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ANDANDO O VIVIENDO EN EL ESPIRITU PARA PRINCIPIANTES

El ser humano esta rodeado de tantas debilidades y pasiones, que, si no logra someterlas con
firmeza y disciplina bajo el dominio propio, le pueden causar mucho daño y destruir sus vidas
terrenas y para siempre en la eternidad. ¿Pero si tendrá el hombre la capacidad de sobreponerse a
ese rio de deseos y placeres que lo inundad por todos los flancos?

Fuimos creados para vivir plácidamente, disfrutar de todo lo que la vida ofrece, si observamos la
creación de Dios en el Génesis podemos contemplar que el creador no olvidó detalle alguno, para
viviéramos en este planeta tierra con gran bienestar “y Vio Dios que todo era bueno en gran
manera”, cada necesidad del ser humano fue cuidadosamente satisfecha, en un diseño
extraordinario. Cuando Adán estaba solo, cuidaba del huerto del Edén con mucha dedicación,
estaba verdaderamente bien ocupado y entretenido en su labor de mayordomo, pero Dios mismo
dijo que había algo que no veía bien y era la soledad del hombre, y trae a luz la formación de la
mujer, compañera inigualable e indispensable, aquello era lo que coronaba una obra maestra.

El paraíso es una idea que nace de Dios, ese estado de felicidad y de plenitud es parte del diseño
original, nadie quiere más la felicidad humana que Dios, es por esto que tenemos este planeta tan
hermoso lleno de riquezas y cosas maravillosas.

Pero todo se echó a perder, por un deseo incontrolable, una tentadora propuesta, que
desbordaba los límites establecidos por Dios, y por querer adelantarse tomando atajos, que
condujeron a una grande rebelión, que produjo sentimiento hasta ese momento para ellos
desconocidos; temor, vergüenza y supongo un gran vacío y una conciencia desesperante.

La comunión con el creador se ve rota, y aquella fuente de la felicidad se seca, dando paso a una
serie de consecuencias dolorosas y causantes de gran sufrimiento, y corriendo el riesgo de
perderse definitivamente para siempre.

Aquella imagen de Dios en el hombre se vio realmente degenerada, la maldad comienza a minar
todas las áreas de la creación, surgen entonces sentimiento y pasiones totalmente influenciadas
por el maligno, aquella imagen de Dios poco a poco se va desdibujando, llevando a la humanidad a
un estado de desorientación, perdición y violencia. Es por esto que vemos y observamos como el
ser humano cada día se encuentra más desorientado, perdido y viviendo un descontrol moral,
social, su espíritu no haya reposo, con nada se satisface.

La solución que se plantean los propios hombres es inútil e insuficiente, por eso vamos de fracaso
en fracaso, hambres, guerras, violencia, injusticias, vicios, inmoralidad, etc. Nada de lo que las
naciones plantean resuelve el problema, no hay un horizonte promisorio, y la humanidad cada día
se hunde más en la insatisfacción, la infelicidad y buscan llenar esos vacíos con cualquier
contenido.

Hago todo este planteamiento del problema, para decir que el único que nos puede sacar de este
hoyo es aquel Dios verdadero que un día el hombre decidió abandonar y desobedecer, fuera de
Dios no hay quien salve, debajo del cielo solo hay uno que puede cambiar las cosas.

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Es por esto que la única solución la tenemos en la salvación de Dios por medio de Jesucristo
nuestro Señor, él nos salva de la causa y del efecto.

Jesucristo trajo un mensaje departe de Dios, una excelente noticia, que si hay esperanza, que si
hay oportunidad, que si hay salvación y que el mismo es esa esperanza, esa oportunidad esa
salvación y que fuera de Él no hay otro.

Jesús no vino a proponer soluciones temporales ni remedios a medias, ni a remendar lo dañado, el


vino con un planteamiento ambicioso y es de hacer todo nuevo; empezando por el ser humano,
Cristo le dijo a un hombre religioso y muy respetado en la sociedad, que le era necesario nacer de
nuevo, que sin ese renacer le sería imposible ver y entrar al reino de Dios, reino de donde un día
Adán y Eva fueron expulsados por desobedientes; pero que se podía recuperar lo perdido si el
hombre entraba en obediencia a Dios creyendo el mensaje de Jesús.

Solo naciendo del agua y del espíritu sería posible entrar al reino y regresar aquel estado de
bienestar que Dios planteo desde el principio. Que esto solo es posible recibiendo el mensaje de
Cristo para ser salvo de esa condena en la que el hombre ya estaba viviendo.

Una nueva vida en Cristo es la vía, una regeneración total en ser humano desde adentro hacia
fuera, comenzando por su espíritu, que a causa del pecado estaba muerto, insensible a Dios y a su
propósito, la invitación de Jesús al comienzo de su ministerio fue clara “vuélvanse a Dios”. El
hombre necesita volverse a Dios, mirar a Dios cara a cara, ponerse a cuentas con El, antes que
llegue el juicio final o la muerte le sorprenda. La otra invitación de Jesús fue: “y creed al
evangelio”, estas dos invitaciones estaban precedidas de un anuncio muy importante: “el reino de
los cielos se ha acercado”.

El reino de Dios estaba otra vez a nuestra disposición y Dios tenia resuelta la fórmula para hacer
que el hombre volviese a comer del árbol de la vida y vivir para siempre pero en paz con Dios y en
un estado de comunión íntima con su creador; Cristo precisamente vino a cumplir esa misión, el
vino a quitar aquello que separó al hombre con su creador por tanto tiempo y que le trajo tantos
problemas y dificultades “el Pecado”, esa era la buena noticia que por fin el muro de separación
seria derribado y que el camino vigilado por ángeles con espadas encendidas quedaría expedito y
libre para todo aquel que quisiera volver: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al
padre sino es por mí”.

Entonces tenemos el reino de Dios a nuestra disposición, con dos invitaciones específicas: 1)
volvernos a Dios, lo que comúnmente conocemos como arrepentimiento (cambio de Mente, de
pensamiento), 2) Creed al evangelio, afinar nuestra fe y enfocarla en la vida, enseñanza, obra,
muerte y resurrección de Cristo; esto es una síntesis de lo que es el evangelio.

Volver a relacionarnos con Dios, implica conocer su naturaleza, y la Biblia define que Dios es
espíritu, el existe en una dimensión distinta a la nuestra, y que por lo tanto es necesario que
nosotros seamos trasladados a esa dimensión y solo Jesús nos puede llevar allá, él es el puente, el
sumo pontífice, el único mediador entre Dios y los hombres.

¿Cómo se logra esto? Por medio de la predicación del evangelio de un ministro ungido por el
Espíritu Santo, el ser humano puede recibir el llamado de Dios, y si lo cree y obedece, el poder de
Dios y de su palabra comienzan una acción transformadora en el creyente, llevándolo a una

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confrontación de conciencia, lo hará sentir indigno, o lo que conocemos como convicción de
pecado, que lo conducirá al arrepentimiento y a la conversión, sometiendo su vida a Dios y
confesando que Jesús es el Señor (dueño absoluto de su alma). Obedeciendo al bautismo en agua
como un rito de iniciación, para concretar el perdón de sus pecados y recibir una conciencia
nueva, limpia delante de Dios. Casi que automáticamente sentirá que le han quitado un peso de su
alma y comenzara a disfrutar del gozo de la salvación en su vida. Quedará habilitado para ser
bautizado con el Espíritu Santo, un regalo departe de Dios para todos los que el Señor nuestro Dios
llamare. (es posible que algunos sean bautizados con el Espíritu Santo antes de ser bautizados en
agua). Ahora, ya no solo el Espíritu opera en mi desde el exterior, sino que soy morada de Dios en
mi espíritu. El Espíritu Santo viene para aquellos que ya son hijos de Dios por haber recibido a
Jesús en sus vidas.

Es un proceso fascinante donde cada día podemos disfrutar de una comunión íntima con el Señor
ilimitadamente, podemos vivir experiencias nuevas cada instante de nuestra vida.

A este punto hemos logrado la regeneración, la reconciliación, ahora tenemos paz con Dios y con
nosotros mismos, pero como es algo nuevo que antes no habíamos experimentado, necesitamos
la enseñanza y la instrucción, para aprender a convivir con el Espíritu de Dios dentro de nosotros.

Ahora ya vivimos por el Espíritu, es decir tenemos vida espiritual, tenemos la vida de Cristo en
nosotros, la tarea nueva es aprender a vivir en el Espíritu (Andar, cotidianamente bajo la influencia
de Dios), ya tenemos un corazón sensible a la palabra de Dios y estamos dispuestos a obedecer la
voz del Espíritu, tanto lo que ya está escrito en la Biblia como aquellas cosas en particular que el
Espíritu nos quiera decir en nuestro diario vivir. Para esto necesitamos tener la actitud correcta de
un buen aprendiz, humildad, sencillez y un deseo de aprender; lo cual Jesús y el apóstol Pablo
hablan de ser como niños, refiriéndose a esas características que los hacen dóciles y aptos para el
aprendizaje.

Debemos ser conscientes, que dentro de nosotros cohabitan dos naturalezas, un viejo hombre,
que está habituado a un estilo de vida ajeno a la vida de Dios, que debe morir cada día, esta
naturaleza domina al hombre natural y lo lleva a obedecer todo aquello que el príncipe de este
mundo, la potestad del aire influye sobre ellos. Y esta la nueva criatura que participa de la
naturaleza divina, que parte de un nuevo nacimiento o regeneración producida por la palabra de
Dios y la operación directa del Espíritu Santo sobre la vida del hombre, produciendo en él un
nuevo estilo de vida, basado en vida de Dios.

Vivir en el Espíritu es sencillamente vivir según Dios, como el resultado de una obra totalmente
producida por la acción de Dios en el hombre, es un proceso contemplado en el nuevo pacto que
Dios había prometido que haría con su pueblo; “Y hare que andéis en mis estatutos y guardéis mis
preceptos, y yo seré a vosotros por Dios”. Andar en su palabra, vivir en su voluntad, satisfacer sus
demandas. Esto solo se puede lograr en Cristo Jesús.

Existe una batalla entre la carne y el Espíritu, cada uno tira para su lado los cuales son opuestos,
dependiendo de la fortaleza de cada parte, se pueden obtener tres resultados: un dominio de la
carne o del espíritu o se podría dar un estado de estática, inmovilidad, no se ve un hombre
entregado al pecado, pero tampoco desarrolla una espiritualidad fructífera; donde la persona no
va ni a un lado ni al otro, lo cual resultaría en una tibieza, el consejo de Dios dice que es mejor

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tomar una posición definida, por supuesto la mejor opción es la vida guiada totalmente por el
Espíritu porque el resultado será vida eterna, y un estado de plenitud espiritual, dando el fruto del
Espíritu, viviendo una vida llena del gozo del Señor.

Las pasiones que asedian a los hombres y que batallan contra el alma solo pueden ser sometidas y
puestas bajo el dominio propio cuando aprendemos a disciplinarnos en la vida del Espíritu. Ningún
ser humana puede agradar a Dios conduciendo su vida bajo sus propios deseos carnales, aunque
estos deseos sean religiosos.

Ocupados en la vida del Espíritu no queda espacio para satisfacer los deseos mundanos, los que
son del Espíritu piensan en las cosas del Espíritu, y sus acciones serán espirituales, es decir de
acuerdo a el pensamiento de Dios, su consejo y propósito. Esto produce vida y paz; se vive en
abundancia, plenamente, una vida agradable. Alguien en cierta ocasión dijo: “que si lo que se dice
del cielo o el infierno no existieran, de todos modos, vale la pena vivir la vida de Cristo”. ¡Más
tenemos las arras de aquella herencia gloriosa!

Tenemos a nuestra disposición todo el poderío de Dios para vencer esta batalla, necesitamos
vestirnos con la armadura de Dios y saber que las armas de nuestra milicia no son carnales sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, y poder llevar cautivo todo pensamiento y
argumento que se levante contra el conocimiento de Dios y someterlos a la obediencia a Cristo.

Podemos cada día ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu, el mismo
Espíritu que operó en Cristo resucitándole de los muertos y sentándolo sobre todo principado y
potestad, de igual modo nosotros estamos sentados juntamente con Cristo en los lugares
celestiales y podemos ejercer autoridad sobre todo aquello que se levante contra la vida de Dios
en nosotros.

La Biblia dice que en el cristiano opera el mismo Espíritu que levanto a Cristo de los muertos, lo
cual nos debería dar una idea de la supereminente grandeza de su poder que nos imparte vida,
nos resucita a vivir una vida nueva en victoria contra todo el sistema de maldad que domina y
somete a la humanidad. Esta es una acción continua de Dios en nosotros y no la debemos
interrumpir para no retrasar nuestro desarrollo y crecimiento o madurez espiritual, hasta llegar a
tener los sentidos bien ejercitados en el conocimiento del bien y del mal. Creemos fielmente que
el que comenzó la buena obra en nosotros es fiel y la llevara a un buen final hasta la aparición de
nuestro Señor.

Los cristianos debemos tener claro que nosotros solo somos ramas de una vid sana, que produce
frutos en grandes cantidades, que debemos permanecer en el tronco y alimentarnos de la raíz,
todo esto es Cristo para nosotros, separados de él nada podemos hacer, él es el que produce en
nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad, haciendo él en nosotros lo que es
agradable delante de él.

La vida del espíritu es como un huerto bañado por un rio que fluye desde nuestro interior,
producido por la llenura del Espíritu Santo, esto no nace de nosotros, ni de una emoción externa,
nace del corazón de Dios y fluye a través de nuestras vidas irrigando todo nuestro ser y aun
aquellos que están cerca de nosotros. Produciendo el precioso fruto del Espíritu y capacitándonos
con dones, ministerio y operaciones en favor de la Iglesia.

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Vivir en el Espíritu nos lleva a desarrollar una destreza en el conocimiento de cómo opera el
Espíritu Dios en nosotros, nos enseña a conocer la voluntad de Dios, lo que él piensa, el concepto
que tiene respecto a cualquier asunto, también desarrolla en nosotros la capacidad de discernir los
espíritus, a conocer cómo operan las fuerzas contrarias, conocer las artimañas de Satanás y a tener
un desarrollo en discernir el bien y el mal y algo muy importante conocer el agrado de Dios;
aquello que Dios no nos exige pero que sabemos que le place de nosotros, también a conocer
aquellas cosas que Dios permite aunque no las aprueba. Nos capacita para avanzar en la madurez
y dejar atrás la línea del bien y el mal y a escoger entre lo bueno y lo mejor, lo mejor y lo
excelente, lo licito y lo que realmente conviene.

Vivir en el Espíritu no nos exime de problemas o atravesar por momentos difíciles, pero si nos
garantiza la constante ayuda de Dios y su fortaleza en medio de las pruebas; saber que el poder de
Dios se perfecciona en nuestras debilidades.

Conocer el lenguaje del Espíritu, como se comunica Dios con nosotros, que códigos usa Dios para
hablarnos, nos ayuda a entender las escrituras

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