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“CONVENCIDOS…O CONVERTIDOS”

Es de notar que estos dos primeros mensajes de la Iglesia del Nuevo Testamento,
después de la ascensión del Señor implicaba y resaltaba la CONVERSION de las
almas, para perdón de los pecados, o sea para que ellos fueran borrados (Hechos 2:37
y 38 ...Hechos 3:19).
La palabra conversión que es posterior al arrepentimiento, y qué ambas son dos actitudes
que prácticamente se fusionan en una, significa según el diccionario común de nuestra
lengua: “Transformar una cosa en otra". La palabra conversión sería casi sinónimo en este
caso específico, de TRANSFORMACIÓN, cambio, acción de convertirse.
Desde aquella Iglesia naciente a nuestros días, han transcurrido casi 20 siglos y como
afirma el proverbio común “Mucho agua ha corrido bajo el puente”.
Cambiaron las personas, los tiempos, las costumbres, todo se ha modernizado, aún la
Iglesia actual no es la misma que nacía en medios de terribles persecuciones, y se
desarrollaba pujante y arrollador el Espíritu Santo.
El medio ambiente afectó e influenció en la estructura de la Iglesia del Señor, algunas cosas
fueron adaptándose al vértigo de este siglo, y aún sin estar de acuerdo que así sea, debemos
con una mano en el corazón admitirlo: Muchas cosas han cambiado.
Algunos lo llaman formas costumbres, la idiosincrasia de los pueblos, la influencia del
medio ambiente, la mimetización con la sociedad, a muchos nos sigue costando un gran
esfuerzo “Hacer bajar”… Pero sin ánimo de polemizar, volvamos al tema inicial, y la
pregunta es: ¿Habrá cambiado Dios su método de salvación?
Si la Iglesia naciente entendió con profunda convicción que era necesario CONVERTIRSE
para ser salvo, para que los pecados fueran “borrados” hoy 20 siglos después ¿podrá existir
alguna causa o motivo exterior o interior, aún aparentemente teológico para que cambie
sustancialmente el método de salvación? DE NINGUNA MANERA, DIOS NO CAMBIA,
sus propósitos no cambian, y sus planes tampoco.
Si aquellos tres mil o cinco mil "nuevos convertidos'' tuvieron que arrepentirse ante la
evidencia de la Palabra de Dios, y experimentar una TRANSFORMACION en sus vidas
para ser salvos, actualmente la condición es exactamente la misma.
No basta levantar la mano, apoyarla sobre un receptor o la Biblia, repetir una oración, llenar
algún cupón de alguna publicación, pasar delante de una plataforma, o levantar las manos al
cielo, aunque todo esto tenga su razón de ser; la CONVERSIÓN significa mucho más, y es
el resultado directo de un arrepentimiento genuino ante la perspectiva del amor de Dios al
entregar a su hijo a la muerte expiatoria.
En nuestros días vemos innumerables esfuerzos evangelísticos, y miles que han oído de un
Dios que les ama, y se han CONVENCIDO de su necesidad, han levantado su mano, dando
su nombre para ser anotado en una tarjeta, pero quizás nunca hayan sentido dolor por su
pecado, por su vida sin Dios. No han comprendido que deben arrepentirse. Jesús dijo
respecto a la obra del Espíritu Santo: “Y cuando Él venga, redargüirá (convencerá) al
mundo de pecado, de justicia y de juicio”… Juan 16:8.
Esta es la forma que opera Dios para llevar un alma al arrepentimiento, y por consiguiente a
la “conversión” NO HAY OTRA FORMA. Arrepentirse. ¿Sonará demasiado fuerte?, ¿será
que no va de acuerdo a nuestro léxico?... ¿No es aceptable en la mentalidad moderna? Si no
se conduce a las almas al arrepentimiento, no habrá conversiones, y en el Reino de los
cielos entrarán solo aquellos que se han convertidos “Respondiendo Jesús les dijo: De
cierto de cierto te digo, el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios." Juan
3:3.
El Apóstol Pedro nos dice en su mensaje "ARREPENTIOS Y CONVERTIOS...'', y no, deja
que Dios te con vierta, sus palabras expresan una actitud personal e individual que debe
tomar la persona, ante la evidencia de la Palabra de Dios.
Miles y miles de nombres llenan tarjetas de decisiones, pero nos cabe preguntar ¿Cuántos
son convertidos?... ¿No serán miles de CONVENCIDOS? Los pastores locales saben
realmente al terminar un movimiento Evangelístico, cual es el resultado genuino, y muchas
veces después de infructuosos esfuerzos en visitación y consejería, tienen que admitir que
no todos fueron convertidos.
Hay palabras duras en la Biblia, y alguna de ellas son estas dos expresiones que sintetizan
el mensaje de la Iglesia apostólica, y que hoy muchos predicadores han excluido de sus
mensajes, diciéndoles a la gente lo que quieren oír, y no lo que ellos deben oír.
No podemos engañar al pecador diciéndole que todo está bien, que no tiene de que
preocuparse que Cristo le ama, que sonría y no se haga problema, que Jesús es la
PANACEA UNIVERSAL. NO nada está bien para el ser humano, mientras no se reconcilie
con su Creador, mientras que en su vida no se efectúe un cambio RADICAL,
REVOLUCIONARIO, UNA CONVERSIÓN, UNA NUEVA VIDA, iniciada en esta
primera actitud correcta y Bíblica: EL ARREPENTIMIENTO.
Decirles a las personas que Cristo desea sanarles y libertarles y hacer milagros en sus vidas,
es correcto, porque Él lo puede hacer. Pero si ellos no llegan a comprender que sus almas
pueden ser condenadas para siempre, será como dar aspirinas a un moribundo.
Dios vino en carne para SALVAR, y como COMPLEMENTO (añadidura) El quiere y
puede sanar, libertar, bendecir, prosperar, etc.
Cambiar el orden de Dios tocante a esto, será trágico para las almas y también para la
Iglesia.
En los eternos y sabios propósitos de Dios una cosa es primordial y aún los ángeles están a
la expectativa de esto: LA SALVACIÓN DE LOS HOMBRES. Todo lo demás incluyendo
los milagros más grandes de sanidades es un complemento. Y recordemos que el cuerpo,
con sus sentimientos, necesidades fisiológicas, sociales y familiares es TEMPORARIO,
pero el alma de los hombre, ES ETERNA.
Aún el recibir un milagro no garantiza la salvación. La Biblia nos habla de un hombre ciego
de nacimiento que fue primero sanado sin ser salvado, dado que no sabía quien era el que le
había devuelto la vista. Jesús completó la obra manifestándose a él luego, y operándose lo
que seria el mayor milagro: la salvación: ¿De qué le hubiese valido tener sus ojos y ser
perdido para siempre? (Juan 9:1-41). Dios no se interesa en los CONVENCIDOS. ¿Por qué
nos interesamos nosotros en tenerles dentro de nuestra Iglesia? Él quiere levantar un pueblo
propio, con personas CONVERTIDAS, NACIDAS DE NUEVO, nacidos por la Palabra y
el Espíritu de Dios; El joven rico que vino a Jesús, era un convencido, le llamó bueno y
hasta se arrodilló delante de El, Simón el mago llegó hasta bautizarse, y el Rey Agripa, y el
gobernador Félix, y cuántos otros ejemplos. Dios no quiere, meros profesantes del
Evangelio, una vez oí decir a un antiguo siervo de Dios: "Usted no debe entrar en el
Evangelio, el Evangelio debe de entraren usted". Dios te bendiga.

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