 3); inmediata pues motu proprio puede ejercer la
plenitud de las potestades dentro de la Iglesia sin necesidad de permiso, autorización ni
comunicación; finalmente es universal debido a que, al ejercer el primado, tiene
jurisdicción no solo sobre la diócesis de Roma sino que también sobre todas las Iglesias
particulares y demás iglesias.
5
CATTANEO, A., La fundamentación eclesiológica de la Curia Romana, en Ius Canonicum volumen 30
(1990).
que se añadieron desde el siglo VI los obispos cardinales, es decir, los de las diócesis
cercanas a Roma o suburbicarias.
Sin embargo hasta el siglo XII para resolver los asuntos más graves los papas
solían convocar los concilios romanos, que a partir de dicho siglo quedaron
definitivamente substituidos por el Consistorio, palabra de origen bizantino, con la que
se designó el Colegio de los tres órdenes de cardenales, semejante ya al actual en su
función consultiva y judicial al lado del papa.
Más tarde la función judicial del consistorio fue confiada al “auditórium”, de
donde surgirían, tras una compleja evolución, los actuales tribunales apostólicos de la
“Sacra Romana Rota” y de la “Signatura Apostolica”. En cambio la función consultiva
y gubernativa la conservó plenamente el consistorio hasta el siglo XVI, cuando
empezaron a surgir diversas congregaciones de cardenales, cada una con la misión de
ayudar al papa en un aspecto particular del gobierno de la Iglesia.
En cuanto al cuerpo de notarios del siglo IV con su scrinium se fue
transformando paulatinamente de simple oficina para la redacción, expedición y el
archivo de documentos pontificios en un órgano gubernativo de primera importancia,
llamado Cancillería Apostólica, cuyas funciones se limitaron hacia el siglo XV al
crearse la Dataría Apostólica con la primigenia función de poner datos y cargos a los
documentos y luego para encargarse de despacho de los asuntos papales. Hacia el siglo
XIX perdió importancia debido a la evolución de la Iglesia.
Entretanto había entrado en escena la Secretaría de Estado cuyo origen se
remonta hasta Clemente IV (1266-1268), quien confió a algunos notarios de
la Cancillería Apostólica la correspondencia reservada o secreta de la sede apostólica,
especialmente la diplomática. Por esta razón dichos notarios se llamaron secretarios y
con la Constitución Apostólica Non debet reprehensibile, del 31 de diciembre de 1487,
se instituyó formalmente, como organismo de la Curia Romana, la Secretaria
Apostolica. Con el tiempo el Secretario se transformaría en el hombre de confianza del
papa y su instrumento en el mundo de la política, especialmente desde la creación de los
nuncios apostólicos bajo León X (1513-1521). El tiempo y la compleja relación política
de la Iglesia en la Europa de la reforma y contra reforma fue concentrando el poder en
el cardenal Secretario de Estado.
Finalmente los diáconos a la cámara apostólica estaban encargados de la
administración de los bienes temporales de la Iglesia Romana, los cuales fueron
creciendo luego del Edicto de Milán. Ello tornó necesario la creación de la cámara
apostólica (s. XI), al frente de la cual estaba el camerarius o camarlengo, elegido más
tarde entre los cardenales, y un cuerpo de “colectores” o recaudadores, distribuidos por
toda Europa, auxiliados por oficiales administradores, abogados y jueces, residentes en
la curia pontificia.
En el siglo XVII la Cámara Apostólica cambió su estructura, reduciéndose al
personal residente en la curia; y su competencia derivó hacia otras funciones. En el siglo
XVII el vice-camarlengo era el gobernador de Roma, y bajo Pío IX el Cardenal
Camarlengo era ministro de comercio, agricultura, industria, minas y artes.
La Curia Romana, tal cual la conocemos hoy, fue reformada por Pío X en 1908,
principalmente debido a la necesidad de adecuar la estructura administrativa de la
iglesia romana frente a la pérdida de los Estados Pontificios.
La regulación actual de la organización de la Curia Romana está contenida en la
Constitución Apostólica Pastor Bonus de SS Juan Pablo II del 28 de junio de 1990.
Esquemáticamente la Curia Romana se integra por:
I. Secretaría de Estado
II. Congregaciones:
1º Congregación para la Doctrina de la Fe;
2º Congregación para las Iglesias Orientales
3º Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos
4º Congregación Para las Causas de los Santos
5º Congregación para los Obispos
6º Congregación para la Evangelización de los Pueblos o de Propaganda Fide
7º Congregación para el Clero
8º Congregación para los institutos de vida consagrada
9º Congregación para la educación Católica
III. Tribunales
1º Penitenciaría Apostólica
2º Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica
3º Tribunal de la Rota Romana
IV. Consejos Pontificios
1º Consejo Pontificio para los Laicos
2º Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los Cristianos
3º Consejo Pontificio para la Familia
4º Consejo Pontificia de Justicia y Paz
5º Consejo Pontificio Cor Unum.
6º Consejo Pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes
7º Consejo Pontificio para la pastoral de los agentes sanitarios
8º Consejo Pontificio para los textos legislativos
9º Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso
10º Consejo Pontificio de la Cultura
11º Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
12º Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización
V. Oficinas
1º Cámara Apostólica encabezada por el Cardenal Camarlengo con funciones principales
durante la sede apostólica vacante.
2º Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica
3º Prefectura de los Asuntos Económicos
El camarlengo, junto con el Penitenciario Mayor, son los dos únicos cardenales
que permanecen en el ejercicio de su cargo durante la sede vacante, a diferente del resto
de los miembros de la curia romana que cesan automáticamente con la muerte o
renuncia del Pontífice7.
6
MIÑAMBRES J., Il governo Della Chiesa durante la vacanza Della sede romana e l´elezione del
Romano Pontífice, en Ius Ecclesiae 8 (1996).
7
PUNZI NICOLO, A. M., La curia durante la sede vacante, en VVAA, La Curia Romana nella
Costitución apostólica Pastor Bonus. Vaticano 1990.
renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se
manifiesta formalmente, pero no que sea aceptada por nadie (CIC c 332, § 2)8.
La renuncia pontificia, entonces, se presenta en el derecho de la Iglesia como un
medio eficaz para resguardar la libertad del Papa.
No resulta extraño a la historia de la Iglesia la renuncia de un Pontífice, esto ha
ocurrido en contadas oportunidades a lo largo de sus veinte siglos de historia, aunque su
lejanía nos hacía pensar en que tal posibilidad estaba vedada o había quedado en desuso
en el plano jurídico pues los últimos tres pontífices renunciantes –antes de Benedicto
XVI- habían ejercido su ministerio durante la edad media. Tal el caso de Juan XVIII
que renunció en el año 1009, Celestino V que dimitió en el año 1294 y Gregorio XII
que fue obligado a renunciar en el Concilio de Constanza en 14159.
En ese marco la renuncia del Papa Benedicto XVI –a partir del 28 de febrero de
2013- generó un intenso debate jurídico eclesial que puso en importancia el valor de la
libertad de la persona del Papa impactando de modo directo en su salvación personal y
en el bienestar espiritual de la propia Iglesia.
Como se dijo al transcribir el canon 323 el derecho ha establecido como
formalidad la sola presentación de la renuncia –o su manifestación expresa- sin que la
misma pueda ser aceptada o rechazada. Ello en razón de que el Papa es la propia cabeza
de la Iglesia en la Tierra (CIC c 331).
Su renuncia, así, resulta operativa desde el día en que es presentada o desde el
momento en que ésta estipula. El formalismo de la presentación –o su manifestación
formal- es solamente a los efectos de que se ponga en funcionamiento el mecanismo
legal para elegir al sucesor (artículo 77 y ctes. Constitución Apostólica Universi
Dominici Gregis).
Finalmente el Pontífice al renunciar está exento de justificar el motivo de la
misma, aunque los fundamentos sirven para inquirir si la misma resulta libre o no.
El Pontífice que libremente ha renunciado pierde la potestad de régimen, más no
la del orden, pasando a se denominado como Pontífice Emérito y preserva algunas
prerrogativas protocolares de Pontífice.
10
CALVO, J., El Colegio Episcopal, en Ius Canonicum volumen 5 (1965).
11
ARRIETA, J. I., Primado, episcopado y comunión eclesial, en Ius Canonicum volumen 38 (1998).
realidad previa al oficio de presidir una Iglesia Particular –o realiza otras funciones
episcopales- debido a su condición de miembro del Colegio12
b) Concilio Ecuménico
La existencia del Colegio Episcopal se ha manifestado históricamente en la
Iglesia desde los primeros momentos de su existencia misma. A medida que la
comunidad cristiana se fue dilatando fue necesario formalizar, por decirlo de algún
modo, la comunión de los Obispos entre sí y con el Papa en un colegio sujeto de
autoridad suprema y universal, esa manera de formalizar fue a través de los Concilios y
con la presencia de varios obispos en la ordenación de un nuevo elegido13.
La historia eclesiástica muestra la existencia de al menos cuatro formas
conciliares: los concilios ecuménicos –que veremos más adelante-; los concilios
generales que reunían a los obispos latinos o greco-orientales; los concilios patriarcales
o nacionales que reunía a los obispos de una nación bajo la presidencia del obispo
patriarca o primado y los concilios provinciales que reunía a los obispos de una
provincia eclesiástica bajo la dirección del arzobispo metropolitano14.
La potestad del Colegio de los Obispos sobre la Iglesia Universal se ejerce de
modo solemne en el Concilio Ecuménico (CIC c. 337 § 1) y también esa misma
potestad se ejerce mediante la acción conjunta de los Obispos dispersos por el mundo,
promovida o libremente aceptada como tal por el Romano Pontífice, de modo que se
convierta en un acto verdaderamente colegial (CIC c. 337 § 2).
También son atribuciones exclusivas del Papa, dentro del Colegio Episcopal,
determinar y promover los modos según los cuales este órgano haya de ejercer
colegialmente su función para toda la Iglesia (CIC c. 337 . § 3), así como convocar el
Concilio Ecuménico, presidirlo personalmente o por medio de otros, trasladarlo,
suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos (CIC c. 338
Todos los obispos que sean miembros del Colegio Episcopal, tienen el derecho y
el deber de asistir al Concilio Ecuménico con voto deliberativo (CIC c. 339 § 1). Así
que, cuando cualquier obispo deja de estar en comunión con el Papa o con el resto de
12
San Juan Pablo II, motu proprio Apostolos suos del 21/05/1998 nº 12 AAS 1998, 649-650.
13
GARROTE BERNABE, L.J., Existencia y ejercicio de la potestad de jurisdicción del Obispo en los
primeros siete siglos, en: Cuadernos doctorales. 1999, Nº 16, Universidad de Navarra.
14
SCHATZ, K, Los concilios ecuménicos: encrucijadas en la historia de la Iglesia, Madrid 1999.
obispos, deja de formar parte de tal Colegio y, por tanto, pierde los derechos de acudir y
votar en un Concilio Ecuménico.
Si quedara vacante la Sede Apostólica durante el Concilio, éste se interrumpe
por el propio derecho hasta que el nuevo Sumo Pontífice decida continuarlo o disolverlo
(CIC c 340).
Los decretos del Concilio Ecuménico solamente tienen fuerza obligatoria si,
habiendo sido aprobados por el Romano Pontífice juntamente con los Padres
conciliares, son confirmados por el Papa y promulgados por mandato suyo. (CIC c. 341
§ 1).
Primer Concilio de Letrán. Año 1123. Se reunió bajo el papado de Calixto II.
Asistieron alrededor de novecientos obispos y abades. Abolió el derecho que reclamaban los
príncipes laicos de la investidura con un anillo y báculo de los beneficios eclesiásticos y trató
de la disciplina de la Iglesia y de la recuperación de Tierra Santa de manos de los infieles.
Cuarto Concilio de Letrán. Año 1215. Se realizó bajo el papado de Inocencio III.
Estuvieron presentes los patriarcas de Constantinopla y Jerusalén, setenta y un arzobispos,
cuatrocientos doce obispos y ochocientos abades, el primado de los maronitas y Santo
Domingo. Emitió un credo ampliado contra los albigenses (Firmiter credimus), condenó los
errores trinitarios del abad Joaquín y publicó setenta importantes decretos reformatorios. Es el
más importante concilio de la Edad Media y marca el punto culminante de la vida eclesiástica
y del poder Papal.
Primer Concilio de Lyon. Año 1245. Presidido por el Papa Inocencio IV, asistieron
los patriarcas de Constantinopla, Antioquía y Aquilea (Venecia), ciento cuarenta obispos, el
Rey san Luis de Francia. Excomulgó y depuso al emperador Federico II y dirigió una nueva
cruzada, bajo el mando de San Luis.
Segundo Concilio de Lyon. Año 1274. Fue convocado por el Papa Gregorio X.
Asistieron los patriarcas de Constantinopla y Antioquía, y quinientos obispos. Logró una
reunión temporal de la Iglesia Griega con Roma. Se añadió al símbolo de Constantinopla la
palabra filioque y se intentó encontrar medios para recuperar Palestina tomada por los
musulmanes. Se establecieron reglas para las elecciones papales.
Concilio Vaticano Segundo. Años 1962 a 1965. Convocado por el papa San Juan
XXIII, tuvo cuatro sesiones; la primera la presidió en 1962, Juan XXIII que murió el 3 de
junio de 1963. Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Papa
Pablo VI, hasta su clausura en 1965. Ha sido el concilio más representativo de todos;
asistieron alrededor de mil padres conciliares de todo el mundo y miembros de otras
confesiones cristianas. La finalidad del concilio fue el "aggiornamento" o puesta al día de la
Iglesia, renovando lo viejo, revisando el fondo y la forma de su acción, en un diálogo con el
mundo moderno. No hubo definiciones dogmáticas.
a) Definición
El Sínodo de los Obispos es una institución eclesial antigua, que fue revitalizada
por el Concilio Vaticano II. El Papa Pablo VI al inaugurar la última sesión del Concilio,
el 15 de septiembre de 1965, creó, con el motu proprio Apostolica sollicitudo, el Sínodo
de Obispos con la misión de ayudar al sumo pontífice a realizar su tarea de gobierno en
la Iglesia universal15.
El Sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas
regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión
estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos y ayudar al Papa con sus consejos
para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento
de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la
Iglesia en el mundo. (CIC c. 342).
El sínodo se integra con un número indeterminado de obispos elegidos, unos
directamente por el papa sin sujeción a regla alguna, otros por las Conferencias
Episcopales y otros en representación de los institutos religiosos clericales y no cumple
función representativa alguna, sino que tiene el carácter de órgano consultivo no
15
ARRIETA, J.I., El Sínodo de los Obispos. Criterios que enmarcan su evolución normativa, en Ius
Canonicum volumen 24 (1984).
deliberante, salvo que el Papa le otorgue tal función y apruebe sus conclusiones (C.I.C.
c 343).
El Sínodo, aunque esté integrado en su mayoría por Obispos, no se puede
considerar como un órgano representativo del Colegio de Obispos, ni como una
asamblea delegada de éste. Tampoco se puede decir que hace las veces de órgano
permanente del Colegio de Obispos entre un Concilio y el siguiente, a modo de la
Diputación permanente que se suele constituir en los Parlamentos. El canon 344 es claro
al afirmar que el sínodo de los Obispos está sometido directamente a la autoridad del
Romano Pontífice.
a) Los cardenales
A partir del siglo IV el Papa comenzó a valerse, para el gobierno de la diócesis
romana, de auxiliares que se les denominó cardenales, que eran los obispos de las
16
JUBANY, N., Las Conferencias Espiscopales y el Concilio Vaticano II, en Ius Canonicum volumen 5
(1965)
iglesias sub-iudicarios de Roma que en su comienzo eran siete y luego ocho (Ostia,
Albano, Palestrina, Porto, Silva Cándida, Tuscullo y Velletri, y más tarde Sabina), los
presbíteros a cargo de las basílicas y parroquias romanas y los diáconos del palacio
romano y de algunas de las iglesias romanas.
Desde aquél tiempo el Papa le encomendó la función de consejeros y
colaboradores, misión que se reguló a partir del año 1150 cuando el Papa Beato Eugenio
III estableció el Colegio de Cardenales y lo puso bajo la dirección del cardenal Decano,
que era, a la sazón, el Obispo de Ostia y de un cardenal Camarlengo, con la misión de
administrar los bienes materiales.
El Concilio Lateranense de 1059 dictó un decreto sobre la elección de los papas
disponiendo que sea el Colegio de Cardenales reunidos en cónclave con voz y voto los
cardenales obispos y con voz el resto de los cardenales.
Desde el principio los cardenales estuvieron limitados en su número. El Papa
Sixto V en la Constitución Postquam verus de 3 de diciembre de 1586 del Papa Sixto V
en setenta: seis Cardenales Obispos, cincuenta Cardenales Presbíteros, catorce
Cardenales Diáconos.
Durante cuatro siglos el número permaneció inalterado. Recién el 15 de
diciembre de 1958 San Juan XXIII derogó el número de Cardenales establecido por
Sixto V aumentando el número de purpurados –para instar la universalidad del colegio
cardenalicio- y el mismo Papa, con el Motu Proprio Cum gravissima,del 15 de abril de
1962, estableció que todos los Cardenales fueran honrados con la dignidad episcopal.
Pablo VI , con el Motu Proprio Ingravescentem aetatem, del 21 de noviembre de
1970, dispuso que con el cumplimiento de los 80 años de edad los Cardenales: a) cesan
de ser Miembros de los Dicasterios de la Curia Romana y de todos los Organismos
Permanente de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano; b) pierden el
derecho de elegir al Romano Pontífice y, por ende, también el derecho de entrar en
Cónclave, y luego fijó –el 5 de noviembre de 1973- que el número máximo de
Cardenales electores será de ciento veinte17. San Juan Pablo II, en la Constitución
Apostólica Universi Dominici Gregis, del 22 de febrero de 1996, ha reiterado dichas
disposiciones18.
17
A.A.S., año 1973, vol. LXV, pagina 163.
18
FERNÁNDEZ, J. M.; El sistema electivo del Romano Pontífice. Origen de su autoridad suprema en el
ordenamiento canónico actual, Buenos Aires 2011.
A los Cardenales se les considera Príncipes de la sangre, con el título de
Eminencia pues su dignidad es de derecho meramente canónico; los que residan en
Roma, incluso fuera de la Ciudad del Vaticano, son ciudadanos de la misma para todos
los efectos (Tratado Lateranense, artículo 21).
Actualmente el Colegio de Cardenales está regulado en el capítulo III de la
sección I, Parte II, del libro II, del Código: son los cánones 349 a 359. Los cardenales
de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a
la elección del Romano Pontífice, según la norma del derecho peculiar; asimismo, los
cardenales asisten al Romano Pontífice, tanto colegialmente, cuando son convocados
para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los
distintos oficios que desempeñan, ayudando sobre todo al Papa en su gobierno
cotidiano de la Iglesia Universal. (CIC c. 349).
La función del Colegio de Cardenales es la de ayudar colegialmente al Papa en
el gobierno de la Iglesia. Para ello, se establece dos tipos de reuniones: el Consistorio
ordinario y el Consistorio extraordinario. Si el Consistorio ordinario reúne ciertas
solemnidades, se llama público, y se convoca además a otras autoridades, como ciertos
Prelados, representantes diplomáticos u otros invitados.
Sin embargo la función más importante del Colegio de Cardenales está regulada
por una norma peculiar: la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, dictada
por San Juan Pablo II el 22 de febrero de 1996, y es la facultad para elegir Pontífice.
Los Cardenales se reúnen en cónclave para proceder a la elección del nuevo Romano
Pontífice. Al cónclave tienen derecho a asistir todos los Cardenales que no hayan
cumplido 80 años en el momento de producirse la vacante19.
19
ROSSI, A.; Il Collegio Cardenalizio, Ciudad del Vaticano, 1990.
de Roma. A este orden pertenecen los Cardenales que son obispos diocesanos, y otros
cardenales. Por fin, al orden de los diáconos pertenecen siete cardenales, que no son
Obispos diocesanos. Los cardenales, por lo demás, no asumen ninguna función en la
diócesis, o iglesia titular, que se les asigna.
c) Autoridades
En el Colegio hay un Decano y un Vicedecano. Su designación está regulada en
el Código de Derecho Canónico (canon 352). También se encuentra el cardenal
Camarlengo, cuya misión se estudió al abordar la sede vacante.
Otro cargo que se debe mencionar es el de Cardenal Protodiácono, que es el más
antiguo del orden de los diáconos. Tiene como función propia anunciar al pueblo el
nombre del nuevo Romano Pontífice.
20
VIANA, A., Derecho Canónico Territorial, Historia y doctrina del territorio diocesano, Pamplona
2002.
21
D´ORS, A; Iglesia Universal e Iglesia Particular, en: Ius canonicum, volumen 28, 1988.
en razones históricas, eficacia misionera, o coyunturas socio políticas de las distintas
comunidades de fieles.
También se consideran iglesias particulares el Vicariato apostólico y la
Prefectura Apostólica (CIC c. 371). Ambas realidades jurídico-eclesiásticas responden a
la etapa de implantación de la Iglesia en un nuevo territorio. Sus ordinarios la rigen en
nombre del Sumo Pontífice aunque con derechos análogos a los de los obispos
diocesanos.
También se considera una iglesia particular a la Administración Apostólica. En
este caso debido a motivos graves, extraordinarios, de índole políticos o por dificultades
con los gobiernos civiles, la Iglesia dispone la erección de una administración apostólica
gobernada por un Administrador Apostólico que gobierna en nombre del Sumo
Pontífice.
Toda Iglesia Particular queda circunscripta a un territorio determinado, de modo
que quedan sujetos al ordinario de la Iglesia todos los que allí tienen su domicilio (CIC
c. 372). El derecho canónico habilita, para una mejor organización administrativa, que
varias diócesis –o Iglesias particulares- puedan integrar una Provincia Metropolitana
que lleva la denominación de arzobispado a cargo de un arzobispo diocesano. La
diócesis que se integran en la Provincia se denominan sufragáneas.
Las Iglesias particulares son erigidas por el Santo Padre y tienen personalidad
canónica de derecho público (CIC c 217).
A su vez cada Iglesia Particular puede dividirse en Parroquias, que es el ámbito
natural donde el fiel cristiano vive su espiritualidad eclesial. Varias parroquias, a su
turno, pueden unirse en un arciprestazgo.
VII- Obispos
a) Concepto
Cristo al instituir la Iglesia y confiarla a los Apóstoles, dispuso que ésta
perduraría hasta el fin de los tiempos (Mt. 28,20). En razón de ello los Apóstoles
cuidaron de establecer sucesores ordenando a aquellos varones probos que fueron sus
colaboradores inmediatos y dándoles oficios dentro de la Iglesia.
Según el testimonio de la Tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos
que fueron ordenados Obispos por los Apóstoles, a quienes, a su vez, los propios
Apóstoles les encomendaron los deberes que Cristo les había encomendado a ellos
respecto de su Iglesia.
De ese modo los Obispos vienen a ser sucesores de los Apóstoles hasta el día de
hoy, y con ello se manifiesta y se conserva la tradición apostólica en todo el mundo.
A raíz de ello expresa el Código que Los Obispos, que por institución divina son
los sucesores de los Apóstoles, en virtud del Espíritu Santo que se les ha dado, son
constituidos como Pastores en la Iglesia para que también ellos sean maestros de la
doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros para el gobierno y que por la
consagración episcopal, junto con la función de santificar, los Obispos reciben también
las funciones de enseñar y regir, que, sin embargo, por su misma naturaleza, sólo
pueden ser ejercidas en comunión jerárquica con la cabeza y con los miembros del
Colegio. (CIC c. 375)
Para realizar los oficios, los Apóstoles fueron enriquecidos por Cristo con una
efusión especial del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos (cf. Hch 1,8;
2,4; Jn 20,22-23), y ellos, a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus
colaboradores este don espiritual, que ha llegado hasta nosotros en la consagración
episcopal. Según la Tradición, con la imposición de las manos y las palabras de la
consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter,
de tal manera que los Obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo
Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúan en lugar suyo. Pertenece a los Obispos
incorporar, por medio del sacramento del orden, nuevos elegidos al Cuerpo episcopal.
22
SCHATZ, K., Elección de obispos: historia y teología, En selecciones de teología, Vol. 118 (1991).
23
DELGADO, G., Elección y nombramientos de obispos en la Iglesia Latina, en Ius Canonicum volumen
14 (1974)
criterios del Código, se juzga –por lo menos- cuando el candidato cumple los siguientes
recaudos: 1º que se insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por
las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades
que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata; 2º de buena fama; 3º de al menos
treinta y cinco años; 4º cinco años de presbítero; y 5º doctor o al menos licenciado en
sagrada Escritura, teología o derecho canónico (CIC c. 378).
Cada vez que se produzca una vacante de una diócesis, o se requiera nombrar un
obispo, el Legado pontificio -Nuncio, Pronuncio o Delegado Apostólico- ha de proponer
a la Santa Sede una terna de nombres, previa una investigación sobre la idoneidad de
los candidatos y demás circunstancias que concurran en la diócesis: ha de preguntar al
Arzobispo metropolitano, a los demás Obispos de la provincia eclesiástica, al presidente
de la Conferencia Episcopal, y a algunos personajes relevantes de la diócesis cuya
vacante se trata de cubrir: se prescribe la consulta de algunos miembros del Colegio de
Consultores y del Cabildo de la Catedral, y si lo ve conveniente puede pedir la opinión
de clérigos regulares y seculares así como de laicos que destaquen por su sabiduría.
En la Santa Sede el organismo competente, tanto para recibir las listas que han
de elaborar los Obispos como para recibir la terna de nombres que propone el Legado
pontificio es la Congregación para los Obispos como norma común, o la Congregación
para la Evangelización de los Pueblos si la diócesis está confiada a este dicasterio (cfr.
artículos 77 y 89 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus).
Finalmente el Pontífice elige al obispo y lo designa.
Quién fue promovido al episcopado toma la designación de Obispo Preconizado
–o electo- y debe ser consagrado dentro del plazo de tres meses de recibir la
designación, luego prestará juramento de fidelidad a la Sede Apostólica y finalmente
tomará posesión de su oficio (CIC cc. 379 y 380).
e) Clases de obispos
I- Patriarcas: obispos que están a cargo de una Provincia Metropolitana. Se les denomina de tal
modo en razón de interpretar que gobiernan Iglesias cuyos primeros pastores fueron los
Apóstoles.
Patriarcas de rito latino: el de Occidente o Roma (que es el Papa), y los de Venecia,
Jerusalén, Lisboa, de las Indias Occidentales y de las Indias Orientales. Los tres
últimos son meramente honoríficos, y los dos últimos dos han quedado en
desuso.
Patriarcas de rito oriental: Patriarca Copto de Alejandría; Patriarca Sirio de
Antioquia, Patriarca Greco-Melquita de Antioquia, Jerusalén, Alejandría y todo
el oriente; Patriarca Maronita de Antioquia; Patriarca Caldeo de Babilonia y
Patriarca Armenio de Cilicia.
II- Arzobispos: existen dos categorías jurídicas;
Los arzobispos diocesanos: Obispos de que están a cargo de una Provincia
Metropolitana (Archidiócesis) que se integra por más de una diócesis
sufragáneas. Los arzobispos diocesanos tienen todos los poderes del obispo en su
propia arquidiócesis y supervisión, y jurisdicción limitada sobre las demás
diócesis sufragáneas. El palio conferido por el Papa, es el símbolo de su status
como metropolitano.
Los Arzobispos ad personam se les confiere una metrópolis histórica (pues existió
pero se extinguió y la Iglesia la preserva en su memoria) que reciben dicho título
en razón de la importancia de la función que ejercen dentro de la Iglesia, no
ejerce jurisdicción ni recibe palio. También se le denomina Arzobispo Titular.
III- Obispos: existen siete categorías jurídicas:
Obispo diocesano: están a cargo de una diócesis se le conoce también como obispo
ordinario;
Obispo prelado: son los obispos que están a cargo de una Prelatura Territorial,
también se le conoce como Prelado Territorial.
Obispos titulares, llamados antiguamente in partibus infidelium, son aquellos que
están a cargo de una diócesis histórica (que ya no existe pero cuya memoria
honra la Iglesia) o inexistente. No ejercen jurisdicción territorial.
Obispo auxiliar: obispo nombrado para colaborar con un obispo diocesano bajo su
dirección pastoral.
Obispo coadjutor: obispo nombrado para colaborar con un obispo diocesano pero
tiene derecho de sucesión del obispo diocesano, por lo que, cesado el diocesano,
ipso iure, el coadjutor sucede al diocesano.
Obispo Emérito: obispo diocesano que, llegado la edad de 75 años, su renuncia ha
sido aceptada, o que ha debido renunciar a la diócesis en razón de una
enfermedad.
IV- Abad territorial: el abad territorial ejerce su jurisdicción sobre un territorio extendido de la
abadía. Tiene la autoridad y el poder de un Obispo, y siempre es un religioso.
24
DELGADO DEL RIO, G. Los obispos auxiliares, en Ius Canonicum volumen 21 (1981).
f) Prelatura Personal
Luego de la segunda mitad del siglo XX se advirtió en la Iglesia la necesidad de
regular estructuras legales que permitieran desplegar nuevas formas de pastoralidad que
no podían ser debidamente atendidas en el marco de las jurisdicciones territoriales
diocesanas. La solicitud fue abordada en el Concilio Vaticano II que por el decreto
Presbyterorum ordinis (7-XII-1965), n. 10, que dispuso que, para la realización de
tareas pastorales peculiares en favor de distintos grupos sociales en determinadas
regiones o naciones, o incluso en todo el mundo, se podrían constituir en el futuro, entre
otras instituciones, “peculiares diócesis o prelaturas personales”.
Mediante esta figura se podría estipular jurisdicciones espirituales a la que los
fieles se integrarían no en base al domicilio, sino que a criterios culturales, sociales,
históricos, etc. Luego Pablo VI, mediante el motu proprio Ecclesiae Sanctae dispuso
que para la realización de obras pastorales o misioneras de especial índole en diversas
regiones o clases sociales que estén necesitadas de especial ayuda, la Sede Apostólica
podrá útilmente erigir Prelaturas, de las que formen parte sacerdotes del clero secular
que hayan recibido una formación especial, sometidas a la jurisdicción de un Prelado
propio y dotadas de estatutos propios.
Finalmente el Código la reguló en los cánones 265 y 266 §1 y 294-297,
pertenecientes a la parte primera (De los fieles cristianos) del Libro II (Del Pueblo de
Dios).
La prelatura personal se rige por los estatutos dados por la Sede Apostólica y su
gobierno se confía a un Prelado como Ordinario propio, a quien corresponde la potestad
de erigir un seminario nacional o internacional así como incardinar a los alumnos y
promoverlos a las órdenes a título de servicio a la prelatura. El Prelado debe cuidar de
la formación espiritual de los ordenados con el mencionado título así como de su
conveniente sustento25.
La Prelatura se debe regir por un estatuto, y gozan de autonomía y jurisdicción
ordinaria para la realización de su misión.
La potestad del prelado se extiende a cuanto se refiere a la peculiar misión de la
prelatura: a) Los fieles laicos siguen siendo fieles de las diócesis en que residen y
siguen sometidos a la potestad del obispo diocesano del mismo modo y en las mismas
cuestiones que los demás bautizados. Están sometidos a la potestad del prelado en lo
25
FUNMAYOR A. de; y RODRIGUEZ P.; Sobre la naturaleza de las prelaturas personales y su
inserción dentro de la estructura de la Iglesia, en Ius Canonicum volumen 24 (1984)
que se refiere al fin pastoral para el que ha sido erigida la prelatura. b) Según las
disposiciones de la ley general de la Iglesia y del derecho particular de cada prelatura,
los diáconos y presbíteros incardinados en la prelatura pertenecen al clero secular y
están plenamente bajo la potestad del prelado (CIC c. 294). Deben fomentar relaciones
de fraternidad con los miembros del presbiterio diocesano y observar cuidadosamente la
disciplina general del clero, y gozan de voz activa y pasiva para la constitución del
consejo presbiteral de la diócesis. Asimismo los obispos diocesanos, con la previa venia
del prelado o, en su caso, de su vicario, pueden encomendar a los sacerdotes del
presbiterio de la prelatura encargos u oficios eclesiásticos (párrocos, jueces, etc.) de los
que sólo darán cuenta al obispo diocesano y que desempeñarán siguiendo sus
directrices.
Los estatutos de cada prelatura personal deben establecer los criterios para las
relaciones de armónica coordinación entre la prelatura y las diócesis en cuyo ámbito
territorial la prelatura lleva a cabo su misión específica. Algunas características de esta
relación son las siguientes: a) No se inicia la labor pastoral de una prelatura personal sin
el consentimiento previo del obispo diocesano (CIC c. 297). b) Para erigir iglesias de la
prelatura, o cuando se encomiendan a ésta iglesias ya existentes en las diócesis —y, en
su caso, parroquias— se estipula un convenio entre el obispo diocesano y el prelado o el
vicario correspondiente; en estas iglesias se observan las disposiciones generales de la
diócesis respecto a las iglesias llevadas por el clero secular. c) Las autoridades de la
prelatura mantendrán relaciones habituales con los obispos de las diócesis donde la
prelatura realiza su tarea pastoral o misional; y también con los obispos que ejercen
cargos directivos en las Conferencias Episcopales y con sus respectivos organismos.
Finalmente los Prelados Personales no son, de derecho, ordinarios, y por lo tanto
no tienen jerarquía episcopal26.
26
RODRIGUEZ P., Iglesias Particulares y Prelaturas Personales, en Ius Canonicum volumen 25 (1985)